topbella

miércoles, 29 de enero de 2014

Capítulo 4


Vanessa decidió que aquel día se lo iba a pasar bien.

Acto seguido, se puso la mano sobre el abdomen con la esperanza de que los nervios se le tranquilizaran, volvió a observar el contenido de la mochila para asegurarse de que no se le había olvidado nada vital y miró el reloj.

Solo quedaba un minuto para las nueve de la mañana, para que apareciera Zac en su puerta.

Si era puntual, claro.

De alguna manera, Vanessa estaba segura de que lo era. No tenía razón para ponerse nerviosa. Aquello no era una cita de verdad. Solo una excursión con el vecino de enfrente. Se debía de sentir agradecido con ella por haberle echado una mano con la perra y quería corresponder por la cena a la que lo había invitado.

Definitivamente, era una cita.

Por lo menos, a Vanessa así le había sonado cuando Zac le había ofrecido su compañía.

Poco había tardado en planear el día entero. Vanessa sospechaba que, cuanto mejor lo conociera, menos tardaría en darse cuenta de que bajo aquellos trajes impecables de abogado trabajador se escondía un hombre serio y organizado acostumbrado a hacerse cargo de todo.

Justo a las nueve en punto, llamaron a la puerta y Vanessa sintió que las mariposas que le revoloteaban por el estómago danzaban furiosas.

Ness: Buenos días -lo saludó abriendo la puerta-.

Happy pasó a su lado y Zac se arrodilló para rascarle entre las orejas.

Zac: Buenos días y buenos días. ¿Qué tal estás, cariño?

Vanessa se dijo que, por supuesto, no era a ella a quien se dirigía.

Ness: Acaba de desayunar y parece contenta. La verdad es que me encanta tenerla en casa.

Zac: Me alegro -sonrió aliviado-. Estaba preocupado por si creía que la había abandonado.

Madre mía, qué guapo era aquel hombre.

A Vanessa ya le parecía que estaba guapo de traje, pero aquel día llevaba un jersey granate y unos vaqueros desgastados que se le pegaban a los muslos y la habían dejado sin respiración. El jersey le marcaba los hombros y los pectorales y se había arremangado, revelando unos antebrazos musculosos cubiertos por un vello oscuro y sedoso.

¿Cómo era posible que Vanessa no se hubiera fijado en aquellos días en lo alto y fuerte que era? Ella medía un metro setenta y le llegaba por la mandíbula, así que Zac debía de rondar el metro ochenta.

Ness: ¿Tus padres son muy altos?

Zac enarcó una ceja. No era la primera vez que Vanessa le veía hacer aquel gesto. Solía hacerlo cuando no estaba muy seguro de cómo la conversación había tomado aquel derrotero.

Zac: Mi padre, sí. Mi madre es normal, pero tiene tres hermanas que miden más de metro setenta -contestó poniéndole la mano en el hombro-. Tú también eres alta. ¿De quién lo has heredado?

Ness: De mi padre. Mi madre es algo más bajita. La verdad es que no es fácil ser de las altas de clase cuando estás en el colegio. Yo era algo más alta que mi hermana mayor desde que éramos muy pequeñas.

Zac: A mí siempre me han gustado las mujeres altas. Mi novia del colegio era la capitana del equipo de baloncesto.

Ness: Yo nunca he jugado al baloncesto. El entrenador me insistía constantemente para que entrara en el equipo, pero a mí no me interesaba. A mí me gustaba bailar. Durante muchos años, quise formar parte de una compañía de ballet, pero al final no tuve más remedio que rendirme a la evidencia pues es imposible que una bailarina sea tan alta y pese como los bailarines que tienen que levantarla por los aires.

Zac: Yo no creo que tú peses mucho.

Ness: Perdona mi franqueza, pero te puedo preguntar cómo demonios sabes cuánto peso. No me ves, así que podría pesar ciento cincuenta kilos y tú no lo sabrías.

Zac: No, hombre no -contestó tocándole la clavícula-. Estás delgada -declaró acariciándole la mandíbula-. En realidad, incluso estás un poquito demasiado delgada.

Ness: ¡De eso, nada! -se defendió. ¡Si la hubiera visto cuando era modelo! Vanessa se dio cuenta de que Zac sonreía disimuladamente-. ¿Me estabas tomando el pelo?

Zac: Sí… Casi te engaño, ¿eh?

Ness: Casi -rió-.

Zac: ¿Sabes? Me encantaría poder verte -murmuró-.

Ness: ¿Por qué? -preguntó con voz trémula-.

Zac giró la mano y le acarició la mejilla.

Zac: Me encantaría saber cómo son tus labios.

Vanessa sintió que el pulso se le paraba y comenzaba a latirle aceleradamente. Sin pensárselo dos veces, le tomó el dedo índice y se lo colocó sobre los labios.

Zac los recorrió en silencio mientras Vanessa ni se movía, se limitaba a sentir lo íntimo que le resultaba que Zac le acariciara el rostro. Zac deslizó el dedo alrededor de sus labios y, a continuación, bajó hasta su mentón. Continúo dibujando el óvalo de su mandíbula y subió hasta su oreja, se paró en el lóbulo y estudió los tres agujeros que encontró.

Vanessa se estremeció y Zac siguió avanzando hacia su cabeza. Vanessa se había recogido el pelo en una complicada trenza francesa que le había gustado especialmente porque le mantenía la melena bien peinada durante muchas horas. Zac le acarició el pelo y bajó hasta su cuello. Le colocó la mano sobre la nuca. Vanessa sintió la necesidad de apoyarse en él, pero no lo hizo porque Zac había continuado y ahora su mano estaba en su sien, avanzando por su frente y bajando por su nariz recta. A continuación, le acarició las cejas, las pestañas y Vanessa cerró los ojos.

De repente, la mano de Zac había desaparecido.

Al abrir los ojos, Vanessa vio que se estaba girando.

Zac: Gracias.

Ness: De nada.

Aunque había conseguido que su voz sonara normal, por dentro estaba como un flan. Sobre todo, estaba decepcionada. Le habría gustado que Zac la hubiera besado. Sí, era cierto que estaba ridículamente enamorada de su vecino y él, aunque era posible que le gustara como mujer, no parecía estar tan interesado en ella.

Zac: Me ha pasado muchas veces que, cuando le he pedido a una persona que me describiera cómo era, no lo ha sabido hacer -le explicó-. Me resulta mucho más útil tocarle la cara.

Así que no era la primera vez que lo hacía. Debía de ser una práctica normal en él.

«Es como si estuviera leyendo en Braille», recapacitó Vanessa.

No significaba nada más. Era la manera que Zac tenía de aprender algo más sobre la persona que tenía delante.

«Lo que es justo porque yo sé cómo es, pero él no sabe cómo soy yo», pensó Vanessa.

En cualquier caso, se sentía como un globo deshinchado.

Ness: Bueno, ahora ya sabes cómo soy. Una chica normal y corriente -comentó colgándose la mochila del hombro-. ¿Nos vamos?

Zac había enarcado las cejas ante su comentario, pero no dijo nada.

Zac: Claro.

Vanessa se encaminó a su monovolumen.

Ness: ¿Dónde metemos a los perros?

Zac: En el asiento de atrás. Si no quieres que te dejen pelos por la tapicería, será mejor que les pongas una manta. ¿Tienes algo que les podamos colocar como medida de seguridad para que no se puedan pasar al asiento de delante?

Ness: Tengo una red que va de lado a lado. ¿Qué te parece?

Zac: Perfecto. En la escuela nos dicen que los pongamos en el suelo, a nuestros pies, pero no solemos hacerlo porque es muy peligroso si tenemos un accidente de frente. -Vanessa abrió el maletero y sacó la red mientras Zac abría la puerta e indicada a los perros que subieran-. Si fuéramos a hacer un viaje largo, los metería a cada uno en su caja por seguridad, pero, como solamente vamos a recorrer una distancia de dos kilómetros, no creo que pase nada -recapacitó-. Vaya, me parece que la última persona que se sentó aquí era bastante más bajita que yo -añadió al subirse al vehículo y encontrarse que casi se daba con la nariz en las rodillas-.

Ness: Sí, fue mi madre -rió terminando de colocar la red-. Me ayudó con la mudanza. Tienes unos botones a la derecha de tu asiento. Si le das al primero, el asiento se mueve hacia atrás.

Zac: Muy bien. Mira, te he traído el cede del que te hablé. Lo puedes poner mientras conduces. Tenemos que ir a la 116 en dirección a Fairfield, la salida está un poco más allá de la iglesia luterana -le indicó-.

Vanessa siguió sus instrucciones y encontró con facilidad el camino. En cuanto tomaron la carretera correcta, ante ellos se abrió una panorámica maravillosa de praderas y árboles hasta más allá de donde alcanzaba la vista. Había cañones diseminados por el campo y se veían también placas y estatuas. Había varios kilómetros de recorrido por delante.

Zac: Se trata del Arco de la Paz -le dijo cuando llegaron ante un gran monumento de piedra-. Por aquí debería haber un aparcamiento. Si quieres, ponemos el cede y empezamos la excursión. Así sabremos dónde y qué es lo que estamos viendo.

Ness: ¿Cuántas veces has hecho esto antes?

Zac se encogió de hombros.

Zac: Menos de diez, pero las suficientes como para sabérmelo de memoria. He traído aquí a mis padres, a la familia política de mi hermana, a algunos amigos que han venido a verme y a los padres de mi socio. No sé si a alguien más…

Ness: Entonces, a lo mejor, ni siquiera necesitas el cede -recapacitó-.

Zac: Sí, sí, claro que lo necesito -rió-. Lo vamos a necesitar porque me encanta la Historia y, si me preguntas algo, en lugar de estar aquí un día podríamos estar tres.

Vanessa asintió, pusieron el cede en marcha y comenzaron la excursión. Hicieron el trayecto más bien en silencio. En un par de ocasiones, Zac le pidió que le describiera un monumento o un paisaje y a menudo añadió anécdotas que él conocía sobre los soldados que lucharon en aquel lugar.

Ness: Desde luego, veo que no estabas mintiendo. Cuando me has dicho que te gusta la Historia, digo. Sabes un montón -le dijo al terminar el paseo-.

Zac: Sí, este lugar siempre me ha fascinado -admitió-. Había venido varias veces antes del accidente, así que recuerdo muchas cosas.

Ness: ¿Te funciona bien la memoria, entonces?

Zac: Bueno, me funciona, pero, a veces, recuerdo las cosas como envueltas en una neblina. Es como si fueran cuadros impresionistas. Tengo la idea general, pero los detalles se me pierden. Una de las primeras cosas que perdí fue la capacidad de escribir.

Ness: ¿Y qué haces cuando tienes que firmar una tarjeta de crédito o ciertos documentos?

Zac: No suelo utilizar tarjetas de crédito porque podrían engañarme con facilidad, así que suelo pagar en efectivo. Normalmente, compro por catálogo o en tiendas en las que ya me conocen y donde pago una vez al mes. En cuanto a los documentos, que, como supondrás, sí que tengo que firmar a menudo, utilizo una cosa que se llama guía para firmar y que es un recuadro en el que está inscrita tu firma. Solo tengo que seguirla con el bolígrafo. Con cierta práctica, queda más o menos bien.

Le había explicado todo aquello sin pizca de resignación, sencillamente. Vanessa volvió a maravillarse ante lo poco que parecía haber sufrido la vida de Zac ante su ceguera. Obviamente, sabía que los cambios tenían que haber sido considerables, pero los había superado todos y parecía un hombre genuinamente feliz.

Cuando llegaron a un cortado, Zac insistió para que subieran a las rocas. Tras dejar a Happy en el coche, los tres subieron a la cumbre.

Zac: ¿En qué dirección estamos? Yo diría que norte o noreste.

Vanessa se quedó mirando el sol de últimos de otoño.

Ness: Sí, así es. ¿Cómo lo has sabido?

Zac: Porque me da el sol en la cara -contestó tomándola por el hombro y girándola hacía el este mientras procedía a explicarle los movimientos y los ataques de las tropas-.

Zac estaba realmente animado y Vanessa disfrutaba viéndolo así. Se quedó mirándolo y sintió un inmenso deseo de tocarle el rostro, tal y como él había hecho aquella mañana con ella.

Lo cierto era que quería mucho más. Sobre todo porque sentía su brazo, que Zac había deslizado desde su hombro hasta su cintura.

Zac: ¿Vanessa? -Dijo al cabo un rato-. Perdona, me parece que te estoy aburriendo soberanamente.

Ness: No, en absoluto -le aseguró saliendo de sus ensoñaciones-. Es que estaba intentando… imaginar el campo de batalla.

Zac: ¿Y lo has conseguido? -le preguntó girándose hacia ella-.

La tenía muy cerca.

Ness: Más o menos -contestó con la respiración entrecortada-. Creo que será mejor que bajemos.

Zac: Muy bien.

¿Lo había dicho con pena? Mientras bajaban con cuidado, Vanessa se preguntó si aquel hombre se daría cuenta de lo interesada que estaba en él. Aquello era de locos, pero, cuanto más tiempo pasaba a su lado, más necesidad tenía de él.

Al final, pasaron cinco horas en el campo de batalla y Vanessa habría podido pasarse otras cinco. Había llevado manzanas y sándwiches de jamón, así que los compartieron sentados bajo un árbol. Cuando comenzó a atardecer, se montaron de nuevo en el coche y volvieron a casa.

Ness: Gracias -le dijo al llegar al pasillo de sus pisos-. Ha sido un día realmente fascinante.

Zac: Me alegro mucho de que te haya gustado. Hay gente a la que la historia de esta zona no le importa en absoluto.

Ness: No me lo puedo creer. La próxima vez, en lugar de escuchar el cede, preferiría escucharte a ti todo el rato.

En cuanto pronunció aquellas palabras, Vanessa sintió ganas de hacer un hoyo y de meter la cabeza bajo tierra porque Zac no había dicho en ningún momento que quisiera volver a salir con ella.

Zac: Trato hecho -contestó sin embargo con una gran sonrisa-.

En aquel momento, su reloj le dio la hora en voz alta, algo a lo que Vanessa estaba comenzando a acostumbrarse.

Zac: Te tengo que dejar -anunció-. He quedado para cenar esta noche.

Ness: Muy bien. -¿Había quedado para cenar? ¿Era aquélla una manera sutil de decirle que no se ilusionara con él?- Yo también me tengo que ir, así que…

Zac: Vanessa -la interrumpió poniéndole un dedo sobre los labios-. Gracias -añadió besándole la otra mano-.

Aunque hubiera querido hacerlo adrede, no le podría haber salido mejor porque a Vanessa siempre le había encantado que le besaran la mano.

Estaba tan emocionada que no pudo ni contestar.

Zac: Nos vemos -se despidió-. Es una manera de hablar -añadió sonriendo mientras se dirigía a su casa-.


Vanessa no podía dormir aquella noche y oyó llegar a Zac poco antes de las doce. Fue por pura casualidad pues un rato antes había decidido levantarse a prepararse un té y a hacer un puzzle hasta que le entrara sueño.

El domingo no lo vio aunque oyó que se iba y también lo oyó volver por la tarde. El lunes tampoco lo vio. El martes sonó el teléfono cuando se acababa de despertar. Estaba haciendo sus ejercicios de Pilates, así que contestó con el manos libres.

Ness: ¿Sí?

Zac: Hola, Vanessa, soy Zac -la saludó aunque ella ya lo sabía por la pantalla del teléfono-. Te quería preguntar si te importaría quedarte con Happy esta semana.

Ness: Me encantaría. Ya me había acostumbrado a su presencia y ahora la casa se me hace solitaria y silenciosa.

Zac: Te entiendo perfectamente. Una vez tuve que dejarla en el veterinario por la noche y lo pasé fatal. Fue como si me tuviera que separar de un miembro de mi familia. No me gustó nada. Bueno, tengo prisa. Tengo una semana de locos. Te la paso ahora mismo.

Efectivamente, a Vanessa apenas le dio tiempo de sacarse la cara con una toalla y Zac ya estaba llamando a la puerta.

Ness: Hola -lo saludó al abrir-.

Zac: Hola -contestó con una gran sonrisa-. Muchas gracias. Ayer la dejé solamente unas horas para ir a trabajar y me lo encontré muy enfadada por la noche, ¿sabes?

Ness: Por mí, como si se queda toda la semana conmigo, si quieres.

Para su sorpresa, Zac asintió.

Zac: Si a ti te parece bien, yo te lo agradecería mucho. No me gusta nada dejarla sola durante todo el día aunque venga a verla a la hora de comer.

Ness: Muy bien, entonces se queda conmigo.

Zac: ¡Estupendo! Te he traído su comida. Te tengo que dejar, que tengo prisa. Llámame si tienes cualquier duda o problema -se despidió entregándole la tarjeta con todos sus números de teléfono-.

Ness: No te preocupes, todo irá bien. Que tengas un buen… día -se despidió-.

Zac ya le había dado la orden a Duke de que anduviera y ya estaban bajando las escaleras.

Por lo visto, iba en serio aquello de que estaba ocupado.

El martes por la tarde, Vanessa fue a una reunión del grupo de apoyo de la biblioteca municipal y, sin saber muy bien cómo, se encontró siendo nombrada tesorera porque la mujer que se ocupaba hasta el momento de aquella tarea había tenido un accidente.

**: Es temporal -le había asegurado el presidente-.

*: Eso mismo me dijeron a mí hace diez años -había añadido el vicepresidente guiñándole el ojo-.


Al llegar a casa, Happy la recibió encantada aunque apenas había estado fuera una hora. Le sorprendía bastante que Zac no la llamara para ver qué tal estaba la perra, pero se dijo que debía de estar hasta arriba de trabajo.

El miércoles por la mañana, hizo su tabla de posturas de yoga y luego salió a correr por la calle Taneytown.

Llegó hasta el centro de visitantes del parque temático de la batalla de Gettysburg. Al cabo de un rato, decidió darse la vuelta e hizo las últimas manzanas de regreso andando para ir bajando las pulsaciones.

Al llegar a casa, se duchó y se pesó. Todavía tenía la costumbre de vigilar de cerca su peso aunque ahora lo hacía para no bajar del que se había planteado mantener cuando había dejado de ser modelo.

¡Y Zac pensaba que estaba delgada! ¡Si la hubiera visto entonces!

La llamó a la hora de comer. Parecía tener prisa, así que, cuando Vanessa le aseguró que Happy estaba bien, le dio las gracias y se despidió apresuradamente. El jueves y el viernes se repitió la misma conversación apresurada y para el viernes por la noche Vanessa estaba empezando a sentirse algo enfadada.

Eran ya las siete y Zac no había vuelto, así que supuso que pretendía que se quedara con Happy hasta el sábado.

Fue entonces cuando lo oyó en el pasillo. Al instante, se levantó del sofá en el que había estado leyendo un libro. Happy, que estaba tumbada a su lado, la miró, pero no se movió.

Mientras iba hacia la puerta, preguntándose qué le iba decir a Zac cuando estuvieran frente a frente, escuchó que se abría la puerta de su casa.

Y que se volvía a cerrar.

Bueno. Por lo visto, Zac no tenía tanta prisa por ver a Happy como ella creía.

Ni a ella, tampoco.

«Nunca dijo que quisiera volver a verme».

Cierto, pero el sábado anterior se lo habían pasado tan bien…

¿Habrían sido imaginaciones suyas o la química que le había parecido que surgía entre ellos había sido real?

Enfadada consigo misma, Vanessa fue a la cocina y se puso a repasar el libro de contabilidad de la asociación de Amigos de la Biblioteca. Aunque le habían asegurado que ser tesorera de la asociación no era nada del otro mundo, quería entender perfectamente en lo que se había metido porque de ella dependía la autorización para los pagos.




Que mono, Zac. Que bien que la relación avance. Aunque Vanessa no está muy segura de ello =S
Pero seguro que Zac no le tocó la cara solo para saber como era ;)

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!

3 comentarios:

Unknown dijo...

Si que ha sido una semana de locos para Zac, ni bola le ha dado a Vane, espero que lo recompense :)


Sube pronto

LaLii AleXaNDra dijo...

Vaya, avanzo y retrocedió?
Nah, ahora qué pasara?
síguela, me gusta mucho

Unknown dijo...

Jaja, pero está trabajando o qué? Qué conchudo que le deje el perro así nada más jaja.. Pero ya se enamoró de él? Tan rápido? Supeer! Me gusta que hasta el momento la nove no se basa en la ceguera de Zac y que su ceguera no supone ningún obstáculo en su vida :D

Síguela pronto :)

Publicar un comentario

Perfil