Capítulo 5

El resto de la tarde transcurrió sin incidentes. Vanessa y Jessica prepararon galletas con mantequilla de cacahuete y cereales. Jessica estuvo ayudándola un rato, pero luego se puso a jugar con Cani y a modelar con barro mientras ella limpiaba la cocina. Charlie se despertó y exigió su biberón, y Vanessa le permitió a Jessica dárselo. El bebé parecía fascinado con su nueva hermana mayor. La seguía con la vista constantemente, y se reía y agitaba cuando ella le hablaba.

Vanessa metió las alfombras en la secadora y descolgó las cortinas para lavarlas junto con los manteles y los trapos de cocina. Hacia las cinco lo tenía todo organizado excepto la despensa, y sabía más o menos dónde encontrar cada cosa. Aquella comenzaba a ser su cocina.

No estaba segura de a qué hora llegaría Zac a cenar, de modo que descongeló una pieza de carne y la guisó en el horno con patatas y zanahorias. Terminó de preparar la masa de las galletas y esperó a su llegada para meterlas al horno. Se hacían muy deprisa.

Hacia las seis y media Jessica comenzó a ponerse insolente y maniática, de modo que Vanessa decidió darle la cena y acompañarla sin esperar a Zac. ¿En qué estaría pensando ese hombre?, ¿cómo podía hacer esperar de ese modo a una niña? La respuesta era fácil. Probablemente ni siquiera se acordara. En realidad había contratado sus servicios para que se ocupara de la niña y de la casa, y poder así dedicar más tiempo al rancho. A pesar de todo, debía dejarle dicho siempre la hora a la que pensaba volver.

Tras la cena, Jessica pareció recuperar el buen humor. Vanessa se quedó tan asombrada que decidió darle siempre la merienda a media tarde. Era igual que Charlie, que se sentía más feliz cuando había comido y descansado. Necesitaba una rutina.

Vanessa subió a ponerle el baño a Jessica, atenta a la puerta para ver si oía a llegar a Zac. Pero no fue así. Bañó a Charlie en un barreño pequeño, en el fregadero, le dio el biberón y lo vistió. Para cuando Jessica salió de la bañera y terminó de vestirse el bebé estaba profundamente dormido. Jessica tenía ojos somnolientos, pero Vanessa sospechaba que si la mandaba a la cama encontraría una gran resistencia, así que le propuso leerle un cuento.

Leyó dos, pero a la mitad del segundo la niña se quedó dormida. La arropó, y entonces escuchó la puerta de la cocina. Dudó un momento y bajó.

Zac llegó cubierto de nieve, jurando y gruñendo entre dientes. Vanessa se apresuró a ayudarlo a quitarse la ropa. Sabía que tendría los dedos helados. Él se quitó el sombrero y lo colgó, y echó la ropa a lavar excepto el abrigo. Vanessa le quitó el pasamontañas, y al mirarlo se asustó de su aspecto.

Zac había salido a trabajar mil veces antes de conocerla, de modo que debía saber hasta qué punto podía aguantar en los prados sin helarse. Él se inclinó sobre la pared y se señaló las botas.

Zac: ¿Podrías…? -Vanessa asintió, se arrodilló y comenzó a tirar de una de ellas. Para su sorpresa, salieron con la mayor facilidad-. Tengo los pies como un tronco.

Vanessa sostuvo a Zac poniendo un brazo debajo de su hombro y diciendo:

Ness: ¿Quieres apoyarte en mí?

El colocó el brazo por encima de su hombro y apoyó todo su peso.

Zac: Gracias -luego miró a su alrededor y preguntó-: ¿Dónde está Jessica? ¿Y el bebé?

Era evidente que se había acordado de hacer aquella última pregunta en el último momento, pero Vanessa no dijo nada.

Ness: Están dormidos. Estuvimos esperándote para cenar hasta muy tarde, pero los niños necesitan mantener una rutina.

Zac: Sí, debería haberte llamado y haberte dicho que llegaría tarde. Lo siento. Una de las vacas tuvo un parto difícil, y me olvidé de la hora.

Vanessa no pudo evitar sonreír. No pretendía reprocharle nada.

Ness: No importa, pero en el futuro me gustaría que me avisaras, si te acuerdas.

Zac la miró con cierta aprensión.

Zac: ¿Jessica te ha dado problemas?

Ness: No, hemos estado muy bien. Se puso un poco pesada antes de la cena, pero es que tenía hambre.

Zac: Bien. -Subieron las escaleras juntos, sin decir una palabra, pero cuando Vanessa hizo gesto de abandonar el dormitorio él la sujetó-. Quédate a hablar conmigo mientras me pongo ropa seca.

Vanessa dudó, pero no encontró excusa para marcharse. Tampoco sabía muy bien por qué se sentía reacia a quedarse. Era su esposa. Entró en la habitación y se sentó sobre la cama cruzando las piernas, Cani se subió también y se tumbó junto a ella. Vanessa contuvo el aliento, segura de que Zac tendría algo que objetar, pero no dijo nada.

Era extraño estar con él a solas en el dormitorio. Le hacía sentir con más fuerza los estremecimientos que le causaban siempre su presencia. Zac comenzó a desabrocharse torpemente la camisa con dedos aún congelados. Vanessa se levantó de la cama y se acercó.

Ness: ¿Puedo ayudarte?

Zac: Gracias.

Zac dejó caer los brazos y se quedó quieto. Vanessa comenzó por el botón de arriba.

Aún descalzo, él seguía siendo mucho más alto que ella. Los ojos de Vanessa quedaban al nivel de los botones de su camisa. Entonces ella comenzó a excitarse, los dedos apenas le respondían. No se atrevía a levantar la vista y mirarlo, así que no la apartó de la tarea. La habitación estaba en silencio, excepto por el ruido de sus respiraciones.

El pulso comenzó a acelerársele. Parecía como si un rayo corriera por sus venas. Respiró hondo tratando de calmarse, repitiéndose en silencio que no debía comportarse como una mojigata. Solo estaba ayudando a su marido.

Vanessa fue desabrochando botón a botón hasta llegar al cinturón. Entonces dudó un momento, y por fin lo soltó también. Zac alzó las manos y se sacó la camisa de los vaqueros. Ella desabrochó los últimos botones y procuró no fijarse en su cuerpo.

La respiración de Zac parecía pesada, profunda. Levantó las manos sin decir palabra y ella le desabrochó los puños. Entonces Vanessa dio un paso atrás y él se quitó la camisa. Debajo llevaba una camiseta térmica, que se quitó enseguida.

Vanessa dio otro paso atrás, hacia la puerta, dominada por un sentimiento de vulnerabilidad primitivo y femenino. Sentía una irresistible necesidad de escapar, pero en lugar de ello levantó la vista y se quedó helada al ver sus ojos azules. Su mirada era provocativa y excitante, y vagaba por todo su cuerpo deteniéndose especialmente en los pechos y el hueco de sus piernas. Zac dio un paso adelante acortando la distancia entre ellos y murmurando su nombre:

Zac: Vanessa…

Ness: Zac, espera.

Pero si la oyó, desde luego no le hizo caso. La boca de Zac descendió sobre la suya. Ella posó las palmas de las manos sobre su pecho. Mientras la besaba, no era consciente de nada excepto del cuerpo de Zac y del amor que sentía él, por ese marido del que tanto tenía aún que aprender.

Los labios de Zac eran firmes y cálidos, exigentes. Los movía sobre los suyos mientras sus brazos la rodeaban, atrayéndola hacia sí, contra el musculoso cuerpo. Vanessa suspiró en su boca. Fue un suspiro de deseo, al cual Zac respondió estrechándola con más fuerza. Su lengua buscaba la de ella. Vanessa le dio lo que quería sin dudar, abrazándolo por el cuello y enredando los dedos en su pelo revuelto.

Entonces Zac deslizó una mano firme por su espalda hasta el trasero, ladeó la cabeza gimiendo y se apretó contra ella abriendo las piernas.

Zac: Te deseo -gimió-. Ahora.

Ness: La puerta… -dijo apartando la boca un momento-.

De pronto él desapareció. En dos zancadas alcanzó la puerta. Pero antes de cerrar se volvió y señaló a Cani.

Zac: Fuera.

En cuanto el perro salió, cerró y volvió con ella, arrastrándola a la cama. Apartó la colcha y comenzó a acariciarla suavemente, con manos enormes y temblorosas. Luego le quitó el suéter y el jersey de cuello alto que llevaba debajo.

Entonces se detuvo. Los jerseys cayeron de su mano mientras la devoraba con la mirada. De pronto Vanessa sintió como si no tuviera aire para respirar. Inhaló profundamente, y los ojos de Zac se fijaron en sus pechos, ocultos únicamente por el sujetador azul de encaje.

Zac: Puede que cambie de opinión en relación al color azul -comentó riendo-.

Alzó las manos y la agarró de los hombros, y Vanessa gritó al sentir aquel contacto helado. Entonces la atrajo contra su cuerpo, pecho contra pecho, y ella dejó de sentir frío. Luego tomó sus manos y las colocó sobre sus vaqueros diciendo:

Zac: Ayúdame a quitármelos.

Vanessa le desabrochó los pantalones. Después, mientras él se los quitaba junto con los calcetines, se desabrochó los suyos y lo imitó.

Cuando Zac levantó la vista Vanessa lo escuchó contener el aliento. De pronto se sintió terriblemente feliz de haberse puesto aquel conjunto de ropa interior. Zac tragó.

Zac: Vanessa… -dijo con voz ronca-… vas a provocarme un ataque al corazón.

Zac puso las manos, aún heladas, sobre sus caderas, y la atrajo hacia sí. Vanessa jadeó, tanto por el frío como por la intimidad del movimiento. Él deslizaba las manos arriba y abajo por su trasero desnudo.

Zac: ¿Esto es de tu tienda?

Ella asintió y sonrió mientras sus labios rozaban el torso de Zac. Aquel era el hombre más duro que jamás hubiera conocido. En todos los sentidos. Tenía los brazos musculosos, la espalda fuerte y el pecho sólido bajo un manto de vello oscuro. El vientre plano, las piernas velludas… era el ideal de amante de cualquier mujer, pensó ensoñadora.

Y era suyo.

Si es que alguna vez llegaba a serlo. Bajo la tela de los calzoncillos, que él aún no se había quitado, su excitación no dejaba lugar a dudas sobre lo que sentía. Zac se inclinó y la llevó a la cama sin el menor esfuerzo, pero antes de unirse a ella le quitó las diminutas braguitas.

Zac: Tendrás que desabrocharte tú misma el sujetador -dijo entonces-.

Mientras ella lo hacía, Zac posó una mano posesiva sobre los rizos de ébano del triángulo de sus piernas. Vanessa jadeó al sentir la mano helada, pero no se movió. Se quedó quieta, tumbada, mientras los ojos de Zac la devoraban de arriba abajo.

Entonces Vanessa recordó los comentarios de Ashley sobre Tess, y por un momento dudó. Ella era tan menudita que ni siquiera necesitaba realmente llevar sujetador. Alzó las manos automáticamente y se tapó el pecho. Zac frunció el ceño.

Zac: No, quiero verte entera -dijo quitándose los calzoncillos-.

Zac se volvió hacia la mesilla y sacó del cajón un paquete de preservativos. Se puso uno y Vanessa sintió que la boca se le secaba y el pulso se le aceleraba. Él la deseaba, no había duda, pero no recordaba que el cuerpo de Mike hubiera sido tan impresionante jamás. Por un momento tuvo miedo.

Zac leyó la expresión de su rostro, se deslizó en la cama y la atrajo hacia sí. Vanessa jadeó al sentir su cuerpo contra el de ella, al sentir su masculinidad sobre el vientre.

Zac: Tranquila, todo irá bien.

Ness: Eso es fácil de decir para ti -gimió-.

Zac rió y presionó las caderas contra las de ella. La hizo rodar poniéndose encima, estrechándola con fuerza y besándola apasionadamente mientras se colocaba entre sus piernas. El cuerpo de Zac ardía y se sacudía de deseo, sus manos la acariciaban jugueteando con los pezones, que respondían con excitación. Vanessa lo abrazó con toda la fuerza que pudo, maravillándose de lo bien que se sentía junto a él. Ya no se acordaba de Mike. Solo podía pensar en Zac, arquearse contra él rogando en silencio.

Zac volvió a asaltar su boca con un beso apasionado, introduciendo la lengua profundamente y gimiendo al sentir su respuesta. Tenía una mano entre los cuerpos de ambos, y por asombroso que pudiera parecer ya no estaba helada. Entonces Vanessa sintió que él deslizaba los dedos por los pliegues de su cuerpo y que uno de ellos se introducía en su interior. Gritó, se arqueó contra su mano, y Zac la penetró más profundamente. La acarició haciendo círculos mientras se sacudía y gritaba. Olas de placer la embargaban, su cuerpo se tensaba de deseo.

Zac apartó la mano y Vanessa sintió que su carne masculina la reemplazaba. Entonces, sin apartar los labios de ella, él comenzó a mover las caderas hacia adelante deslizándose con facilidad en su interior. Pero, inmediatamente, el cuerpo de Vanessa lo rechazó. Ambos dejaron de moverse, sorprendidos.

Ness: Hace mucho tiempo que… -consiguió decir-.

Zac: Pero has tenido un niño, eso cambia las cosas -susurró contra su boca-. Trataré de no hacerte daño.

Vanessa tragó y se aferró a su espalda sintiendo que la emoción la embargaba.

Ness: No me importa. Hazlo ahora.

Zac dudó un momento, levantando la vista para mirarla. Luego, sosteniéndose sobre los codos mientras los dos se miraban, la penetró.

Vanessa gimió y volvió la cabeza contra su hombro. Zac tembló.

Zac: Estás tan prieta… -dejó de hablar y comenzó a mover las caderas con cuidado una y otra vez, encendiendo en ella un fuego de deseo-. Eres mía -musitó-. Mi ángel…

Zac comenzó a moverse cada vez más rápido, con más fuerza. La tomó de las piernas y la alzó, y ella las envolvió en su cintura gimiendo y jadeando mientras él redoblaba el ritmo. Vanessa se tensó contra él. Adoraba aquella forma primitiva suya de reclamarla, haciéndola sentir un innegable placer. Entonces su cuerpo se liberó de todo control y se arqueó bajo él, tensándose repetidas veces hasta alcanzar el climax. Zac sintió que un escalofrío le recorría la espalda y gimió mientras ella se aferraba a él. Estaba tenso, sus caderas se movían sin descanso hasta que, finalmente, de un modo gradual, llegó al clímax él también, gritó y se desplomó. Inmediatamente rodó por la cama, llevándosela con él y colocándola encima. Vanessa tenía aún las piernas enrolladas en su cintura y los brazos en su cuello. Tras unos instantes, Zac comenzó a acariciarle la espalda. Luego se echó a reír.

Ness: ¿Qué es lo que te resulta tan divertido? -preguntó bostezando, dispuesta a quedarse dormida como un niño-.

Zac: Que ya no tengo frío. Tendré que recordarlo. Eres mejor que una manta eléctrica.

Ness: Gracias, supongo.

Con Zac se sentía a gusto, relajada, aunque en parte echaba de menos la intimidad de una conversación susurrada, de palabras de amor. Pero eso, lo sabía, no llegaría nunca. Pensarlo la desanimó. Para él solo era un cuerpo cálido, un ama de casa que le calentaba la cama, fácil de utilizar cuando se la necesitaba.

De pronto el aire de la habitación le pareció helado. Vanessa se estremeció, y Zac tiró de las mantas y los tapó a los dos. Sus manos seguían acariciándole la espalda pero, con el corazón entristecido, ya no le causaban placer.

Zac: ¿Te encuentras bien? -preguntó dudoso-. Eres tan pequeña y tan delicada que…

Ness: Estoy bien.

Zac rodó una vez más por la cama, clavándola al colchón bajo su peso. Sostuvo su rostro entre las manos para que lo mirara, pero Vanessa cerró.

Zac: ¿Qué ocurre?

Ness: Nada.

Solo que lo amaba, reflexionó Vanessa.

Zac: Abre los ojos. -Ella obedeció, reacia. Tendría que tener más cuidado en el futuro. Zac parecía muy sensible a sus cambios de humor-. Vanessa -dudó-. Yo…

De pronto se escuchó el llanto de un niño. Era Charlie. No había más que comenzado a llorar, pero Vanessa sabía que estaba despierto y se sentía solo. Trató de soltarse de Zac, pero él la sujetó.

Zac: ¿A dónde vas?

Ness: Charlie se ha despertado, debe tener hambre.

Zac la miró serio unos largos minutos. De pronto Vanessa sintió miedo de que no la dejara ir, pero enseguida la soltó y la dejó marchar.

Zac: Bien, ve -dijo al fin en voz baja y sedosa-.

Ness: ¿Qué ibas a decir?

Zac: Nada -contestó pasándose la mano por los cabellos y aferrándose a ellos al escuchar el llanto del niño, cada vez más fuerte-. ¿Quieres hacer callar a ese niño?

Ness: Zac, es solo un bebé. Él no comprende…

Zac: Te he dicho que vayas, ¿no? -la interrumpió irritado-. No estoy tratando de detenerte.

Vanessa se apresuró a vestirse sin volver a decir palabra, luchando por no llorar. Entonces recordó qué tenía la cena preparada para él.

Ness: Tu cena está en el horno -le informó mirándolo por última vez antes de abandonar la habitación-.

En parte deseaba gritar ante su aparente crueldad, pero no podía hacerlo. Zac era un buen hombre. Su modo de comportarse con Charlie solo demostraba lo profundamente herido que se sentía. ¿Sería todo aquello, algún día, más fácil para él? Vanessa estaba dispuesta a poner todo de su parte, a ayudarlo a superarlo. Pero jamás abandonaría a Charlie.

Y eso, intuyó de pronto, era lo único que hubiera podido relajar la tensión entre los dos.

De haber sabido que Vanessa tenía un bebé jamás se habría casado con ella, reflexionó Zac, comprendiendo de inmediato que no era cierto. Probablemente se habría casado con ella aunque hubiera tenido dos bebés. La deseaba ardientemente. Aún en ese instante, tumbado sobre la cama en la que acababa de poseerla, con solo pensar en su pequeño cuerpo, perfectamente formado, en sus pezones rosados, en la suavidad de su vello, en la fuerza con que se había aferrado con las piernas a él…
Zac juró y rodó de nuevo por la cama, salió de la habitación y se dirigió al baño. ¿Qué diablos estaba haciendo?

Se duchó, aún de mal humor, se vistió y bajó a cenar. Vanessa estaba en la cocina. La cena estaba caliente. Zac le dio las gracias de mal humor. El bebé estaba de nuevo en su sillita, sobre la encimera. Vanessa lo había vuelto de espaldas, pero de vez en cuando sacaba una pierna o un brazo por las sábanas. No era capaz de ignorarlo del todo. Zac lo miraba furtiva, repetidamente. De vez en cuando hacía unos ruiditos que lo estremecían. En cuanto terminó de cenar llevó los platos al fregadero y salió de la cocina.

Zac: Estaré en el despacho.

Zac atravesó el salón saltando por encima de los juguetes desparramados por el suelo. Cani estaba tumbado en medio del sofá. Con Tess, la casa jamás había tenido semejante aspecto, y al quedarse solo había hecho todo lo posible para evitarlo aunque, tenía que admitirlo, el resultado había sido patético. Había esperado que con Vanessa todo fuera mejor. De pronto se dio cuenta de que ella estaba de pie, a su lado.

Ness: Es una niña preciosa -comentó refiriéndose a Jessica-. Y muy inteligente. Me he dado cuenta de que el mejor modo de evitar problemas con ella es mantenerla ocupada.

Zac: Esto está hecho un asco -le reprochó entonces sin hacer caso de sus comentarios, señalando el caos-. Me casé contigo para que lo arreglaras, no para que estuviera peor.

El rostro de Vanessa perdió el color. Sus ojos estaban enormemente abiertos, y en ellos resultaba evidente el dolor. De pronto Zac se sintió pequeño, mezquino, y la rodeó por los hombros.

Zac: Lo siento -se disculpó-. No quería que sonara así.

Vanessa levantó la vista, y cuando las miradas de ambos se encontraron él apenas pudo interpretar su expresión. Ella no dijo una sola palabra. Simplemente le apartó el brazo y se agachó para comenzar a recoger, ignorándolo hasta que él se marchó.

Zac no se dio cuenta de que las cosas sí habían cambiado en la casa hasta que no volvió a la cocina en busca de otra taza de café. Entonces notó la transformación. No había una sola mancha. Las cortinas y las alfombras estaban limpias, las encimeras, inmaculadas, y todo guardado. En la nevera, en los armarios, todo estaba ordenado y limpio, sobraba espacio. El suelo había perdido su tono grisáceo, brillaba.

Zac: ¡Wow! -exclamó-. No me había dado cuenta del cambio. Debes haberte pasado el día limpiando.

Ness: No obstante no he descuidado a tu hija -contestó de mal humor-.

Entonces Zac comprendió que seguía enfadada por su falta de tacto y su impertinencia.

Zac: Jamás he pensado que lo harías -contestó en voz baja-.

Vanessa no respondió. Por un momento se hizo un tenso silencio. Después, ella volvió a hablar, pero no para comenzar la conversación íntima que él esperaba.

Ness: ¿Puedo utilizar el teléfono?

Zac: Por supuesto, estás en tu casa.

Ness: Es para poner una conferencia.

Zac: No importa. A menos que pretendas colgarte del teléfono todos los días para llamar a Japón, claro. No tengo inconveniente en que hagas las llamadas que necesites.

Zac moría de curiosidad por saber a quién quería llamar. Le ponía enfermo pensar que sabía tan poco de ella que ni siquiera imaginaba a quién quería telefonear. Sin embargo se marchó al salón a leer el periódico para concederle intimidad.

Vanessa no dijo nada más. Simplemente descolgó. Él podía verla marcando el número desde el sofá. Alcanzó el mando a distancia de la televisión y bajó el volumen.

Ness: Hola, Molly. Soy Vanessa.

Zac observó que Vanessa hacía una mueca de desagrado al escuchar la respuesta al otro lado del teléfono. Según parecía, aquella no era una persona a la que tuviera gran aprecio. ¿Por qué la llamaba, entonces?

Fuera quien fuera aquella Molly, debía tener muchas cosas que contarle a Vanessa, porque su mujer estuvo un largo rato escuchando y asintiendo, hasta que la otra la dejó por fin hablar:

Ness: No voy a volver a California, Molly. Acabo de casarme con un hombre que vive en Dakota del Sur. -Se apartó el auricular de la oreja para escuchar. Luego volvió a hablar-: Es ranchero, viudo, con una hija pequeña, y puede mantenernos perfectamente a Charlie y a mí. Pero no te preocupes, llevaré a Charlie a visitarte, y cuando sea mayor puede ir a tu casa de vacaciones. -Frunció el ceño escuchando la repuesta y luego continuó-: Lo siento, pero no es posible. No tenemos habitación de invitados -aquella sí que era una mentira, pensó Zac-. Quizá dentro de un mes o dos. Quiero acostumbrarme a mi nueva casa antes de salir corriendo -explicó callando después unos instantes-. ¡No! ¡No me importa lo que hagas! Mi matrimonio es legal, esta es ahora nuestra familia. No pretendo excluirte de la vida de Charlie, pero no vamos a mudarnos a vivir contigo. Nuestra vida ahora está aquí.

Al escuchar aquello, Zac se puso en pie y se acercó a ella. Vanessa colgó el teléfono.

Zac: ¿Qué diablos ocurre?

Vanessa esbozó un gesto de desesperación. Él puso las manos sobre sus hombros y comenzó a acariciarla. Ahí mismo, delante de él, estaban las respuestas a las preguntas que lo habían torturado, estaba seguro.

Ness: Era mi suegra -contestó olvidando, aparentemente, que seguía enfadada con él-. La madre de Mike. No está muy… contenta conmigo.

Zac: ¿Te ha amenazado? -preguntó resuelto y con dureza, decidido a defenderla-.

Ness: En realidad no quería amenazarme. Bueno, quizá sí, pero es solo porque está muy contrariada. Mi marido y yo vivíamos con ella. Después de la muerte de Mike ella se hizo cargo de todo, tomaba todas las decisiones. Yo estaba embarazada, me sentía sola, y ella parecía tan amable… Y lo es, en el fondo. Las dos echábamos de menos a Mike, teníamos algo que compartir. Luego nació Charlie, y ella estaba entusiasmada -suspiró, y Zac la acarició-. El problema es que Molly… se llama Molly, no duda en ofrecerte nunca su opinión. Y por desgracia siempre tiene una opinión cuando se trata de mi hijo. Por eso nuestra relación comenzó a hacerse cada vez más tensa. Parecía como si quisiera reemplazar a Mike con Charlie, pero yo no estaba dispuesta. En realidad manejaba a Mike a su antojo. De hecho nos casamos sin decírselo, porque jamás habría dado su consentimiento.

Zac: Parece que le gusta manipular a las personas -comentó-.

Ness: Sí, pero me da pena de ella -añadió-. Su marido la dejó cuando Mike estaba en la escuela elemental. Luego Mike murió repentinamente de un ataque al corazón a los veintiocho años, y ella quedó desolada. No puedo culparla por querer tener a Charlie cerca.

Zac: Así que por eso querías casarte conmigo. Me preguntaba cuál sería la razón -añadió sin dejar de acariciar su nuca-.

Vanessa se bajó de la banqueta en la que estaba sentada y dio la vuelta a la mesa alejándose de él.

Ness: Ella tiene mucho dinero -añadió a la defensiva-. Consiguió que me echaran de mi empleo, y no dudaría en hacer cualquier cosa con tal de que me fuera a vivir con ella.

Aquello sonaba a melodrama, pensó Zac. Sin embargo Vanessa parecía muy convencida.

Zac: ¿Qué más te hizo?

Ness: Nada, pero una vez, por teléfono, sugirió que estaba dispuesta a quitarme la custodia de Charlie si no me iba a vivir con ella. Y creo que habría sido capaz -añadió mirándolo a los ojos-. Entonces fue cuando vi tu anuncio. No podía arriesgarme a que me rechazaras a causa de Charlie, por eso no te conté nada de él.

Así que se trataba de eso. Aquella era la pieza del puzzle que le faltaba.

Zac: Tenemos que hablar. ¿Por qué no vamos a la cama?

Vanessa lo miró un momento. Luego asintió y entró en la cocina. Al volver, llevaba al bebé.

Zac: Sacaré al perro -dijo apresurándose a volverle la espalda-.

Con lo bien que estaba yendo todo y luego Zac no quería que se fuera con el bebé ¡y encima lo que le dijo luego de haberse casado con ella para que limpiara! >:(
¡Qué malo, qué malo!

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