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jueves, 2 de enero de 2014

Capítulo 3


Una hora más tarde, mientras subía por el camino lleno de baches que daba a la casa, Zac seguía luchando contra la rabia y el dolor. Aceleró como siempre, subiendo a buena velocidad y dejando a Vanessa atrás. Para cuando ella llegó frente a la casa Zac casi había terminado de descargar las cajas y la esperaba sentado en el salón.

Zac la observó bajar del vehículo y mirar a su alrededor. Fuera, en la paz y quietud del rancho, Vanessa parecía aún más pequeña y más frágil. Dio la vuelta al coche con cuidado de no meter los tacones en un charco, tarea casi imposible, y descargó la jaula del perro. Luego se agachó y la abrió.

El perrito salió saltando de alegría, haciendo piruetas entre sus piernas en un arrebato de placer, ladrando de vez en cuando. Parecía un juguetito. Zac sacudió la cabeza con disgusto. Era una rata furiosa.

Justo entonces dos perros del rancho, ambos pastores australianos, se acercaron a husmear. El más viejo se tomó su tiempo, pero el joven comenzó de inmediato a ladrar como un perro de verdad.

Vanessa, mientras tanto, se había inclinado para entrar en el coche, pero al ver lo que sucedía salió y recogió al perrito. Luego dio un paso atrás. El lenguaje de su cuerpo mostraba claramente que estaba aterrorizada.

Demonios, era imposible que le dieran miedo los perros. Después de todo tenía uno.

Los perros del rancho estaban decididos a conocer de inmediato al nuevo compañero, pero Vanessa lo sujetaba y escondía a la espalda. Y tomaron el camino más directo, que era, precisamente, saltando por encima de ella. Vanessa chilló y uno de los perros se alzó sobre las patas traseras poniendo las delanteras sobre sus hombros. Zac divisó la expresión aterrorizada de su rostro y se asustó. Entonces salió en su ayuda y ordenó apartarse a los perros. Estos obedecieron, y Vanessa se sentó en el asiento de atrás del coche.

Ness: Lo siento, no estoy acostumbrada a los perros grandes.

Zac estuvo a punto de decir que no eran tan grandes, pero miró al perrito y comprendió que, probablemente, para Vanessa sí lo eran.

Zac: Deja a tu perro en el suelo, no van a hacerle daño.

Ness: Pero…

Entonces Zac sencillamente se acercó y tomó al animal de sus brazos. El perrillo comenzó a saltar contento y a chuparle el mentón.

Zac: Quita de ahí, bobo, o te echaré a los coyotes para que te coman.

Zac dejó al animal en el suelo, e inmediatamente los dos grandes lo rodearon. Tal y como había pronosticado, tras unos instantes oliéndose mutuamente, los perros se relajaron.

Vanessa no les quitaba el ojo de encima, observó Zac. No podía culparla. Los perros le habían manchado de barro el abrigo de lana. Vanessa desató la sillita de bebé del coche y miró a los perros dudoso. Zac pudo ver por el rabillo del ojo un piececito que salía por entre las sábanas pataleando.

Zac: Vamos, entra -dijo, incapaz de articular palabra, sintiendo un nudo en el estómago-.

Zac no le ofreció la mano para ayudarla, pero se mantuvo a su lado hasta que llegó al porche. El perrillo la siguió poniéndose las patas perdidas de barro. Las tenía tan cortas que casi se ensuciaba el lomo al andar.

Vanessa subió unos cuantos escalones del porche y se detuvo para mirar a su alrededor.

Ness: Esto es… muy grande.

Zac: A veces puede llegar a ser muy solitario -comentó a su vez, leyendo entre líneas su pensamiento-. Las mujeres de por aquí procuran mantenerse en contacto -añadió abriendo la puerta y haciéndola pasar-. ¡Eh, tú, quédate ahí! -le ordenó al perrito que trataba de seguirla-.

Vanessa se dio la vuelta. Su rostro reflejaba desánimo.

Ness: ¡Pero si Cani es un perrito casero, ya te lo dije!

Zac: No puede entrar en casa cubierto de barro -contestó agarrando la jaula y dejándola en una pequeña habitación de servicio, junto a la cocina, que servía de lavandería-. Puede quedarse ahí hasta que lo bañes -añadió metiéndolo en la jaula-.

La expresión del rostro de Vanessa seguía siendo de desfallecimiento, pero al menos no discutía. Se quedó de pie, sobre la alfombra, para quitarse los zapatos y el abrigo cubiertos de barro y mirar en silencio a su alrededor.

Zac sabía qué era lo que veía. Estaban en la cocina, que tenía forma de L, en la parte más larga. Junto a ella, la puerta que daba a la habitación con la lavadora-secadora, el refrigerador y el fregadero. En la pared un perchero con sombreros y ropa colgada. De frente, otra puerta que daba a un baño completo con ducha, para cuando llegaba sucio de trabajar.

Sobre la mesa de la cocina, las tazas y los restos del desayuno. Zac juró en silencio. Con las prisas, había olvidado recogerlo. La cocina estaba decorada con un agradable tono blanco y dorado, colores que siempre le habían gustado, pero las cortinas estaban sucias, y las alfombras habían visto días mejores. La encimera estaba repleta de cosas esperando a que alguien las guardara, y el suelo necesitaba un buen fregado. Cuando tuviera tiempo.

Zac se volvió bruscamente, haciendo sonar las llaves de la camioneta en una mano.

Zac: Voy a casa de Scott a buscar a Jessica. Cuando vuelva llevaré tus cajas a donde me digas.

Ness: ¿Podrías enseñarme dónde voy a dormir? -preguntó tras asentir-. Así podría comenzar a guardar mi ropa.

¿Dónde creía Vanessa que iba a dormir? Zac se preguntó qué clase de ideas se le estarían pasando por la cabeza. Llevaba toda la semana esperando con ansiedad aquella noche.

Zac recogió la maleta más grande y la guió escaleras arriba sin decir palabra, esperando a que ella recogiera la sillita del bebé y subiera. Sabía que pesaba demasiado para ella, sabía que debía ayudarla, pero solo de pensar en acercarse al bebé se ponía a sudar. Por eso la dejó cargar con la sillita, la esperó en el descansillo de la planta de arriba y le señaló la habitación más grande, al final del pasillo.

Zac: Este es nuestro dormitorio -comentó con brusquedad. Estar ahí de pie, en el dormitorio, con una mujer que no era su esposa, es decir, su primera esposa, era algo muy íntimo. Zac señaló la enorme cómoda de pino que ocupaba una pared y añadió-: He despejado algunos cajones y parte del armario para ti.

Ness: Gracias.

El bebé se revolvió en la sillita haciendo crujir las sábanas. Zac sintió pánico. Durante dos años, tras la muerte de Tess, no se había acercado a ningún bebé. Podía soportar a los niños que se arrastraban por el suelo reptando, pero era incapaz de mirar siquiera a los diminutos bebés arropados en sus cunas o sillitas. Despertaban en él demasiados recuerdos.

Incluso había rezado para que su futuro sobrino, que debía nacer en febrero, fuera niña. Pensaba que quizá, si era niña, podría mirarla. Si era niño tendría que esperar para conocer al tío Zac.

Los recuerdos de aquellos horribles y largos días, tras la muerte de Tess, invadieron de nuevo su mente. La hermana y la madre de su primera mujer se habían turnado cuidando a Jessica. Scott se había hecho cargo del rancho, recomendándole que se olvidara de todo. Y eso había hecho. Había pasado cada minuto de esos días en el hospital, sentado junto a la incubadora de su hijo, en la unidad pediátrica. Y había hecho caso omiso de los médicos, que hablaban del escaso desarrollo pulmonar de su hijo, para concentrar todas sus energías en el diminuto bebé, tras las paredes de cristal de la incubadora.

«Vamos, pequeño, no te rindas».

Pero al tercer día el rostro de una de las enfermeras fue revelador. Estaba haciéndole a su hijo un control rutinario, y mientras lo hacía las lágrimas resbalaban por sus mejillas cayendo sobre los papeles que tenía en las manos.

Nada más verlo Zac se quedó paralizado. Luego, al comprender que sus esperanzas eran irracionales, que se habían evaporado, se sintió totalmente abatido.

Su hijo había muerto aquella noche.

En las horas bajas, mientras todo parecía dormido y solo podía escucharse el zumbido de las máquinas a su alrededor, su pequeño corazón había dejado lentamente de latir. La enfermera desconectó las máquinas y Zac se sentó en la mecedora en la que había permanecido vigilante, sosteniendo el cuerpo de su hijo hasta el anochecer.

El hijo de Vanessa volvió a revolverse y a llorar, y Zac sintió que las gotas de sudor caían por su frente. Tenía que salir de allí.

Vanessa miró a su alrededor. Estaba en la habitación que compartiría con Zac. Se preguntó dónde dormiría Charlie. Después de ver la reacción de Zac se sentía reacia a mantener al niño cerca de él. Esperaría a que se marchara para echar un vistazo a la casa.

Zac: La mujer de mi hermano ha organizado una fiesta esta noche para conocerte -comentó-.

Ness: ¿Una fiesta?

Zac: Sí, ya sabes, una reunión.

Ness: ¿Quieres decir un banquete de bodas? -volvió a preguntar aterrorizada-.

Teniendo en cuenta el estado de sus relaciones, un banquete de bodas sería la peor tortura que hubiera podido imaginar.

Zac: Un baile -la corrigió-. Nada elegante. Solo para conocerte. Será en la ciudad. He conseguido una niñera para esta noche.

Ness: Yo no bailo muy bien, ¿recuerdas? ¿Qué tendré que hacer?

Zac: No hace falta que bailes -respondió molesto-. Solo tienes que… -hizo un gesto de impaciencia y frustración-… aparecer, por decirlo de algún modo.

De modo que se trataba de una recepción nupcial, reflexionó Vanessa tragando.

Ness: Pero… Charlie solo tiene once semanas, jamás lo he dejado con nadie que no sea la vecina… -contestó interrumpiéndose al ver el rostro de Zac, a punto de estallar-. Bueno, supongo que todo irá bien -añadió, decidida a no crear más problemas-. Esa niñera, ¿tiene experiencia con bebés?

Zac: Tiene seis hermanos pequeños -contestó relajándose solo en parte, manteniendo la tensión y la rabia en su interior, junto a otro sentimiento que Vanessa no había tenido tiempo aún de descifrar-. Lleva toda su vida cuidando bebés.

Charlie comenzó a revolverse en su sillita, y Vanessa lo tomó en brazos, ausente, comenzando a darle un masaje en la espalda.

Ness: Bien. ¿Y a qué hora tenemos que salir?

Zac: Hacia las ocho, supongo.

Y, sin más preámbulos, Zac desapareció por el pasillo.

Vanessa se quedó mirándolo, a punto de llamarlo para hacerle una docena de preguntas que le rondaban por la cabeza. Pero reprimió el impulso. Era evidente que Zac no sentía deseos de estar con ella. O con su hijo.

Las lágrimas invadieron sus ojos, pero Vanessa mantuvo la cabeza bien alta y siguió acariciando a su hijo. Escuchó el motor de la camioneta, lo oyó marcharse. Una lágrima resbaló cayendo sobre su vestido blanco. Solo unos minutos antes había estado en el séptimo cielo, soñando con un nuevo comienzo y un futuro lleno de promesas. Pero en ese momento… ni siquiera estaba segura de si deshacer la maleta.

Zac había rechazado su oferta de anulación pero, ¿podría vivir así, con un hombre que parecía despreciarla? Cierto, había cometido un grave error, pero estaba dispuesta a enmendarse. Zac, sin embargo, no parecía dispuesto a aceptar sus disculpas. Aunque la hubiera llevado a un dormitorio que, obviamente, pretendía compartir con ella. Aquello significaba que aún quería algo de ella.

¿Qué tipo de relación matrimonial tendrían, cuando en los mismos comienzos tenían tantos y tan graves problemas?

Vanessa suspiró. Todo era culpa suya, se reprochó.

Decidió dejar a un lado, por el momento, la decisión sobre si deshacer o no la maleta, y resolvió echar un vistazo a la casa. Charlie tosía, de modo que lo retiró de su hombro y lo miró de frente.

Ness: Bueno, pequeñín, ¿quieres que echemos un vistazo?

El bebé parecía feliz, como siempre cuando no tenía hambre y estaba seco, así que decidió esperar un poco antes de darle el biberón. Tenía la solución de leche en una de las cajas, al pie de la escalera.

Vanessa comenzó por la planta de arriba. Había un baño junto al dormitorio principal, al que se accedía por el pasillo, y otro que, parecía, servía a las otras tres habitaciones. Estaba lleno de juguetes y de cepillos de dientes con muñequitos de la televisión.

Una de las habitaciones era un cuarto de invitados con cama de matrimonio. Era la habitación más próxima al dormitorio principal, así que Vanessa decidió instalar allí temporalmente la cuna de Charlie mientras decidía qué habitación decoraría para él.

El segundo dormitorio era, evidentemente, el de Jessica. Estaba decorado con un papel pintado blanco con ponys de color rosa y lavanda. Los muebles eran blancos, y sobre la cama había una colcha hecha a mano de tonos semejantes. Por el suelo, con moqueta rosa, y por todos los rincones, había juguetes, libros y ropa tirada. Vanessa sacudió la cabeza, atónita ante aquel desorden. Jessica tenía mucho que aprender acerca del orden y la limpieza. Aunque solo tuviera cuatro años.

La puerta de la tercera habitación estaba cerrada con pestillo. Vanessa investigó y enseguida encontró la llave sobre el marco de la puerta. Según parecía Zac quería mantener alejada a Jessica de aquella habitación.

Vanessa abrió la puerta y entró. Era un dormitorio infantil. Enseguida supuso que había sido de Jessica, cuando era bebé. No era de extrañar que Zac lo mantuviera cerrado. Debía recordarle a su difunta esposa y a los bebés que, suponía, había planeado tener con ella.

Aquella idea la hizo detenerse por un momento. Durante sus conversaciones telefónicas no habían hablado una palabra sobre ese tema.

¿Querría Zac tener más hijos? Lo que estaba claro era que no podía hacerle esa pregunta en aquellas circunstancias. Ella siempre había querido tener más de un hijo y, en sus fantasías sobre aquel nuevo matrimonio, había soñado con darle a Jessica y a Charlie más hermanos.

Sin embargo, era difícil imaginar la estampa después del modo en que había reaccionado Zac. Vanessa volvió a recordar su expresión de shock, nada más ver a Charlie.

¿Qué diablos le ocurría? Vanessa se sentía dolida, de modo que decidió deliberadamente olvidarlo y concentrarse en aquella habitación infantil. Las cosas no iban a resultar tan fáciles como había supuesto. Sin embargo Zac no deseaba la anulación, y ella tampoco. Lo deseaba a él, a pesar de su extraño modo de comportarse. Y estaba segura de que, con el tiempo, todo se arreglaría.

Vanessa miró a su alrededor. La habitación resultaba un poco… cursi, para su gusto. En las ventanas, un visillo de encaje con volantes un tanto discorde con la habitación, atado con metros y metros de lazo azul. Sobre la cómoda, un surtido de cepillos y peines de bebé, pañales, calcetines diminutos azules y blancos, y una cesta con medicinas. Todo estaba metido en cestitos, bien ordenado.

En el suelo, en el centro, dos cajas con abrigos, botas, zapatos, bufandas y guantes de mujer. A un lado, como si alguien lo hubiera olvidado ahí descuidadamente, un enorme bolso de piel de mujer. Cerca de una de las paredes, una cuna blanca. A su lado, un cambiador a juego, una cómoda de cajones y un montón de sábanas bien dobladas. También había una mecedora blanca y un enorme oso de peluche sentado en ella. En el rincón, sobre la cuna, una manta azul.

Parecía como si nadie hubiera tocado nada de aquella habitación desde la muerte de Tess.

Vanessa sacudió la cabeza y miró a Charlie, en sus brazos.

Ness: Creo que será mejor no mencionar nada por el momento sobre esta habitación. ¿A ti qué te parece? -Charlie la miró con ojos enormes y marrones. Luego rió y todo su cuerpo se sacudió. Vanessa rió de placer al ver sus pucheros-. Ah, ¿sí?, ¿eso crees? Muy bien, me parece un buen consejo.

Si fuera igual de fácil hacer feliz a Zac, reflexionó suspirando.

Cerró la habitación con llave y bajó las escaleras. Nada más bajar, un pequeño vestíbulo de entrada con la puerta principal. Parecía como si jamás se usase esa puerta: no había ni rastro de barro en el felpudo ni en el porche. A la derecha, una habitación grande que debía servir de despacho para Zac. Tres de sus paredes estaban cubiertas de librerías. Frente a la mesa de despacho, en el rincón opuesto, una mesita infantil. Y sobre ella una hoja de papel con ceras.

El salón estaba al otro lado del vestíbulo. Estaba decorado de un modo semejante a la cocina, en tonos blancos y dorados, y ciertos toques de verde oscuro. Y necesitaba una buena limpieza. Jessica había dejado rastros de su paso por todo el salón, que estaba invadido de juguetes. Además, por suerte, había un piano en un rincón. Vanessa había estudiado piano durante los años del instituto, y le gustaba tocar, aunque jamás hubiera llegado muy lejos.

En cambio, aquel instante de breve euforia se desvaneció al recordar que se había dejado todas sus cosas de música en California. Vanessa frunció el ceño. Lástima. Tendría que volver a comprarlo todo. No era que no tuviera dinero, pero raramente tocaba la suma que le habían dejado sus padres. Al casarse, Mike le había aconsejado invertirlo pensando en el futuro de los hijos que habían planeado tener. Sin embargo Vanessa gastaba los intereses en lugar de ahorrarlos y volver a invertir. Se alegraba de no haberle dado todo aquel dinero a Mike para que lo invirtiera. De haberlo hecho, Molly habría dispuesto el modo de manejarlo igual que disponía sobre todo lo demás en su vida.

Charlie comenzó a ponerse nervioso y hacer ruidos, así que Vanessa le cambió el pañal y le preparó el biberón. Tardó solo un cuarto de hora. Después el bebé se durmió, de modo que Vanessa lo acostó en la sillita mientras montaba la cuna en el cuarto de invitados. Al terminar lo trasladó sin despertarlo y bajó las escaleras.

Cani la esperaba ansioso. Lo sacó de la jaula y le limpió el barro. Le dio la comida y comenzó a ocuparse de las cajas mientras el perro investigaba a su alrededor. Por suerte, deshacer las maletas y sacar las cosas de las cajas no fue difícil. Había puesto una etiqueta en cada una de ellas, señalando a qué habitación correspondían.

No eran muchas cajas. Apenas tardó veinte minutos en llevar cada una a su sitio. Había transcurrido más de una hora, pero Zac no había vuelto. ¿A qué distancia estaría la casa de su hermano?, se preguntó Vanessa.

Comenzó a sacar primero la ropa. Utilizó el espacio que Zac había dejado vacío para ella, y colocó sus cosas en el baño junto a las de él. Al hacerlo se estremeció. ¿Estaba ocurriendo realmente todo aquello? ¿Era cierto que se había casado con un guapo cowboy al que apenas conocía, creyendo que lo amaba?

Se había vuelto loca.

Vanessa estaba en la cocina, desempaquetando las cosas de Charlie, cuando escuchó llegar la camioneta. Instantes después oyó pisadas cerca de la puerta trasera y vio entrar a su hijastra.

La niña rebosaba energía aunque, nada más entrar, se quedó quieta de pronto, con aparente timidez. Vanessa sonrió y se acercó.

Ness: Hola, Jessica. Yo soy Vanessa -la saludó arrodillándose y ofreciéndole la mano-.

La hija de Zac era encantadora, a pesar de tener solo cuatro años. Tenía el cabello ondulado y moreno que le colgaba por la espalda. Sus ojos eran enormes, azules, y su sonrisa mostraba unos dientes de perla perfectos y dos hoyuelos que volverían locos a los chicos, con el tiempo.

Jess: Hola. ¿Eres tú la que quiere ser mi madrastra?

Zac: Es tu madrastra -la corrigió con suavidad desde el umbral de la puerta-.

Entonces la expresión del rostro de Jessica cambió.

Jess: ¡No la quiero!

Zac sonrió incómodo.

Zac: Lo siento, pastelito, pero ya está hecho. Apuesto a que Vanessa y tú vais a…

Jess: ¡No, papi! -exclamó lanzándose a las piernas de su padre-. ¡No la quiero!

De pronto la niña se dio la vuelta y salió corriendo de la cocina. Entonces se hizo un silencio.

Zac: No siempre se porta tan mal -la disculpó-. Se acostumbrará a ti.

Vanessa, sencillamente, se quedó mirándolo.

De pronto un sonido en la planta de arriba la hizo volverse. Era Charlie. Lo había dejado durmiendo en la habitación de invitados, y Jessica acababa de subir. Zac y Vanessa salieron corriendo al mismo tiempo. Los pasos de él eran más largos, así que enseguida la aventajó. Vanessa terminó de subir las escaleras justo a tiempo de ver a la niña abrir la puerta. Zac la agarró de inmediato. Entonces, mientras se acercaba por el pasillo, escuchó a Zac que la regañaba:

Zac: ¡No, Jessica!

Vanessa corrió a la habitación y se detuvo de repente. Jessica estaba junto a la cuna, pero su padre la agarraba firmemente de un brazo. En la otra mano tenía un trozo de leña. De haber golpeado a Charlie…

Zac: No se puede golpear a los niños pequeños dormidos -la aleccionó-.

Padre e hija se miraron por un momento.

Jess: ¡No me gusta ese bebé, no lo quiero en mi casa!

Los gritos despertaron a Charlie, que comenzó a llorar. Vanessa estaba tan asustada y furiosa que apenas podía hablar. Sin embargo sabía que era importante hacerle comprender a la niña que era ella quien tenía el control. Por eso, con voz serena y sin gritar, dijo:

Ness: Mira, Jessica, se ha despertado. Si quieres, puedes ayudarme a cambiarlo de pañal.

Jessica la escrutó por un momento, y cuando Charlie echó a llorar de nuevo le brillaron los ojos. Entonces abrió la boca y dio un grito que debió oírse en la ciudad.

Charlie se lanzó a llorar.

Zac se enfureció. Agarró a Jessica de la muñeca y salió arrastrándola de la habitación. Vanessa tomó al bebé en brazos y lo consoló, asomando la cabeza por la puerta para mirar.

Zac llevó a la niña a su habitación y la encerró allí.

Zac: Cuando termines y te disculpes, podrás salir -dijo dando un portazo-.

Pero la puerta del dormitorio de Jessica se abrió casi de inmediato, y la niña, llorando y casi gritando, trató de escapar. Zac la pescó y la volvió a encerrar. Se volvió y miró a Vanessa.

Zac: Vamos abajo, enseguida se le pasará y saldrá.

Charlie se había vuelto a quedar dormido chupando el chupete. Vanessa lo acostó en su sillita y lo llevó a la cocina, dejándolo sobre la encimera. No estaba dispuesta en modo alguno a dejarlo solo con Jessica.

Zac: ¿Has tenido tiempo de echar un vistazo a la casa? -preguntó sacando dos vasos y abriendo la nevera-.

Zac sirvió té helado de una jarra y le ofreció uno.

Ness: Gracias -asintió-. Sí, he echado un vistazo mientras guardaba mis cosas, pero me llevará tiempo acordarme de dónde está todo.

Zac: Escucha -añadió dando un largo trago para dejar el vaso sobre la mesa-, siento mucho la forma en que se ha comportado Jessica con el bebé.

Ness: No, soy yo quien debe disculparse…

Zac: Deja que hable, por favor -la interrumpió sacando una mano para detenerla. Confusa, y con creciente aprensión al ver la seriedad con la que hablaba él, Vanessa asintió-. Mi primera mujer murió al dar a luz a nuestro hijo. El bebé fue prematuro, y solo vivió unos días.

¡Dios! El shock que le produjeron aquella palabras fue tal que Vanessa solo pudo quedarse mirándolo mientras se hacía un silencio apagado en la cocina.

Zac se puso en pie de golpe, llevó el vaso al fregadero y agarró su chaqueta. Luego, de espaldas a ella, añadió:

Zac: Es… es muy duro para mí. Me refiero a estar cerca de tu hijo.

Entonces Zac se dio la vuelta y la miró. Por fin Vanessa comprendió lo que significaba la expresión angustiosa de sus ojos.

¿Qué había hecho? Vanessa respiró hondo, sus ojos se llenaron de lágrimas.

Ness: Zac… Zac, lo siento mucho…

Zac: Volveré para cenar -dijo en voz baja, abriendo la puerta y marchándose-.

Vanessa se sentó. Estaba helada. Escuchó las pisadas de sus botas en el porche, en las escaleras.

Por fin comprendía por qué había una habitación infantil decorada en azul. Seguramente Zac y su primera mujer esperaban que fuera niño. El pecho de Vanessa subía y bajaba pesadamente, mientras trataba de contener el llanto con una mano sobre la boca.

¿Podría haber algo peor en el mundo que perder a un hijo? No lo creía. Perder a Mike, su marido, había sido desolador, pero si le ocurría algo a Charlie… ni siquiera era capaz de soportar la idea.

¿Por qué Zac no se lo habría dicho? Nada en el mundo hubiera podido empeorar más la situación. No era de extrañar que Zac se hubiera comportado de aquel modo tan extraño. Probablemente el simple hecho de mirar a Charlie, de oírlo llorar, lo destrozara. Vanessa recordó el modo en que lo había evitado a toda costa: no le había prestado ayuda para subir la sillita por las escaleras, había salido disparado del dormitorio… Al principio había creído que solo estaba enfadado. Bueno, quizá lo estuviera, pero además tenía roto el corazón, que era mucho peor.

Tener a su hijo cerca, recordándole su pérdida, era como echarle sal a una herida que no había terminado de cicatrizar.

Zac ensilló el caballo. Sentía como si se ahogara. Apoyó la frente por un momento sobre la silla de cuero y se aferró a ella. No estaba seguro de poder hacerlo.

El llanto de aquel bebé le había hecho estremecerse. Vanessa lo había tomado en brazos para consolarlo, y eso había resultado aún más duro. Su hijo jamás había sido capaz de llorar. Solo había hecho pequeños ruiditos de impotencia. No podía soportarlo. ¿Era aquel el castigo que recibía por haberles fallado a Tess y a su hijo, por no haberlos salvado?

Zac pasó fuera el resto de la tarde, vigilando el rebaño y observando qué vacas estaban a punto de parir. Los becerros de un año tenían un aspecto saludable. No habían tenido problemas para pastar, porque la nieve había sido escasa y habían conseguido alcanzar la hierba que había debajo. Sin embargo los pronósticos del tiempo a corto plazo eran preocupantes, y se esperaba un mes de febrero terrible también.

Por fin, hacia las seis, tras comprobar que los tanques de agua estaban llenos, Zac se dirigió a casa. Le costó un inmenso esfuerzo atravesar la puerta de la cocina, y solo comenzó a relajarse cuando vio la sillita del bebé vacía sobre la encimera.

Nada más entrar lo invadió el olor de algo cocinándose. Enseguida reconoció de qué se trataba. Era la sopa de verduras que Ashley le había dado el día anterior. Pero también olía a galletas o a algo dulce en el horno. La boca se le hizo agua. ¿Cuánto tiempo hacía que no entraba en la cocina y olía a comida recién hecha? Seis meses, por lo menos. Desde que Scott y Ashley se casaron. Al menos, cuando su hermano estaba en casa, habían compartido las tareas domésticas.

Vanessa estaba junto a la mesa de la cocina y, para su sorpresa, Jessica la acompañaba. Estaba medio sentada en una silla, cortando masa de galletas con un vaso.

Zac: Eh, ¿tengo tiempo de tomar una ducha? -preguntó con la mayor naturalidad de que fue capaz-.

Zac se acercó y besó a su hija en la frente. Vanessa levantó la vista. Su expresión era la de una yegua que no se fiara de su amo.

Ness: Claro, cenaremos cuando quieras.

Zac: Dame unos veinte minutos -añadió colgando el abrigo y el sombrero, quitándose las botas y caminando descalzo-.

Cuando volvió a la cocina con ropa limpia, recién duchado y fresco, la mesa estaba ya puesta. Solo tenía que tomar asiento. El bebé estaba despierto de nuevo, sentado en su sillita, pero en silencio. Vanessa giró la silla cuidadosamente hacia la pared para que él no pudiera verlo.

Aquello fue… una verdadera cena, como la de una familia normal. Un milagro. Vanessa había hecho té de verdad, no instantáneo. Pero, a pesar de que en el aspecto culinario las cosas parecieran salir tal y como había planeado, aquella cena estaba lejos de ser una cena familiar. Vanessa comía en silencio, dejando que Jessica llevara la conversación. Zac sabía que necesitaban hablar, pero era imposible hacerlo en ese momento, con la niña delante.

Zac ayudó a recoger los platos y se volvió hacia su mujer.

Zac: ¿Qué te parece si preparo a Jessica para irse a la cama? Así se irá acostumbrando poco a poco a los cambios, y tú tendrás tiempo para arreglarte para la fiesta de esta noche.

Vanessa asintió, pero sus ojos seguían teniendo una expresión extraña.

Ness: Muy bien.

Y, sin decir una palabra más, tomó la sillita del bebé y desapareció.

Zac se ocupó de preparar a Jessica y le leyó un par de cuentos. Para cuando terminó era ya la hora de ir a buscar a la niñera. Había oído a Vanessa en las escaleras mientras estaba en el cuarto de Jessica, pero al principio le costó encontrarla. Entonces vio la luz por la rendija de la puerta del dormitorio que habían ocupado Scott y Ashley. Atravesó el pasillo, dudó, llamó suavemente a la puerta y esta se entornó.

Vanessa estaba sentada sobre la cama, apoyada en las almohadas. Llevaba un albornoz azul largo, pero se le había abierto enseñando las rodillas y las pantorrillas, y estaba descalza. Tenía al bebé en brazos y le estaba dando el biberón y cantando. Al abrir la puerta dejó de cantar y frunció el ceño con una expresión inquisitiva, sin decir nada.

Zac se quedó helado por un momento. Luego cerró los ojos angustiado.

Zac: Me voy a buscar a la niñera.

Ness: Estaré lista para cuando vuelvas -asintió-. Ya se está quedando dormido -añadió sonriendo al bebé tiernamente-.

Zac recordó aquella sonrisa durante todo el camino a casa de la niñera y luego, de vuelta. Vanessa le había sonreído a él aquella misma mañana, y cada una de sus sonrisas había sido una promesa de futura intimidad. Sin embargo, tras la boda, al descubrir él que lo había engañado a propósito, todo había cambiado entre ellos. ¿Le dejaría pasar aquella primera noche con ella?

El pulso se le aceleró. Esperaba ardientemente que Vanessa quisiera consumar el matrimonio. Ella sabía a qué atenerse cuando acordaron casarse.

Al llegar a casa Vanessa estaba lista, tal y como había prometido. Dio unas cuantas indicaciones a la niñera en relación a Charlie y le aseguró que probablemente no se despertaría. Zac no dejó de observarla. Llevaba un vestido de color rosa con una chaqueta a juego y un par de zapatos de tacón que le hacían la pierna muy esbelta.

Tendría que comprarle botas aquel invierno si no quería que se congelara, aunque era una pena ocultar aquellas piernas. No obstante, Zac no dijo nada.

Vanessa se puso un abrigo corto, otro distinto del que había manchado el perro, y dijo:

Ness: Lista.




Ale, vámonos de fiesta XD
Bueno, parece que las cosas van mejorando entre ellos. Si embargo su situación sigue siendo muy rara XD

¡Gracias por los coments!
Estoy contenta de haber tenido cuatro. A ver si suben poco a poco.
Por cierto, tenéis razón en todo. Ya os dije que estaban chiflados XD

Para las que leáis mi otro blog, hay capi desde el día 31.

¡Comentad!
¡Un besi!

2 comentarios:

Unknown dijo...

Me asusto a lo primero cuando Jessica quiso pegarle a Charlie, y me dolio que al principio no quiera a Nessa..
Y me alegra que Zac le contara a Nessa lo de su hijo, pero Nessa y Charlie no tienen la culpa, pero bueno.. si sigue asi los va a perder, mas a Nessa.

Me encanto el capi!





Sube prontoo :)

Unknown dijo...

Es muy rara la actitud de Zac, la entiendo, pero es un bebé, siento que no debería molestarse.. En fin, se van a la fiesta!!!! No creo que no la acepten, pero que pasará después??? HHmmmm jaja :D

Síguela pronto :D

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