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jueves, 9 de enero de 2014

Capítulo 6


Vanessa se metió en la cama temblando. Zac se deslizó al otro lado, encendiendo la luz de la mesilla antes de tumbarse boca arriba y tirar de las mantas para taparlos a ambos. Por un momento se hizo el silencio. Un silencio incómodo. Vanessa esperaba que él la abrazara, la atrajese a sus brazos y la hiciera olvidar las razones por las cuales estaba a punto de llorar.

Pero no lo hizo. Tras un largo silencio, Zac se aclaró la garganta y dijo:

Zac: Ojala todo fuera diferente. Ojala pudiera querer a tu hijo, pero cuando llora… todo lo que veo son los recuerdos… -su voz, rota, se desvaneció-… Sencillamente no puedo soportarlo.

Ness: Shhhh… -Alzó instintivamente una mano, conmovida por la profundidad de la pena que delataba su tono de voz. Tomó su mano bajo las sábanas y la acarició, tratando de evitar las lágrimas cuando él se aferró a ella. Tranquilo -respiró hondo, rodando en la cama para colocarse de cara a él y apoyar un brazo en su pecho, sobre su corazón-. Zac, yo no quiero causarte dolor. Por favor, créeme. De haberlo sabido, jamás me habría casado contigo…

Zac: Eso es lo que me da miedo.

De nuevo ambos permanecieron en silencio, reflexionando sobre cosas que ninguno de los dos se atrevía a decir en voz alta.

Ness: Tendré que marcharme, no queda otra salida -dijo por fin-.

Aquellas palabras se interpusieron mortalmente entre ambos, silenciosas y pesadas. Solo de pensar en no volver a verlo, en no volver a acariciar su pelo rubio, en no volver a sentir el esplendor de su forma de hacerle el amor, se le rompía el corazón.

Zac: No -dijo resuelto-. Quiero que te quedes. Jessica te necesita -continuó. No había dicho que él la necesitara, observó Vanessa-. Si pudieras mantenerlo lejos de mí -añadió-. Mientras no tenga que verlo, que oírlo…

Pero Vanessa sabía que era imposible. Ridículo. No dijo nada, sin embargo. Quizá pudiera funcionar mientras Charlie fuera un bebé, pero crecería rápidamente, estaría cada vez más tiempo despierto, hablaría, gatearía. ¿Se daba cuenta Zac de lo que estaba diciendo?

Debía darse cuenta. Al fin y al cabo había visto crecer a Jessica. Era imposible esconder a un niño. ¿Y qué ocurriría si tenían más?

Quizá para entonces el dolor y la pena que parecían devorar a Zac hubieran cesado. Quizá para entonces él la amara como ella lo amaba a él. Quizá la respuesta estuviera en el tiempo. Si se conformaba con lo que él le ofrecía de momento, si esperaba a que sus heridas cicatrizaran, quizá Zac pudiera un día llegar a ser el padre de todos aquellos niños: de los hijos de él, de los de ella, de los de los dos.

Zac: Por favor -continuó en tono de ruego. Vanessa comprendió entonces que había permanecido demasiado tiempo en silencio, sin darle una respuesta-. Por favor, no me abandones, ángel mío -tiró de ella y la estrechó en sus brazos, contra su enorme cuerpo-. Acabo de encontrarte, y no quiero perder lo que tenemos.

Aquellas palabras acabaron con todas sus reservas. No eran palabras de amor, pero se parecían lo bastante como para disipar sus dudas, como para hacer aflorar el amor que sentía por él ahuyentando el miedo.

Ness: No te dejaré -susurró alzando la cabeza para besarlo-.

Zac rodó por la cama colocándose encima de ella. Vanessa gimió de placer al sentirlo introducirse entre sus piernas.

Zac: Quiero hacerle el amor a mi mujer -dijo con voz profunda, ronca-.


Las semanas siguientes fueron ajetreadas. Vanessa trató por todos los medios de cambiar los horarios de Charlie de modo que estuviera durmiendo durante las escasas horas que Zac pasaba en casa, y enseguida comprendió que él también hacía más rígido su horario con tal de evitarlo. Probablemente trabajara más de lo habitual.

Aquello parecía funcionar, y Vanessa se animó. El tiempo lo curaría todo, se repetía una y otra vez.

Las condiciones meteorológicas empeoraron, y nevó fuertemente en unas cuantas ocasiones. Las carreteras permanecieron cortadas, manteniéndola encerrada en casa. Sin embargo Vanessa hablaba por teléfono con Ashley y con Miley, y apenas lamentaba estar sola. Pronto comenzó a enseñarle a Jessica el alfabeto y a escribir su nombre. Durante las siestas de los niños se dedicaba a navegar por Internet buscando información sobre educación primaria. Incluso llegó a encargar varios libros. Zac se burlaba de ella cuando llegaba a casa, pero comenzó a leerlos por las noches. Jessica se mostraba rebelde de vez en cuando, pero Vanessa reemplazó a Zac y comenzó a mandarla castigada a su habitación. Las rabietas de Jessica fascinaban a Charlie. Abría inmensamente los ojos, en una permanente sorpresa que hacía reír mucho a Vanessa.

Cada día se sentía más cómoda en la casa. Cambió de sitio los muebles, organizó los armarios, hizo una lista de las transformaciones que deseaba hacer y las discutió con Zac. Él apenas ponía objeciones. Se proponía pintar los muebles de la cocina en cuanto hiciera mejor tiempo.

Un día algo más cálido, a finales de enero, Vanessa se llevó a los niños a visitar a Ashley. Miley también acudió con un montón de catálogos sobre plantas y semillas, adelantándose a la primavera. Ashley estaba a punto de dar a luz, y Scott le había prohibido salir de casa por miedo a que resbalara sobre la nieve.

Miley: ¿Qué tal va todo? -preguntó mirando preocupada a Vanessa, que dudó en contestar-.

Ness: Bueno, eso depende de la hora del día en que me lo preguntes -respondió suspirando y mirando a sus nuevas amigas-. Zac sigue ignorando a Charlie. Una vez hablamos de ello, pero fue tan duro para él que…

Su voz se desvaneció mientras los ojos se le llenaban de lágrimas.

Ashley: Oh, cariño, dale tiempo -aconsejó-.

Ness: Eso es lo que me digo siempre, pero no sé si alguna vez llegará a acostumbrarse. Le dije que me marcharía si… -se echó a llorar-.

Miley: Tú lo quieres, ¿verdad? -preguntó buscando un pañuelo-.

Vanessa se limpió la nariz y sonrió temblorosa.

Ness: ¿Tan evidente resulta?

Ashley: Solo para nosotras, dos fervientes esposas de testarudos rancheros. ¿Lo sabe él?

Ness: Hicimos un trato -negó con la cabeza-, pero no hablamos de amor.

Miley: Espera un momento, yo vi cómo te besaba -comentó-. No puedes negarme que siente algo por ti.

Ness: Solo de cintura para abajo -respondió con una mueca-.

Las tres mujeres se echaron a reír, y cuando sus carcajadas dejaron de resonar en la habitación Ashley comentó:

Ashley: ¿Qué te dijo cuando le sugeriste que te marcharías?

Ness: Dijo que no quería que me fuera -respondió sintiendo el consuelo de aquellas palabras-. Dijo que… que no quería perder lo que acabábamos de encontrar.

Ashley: Hmm -asintió lanzándole a Miley una mirada significativa-. Dale tiempo -repitió-.

Vanessa volvió a casa con los catálogos de Miley y una receta para hacer empanada. Le encantaba cocinar, era una habilidad que había dejado de lado al ponerse a trabajar, pero prepararle la comida a Zac merecía el esfuerzo. La semana anterior lo había sorprendido comentándole a Scott lo bien que lo hacía. Había dicho incluso que tendría que comenzar a vigilar su peso.

Zac y Vanessa hacían el amor casi cada noche después de irse los niños a la cama. Ella se preguntaba si sería capaz algún día de decirle cuánto disfrutaba. Después, una vez saciada la pasión, Vanessa se dormía acurrucada en sus brazos, contra su enorme cuerpo.

Pero Zac no solo demostraba que la necesitaba durante las oscuras horas de la noche. A veces, por las tardes, cuando suponía que los niños estaban durmiendo, se acercaba a casa. La arrastraba hasta el baño de la planta inferior y allí tomaban una ducha memorable. Una tarde, incluso, hicieron el amor en la despensa, tras sorprenderla Zac allí, organizándola.

Zac cerró la puerta firmemente y la poseyó allí mismo, de espaldas, mientras su aliento le rozaba el oído y ella se aferraba a las estanterías. Él la tomó de la barbilla y volvió su rostro hacia él, reclamando su boca con un beso apasionado. Vanessa se dio la vuelta, acarició con las manos su trasero, duro y suave, y lo animó a penetrarla más profundamente. Zac gimió y la abrazó por la cintura para estrecharla con fuerza. Entonces deslizó un dedo por sus pliegues buscando satisfacer su deseo, acariciándola rítmicamente arriba y abajo con el dedo hasta llegar al clímax. Vanessa se convulsionó acelerando los estremecimientos, el palpitante final de él. Cuando terminaron ella sintió que a Zac le temblaban las piernas, y ambos se echaron a reír.

Zac: Scott dice que me estoy volviendo flojo -comentó riendo y tratando de recuperar el aliento-.

Ness: ¡Ja! ¡Se da cuenta perfectamente de qué has estado haciendo! Creo que jamás me atreveré a volver a mirarlo a la cara.

Horas más tarde Vanessa se dio cuenta de que aquella vez no habían usado protección alguna, y se preguntó si Zac comprendería el riesgo que corrían.

De entre todas las cosas que habían ido mal desde el principio, durante los primeros días, lo que Vanessa echaba más de menos era la sonrisa de Zac. Siempre le había parecido un hombre feliz: silbaba, gastaba bromas. De nuevo, a primeros de febrero, Zac comenzó a silbar. El hombre al que había conocido en Rapid City parecía haber vuelto. Cantaba en la ducha, sonreía cada vez con más frecuencia, y sus ojos azules brillaban traviesos, como si tramara algo.

Vanessa se sintió cada vez más enamorada de él.

Solo dos cosas alimentaban su creciente preocupación. La primera era su suegra. Molly la llamaba al rancho al menos dos veces por semana, exigiendo que volviera a California con Charlie o que mandara al niño para cuidarlo adecuadamente. Solo Dios sabía qué podía aprender en un rancho de cowboys, repetía con insistencia. O, en todo caso, exigía que Vanessa le preparara una habitación en su casa y le señalara una fecha para visitarla.

Una noche, durante la segunda semana de febrero, Zac llegó tarde a casa debido a un mal parto de una vaca, que se había desgarrado el estómago. El ternero sobrevivió, pero la vaca murió una hora más tarde. Tuvieron que mandar al ternero al rancho de Will, que tenía una vaca que acababa de perder a su cría. La buena noticia, le contó Zac a Vanessa, era que la vaca había aceptado al ternerillo.

Vanessa ayudó a Zac a quitarse la ropa mojada y llena de sangre. La metió en la lavadora sin examinarla detenidamente y, al darse la vuelta, vio que Zac se lo había quitado todo. Estaba completamente desnudo. Su cuerpo parecía esculpido, músculo sobre músculo. Al contemplar sus anchos hombros, el firme contorno de su pecho y la forma en que su vello iba estrechándose al pasar del ombligo para volver a crecer en forma de triángulo entre las piernas, Vanessa sintió que la respiración se le entrecortaba. Tenía las piernas tan sólidas como el tronco de un roble. Y no era eso lo único sólido, reflexionó volviendo la vista hacia su rostro.

Los ojos de Zac ardían de excitación, sus pupilas azules brillaban. Vanessa conocía esa mirada. Cada vez que Zac la miraba de ese modo, los huesos se le derretían como gelatina y sentía un cosquilleo bajo el vientre.

Zac acortó la distancia que los separaba, quedándose de pie tan cerca de ella que su cuerpo excitado le rozó el vientre.

Zac: ¿Están los niños en la cama? -Vanessa asintió y tragó, negándose a confiar en su propia voz-. Bien, entonces bésame -murmuró estrechándola-.

Vanessa lo hizo, levantando la cara y deslizando los brazos por su nuca mientras él luchaba por desabrocharle los botones de la camisa. Su lengua invadió la boca de Vanessa con una dulzura que le era ya familiar, y no pudo evitar responder al encuentro. El cuerpo de Vanessa cantaba mientras él le desabrochaba la camisa y cubría con las manos sus pechos, acariciando los pezones tensos bajo el sujetador.

Entonces él deslizó las manos hacia abajo, acariciando su torso hasta el cinturón y los vaqueros, desabrochándoselos y bajándoselos sin darle tiempo siquiera a sentir el frío en la piel.

Ness: Brrr… hace frío aquí -comentó entre besos-.

Zac: Yo no tengo frío -respondió levantando la cabeza con orgullo masculino-.

Vanessa rió. Zac la tomó en brazos para llevársela, deteniéndose un momento para sacar una caja del bolsillo de los vaqueros.

Ness: ¿Qué es eso? -bromeó-. ¿Una pata de conejo de la suerte?

Zac sonrió, inclinó la cabeza y mordisqueó suavemente su cuello.

Zac: He aprendido a estar preparado cuando estoy cerca de ti -afirmó abandonando la ropa de Vanessa en el suelo, en el cuarto de la lavadora, para llevarla a la cocina, donde hacía más calor-.

Al sentir el cuerpo de Vanessa deslizándose contra el suyo, sin embargo, su risa se desvaneció. Zac se inclinó sobre ella una vez más y murmuró acariciando su cuello con los labios:

Zac: Jamás me saciaré de ti. Me resulta terriblemente violento. Scott me ha pillado ya una docena de veces soñando despierto -continuó sin dejar de besarla en el cuello, bajando hasta un pecho y apartando el sujetador-.

Entonces tomó su pezón con la boca y comenzó a succionarlo. Vanessa gritó mientras las olas de placer la invadían clavándosele en el vientre como flechas. Luego atrajo las caderas de Zac hacia sí rogándole en silencio que la poseyera.

Zac levantó la cabeza y contempló su cuerpo, marcando una senda de fuego con los ojos.

Zac: Me paso el día preguntándome qué ropa interior llevarás hoy.

Aquel día llevaba un sujetador negro de encaje, uno de esos que levantan los pechos, y unas braguitas altas, de estilo francés. Se alegraba de haber trabajado en una lencería. Zac adoraba su ropa interior. Incluso le había comprado un camisón, la semana anterior. Vanessa se lo había puesto aquella misma noche, pero solo había durado unos segundos.

Vanessa se desabrochó el sujetador y lo dejó a un lado mientras Zac se colocaba la protección. El levantó la vista y sonrió al verla observándolo, la tomó de las caderas y la atrajo hacia sí, quemándole la piel con el calor que lo consumía, guiándola adelante y atrás en un movimiento frenético en el cual sus pezones le rozaban constantemente el estómago. Él era tan grande en comparación con ella que a veces Vanessa se sentía como una muñeca en sus brazos. Zac se inclinó sobre ella obligándole a echar la cabeza hacia atrás. Y mientras la devoraba, Vanessa sintió que ponía la mano sobre su vientre, deslizándola por dentro de sus braguitas y acariciando el rizado vello entre sus piernas para seguir hasta el centro mismo de su pulso caliente y lleno de deseo.

Zac: ¡Ah! -exclamó contra su boca-. Estás siempre tan húmeda para mí. Tan húmeda…

Vanessa sintió que Zac tiraba de la prenda íntima para echarla a un lado mientras la levantaba con el otro brazo. Luego se presionó contra ella y, sin quitarle las braguitas siquiera, introdujo su excitada carne viril por el abrigado canal de su cuerpo.

Ambos gimieron. Ella levantó las piernas para envolver sus caderas, y él cerró los ojos un segundo mientras gemía:

Zac: Me encanta cuando haces eso.

Vanessa se abrazó a su cuello, colgándose de él mientras Zac comenzaba a embestirla. Su cuerpo temblaba ante las fuertes sacudidas. Olas de deseo la embargaban, cada vez con más fuerza, hasta que quedó suspendida en la cumbre, sin aliento, por un instante. Entonces su cuerpo comenzó a convulsionarse, a tensarse en repetidos espasmos en brazos de Zac, y él gimió profundamente, manteniéndose inmóvil mientras ella le apretaba la carne íntimamente. Cuando por fin Vanessa se relajó, Zac comenzó de nuevo a moverse, embistiéndola una y otra vez, agarrando sus caderas y guiándola arriba y abajo, lanzándola a un segundo climax al tiempo que llegaba él. Zac apretó los dientes, los músculos de su cuello estaban rígidos. Luego la envolvió con brazos de acero hasta que ambos se serenaron.

Entonces se hizo un largo silencio en la cocina. Vanessa esperaba que la soltara y la dejara en el suelo, pero quedó sorprendida al ver que la llevaba en brazos, escaleras arriba.

Ness: ¡Zac! -comenzó a exclamar. Pero Zac aplacó sus protestas con un apasionado beso. Cuando levantó la cabeza, Vanessa solo pudo sonreír con una expresión ensoñadora-. Lo que tú digas, señor.

Zac: Yo digo que vamos a la cama -sonrió. Estrechó sus caderas una vez más contra las de ella. Su cuerpo, aún tenso y excitado, la sorprendió de nuevo, arrancándole una respuesta. Sin embargo, al llegar al último escalón, el teléfono sonó. Zac se detuvo. Juró. Volvió sobre sus pasos hacia la cocina, llevándola en brazos, y dijo, antes de contestar-: Será mejor que se trate de algo importante -tomó el auricular y añadió-: Si no, voy a asesinar a quien quiera que sea… ¿Sí? Aquí Lucky Stryke. -Vanessa no podía oír a quien llamaba, pero observó el rostro de Zac ponerse serio-. Ahora no puede ponerse. ¿Quiere que le dé algún mensaje? -Según parecía, quien llamaba tenía muchas cosas que decir, porque Vanessa observó a Zac escuchar durante un largo, tenso rato. Finalmente Zac contestó-: Escuche, señora, Vanessa jamás cederá ante sus amenazas. Ella y Charlie pertenecen ahora a esta familia. Si quiere invitarla a visitarnos, eso es decisión de ella. Le daremos la bienvenida. Pero como vuelva a llamar con esa actitud una sola vez más yo mismo me encargaré de ponerle tantos pleitos que no podrá siquiera volver a llamar. ¿Queda claro?

Vanessa escuchó en silencio, atónita, comprendiendo que se trataba de Molly. Al escuchar a Zac defenderla a ella y a Charlie sintió un vuelco en el corazón. Era la primera vez que… Sí, era la primera vez que Zac lo llamaba Charlie, y no simplemente «el bebé». Su corazón se conmovió, pero no podía dejar de preguntarse si Molly se dejaría intimidar.

Vanessa seguía reflexionando cuando Zac colgó el teléfono. Él actuó como si no hubiera pasado nada.

Zac: Y ahora, creo que nos dirigíamos al dormitorio, ¿no?

El otro problema preocupante en la vida de Vanessa era la forma en que Zac se comportaba con respecto a su hijo. Durante las primeras semanas de enero, de recién casados, Zac había evitado cuidadosamente cualquier encuentro, pero tras defender a su hijo ante Molly, Vanessa esperaba que cambiara de actitud. Sin embargo Zac se mantuvo exactamente igual que el primer día.

Una noche de finales de febrero, no obstante, ocurrió algo que volvió a darle esperanzas. Vanessa estaba bañando a Jessica cuando llegó Zac. Ella lo oyó y lo llamó:

Ness: ¡Hola, estamos aquí! Casi hemos terminado. Tienes la cena en el horno.

Vanessa se apresuró a terminar de bañar a Jessica, ansiosa, igual que la niña, por ver a Zac, pero mientras le secaba el pelo escuchó sus pisadas en la escalera. Antes de que pudiera darse cuenta, Zac había llegado al baño. Se inclinó para besar a su hija y se quedó helado.

Charlie estaba en el baño, en su sillita, como siempre que bañaba a Jessica. Había comido y estaba seco, feliz, como un corderito gordo y satisfecho, dando patadas con los pies y sacudiendo las manos sin coordinación alguna en un esfuerzo por alcanzar uno de los juguetes que colgaban de lo alto de la sillita.

Zac estaba casi frente a él. No podía evitar mirarlo. Vanessa se quedó helada también. Esperaba que Zac saliera disparado del baño, pero no fue así. Jessica rió y señaló a su hermanastro.

Jess: Mira, papá, Charlie quiere agarrar eso.

Zac asintió lentamente. Miró al bebé.

Zac: Ya veo -Entonces alargó una mano y tocó el pie de Charlie-. Me cuesta creer que un día fuiste tan pequeña como él -añadió dirigiéndose a su hija-.

El corazón de Vanessa se detuvo un instante. Tuvo que esforzarse por no lanzarse sobre su marido y abrazarlo. En lugar de ello, se puso en pie con naturalidad, como si no hubiera ocurrido nada. Levantó a Charlie y se lo llevó. Le preparó el biberón y se lo dio, dejándolo en la cuna para dormir. Su corazón, sin embargo, cantaba de felicidad.

Durante la última semana de aquel mes la tensión comenzó a ceder cada vez más. Un día Zac, mientras atravesaba la cocina, agarró la sillita del niño y la volvió hacia la mesa, en lugar de contra la pared.

Zac: Debe estar harto de ver siempre el mismo papel pintado -comentó, como si fuera lo más natural-.

Vanessa comprendió que ya no le molestaba ni hería tanto verlo, y su corazón se llenó de esperanza.

Una mañana Zac llevó a casa a un ternerito cubierto de nieve que había encontrado temblando junto a su madre. La vaca lo había parido en la montaña. Apenas se movía. Aquella mañana el frío había sido intenso, y era probable que el ternero llevara horas a la intemperie. Zac lo dejó en el cuarto de la lavadora y le preparó un cubo de agua caliente a modo de bañera.

El ternero se recuperó pronto. Vanessa y Jessica lo secaron, pero acabaron empapadas. Zac volvió para comprobar cómo estaba el animal, que corría por la habitación balando y buscando a su mamá. Vanessa se partía de la risa mientras Jessica trataba de calmarlo.

Entonces sonó el teléfono, y Vanessa fue a contestar.

Ness: ¿Sí?

**: He roto aguas. Vamos de camino al hospital.

Era Ashley. Había pasado el día en que supuestamente debía dar a luz, pero el niño no había nacido.

Ness: ¡Oh, buena suerte! ¡Vas a necesitarla!

Ashley: Gracias. Tengo pocas contracciones, y no son fuertes, pero Scott no quiere arriesgarse. Supongo que llegaré a tiempo de pasear arriba y abajo hasta que nazca el niño.

Vanessa colgó el teléfono y se volvió hacia Zac, excitada y nerviosa.

Ness: Ashley está de parto. Con un poco de suerte, si todo va bien, serás tío esta misma noche -sonrió mirando a Zac-.

La expresión del rostro de Zac, sin embargo, consiguió desvanecer bien pronto aquella sonrisa. Él se dio la vuelta y salió de la casa sin decir palabra. Vanessa lo observó por la ventana. Zac desapareció en el granero.

Vanessa sentía como si su corazón, siempre atento, tierno y vulnerable en lo que a él se refería, fuera a estallarle en el pecho. Zac seguía evitando a Charlie, pero no lo ignoraba por completo. Y, últimamente, no había vuelto a estar tan tenso y malhumorado. Una frágil esperanza había comenzado a echar raíces en su pecho, la esperanza de que un día Zac aceptara a su hijo.

Pero al ver su reacción ante el inminente nacimiento de su sobrino, Vanessa se vio forzada a reconocer que se había precipitado, que había echado las campanas al vuelo demasiado pronto. Se había negado a reconocer la realidad, la había mirado a través de cristales de color rosa. Zac era incapaz de abrirse a sí mismo ante un bebé.

Pero el asunto resultaba doblemente preocupante. Vanessa llevaba casi dos semanas sin apartar la vista del calendario. Hacia mediados de febrero había echado de menos su menstruación, pero se había repetido una y otra vez que se trataba solo de una falta debido al estrés. Bien, quizá tuviera relación con el estrés de su nueva vida, pero Vanessa se temía que no se trataba solo de eso. La causa, más bien, era un hombre muy viril: Zac Efron.

Y sabía cuándo había sucedido. Cada vez que entraba en la despensa temblaba al recordar el placer de aquel acto apasionado de amor. Recordaba las imágenes de aquellos instantes una y otra vez. Solo más tarde aquel recuerdo había comenzado a teñirse de preocupación. Si se había quedado embarazada, Zac no podría soportarlo. ¿Qué hacer?

Zac no pudo evitar que el miedo se apoderara de él durante horas. Eran las cuatro, y Ashley llevaba casi medio día de parto. Por lo general nunca rezaba, pero en aquel momento lo hizo. Rezó para que nada le ocurriera a Ashley, para que consiguiera sobrevivir. Scott la necesitaba tanto como respirar.

Durante horas, Zac luchó contra las imágenes que se le presentaban involuntariamente en la mente, imágenes de Tess en la camioneta, desangrándose, mientras conducía frenético hacia Rapid City.

Sabía que debía volver a la casa, sabía que su actitud no era justa, que Vanessa estaría tremendamente preocupada por él. Pero era incapaz de moverse. Finalmente, cuando la luz se desvaneció en el cielo invernal, Zac hizo un esfuerzo por abandonar el granero, su santuario.

Abrió la puerta tenso como el acero, impotente ante la sensación de miedo que lo embargaba. Tess había necesitado su ayuda, pero él no había sabido cómo prestársela. Y ella había muerto. Tener un niño era algo sumamente arriesgado, lo sabía, lo veía a diario. Si algo le ocurría a Ashley su hermano quizá jamás sobreviviera.

Vanessa estaba en la cocina. Al llegar él no levantó la vista ni dijo nada. Zac sintió que se le agarrotaba el corazón de puro miedo.

Zac: ¿Has… has sabido algo nuevo?

Vanessa miró para arriba. Y sonrió.

Ness: Tienes una sobrina. Ha nacido a las dos y veinte de esta tarde.

Zac apenas era capaz de formular la pregunta que lo corroía:

Zac: ¿Y… y Ashley?

Ness: No hace más que presumir -rió-. Dice que el parto ha sido tan fácil que estaría dispuesta a repetirlo mañana mismo -añadió girando los ojos en su órbitas-. Mi parto con Charlie fue corto, pero lo recuerdo perfectamente. Y te aseguro que no estaría dispuesta a repetir… -se interrumpió de repente-. Esta noche voy a ir al hospital. Miley va a venir a casa a cuidar a los niños.

El alivio de Zac fue tan grande que casi sintió dolor. Se sentó en la mesa de la cocina y estiró las piernas.

Zac: ¡Gracias a Dios! -musitó. Luego, como si comenzara a darse cuenta de lo que significaba la noticia, sonrió-: Creo que iré contigo.

Tras una rápida cena, Zac y Vanessa dejaron a los niños en manos de Miley y se apresuraron al hospital. Aparcaron el coche, y los recuerdos volvieron a surgir en la mente de Zac nada más distinguir el edificio. Sin embargo se esforzó por reprimirlos. Por una vez, todo había salido bien. No iba a arruinar la feliz visita.

Tomaron el ascensor hasta la unidad de maternidad y buscaron la habitación de Ashley. Zac respiró hondo. Podía hacerlo. Podía. Distinguió de lejos el borde de las cortinas que separaban el cubículo en el que estaba situada la cama de Ashley. Entonces sintió que Vanessa lo agarraba de la mano y le apretaba. Volvió la cabeza hacia ella y contempló sus enormes ojos marrones. Había en ellos compasión. Zac alzó la mano de Vanessa hasta sus labios y la besó.

Zac: Gracias.

Entonces alguien echó parcialmente a un lado las cortinas y apareció Scott sonriente.

Scott: ¡Eh, hola! ¡Venid a conocer al nuevo miembro de la familia!

Los ojos de Scott estaban ligeramente sombríos de preocupación, una preocupación que desentonaba con la alegría de sus palabras. Zac sonrió y la tensión de Scott se desvaneció.

Zac: ¿Dónde está esa preciosidad?

Entonces se escuchó la voz de Ashley, desde detrás de las cortinas.

Ashley: Estoy aquí -rió-. Bueno, ya sé que no te refieres a mí.

Zac y Vanessa entraron en el pequeño cubículo y Scott dio un paso hacia su mujer, inclinándose sobre ella y besándola en los labios. Zac habría silbado ante aquel beso, de no haber sido un hombre tan duro. Era agradable ver a Scott sonreír, contemplar la alegría que había sustituido a su expresión oscura, ver cómo la pena que se había reflejado también en los ojos de Zac durante muchos años, tras la muerte de su gemela, se había desvanecido.

Scott se enderezó mirando aún a su mujer.

Scott: Tú siempre serás perfecta para mí.

Aquella expresión abierta de amor puso algo incómodo a Zac. Le hizo recordar de nuevo cómo había cambiado su vida desde el nacimiento de Jessica, cuando estuvo en aquel mismo hospital, junto a la mujer a la que amaba.

En aquel momento estaba en el mismo lugar, pero con otra mujer a su lado. Una mujer con la que se había casado por razones mucho más prácticas que el amor, una mujer a la que deseaba tanto que era incapaz de imaginar su vida sin ella.

Scott: Y esta -dijo indicando un pequeño bulto acunado en brazos de Ashley-, es la otra belleza de la familia. Erica Ashley Efron, te presento a tu tío y a tu tía.

Vanessa dio un paso adelante bloqueándole la vista del bebé a Zac. Ashley apartó la sábana.

Ness: Hola, muñequita -la saludó observándola. Al enderezarse las lágrimas corrían por sus mejillas-. Es perfecta -añadió-. Perfecta.

Zac, guiado por la curiosidad, se acercó por un lado para ver mejor a la niña. Era un bebé diminuto. Erica hacía parecer a Charlie un bebé enorme, aunque en realidad solo se llevaran seis meses. Llevaba un gorrito que ocultaba su pelito moreno. Abrió los ojos y miró a su alrededor con esa mirada miope tan típica de los recién nacidos. Tenía las pupilas azules oscuras y, rodeándolas, un aro plateado.

Zac: Vas a ser tan guapa como tu mamá -dijo contemplando a su sobrina-. Y es lo mejor, porque tu padre es más feo que una vaca -acarició con un dedo la sonrosada mejilla de su sobrina y rió al ver cómo el bebé, automáticamente, comenzaba a abrir la boca girando la cabeza en busca de comida-. Eres lista, chiquilla. -Se enderezó sonriendo aún. Scott y Vanessa lo miraban con idéntica expresión de incredulidad-. ¿Qué?

Scott: Ah, nada. Nada.

Pero él sabía qué ocurría. Todos estaban esperando ver su reacción. De pronto Zac comprendió la razón por la que Vanessa se había interpuesto entre él y el bebé: para ahorrarle el sufrimiento de tener que mirarlo. Zac alargó un brazo para ponerlo sobre los hombros de su mujer y le acarició la nuca, tratando de demostrarle en silencio cuánto apreciaba su actitud.

Zac: Supongo que ahora querréis hablar de los detalles -comentó mirándolas a ambas-.

Ness: Puedes apostar a que sí -contestó alargando un brazo hacia Ashley-. Y además quiero tomar en brazos a ese bebé.

Scott y Zac dejaron solas a las mujeres para que hablaran de bebés y pasearon por el pasillo. Zac le dio a su hermano un puñetazo en el hombro exclamando:

Zac: ¡Buen trabajo, hermano!

Las miradas de ambos se encontraron.

Scott: Aún me pone triste -confesó-, pero creo que por fin lo he superado. ¿Y tú?

Zac sabía que no se refería a la muerte de su hermana, sino a la de Tess y su hijo. Y sabía que era incapaz de soportar las imágenes y los recuerdos que albergaba en su corazón. Había progresado mucho, pero… Se encogió de hombros y contestó:

Zac: Más o menos.

Scott: Más bien menos -respondió alargando un brazo para ponerlo sobre los hombros de su hermano mientras volvían hacia donde estaba Ashley-. Si me necesitas, aquí estoy.

Aquellas sencillas palabras parecieron agarrotarse en el corazón de Zac, que tardó un momento en responder:

Zac: Gracias, pero estoy bien.




Zac va mejorando, ¿no?
En lo que va de novela lo odiáis todas XD
Yo digo como Ashley y Miley: dale tiempo XD
Ah y sí, Tess creo que murió al tener su segundo hijo.

¡Gracias por los coments!
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3 comentarios:

Unknown dijo...

Está embarazada??? Ay no!! Pero bueno, parece que Zac está cambiando. La escena donde le toca el pie a Charlie me llenó de ternura!!! Pero son unos golosos!! Jaja.. Me preocupa cómo reaccionará Zac cuando se entere que será padre otra vez (si es que está embarazada, obvio)..

Me encanta esta nove, es una de mis favoritas! Gracias por aclararme la duda :)
Síguela pronto! :D

Unknown dijo...

WOW... POR FIN ZAC LE PRESTA MAS ATENCION A CHARLIE.

PERO CREO QUE VA A HABER UN PROBLEMA SI VANE ESTA EMBARAZADA.. ES OBVIO QUE ZAC LA VA A CULPAR A ELLA :S
IGUAL AME ESTE CAPITULO, FUE GENIAL!

SUBE PRONTOO :)

Lau B. dijo...

YO no lo odio, me enojan sus actitudes pero no lo puedo culpar
definitivamente no lo odio!
Este capitulo ha estado de pelos! Me estoy muriendo por saber si Vanessa esta embarazada asi que Publica pronto por favor!
Bye
Xx

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