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domingo, 26 de enero de 2014

Capítulo 3


Ness: Happy, ¿quieres salir?

Vanessa se puso una cazadora ligera y agarró la suave correa de cuero que encontró colgada de la puerta.
La perra avanzó al trote hacia ella, moviendo la cola, feliz. La movía con tanta fuerza que se le movía toda la parte trasera del cuerpo. Vanessa se percató y sonrió mientras la ataba.

Ness: ¿Sabes que eres una monada?

Happy la miró como si estuviera sonriendo.

Cuando salieron al pasillo, Zac y Duke ya las estaban esperando.

Zac: Qué puntualidad -sonrió-. Happy está acostumbrada a obedecer a órdenes muy normales como «a mi lado» para avanzar, «siéntate», «túmbate» y «quieta». ¿Te parece que iniciemos el paseo?

Happy caminó pausadamente al lado de Vanessa hasta que llegaron a la zona de césped que había cerca de la puerta.

Ness: Muy bien, eh, ya puedes hacer tus cosas -le dijo una vez allí-.

Se sentía realmente ridícula dando vueltas por la pradera, intentando que la perra hiciera sus necesidades.

Zac: Aparca.

Ness: ¿Cómo dices?

Zac: Ésa es la palabra que utilizamos para que el perro sepa que puede hacer sus necesidades. No creo que te vaya a hacer caso si le dices «ya puedes hacer tus cosas» -le indicó en tono divertido-.

Ness: No me puedo creer que los perros de los ciegos vayan al baño cuando se les indica. ¿Me lo estás diciendo en serio?

Zac: Por supuesto que te lo estoy diciendo en serio. No querrás que me tenga que quedar aquí fuera cuando hace mal tiempo hasta que a la señorita le dé la gana de hacer sus cosas. Quédate quieta, como yo.

Vanessa lo imitó.

Ness: ¿No la tengo que pasear?

Zac: Pasear le viene muy bien, pero en estos momentos no es necesario. Simplemente, dile que aparque.

Ness: Aparca -dijo no muy convencida. Sin embargo, al instante quedó maravillada pues tanto Happy como Duke hicieron sus necesidades. Por lo visto, aquella palabra era mágica-. ¿Y ya está? -se maravilló-. ¿Simplemente hay que sacarla aquí, quedarse quieta y decirle que aparque?

Zac: Sí -sonrió-. Lo que siempre tienes que tener en cuenta es que debes llevar bolsas de plástico para recoger los excrementos.

Ness: Eso es importante, sí. ¿Qué más cosas debo saber?

Zac: A veces, intenta engañarte paseándose y olisqueando por ahí. En esos casos, le suelo decir que nos vamos a casa. Normalmente, eso le hace recordar que, si no cumple con el programa, se va a pasar toda la noche apretando las piernas. -Aquella imagen hizo reír a Vanessa-. Además, odia la lluvia y la nieve. Si hace mal tiempo, hay que sacarla de casa a rastras, te lo aseguro.

Ness: Muy bien. ¿Algo más?

Zac: Tienes que darle una orden para que coma, pero eso ya te lo enseñaré mañana por la mañana.

Ness: ¿Y para dormir? ¿Se puede subir a la cama? De momento, no ha intentando subirse al sofá.

Zac: Ella nunca ha tenido especial predilección por dormir ni en la cama ni en el sofá, a diferencia de otro que yo me sé que se subió al sofá el primer día -contestó señalando a Duke-. De todas formas, eso depende de ti. Si no te molesta que se suba, la dejas que lo haga y en paz. A mí, la verdad, es que nunca me ha hecho mucha gracia porque, como es rubia, me llena de pelos y se me ven.

Vanessa reparó en su ropa y, al hacerlo, se olvidó instantáneamente de los perros. Zac llevaba unos pantalones de chándal caídos a la cintura y una camiseta de la facultad de Derecho de la Universidad de Columbia.

Aquel hombre debía de ir al gimnasio porque tenía un torso y unos abdominales maravillosos. Claro que los bíceps tampoco estaban nada mal.

Madre mía.

Ya le parecía que estaba estupendo antes, pero ahora… cuando Zac se giró, Vanessa se fijó en su trasero y se dio cuenta de que allí tampoco tenía ni un solo gramo de grasa.

Zac le abrió la puerta y se quedó esperando para dejarla pasar.

Zac: Las señoritas primero.

Ness: Gracias -murmuró-.

Al ver que se movía, Happy se puso a su lado y avanzó también obedientemente. Mientras subía las escaleras, Vanessa reflexionó que era agradable saber que Zac no la estaba mirando a escondidas. Hacía años que había perdido la cuenta de la cantidad de hombres que se creían que por ser una modelo famosa tenían derecho a mirarla e incluso a tocarla.

Muchos de los que lo habían hecho eran también famosos, hombres que se creían que el mundo había sido creado única y exclusivamente para su placer personal, pero también había entre la gente normal hombres a los que una modelo les parecía un ser inanimado sin sentimientos ni emociones.

Zac: Debería haberte enseñado las órdenes básicas antes -comentó a sus espaldas-.

Ness: Bueno, por lo menos, me sé la más importante.

Aquello lo hizo reír.

Zac: Desde luego. Si quieres, la puedes sacar también mañana. Claro que, si no tienes tiempo o no te apetece, ya lo haré yo por la noche.

Ness: Oh, no. Si a ti no te importa, a mí me encantaría sacarla de paseo. Una duda: ¿le tengo que decir «a mi lado» y no «adelante»? -preguntó segura de que había oído que Zac le decía eso a Duke-.

Zac: Eso solo se lo decimos a los perros que llevan arnés. Happy ya no está en activo, así que, aunque se sabe muchas más órdenes, ya no las necesita.

Ness: Muy bien.

Estaban llegando a sus respectivas casas, así que Vanessa sacó las llaves del bolso.

Ness: Buenas noches -se despidió-.

Zac: Hasta mañana -sonrió-.

Mientras se cepillaba los dientes un rato después, Vanessa pensó que, después de todo, su relación con el vecino no estaba yendo tan mal.

No le había hablado de él a Britt, su hermana. Durante su conversación telefónica, habían hablado sobre todo sobre la falta de sentido común de su padre.

Britt: ¿Por qué se tendrá que casar? -Se había lamentado-. ¿Por qué no se conformará con vivir con ella? Le saldría mucho más barato porque no tendría que pagar una pensión tras el divorcio.

Vanessa imaginaba que tenía que haber una razón psicológica mucho más compleja detrás de la necesidad de su padre de casarse con cada mujer con la que mantenía una relación, pero no tenía ni idea de cuál podía ser. Tampoco era que le importara demasiado el asunto. Hacía mucho tiempo que había aceptado los fracasos matrimoniales de su progenitor.

Vanessa hizo una mueca de disgusto al pensar en que al día siguiente tenía que llamar a su madre. Su madre nunca se había vuelto a casar y, cada vez que su padre lo hacía, su progenitora se ponía furiosa.

Vanessa suspiró y llamó a Happy. La perra entró en su habitación y se tumbó en la alfombra que había junto su cama. Vanessa se pasó un buen rato acariciándola.

Ness: Eres mejor que una persona. Si tuviera una perrita como tú, jamás estaría sola. Tú me serías fiel durante toda la vida, ¿verdad?


Vanessa había terminado de hacer su sesión de tablas de yoga a la mañana siguiente cuando llamaron al timbre.

Secándose la cara con una toalla, abrió la puerta y se encontró con Zac vestido con un traje gris marengo, camisa blanca y corbata color lavanda, perfectamente vestido para empezar el día.

Zac: Buenos días -la saludó-.

Ness: Hola -contestó tirando de las mangas del jersey que llevaba anudado a la cintura. A veces, seguía sintiéndose gorda con la ropa de hacer gimnasia. A veces, no recordaba que había engordado a propósito-. Qué traje tan bonito llevas. ¿Te puedo preguntar cómo sabes qué colores combinar?

Lo cierto era que aquel hombre le parecía cada día más guapo. Seguro que en la universidad tendría a todas las chicas detrás.

Zac: Casi todas mis prendas tienen etiquetas en Braille y, además, la chica de la tintorería es un encanto. Cuando les llevo la ropa sucia, lo hago por bolsas, cada traje con su camisa y su corbata en una bolsa, y ellos me le devuelven exactamente igual lavada y planchada.

Ness: Ah, así que, cuando compras un conjunto, nunca lo separas.

Zac: Así es. -En aquel momento, apareció Happy, que salió a recibir a su dueño. Zac se apresuró a colocarse en cuclillas a su lado para acariciarla-. Hola, cariño. Yo también te he echado de menos. -A continuación, se puso en pie y Vanessa se fijó en la bolsa de comida que había dejado junto a su puerta-. Aquí está su desayuno y su cena, por si llego tarde.

Ness: Muy bien -contestó sin poder parar de mirarlo-.

Zac: ¿Ocurre algo? -dijo como si se hubiera dado cuenta a pesar de que no la veía-.

Vanessa chasqueó la lengua.

Ness: ¡Lo cierto es que estás tan guapo que no puedo parar de mirarte y estaba dando gracias al cielo de que no me puedas ver!

Aquello hizo que Zac se riera.

Zac: Bueno, me has picado la curiosidad -contestó agarrándole el brazo y poniéndole la mano en el hombro-.

Al sentir su mano, cálida y grande, Vanessa sintió que un escalofrío la recorría de pies a cabeza. Zac le colocó el pulgar en la base de la garganta y Vanessa se preguntó si se estaría dando cuenta de que tenía el pulso acelerado.

Zac: Ah -dijo tocándole el tirante de la camiseta-. Ropa de gimnasia. ¿Qué estabas haciendo?

Ness: Yoga -contestó preguntándose si se estaría notando que estaba nerviosa-.

Zac: Perdón por interrumpirte. No quiero entretenerte.

Ness: No, no te preocupes, acababa de terminar. Hago una breve tabla tres veces por semana y luego salgo a correr. Los otros tres días tengo un entrenamiento un poco más duro.

Zac: Eso solo son seis días -comentó-.

No le había quitado la mano del hombro. Lejos de hacerlo, estaba ahora acariciándole con el pulgar en la clavícula y Vanessa tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no abalanzarse sobre él.

¿Qué demonios le estaba ocurriendo?

Ness: Eh… sí, seis, claro. -«Oh, Dios mío, ayúdame», pensó-. Sí, los domingos descanso.

Zac: Yo, también. Corro todos los días en la cinta y levanto pesas tres veces por semana.

Ness: ¿Te puedo hacer otra pregunta estúpida?

Sentía que iba a volver a preguntar algo políticamente incorrecto, pero la curiosidad podía con ella. Vanessa se echó levemente hacia atrás y, para su alivio y decepción, Zac dejó caer la mano.

Zac: Según un profesor de latín que tuve, no hay preguntas estúpidas sino respuestas estúpidas.

Ness: ¿Cómo sabías dónde tenía el hombro? -Zac se quedó momentáneamente sorprendido-. Ahora mismo -le aclaró-. Has levantado la mano sin dudar y la has puesto exactamente donde querías.

Zac: ¿Cómo estás tan segura? A lo mejor no era el hombro lo que te quería tocar.

Ness: Muy gracioso.

Zac: Jamás lo sabrás.

Ness: Lo sabré cuando hayas contestado a mi pregunta -insistió con firmeza-.

Aquel flirteo se le estaba yendo de las manos. Aquel hombre que tenía delante era su vecino, por favor. Aunque fuera increíblemente guapo y se mareara cada vez que lo veía, no quería tener una relación con nadie.

Lo único que quería era instalarse en un pueblecito pequeño y maravilloso y tener una vida normal y corriente.

Zac: Está bien -dijo poniéndose serio-. Cuando me quedé ciego, comencé a desarrollar increíblemente el sentido del oído. Oigo mucho mejor que la gente que ve, así que me dejo llevar por el oído. Utilizo la voz de la persona con la que estoy hablando para calcular su altura o la distancia a la que nos encontramos. No lo hago conscientemente, me sale solo. Por eso sabía dónde tenías el hombro.

Ness: Entiendo.

Zac se llevó la mano a la muñeca y Vanessa escuchó que su reloj le hablaba, dándole la hora.

Zac: Me tengo que ir -anunció-. Esta noche me paso por tu casa a recoger a Happy si te parece bien.

Ness: Muy bien. Que tengas un buen día.

Zac: Gracias. Tú también -se despidió acariciando a la perra-. Hasta luego, cariño. Pásatelo bien con Vanessa.

Vanessa recogió la bolsa de comida y se quedó mirando a Zac, que estaba bajando las escaleras sin dudar un momento. Duke lo guiaba y él pisaba con fuerza, sin pensárselo dos veces.

Vanessa se preguntó qué se sentiría al depender tanto de un animal. No se podía imaginar a sí misma siendo ciega y teniendo que dar un paso detrás de otro para bajar una escalera guiada por un perro.

Ness: Vamos, Happy -le dijo a la perra, que se había quedado donde Zac la había dejado. La pobre parecía muy triste-. ¿Quieres que vayamos a dar una vuelta?


Zac estaba ansioso por llegar a casa.

Había tenido una jornada de trabajo muy dura pues estaba preparando un juicio en el que iba a actuar como abogado defensor y tenía una semana de mucho trabajo por delante. Estaba tan casando que había pensado en tomarse el día siguiente libre, pero no sabía si iba a poder ser.

Al llegar a casa, paró en el buzón a recoger el correo y subió las escaleras hasta el segundo piso.

Apenas había puesto el pie en el pasillo cuando oyó que se abría una puerta. Al instante, oyó unas uñas sobre el suelo de madera y un aullido canino de felicidad.

Sintió que el corazón le daba un vuelco. Happy no estaba tan feliz desde que Duke había llegado a casa.

Durante el mes en el que había tenido que acudir a la escuela de adiestramiento de perros con Duke, ella se había quedado con Drew Seeley, el compañero de colegio con el que trabajaba.

Happy adoraba a aquel hombre y Zac sabía que él la había tratado de maravilla en su ausencia.

Drew la había llevado a casa cuando Zac había vuelto y se había mostrado encantada de verlo… hasta que se había dado cuenta de que había otro perro en casa.

Desde entonces, nada había vuelto a ser lo mismo.

Zac: Hola, cariño -dijo abrazando a su perra-. ¿Te lo has pasado bien con Vanessa? -A pesar de que todavía no había dicho nada, Zac sabía perfectamente que estaba cerca-. Hola -la saludó-.

Ness: ¡Hola!

Zac: Pareces contenta -comentó-.

Ness: ¿A qué no sabes lo que he hecho hoy?

Zac: ¿Te ha tocado la lotería?

Vanessa se rió.

Ness: ¡No, me he comprado un piano!

Zac: Vaya. Desde luego, cuando decides hacer algo, lo haces.

Vanessa se rió.

Ness: Me lo traen el martes. ¡Además, he llamado a la universidad para ver si había algún profesor que me pudiera dar clases y empiezo la semana que viene!

Zac: Me alegro mucho por ti.

Ness: También he tenido una entrevista en la guardería. Están buscando a una persona que esté dispuesta a trabajar solo veinte horas a la semana. Cuanto más lo pienso, más me convenzo de que prefiero eso a un contrato de cuarenta horas semanales. Así, podré estudiar a la vez.

Zac: ¿Tienes pensado ir a clase a Gettysburg?

Ness: No, la universidad no tiene estudios de magisterio, pero hay varias escuelas a una hora de aquí que sí lo tiene. He estado mirando en Internet. Las universidades de Shipbensburg, Wilson College, Penn State's, Mont Alto y Messiah College están a menos de una hora en coche de aquí. Todas tienen diplomaturas en educación excepto Mont Alto, pero allí podría hacer los dos primeros años y, luego, cambiarme a otra. Si quiero ir a Penn State, tendría que terminar en el campus de la University Park y ésa está a más de dos horas, lo que no me apetece en absoluto, así que, al final, me he quedado con Shipp, Wilson y Messiah. Voy a ir a verlas todas la próxima semana.

Zac: Tienes mucha energía, ¿eh? -observó-.

Vanessa se rió.

Ness: No te creas, como todo el mundo. Lo que pasa es que parece que tengo mucha porque estoy empezando muchas cosas nuevas a la vez.

Zac se moría de curiosidad por saber a qué se había dedicado Vanessa antes, qué era lo que había dejado atrás. Tal vez, fuera algo tan trivial como trabajar en una cadena de restaurantes de comida basura, pero lo dudaba mucho.

Entonces, se le ocurrió otra cosa.

Zac: ¿Has pensado en que, si trabajas solo veinte horas a la semana, probablemente no cobres mucho y no puedas pagar el alquiler de este piso? Por no hablar del piano, claro.

Aunque no veía su expresión, Zac se dio cuenta de que Vanessa se había quedado de piedra.

Ness: Por supuesto que lo he pensado -contestó por fin-.

Zac: Perdona si te he pinchado tu burbuja de felicidad -se apresuró a disculparse-. Tu situación económica no es asunto mío. Te pido perdón.

Ness: No pasa nada. Claro, no me había dado cuenta de lo que podría pensar una persona que no me conociera -añadió-. Yo… eh… -dudó poniéndose nerviosa-. Me parece que no hay manera educada de decirlo, así que lo voy a decir tal cual. Resulta que tengo mucho dinero.

Zac: A mí me parece que lo has dicho de manera muy educada. Podrías haber dicho «estoy podrida» o «se me sale el dinero por las orejas».

Ness: Sí, supongo que podría haber dicho algo así -comentó chasqueando la lengua-.

Zac: ¿Y es cierto?

Ness: ¿El qué?

Zac: ¿Se te sale el dinero por las orejas?

Ness: Define «salirse el dinero por las orejas», por favor.

Zac sonrió.

Zac: Chica lista. Está bien. Más de un millón.

Ness: Ah -comentó en un tono que a Zac se le antojó de alivio-. Sí.

¿Vanessa tenía más de un millón de dólares? ¿Sería una heredera multimillonaria o algo así? A Zac no se le ocurría ninguna manera educada de preguntar, así que decidió dejar el tema.

Zac: Fantástico -comentó tranquilamente abriendo la puerta de su casa-. Pasa -le indicó a Vanessa-. ¿Así que Happy se ha portado bien?

Ness: Se ha portado de maravilla -le aseguró siguiéndolo. Zac la escuchó cerrar la puerta mientras él le quitaba el arnés a Duke-. Me sigue todo el rato. Supongo que será que está acostumbrada a estar siempre con alguien, ¿no?

Zac: Sí. En el trabajo, se quedaba todo el día tumbada junto a mi mesa. Está muy enfadada porque la dejo en casa. A pesar de que intento venir todos los días a la hora de comer para ver qué tal está.

Ness: Te aseguro que a mí no importa en absoluto que se quede conmigo.

Zac: Gracias. -Era agradable saber que podía contar con alguien si se producía una emergencia, pero eso no quería decir que pudiera imponerle a su perra de manera regular-. ¿Has ido ya al campo de batalla?

Ness: No, pero quiero hacerlo pronto. Supongo que vivir en Gettysburg y no saber nada de la batalla que se libró aquí será poco menos que ilegal.

Zac: Yo tengo una cinta de audio informativa. Si quieres, te la dejo o, si prefieres y estás libre mañana, no me importa acompañarte -se sorprendió a sí mismo proponiendo-.

Pero si ni siquiera había decidido todavía si se iba a tomar el día libre o no. ¿Acaso la acababa de invitar a salir? No estaba seguro de que la propuesta pudiera ser considerada una cita. En cualquier caso, era lo más cerca a salir con una chica que había estado desde que había roto su compromiso unos meses después del accidente.

Ness: Me encantaría. ¿Nos podríamos llevar a los perros?

Zac: Sí, claro que sí. Bueno, sé que con Duke no hay problema porque es perro guía, pero Happy… no lo sé…

Ness: Puedo consultar en Internet si pueden entrar perros en el parque temático.

Zac: Perfecto entonces. Gracias.

Ness: Gracias a ti. Llevaba ya un tiempo queriendo ir, así que genial.

Zac: ¿A qué hora te gustaría ir?

Ness: ¿A las nueve te parece demasiado pronto?

Zac: No, me parece bien que quedemos a las nueve.

Ness: Muy bien. Nos vemos mañana entonces.

Zac: Vanessa -dijo agarrándola de la muñeca-. Gracias por cuidar de Happy. Esta perra significa mucho para mí y me ha resultado más fácil trabajar sabiendo que no estaba sola.

Al sentir su mano, Vanessa había dado un respingo pero, ahora, para sorpresa de Zac, había girado la mano de manera que sus palmas se tocaran y le había apretado los dedos.

Zac sintió su piel delicada y cálida y pensó que el trabajo que hubiera desempeñado con anterioridad, desde luego, no había sido manual.

También pensó que la atracción sexual que se había producido entre ellos la había tomado a ella también por sorpresa.

Él había sentido que el pulso se le aceleraba cuando sus manos habían entrado en contacto y, por la breve inhalación que había oído, supuso que a Vanessa le había pasado exactamente lo mismo.

Ness: A mí me ha resultado maravilloso no estar sola tampoco -le dijo tras aclararse la garganta-. No me había dado cuenta de lo sola que estaba hasta que me he venido a vivir aquí y estoy decidida a cambiar esta situación -añadió-. Aunque tenga que ser con un perro -rió-. Por cierto, hablando de Happy, se ha sentado junto a mi puerta. Me parece que se cree que se va a quedar conmigo otra vez.

Zac: Happy, ven -la llamó-.

Silencio.

Perfecto.

Exactamente igual que la noche anterior. Zac intentó no sentirse dolido. Desde la perspectiva de la perra, había sido él quien la había dejado tirada.

Ness: A mí me encantaría que se volviera a quedar a dormir en casa, pero sé que tú prefieres tenerla a tu lado.

Zac: Yo lo que quiero es que ella esté bien…

Ness: Se acabará sobreponiendo, ya lo verás -le aseguró poniéndole la mano en el hombro-.

Zac estaba seguro de que aquel gesto había sido de consuelo por su parte, pero a él lo había excitado mucho. Hacía ya muchos años que se había olvidado de tener una relación y ahora aparecía una vecina nueva y no podía ignorarla por más tiempo.

No era que no le gustaran las mujeres. En realidad, le gustaban un montón. Incluso en el pasado había amado a una. Sin embargo, tras el accidente había pensado que era imposible que Amber quisiera permanecer a su lado para siempre.

Aunque actualmente, mirándolo con perspectiva, le pareciera absurdo lo que había hecho, en aquel entonces apartar a su prometida de su lado y aislarse tras un muro de autocompasión e inseguridad se le había antojado lo mejor.

Le había costado varios años de psicólogos sentirse a gusto con quien era y convencerse de que perder la vista no era perder la masculinidad. Para cuando lo había conseguido, Amber había rehecho su vida. Un día, había ido a verla. Le había abierto ella misma la puerta de su casa y la conversación había ido bien hasta que le había dicho que se había casado.

Después de aquello, no había habido mucho más que decirse.

Zac se había ido con el amargo sabor de la derrota en la boca y sabiendo que la había perdido porque había sido un estúpido.

Desde entonces… desde entonces había salido unas cuantas veces con chicas maravillosas y había tenido una cita a ciegas desastrosa.

Cita a ciegas por parte de ella, claro, porque por la suya lo iba a ser de todas maneras…

De las otras chicas, no había habido ninguna memorable, ninguna de las mujeres con las que había salido le había acelerado el pulso.

A Zac le había resultado fácil sumergirse en el trabajo… hasta que Vanessa Hudgens se había mudado a la casa de enfrente hacía menos de una semana.

¿Y ahora qué?

No tenía ni idea de cómo era aquella mujer físicamente, pero estaba muy seguro de que le aceleraba el pulso. No era algo simplemente sexual, le gustaba también su sentido del humor y le gustaba que fuera una mujer directa a la que le gustaban los perros, lo que la convertía en una mujer casi perfecta.

En cualquier caso, era obvio que la atracción era mutua. Zac estaba seguro de que ella también lo sentía. Aquella mujer hacía que se le acelerara el pulso. A Zac le bastaba con tenerla cerca o con oír su risa para sentir un escalofrío por todo el cuerpo.

Sí, hacía mucho, muchísimo, tiempo que no se había sentido tan atraído por una mujer.

Lo cierto era que le apetecía volver a verla y explorar la química que había entre ellos.

No le cabía la menor duda de lo que le estaba sucediendo y sabía exactamente lo que iba a hacer.

Zac: Primero iremos al campo de batalla y, luego, iremos al centro de visitas. Supongo que lo mejor es empezar desde el principio.

Ness: ¿Te refieres a empezar desde el principio mi educación sobre Gettysburg? -rió-.

Zac sonrió y asintió.

Zac: Sí, vamos a empezar desde el principio con tu nueva vida en Gettysburg.

Ness: Mi vida en Gettysburg -repitió con satisfacción-. Me gusta cómo suena eso.




Ay, qué monos...
De cada vez se llevan mejor. Y, repito lo que dije en el anterior capi, es la primera vez en una novela que la relación empieza de manera normal XD
Paso a paso, educadamente, conociéndose poco a poco... ¡Como tiene que ser!

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Dos palabras: ME ENCANTO!!
Simplemente eso.. estoy amando a la nove, y a Zac... y a Vane tambien pero mas a Zac. Y los perros juegan un papel muy importante, en especial Happy.


SUBE PRONTO :))

Unknown dijo...

Qué lindoos! En serio!! Pero me mató lo de Amber, Zac fue a buscarla, quizá para recuperarla, pero ella ya había seguido con su vida.. me dio mucha pena!! :(

Se gustan!! :D

Síguela pronto :)

LaLii AleXaNDra dijo...

Bueno, ya van avanzando, pero Happy es obvio que se va a quedar con Vanessa, ya esta mas que feliz con ella
:D
siguela

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