Los hombres de verdad no desayunan cereales. No le sirvas a tu hombre un tazón de cereales. Eso es para los niños. Necesita un desayuno vigorizante. Debería despertarse con el aroma a café recién hecho, bacon crujiente, y verte, perfectamente peinada, maquillada y vestida en la cocina, preparándole los huevos exactamente como le gustan.
De Las 49 cualidades del hombre de verdad. Revista Hombres, abril 1949.
Zac: Yo tomaré cereales, y una infusión. Tienen infusiones, ¿verdad?
**: Por supuesto, señor, ¿qué le apetece? La menta es especialmente buena por la mañana, pero también tenemos manzanilla...
Vanessa se recostó en la silla mientras observaba a los dos hombres discutir sobre infusiones. Gregory Peck o Cary Grant no hablarían nunca de algo así. Los hombres modernos estaban siempre preocupados por su cuerpo. Su ideal de hombre a lo Cary Grant no lo haría. Igual que tampoco podía imaginarse a ese hombre entrando en un elegante restaurante vestido con una camiseta que decía «Me encanta correr». Aunque lo cierto era que a Zac le sentaba muy bien, seguro que mejor que al propio Cary. Zac lucía un pecho fornido. No era el tipo que lleva traje porque seguro que se mancharía la corbata, a menos que tuviera una novia que se ocupara de su aspecto.
Vanessa dio otro sorbo de café mientras consideraba esto último. No pudo evitar preguntarse cómo sería la mujer que hubiera en la vida de Zac. Había leído algo en las revistas sobre ésta o aquélla modelo pero nunca parecían relaciones serias. No era un hombre perfecto, pero las mujeres de hoy en día tendían a pasar por alto cosas como los buenos modales, la puntualidad o la elegancia para fijarse más en la fama, la riqueza o un pecho musculoso y unos brazos morenos. Vanessa observó los brazos de Zac, morenos y volvió a su pecho. Tal vez todas esas mujeres tuvieran razón.
Zac: El café suele despertar a la gente -dijo acercándose a ella por encima de la mesa-, pero parece que el tuyo te está poniendo en una especie de trance.
Ness: Ah, lo siento, estaba... pensando... -«en tu pecho y tus músculos imaginando cómo te sentaría un traje»-... en mi frigorífico.
Zac: ¿Tu frigorífico?
Ness: Se me ha estropeado -dijo haciendo una mueca al recordar el olor a leche cortada-. De hecho, parece que no le pasa nada al aparato sino a la instalación eléctrica del edificio.
Zac: Eso no parece seguro. Hoy es el frigorífico y mañana todo el piso puede estar en llamas. Si yo fuera tú, pensaría seriamente en cambiar de piso.
Ness: No, gracias. Acabo de desembalarlo todo. Además, es normal que pase algo así. Es un edificio antiguo. Creo que lo construyeron en los años cuarenta.
Zac: ¿Dónde está? -preguntó, y cuando Vanessa se lo dijo hizo una mueca-. ¿Por qué vives ahí?
Ness: Es un barrio interesante. Tiene carácter... un ambiente agradable.
Zac: El ambiente no sirve para arreglar las grietas en la pared o los fallos en el sistema eléctrico. Si quieres saber mi opinión, deberían derruir todas esas casas y construirlas de nuevo. Hacer casas decentes para la gente en vez de convertirlo todo en zonas residenciales para los ricos.
Vanessa se movió incómoda. Tenía que admitir que en aquello tenía razón.
Ness: ¿Y dónde vives tú?
Zac: En White Valley -contestó con una sonrisa de satisfacción-.
Vanessa esperaba que le dijera que vivía en la zona rica de la ciudad.
Ness: ¿White Valley? ¿Te refieres a las afueras, en South Side?
Zac: Exactamente.
Ness: Ah -contestó dejando la taza en la mesa, intrigada-. ¿Por qué vive allí un escritor famoso?
Zac: Es buen sitio. Hay muchos parques para salir a correr, varios mercados, buenos colegios...
Ness: ¿Escuelas? ¿Tienes niños?
Zac: No que yo sepa -dijo con una sonrisa-. Pero mi hermana sí. Vive cerca y también mi madre.
Parecía que era un hombre familiar, o más bien un niño de mamá. Seguro que hasta le haría la colada a menos que contratara a alguien para ello. Seguro que sería así. Tendría una casa con jardín, decoración moderna hecha por un profesional, y servicio, tal vez incluso una cocinera que se ocupara de prepararle las infusiones.
Ness: Interesante... pero no es eso a lo que hemos venido. Tenemos que hablar del artículo.
Zac: Claro. ¿Qué hay que discutir?
Ness: Muchas cosas. El concepto. El punto de vista que seguiremos. ¿Por qué estás haciendo esto...? -se mordió el labio inferior, pero las palabras habían salido ya de sus labios. No quería ser tan directa-.
Zac: De acuerdo -dijo esperando a que el camarero le sirviera la infusión- . El concepto parece bastante obvio. Tienes un artículo que se escribió en 1949 en el que se incluían las características que las mujeres tenían que buscar en un hombre de verdad. Y ahora tienes que ponerla al día. -Vanessa asintió con la cabeza-. El punto de vista también parece claro. Tienes una lista de hombres con los que hablar. Llamémoslos y hablemos con ellos. No creo que tardemos más de uno o dos días.
Ness: Me temo que no será tan sencillo -explicó con cuidado-. No podemos llamar y preguntarles su opinión sobre la puntualidad o los buenos modales.
Zac: ¿Por qué no? Es lo que hiciste conmigo.
Ness: Solo lo hice para preguntarte por tu personaje. No podía pasar un día con Hunter.
Zac: Supongo que no -dijo con ojos traviesos-. Aunque podría escribir una escena en la que lo hicieras.
Probablemente sería una en la que Hunter le arrancaría la ropa.
Ness: No, gracias -dijo, aunque la idea pudiera resultar atractiva-. Ya tengo la información sobre Hunter, pero no sé nada del resto de los hombres.
Zac: ¿No estarás sugiriendo que pasemos un día con cada uno?
Ness: Tal vez no un día, pero sí unas horas.
Zac: ¿Horas? ¿Cuántos hombres son?
Ness: Unos veinticuatro.
Zac: ¿Veinticuatro? No podemos pasar horas con cada uno. Eso nos llevará... horas.
Ness: Más bien días -corrigió-. Por eso creo que será mejor que nos los repartamos. Tú podrías ocuparte del poeta, el galerista y al que le gusta el puenting y yo me ocuparé de los otros. Los entrevistaremos y luego pondremos en común todas las cualidades que hayamos encontrado.
Se recostó en la silla. Si se repartían el trabajo, ella podría ocuparse de otros proyectos más interesantes. Aunque no tuviera muchos a la vista.
Zac: Creo que no -dijo masticando con lentitud los cereales-.
Ness: ¿Cómo dices?
Zac: No creo que sea una buena idea -dijo dándole unos golpecitos en la mano a Vanessa-.
Vanessa no había esperado una contestación semejante y lo miró con suspicacia.
Ness: ¿Y cómo crees tú que deberíamos hacerlo?
Zac: Juntos.
Ness: No hay razón para que tengamos que hacer las entrevistas los dos juntos. Tardaríamos menos tiempo...
Zac: Yo no puedo continuar con mi trabajo hasta que haga esto. Mi héroe está atrapado en medio del océano, rodeado de los matones de un mafioso y de tiburones, y no podrá escapar si no lee el tipo de libros adecuado.
Ness: ¿Qué?
Zac: Cosas mías. Necesito inspiración y creo que podré encontrarla hablando con esos hombres.
Ness: No creo que un galerista se encuentre rodeado de tiburones muy a menudo -dijo mientras miraba la sonrisa encantadora de Zac-.
Zac: Nunca se sabe. He oído cosas terribles del mundo del arte.
Ness: Aun así, sería mejor que cada uno se ocupara de una parte de la lista...
Zac: Podemos hacerlo. Solo creo que sería mejor si hablásemos con todos a la vez.
Ness: Yo no lo creo. Sería mejor hacerlo a mi manera, para tardar menos.
Zac: Lo cierto es, Vanessa, que no estoy muy seguro de lo que tengo que averiguar. Aunque lo supiera, dudo mucho que lo hiciera bien. Escribo novelas, no artículos de revistas. Paso el noventa por ciento de mi tiempo en mi despacho, pero nunca he entrevistado a nadie.
Zac se quedó mirándola con un aspecto de indefensión irresistible. Vanessa trató de recuperar el sentido.
Ness: Algo habrás tenido que investigar para tus libros.
Zac: Algo, sí -dijo abriendo y cerrando los ojos-. Llamo a la gente y les hago preguntas técnicas sobre barcos, aviones... trayectorias de misiles y esas cosas. Pero vuestro proyecto es totalmente nuevo para mí.
Ness: ¿Y qué me dices de antes de hacerte escritor?
Tenía un vago recuerdo de haber leído algo sobre su vida aunque no podía recordar qué.
Zac: Veamos. Trabajé en un sitio de comida rápida cuando tenía dieciséis años. Después de aquello acabé odiando ese tipo de comida, pero no saqué gran experiencia en entrevistar a gente.
Ness: ¿Y entre los dieciséis y ahora? ¿O estuviste friendo patatas hasta que vendiste un par de libros?
Zac: No. Trabajé un par de años en la construcción, después conduje un camión...
Albañil y conductor de camiones. Eso explicaba mucho las cosas.
Zac: Y después enseñé física durante un tiempo -terminó-.
Ness: ¿Estudiaste física en la universidad? -preguntó con evidente sorpresa-.
Zac: No, te dejan enseñar si quieres con que tengas algo de experiencia preparando comida rápida o sepas poner unos clavos. Pues claro que estudié física. Es necesario para luego enseñarla, pero me temo que tampoco ayuda en esta situación. Sé por qué un helicóptero puede despegar en vertical y cómo calcular la trayectoria de una bala, pero no me dieron clases sobre cómo entrevistar a la gente.
Ness: ¿Y si no habías entrevistado nunca a nadie, por qué te ofreciste a hacer esto? -preguntó sin poder evitarlo-.
Zac: ¿No os lo explicó mi agente? -preguntó con sorpresa-.
Ness: Le dijo a Chelsea que la idea te había dejado fascinado pero...
Zac: Eso es -la interrumpió-. Estoy absolutamente fascinado.
Ness: ¿De veras? -preguntó no muy convencida-.
Zac: ¿La sinceridad es una característica importante del hombre de verdad?
Ness. Así es.
Zac: Vaya -dijo dando un suspiro-. De acuerdo. Lo cierto es que estoy preocupado por Hunter. Quiero crear un hombre al que las mujeres puedan admirar. Parece que tú también estás trabajando en el mismo concepto. A tu lado podré averiguar el tipo de hombre que les gusta a las mujeres, pero necesitaré tu ayuda -su sonrisa era dulce y encantadora-. Además, ¿cómo sabría yo quién es el hombre ideal si no estás tú para mostrármelo?
A Vanessa no se le ocurría ninguna razón para contradecirle. Ella tenía su propia idea del hombre perfecto y quién sabía lo que encontraría Zac si ella no le echaba una mano.
Ness: Supongo que podríamos hacer las primeras entrevistas juntos. Pero tienes que ser puntual.
Zac: Como tú digas.
Ness: Y no estaría mal que te vistieras algo más formalmente. Habrá fotógrafos y eso.
Zac: Claro -dijo sorprendido una vez más-.
Ness: De acuerdo entonces -dijo recogiendo sus papeles-. ¿Con quién quieres empezar? ¿El galerista o el programador informático?
Media hora después, Vanessa aparcaba frente a Wutherspoon Deportes al Aire Libre. No estaba muy segura de por qué Zac se había ofrecido voluntario a ayudarla en su artículo ni por qué había insistido tanto en que trabajaran juntos. Sin embargo, una cosa estaba clara. Ya que había decidido hacerlo, iba a llegar hasta el final. Se había mostrado muy interesado en la idea y habían pasado más de una hora discutiendo el enfoque hasta decidir que cada uno pensaría en las cualidades que mejor describieran al hombre de verdad. Vanessa estaba deseando ver sus sugerencias.
Iba pensando en ello cuando abrió la puerta de los almacenes. Hacía mucho que no pasaba por allí. Habían sido modificados de forma que estaba dividido entre la zona de ventas y la zona de oficinas en un mismo edificio. El difunto señor Wutherspoon se preocupaba por la calidad de sus productos pero no por la decoración. Antiguamente aquello no era más que una gran nave con el suelo de cemento y luces fluorescentes en el techo.
Las cosas habían cambiado mucho. El suelo estaba cubierto por una moqueta de un suave gris y las paredes habían sido pintadas. La mercancía estaba dividida por departamentos. Vanessa se paseó por la sección de mochilas, se detuvo a ver algunas chaquetas y finalmente las tiendas de campaña donde una dependienta forcejeaba con un maniquí al que trataba de vestir.
Dependienta: ¿Necesita ayuda?
Ness: Oh, no. Solo estaba mirando.
Dependienta: Las mochilas están por allí, y más allá el material de escalada. ¿No es usted de las que escalan, verdad? -dijo mirando a Vanessa de arriba abajo. Vanessa negó con la cabeza-. Bien porque no sé dónde están las cosas. Te vas un par de semanas de vacaciones y cuando llegas todo ha cambiado de sitio.
Ness: Sí, este sitio está distinto.
Dependienta: Y que lo diga. Es por el señor Charmichael. Lo cambia todo. Llevamos renovando desde que asumió la dirección.
Ness: Está muy... bien -aventuró-.
Dependienta: Supongo -dijo con una expresión que decía claramente que no le gustaba-. Personalmente, no creo que tenga el aspecto de una tienda a la que se viene a comprar equipamiento de montaña. Se parece más a una... boutique.
Ness: Bueno, sí, lo parece.
Dependienta: Incluso hemos incluido una línea de ropa interior de cuero en el catálogo de productos -dijo con un gesto de asco-. Si el señor Wutherspoon levantara la cabeza... A este paso, no me extrañaría que estuviéramos fuera del negocio en menos de un año.
Ness: No creo que sea así. Estoy segura de que se venderá bien -dijo intentando darle ánimos-.
Dependienta: Lo dudo -dijo mientras se daba la vuelta y se dirigía hacia otros clientes-.
Vanessa la observó durante un momento y después salió de la zona de ventas, atravesó las puertas de cristal y subió al segundo piso donde estaban las oficinas. El señor Charmichael había hecho cambios allí también. La entrada había sido pintada de otro color y el suelo estaba cubierto de la misma elegante moqueta de color gris. Sarah Mayer, que había sido la secretaria del señor Wutherspoon durante años, también había sido reemplazada por una joven vestida con un traje de seda verde que tecleaba en el ordenador con asombrosa eficiencia.
Secretaria: Hola -dijo con una brillante sonrisa-. Bienvenida a Wutherspoon Deportes al Aire Libre. ¿En qué puedo ayudarla?
Ness: Bueno... yo... Anna -empezó leyendo el nombre que aparecía en la tarjeta identificatoria de la joven-, me gustaría escribir un artículo sobre los almacenes y quería hablar con alguien al respecto. Soy una periodista free-lance y me gustaría hablar de los cambios que este lugar ha experimentado desde que el señor Charmichael asumió la dirección -explicó-, pero también sobre la marcha del negocio en general.
Anna: ¿De veras? -preguntó pasándose las manos por las inexistentes caderas- ¿Y habrá fotógrafos?
Ness: Por supuesto.
Anna: Bien, entonces no veo por qué no habríamos de hacerlo.
Ness: Supongo que tendría que hablarlo con el señor Charmichael, no obstante. ¿Cómo cree que se lo tomará?
Anna: No creo que tenga ninguna objeción. Es muy amable. Un verdadero caballero. Ya me entiende. Siempre está conforme con todo y no va por ahí tocándome el trasero a la más mínima oportunidad.
Ness: Aun así creo que debería hablar con él -insistió, que no veía que aquella chica tuviera muchas curvas-.
Anna: Probablemente, sí -dijo sin dejar de escribir-. No está aquí en este momento, pero vendrá mañana. Si me deja su nombre y su número de teléfono le diré que se ponga en contacto con usted.
Ness: Gracias -dijo entregándole una tarjeta de visita-. Por cierto, ¿no conocerá a Drew Seeley? Es un comercial...
Anna: ¿Drew? Claro que conozco a Drew -dijo poniéndose colorada-. Todo el mundo conoce a Drew -prosiguió mirando a Vanessa de arriba abajo-. ¿Es su prometida?
Ness: Oh, no, no -se apresuró a responder-. Nada de eso. Yo... ¿Drew está prometido?
Anna: ¡Por supuesto que sí! Lo llama al menos doce veces al día.
Ness: ¿De veras? -preguntó recordando que Ashley no había mencionado nada de una prometida-.
Anna: Seguro que lo hace para vigilarlo. Y no la culpo. Si yo tuviera un novio así también lo vigilaría -dijo volviendo a sonrojarse-. Lo siento. No debería haber dicho eso a una amiga de Drew.
Ness: No soy amiga suya. No lo conozco siquiera. Yo... esto... alguien me habló de él, eso es todo -dijo riéndose-. Por lo que dijo parecía que estuviera hablando del nuevo galán.
Anna: Es encantador, sí -dijo con expresión soñadora-. Es una pena que esté comprometido.
Ness: Cierto -murmuró antes de dirigirse hacia las escaleras preguntándose si Ashley sabría que estaba comprometido-.
Decidió que Drew no podía estar en su lista de hombres perfectos porque uno de ellos nunca flirtearía con una mujer a menos que estuviera libre y realmente interesado.
Lo bueno del día era que iba a escribir sobre Wutherspoon Deportes al Aire Libre. No era exactamente periodismo de investigación, pero era mucho mejor que la lista de cualidades del hombre de verdad.
El personaje de Zac estaba sufriendo una crisis de identidad, lo mismo que el propio Zac.
¿Renovar el vestuario? ¿De dónde había sacado algo así?
Golpeó el teclado lleno de frustración. Como si cambiar de vestuario pudiera arreglarlo. Y aunque consiguiera que Hunter cambiara de forma de vestir o que leyera otro tipo de libros, quedarían otras cuarenta y ocho cualidades más. Zac era consciente de que él solo cumplía tres o cuatro y Hunter estaba en un verdadero lío.
Seguía mirando el ordenador con aspecto decaído cuando sonó el teléfono.
Zac: ¿Sí? -gruñó-.
John: Soy yo. Tengo un par de preguntas que hacerte. Qué tal te fue con la señorita Hudgens y si tu héroe ha salido ya del agua.
Zac apoyó los pies en la mesa y leyó con desgana los párrafos que había escrito.
Zac: Digamos que ambos hacen aguas. De hecho, ahora mismo me siento igual que Hunter: rodeado de tiburones y con muy pocas opciones de sobrevivir.
John: Oh, no. ¿Qué ha ocurrido esta vez?
Zac: ¿Con quién? ¿Vanessa o los tiburones?
John: Vanessa -explicó con ansiedad-. No habrás vuelto a irritarla, ¿verdad?
Zac: No.
No la había irritado pero tampoco le había causado una gran impresión. Había tenido que utilizar todos los trucos de que disponía para conseguir que accediera a hacer las entrevistas con él. No sabía por qué había insistido tanto en ello. Era perfectamente capaz de acercarse a cada uno de los hombres y averiguar cuántas cualidades de un hombre de verdad tenía. No podía ser tan difícil. Además, peor sería hacerlo con una mujer que lo consideraba un ser de otro planeta.
Le fastidiaba admitirlo pero aquello le molestaba. Incluso cuando no era un escritor famoso, las mujeres se habían sentido atraídas por él aunque no hubiera durado mucho con ninguna. No era así con la señorita Hudgens aunque ella tampoco le interesaba a él.
John: ¿Zac?
Zac se dio cuenta de pronto de que estaba hablando con John.
Zac: No la irrité, John.
John: ¿Entonces qué ocurrió? ¿Conseguiste una copia de la lista?
Zac: Sí -dijo con el papel en la mano-. Me ha pasado una copia por fax.
John: Y...
Zac: Y no sirve de mucho -dijo lanzando la ofensiva hoja de papel lejos de sí-. Para empezar, es una lista de cualidades pensadas para un hombre de 1949. No sé si se supone que los hombres actuales deberían cumplirlas o no pero déjame decirte, John, que si es así, tenemos un problema.
John: ¿Y eso por qué?
Zac: ¡Deberías ver esto! El hombre de verdad tiene que ser puntual, educado, seguro de sí mismo, bien organizado, bien vestido, estar interesado en la decoración...
John: ¿Decoración? A mí me gusta la decoración, es más, adoro la decoración.
Zac echó un vistazo a la decoración de su despacho: numerosas estanterías llenas de revistas y libros descolocados, y un mueble archivador. El resto de la casa estaba igual. Compraba mobiliario que le era útil. Desde luego, a él no le interesaba la decoración y a su héroe... nunca lo había pensado.
Zac: Estupendo. Una de cincuenta para ti.
John: También voy bien vestido -continuó pensativo-, y soy puntual, educado o al menos lo intento...
Zac: Me alegro por ti. Ahora ya llevas tres de cincuenta. Menos de un diez por ciento.
John: Dime otra. Estoy en racha.
Zac: Vale. ¿Qué me dices de «le gustan los animales» o «es caballeroso»?
John: ¿Caballeroso? -repitió-. ¿Qué significa eso? ¿Tenemos que batirnos en duelo o algo así?
Zac: ¿Quién sabe? -dijo dejando el papel en la mesa-. Te digo, John, que esto es imposible. ¿Cómo puede alguien satisfacer todas estas cualidades? A los que tengo les gustan los deportes pero no hacen nada en casa.
John: A mí tampoco me gusta ocuparme de la casa. No se me dan bien los deportes aunque me gusta ir a jugar al golf de vez en cuando. ¿Es muy importante?
Zac: No lo sé. Tal vez algunas de las cualidades cuenten menos que otras. Además, éstas son de 1949. No sé cuáles siguen en vigencia.
John: Averígualo rápido -advirtió-. Tina ha pedido la primera cita con el consejero para finales de mes. Si no lo averiguo antes, me dejará.
Zac colgó el teléfono. No estaba seguro de que pudiera ayudar a John, ni tampoco a Hunter o a sí mismo.
2 comentarios:
Me ha encantado el capitulo, pobre Zac ya no sabe que hacer jeje.
Espero que subas pronto capi,
beso
Una novela con un inicio lento pero interesante... Obviamente la mayoría son así :D sube pronto
Saludos -Caro-
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