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martes, 16 de octubre de 2012

Capítulo 6


El hombre de verdad tiene buen gusto. No te extrañe que la casa de un hombre así esté mejor decorada que la tuya. Los días en los que los hombres no se preocupaban por lo que los rodeaba son historia. La casa de un hombre es su castillo y quiere tenerlo lleno de hermosos detalles, entre ellos tú.

De Las 49 cualidades del hombre de verdad. Revista Hombres, Abril, 1949.



Vanessa había estado en más de un apartamento de soltero, en parte por las muchas citas que había tenido. en parte por el trabajo que estaba haciendo para la revista. Aún tenía que ver el lugar perfecto pero sabía que estaría lleno de detalles muy masculinos: librerías llenas de libros, una barra de bar en una esquina donde se alinearían botellas de buen vino que luego se serviría en copas del mejor cristal. La cocina estaría bien organizada y limpia.


La casa de Zac no era así. El miércoles, después de hablar con el hombre que regentaba un negocio multiaventura, Zac sugirió que pasaran por su casa para comparar las notas que estaban tomando.

Vanessa no creyó que fuera muy buena idea estar a so­las con Zac en su casa, pero no se le ocurrió ninguna buena excusa.


De una sola planta, con un patio, y sin pretensio­nes, su casa estaba situada en un barrio tranquilo. Des­de fuera, nadie diría que allí vivía un escritor famoso. Por dentro, la cocina era grande y rectangular. En una esquina había una mesa de camping de madera y la encimera estaba cubierta de cajas de cereales, botes de vitaminas y diferentes clases de té e infusiones. No era el más ordenado de los hombres, pero también era cierto que no había platos sucios en el fregadero.


Mientras Zac buscaba un bolígrafo, Vanessa echó un vistazo al resto de la casa. En el salón había desperdigadas piezas de mobiliario de muy diverso estilo y colores que más parecían estar allí por la comodidad que por el diseño. Había tres habitaciones a lo largo de un estrecho pasillo, una de ellas su despacho y otra su dormitorio, en el que solo había una cama sin ha­cer, una silla sobre la que se apilaba un montón de ropa y un mueble.


Era muy distinta de la casa de Gerald Charmichael. Vanessa la había visitado el sábado anterior después de la cena para terminar de hablar de sus planes de cam­bio en
Wutherspoon Deportes al Aire Libre. Vanessa ha­bía accedido a ir allí porque así descubriría más cosas del jefe de Ashley que tal vez afianzaran las sospechas de ésta. En su lugar descubrió que tenía una bonita casa en un buen barrio y estaba decorada con asom­broso buen gusto. Todo estaba extremadamente limpio y ordenado. Habían bebido un vino excelente en unas copas de fino cristal y habían hablado de los planes de Gerald para la empresa mientras ella deseaba encon­trar un hombre más joven que se pareciera a él.

Bien, ese hombre desde luego no era Zac.


Ness: ¿Coleccionas juguetes en miniatura? -preguntó cuando se sentó sobre un Ferrari de juguete que dejó sobre la mesa-.


Zac: No exactamente, aunque los utilizo de vez en cuando para representar escenas de mis libros -dijo sentándose al otro extremo de la mesa y sirviendo una humeante taza de té para cada uno-.


Ness: ¿Representas las escenas con juguetes?


Zac: A veces. Si no me salen bien, les pido a mis so­brinos que me echen una mano y la representen ellos.


Vanessa pensó quién le ayudaría con las escenas de cama. No quería preguntárselo. No creía que tuviera problemas para encontrar una voluntaria.


Zac: Si eso tampoco funciona, tengo que buscar un lugar real que me sirva de modelo. Eso es lo que voy a hacer la próxima semana. Me voy a Seattle con John a ver cómo es un yate -arrugó la nariz en señal de disgusto-. Llevo mucho tiempo tratando de des­cribir la escena del rescate pero no me sale. Hunter puede salvar a la chica, pero cuando lo haga no podrá saltar del barco sin que le disparen. La he escrito tres veces y las tres la he borrado.


Ness: Veamos lo que hemos conseguido hasta ahora -dijo con una sonrisa, cambiando de tema-. Estamos de acuerdo en que son difíciles de encontrar, puntuales y bien vestidos.


Zac: Me gustaría cambiar esa última por vestidos adecuadamente. Nadie lleva un traje para ir a hacer puenting... y mi héroe no va a ponerse uno cuando está entrando a escondidas en una base militar.


Ness: De acuerdo, de acuerdo. Me rindo.


Zac: También quiero cambiar la de que no desayunan cereales. A mí me encantan. Son buenos para el orga­nismo.


Ness: ¿Tu héroe también los toma? -preguntó consciente de que probablemente fuera un alimento sano, pero a ella no le gustaban-.


Zac: Mi héroe come lo que tiene a mano, pero no im­porta ahora. Cuando tienes que sobrevivir en la selva o en el desierto no te preocupas por tu nivel de colesterol. Si tuviera la oportunidad, estoy seguro de que desayunaría cereales en vez de lagarto asado.


Ness: ¡Tampoco estamos diciendo que el hombre ideal desayune lagarto! -dijo atragantándose con el té-. A Chelsea le daría un ataque.


Zac: Supongo, aunque creo que tendría que saber cómo asar uno -dijo tamborileando los dedos sobre la mesa-. ¿Qué te parece «el hombre de verdad vigila lo que come»? La gente de hoy en día se preo­cupa por su dieta.


Vanessa miró el estómago plano de Zac y sus mús­culos y retiró la vista rápidamente.


Ness: Estoy de acuerdo. Sin embargo, no deberían es­tar obsesionados con ella. No puede ser el centro de su existencia.


Zac: Vale -concedió sonriéndole y por un momento Vanessa olvidó lo que estaban haciendo-.


Ness: Entonces dejamos seguro de sí mismo, bien or­ganizado, aunque no fanático del orden. Una vez salí con un tipo así. Era tan organizado que compraba las cosas por orden alfabético.


Zac: ¿Qué ocurrió con él?


Ness: Rompimos. Bastó un viaje juntos al supermerca­do. Dejamos también inteligente.


Zac: Pero quitamos lo de que no les gusta ocuparse de las labores de la casa -opinó- . Miley dice que los hombres que friegan los platos son exci­tantes.


Ness: ¿Quién es Miley? -preguntó sin poder contenerse, un poco celosa-.


Zac: Mi hermana -dijo apoyando los codos en la mesa-. Dice que siempre que su marido, Will, lo hace, se excita aunque yo no lo comprendo. Will es un gran tipo, pero no me puedo imaginar que alguien pueda excitarse con él.


Vanessa se imaginó a algunos de los hombres con los que había salido fregando los cacharros. No era que muchos se hubieran ofrecido voluntarios aunque Oscar había insistido. Desafortunadamente éste había resultado un fanático de la limpieza y cuando hubo enjuagado los platos hasta tres veces en agua caliente, Vanessa no recordaba haberse excitado nada. Sin embar­go, la idea de Zac en aquella cocina, vestido solo con unos vaqueros o menos, con los brazos llenos de jabón...


Ness: Bien. El hombre ideal friega los platos. Algo se me ocurrirá con esto. Vale, hemos visto la con­fianza en sí mismo... pero también tenemos vulnerabilidad.


Zac: Perfecto -dijo con una sonrisa-.


Vanessa lo observó un momento, embelesada, y volvió a la lista.


Ness: ¿Qué hacemos con lo de que «el hombre de ver­dad siempre da el primer paso»? No hemos pregunta­do a nadie por eso, pero creo que deberíamos cam­biarlo. A un hombre con confianza en sí mismo no le importaría que una mujer diera el primer paso -dijo al tiempo que escribía-.


Zac: Depende -dijo lentamente-.


Ness: ¿Qué quieres decir? En tus libros las mujeres siempre se ofrecen a tu héroe y a él no le importa.


Zac se encogió de hombros quitándole impor­tancia.


Zac: Eso es ficción pero esto es la vida real, y en la vida real depende del paso. A mí no me importa que una mujer me llame y me invite a salir siempre que su invitación sea para eso y no para meternos en la cama sin más.


Ness: ¿No te gusta el sexo? -preguntó sin poder creer lo que estaba oyendo-. Vaya, nunca lo hubiera dicho por tus libros.


Zac: Me gusta el sexo -dijo mirándola disgusta­do-, en su justa medida, pero me gusta pensar que una mujer se interesa por otras facetas de mi personalidad. No me gusta que vengan a mí por el solo hecho de que quieren acostarse con el famoso autor.


Ness: No lo había pensado -admitió mirándolo de arriba abajo-. ¿Te ocurre a menudo?


Zac: Ocurre. Pero pasemos a otra cosa -dijo son­rojándose-. ¿Dónde...?


Ness: ¿De ahí sacas todas esas escenas?


Zac: No, no es de ahí. Son producto de mi imaginación, salpicadas de algún detalle de la vida real, pero lo cierto es que las mujeres que solo vienen a mí para ver si soy tan bueno como en mis li­bros me dan miedo. Es como si te estuvieran poniendo a prueba y lo último que necesitas después de un re­volcón es que una mujer te diga «No está mal pero no eres tan bueno como en tus libros».


Ness: ¿Alguna vez te han dicho eso?


Zac: ¡No! ¡Soy tan bueno como en mis libros! Pero saber que podría pasar añade presión al asunto.


Ness: Siempre puedes decir no, Zac.


Zac: Para, para. Soy un hombre no un santo -dijo levantando las manos-.


Que era un hombre estaba claro.


Ness: Vale, ¿entonces qué hacemos con lo del primer paso? ¿Al hombre ideal no le gusta que la mujer dé el primer paso?


Zac: No diría tanto. En algunos casos, una mujer tie­ne que hacerlo. Con hombres como el pobre Henri, yo diría que es esencial. Ahora que lo pienso, tendría que mandarle un e-mail pidiéndoselo.


Los dos se rieron de la ocurrencia.


Ness: ¿Qué te parece si decimos que a los hombres de verdad no les importa que ellas den el primer paso siempre que no sea para entrar en su dormitorio?


Zac: Me gusta.


Ness: Bien. Ahora veamos «un hombre de verdad te mima». Creo que deberíamos dejarlo en que es sensi­ble a tus sentimientos.


Zac: Lo dices porque acabamos de entrevistar a un psicólogo. Claro que él es sensible a tus sentimientos. Es sensible a los sentimientos de todo el mundo. Es parte de su trabajo. Los hombres normales no tienen ni idea de cuáles son tus sentimientos a menos que se los cuentes. A no ser que se trate de mi protagonista. ¡Él es tremendamente sensible!


Ness: ¿Tu protagonista? -se burló-. Es el hom­bre más insensible que he visto. Está bien que solo sea un producto de ficción porque un ejército de mujeres muy enfadadas lo echarían a patadas de este planeta.


Zac: ¿Qué quieres decir? -preguntó indigna­do-. Mi héroe es muy sensible. Por ejemplo, sabe que a la heroína no le gusta estar atada ni que la se­cuestren. Si eso no es ser sensible, no sé lo que es.


Ness: Tienes razón. No lo sabes. Un hombre sensible querría saber por qué la heroína está haciendo lo que está haciendo... cómo llegó a esa si­tuación... por qué es importante para ella. Tu héroe no se preocupa de nada de eso. Hunter se pasa todo el libro preguntándole a Desmonda por qué vive con un ser tan vil como Dorian.


Zac: Eso no es cierto. Dediqué más de medio capítulo a que Desmonda hablara de cómo quería vengar la muerte de su hermano.


Ness: Cierto, pero siempre desde su punto de vista. ¡Nunca lo habló con Hunter y él tampoco le preguntó!


Zac: De acuerdo, tienes razón en eso, pero...


Ness: Tengo razón en muchísimas cosas -le inte­rrumpió-. Tu protagonista no se preocupa por su compañera. Se pasa el tiempo destrozando cosas y salvando al mundo del caos y la anarquía.


Zac: ¡Eso no es lo único que hace! -exclamó enarcando las cejas-.


Ness: No cuento el sexo, idiota -dijo exaspera­da-. Hablo de sentimientos. Tu héroe no conoce y no se preocupa por sus compañeras. No es así como ac­tuamos las mujeres. Las mujeres no nos vamos a la cama con alguien solo porque nos hayan salvado de unos terroristas. Tenemos que sentir algo más... y Hunter también debería.


Zac: ¿Algo como qué?


Ness: Bueno... -repasó mentalmente los libros de Zac-. Por ejemplo cuando se besan. ¿En lo úni­co que piensa un hombre cuando besa a una mujer es cómo llevársela a la cama?


Zac abrió la boca para decir que sí pero de pron­to cambió de opinión.


Zac: No. Cuando besamos a una mujer solo pensa­mos en eso, en besarla.


Ness: Pues eso no es lo que piensa tu protagonista. Cuando besa a la chica, está planeando el siguiente golpe o adonde tiene que viajar.


Zac: Eso no es verdad.


Ness: Sí lo es. Por ejemplo en
Desastre al atardecer. Hunter está besando a la chica y ¿en qué está pensan­do? ¡En cómo entrar en no sé qué complejo al otro lado del Atlántico!

Zac: ¡Has leído mis libros! -dijo radiante de alegría-.


Ness: He leído un par de ellos -más que leerlos los había devorado-. Y todas las es­cenas de besos son prácticamente iguales.


Zac: Tal vez tengan algo en común -empezó arrugando la frente y los labios-, pero... pero es que tampoco pueden ser muy diferentes. ¿De cuántas maneras se puede besar a una mujer?


Vanessa pensó de pronto que discutir con Zac sobre las diferentes maneras de besar no era lo más oportu­no.


Ness: No lo sé -dijo, impaciente por cambiar de tema-. Sí sé lo que es besar a un hombre y que hay distintas formas -insistió. Ella prefería a los hombres que primero le mordisqueaban los labios y después la besaban de una forma intensa. Pensó en lo que sentiría al mordisquear las comisuras de los labios de Zac y sintió un escalofrío-. A ver, cuando besas a alguien ¿en qué estás pensando, en tu próximo libro o en ella?


Zac: No pienso en mi libro, eso te lo aseguro. Pienso sobre todo en ella. De hecho, puedo asegurarte que es­toy pensando en ella.


Ness: Entonces tu protagonista debería hacer lo mis­mo.


Zac: Puede que tengas razón -dijo subiendo las piernas al banco y apoyando la espalda en la pared mientras miraba al techo-. Veamos. En el libro que estoy escribiendo ahora, los dos protagonistas se las han arreglado para averiguar lo que el malo planea y ambos tienen unos momentos para estar a solas - comenzó con un tono acariciador ante el que reaccionó instintivamente-. La rodea entonces con los brazos y la besa -continuó cerrando los ojos-. En el momento que sus labios se rozan la mi­sión deja de cobrar importancia para Hunter. Los la­bios de la chica son húmedos y ardientes. Juguetea con su lengua y el labio inferior de ella mientras la chica presiona su cuerpo contra el de Hunter... -abrió los ojos-. ¿Eso es lo que ella haría, no? ¿Presionar con su cuerpo?


Ness: Oh, sí, claro -dijo con prácticamente un gemido-.


Zac: Bien -dijo cerrando los ojos de nue­vo-. Brigitte le presiona con su cuerpo y Hunter solo puede pensar en lo placentero que es estar tan cerca de ella, probar su sabor, sentir su pelo en las manos y el calor de su cuerpo. Cuando la acaricia con la lengua, solo piensa en ella. Su presencia es lo único que invade su mente mientras se contonea jun­to a su cuerpo. Lo invade el deseo de empujarla con­tra la pared y tomarla allí mismo, aunque diez mil mañosos estuvieran al otro lado de la puerta dispues­tos a matarlo -abrió los ojos y se enderezó-. ¿Qué te ha parecido?


Fantástico. Excitante. Estremecedor. Quería repre­sentar con él esa misma escena en ese momento, en la cocina.


Ness: No ha estado mal.


Si escribía así, vendería otro millón de ejempla­res. Vanessa lo observó tirado en el banco de la cocina, sin afeitar, con el pelo revuelto, mirándola con los ojos brillantes, travieso y muy sexy; no se parecía en nada a su Cary Grant. Besarlo sería igual: lejos de ser un beso tierno y delicado, sería pura sensualidad y excitación.


Ness: Mejor que si hubiera estado pensando en peleas -añadió volviendo a su lista y tratando de recu­perar la compostura-. Volvamos a nuestro artículo. Nos falta la cualidad número cincuenta.


Zac: ¿Qué te parece «el hombre de verdad sabe car­gar una pistola en menos de dos segundos»? -sugirió. Vanessa le tiró el bolígrafo y él se rió-. De acuerdo. De acuerdo, pero será mejor que no cuentes conmigo. Bastante difícil me ha resultado en­contrar cuarenta y nueve. Tendrás que pensar tú en algo -añadió-.


Ness: Muchas gracias -dijo levantándose-.


Si se­guía mucho tiempo cerca de Zac acabaría escribien­do «el hombre de verdad sabe cómo y cuándo recupe­rarse sexualmente» o tal vez «el hombre de verdad no te susurra indecencias». Claro que tal vez alguno sí lo hiciera... si supiera el efecto que podría tener en algu­nas mujeres. Decidió tachar esa posibilidad de la lista. No iba a decirle a ningún hombre algo así. Era un arma demasiado peligrosa.




Vanessa ya está perdiendo la cabeza XD.
Aunque no me extraña, yo también la perdí cuando leí como Zac narraba esa escena XD.

¡Sí, Lau B! ¡Sí te echaba de menos! XD XD
Pero por lo que veo no te has perdido muchos caps.
Y no te pongas triste si ves que no publico, ¡tienes que tener en cuenta la diferencia horaria! Cuando me has puesto el comentario de que estabas triste, ¡en España eran las 6:22! ¿Enserio creías que me iba a levantar a esa hora para publicar? XD XD.

En respuesta a un anónimo que me preguntó por mi otra novela, le diré que estoy en ello XD.

Y ya solo me queda pedir que comentéis.
¡Bye!
¡Kisses!

3 comentarios:

Unknown dijo...

Ame el capi, me parecio super interesante.
Espero que subas pronto.
:)

Lau B. dijo...

Has escuchado alguna vez eso de que la esperanza es lo ultimo que se pierde? Bueno... yo lo utilizo a menudo, solo esperaba que en cuanto lo leyeras publicaras y tara!!! Funciono! Thank you! jajajajaja
Me ha gustado mucho el capi
Llame impaciente si quieres pero ya quiero ver el otro...
Y te quiero confesar algo esta novela me preocupa porque con tantas exigencias que hay en esas cualidades del hombre de verdad creo que ya no existe ninguno bueno, tendran una que otra cosa pero TODAS no!! lol
Bye
Lau B.

Anónimo dijo...

Y quien no querría representar esa escena con él?
Buen capi!! Ya quiero leer el otro :D

Saludos -Caro-

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