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jueves, 11 de octubre de 2012

Capítulo 4


Un hombre de verdad lo arregla todo. ¿Tienes al­gún problema con el frigorífico o el horno? No te preo­cupes, querida. Cuando tu hombre llegue, lo arreglará en un periquete. No solo sabrá cómo hacerlo sino que le gusta hacerlo. Así te quedará tiempo para cocinar esa deliciosa cena que has estado preparando toda la tarde.

De Las 49 cualidades del hombre de verdad. Revista Hombres, abril, 1949.



Zac no sabía si Henri Harman podía arreglar un frigorífico o un horno pero probablemente sí. Des­de luego, ésa era la única cualidad que se le ocurría que aquel hombre pudiera tener.


Zac estaba en la oficina de
Harman Computers Laboratories a punto de perder los nervios al ver que Henri comenzaba otro discurso lleno de acrónimos de tres letras.

Henri: Es la RAM. Dependiendo de cómo la adminis­tremos conseguiremos mayor o menor rendimiento en nuestro ordenador.


Zac revisó la lista de cualidades tratando de en­contrar una sola que convirtiera a aquel tipo en un hombre de verdad. Los había hecho esperar veinte minutos, por lo que la puntualidad no era su fuerte; tam­poco era bien organizado a juzgar por el desorden de su oficina y la palidez de su rostro indicaba que no ha­cía mucho deporte al aire libre aunque tonificara sus músculos en el gimnasio. Estaba claro que la única cualidad que compartía con ellos era la inteligencia.


Pero también Albert Einstein había sido un hom­bre muy inteligente y él no lo habría definido como el hombre perfecto.


Henri: La RAM se divide entre la CPU y la adquisición de datos en tiempo real que llevan a cabo los PLC -decía-. Eso solucionó el problema de la variación TLD.


Zac: ¿De veras?


Nadie en el planeta podría decir que aquel tipo era el hombre ideal...


Ness: Es fascinante.


Zac se quedó mirándola. Llevaba el pelo aparta­do de la cara con unas horquillas y le caía sobre los hombros como una cascada de rizos oscuros. Observó sus mejillas sonrosadas, sus labios jugosos, la curva que formaba su garganta. Era una mujer realmente atractiva. Y volvió a mirar a Henri. ¿De verdad había alguna mujer que considerara a aquel hombre fasci­nante?


Vanessa no había mostrado aquella expresión cuando lo entrevistó a él para averiguar cosas sobre Hunter. Su personaje no la había impresionado y él tampoco.


Zac se inclinó hacia atrás en la silla. Tal vez Vanessa considerara a Henri un hombre fascinante. Él estaba en la lista mientras que él, Zac, no. Lo obser­vó de nuevo: bajo, delgaducho, tenía algún músculo pero su tono de piel indicaba que se alimentaba a base de cafeína y alimentos preparados. Desde luego, si se encontrara en un callejón a oscuras no tendría nada que hacer, igual que si quedara a la deriva en medio del océano rodeado de tiburones. Lo único que podría hacer sería ahogarse.


Zac: ¿Sabe usted nadar, Henri?


Henri: ¿Cómo dice?


Zac: Nadar -imitó la brazada de crawl-. Ya sabe, en el agua.


Henri: Me temo que no.


Zac: No me lo creo.


¡Pues claro que no sabía nadar!


Henri: Como iba diciendo, esta CPU presenta un dise­ño revolucionario...


Zac: No lo veo. A mí me parece que es igual que cualquier otro ordenador. ¿Por qué no nos hace una demostración?


Henri: Me temo que no va a ser posible. Es un prototi­po.


Zac: Pero un prototipo sirve para ver cómo funciona­rá el modelo real.


Henri: Usted no se dedica al negocio de los ordenado­res, ¿verdad? -dijo con condescendencia-.


Zac: No, me temo que no. Sin embargo, mi héroe sabe mucho de estas cosas.


Henri: ¿Su... héroe? -dijo lentamente sin comprender-.


Ness: Zac es escritor -explicó-. Escribe no­velas de acción y aventura como “Peligro al atardecer”.


Henri: No he oído hablar de él.


Ness: Tal vez no sea el tipo de libros que lee -dijo dirigiendo a Zac una mirada irónica-.


Zac: ¿Qué tipo de libros lee? Lee libros, ¿verdad?


Ness: Estoy segura de que Henri es un hombre muy leído -dijo reprendiendo a Zac con la mirada mientras esperaba la respuesta de Henri-.


Henri: Por supuesto. Vanessa. Tengo más de doscientos so­bre electrónica y los he leído todos.


Vanessa parpadeó rápidamente por la sorpresa, aunque no le dijo que aquello no era a lo que se refería. En vez de eso volvió a repetir:


Ness: Fascinante.


Eran más de las cuatro cuando decidió que no con­seguiría más información de Henri. Ni siquiera había podido preguntarle si le gustaba ocuparse de la casa, o la decoración, o cuál era su comida favorita


Zac: Yo me rindo -le dijo al oído-.


Vanessa lo miró por encima del hombro y vio que Zac se alejaba con las manos en los bolsillos y el ceño fruncido.


Ness: ¿No quieres continuar con el artículo? -pre­guntó mientras salían de la empresa de ordenado­res-.


Zac: No. No quiero continuar con Henri.


Ness: ¿Henri? -repitió mirándolo-.


Había cam­biado la camiseta y los vaqueros por unos pantalones de pinzas de color claro y un polo verde que le hacía rabiosamente atractivo, no exactamente refinado y cortés. Aunque superaba con creces a Henri.


Zac: Lo he estado pensando y no veo qué pueden ha­ber visto las mujeres en un tipo como éste.


Ella tampoco, especialmente comparado con él. Henri era inteligente, sí, pero no tenía ni un ápice de la masculinidad que irradiaba Zac.


Zac abrió la puerta del copiloto para que Vanessa entrase.


Zac: Lo único que he sacado en claro es que un hom­bre de verdad es irremediablemente aburrido -continuó-.


Ness: Está un poco obsesionado, supongo, pero... -dijo impresionada por el gesto de caballerosidad que
Zac había demostrado aun sin darse cuenta-.


Zac: ¿Un poco obsesionado? Pero si solo sabe hablar de ordenadores -dijo cerrando la puerta y rodeando el coche para entrar él-. No iba bien vestido, a me­nos que esté de moda ir sin calcetines y sin corbata; y tampoco era especialmente educado, ni guapo, y ade­más no sabe nadar. Sé que se supone que tenemos que encontrar cada uno las cualidades que mejor nos pa­rezcan pero me va a resultar muy difícil.


Ness: No te preocupes. A mí me está pasando lo mis­mo.


Zac: ¿Ah, sí? Pues nadie lo diría. No parabas de decir que era fascinante.


Ness: Y de tratar de cambiar de tema -aun­que le había resultado muy difícil con Zac a su lado-. Pero creo que sé por qué las mujeres conside­ran que un hombre como Henri satisface sus ideales.


Zac: ¿De veras?


Ness: Así es. Sospecho que es porque son... tecnoló­gicamente competentes.


Zac: ¿Tecnológicamente competentes? -repitió frenando en un semáforo en rojo-. ¿Os gustan los hombres aburridos?


Ness: Aburridos no, sino al día en cuanto a la tecnolo­gía. Es importante en los tiempos que vivimos, Zac. Las mujeres utilizan ordenadores y quieren un hombre que también sepa utilizarlos.


Zac: Nunca lo habría adivinado.


Ness: Es algo muy sutil.


Zac: No me digas -dijo guardando silencio a continuación mientras Vanessa trataba de no fijarse en la forma en que el viento le agitaba el cabello, la forma relajada en que conducía o el aroma de su loción de afeitado. Esa era otra cualidad que tenía que añadir: el hombre ideal debía oler bien-. Dime una cosa -continuó después de un rato en silencio-. ¿Cómo sabe una mujer que un hombre está al día con los avances tecnológicos? ¿Lo preguntan en la primera cita?


Ness: No -cerró los ojos para dejar de mirarlo-. Los hombres lo expresan.


Zac: ¿Cómo? No es algo que salga sin más en una conversación. Tal vez lo digan cuando se presentan: «Hola, me llamo Ben y soy tecnológicamente compe­tente. Vamos a mi casa a darnos un revolcón».


Ness: No es tan fácil. Normalmente ocurre entre la pri­mera y la segunda cita. Viene a recogerte y ve tu orde­nador y cuando te quieres dar cuenta estás en casa mientras él se empeña en arreglarte un montón de co­sas que ni siquiera sabías que existían, en vez de salir a cenar.


Zac: Parece que tienes experiencia.


Ness: La tengo -dijo haciendo una mueca.


Zac: ¿Sigues saliendo con él?


Ness: ¿Con quién? -preguntó abriendo los ojos para mirarlo-. No, ya no salgo con él pero lo llamo de vez en cuando para que me arregle el ordenador.


Zac: ¿Por qué no?


Ness: ¿Porqué no qué?


Zac: ¿Por qué ya no sales con él? Quiero decir, si a las mujeres os gusta ese tipo de hombres, y tú tenías uno, ¿porqué...?


Ness: No soy una mujer típica de estos tiempos. Además, no quiero un hombre que se preocupa más por mi ordenador que por mí.


Zac: Es justo. ¿Cuál es tu tipo entonces?


Ness: El hombre de antes -dijo sin pensarlo-. Alguien como Cary Grant o Gregory Peck.


Zac: No, desde luego no creo que nadie defina a Cary Grant como un hombre actual, tecnológicamente ha­blando.
 

Ness: Me gustaría un Cary Grant más moderno -dijo imaginando a su hombre ideal, vestido con traje-. Sabría qué hacer cuando se me estropeara la impreso­ra aunque no le dedicaría todo su tiempo.


Zac: Comprendo -dijo aparcando el coche frente al apartamento de Vanessa-. ¿Vas a invitarme a subir a tomar un café?


Ness: Pensé que no tomabas café.


Zac: Y no lo hago -repuso-. Pero subiré de todos modos -dijo subiendo tras ella las escaleras-. Supon­go que ésta es una buena manera de estar en forma, pero, sinceramente, prefiero correr por el parque.


Ness: ¿Quieres café o...?


Zac: Solo agua, gracias -la siguió a la cocina pero se detuvo tras ella y miró al suelo-. Es un sitio interesante para guardar el agua. La mayoría de la gente la saca del grifo, o la guarda embotellada en el frigorífico, pero parece que tú prefieres tenerla por el suelo.


Ness: Oh, no -dijo mirando horrorizada la ma­dera del suelo. Había un charco en la cocina del tama­ño de un lago, cada vez más profundo y parecía que su origen estaba bajo el fregadero-. Debe haber un problema con las cañerías.


Zac: Muy bien, Sherlock. O eso o has inventado una nueva manera de limpiar el suelo. Pero me temo que es un prototipo que no funciona.


Ness: Supongo que tendré que llamar al portero -gi­mió mirando indignada el gesto divertido de Zac-.


Zac: Sería una buena idea.


Se acercó al teléfono y marcó, pero finalmente col­gó el teléfono.


Ness: No contesta. Supongo que tú no sabrás nada de fontanería...


Zac: No. Tal vez deberías llamar a un fontanero -su­girió-.


Vanessa lo miró como si fuera a estrangularlo mientras buscaba las
Páginas Amarillas.

Ness: Veamos. Material de fontanería. No.


Zac: Prueba con “Fontaneros Gus”, página 32.


Ness: ¿Qué?


Zac: Déjame a mí, Vanessa o acabaremos ahogándonos -dijo mientras marcaba un número-. Hola Gus, soy Zac... No, no, no he roto nada esta vez. Llamo por una amiga... Sí, es urgente. El suelo esta cubierto de agua y se está llenando cada vez más. Necesito que me envíes a alguien ya. Pero mientras, ¿podrías decir­me cómo detener la «fuente de la eterna juventud» que tenemos aquí?



Ash: ¿Y qué pasó? -preguntó pasándole a Vanessa un refresco-.


Ness: No mucho -dijo antes de dar un largo sor­bo-. Zac me ayudó a limpiar el desastre. Gus llegó con sus herramientas y después, Zac y él se fueron a tomar algo. Me he entrevistado con un par de chefs más para mi artículo de los alimentos potenciadores de la libido y he quedado con otros dos hombres «de verdad» para verlos uno de estos días.


Ash: Parece que has tenido un día muy emocionante.


Ness: Pues no fue así. He debido engordar dos kilos después de probar toda esa comida sin que mi libido se haya potenciado lo más mínimo -dijo sacando unas patatas de la bolsa que habían abierto y poniendo los pies encima de la mesa de centro-. Para colmo de todo, Henri resultó un estúpido.


Ash: Parece que el mejor parado está siendo Zac.


Ness: Supongo que sí -no quería ha­blar de Zac. Todavía estaba sorprendida por la for­ma en que había actuado ante la inundación de su apartamento-. ¿Y qué me dices de ti? ¿Ha ocurrido algo interesante en
Wutherspoon Deportes al Aire Li­bre?

Ash: El expositor de la ropa interior de cuero. Ah, y he ido a comer con Drew.


Ness: ¿Drew? Escucha, Ashley, ayer estuve en las oficinas de Wutherspoon para hablarles sobre lo de escribir un artículo.


Ash: ¿Sobre la muerte del señor Wutherspoon? -preguntó con ansiedad-.


Ness: No. Sobre los cambios que ha sufrido la empre­sa. Pero tendré la oportunidad de hablar con mucha gente.


Ash: Vanessa, eso es maravilloso -dijo radiante de alegría-. Maravilloso. Tal vez averigüemos lo que está ocurriendo. ¿Hablaste con Gerald?


Ness: No -se aclaró la garganta-. Solo hablé con la recepcionista.


Ash: ¿Anna? -preguntó sacudiendo la cabe­za-. No creo que sea una buena fuente de informa­ción. Empezó cuando Gerald tomó el mando.


Ness: Mencionó algo -dijo aclarándose la gar­ganta de nuevo, intentando buscar la manera de tratar el tema con delicadeza-. También mencionó algo de que Drew está comprometido.


Ash: ¿De veras? ¿Y cómo salió el tema?


Ness: Salió -dijo sin más. Ashley no parecía de­masiado sorprendida-. ¿Sabías que Drew estaba comprometido?


Ash: Todo el mundo lo sabe, Vanessa. Es difícil no saber­lo. Lucy debe llamarlo unas diez veces al día. Creo que lo hace para vigilarlo. No debería hacerlo, ¿sabes? Drew es digno de confianza.


Ness: Creía que me habías dicho que te llevó a comer.


Ash: Y lo hizo, pero eso no tiene nada que ver. Solo somos amigos y hemos salido a comer juntos. Ni siquiera tuvimos la oportunidad de termi­nar. Acababa de empezar a contarle mis sospechas so­bre Franklin y entonces ella lo llamó al móvil. Le pa­saba algo a su coche y Drew lo dejó todo y salió en su ayuda.


Ness: ¿Drew sabe arreglar un coche?


Ash: Claro. Ya te lo dije. Es un hombre de verdad. ¿Por qué no te pasas por la oficina? Os presentaré.


Ness: Tal vez -dijo echándose hacia atrás en el sofá-.


Dudaba mucho que Zac supiera cómo arreglar un coche, pero por otro lado, tal vez el hombre ideal no tuviera que saber arreglar las cosas si era lo suficientemente inteligente como para encontrar a alguien que lo hiciera por él.

3 comentarios:

Unknown dijo...

El capi ha estado interesante, me gusta mucho como van las cosas entre ness y zac :)
Siguela pronto.

Anónimo dijo...

Me encanto el capi, estuvo genial.
Espero que subas pronto.

Oye, una pregunta ¿cuando volveras a subir capi en Triunfara el amor?


Kiss

Anónimo dijo...

Me parece gracioso el hecho de que Zac sea TODO lo contrario a la lista de que están tratando de actualizar jaja

Yo creo que haré mi lista del hombre ideal xD

Saludos -Caro-

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