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viernes, 27 de octubre de 2023

Capítulo 28


El Step Up Bar estaba junto a una gasolinera de dos surtidores que ante todo vendía cigarrillos, tabaco de mascar y munición. Se podía tomar café si quemarse la mucosa gástrica no era un problema, pero la máquina de refrescos que había fuera era mejor opción las poquísimas veces que no estaba vacía.
Al otro lado del aparcamiento de gravilla sembrado de baches y hierbajos, un motel de veinte habitaciones con unos niveles de higiene cuestionables acogía únicamente a los viajeros más desesperados.

Aun así, a algunos lugareños les gustaba la sensación de que todo el mundo iba a su bola y frecuentaban el bar para ponerse tibios de alcohol. Y de vez en cuando, con las copas suficientes, una pareja o dos acababa alquilando bajo mano una habitación por horas en el motel.

Los tres negocios se mantenían a flote gracias sobre todo a motoristas que estaban de paso, quienes preferían copas baratas, una partida de billar seria y alguna pelea esporádica a los refinamientos.

Antes de marcharse a California, Zac había conseguido que Alex entrara allí con él para beber como jóvenes rebeldes menores de edad porque nadie de aquel antro se tomaba la molestia de pedir los carnets de identidad.

Cuando Zac entró con la camioneta y pasó junto al parpadeante letrero del One Shot Motel, que anunciaba que había habitaciones, vio que casi nada había cambiado.
 
Oyó el zumbido del letrero quebrando el silencio de la noche en calma. Por encima de él, la luna, casi llena, surcaba un cielo cuajado de estrellas.

Se alejó de la hilera de motocicletas estacionadas y aparcó al lado de una camioneta. Negó con la cabeza.

Alex estaba apoyado contra la camioneta, con Mike a su lado, flanqueados por Jessica y Chelsea.

Zac: No sabía que nos íbamos de juerga.

Ness: Así son las cosas -dijo al bajar-.

Zac se apeó, rodeó la camioneta y contempló a los cuatro en fila.

Zac: Agradezco el apoyo, pero da la impresión de que necesito un ejército para resolver este asunto.

Alex: Me da igual qué impresión da -se separó de la camioneta-. Clintok hizo lo que hizo en nuestras tierras. No nos meteremos a menos que intente jugar sucio.

Mike: Está dentro -señaló detrás de él con el pulgar-. Su camioneta está ahí.

Zac lo intentó por última vez:

Zac: No es el mejor sitio ni la mejor situación para traer a la pareja. 

Mike se rio.

Mike: Tú la has traído. Además..., díselo, Chelsea.

Chelsea: Soy cinturón negro de taekwondo. -Cuando se agachó para adoptar una postura de ataque, Zac se quedó mudo de asombro-. Aprendí mientras estuve en la universidad.

Jess: Y yo tengo muy mala gaita dando bofetadas -añadió sin tapujos-.

No podía hacer nada, decidió Zac, así que confiaría en que los hermanos pusieran a las mujeres a salvo si había peligro.

Zac: Lo único que necesito hacer es darle un puñetazo en la cara. Con eso estaremos en paz.

Alex asintió.

Alex: Pues hazlo y nos iremos todos.

Zac entró seguido de su dichoso séquito y vio que el bar tampoco había cambiado mucho por dentro.

La decoración se inclinaba por la taxidermia, con cabezas de osos y ciervos disecadas, y la bandera del estado de Montana estaba enmarcada junto a la bandera revolucionaria histórica de Gadsden. ¿Un elemento nuevo? Un cartel que rezaba:

LAS PISTOLAS NO MATAN GENTE, YO SÍ

Dos hombres con pinta de motoristas jugaban al billar y otros dos bebían cerveza de la botella y miraban.

Había dos mesas en el bar. En una, dos viejos que parecían permanentemente cabreados estaban sentados uno frente al otro, bebiéndose sus cervezas y jugando a las cartas.

Dedujo que la segunda mesa había sido requisada por los motoristas, pues estaba sembrada de botellas vacías y había cazadoras de cuero amontonadas en las sillas.

Había siete taburetes en la barra, todos ocupados. A primera vista no reconoció a nadie aparte de Clintok en la punta, pero entonces el corazón le dio un pequeño vuelco cuando vio al hombre grandullón que estaba sentado hacia la mitad, masticando cacahuetes garrapiñados.

Cuando los demás entraron en fila detrás de él, las bolas dejaron de entrechocar unas con otras, los culos se movieron en los taburetes. Zac deseó con todas sus fuerzas que el hecho de que la población femenina del bar hubiera aumentado a tres no creara problemas.

Pero por la manera como Clintok se enderezó en su taburete, supo que al menos un cliente sabía que los habría.

Sandy: ¿Efron? ¿Eres tú? -El grandullón lo señaló-. No me jodas, eres tú, Zac Efron. Oí que habías vuelto.

Ness: Sandy Rhimes -susurró, y a Zac se le encendió la bombilla-.

Zac: ¿Cómo te va, Sandy?

Sandy: Podría quejarme, pero no voy a molestarme. Hola, Alex, Mike, Vanessa, señorita, señorita -tenía una cara grande y poco atractiva, y una sonrisa dulce, casi angelical-. ¿Os habéis perdido?

Zac: No. Mi idea era venir aquí.

Sandy: Bueno, si os tomáis una cerveza, no perdáis la botella de vista. Slats os diría lo mismo -añadió, señalando con su botella al corpulento barman de mirada aburrida-.

Zac: No vamos a beber todavía. Tengo otro asunto entre manos. 

Sandy miró hacia el extremo de la barra.

Sandy: ¿Clintok? Si tienes algún problema con él, yo... Un momento. -Irguió la anchísima espalda, la tensó, y la sonrisa dulce se esfumó-. ¿Es él quien disparó a tu caballo? Me he enterado. -dejó su cerveza en la barra de golpe, y empezó a levantar su humanidad del taburete-.

Zac: Tranquilo. -Joder, no necesitaba que se uniera otro más-. Yo me ocupo.

Sandy: Eso espero.

Zac: Quedaos aquí -les dijo al resto, y se dirigió al extremo de la barra donde estaba sentado Clintok-. Tenemos un asunto pendiente.

Clintok: Que te den, Efron.

Zac: Supongo que vas armado, así que voy a decirte que si te veo llevar la mano donde creo que tienes la pistola, te la romperé por la muñeca.

La cara de Clintok empezó a teñirse de rojo.

Clintok: ¿Estás amenazando a un agente de policía?

Zac: Estoy amenazando a un capullo, un capullo en paro, según he oído. Estoy amenazando a un cobarde que se esconde entre los árboles y dispara a un caballo. Así que más vale que tengas las manos donde yo pueda verlas.

Zac sintió cómo el hombre del taburete que tenía a su espalda se levantaba sin hacer ruido y se alejaba despacio.

Clintok: ¿Cobarde? -apartó el taburete-. Tú eres un cobarde asesino. Mataste a dos mujeres.

Zac notó que los motoristas aguzaban el oído.

Zac: Tú quieres creer eso. Sabes que no es cierto, pero quieres que lo sea. Lo que sí es cierto es que tú disparaste a mi caballo.

Clintok le clavó un dedo en el pecho; Zac se lo permitió.

Clintok: Disparaba a una serpiente.

Zac: Ni siquiera tú tienes tan mala puntería.

Clintok: Sigues siendo el mismo de siempre. -Con los ojos encendidos, enseñándole los dientes, volvió a clavarle el dedo-. Un inútil, el hijo inútil de un fracasado que se jugó todo lo que tenía y se ahorcó de lo avergonzado que estaba. ¿Y te presentas aquí? Acompañado de los hermanos Hudgens, y con mujeres detrás de las que esconderte.

Zac: Solo han venido de público para ver la paliza. ¿Quieres que te la dé aquí dentro o vamos fuera? Tú decides.

Clintok: Fuera. 

El barman sacó un bate y comenzó a darse golpecitos en la palma de la mano.

Zac: Pues fuera.

Vio venir el puñetazo y tomó la decisión de no pararlo. Le dio lo bastante fuerte para que los oídos le pitaran, pero él solo se enjugó la sangre del labio.
 
Zac: Venga, sigue -retrocedió hacia la puerta-.

Clintok dio dos furibundos pasos hacia él y, mientras Zac se preparaba, Sandy estiró rápidamente un musculoso brazo.

Sandy: Eh, ¿qué andas buscando ahí detrás, Garrett? -Desenfundó la pistola del calibre 32-. Este tío juega sucio -anunció al bar-. Disparó al caballo de este hombre cuando él lo montaba. Nosotros no admitimos eso. No, señor, no lo admitimos. Tampoco admitimos que se intente desenfundar frente a un hombre desarmado. -Dejó la pistola en la barra-. Mejor guárdala detrás de la barra, Slats. Ahora, ¿vas a salir a resolver esto solito, Garrett, o quieres que te ayude?

Clintok: No me toques. Borracho subnormal.

Zac: Ves y mantén la puerta abierta -le susurró a Alex-. Yo lo haré salir. Vamos, Clintok. Si intentas escapar por la puerta de atrás, te aseguro que yo corro más.

Clitok: ¿Escapar de ti?

Clintok cogió una cerveza de la barra, rompió la botella sin dejar de correr y cargó contra él, tratando de cortarle con el afilado vidrio. Zac lo esquivó con agilidad, sin frenar el impulso que Clintok llevaba, y le dio una patada en el culo con la fuerza suficiente para mandarlo fuera por la puerta abierta.
Alex le agarró la muñeca y se la retorció. La botella rota cayó a la grava.

Zac: Gracias -salió como una bala-. Mantente al margen.

Tiró a Clintok al suelo antes de que él pudiera reaccionar, y tuvo el placer de ver cómo resbalaba por la grava y dejaba las piedras manchadas de sangre.

Luego retrocedió, esperó.

Vanessa apartó los vidrios rotos con el pie y, al igual que Zac, vio cómo Clintok se levantaba despacio. Las manos le sangraban después de su accidentado viaje por la grava. Bajo la gran luna y los chasquidos del letrero del motel, vio las manchas de sangre cada vez más oscuras en las rodilleras de sus vaqueros debidas a la caída.

Y la rabia que le llameaba en los ojos.

Ness: Ve a por él -masculló a Zac-.

Pero Zac, sorprendentemente sereno en ese momento, opinaba que las palabras podían hacer el mismo daño que los puños.

Zac: Pistolas, botellas rotas. Muy propio de ti, Clintok. Igual que esconderte entre las rocas y los árboles y disparar contra un caballo. O matar un perrito indefenso de un balazo en la cabeza.

**: ¿Mató un perrito? -Lo había preguntado uno de los motoristas que salían a ver la pelea-. ¡Hijo de puta!

Zac: Todo eso es muy propio de ti. Igual que las emboscadas, o pedir a tus amigos que sujeten a un hombre para que tú puedas darle una paliza. Aquella vez no te salió muy bien, que yo recuerde. Es hora de ver cómo lo haces tú solo, en una pelea limpia.

Clintok: Tendría que haberte dado el balazo a ti. 

Zac sonrió.

Zac: ¿Cuál de las dos veces? ¿Cuando éramos unos críos y mataste al perrito, o ahora, cuando disparaste a mi caballo?

Clintok: Las dos. 

Dicho esto, Clintok cargó contra él.

Zac esquivó el puñetazo, lanzado con rabia pero sin ninguna precisión, y asestó a Clintok un cruzado de derecha que le lanzó la cabeza hacia atrás e hizo que le sangrara la nariz.

Se había dicho que se quedaría satisfecho con eso, con un puñetazo que lo hiciera sangrar. Pero, Dios santo, le encendía un fuego en las entrañas, un fuego que llevaba años ardiendo sin llama.

Antes de pensarlo bien, le asestó un gancho de izquierda en la mandíbula.
 
Puede que los dos rápidos golpes despejaran a Clintok, o puede que tuviera instinto para pelear. En cualquier caso, Zac recibió dos puñetazos fuertes en las costillas antes de ponerle un ojo morado a su oponente.

Detrás de ellos, Jessica estrujó la mano a Vanessa.

Jess: Deberíamos detenerlos.

Ness: Oh, ni de coña.

Vanessa hizo una mueca cuando Zac encajó un golpe en la cara, dio un puñetazo al aire con la otra mano cuando él castigó a Clintok con dos directos en el vientre que le cortaron la respiración, seguidos de un despiadado gancho a la cara.

La grava crujió bajo sus botas mientras se atacaban, mientras giraban en círculos. El olor metálico a sangre se mezcló con los olores a cerveza, sudor y, sorprendentemente, la cecina que Sandy masticaba.

Gruñidos animales, los nudillos que chascaban y crujían cuando tocaban carne, hueso. A su lado, Jessica cambió de postura y se tapó los ojos con la otra mano.

Jess: Avísame cuando termine.

Ness: Ya casi está.

Después de trabajar toda su vida con vaqueros, de crecer con dos hermanos varones, por no hablar del propio Zac, Vanessa suponía que había visto suficientes broncas y peleas a puñetazos. Y sabía juzgarlas.

Clintok contaba con la ventaja de la fuerza bruta, pero Zac tenía a su favor la estrategia. Así pues, era rabia encendida contra frío fuego.

Cada vez que Zac le daba un puñetazo, la reacción de Clintok se volvía más desmañada. Se le ve venir, pensó. Vamos, Efron, ¿no ves...? Ay.

Entonces vio cómo Zac devolvía el puñetazo que apenas le había rozado el pómulo con un golpe raudo y certero, y luego lo remataba con un doloroso puñetazo en el vientre y otro despiadado gancho a la cara.
 
El último golpe derribó a Clintok, y Zac se colocó encima de él. No se ensañó con su oponente abatido, aunque Vanessa no lo habría respetado menos si hubiera estado en su lugar. Los espectadores no solo esperaban que lo hiciera, sino que lo exhortaron a gritos.

En cambio, Zac inmovilizó a su adversario y le habló con claridad:

Zac: Ya está. Vuelve a meterte conmigo, vuelve a meterte con cualquiera de las personas que son importantes para mí, y no solo te tumbaré. Te haré morder el polvo. Hazme caso. -Se levantó-. Y ahora, lárgate.

Luego se dio la vuelta, echando mano de todo su orgullo para no cojear, y recogió de Vanessa el sombrero que había perdido durante la pelea. Se lo puso como si nada.

Zac: Supongo que debería invitaros a todos a una ronda.

Jess: Estás sangrando.

Después de pasarse los magullados nudillos por la magullada cara, Zac se encogió de hombros.

Zac: No mucho.

Jess: ¿Son los hombres? ¿Son los hombres en general, o solo los que llevan sombrero?

Ness: Hablaremos de eso mientras nos tomamos una cerveza. 

Divertida, Vanessa empezó a tirar de su amiga para volver al bar, y entonces soltó un grito de advertencia.

Tambaleándose, Clintok volvió a ponerse a la luz del letrero, con una pistola en la mano.

Zac apartó a Vanessa de un empujón y se apresuró a alejarse del grupo cuando Clintok levantó el arma.

El mundo de Vanessa se detuvo un instante, empezó a girar muy despacio en ese breve lapso de tiempo. Oyó gritos, como voces en un túnel, y sintió que alguien la arrastraba hacia atrás cuando intentó avanzar.
 
Luego nada.

Vio con horror que Clintok apretaba el gatillo. Una, dos veces, tres. Y nada.

Su expresión de desconcierto le habría hecho gracia si el suelo no se hubiera ondulado bajo sus pies. Mientras eso ocurría, Zac lo cruzó a zancadas. El gancho, pura furia, levantó a Clintok del suelo antes de postrarlo en él.

Zac: Podrías haber dado a mi mujer, desgraciado hijo de puta. -Cogió la pistola y la miró-. Descargada.

Chelsea: Mike ha supuesto que tendría una en la camioneta. -Pálida pero sin amilanarse, se agarró al brazo de Mike-. Así que ha ido a comprobarlo.

Mike: Un buen vendedor sabe cómo piensa la gente -se acercó a Zac con tranquilidad y cogió la pistola-. Así que le he quitado las balas.

Zac: Te debo una.

Mike: No me debes nada, pero aceptaré esa copa.

Zac se volvió para mirar a Clintok, que no solo estaba postrado, sino inconsciente.

Zac: Tenemos que hacer algo.

Jess: Ya lo he hecho -volvió a salir, enseñándoles el móvil-. El sheriff está de camino.

Zac: Oh, vaya, Jessie, ¿cómo se te ocurre?

Ella se limitó a mirar a Zac con la boca abierta.

Jess: ¿Que cómo se me ocurre? Ha intentado matarte.

Alex: Tiene razón -alargó la mano y la arrimó a él-. Sé cómo te sientes, pero tiene razón.

Ness: Tiene toda la razón -tuvo que recurrir a toda su fuerza de voluntad para no explotar-. Si Mike no tuviera más juicio del que yo le suponía, tú estarías muerto, o casi. No solo es un capullo, sino un capullo perturbado. No solo es un cobarde, es un asesino...

Como su tono rayaba en la histeria, Zac se acercó a ella y la abrazó.

Zac: Vale. Vale. Quizá sea mejor que respires una o dos veces.

Ness: No me digas que respire.

Zac: Una o dos veces -la besó, y soltó-: Mierda. -El contacto le dolió, luego se inclinó para susurrarle-: No llores. Te odiarás.

Ness: Estoy bien.

Zac: Una ronda para todos -dijo al barman sin despegar los ojos de Vanessa-. Soy de fiar.

Slats: Más te vale. -Después de echar un último vistazo a Clintok, el barman volvió a darse con el bate en la palma de la mano-. Se lo ha buscado.


Puede que sí, pero Tyler no parecía contento cuando llegó veinte minutos después.

Miró a Clintok, sentado en el suelo, con las manos atadas a la espalda con una brida de plástico y la cara ensangrentada. Miró a Zac, apoyado en la pared del bar, bebiendo cerveza junto a Vanessa, sus hermanos y las otras mujeres.

Se agachó al lado de su antiguo ayudante.

Tyler: Te dije que no te acercaras a él.

Clintok: Me estaba tomando una copa, y él ha entrado con su condenado pelotón y ha empezado la pelea.

Tyler: ¿Y tú has decidido terminarla sacando una pistola?

Clintok: No habría tenido que hacerlo si tú hubieras cumplido con tu deber y hubieras encerrado a ese cabrón asesino.
 
Tyler: Cumplo con mi deber desde el principio, igual que voy a hacer ahora. En primer lugar, te has cargado tu libertad bajo fianza llevando una pistola. Curtis, enciérralo atrás, y tomaremos declaración a algunos testigos para ver qué coño ha pasado. -Se acercó a Zac-. También te dije que no te acercaras a él, ¿verdad?

Ness: Hemos decidido salir todos a tomar una copa. Queríamos enseñar a Jessica otros sitios interesantes.

Después de mirarla durante un buen rato, Tyler se frotó la cara con una mano.

Tyler: Vanessa, no insultes mi inteligencia.

Zac: En parte es verdad. Pero también es verdad que yo sabía que Clintok probablemente estaría aquí, y desde luego es verdad que pensaba darle una paliza.

Tyler: Podría encerrarte en la camioneta con él y acusarte de agresión.

Alex: En efecto, podrías -habló con aire reflexivo mientras tenía los ojos fijos en su cerveza-. Pero no se sostiene teniendo en cuenta que Clintok ha dado el primer puñetazo y después ha ido a buscar su pistola. Puedes preguntar a la gente del bar si ha sido así, y cuando hables con Sandy Rhimes, seguro que te dirá que le ha quitado la pistola, la que Clintok llevaba encima, antes de que pudiera usarla.

Tyler: La señorita Baazov ha dicho que Clintok estaba apuntando a Zac con una pistola fuera del bar.

Mike: Esa ha ido a buscarla a su camioneta después de que Zac le ganara en una pelea limpia. Yo le había quitado las balas. He imaginado que llevaría una en la camioneta, y como ya había disparado a Zac una vez, y ha vuelto a intentarlo dentro del bar, me ha parecido prudente tomar esa precaución.

Tyler se frotó la cara con ambas manos.

Tyler: Por los clavos de Cristo.

Chelsea: Os habéis olvidado de la botella rota. La ha roto contra la barra y ha atacado a Zac con ella. No ha peleado limpio hasta que se ha visto obligado, y ni tan siquiera entonces.

Tyler: ¿Sabe tu madre que estás aquí, mezclándote en peleas de bar? 

Chelsea: Sabe que estoy con Mike. O eso espero. Vivo en el Pueblo Hudgens, pero hablo con ella casi todos los días.

Tyler: No hacéis más que replicarme. Curtis, entra y empieza por Sandy Rhimes. Tómale declaración. Señorita Baazov...

Jess: Jessica.

Tyler: Jessica, vamos a dar un paseo hasta la máquina de refrescos, ya que no puedo echar un buen trago de whisky, como me gustaría. Voy a suponer que eres la que tiene más sentido común de todos los presentes. Así que vas a explicarme lo que ha ocurrido, paso a paso.

Jess: Lo haré encantada.

Zac tomó un trago de cerveza cuando echaron a andar por el aparcamiento.

Zac: Va a estar cabreado un tiempo.

Ness: Se le pasará -se encogió de hombros-. Sabía que tú irías en busca de Clintok y sabía que él habría hecho lo mismo dadas las circunstancias. Va a pasarse más tiempo defraudado que cabreado. No por ti, sino por Clintok.


El trayecto de vuelta duró más de una hora, y a su término Zac se notaba cada cardenal y cada rasguño. Pensó con cariño en la bolsa de guisantes que Vanessa había metido en su congelador, y tan solo deseó que hubiera metido media docena.

Aun así, consideraba que cada punzada, pinchazo y ramalazo de dolor había valido la pena. Garrett Clintok pasaría una larga temporada entre rejas. Suponía que el comentario de Jessica antes de que cada uno se fuera por su lado también había sido acertado.

Clintok era carne de psiquiatra.

Apretando los dientes para soportar las punzadas que le aguijoneaban las costillas al bajar de la camioneta, se recordó que Clintok había salido peor parado.

Ness: ¿Quieres hacer una visita a Atardecer para decirle que ha sido vengado?

Zac: Se lo diré por la mañana.

Vanessa le pasó un brazo por la cintura, un poco compadecida de él.

Ness: Puedes apoyarte en mí. -Y, alzando la vista, suspiró a la luna-. Debo decir que esta ha sido la mejor noche de mi experiencia en peleas. Jessica ha sacado algunas fotos extrañas y bastante artísticas del Step Up y algunos de los clientes mientras Tyler te echaba el último sermón. -Abrió la puerta, le quitó el sombrero, lo tiró. Luego le rozó la cara con los dedos mientras inspeccionaba el desaguisado-. Tú no estarás guapo durante unos días, pero le has roto la nariz.

Zac: Eso me ha parecido.

Ness: No vuelvas a empujarme de esa forma.

Zac enarcó las cejas, sorprendido. Incluso un gesto como ese le dolía.

Zac: Ten por seguro que si algún capullo perturbado blande alguna vez una pistola en tu dirección, volveré a empujarte.

Ness: La próxima vez estaré preparada, y antes te empujaré yo a ti -le dio un empujoncito, y luego volvió a arrimarlo a ella para desabotonarle la camisa-. Echemos un vistazo a lo que queda de ti.

Zac le agarró las manos.

Zac: Casi se me para el corazón de un infarto al pensar que pudiera darte.

Ness: Al mío tampoco le ha hecho ningún bien, cuando te has apartado y te has puesto tan a tiro. Rollo Gary Cooper.

Zac: Rollo Clint Eastwood. Alex es más Gary Cooper que yo.

Zac le agarró la cara y la besó con tal vehemencia que se desataron a la vez, entremezclados, el dolor, el deseo y el placer.

En ese mismo instante, excitada, Vanessa lo agarró por los hombros, aunque se esforzó por no apretar.

Ness: Esta noche no estás en condiciones de ponerme a cien, Efron.

Zac: Tengo que hacerlo. -Deprisa, le quitó la camisa y la empujó contra la puerta-. Tengo que poseerte. Deja que te posea. -Le desabrochó el sujetador, lo apartó, le cogió los pechos-. Deja que te posea.

Ness: He querido arrancarte la ropa desde que has dado el primer puñetazo. -Y eso hizo Vanessa, empezando por la camisa-. Luego no te quejes si te hago daño.

Cuando ella estrujó su boca contra la de él, Zac la arrastró al suelo.

Todo el ardor, todo el fuego, toda la pasión que había contenido para pelear con la cabeza fría se desató en sus entrañas. Esa necesidad de golpear carne se transformó en una necesidad de poseerla. De poseer a Vanessa.

Y se desbordó con frenesí.

Notó dolor cuando las manos de ella, bruscas y ávidas, le arrancaron la ropa, le estrujaron los músculos. Pero era un dolor lejano, casi inconexo, casi enterrado bajo esa nueva sed desenfrenada.

No la esperó, no podía esperar, sino que la penetró en cuanto la hubo desnudado lo suficiente. Luego la montó como si le fuera la vida en ello.

Ella se arqueó con un grito entrecortado, agarrándose a su pelo como a una cuerda para evitar caer por un precipicio. Los ojos de él se habían vuelto verdes, reflejando los de ella, con una intensidad casi salvaje que le impedía despegar la mirada de ellos.

La atravesó un incendio, un relámpago, dejándole los sentidos como tierra quemada. Se movió debajo de él, para que la tomara más fuerte, más rápido. Si él saqueaba, ella robaba. Y cuando el relámpago volvió a alcanzarla, montó en él hasta que las llamas los consumieron a los dos.

Estremeciéndose, impregnada de sudor y algo de sangre de las heridas abiertas en el frenesí, Vanessa respiró de forma entrecortada. El corazón de Zac latía contra el suyo mientras él yacía encima de ella con todo su peso, consumido.

Pensó en el momento en el que Clintok había levantado la pistola -la sensación de que el mundo giraba, el suelo temblaba- y concluyó que aquello era casi lo mismo.

Ness: Esto es lo que vas a hacer.

Zac: Vanessa, creo que hay montones de razones por las que ahora mismo no voy a poder moverme.

Ness: Ya te advertí de que no te quejaras cuando te hiciera daño. Lo que vas a hacer es darte una ducha caliente. Cuando salgas, te tomarás un analgésico y un trago de whisky, te pondremos hielo donde sea necesario, y curaremos y vendaremos lo que haga falta.

Zac: Estoy bien donde estoy.

Ness: Es la adrenalina del sexo, y se te pasará enseguida.

Zac: Adrenalina del sexo. -Vanessa sintió los labios de Zac curvarse hacia arriba contra su cuello-. Habría que embotellarla.

Ness: Esta noche has dado una paliza a un tío que se la merecía, y la has rematado con el sexo más tórrido y delirante que jamás he tenido en el suelo.

Zac: Ya somos dos.

Ness: Dudo de que nadie pueda ser más macho que tú en una sola noche. Pero estás más lesionado de lo que imaginas. Será peor si no te curamos. -Con suavidad, casi con ternura, le acarició la espalda-. Hazlo por mí, Zac.

Ella nunca le pedía nada, la verdad, y nunca de esa manera, con esa dulzura. De modo que no tuvo alternativa.

Y cuando se movió, el gemido de dolor se le escapó antes de que pudiera contenerlo.

Ness Tus costillas se han llevado la peor parte. Las del lado izquierdo.

Zac: Lo sé. -Pero por primera vez bajó la vista, vio los moretones, las ronchas de intenso rojo-. Joder.

Ness: Mañana tendrá peor aspecto y te dolerá más, así que adelantémonos -le quitó la bota que aún llevaba puesta y los vaqueros que se habían quedado enganchados a ella. Se levantó y le tendió la mano-. Vamos, vaquero, a la ducha.

Él se agarró a su brazo y se incorporó despacio, con esfuerzo. Luego se la quedó mirando.

Zac: Tienes que saber lo que viene ahora.

A Vanessa le dio un pequeño vuelco el corazón.

Ness: Puede, pero no creo que deba venir cuando tú apenas puedes tenerte en pie y los dos estamos desnudos.

Zac: Probablemente estés en lo cierto. Tendrá que esperar.

Vanessa volvió a ponerse los vaqueros cuando él se encaminó a la ducha cojeando. Tendría que esperar, pensó. No necesitaba grandes artificios, pero cuando el tipo que ahora sabía que era el hombre de su vida le dijera que la quería, al menos le gustaría que no estuviera sangrando.



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