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miércoles, 25 de octubre de 2023

Capítulo 27


Costó casi una semana, con una demora de un día entero de lluvia torrencial, pero una agradable tarde de abril Zac ensilló a Atardecer para lo que anunció como la Gran Revelación.

Alice: No sé si todos deberían mirar ya.

Zac se volvió, contempló a Alice con sus botas nuevas y sombrero beis, sus vaqueros y su llamativa camisa rosa. Se había puesto un chaleco marrón de piel que él sospechaba que era de Vanessa.

Zac: Está usted despampanante.

Ella agachó la cabeza, pero Zac alcanzó a ver cómo sonreía.

Zac: No voy a separarme de usted -le recordó-. Pero si quiere esperar...

Alice: No, es una ridiculez. Me pongo en ridículo. Pero tú estarás conmigo.

Zac: En cada paso. ¿Está lista?

Ella asintió, y puso el pie entre sus manos para darse impulso. Cuando se acomodó en la silla, dio un largo suspiro de felicidad.

Alice: Qué gusto da, igual que la primera vez. No la primera vez de mi vida, sino desde que me ayudaste a montar en Atardecer.

Zac: ¿Quiere las riendas?

Alice: Aún no. Aún no. Casi todo el mundo me ha visto ya montada en Atardecer, mientras tú lo llevas de las riendas. Solo llévalo de las riendas, ¿quieres?

Zac se dirigió sin prisas a las puertas de las caballerizas.

Alice: Yo corría mucho y me iba muy lejos.

Zac: Volverá a hacerlo cuando le apetezca.

La sacó de las caballerizas y la condujo al lugar donde, después de una larga jornada de trabajo, la Gran Revelación incluía filetes a la parrilla, pan de maíz, cerveza y una familia que se había reunido para algo tan simple, y tan monumental, como una mujer madura montada a lomos de un caballo.

Casi todos los mozos del rancho habían acudido también, y se pusieron a aplaudir.

Alex abrió el portón del potrero y volvió a cerrarlo cuando pasaron.

Zac les hizo dar una vuelta completa.

Zac: Podemos ir solo al paso como ahora -sugirió a Alice-. Dígame si está lista o no. Usted decide.

Alice: No estoy acostumbrada a que todos me miren -confesó-. Me duele un poco el pecho.

Zac: Eso podría deberse a que siente el orgullo que llena el mío.

Alice: Dices cosas bonitas. Me siento bien cuando me hablas. Mi Benjamin se fue al cielo, pero si no lo hubiera hecho, a lo mejor sería como tú.

Los espectadores estaban sentados en la cerca, o de pie con una bota apoyada en un travesaño. Ella conocía las caras, conocía los nombres. Pero, aun así, todos la observaban.

Zac: También están orgullosos de usted.

Alice: Orgullosos de mí -lo dijo en voz baja, como si quisiera convencerse de ello-. Y felices de ver que Atardecer vuelve a estar bien.

Zac: Así es. Usted le ha ayudado a recuperarse.

Alice: He ayudado. Puedo hacerlo. Puedo hacerlo, pero ¿te quedarás conmigo?

Zac: Usted sabe que sí -le pasó las riendas-. Vamos, vaya a dar una vuelta, señorita Alice.

Ella sintió el cuero en sus manos, viejos recuerdos y otros nuevos, la sensación de ir montada en un buen caballo, la revoltosa brisa primaveral acariciándole el rostro. Atardecer permaneció totalmente inmóvil hasta que ella lo puso al paso.

Zac se quedó a su lado, pero ella llevaba las riendas. Y eso la henchía de orgullo. Le recordaba que había sido joven y libre, que se había sentido segura. Le producía ese borboteo interior que ahora sabía que era felicidad. Miró a Zac.

Alice: ¿Puedo?

Zac: Solo tiene que decírselo.

Cuando se puso a trotar, sin ninguna ayuda, oyó aplausos, incluso ovaciones. Pero apenas les prestó atención. Era libre.

Ness: No me habías comentado que había aprendido a trotar. 

Zac se limitó a encogerse de hombros, de pie junto a la cerca.

Zac: No tienes por qué saberlo todo.

Cuando Alice se detuvo, con la cara arrebolada, delante de la cerca, buscó a Zac con la vista. Se quitó el sombrero y lo sostuvo bien alto mientras Atardecer hacía una reverencia.

Cuando Zac la ayudó a desmontar, ella se abrazó al cuello de Atardecer y después a la cintura de Zac.

Alice: ¿Puedo montar otra vez mañana?

Zac: Puede montar todos los días que quiera.

Mike: Alice, te he grabado en vídeo -le enseñó el móvil-. Una película de ti a caballo.

Alice: ¡Una película! Quiero verla.

Cuando Alice corrió hasta Mike, Zac se volvió hacia Vanessa y su madre.

Zac: Me gustaría llevarla a dar un paseo a caballo por una ruta fácil. Cuando esté lista, creo que Rosie sería una buena montura para ella. Es mansa e inteligente.

Anne: No sé si se alejaría del rancho -empezó a decir-.

Ness: Con Zac, sí. O con Mike. Quizá conmigo. Y Rosie es una buena elección cuando esté lista para montar un caballo que no sea Atardecer.

Anne: Antes querría hablar con Celia, y con mamá.

Alice: ¡Anne, ven a verlo! ¡Soy una estrella de cine!

Ness: Solo está siendo prudente -pasó por encima de la cerca-. Ahora mismo, la yaya dejaría que Alice se fuera al fin del mundo si eso le pone esa cara de felicidad. Mamá intenta compensarlo.

Zac: No hay problema. Quizá queráis hablar con la doctora de ponerla a trabajar con los caballos aquí, y después en el CAH.

Ness: ¿El CAH?

Zac: Horas sueltas, conmigo. Me he informado de posibles terapias, y muchas emplean animales. En el caso de Alice, son los caballos, aunque también le gustan los perros. Cepilla a Atardecer como si fuera a llevarlo a un concurso de belleza. Podría hacer más cosas.

Ness: Quizá -no lo había pensado, pero ahora que lo hacía, veía los beneficios-. Quizá le vendría bien trabajar un poco, fuera de casa, en las caballerizas. Ha estado ayudando a Clem en la cocina. Tienes cerebro, Efron.

Le dio un leve codazo en las costillas.

Zac: A veces hasta lo uso.

Ness: El trabajo hace que se sienta útil, y sentirse útil hace que se sienta normal. Deberías comentárselo a papá. Veamos qué tal le va aquí, y después ya hablaremos de mandarla unas horas al CAH, si ella quiere.

Sin duda Alice disfrutó de la tarde. Habló con su madre del jersey que había empezado a tejer y, sorprendentemente, con Hec de los caballos, y vio el vídeo de Mike infinidad de veces.
 
Zac, por su parte, esperó el momento propicio. Después de que Alex se escabullera para ir a casa de Jessica y Mike hiciera lo mismo para verse con Chelsea, se quedó sentado con Sam en el porche a la luz de las estrellas.

Puros y whisky eran una forma excelente de terminar el día.

Sam: Has dedicado mucho tiempo a Alice -dijo después de un buen rato de relajado silencio-.

Zac: Ella me ha dedicado mucho tiempo a mí.

Sam: Antes de que pasemos a eso, quiero preguntarte una cosa. Supongo que serás sincero conmigo, no recuerdo una sola vez que no lo hayas sido.

Zac notó un nudo resbaladizo retorciéndole las tripas. Había estado preparándose para que surgiera el tema de Vanessa, y aún no había formulado respuestas a las preguntas que su padre fuera a hacerle.

Zac: Puede que unas cuantas veces no te dijera toda la verdad sobre los líos en los que Alex y yo nos metíamos.

Sam: No, si te lo preguntaba directamente.

Zac: No, si me lo preguntabas directamente, no.

¿Ser evasivo? Bueno, eso solo era ser prudente en algún que otro asuntillo. Mentir era mentir.

Sam: Así que te lo pregunto directamente: ¿piensas ir a por Garrett Clintok?

El nudo se aflojó. Le parecía muchísimo más fácil responder a eso que a un padre interesado en saber qué intenciones tenía él con su hija.

Zac: Está en libertad bajo fianza. -Sin prisas, dio una calada al puro, vio cómo el humo se perdía en la noche-. Ya estoy bien. De él dependerá si tenemos una conversación o algo más... físico. Pero no puedo dejarlo pasar. Será más difícil si me pides que lo deje pasar, pero, aun así, no podría.

Sam: Lo que voy a pedirte es que no vayas solo a tener esa conversación. No me cabe ninguna duda de que sabes defenderte, Zac, pero tú pelearías limpio. Lo llevas en la sangre. Él no lo haría, porque no es como tú. Es cruel, lo ha sido siempre -dio un trago de whisky-. Y ahora se ha arruinado la vida. Nadie va a ponerse de su parte en este asunto. No sé qué dirán los tribunales, pero nadie va a ponerse de su parte. Vaya donde vaya, ya no volverá a ser agente de policía, y seguro que se larga, si no acaba entre rejas. No se contentará con hacer que te sangre la nariz -dio una calada a su puro, soltó el humo-. Voy a pedirte una cosa. No vayas solo a por él. Llévate a alguien de confianza como testigo para asegurarte de que la pelea es limpia.

Le fastidiaba un poco, pero lo cierto era que Sam Hudgens siempre hablaba con sentido común.

Zac: No iré solo.

Sam: Entonces, vale. Anda, ¿por qué no me dices qué quieres pedirme? Si es la mano de mi hija, probablemente te la dé, pero va a seguir retorciéndome el corazón.

Zac volvió a notar el nudo, más resbaladizo que antes.

Zac: Yo no... Nosotros aún no estamos en ese punto.

Sam: Vale. Para ahorrarnos el momento incómodo cuando lo estéis, considérala dada. Así no tenemos que repetirlo.

Zac: No tengo tierras -se oyó decir-.

Sam volvió la cabeza y lo miró con aire reflexivo.

Sam: ¿Te has gastado todo el dinero que ganaste en California en whisky y mujeres?

Zac: Solo un pequeño porcentaje.

Sam: Piensas seguir trabajando para ganarte la vida, espero.

Zac: Mientras no me despidas, sí.

Sam: Bueno, la abuela de Vanessa no me despidió cuando me escabullí con su hija, así que puedes estar tranquilo en ese sentido. Oye, si no querías hablarme de eso, ¿qué te ronda por la cabeza?

Zac: ¿Qué te parecería contratar a Alice?
 
Sam: ¿Contratar a Alice?

Zac: Iba a preguntarte qué te parecería dejar que echara una mano con los caballos. En las caballerizas. Se le da estupendo cepillarlos, y podría limpiar las casetas. Es fuerte. La cojera la entorpece un poco, sobre todo si está cansada, pero es fuerte. Tiene mano con los caballos. También con los perros. Supongo que con los animales en general. Pero cuando lo pensé mejor, me pareció que se sentiría más orgullosa si recibía una pequeña paga a cambio. No haría falta que fuera mucho.

Mientras las aves nocturnas cantaban, Sam contempló su puro.

Sam: No se me había ocurrido.

Zac: Ya lo he comentado con Anne, y sé que quiere hablar con Cora y la doctora. Esa sería la vía correcta, pero tú llevas el rancho, así que...

Sam: Es buena idea, Zac. Muy buena. Y a juzgar por lo que he visto en estas dos últimas semanas, también la indicada. Veremos si podemos conseguir que funcione. Viene alguien. -Incluso antes de ver los faros, oyó el motor en la quietud de la noche-. Es tarde para visitas -añadió, pero cruzó las piernas estiradas a la altura de los tobillos; era un hombre seguro de sí mismo-.

Zac: El sheriff Tyler -dijo en voz baja cuando la camioneta estuvo lo bastante cerca-.

Esperaron a que Tyler apagara el motor y se bajara.

Tyler: Buenas noches, Sam, Zac.

Zac: Buenas noches, Bob. Pareces agotado.

Tyler: Porque lo estoy.

Sam: ¿Te traigo una silla, un whisky y un puro?

Tyler: Si acepto el puro, lo estaré pagando una semana. Podría meterme en una ducha de desinfección y mi mujer seguiría oliéndolo. Pero el whisky no me vendría mal. No estoy de servicio.
 
Zac: Siéntese -se levantó-. Yo le traigo el whisky.

Tyler: Te lo agradezco.

Antes de que Zac llegara a la puerta, Vanessa la abrió.

Ness: Sheriff.

Tyler: Buenas noches, Vanessa.

Zac: Iba a buscarle un whisky.

Ness: Ya voy yo.

Cuando ella cerró la puerta tras de sí, Zac cogió el puro que había dejado en el cenicero y se apoyó en la barandilla del porche.

Tyler: Iba camino de casa y he pensado que debería pasarme para explicaros en qué punto estamos. He hablado con varias personas en los últimos días, para investigar el asunto del que Zac me comentó que Alice le había hablado. Personas que sabemos que pertenecen a grupos para militares o simpatizan con ellos. Verdaderos Patriotas es uno. ¿Es la frase que ella utilizó contigo?

Zac: Un par de veces.

Se calló cuando Vanessa salió al porche.

Tyler: Gracias. Ha sido un día largo. -Tomó un sorbo sin prisas-. Un día largo y poco productivo. La gente de esos grupos no es muy dada a colaborar en una investigación policial, sobre todo si la lleva lo que ellos llaman un «sheriff constitucional». -Volvió a quedarse callado, tomó un sorbo más largo-. Aun así, salimos a hablar con ellos, les enseñamos el boceto y nos aseguramos de que se enteraban de por qué investigamos al individuo en cuestión. Solo los más radicales seguirán guardando silencio cuando un hombre ha hecho lo que ha hecho este. Aun así, apenas avanzamos nada. Hasta hoy.

Al oír esa última frase, Vanessa se acercó y se quedó de pie al lado de Zac.

Tyler: Hoy me ha llamado un tipo. No diré su nombre, tampoco sé si lo conocéis, pero en cualquier caso es confidencial. Dice que ha reconocido la cara, que ha visto a ese hombre unas cuantas veces en el recinto que tiene. No está seguro de cómo se llama. Dice que lo llaman J. G. Que entrena con ellos cada pocos meses, que no es un habitual. Que les lleva suministros. Afirma que hace meses que no lo ve. El recinto está bastante al este de aquí, pero este tipo cree que nuestro hombre tiene un terreno por la zona, que vive, como algunos de ellos hacen, al margen del sistema. Vamos a investigarlo, pero con cautela.
 
Sam: ¿Ayudaría ofrecer una recompensa?

Tyler: El dinero nunca viene mal.

Sam: Cincuenta mil, si puede llevarnos hasta ese hijo de puta.

Tyler: Diez mil es suficiente para ese tipo. Si me autorizas para que le ofrezca esa cifra, averiguará más de lo que creo que ya sabe.

Sam: Pues te autorizo.

Tyler: Me ahorras tener que pedírtelo -volvió a beber-. Hay más, sobre la otra información que Alice dio a Zac. La posibilidad de que haya otras mujeres. El momento en que dijo haber oído los chillidos y los gritos de socorro, suponemos que después de que la trasladara al cobertizo. Hice una búsqueda de personas desaparecidas, en el intervalo de edades más lógico. Hay una a la que no han encontrado. Una chica de diecinueve años que hacia senderismo y fotografía por el bosque nacional de Lolo. Llamó a su madre y a su novio desde Stevensville el dieciséis de julio, cuando acababa de empezar la ruta de Bass Creek. Les dijo que pensaba comprar algo de comida, hacer quizá otra excursión corta y acampar para pasar la noche. Eso es lo último que supieron de ella. Lo último que supo nadie. Desapareció sin dejar rastro.

Ness: Puede que tuviera a más mujeres aparte de Alice. Puede que tenga a otra mujer encerrada en este momento.

Tyler: Hablé con el agente que lleva ese caso, que aún sigue abierto. Volveremos a hablar. Fui a Stevensville, charlé con las personas que recordaban haberla visto, que son con las que habló el agente en su momento. Aún era de día cuando la chica se alejó, y Alice dice que estaba oscuro cuando oyó el grito. Vamos a investigarlo a fondo, intentaremos precisar cuándo y dónde se la llevó, si es que lo hizo. Voy a tener que hablar otra vez con Alice, de cuándo pudo haber oído los otros ruidos que describió a Zac. Cualquier detalle que pudiera significar que había otras mujeres. -Suspiró-. Por otra parte, debo deciros que no estamos llegando a nada con los asesinatos de Bonnie Jean o Karyn Allison. Las pistas que creíamos que eran viables no lo han sido. Seguimos investigando, pero no tenemos nada nuevo, y ya han pasado meses. Cuanto más tiempo pasa, más se enfría el caso. Estoy harto, y me sabe fatal. Y una última cosa. -Alzó la vista para mirar a Zac-. Sabes que Garrett está en libertad bajo fianza.

Zac: Algo he oído.

Tyler: Te aseguro que el fiscal va a por él. Que piensa que, con las pruebas y su estupidez, Garrett lo tiene crudo. Es posible que el abogado consiga llegar a un acuerdo, pero cumplirá condena, Zac. Cumplirá condena, y no volverá a llevar una placa en su vida.

Zac: Me alegro de oírlo.

Tyler: No deberías acercarte a él.

Zac: Solo estoy fumándome un puro en el porche. 

Tyler negó con la cabeza.

Tyler: No deberías acercarte a él. Gracias por el whisky. Mañana intentaré hablar con Alice, pero ahora me iré a casa y espero que Lolly caliente lo que sea que haya hecho para cenar. -Se levantó con esfuerzo y empezó a bajar los peldaños del porche. Alzó la vista-. Tenemos una noche despejada. Cuando veo un cielo como este, por mucho tiempo que lleve en la policía, sencillamente no entiendo por qué la gente hace lo que hace a sus congéneres.
 
Tras marcharse Tyler, Sam cogió su vaso vacío y también el de Tyler.

Sam: Será mejor que le cuente todo esto a tu madre.

Ness ¿Quieres que vaya contigo?

En respuesta a su hija, Sam negó con la cabeza.

Sam: Yo me ocupo. -Miró hacia el lugar donde los faros traseros de Tyler se perdían a lo lejos-. Un día largo y duro para algunos de nosotros.

Ness: No sé qué hacer -alzó las manos, las dejó caer cuando su padre entró en casa-. Qué hacer, pensar o sentir.

Zac: No hay nada que hacer aparte de tomarse las cosas como vienen. Como sabes, estoy pendiente de los movimientos de Clintok. Suele pasar algún tiempo en el Step Up Bar. Tengo intención de ir allí dentro de unos días.

Ness: ¿Qué tiene de malo mañana?

Zac: Creo que hemos quedado para cenar en un restaurante de lujo.

Vanessa movió la mano para restarle importancia, como si espantara un mosquito.

Ness: Iremos a cenar el próximo sábado. Termina con esto, Efron. Hasta que no lo hagas, te va a corroer por dentro. Iremos mañana.

Zac: Vanessa, ¿me estás diciendo que prefieres ir a un bar donde puede montarse una pelea, antes que a un restaurante de lujo?

Ness: No sé de nadie que no lo prefiriera. 

Sonriendo, Zac le tendió la mano.

Zac: Aquí está otra vez eso tan fuerte que siento. Demos un paseo bajo este cielo tan grande.
 

Eligió a su esposa. Tenía un plan. Esta vez no cometería ningún error. Casi siempre, por las noches, se dedicaba a organizar, a preparar. Suministros y medidas de seguridad.

Una mujer necesitaba estar encerrada a cal y canto hasta que entendiera el orden de las cosas. E incluso después.

Tenía los grilletes para la pierna bien atornillados a la pared y añadió a la puerta otros dos cerrojos más grandes. Pensando en el ruido que algunas de ellas podían hacer, se entretuvo en recubrir las paredes de espuma.

Aunque nadie se acercara nunca a la cabaña, hacía mucho tiempo que debería haber tomado esa precaución.

Cuando terminó, recorrió el sótano con la mirada, e imaginó a su esposa en la cama. Desnuda, estaría desnuda -él se ocuparía de que así fuera-, y lista para ser sembrada.

La imagen se la puso dura, tan dura que dio gracias por no tener que esperar mucho más.

El largo invierno había concluido y la primavera había llegado. La estación de la siembra. Había una estación para cada cosa, pensó. Y esa era la suya.

La simiente, su simiente, arraigaría. Crecería en la matriz joven y fecunda. Y después él introduciría otro cambio. Dejaría al hijo varón al cuidado de la madre. Honra a tu padre y a tu madre. Sí, esta vez lo haría así. Incluso la visitaría con el niño, puede que lo llevara a la escuela más adelante. Y haría lo mismo con los hijos varones que vinieran después del primero.

Formarían una familia con él como cabeza de ella, la mujer como compañera, los hijos varones como legado.

Convencido de sus planes, de su elección, se acostó en la cama donde plantaría su simiente. Y pensó que, una vez que la simiente arraigara, quizá elegiría otra esposa, buscaría otro hijo varón.

Tenía espacio, podía tenerlas separadas hasta que aprendieran a ser hermanas. Dos para dejarlo satisfecho, para criar a los hijos, cultivar el huerto, cuidar del ganado, limpiar y cocinar conforme el tiempo pasaba.
 
Dos para atender las obligaciones de las mujeres mientras él se encargaba del trabajo de los hombres, se dedicaba a los pasatiempos de los hombres.

Cerró los ojos y lo imaginó todo mentalmente. Una especie de reino, pensó, y durmió un rato para soñar con él.


El sábado, Zac pensaba cenar cualquier cosa cuando acabara de trabajar y, alrededor de las nueve, dirigirse al Step Up Bar.

Había trabajado todo el día -resultaba que el resort estaba lleno a rebosar todos los fines de semana de primavera- y se había ocupado personalmente de dar de comer a Atardecer y de cepillarlo.

Y dedicó un rato a extenderle aceite de vitaminas en la cicatriz rosada del vientre, todavía tierna.

Zac: Una cicatriz de guerra. -Se enderezó y acarició a Atardecer con cariño-. No puedo equilibrar la balanza a menos que dispare a ese cabrón, pero yo no soy así. O, si lo soy, no quiero hacerlo. Pero puedo poner un par de pesas en nuestro platillo.

Atardecer golpeó dos veces el suelo con la pata delantera derecha, y aunque Zac sabía que el caballo reaccionaba a su tono de voz, hizo como si lo entendiera.

Zac: Sí, una por ti y otra por mí. Pórtate bien -le ordenó cuando salió y cerró la puerta de la caseta. Se acercó a ver a Leo, rascó al capón de Vanessa entre las orejas, donde más le gustaba-. Vigílamelo.

Se dirigió a la puerta, se paró a charlar con un par de mozos, rechazó una invitación para jugar al póquer. Como había pasado más tiempo con Atardecer del que pensaba, decidió prepararse un sándwich para cenar en vez de ponerse a cocinar.

Pero cuando entró en la choza, olió a comida y vio a Vanessa en su cocina.

Zac: Mujer, ¿aún no tienes mi cena en la mesa?

Ness: Muy gracioso -dijo sin volverse-.

Zac: Un poco de gracia sí tiene. ¿Qué estás preparando? No sabía que cocinaras.

Ness: No cocino, pero sé dorar la carne y echarle salsa de barbacoa, y freír patatas. Eso vas a comer.

Olía infinitamente mejor que un sándwich de queso.

Zac: Me lo comeré y te daré las gracias.

Ness: Eso suponía. ¿Te apetece una cerveza?

Cuando Vanessa se volvió, lo vio negar con la cabeza y asintió.

Ness: La dejas para después. Aunque las peleas siempre son interesantes si se riegan con cerveza, es más inteligente tener la cabeza despejada. No me vendría mal una Coca-Cola.

Zac sacó dos, las abrió.

Zac: ¿Vanessa?

Ness: ¿Zac?

Su respuesta lo hizo sonreír y besarla en la coronilla.

Zac: Tengo palabras rondándome la cabeza, buscando su sitio. Cuando lo encuentren, tendré cosas que decirte.

Ness: ¿Me gustará oírlas?

Zac: Bueno, tendrás que darme tu opinión. Necesito lavarme. He estado con los caballos.

Ness: Tienes cinco, quizá diez minutos antes de que la cena esté en la mesa. 

Cuando Zac regresó, Vanessa sirvió generosas raciones de la carne en salsa sobre bollos partidos por la mitad, que acompañó de patatas fritas y abundante menestra.
 
Ness: La menestra se la he robado a Clementine. Había hecho mucha.

Cuando Vanessa se sentó con su plato, Zac cogió el bollo con las dos manos y lo probó.

Zac: Está rico. Pica un poco.

Ness: Es la salsa picante. He supuesto que lo aguantarías.

Zac: Lo aguanto y me gusta. Quería preguntarte una cosa: como el martes no estamos a tope, me gustaría que mi madre trajera otra vez al crío. A Brody le encantan los caballos y ha estado pidiendo otro paseo en poni.

Ness: No hace falta que me lo preguntes, Zac.

Zac: Me gusta consultar con la jefa.

Ness: La jefa dice que puedes traerlo siempre que te venga bien. Mándame un mensaje cuando lleguen. Bajaré a verlos si puedo.

Zac: Lo haré. Dije a mi madre que han empezado a derribar el viejo rancho.

Ness: ¿Cómo se lo tomó?

Zac: No le importó. Le dio igual. No me pareció que estuviera fingiendo, pero preferí preguntar a Miley. Me dijo lo mismo, que a mi madre no le importa. Está encantada con los tablones del suelo que me llevé, sobre todo porque Justin los ha convertido en marcos para cuadros. Y con los rosales, especialmente. Así que era lo que había que hacer.

Ness: ¿Te preocupaba?

Zac: Un poco. De vez en cuando. Ya no. Así que solo una cosa: ¿no preferirías quedarte aquí esta noche mientras yo me encargo de Clintok?

Vanessa pinchó unas cuantas patatas y le sonrió mientras se las comía.

Ness: ¿Tironeando de mi collar de perlas mientras me paseo por la choza con el corazón en un puño? ¿Después de haber destrozado una enagua para poder vendarte las heridas?
 
Zac: Nunca te he visto llevar un collar de perlas, ni una enagua, aunque imagino que estarías espectacular con ambos. ¿Y por qué das por supuesto que necesitaré vendas?

Ness: El collar de perlas de la abuela será para mí, se lo podría pedir si quisiera darle tirones. No tengo ninguna enagua, así que deberás apañártelas sin vendas. Pero ya he metido una bolsa de guisantes congelados en tu congelador porque Clintok es corpulento y un matón. Aunque no me cabe ninguna duda de que le darás una paliza, recibirás unos cuantos golpes. -Mirándolo, se lamió salsa del dedo-. Pero, para responder a tu pregunta, no empieces a pensar que porque te he preparado una vez la cena voy a convertirme en la típica mujercita.

Zac: Tú no tienes nada de típica.

Ness: Exacto. Así que iré. Alguien tiene que sujetarte el abrigo, y nadie va a robarme el placer de ver cómo le haces sangrar un poco.

Zac: ¿Y si después de nuestra cena de lujo del próximo sábado reservamos habitación en un hotel de lujo?

Vanessa se terminó el bocadillo y tomó un sorbo de Coca-Cola.

Ness: ¿Tienes dinero que derrochar, Efron?

Zac: Lo tengo para gastarlo.

Ness: Parece que tendré que llevarme una maletita. Freguemos estos platos y pongámonos en camino.

Zac: Estaba pensando en repetir.

Vanessa le hincó un dedo en la barriga, ya tirante.

Ness: Lamentarás haber repetido si recibes esos golpes en las tripas.

Zac: Tienes razón -respondió, y separó la silla de la mesa-.


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