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domingo, 22 de enero de 2023

Capítulo 17


Zac: Lo estás haciendo estupendamente -le aseguró a Vanessa-.

Ness: No, no -gimió entre jadeos-. 

Dar a luz era muy duro, mucho más duro de lo que ella hubiera imaginado, y el dolor… el dolor era indescriptible.

El segundo bombero entró en la habitación.

Brandon: He hablado con tu amiga, y viene para acá.

Zac: Gracias a Dios.

A Vanessa le resultó difícil hablar en mitad de una contracción. El dolor era tan intenso que jadeó, imitando a Zac, que le había enseñado un ejercicio de respiración para ayudarla.

Zac le tendió la mano y ella se la apretó tanto como pudo, tanto que tuvo miedo de hacerle daño. Si se lo hizo, él no la soltó, de todos modos.

Zac: Tráeme un paño húmedo -le dijo a su compañero-.

Brandon: Ahora mismo -salió corriendo por el pasillo hacia el baño-.

Zac: Voy a examinarte otra vez.

Ness: ¡No! -se aferró a su mano-. Te necesito aquí, a mi lado.

Zac: Vanessa, necesito ver en qué posición está el bebé.

Ness: Está bien.

Vanessa cerró los ojos. El sudor le corría por la frente.
Aquello era lo más difícil que había hecho en su vida. De repente, notó que le caía un líquido por las piernas.

Ness: ¿Qué es eso? -gritó-.

Zac: Acabas de romper aguas.

Ness: Oh. -Se le había olvidado aquello. Tenía un vago recuerdo de historias de otras mujeres-. Eso es bueno, ¿no?

Zac: Sí, es bueno. Aunque los dolores tal vez se intensifiquen. Las contracciones durarán más…

Ness: Oh, no -gimió-.

Aunque había descubierto que aquél era el primer parto que atendía Zac, él sabía mucho más que ella. Al menos lo había estudiado y había prestado atención durante las clases. Zac le había dicho, en broma, que estaba recibiendo una clase práctica en el trabajo, y ella también, pero aquella parte ya no le parecía tan divertida.

Zac: El bebé está en el canal del parto. Ya no falta mucho, Vanessa. Unos cuantos dolores más y tendrás a tu hijo.

Ness: Gracias a Dios.

Zac: Descansa entre contracciones.

Brandon Hutton llegó con un paño húmedo. Zac lo tomó y le limpió la cara a Vanessa. Aquel paño fresco contra la piel caliente le pareció muy refrescante. Al sentir otra contracción, gritó:

Ness: ¡Zac! ¡Zac!

Al instante él estaba a su lado, tomándola de la mano. Ella se la apretó.

Ness: Cuenta -le rogó-.

Zac: Uno, dos, tres…

Los números se sucedieron, y ella se concentró en escucharlos, sabiendo que cuando Zac llegara a cincuenta, la contracción se relajaría.

Sin embargo, a medio camino, Vanessa comenzó a jadear. Entonces, sintió una necesidad instintiva de empujar. Arqueó la espalda y empujó con todas sus fuerzas.

Cuando pasó el dolor, estaba demasiado exhausta como para hablar. Zac le limpió la frente de nuevo y le apartó el pelo húmedo de la cara.

Ness: ¿Queda mucho? -preguntó en un susurro-.

Zac: No, no.

Ness: Ya no puedo soportarlo más -dijo con los ojos llenos de lágrimas-.

Zac le enjugó las mejillas.

Zac: Puedes hacerlo. Casi lo has conseguido.

Ness: Me alegro de que estés conmigo.

Zac: Yo no querría estar en ningún otro sitio.

Entonces, se oyó el ruido de la puerta de un coche en la distancia.

Ness: Grace -dijo contenta al saber que había llegado por fin-.

Brandon: La acompañaré arriba -rápidamente, bajó las escaleras-.

Comenzó otra contracción. Ella reunió valor y cerró los ojos, y se aferró a Zac dándole gracias a Dios por no estar sola.

Automáticamente, Zac comenzó a contar. De nuevo, ella sintió la necesidad de empujar. Apretó los dientes y empujó, gruñendo con fuerza, tensando todo el cuerpo.

Grace: Vanessa -dijo con voz serena-. He venido en cuanto me he enterado.

La contracción pasó y Vanessa se desplomó sobre el colchón.

Zac: El bebé está en el canal del parto.

Grace: ¿Qué puedo hacer? 

Zac: Sujétele la mano y cuente los segundos cuando lleguen las contracciones.

Ness: No… no me dejes…

Zac: Tengo que atender el parto -dijo con suavidad-. Grace te ayudará.

Grace: Estoy aquí.

Vanessa soltó la mano a Zac, aunque con reticencia.

Grace ocupó el lugar de Zac.

Ness: No quiero hacerte daño.

Grace: ¿Y por qué ibas a hacerme daño?

Ness: Porque aprieto muy fuerte.

Grace: No, no vas a hacerme daño. Aprieta todo lo que quieras y no te preocupes por mí.

Grace tomó el paño húmedo y se lo pasó por la frente a Vanessa.

En aquel momento comenzó otra contracción. Vanessa sintió cómo empujaba a su bebé fuera del vientre. Apretó los dientes y empujó con todas sus fuerzas.

Grace, con la voz segura y fuerte, contó los segundos. De nuevo, cuando terminó el dolor, Vanessa se desplomó sobre la cama.

En el silencio que se hizo, Vanessa oyó el sonido de su propia respiración entrecortada, y después, en la distancia, oyó risas infantiles.

Ness: Los niños…

Grace: Mis nietos están fuera con Cliff.

Ness: ¿Y se ríen?

Grace: ¿Quieres que le diga a Cliff que los mantenga en silencio?

Ness: No… no. Es muy alegre.

Así debía de ser la Nochebuena. Oír la felicidad de los niños le daba esperanzas. Su bebé iba a estar rodeado de gente buena y solidaria.

Dar a luz en un establo lleno de animales, con niños corriendo y riéndose fuera, celebrando las fiestas, no formaba parte del plan de Vanessa. Y sin embargo, era perfecto.

Tan perfecto…

Era mil veces mejor que dar a luz sola, rodeada de extraños, en un hospital. Ninguno de sus hermanos habría sido capaz de quedarse con ella durante el parto. Zac había estado con ella desde el principio, y después, Grace.

Ness: Gracias -les dijo a los dos-.

Grace: No, Vanessa, gracias a ti -susurró-. Nos sentimos honrados por ayudarte.

Ness: Me alegro de que estéis conmigo -dijo con una sonrisa trémula-. 

Ojalá se hubiera enamorado de Zac en vez de enamorarse de Dave. Zac era tal y como debía ser un hombre…

Tuvo otra contracción, y cerró los ojos hasta que la contracción se hizo demasiado intensa. Vanessa se rindió a ella, gimiendo suavemente.

Zac: Ya casi ha salido la cabeza -dijo cuando pasó la contracción-. Tu bebé tiene pelo castaño.

Ness: Oh…

Grace: Otra contracción, o dos, y todo habrá terminado.

Ness: Gracias a Dios, gracias a Dios -respondió con fervor-.

Grace: Vas a ser muy buena madre.

Ness: Quiero serlo.

Grace: Ya lo eres.

Ness: Quiero a mi bebé.

Grace: Lo sé -le apartó el pelo mojado de la frente-.

Vanessa estaba empapada en sudor, y tenía la cara llena de lágrimas.

Ness: No voy a hacer esto nunca más -dijo mirando a Grace-. No puedo creer que mi madre diera a luz cuatro veces.

Grace: Todas las mujeres piensan eso. Yo también lo pensé. Sin embargo, en cuanto tienes a tu hijo en brazos, olvidas el dolor.

Alguien subió por las escaleras.

Maryellen: ¿Mamá?

Era Maryellen, la hija de Grace.

Grace: Aquí.

Maryellen entró en la habitación, y se detuvo al ver a Vanessa. Sonrió. Tenía los brazos llenos de ropa de bebé.

Vanessa tuvo otra contracción, y de nuevo miró a Zac.

Zac: Vamos, vamos. Lo estás haciendo muy bien. Ya tenemos un hombro…

Vanessa sollozó en silencio. Casi había terminado. El bebé estaba saliendo de su vientre. Lo sentía; sintió cómo se deslizaba hacia el exterior, y después oyó su grito, que resonó por toda la habitación.

Su alivio fue instantáneo.

¡Lo había conseguido! Pese a todo, lo había conseguido.

Zac tenía a la criatura en brazos, y cuando la miró, Vanessa se dio cuenta de que sus ojos estaban llenos de lágrimas, también.

Zac: Tienes una hija, Vanessa.

Ness: Una hija -susurró-.

Zac: Una hija preciosa.

Entonces, Vanessa también comenzó a llorar, con una emoción que fue sorprendente para ella. No le importaba mucho el sexo de su bebé, nunca le había importado. Eran sus hermanos quienes estaban empeñados en que iba a tener un hijo.

Se habían equivocado.

Ness: Una hija -susurró-. He tenido una hija.


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