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lunes, 3 de abril de 2017

Capítulo 5 - Si en septiembre no tienes fruta, agosto tiene la culpa


“Esta noche vas a probar mi plato especial.”

Primer y único contacto del día. Y no dijo más. Así de escueto fue el mensaje que recibió Vanessa por whatsapp, con el que Zac daba por sentado que cenarían juntos en casa de él. Como si la opinión de ella no contara y dando por hecho que su tiempo libre era todo para él o que a una llamada suya, ella acudiría rauda como un perrito al silbido de su amo.

Solo había transcurrido un día desde el disgusto del restaurante. Y Vanessa no se hizo de rogar. Pero a esa cena, que en otro momento le habría parecido una romántica sorpresa, acudió malhumorada, dolida y sin la más mínima intención de agradecerle el detalle de cocinar para ella. Cuando Zac abrió la puerta y la cogió de la mano para atraerla hacia sí y besarla, ella no puso de su parte. Frenó su entusiasmo de raíz permitiendo tan solo que besara rápido sus labios cerrados, para salir del paso.

Zac la miró extrañado, pero se abstuvo de preguntarle el porqué de su más que evidente mal humor. Supuso que había tenido un duro día de trabajo.

Vanessa se soltó de su mano y le dio la espalda camino de las escaleras.

Ness: ¿Y las niñas? -preguntó a la vez que emprendía los primeros escalones a paso veloz-.

Zac: Hoy duermen en casa de mis padres.

Ella frenó en seco en el quinto escalón, le lanzó una mirada por encima del hombro y, girando en redondo, bajó de nuevo hasta donde estaba él. A Zac se le borró la sonrisa de la cara al ver la mandíbula tensa de Vanessa. Algo le dijo que la especialidad italiana que había preparado con tanto esmero iba a enfriarse antes de servirla en los platos.

Ness: Mmmm… Huele muy bien -dejó caer con una sonrisa fría de las que auguran pelea-. Cena para dos, ¿no?

Zac: Tagliatelle alla arrabiata -se limitó a decir, empezando a perder la paciencia-.

Ness: ¿Y también has preparado un postre sorpresa? -tanteó con una mirada estrecha-. No, no me lo digas. Ya me imagino qué tipo de postre tienes en mente. Como las niñas no están…

Zac: Deja a mis hijas al margen de esto.

Vanessa le lanzó una mirada cargada de dolor y desprecio.

Ness: Que te aprovechen las tagliatelle -masculló yendo hacia la puerta-.

Zac la cogió del brazo para impedir que se marchara.

Zac: ¿Se puede saber qué mosca te ha picado esta noche?

Ness: No me ha picado ninguna mosca -le espetó soltándose de un tirón-.

Él se cruzó de brazos, dispuesto a escuchar todos los improperios que soltara por la boca.

Zac: Si insultándome te quedas más a gusto, adelante -la invitó-.

Vanessa no lo hizo. De sobra sabía que, una vez perdido el respeto, ya no hay vuelta atrás.

Ness: Si es eso lo que esperas de mí, está claro que no me conoces -reconoció con dolor en la voz; apartó la mirada y se encogió de hombros-. Tú te lo pierdes.

Zac: Yo no me pierdo nada ni tú tampoco -concluyó para poner fin a aquella discusión, a su juicio sin sentido-. Venga, subamos ya que la cena se enfría.

Ella negó con la cabeza. Zac la miraba como si tuviera delante a una niña enrabietada en lugar de a una mujer dolida y humillada.

Ness: Si quieres cenitas secretas con sexo para hacer la digestión, búscate a otra.

Zac: Ya está bien, Vanessa -exigió casi al límite de su aguante-. ¿Vas a decirme qué coño te pasa o tengo que adivinarlo por mi cuenta?

En vista de que Vanessa no abría la boca, Zac decidió provocarla. Tal como estaban las cosas, y dado que la cena íntima se había ido al garete, mejor sería marchar a dormir con las cosas claras que con una bronca a medias.

Zac: No sé a qué viene tanta mala leche -opinó-. Cualquier mujer en tu lugar se alegraría si un hombre cocinara para ella y la sorprendiera con una cena para dos.

El razonamiento de Zac terminó de enfurecer a Vanessa, que se encaró con él con los brazos en jarras.

Ness: ¿Ah, sí? Pues, ¿sabes lo que te digo? -replicó con ojos hostiles-. Que cualquier otro hombre en tu situación estaría contento de que una mujer lo acepte a él y a sus dos hijas...

Zac: Vanessa, te lo repito: esto es entre tú y yo. Deja al margen a mis hijas.

Ella ni lo escuchó.

Ness: …y daría gracias también de que esa mujer no le exigiera cada cinco minutos que jurara que estaba con ella por algo parecido al amor y no porque la soledad le viene demasiado grande.

Zac: No pienses…

Vanessa continuó, como si no lo oyera.

Ness: En cambio tú, en lugar de sentirte afortunado, te dedicas a apartarme de tu vida.

Zac: Si pretendo apartarte, ¿explícame por qué carajo te traigo a mi casa?

Ness: Aprovechando que las niñas no están, claro -argumentó con rabia-. «Vanessa sobra cuando ellas están». Yo te valgo para pasar un rato divertido y luego, ¡puerta! «A Vanessa me la guardo para un cumpleaños privado, con mucho sexo y muchas risas, pero cuando lo celebro con las personas que quiero, no. Entonces mejor que no venga, no vaya a hacerse una idea equivocada y pensar que forma parte de mi familia».

Zac chasqueó la lengua, al deducir de sus palabras que se había enterado del cumpleaños familiar en el restaurante.

Zac: Ayer trabajabas hasta tarde, si no recuerdo mal.

Ness: La excusa perfecta -ironizó-.

Él se hartó de la discusión y de verse en la tesitura de dar explicaciones, cuando no se sentía obligado.

Zac: Vamos a dejarlo aquí, Vanessa.

Ness: Me lo has quitado de la boca. Está claro que aún no estás preparado para que nadie ocupe el lugar de tu mujer -alegó con un suspiro de rendición-. Y yo me niego a seguir luchando contra un fantasma.

Zac: Vanessa, ¡basta! -la frenó con tono exigente-. Que estás hablando de la madre de mis hijas.

Ella endureció el gesto y lo miró con tristeza.

Ness: No te hagas el ofendido ni utilices el recurso fácil de hacerme sentir culpable -exigió a su vez-. Sabes muy bien que no lo he dicho con mala intención.

Zac avanzó un paso hacia ella.

Zac: Ya está bien -sentenció alzando la voz más de lo que habría querido-. Llevo una hora cocinando para darte una sorpresa, ¿y me vienes con estas?

Ness: Échale la culpa a los cambios de humor de «esos días del mes», como hacéis todos los tíos -replicó con tono acre-. Mira por dónde, ya tienes algo que celebrar esta noche. No me has dejado preñada, un problema menos. Ya no tienes que preocuparte de que haya por el mundo un error con tu cara y con tus genes.

Zac: Dejémoslo aquí y ahora… -Hizo una pausa para tomar aire y exigirse a sí mismo la debida contención-. No tengo por qué aguantar el ataque de inmadurez de una niñata rencorosa porque no ha sido invitada a una fiesta, como el hada malasombra aquella de la Bella Durmiente.

Vanessa agachó la cabeza y le dio la espalda, sin poder creerse cómo la acababa de llamar.

Ness: ¿Y eras tú el que hace un momento hablaba de insultos? -le recordó, al tiempo que abría la puerta de la calle-.

Zac: Joder, no quería decir eso, pero…

Antes de salir, Vanessa le lanzó por encima del hombro una mirada dolida.

Ness: Una niñata lo suficiente madura y sensata para empuñar un arma pero no lo bastante para ti.

Zac: Vanessa, escúchame…

Fue un ruego inútil que Vanessa no llegó a oír. Zac se quedó con las manos en los bolsillos, mirando la puerta abierta por la que ella acababa de largarse a toda prisa.


Al día siguiente, y tras una noche en la que tardó horas en conciliar el sueño, Zac fue hasta la Casa Cuartel de buena mañana con intención de hacer las paces. Preguntó por Vanessa y, mientras un guardia iba a avisarla, esperó enjugascado con la perrilla Chispa. Cuando ella salió a recibirlo y la vio tan seria, todas las esperanzas de Zac de solucionar lo ocurrido entre ellos la noche anterior se fueron al traste. Sin dejar que lo interrumpiera, él trató de quitar hierro a la pelea y hacerla entrar en razón mientras ella escuchaba sus argumentos con expresión inmutable.

Zac: Quiero que sepas que me arrepiento de muchas cosas de las que dije anoche. A veces las discusiones se van de las manos. Y nosotros no íbamos a ser diferentes al resto, mucho menos en nuestra primera pelea.

Ness: ¿La primera? Te falla la memoria.

Zac: La primera como pareja.

Vanessa no lo dejó seguir. No estaba dispuesta a claudicar y sufrir por un hombre que no la valoraba como mujer más allá de lo bien que lo pasaban en la cama.

Ness: Tú y yo no somos una pareja, esa es la diferencia. No sé por qué pero tu actitud hacia mí ha cambiado -suspiró y sacudió la cabeza haciendo bailar su coleta a un lado y a otro-. Sí, lo sé, es una estupidez…

Zac: La única estupidez es hacer un drama sin necesidad -rebatió-. Lo pasamos bien juntos, yo estoy a gusto contigo y lo último que me apetece es complicarme la vida con discusiones sin sentido.

Ness: Pues alégrate porque acabo de quitarte un problema de encima.

Zac: ¿Qué quieres decir?

Ness: ¡Que no me busques más! Que no vengas a mi trabajo pidiendo explicaciones que no tengo ganas de darte. Eso sí, quiero aclarar algo: solo me arrepiento de una de las cosas que dije anoche -advirtió-. Un hijo inesperado nunca habría sido un error. Nunca.

Zac: Vanessa…

Ness: Tú necesitas una mujer a tu medida, o muy frívola o con el corazón blindado para que no le afecte que un día la quieras cerca, compartiendo el tiempo con tus hijas. Porque yo les he cogido cariño, ¿sabes? -murmuró con dolor; y tomó aire antes de que se le quebrara la voz-. Y que no le importe tampoco que, en cualquier momento, decidas mantenerla al margen, guardando la distancia de seguridad.

Zac: ¿Tanto daño te hice no invitándote a comer con mi familia?

Ness: No entiendes nada -se lamentó, resoplando con frustración-. Da igual, estate tranquilo que no voy a ocupar un lugar que no me corresponde.

Zac: ¿Estás hablando de Michelle? -su voz y su mirada eran en sí un aviso a no continuar-.

Pero Vanessa no tenía intención de callarse nada, puesto que era él quien había acudido hasta allí en busca de explicaciones.

Ness: Aún la amas, Zac -zanjó cualquier réplica, absolutamente convencida-. No hay que darle más vueltas.

Aquellas palabras le dolieron a él más de lo que ella fue capaz de imaginar, porque no era cierto.

Zac: Ya te dije y te repito que en eso te equivocas -confesó-. Michelle siempre estará en mi corazón, pero pertenece a mi pasado. Desde que ella murió, me niego a hacer planes de futuro, pero al menos tengo claro que mi presente eres tú.

Ness: No, no lo soy -dijo encogiéndose de hombros-. Y lo digo sin rencor, créeme. Todos los hombres que pasan por una ruptura, y en tu caso lo es también, quieras o no, superan el dolor con unas cuantas relaciones de paso. Mujeres de tránsito creo que las llaman. No te culpo, de verdad -aseguró mirándole de frente-. Solo lamento haber sido una de ellas.

Zac: Psicoanálisis no, por favor -protestó-.

Vanessa cuadró los hombros y miró su reloj, obligándose a centrar sus pensamientos en la jornada laboral que tenía por delante.

Ness: Se me hace tarde, Zac.

Zac: ¿No vas a darme un beso?

Ness: No.

Zac: Pues te lo doy yo -decidió tomándole la cara entre las manos-.

Era obvio que no iba a tentar a la suerte dándole un beso en la boca, pero Vanessa odió que la besara en la frente como habría hecho para apaciguar el enfado de cualquiera de sus hijas. Sintió, una vez más, que la consideraba una cría con mal genio. Demasiado joven para ocupar un espacio hecho a medida de las altas expectativas que había dejado la esposa que perdió.

Zac: Creo que necesitamos tiempo para pensar. Ya hablaremos mañana con calma, ¿de acuerdo? -rogó mirándola a los ojos-.

Ness: Muy bien -mintió-. Hablaremos mañana.


En el reloj de la plaza sonó una sola campanada. Zac ojeó la hora en el suyo; comprobación inútil porque de sobra sabía que era la una de la tarde. Hizo un cálculo mental y farfulló un par de maldiciones; seis horas hacía ya que llevaba tratando de localizar a Vanessa sin resultado, doce llamadas a su móvil y dos mensajes sin respuesta.

De ningún modo imaginaba que el enfado iba a durarle tanto; ella no era rencorosa, de eso Zac estaba seguro. Puede que lo estuviera castigando, o pensó que quizá con aquel silencio era una estrategia femenina para obligarlo a agachar la cabeza, o… Qué carajo, ¡no entendía a qué venía aquel mutismo absurdo cuando más necesitaban hablar! Sopesó sus opciones, podía esperar a que se le pasara el cabreo o hacer lo posible por que se le pasara cuanto antes. Optó por la segunda, tanto le daba claudicar ante Vanessa, con tal de finiquitar aquella pelea que ni lo hacía feliz ni la hacía feliz a ella.

Fue a la Casa Cuartel, los guardias que encontró allí se limitaron a responderle con evasivas, así que trató de averiguar algo hablando con la fuente más fiable de todas. En el despacho del brigada Parker, no llegó ni a sentarse, cuando este le invitó a hacerlo, de tan impactado como se quedó.

Zac: ¿Dos meses de permiso? -preguntó sin acabar de creérselo-.

Jay: No exactamente -puntualizó-. Vanessa ha pedido una licencia temporal de dos meses; sin sueldo, claro.

Zac: ¿Claro? Pues yo no veo nada claro que se haya largado de la noche a la mañana y sin decir ni adiós -cuestionó malhumorado-. ¡Es que no la entiendo, te lo juro! ¿No te ha dicho por qué?

Jay Parker se cruzó de brazos y se apoyó en el respaldo del sillón mientras le echaba una mirada larga.

Jay: Si no lo sabes tú…

Zac no respondió a su insinuación. Se limitó a darle las gracias y salió del despacho con una idea fija en mente: si Vanessa quería espacio y tiempo para recapacitar, mejor para ambos. A ver si aprendía de una vez que el mundo no se acababa por una pelea.




Zac, tio, no haces nada bien 😒

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Lu dijo...

Ay no... que mal todo!! Zac estuvo mal en no invitarla a su cumple con la familia y en decirle cosas...
Veremos como sigue...

Sube pronto

Maria jose dijo...

Nooo!!! Todo estaba tan bien
Y ahora pasa esto
Espero que zac vaya por ella
Donde sea que fue vanessa
Síguela pronto


Saludos

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