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miércoles, 26 de abril de 2017

Capítulo 4


Miley Cyrus permanecía delante del instituto de Avalon. Alzó la mirada hacia el edificio que albergaba su nuevo instituto mientras el corazón parecía a punto de salírsele del pecho. Su nuevo instituto. Era uno de esos edificios de ladrillo estilo gótico tan habituales en la zona.

Apenas se lo podía creer. Ella, una chica del Upper East Side, uno de los barrios más prestigiosos de Manhattan y a punto de graduarse en un colegio de élite, viviendo en Avalon, en medio de ninguna parte.

Aquella vez estaba fastidiada de verdad, pensó, sintiendo el estómago revuelto.

¿De verdad habían pasado sólo dos semanas desde que estudiaba en aquella escuela exclusiva de la ciudad de Nueva York? Tenía la sensación de que había pasado toda una vida desde entonces. Desde que había tenido que abandonar el colegio. Desde que su padre la había obligado a trasladarse a Sleepy Hollow y a terminar los estudios en un centro público.

Por supuesto, todo el mundo decía que aquel traslado y cambio de escuela se debía a que Miley había hecho una mala elección. ¡Una mala elección! Era increíble.

Así que allí estaba Miley, en medio de la tundra helada que la rodeaba y sintiéndose completamente ajena a aquel mundo. Se sentía como si hubiera abandonado su propio cuerpo y estuviera viéndose a sí misma, una figura solitaria en la nieve, con un calidoscopio de desconocidos hablando a su alrededor y completamente ajenos a su presencia.

No, eso no era cierto. Nadie parecía ajeno a su presencia. Un par de chicas la miraron, acercaron la una a la otra sus cabezas y comenzaron a rumorear inmediatamente. Un segundo después, unos chicos que estaban jugando al fútbol se detuvieron para recorrerla con la mirada. Sus silbidos y sus expresiones de admiración resbalaron sobre ella como un viento helado.

Por ella, podían seguir criticándola todo lo que quisieran. ¿A quién podía importarle nada de eso?

Con esa actitud, entró en el instituto. Sintió al entrar una bocanada de calor húmedo. Olía a lana mojada o a lo que quiera que olieran los institutos públicos. Miley se quitó la bufanda Burberry y los guantes Portulano. Las personas que estaban tras el mostrador de secretaría estaban ocupadas atendiendo el teléfono, trabajando en los ordenadores o distribuyendo el correo. Una mujer de aspecto cansado alzó la mirada hacia ella.

**: ¿Puedo ayudarte en algo?

Miley se desabrochó la chaqueta de ante.

Miley: Soy Miley Cyrus. Hoy es mi primer día de instituto.

La secretaria buscó entre las bandejas que tenía sobre la mesa. Tomó después una carpeta y volvió con ella al escritorio, moviéndose con la lentitud de una mujer embarazada. Tenía una barriga enorme que Miley intentó no mirar.

**: Oh, estupendo -dijo la secretaria-. Aquí tenemos toda tu documentación. Tu padre se pasó el viernes por el instituto y está todo en orden.

Miley asintió, sintiendo de pronto un intenso calor y ganas de vomitar. Su padre la habría acompañado al instituto si no hubiera sido porque le había suplicado que no lo hiciera. Max, su hermano, estaba todavía en quinto, de modo que le necesitaba más que Miley. Mucho más.

La secretaria le explicó el horario, le entregó un plano del edificio y le indicó dónde estaba su clase. También le dijo dónde estaba su taquilla y le dio la combinación para abrirla. El sistema de timbres era bastante complicado: estaba el que señalaba el almuerzo, la entrada, las reuniones... Pero Miley apenas escuchaba. Miró el número de su clase, salió de la secretaría y comenzó a recorrer su nuevo instituto.

El pasillo estaba lleno de adolescentes gritones y olía a la ropa húmeda por la nieve. Los sonidos de las risas y los portazos en las taquillas lo inundaban todo. Miley localizó la taquilla que le habían asignado, introdujo la combinación que le habían dado y abrió la puerta metálica de la taquilla. A juzgar por los grafitis que encontró en su interior, el usuario anterior era un gran aficionado al hip-hop.

Metió en la taquilla la chaqueta, la bufanda y los guantes. Aquella mañana había estado a punto de ponerse algo más sencillo, que no llamara la atención, pero aquél no era su estilo. La única posible ventaja de haber cambiado de colegio a mitad de curso era que, por primera vez en su vida, iría a un colegio sin un código estricto por lo que a la indumentaria se refería. Así que había decidido aprovecharse de ello y aquel día se había presentado en el instituto con unos vaqueros de talle bajo y un jersey de rombos extremadamente corto, que le permitía enseñar uno de sus últimos gestos de rebelión contra sus padres: un piercing en el ombligo. No tenía la menor idea de si sus compañeros serían capaces de apreciar sus vaqueros y su jersey de marca, pero ella se sentía cómoda con ellos.

Entró en el aula 247, pasó por delante de las mesas de los otros alumnos y se plantó ante la mesa del profesor.

¿Pero ese tipo era el profesor? Ni siquiera parecía tener edad para serlo, con aquellos chinos arrugados, una camisa de color azul más arrugada todavía y una corbata con estampado de cachemira.

Miley: Soy Miley Cyrus -se presentó y le tendió la carpeta con los documentos que la secretaria le había entregado.

Michael: Michael Tisdale -respondió el profesor con una cariñosa sonrisa-. Bienvenida al instituto de Avalon.

Con aquellos ojos enormes y aquella actitud complaciente, tenía el encanto de un enorme cachorro, pensó Miley.

Michael: ¿Quieres que te presente a tus compañeros?

Por lo menos tuvo la deferencia de preguntar. Y parecía tan contento que Miley no quiso desilusionarle. Asintió, decidida a acabar con aquello cuanto antes y se volvió hacia la muy ruidosa clase.

Michael: Eh, escuchad -dijo en un tono sorprendentemente autoritario. Acentuó la orden dando unos golpes en la pizarra-. Tenemos una alumna nueva.

Las palabras «alumna nueva» obraron el milagro. Todos los ojos presentes en el aula se volvieron hacia Miley. Ella se limitó a fingir que estaba en otra de las representaciones del colegio. Había dado clase de teatro desde que a los cuatro años había hecho de ángel en una cabalgata y en la primavera anterior había participado en el musical Auntie Mame. Así que decidió enfrentarse a la clase como si fuera su público, brindándole una radiante sonrisa.

Michael: Ésta es Miley Cyrus. Por favor, dadle la bienvenida a vuestro instituto y enseñadle los alrededores, ¿de acuerdo?

**: ¿Cyrus como los Cyrus del campamento Kioga? -preguntó alguien-.

A Miley le sorprendió que su apellido pudiera significar algo en aquel instituto. En los ambientes en los que ella se movía, había que apellidarse Rockefeller o llevar como apellido el nombre de una cadena de hoteles o una marca de ropa para que sus compañeros le consideraran alguien especial. Asintió.

Miley: Sí, son mis abuelos.

El nombre Kioga conjuró las imágenes de una propiedad de la familia situada en las montañas, en las afueras del pueblo, que en otro tiempo había sido famosa porque se había convertido en un campamento de verano para niños y jóvenes adinerados de Nueva York. Hacía tiempo que el campamento había cerrado, pero continuaba perteneciendo a la familia. Miley sólo había estado allí en una ocasión, el verano anterior. Había estado trabajando con su prima Olivia, ayudándola a decorar la casa para la celebración de las bodas de oro de sus abuelos.

Michael: Miley, ¿por qué no te sientas ahí, entre Sarah y Troy?

El señor Tisdale señaló un pupitre situado a la derecha, entre uno que ocupaba un chico de pelo rubio y otro en el que estaba sentada una chica afroamericana con un rostro de modelo y una manicura perfecta.

Sarah: Gracias a Dios. Así ya no tendré que verle la cara.

Michael: Eh -le advirtió-.

Sarah: Vale, me callo.

Se reclinó en la silla y se cruzó de brazos.

Miley esperaba que el profesor la echara de clase. Ése habría sido el procedimiento habitual en su antiguo colegio, pero en cambio, el profesor se volvió y comenzó a escribir en la pizarra.

Troy: ¿Un kolache?

Miley se dio cuenta de que le estaba hablando a ella mientras le tendía un pastelillo sobre una servilleta. El olor a dulce le provocó náuseas.

Miley: No, gracias. Ya he desayunado.

Sarah: Gracias.

Sarah alargó la mano por encima del pupitre de Miley y le quitó a Troy el pastelito.

Troy: Oink, Oink.

Sarah: Parece que habla -respondió mientras mordisqueaba el pastel-. A lo mejor también sabe hacer otros trucos.

Troy: Estoy probando a ver si soy capaz de hacerte desaparecer.

Miley se sentía como si estuviera presenciando un partido de ping-pong mientras aquellos dos cruzaban insultos.

Troy: Trabajo en la panadería Sky River -comentó intentando entablar conversación-, en el turno de mañana, así que vengo todos los días con dulces recién hechos. Soy tu hombre.

Sarah: Todos tenemos que ser buenos en algo -replicó con una mirada de desprecio-.

Troy: Sí. A mí se me da bien hacerlos y a Sarah comérselos, como seguro podrás apreciar por el tamaño de su trasero.

Miley. Muy bien -dijo de pronto. Acababa de comprender por qué el profesor la había colocado entre aquellos dos-. ¿Le matamos ahora o esperamos a que suene el timbre?

Sarah se encogió de hombros.

Sarah: Por lo que a mí respecta, cuanto antes, mejor.

Troy se estiró y cruzó las manos detrás de la cabeza.

Troy: Me necesitas y lo sabes. Morirías de síndrome de abstinencia si no te trajera un pastelito cada día. Por cierto, ¿os habéis enterado de lo del incendio? -preguntó, cambiando repentinamente de tema-. A Vanessa se le ha quemado la casa.

Sarah: Tonterías.

Troy: Es verdad -extendió las manos-. Te lo juro por Dios. No voy a inventarme una cosa así. Seguro que ha salido en el periódico.

Miley escuchaba con interés. Sabía que tenía algún vínculo familiar con la panadería de Vanessa Hudgens, seguramente, la misma Vanessa de la que estaba hablando Troy. Vanessa era hija de Philip, un tío de Miley, de modo que eran primas, aunque en realidad no se conocieran.

Sarah: ¿Y Vanessa está bien?

Troy: Sí, está perfectamente. Me sorprende que no esté con tu madre.

Sarah: Vanessa y mi madre son amigas íntimas -le explicó a Miley-. Mi madre ahora está fuera, en una convención de alcaldes. Pero vuelve esta mañana.

Miley: Ah, ¿tu madre trabaja para la alcaldía?

Sarah tragó otro pedazo de kolache.

Sarah: Mi madre es la alcaldesa.

Miley: Eh, eso sí que está bien.

Troy: Pero no creo que vaya a durar mucho tiempo, porque mi padre quiere presentarse en las próximas elecciones.

Sarah: Le deseo suerte.

Troy: Es el administrador de la ciudad y nos está ahorrando toda una fortuna. A la gente le gusta eso -le contradijo-.

Sarah: Sí, claro. Le encanta que recorten algunos servicios públicos, como la piscina municipal. ¿Qué será lo siguiente? ¿La biblioteca? -terminó de comerse el kolache y se limpió las manos con una servilleta-.

Un anunció por el altavoz interrumpió la conversación. Había una reunión del club de debate a la salida del colegio, un entrenamiento de jockey sobre hielo y una fiesta del jarabe de arce, algo que, en un primer momento, a Miley le pareció atractivo. Sin embargo, por lo que le dijo Sarah, sólo consistía en salir a los bosques, hervir la savia del arce e intentar colocarse en el proceso. Después, ante la incredulidad de Miley, todo el mundo se levantó, se volvió hacia la bandera que había en una esquina de la habitación y recitó la Promesa de Lealtad a la bandera. La adolescente descubrió con sorpresa que en algún rincón de su mente continuaba recordando aquellas palabras que creía olvidadas.

Troy: Echemos un vistazo a tu horario.

Miley lo colocó encima de su mesa y lo estudiaron los tres.

Troy: Vaya. Cálculo, Física, Inglés de nivel avanzado. ¿Qué pasa, te gusta sufrir?

Miley: No las he elegido yo. Y en el colegio en el que estaba antes, tuve que estudiar inglés avanzado durante cinco cursos -se movió incómoda en su asiento-. Era un colegio muy duro.

Sarah: Así que tuviste que dejarlo a mitad de curso y te hicieron trasladarte hasta el quinto infierno. Qué faena.

Miley: Le supliqué a mi padre que me dejara quedarme en Nueva York -pensó que «suplicar» era un buen eufemismo para no tener que nombrar los gritos y las peleas-. Incluso le dije que podía darme clases él mismo, pero no quería ni oír hablar del tema.

Sarah: ¿Por qué no?

Miley: Dijo que no sabía nada de Matemáticas. Y yo le dije que de todas formas iba a suspender porque yo tampoco entendía nada.

Sarah: Probablemente no fue la mejor manera de convencerle. En cualquier caso, me sorprende que te hayan matriculado en este instituto.

Miley decidió no decirle que, en realidad, tenía suficientes créditos para haberse graduado ya. El único problema era que si dejaba los estudios, tendría que enfrentarse a su propia vida. Y todavía no estaba preparada para dar ese paso.

Comparando sus horarios, descubrió que tenía varias clases en común con Sarah y Troy. Sarah era una especie de cerebrito. Aunque sólo tenía dieciséis años, se graduaría ese mismo año. Y Miley imaginaba que a pesar de lo mucho que se metían el uno con el otro, Troy y Sarah eran buenos amigos. Pero, definitivamente, eso no mermaba en nada su rivalidad.

Troy: Sí, es un poco raro -se mostró de acuerdo con Sarah-. Yo estoy deseando salir cuanto antes de aquí. En el mes de octubre ya envié la solicitud a diferentes universidades. ¿Y tú?

Miley bajó la mirada hacia su libreta.

Miley: Sí, yo también -admitió. El psicólogo de su colegio prácticamente la había encerrado para obligarla a rellenar las solicitudes-. Pero en realidad no quiero ir a la universidad.

Sarah y Troy parecieron tomárselo con calma. En el antiguo colegio de Miley, decir «no quiero ir a la universidad» tenía el mismo impacto que anunciar que se tenía una enfermedad de transmisión sexual. La gente te miraba disimulando su disgusto tras una fingida compasión.

Pero por lo que a Miley se refería, las miradas de compasión que más lehabían molestado habían sido las de sus padres.

Troy y Sarah no mostraron ninguna compasión en absoluto. A lo mejor en aquel colegio nadie era considerado un monstruo por no aspirar a ser un científico nuclear o a trabajar en la Corte Suprema.

Hasta ese momento al menos, las cosas no le estaban yendo mal. Era una auténtica sorpresa. Aunque, por supuesto, todavía no había salido de su clase.

Sonó el timbre y todo el mundo se puso en acción: removían papeles, recogían mochilas y cuando lo tenían todo a punto se dirigían hacia la puerta.

En los pasillos, los adolescentes corrían como si fueran hojas flotando en un río y dejándose llevar por la corriente.

Troy se detuvo en un aula decorada con carteles de paisajes franceses.

Troy: Yo me quedo aquí. Nos veremos a la hora del almuerzo -y desapareció en el interior del aula-.

Sarah: ¿Tienes novio?

¿Novio? Bueno, si Sarah le hubiera preguntado que si se había acostado con algún chico, la respuesta habría sido diferente.

Miley: No, no tengo novio -respondió con calma-. ¿Por qué lo preguntas?

Sarah: Porque Troy está completamente loco por ti. Le has gustado desde que has entrado en clase.

Miley: Ni siquiera lo conozco.

Sarah: Yo tampoco conozco a Orlando Bloom, pero sé que seré esclava de su amor hasta el fin de mis días.

Miley: Créeme, yo no quiero ser esclava del amor de nadie -ya lo había sido y la experiencia no le había gustado-. Y, en cualquier caso, creo que te equivocas. Está loco por ti, no por mí.

Sarah sacudió la cabeza, moviendo al hacerlo todos sus rizos.

Sarah: Pero si me odia.

Miley: Sí, claro. Te odia, pero te trae un pastel cada día.

Sarah: Si eres tan inteligente, ¿por qué no quieres ir a la universidad?

Miley: Porque no estoy segura de nada -comenzaba a sentirse muy bien con aquella chica y esperaba que aquello pudiera ser el principio de una amistad-. Me gusta tu nombre -dijo, intentando cambiar de tema-.

Sarah: Gracias. Mi madre lo eligió porque no quería ponerme un nombre que sonara demasiado étnico. Todas mis primas por parte de madre se llaman Lucía, María, y cosas por el estilo. Sarah sólo es... un poco raro.

Miley: Es original -le aseguró-.

Sarah: Mi madre me contó que estaba leyendo un libro de los sonetos de Shakespeare cuando se puso de parto.

Los aterciopelados ojos de Sarah se suavizaron para adoptar una expresión que Miley no era capaz de identificar.

Miley: Tu segundo apellido es Tisdale, como el profesor -señaló, mirando el nombre que tenía Sarah escrito en su cuaderno-. ¿Es una coincidencia?

Sarah: No, Mike es mi tío. Es hermano de mi madre.

No parecían parientes, pensó Miley, pero no dijo nada.

Miley: ¿Y cómo llevas eso de tener a tu tío en clase?

Sarah: Estoy acostumbrada. En Avalon viven montones de Tisdale y la mitad son profesores, así que es algo difícil de evitar.

Miley: Así que llevas el apellido de tu madre en vez de el de tu padre -observó, esperando no estar tocando un tema delicado-.

Aparentemente no lo era, porque Sarah contestó con total naturalidad.

Sarah: Mi madre es soltera. No se casó nunca con mi padre.

Miley: Ah. -No sabía qué decir. Tenía la absoluta certeza de que decir «lo siento» no era lo más adecuado. Miró hacia el pasillo, abarrotado de gente-. Son imaginaciones mías, ¿o hay tres profesores en esta planta que se apellidan Tisdale?

Sarah sonrió con pesar.

Sarah: Y eso sólo es la punta del iceberg. Tengo familia por todas partes. Hay gente que dice que es así como gana mi madre la alcaldía. Tiene ocho hermanos. ¿Y tú? ¿Cómo son tus padres?

Divorciados, fue la primera palabra que se le ocurrió a Miley.

Miley: Mi madre es de Seattle, pero estaba en el campamento Kioga cuando conoció a mi padre. Se casaron siendo jóvenes, pero siguieron estudiando. Derecho y Arquitectura. Así que parecía que todo debería salir bien. Mi madre encontró trabajo en una firma de abogados internacional y mi padre comenzó a trabajar para una empresa de diseño. Pero la mejor amiga de mi madre murió de cáncer el año pasado y mi madre decidió cambiar de vida. Dijo que estaba fingiendo ser feliz o alguna tontería parecida, y que para ser feliz de verdad tenía que divorciarse -suspiró. Le cansaba incluso hablar de ello. En realidad, todo parecía cansarle últimamente-. Para mí nada de eso representa ningún problema, porque prácticamente ya estoy fuera de casa. Pero para mi hermano, que sólo tiene once años, todo está siendo muy difícil.

Sarah: ¿Y cómo es que tu hermano y tú habéis terminado con tu padre?

Miley: Mi madre está trabajando en el Tribunal de Justicia de la Haya, en Holanda.

Sarah resultó ser la amiga perfecta para el primer día de instituto. Fueron juntas a dos clases y le presentó a Miley a muchos otros chicos. Algunos la miraron con recelo, pero casi todos ellos se mostraron muy cariñosos. Aun así, Miley se sentía un poco observada e intentaba hacer todo correctamente. En clase de Historia, estuvieron analizando diferentes formas de enterramiento y hablaron de los túmulos, los montones de piedra que se utilizaban para marcar los lugares en los que se enterraba a los muertos y para evitar que los animales carroñeros devoraran los cadáveres.

Llegó la hora del almuerzo y Troy se reunió con ellas. La cafetería era grande, con enormes ventanales empañados por el vapor que se desprendía de los radiadores de hierro. Había mesas largas de fórmica abarrotadas de alumnos que se sentaban en diferentes grupos.

Troy: Muy bien. Mira, así es como va la cosa, ésos de allí son los chicos del equipo de jockey, y son majos, siempre y cuando no te importe estar hablando de deportes hasta acabar saturado. Los de la mesa del final, son del grupo de teatro. Actores, bailarines, cantantes... Los skaters están en esa mesa, y creo que se les distingue perfectamente. ¿Tú sabes patinar?

Miley: Sé esquiar.

Troy: Entonces no encajas con ellos.

Recorrió con ella el comedor, ofreciéndole una rápida visión del resto de los grupos: góticos, hip-hop, poperos...

El olor a cebolla de la comida de la cafetería estuvo a punto de hacerla vomitar. Siguió a Sarah a través del bufé, pero sólo se sirvió un cuenco de fruta y una botella de agua con gas.

Sarah: Dios mío -miró la bandeja de Miley con extrañeza-. No serás anoréxica, ¿verdad?

Miley se echó a reír.

Miley: No, te aseguro que no, pero ahora mismo no tengo hambre.

Se sentaron a la mesa con un grupo de gente interesante y ecléctico. Troy fue a llenar su bandeja por segunda vez y Sarah, con la barbilla apoyada en la mano, miró a Miley fijamente.

Sarah: Hay algo que no me estás contando.

Miley mordisqueó un pedazo de piña con desgana. ¡Mierda!, pensó.

Sarah: No consigo adivinar lo que es, pero lo que es evidente es que no es normal que una chica que está estudiando en uno de los mejores colegios del país, de repente decida que no quiere ir a la universidad.

Miley no contestó. No tenía nada que decir. Imaginó a Sarah como un águila que revoloteaba en círculos por encima de su cabeza e iba descendiendo lentamente, acercándose cada vez más a la verdad.

Se dijo a sí misma que le convenía ir acostumbrándose a ser objeto de preguntas y miradas. Lo único que esperaba era poder disponer de más tiempo, esperar a que la gente la conociera y se formara una opinión decente sobre ella antes de confesar la verdad, antes de que todo el mundo conociera el secreto que guardaba.




De vez en cuando hay capítulos así, dedicados a otros personajes de la novela. Cosa que está bien, ya que nos permite conocerlos mejor y conocer mejor el entorno de los protagonistas.
En el próximo volvemos con Zac y Ness 😉

¡Gracias por leer!

2 comentarios:

Lu dijo...

Wow que capitulo!
Me ha encantado y me da mucha intriga.
Me gustaría saber quién es Miley en realidad y que secreto tiene.

Sube pronto!!

Maria jose dijo...

Presiento que este personaje
Tendrá mucho que ver!!!
Ya quiero saber mas
Síguela pronto


Saludos

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