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miércoles, 1 de febrero de 2017

Capítulo 5


Nate: No estoy seguro de que sea una buena idea -comentó justo después de que Vanessa y Zac se hubieran marchado-. Se supone que tengo que cuidar de ella, y acabo de dejarla marcharse con un tipo al que ni siquiera conozco.

Annie: ¡Se estaba riendo! -insistió-. ¡Divirtiéndose por primera vez en mucho tiempo! No necesita tu permiso, Nate. Ha sido muy correcta contigo al decirte a dónde iba para que no te preocuparas.

Jack: Has hecho bien -lo tranquilizó-. Zac es un buen tipo. Médico, además. Está haciendo la especialidad.

Nate: ¿Pero es de la clase de tipos que se aprovecharían de una chica con el corazón destrozado? Porque mi hermana…

Jack: Yo no sé nada de su vida amorosa -le confesó-. Me dijo que había tenido una ruptura, así que puede que por eso hayan hecho tan buenas migas. Te diré lo que sé. Cada vez que he hablado con él, me ha parecido un tipo íntegro, leal. Tuvo por cuñado a un marine que pasó años incapacitado en una residencia antes de morir, y Ashley me dijo que Zac, al igual que el resto de la familia, se desvivió por cuidarlo. Ashley cree que eso tuvo un impacto en él, que lo animó a estudiar medicina. Y… tiene un todoterreno. Así que no tienes nada de qué preocuparte.

Nate: Estaba sonriendo -admitió-. Deberías haberla visto hace un año. Sentada en aquella iglesia, esperando a que comenzara la ceremonia. Ya sabes cómo son estas cosas, quizá antes de que ella se diera cuenta, los rumores de que el novio no aparecería empezaron a correr entre los invitados. ¿Cómo es posible no saber que algo así va a suceder? ¿Cómo es que ni siquiera llegó a sospecharlo?

Jack: Puedes apostar a que ella se ha estado haciendo esa misma pregunta durante todo este año -repuso mientras limpiaba la barra con la bayeta-.


Zac: Háblame de ese negocio tuyo de fotografía -le pidió mientras conducía-.

Ness: No tienes que preguntarme por eso. Me doy cuenta de que eres un caballero y eso es muy cortés por tu parte, pero no tienes por qué hacerte el interesado por la fotografía. Esas cosas aburren a la mayoría de la gente.

Zac se echó a reír.

Zac: Cuando estaba en el instituto, solía hacer fotos. Fotos muy malas, pero que bastaron para incorporarme a la plantilla de alumnos encargados de hacer el anuario del curso. Que era donde quería estar sólo para estar cerca de Becky Massey… Becky era una preciosidad de chica, animadora por supuesto, y pertenecía al comité del anuario… principalmente para asegurarse de salir en casi todas las fotos. Yo estuve enamorado de ella durante cerca de medio año, y ella nunca reparó en mi existencia. ¿Lo único positivo de todo el asunto? Que todavía me gusta hacer fotos. Lo admito: tomo muchas con la cámara del móvil y no aspiro en absoluto a convertirme en un profesional, pero mi pregunta de antes no era una simple fórmula de cortesía. Da la casualidad… -echó mano a un bolsillo para sacar el móvil- de que tengo un montón de imágenes de fracturas recompuestas, tobillos rotos, hombros dislocados y roturas verdaderamente terribles de mandíbula, si quieres verlas…

Ness: ¡Ajj! -exclamó, asqueada-. ¿Cómo es que tienes esas imágenes?

Zac: Las tomé en la sala de urgencias del hospital para hacer un informe y explicar luego cómo las había tratado… y exponerme así a la crítica y a la burla de los residentes veteranos. Entonces, Vanessa… ¿cómo es que te dio por hacer fotos? ¿Algún macizo de nombre Rock que le gustaba posar para ti, quizá?

Ness: Nada de eso -replicó, indignada-. Cuando tenía diez años me regalaron una cámara por Navidad y empecé a tomar fotos. Me gustó. Descubrí muy pronto por mí misma lo que más tarde nos enseñarían los profesores: que para conseguir cuatro o cinco buenas fotos, antes tienes que sacar cuatrocientas. Por supuesto, algunos temas y sujetos son casi imposibles. El color, el ángulo, los tonos y las sombras no funcionan, mientras que otros se te comen la cámara de lo fotogénicos que son. Pero… -lo miró-. ¿Te estoy aburriendo?

Zac: Aún no -contestó con una sonrisa-.

Ness: Mis padres me decían que eso no tenía ningún futuro y que debía cubrirme las espaldas, así que me especialicé en empresariales como asignatura principal. Pero los amigos seguían diciéndome que sacara fotos mientras pudiera. Muy pronto me atreví a pedirles a mis padres que me financiaran al menos parte de los gastos: costes de viaje como gasolina para el coche, películas, revelado… ese tipo de cosas. Con mi padre montamos un cuarto oscuro en el sótano cuando todavía estaba en primer año del instituto, pero poco después me pasé a la digital y me hice con un buen ordenador y una gran pantalla. Diseñé un sitio web y ofrecí mis servicios en la red con una lista de precios asequibles… y productos buenos. El cuarto oscuro se convirtió en mi despacho. Podía hacer retratos en mate o brillo, con la textura que fuera, y rápido. Los amigos fueron corriendo la voz, y para, cuando estaba en segundo curso tenía todos los fines de semana ocupados fotografiando reuniones familiares, fiestas de cumpleaños, bautizos, bodas… Para cuando terminé el instituto, lo único que me faltaba para dedicarme a tiempo completo a la fotografía era un estudio. Pero dado que trabajaba siempre fuera, me bastaba con una mesa, ordenador, un monitor de gran tamaño, un reproductor de DVD y un mobiliario mínimamente decente, y sitio para guardar los álbumes y archivos. Ganaba bastante. Antes de que me diera cuenta, me había establecido. Tuve suerte.

Zac: Apuesto a que también fuiste lista.

Ness: Un poco -rio-, con mi pobre padre cuidando de mi pequeño negocio todo el tiempo. No me presionaba ni intentaba que tuviera éxito; simplemente estaba a mi lado, advirtiéndome de los riesgos, ayudándome para no fracasar. Cuando eso se convirtió en mi único medio de vida, creo que se mostró un tanto ambivalente con mi decisión de abandonar la universidad. Y mi madre… ¡ella sí que se llevó un susto de muerte! Es algo anticuada, ya sabes… «¡búscate un trabajo práctico! ¡No seas ingenua! ¡No te fíes de tu propio talento!».

Zac: Tu novio… ¿a qué se dedicaba?

Ness: Motorista de la policía. Le gustaba vivir al límite.

Zac: ¿Le gustaban tus fotos?

Ness: Le gustaba él -respondió sin pensar-. Le gustaba posar, sobre todo. Yo prefiero estar detrás de la cámara.

Zac: ¿Él era uno de los sujetos fotogénicos?

Ness: Sí -admitió-. Habría podido ser modelo. Quizá lo sea a estas alturas.

Zac: ¿No mantenéis el contacto?

Ness: Oh, no -rio, perversa-.

Zac: ¿Ni siquiera a través de amigos?

Ness: Definitivamente no a través de amigos -se volvió para mirarlo-. ¿Y tú con Amber?

Se encogió de hombros, sin apartar la vista de la carretera.

Zac: Bueno, va a casarse con otro de los residentes del hospital, ya sabes. No estamos en el mismo departamento: él es de cirugía general. Pero a veces ella aparece por el hospital. Es cortés y amable conmigo. Y yo con ella. Todo muy civilizado -suspiró-. Detesto eso. No sé lo que ella siente, pero yo no me siento de humor para ser tan civilizado…

Ness: Así que estás furioso -dedujo con una nota de sorpresa en la voz-.

Zac: Diablos, sí. Es sólo que a veces las cosas se desdibujan, y ya no sé con quién estoy más furioso: sin con ella o conmigo mismo. Sabía a lo que se exponía, los residentes no tienen ni dinero, ni tiempo ni demasiadas energías después del trabajo. ¿Por qué no pudimos prever todo eso y ahorrarnos el sufrimiento? Además de eso, soy culpable de lo mismo que le achaqué a ella: de exigirle demasiado. ¿Lo ves? Hay culpa para dar y tomar.

Se hizo un silencio. La carretera era sinuosa, flanqueada por altos árboles cubiertos de nieve. La nieva caía suave, blandamente. Cuanto más ascendían, más nieve había en el suelo. Zac conducía lentamente, con cuidado.

Ness: Esto es muy bonito.

Zac: ¿Puedo hacerte una pregunta personal?

Ness: No sé si…

Zac: Haremos una cosa: no respondas si no te sientes mínimamente cómoda -le sugirió-.

Ness: Está bien.

Zac: ¿Te enamoraste de él nada más verlo? ¿Fue un flechazo a primera vista? ¿Te caíste de espaldas, locamente enamorada?

«¡No!», pensó.

Ness: Sí -fue en cambio su respuesta-. ¿Y tú?

Zac: No. Me gustó la primera vez, desde luego. Tenía cosas que me atrajeron desde un primer momento, como por ejemplo que era sincera, abierta. Amber nunca se anduvo con juegos ni rodeos, al menos hasta que llegamos a la parte final de nuestra relación. Por ejemplo, si yo le preguntaba por lo que quería hacer, ella me lo decía directamente: no respondía con el típico «me da igual», o «no me importa», cuando realmente le importaba. Eso me gustaba. Congeniamos en seguida, en seguida tuve la sensación de que ambos remábamos en la misma dirección. Yo quería ser cirujano, y ella era una enfermera a la que le gustaba la idea de estar con un médico, pese a saber que no era fácil. Cuando le propuse que se trasladara de ciudad y se viniera a vivir conmigo antes de que yo empezara con la especialidad, me dijo: «no sin un anillo de compromiso» -se encogió de hombros-. Casarnos me pareció un paso lógico, razonable. Todavía me sorprendo de que no funcionara. No podría decir exactamente en qué momento dejó de funcionar. Es eso lo que más me asusta.

Vanessa se quedó mirando fijamente su perfil. En aquel instante decidió que si alguna vez se rompía un hueso… querría que fuera él quien se lo arreglara.

Ness: Pero para entonces ya estabas locamente enamorado de ella, ¿verdad? Para cuando le regalaste el anillo.

Zac: Probablemente. Sí, eso creo. El caso es que Amber me pareció la mujer adecuada, la que más me convenía. Los problemas que solían tener mis amigos con sus esposas o sus novias, yo no los tenía con Amber. Me envidiaban por ello. Pensaba que era la mujer perfecta para mí.

En aquel instante Vanessa volvió a escuchar las palabras de Drake: «Pensé que eras lo mejor que me había sucedido nunca, la mujer perfecta con la que mejor podía relacionarme a largo plazo…».

Zac: Hasta que empezaron todas aquellas discusiones -continuó-. Las cosas habían sido hasta el momento tan fáciles entre nosotros, que no lo entendía. Imaginaba que tenía que ver con el hecho de que echara de menos a sus amigas, o de que yo trabajara tantas horas, ese tipo de cosas… Todavía no estoy seguro, quizá había aparecido ya ese otro tipo y no sabía con quién quedarse. Pero te juro que creía que todo marchaba perfectamente.

Ness: ¿Qué es lo que os pasa a los hombres? -exclamó de pronto acalorada-. ¿Escogéis a una chica que os parece que tiene madera de esposa y esperáis estar preparados para cuando la lleváis al altar?

Zac le lanzó una rápida mirada, frunció el ceño y volvió a concentrarse en la carretera. Fue en ese preciso momento cuando sucedió: como si cayera del cielo, atropello a un ciervo. Sabía que era un ciervo porque vio la cornamenta. Vio también sus grandes ojos castaños. De repente había aparecido delante de su todoterreno… el todoterreno que le había pedido prestado a su hermana mayor para subir a la cabaña. Aunque no circulaba rápido, el golpe fue fuerte; el ciervo impactó contra el morro, se elevó y fue caer sobre el capó para rodar contra el parabrisas, con la suficiente fuerza como para astillar el cristal con la cornamenta.

Zac se esforzó por controlar el coche, pese a que sólo podía ver claramente por la ventanilla lateral. Sabía que salirse de la carretera podría significar un desastre, había vanas pendientes y barrancos de camino a la cabaña. Finalmente detuvo el coche en el arcén, muy cerca de un árbol.

Vanessa había chillado de sorpresa y en ese momento miraba fijamente los ojos del gran ciervo a través del parabrisas astillado. El animal yacía inmóvil sobre el capó.

Zac: Vanessa…

Ness: ¡Hemos atropellado a un ciervo!

Zac: ¿Estás bien? ¿El cuello? ¿La cabeza? ¿La espalda?

Estaba forcejeando con el cinturón, que acababa de desabrocharse.

Ness: ¡Oh, Dios mío, oh, Dios mío, oh, Dios mío! ¡Está muerto! ¡Míralo! Está muerto, ¿verdad?

Zac: Vanessa -se apresuró a inmovilizarla-. Espera un momento. Quédate sentada sólo un momento y dime, ¿te duele algo?

Con la mirada desorbitada, negó con la cabeza. Zac le pasó una mano por cada pierna, por las rodillas.

Zac: ¡¿Te golpeaste con el salpicadero?

Volvió a negar con la cabeza.

Ness: ¡Tienes que ayudar al ciervo! -exclamó, presa del pánico-.

Zac: No creo que pueda serle de gran ayuda. Me pregunto por qué no se han activado los airbags… El todoterreno debió de alzarlo en seguida en el aire, de modo que únicamente golpeó con la rejilla del coche, y como seguía en marcha, no salieron los airbags. Diablos, no es un animal en absoluto pequeño.

Ness: Examínalo, Zac. ¿Quieres?

Zac: Lo haré, pero tú quédate aquí sentada, ¿de acuerdo?

Ness: Puedes estar seguro de ello. Pero debo advertírtelo antes, no soporto la vista de la sangre.

Zac: ¿Te desmayas?

Asintió, aterrada.

Ness: Sólo después de vomitar.

Zac puso los ojos en blanco. Era lo último que necesitaba.

Zac: ¡No salgas del coche!

Ness: No te preocupes.

Examinó el ciervo antes de echar un vistazo al vehículo. El animal estaba muerto; sangraba de arriba a abajo, con los ojos muy abiertos y fijos, la sangre chorreando sobre la nieve. El capó y la rejilla estaban abollados, pero el coche parecía en buen estado, habría podido conducirlo sin problemas si no hubiera sido por el parabrisas reventado. Era de cristal laminado, de manera que se había astillado por entero, como una tela de araña. Tendría que encontrar una manera de mover aquel enorme animal de allí y luego intentar conducir con el cristal roto.

Sacó su móvil y empezó a tomar fotografías, aunque con aquella oscuridad no pudo sino dudar de su calidad. Se apoyó en el coche.

Zac: ¿Me prestas tu cámara? Tiene un bonito y potente flash, ¿verdad?

Ness: ¿Para qué la quieres?

Zac: Para sacar fotos del accidente. Para el seguro.

Ness: ¿Las saco yo?

Zac: No sé si te dará tiempo antes de que te pongas a vomitar y te desmayes.

«Sangre», pensó Vanessa. Eso quería decir que había sangre.

Ness: De acuerdo… pero déjame enseñarte cómo funciona.

Retiró la bolsa de la cámara del asiento trasero, la sacó y le dio unas rápidas instrucciones. Finalmente se quedó sentada, procurando no mirar al ciervo muerto cada vez que lo iluminaban los flashes.

Pero de repente, curiosa por saber dónde estaba Zac, miró a través del parabrisas astillado y lo que vio casi le hizo llorar. Con la cámara colgando de su mano izquierda, clavada la mirada en el pobre animal, Zac había estirado la otra para acariciarlo tiernamente.

En seguida volvió con ella y le devolvió la cámara.

Ness: ¿Has acariciado al ciervo muerto?

Asintió levemente con la cabeza.

Zac: Me duele. Ojalá lo hubiera visto a tiempo. ¡Pobre! Espero que no haya dejado una familia detrás.

Ness: Ay, Zac, tienes un corazón tan tierno…

Zac: Te diré lo que haremos. Tendremos que hacer a pie el resto del camino. Afortunadamente estamos a menos de tres kilómetros de la cabaña.

Ness: ¿No deberíamos quedarnos en el coche? Siempre he oído que hay que quedarse en el vehículo. ¿Y si viene alguien a buscarnos?

Zac: Hará demasiado frío. No podríamos mantener el motor encendido toda la noche. Y si alguien se preocupa al ver que no volvemos, irán a buscarnos a Fortuna o a Eureka. O al menos tomarán la ruta de aquellas poblaciones, porque fue allí a donde les dijiste que iríamos, ¿no? -enarcó una ceja-. ¿Por qué hiciste eso?

Vanessa sacudió la cabeza.

Ness: No quería que mi tío Nate pensara que íbamos a ir a alguna parte donde fuéramos a estar solos. Fue una estupidez.

Zac: Dame la funda de la cámara -después de guardarla, se la colgó al hombro-. En la guantera hay una linterna grande. Tómala. Ahora baja del coche, y cuando salgas, cierra los ojos hasta que hayamos perdido de vista al ciervo…

Vanessa arrugó de pronto la nariz.

Ness: Lo huelo. ¡Aj! ¡Puedo olerlo!

Zac: Cierra los ojos y tápate la nariz. No pasará nada. ¿De acuerdo?

Se deslizó del asiento, apoyó los pies en el suelo y se puso de pie. De repente los tacones de aguja de sus botas se hundieron en la nieve.

Ness: Oh-oh.

Zac: Vaya. ¿No sería mejor que te arrancara los tacones? ¿Serías capaz de caminar sin ellos?

Vanessa se quedó sin aliento.

Ness: ¡Estas botas valen 600 dólares!

Se la quedó mirando durante un buen rato.

Zac: Supongo que ese negocio tuyo de fotografía marcha muy bien.

Ness: Tuve que consolarme un poco después de que me dejaran plantada en la iglesia. Oh, no importa.

Zac: Tienes razón -le dijo cambiando de idea-. Debí de haber perdido el juicio para proponerte algo así -alzándola en vilo, volvió a sentarla en el asiento, con los pies colgando en el aire. Acto seguido se colgó la cámara por delante, para que no le estorbara en la espalda. Por último se dio la vuelta y se inclinó, apoyando las manos en las rodillas- Te llevo a borriquito. Vamos.

Ness: Peso demasiado.

Zac: No es verdad, Vanessa.

Ness: Sí que es verdad. No tienes idea de lo mucho que peso. Caminaré sin botas. Sólo son un par de kilómetros…

Zac: Se te helarán los pies y tendrás que ponerte unas prótesis para poder calzarte esas botas tan caras -la miró por encima del hombro-. Cuanto antes salgamos, antes llegaremos a la cabaña a esperar allí a que nos rescaten.

Vanessa no tuvo que pensárselo demasiado, tenía frío y le gustaban sus pies, no quería arriesgarse a perderlos. Gruñendo, montó sobre él.

Ness: Tenía ganas de salir del bar para poder hablar sin que nos mirara nadie. La verdad es que me he pasado un año entero sin hablar de verdad con un solo tipo.

Zac: Cierra los ojos -le pidió-. ¿Qué has querido decir con eso?

Ness: Obviamente me he tropezado de vez en cuando con alguno y he tenido que hablar con él: mecánicos, electricistas, fontaneros… Pero, después de Drake, me juré que no saldría con ninguno ni conocería a nadie nuevo, que fuese soltero. No tenía ningún interés en volver a colocarme en esa posición, ¿entiendes?

Zac: Sí -respondió, algo jadeante. Interrumpió el ascenso a la colina para tomar aliento-. Conmigo no estuviste de suerte, no hay mejor manera de conocer a fondo a una persona que en los momentos en que de repente todo se va al garete. Un accidente, un ciervo muerto, el coche imposibilitado, tacones de aguja para caminar por la nieve… No falta nada -continuó caminando-.

Ness: Me gustaría hacerte una pregunta personal… si te parece bien.

Zac volvió a detenerse y la bajó al suelo. Sonriendo, se volvió hacia ella.

Zac: Vanessa, no puedo cargarte y hablar contigo al mismo tiempo. Te propongo una cosa, cuéntame tú historias. Las que quieras, historias de chicas que salen a comprarse botas de 600 dólares, o historias de fotógrafa, o historias de miedo. Cuando lleguemos a la cabaña, podrás preguntarme lo que quieras.

Ness: Peso demasiado -dijo por enésima vez-.

Zac: Lo estoy haciendo bien, pero conversar contigo es otra cosa. ¿Por qué no nos entretienes a los dos hablando? Yo caminaré y escucharé -y se giró de nuevo para cargarla a la espalda-.

Vanessa decidió hablarle de su familia, de cómo su madre, sus dos tías y el tío Nate se habían criado en aquellas montañas; y de cómo después, cuando el abuelo se hubo retirado para dejarle la clínica veterinaria a su tío, habían vuelto siempre de visita. Sus abuelos vivían en Arizona, al igual que Patricia y sus dos hijos. La tía Chris vivía en nevada con dos niños y una niña. Y ella, Vanessa, hija única, residía en la baja California.

Ness: ¿Te peso más cuando hablo?

Zac: No -se detuvo por un momento-. Me haces más corto el camino.

Así que siguió hablando. Le habló de las reuniones familiares en las cuadras Jensen; de que se había criado prácticamente a lomos de un caballo, como su madre y sus tías. De que mientras que su única prima y mejor amiga, Brittany, se había dedicado a las carreras de caballos, ella había optado por la fotografía. Le habló de los buenos momentos que había pasado con sus primos. Le contó que Nate y Annie se habían conocido por culpa de una camada abandonada de cachorritos, y que se casarían para la primavera.

Ness: Yo seré dama de honor. Será la tercera vez que haga de dama de honor; un montón de amigas mías ya se han casado. En toda mi vida jamás había sabido de una soltera a la que hubieran dejado plantada en el altar. Todavía sigo preguntándome por lo que salió mal. Quiero decir que… Drake se entrenaba en el gimnasio como un poseso y me animaba a entrenarme a mí también, pero no puedes imaginarte el ejercicio que supone cargar con un equipo fotográfico de ocho kilos, correr, agacharte, levantar esa pesada cámara durante horas, literalmente. Después de todo eso, lo que no podía hacer era ponerme a levantar pesas. Me dijo también que debería pensar en ponerme implantes. Yo detesto las operaciones quirúrgicas de cualquier tipo. Oh, claro, siempre he querido tener senos grandes, pero no hasta ese punto. Y, sí, soy baja y tengo mucho trasero… Drake solía decirme que las caderas anchas sólo eran buenas para el sexo y para nada más. Da gusto que te digan esas cosas -añadió, irónica-. Yo intenté consolarme con la parte sexual, claro… quizá lo que quería decirme era que era buena en la cama, ¿no? Y soy mandona, sé que soy mandona, autoritaria a veces. Me gusta pensar que soy eficiente y capaz, pero Drake pensaba que era más bien controladora y me decía que le fastidiaba mucho sentirse controlado por una mujer. Aquí lo tienes, la receta para que te dejen plantada en el altar.

Dejó de hablar por un rato. Cuando volvió a hacerlo, lo hizo en voz más baja y no tan apresurada.

Ness: Me gustaría que supieras algo. Cuando me abordaste por primera vez y me mostré tan grosera y altiva contigo… la verdad es que yo nunca he sido así. Yo siempre he procurado ser buena y amable. Fue así como hice crecer mi negocio, era amable y trabajaba duro. A eso atribuyo en buena parte mi éxito. En serio. Todo aquel asunto con Drake… bueno, todo eso me cambió. Te pido disculpas.

Zac: No es necesario -replicó sin aliento-. Lo entiendo.

De repente se avergonzó de haber hablado tanto… y de haberle hablado de senos, de caderas y de sexo a un casi absoluto desconocido. Afortunadamente, él no hizo el menor comentario. No transcurrió mucho tiempo antes de que lograra distinguir una estructura frente a ella, con unas luces. Zac continuó caminando pesadamente, jadeando, hasta que la dejó en el porche delantero de la pequeña cabaña.

Alzó la mirada hacia él, impresionada.

Ness: Es increíble que hayas hecho esto. Yo me habría dejado a mí misma en el coche.

Zac: Bueno, querías ver la cabaña, ¿no? -sonrió-. Ahora la verás. Llamaremos al bar de Jack, les contaremos a todos lo que ha pasado, que nos encontramos bien, y encenderé el fuego para que podamos entrar en calor. Luego te contaré yo unas cuantas cosas.




¡Dios! ¡Se han cargado un ciervo!
Yo me habría quedado en shock 😱
Bueno, entre ellos parece que fluye todo bien.

¡Gracias por los comentarios!

¡Besis!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Solos es la cabaña
Que pasara?
Ya quiero saber
Lo sigo diciendo
Zac es un amor
Los 2 han pasado por mucho
Se merecen estar juntos
Síguela pronto


Saludos

Lu dijo...

Me encanta que todo vaya bien entre ellos.
Pobre ciervo.
Amo a este Zac!!!



Sube pronto

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