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viernes, 24 de febrero de 2017

Capítulo 5


No había ninguna necesidad de que lo ignorara tan ostentosamente, pensó Zac mientras bebía un sorbo de la sidra que le había ofrecido su cuñado y miraba resentido la espalda de Vanessa.

Llevaba cerca de una hora dándole la espalda. Una espalda preciosa, por cierto, se dijo mientras el director del instituto continuaba parloteando demasiado cerca de su oreja. Esbelta y erguida, coronada por la elegante curva de sus hombros. Estaba muy seductora con la fina chaqueta color ciruela que llevaba sobre un corto vestido a juego.

Tenía unas piernas espléndidas. Dudaba que se las hubiera visto antes: en ese caso se habría acordado. Cada vez que se había encontrado con ella, había llevado pantalones. Probablemente se había puesto aquel vestido para atormentarlo.

Incapaz de soportarlo más tiempo, dejó plantado al director en medio de una frase y se acercó a ella.

Zac: Mira, esto es una estupidez.

Vanessa levantó la mirada. Había estado manteniendo una agradable conversación con un grupo de amigos de Miley… y disfrutando perversamente del simple acto de ignorar olímpicamente a su hermano.

Ness: ¿Perdón?

Zac: Que es estúpido -repitió-.

Ness: ¿La necesidad de conseguir más dinero para actividades artísticas en la escuela es estúpido? -le preguntó, perfectamente consciente de que no se refería al tema del que habían estado hablando-.

Zac: ¿Qué? No. Maldita sea, sabes bien lo que quiero decir.

Ness: Disculpadme -se disponía a abandonar el grupo cuando él la tomó del brazo y se la llevó a un aparte-. ¿Qué pasa? ¿Quieres que monte una escena en casa de tu hermana? -siseó entre dientes-.

Zac: No -se abrió paso con ella entre los invitados, atravesó el salón y entró en la cocina. Su hermana estaba ocupada rellenando una bandeja de canapés-. Déjanos solos un momento -le ordenó a Miley-.

Miley: Zac, estoy ocupada… -distraída, se pasó una mano por su corto cabello castaño-. ¿Por qué no vas a buscar a Will y le dices que se nos está acabando la sidra? -sonrió a Vanessa con un gesto de cansancio-. Creía que era una mujer organizada, pero ahora ya no estoy tan segura.

Zac: Déjanos solos, por favor -insistió-.

Miley lanzó un suspiro de impaciencia. De repente arqueó las cejas, como si por fin se hubiera apercibido de la situación.

Miley: Está bien, me voy. Quiero ver a ese chico que tanto le gusta a Kim -recogió la bandeja y abandonó la cocina-.

El silencio se abatió sobre ellos como una losa.

Ness: ¿Y bien? -picó un palito de zanahoria de un cuenco-. ¿Qué es lo que quieres, Zachary?

Zac: No entiendo por qué tienes que ser tan…

Ness: ¿Tan qué? -masticó la zanahoria-.

Zac: Me has estado ignorando a propósito.

Vanessa se sonrió.

Ness: Efectivamente.

Zac: Es una estupidez.

Vanessa localizó una botella abierta de vino blanco y se sirvió un vaso. Tras beber un sorbo, sonrió de nuevo.

Ness: No lo creo. Tengo la impresión de que, por una razón que no acierto a discernir, mi persona te desagrada. Dado lo encariñada que estoy con tu familia, me parece tan lógico como cortés dejarte tranquilo y en paz todo lo que pueda -bebió otro sorbo-. ¿Eso es todo? Hasta ahora he estado disfrutando de la fiesta. Si me disculpas…

Zac: Tú no me desagradas -no sabía qué hacer con las manos, así que tomó un palito de zanahoria y lo partió en dos-. Siento lo de… antes.

Ness: ¿Sientes haberme besado o sientes haberte comportado después como un imbécil?

Zac: Eres una mujer dura, Vanessa -arrojó sobre la mesa los trozos de zanahoria-.

Ness: Espera un poco -con los ojos muy abiertos, se llevó una mano a la oreja-. Creo que me está fallando el oído. Me ha parecido oír que, por una vez, me has llamado por mi nombre… ¡Increíble!

Zac: Déjate de bromas -le dijo, y añadió deliberadamente-: Vanessa.

Ness: Zachary Efron ha iniciado una conversación conmigo y además me ha llamado por mi nombre. Estoy impresionada.

Zac: Mira -impaciente, había rodeado el mostrador para acercarse a ella. Por un instante estuvo a punto de agarrarla de un brazo, pero se contuvo a tiempo-. Sólo quiero que nos relajemos. Hay demasiada tensión entre nosotros.

Se quedó contemplando fascinada su expresión, que de pronto se había tornado imperturbable.

Ness: Parece como si tuvieras un botón de autocontrol que pudieras apretar a voluntad, Zac. Es admirable. Y sin embargo no puedo evitar preguntarme por lo que sucedería si no lo apretaras tan a menudo.

Zac: Un hombre con dos niños a su cargo necesita autocontrolarse.

Ness: Supongo que sí -murmuró-. Y ahora, si no tienes más que añadir…

Zac: Lo siento -dijo de nuevo-.

Esa vez Vanessa se ablandó. Nunca había sido una persona resentida.

Ness: Está bien. Olvidémoslo. Amigos -y le tendió la mano-.

Zac se la estrechó. Era tan fina, tan pequeña, que de repente fue incapaz de soltársela. Su expresión se había suavizado. Tenía unos ojos enormes, de mirada líquida, como de cervatillo.

Zac: Eh… ¿te gusta la fiesta?

Ness: Me gusta la gente -respondió con el corazón acelerado. Lo maldijo para sus adentros-. Tu hermana es maravillosa. Llena de ideas y de energía.

Zac: Hay que vigilarla -sonrió levemente-. Acabará enredándote en alguno de sus proyectos.

Ness: Demasiado tarde. Ya me ha metido en el comité artístico. Y me he ofrecido a ayudarla con la campaña de reciclaje.

Zac: El truco consiste en escabullirse.

Ness: No me importa. Creo que me va a gustar -podía sentir la leve caricia de su pulgar en la cara interior de su muñeca-. Mira, no empieces nada que no estés dispuesto a terminar…

Frunciendo el ceño, Zac bajó de pronto la mirada a sus manos entrelazadas.

Zac: Pienso mucho en ti -le confesó en un impulso-. Y no tengo tiempo para pensar en ti. Ni quiero tener ese tiempo.

Estaba sucediendo otra vez. El nudo de inquietud en el estómago sobre el que no ejercía ningún control.

Ness: ¿Qué es lo que quieres?

Zac: No lo sé ni yo…

La puerta de la cocina se abrió entonces de golpe para dar paso a una horda de adolescentes. La encabezaba Kim, que se detuvo en seco. Abrió mucho los ojos cuando vio a su tío soltando apresuradamente la mano de su profesora. Ambos se separaron como un par de adolescentes a los que hubieran sorprendido besándose en el sofá del salón.

Kim: Lo siento. Oh, lo siento -repetía, mirándolos con ojos como platos-. Nosotros sólo… -giró sobre sus talones y empujó fuera de allí a sus amigos-.

Los chicos se marcharon, riendo.

Ness: Lo que faltaba -masculló irónica. Llevaba en el pueblo el tiempo suficiente como para saber que, a la mañana siguiente, todo el mundo estaría especulando sobre la supuesta relación entre Zac Efron y Vanessa Hudgens-. Escucha, ¿por qué no intentamos ir poco a poco, paso a paso? ¿Quieres que salgamos a cenar mañana? ¿A ver una película o algo así?

Esa vez fue él quien se la quedó mirando fijamente.

Zac: ¿Una cita? ¿Me estás pidiendo que salgamos juntos?

Ness: Sí, una cita -le aseguró impaciente-. Lo cual no quiere decir que te esté pidiendo que tengas más hijos conmigo. Aunque, pensándolo bien, mejor será que lo dejemos antes de seguir adelante y…

Zac: Quiero acariciarte -se oyó a sí mismo pronunciar las palabras-.

Y supo que era ya demasiado tarde para retirarlas.

Vanessa estiró una mano hacia su copa de vino, en un gesto de autodefensa.

Ness: Bueno, eso es bastante fácil…

Zac: No. No lo es.

Vanessa volvió a alzar la mirada hacia él.

Ness: No. Tienes razón -convino con tono suave. Se preguntó cuántas veces aquel rostro había asaltado su mente durante las últimas semanas. Era incapaz de contarlas-. No es nada fácil.

Pero algo había que hacer, decidió Zac. Un movimiento hacia adelante, un movimiento hacia atrás. «Da un paso adelante», se ordenó. «A ver qué sucede».

Zac: Ya ni me acuerdo de la última vez que fui al cine sin los chicos. Podría conseguirles una canguro.

Ness: De acuerdo -lo estaba mirando casi con tanta cautela como él-. Llámame cuando la consigas. Mañana estaré casi todo el día en casa, corrigiendo exámenes.

Volver a lanzarse a la piscina y salir con mujeres no era precisamente la cosa más fácil del mundo… por muy caliente y tentadora que estuviera el agua. Le irritaba que estuviera tan nervioso, casi tanto como le irritarían las sonrisas y preguntas de su sobrina cuando le pidiera que hiciera de canguro…


En ese momento, mientras subía la empinada escalera exterior que llevaba al apartamento del tercer piso de Vanessa, Zac se preguntó si no sería mejor olvidarse de todo aquel asunto.

Ya en el rellano, vio que había decorado la puerta con dos tiestos de crisantemos. Era un bonito detalle. Siempre le gustaba que sus inquilinos tuvieran esa clase de detalles.

«Sólo vamos a ir a ver una película», se recordó antes de llamar a la puerta. Cuando ella abrió, Zac se alegró que se hubiera vestido como de costumbre: un suéter largo hasta las caderas, sobre las ajustadas mallas que a Kim le gustaban tanto.

Pero entonces sonrió y a Zac se le secó la garganta.

Ness: Hola. Llegas puntual. ¿Quieres entrar y ver lo que he hecho con tu casa?

Zac: Es la tuya ahora… siempre y cuando pagues el alquiler -replicó, pero ella ya le había tomado de la mano para hacerle pasar-.

Zac había derribado los tabiques de las antiguas habitaciones para crear un único espacio diáfano que hacía de salón, cocina y comedor. Y Vanessa lo había sabido aprovechar bien. Había un enorme sofá en forma de ele con una llamativa tapicería de flores que quedaba sencillamente perfecta. Bajo la ventana había colocado una mesita con un cuenco de hojas otoñales. Una pared entera estaba llena de estantes con libros, un equipo de música, una pequeña televisión y el tipo de adornos que sabía gustaba a las mujeres.

Había convertido el comedor en una mezcla de sala de música y despacho, con un escritorio y un pequeño piano de pie. Sobre un atril había una flauta.

Ness: Me he traído muy pocas cosas de Nueva York -le explicó mientras se ponía el abrigo-. Sólo lo más importante. Con los años me he dedicado a acumular todo tipo de cosas de tiendas de antigüedades y mercadillos.

Zac: Yo también tengo un millón de esas cosas -murmuró-. Me gusta -sentenció, mirando la vieja alfombra del suelo y las vistosas flores de las ventanas-. Es un piso muy cómodo.

Ness: La comodidad es algo muy importante para mí. ¿Listo?

Zac: Sí.

Al final no resultó tan difícil. Le había pedido que eligiera una película, y ella se decantó por una comedia. Sentarse en el cine a oscuras y compartir palomitas de maíz y carcajadas se reveló como una experiencia sorprendentemente relajante.

Sólo pensó en ella como en una mujer, una mujer muy atractiva… un par de docenas de veces. Salir a comer una pizza después le pareció un paso natural, lógico, que él mismo sugirió.

Ness: ¿Y bien? -dijo sentándose en el banco-. ¿Qué tal marcha Alex con el deletreo de palabras?

Zac: Es toda una lucha. Se esfuerza mucho, la verdad. Es curioso: David puede deletrear casi cualquier palabra a los pocos minutos, pero Alex tiene que estudiar cada término tan a fondo como un erudito los manuscritos del Mar Muerto.

Ness: En matemáticas es muy bueno.

Zac: Sí -no sabía muy bien cómo tomarse que conociera tan bien a los chicos-. Los dos están locos por ti.

Ness: El sentimiento es mutuo -se pasó una mano por el pelo-. Te parecerá extraño, pero… -vaciló, sin saber cómo expresarlo-. Pero aquel primer día de ensayo, cuando los vi por primera vez, tuve la sensación de que… No sé. Sentí algo así como «oh, aquí estáis. Me estaba preguntando cuándo apareceríais». Suena raro, pero es como si los hubiera estado esperando. Ahora, cada vez que Kim viene sin ellos, me pongo triste.

Zac: Supongo que te has acostumbrado a su compañía.

Era más que eso, pero no sabía cómo explicárselo. Y tampoco estaba muy segura de que Zac pudiera llegar a aceptar el hecho de que, sencillamente, se había enamorado de sus hijos.

Ness: Les encanta contarme lo que hacen en clase y enseñarme sus trabajos.

Zac: Las notas de la primera evaluación están al caer -sonrió-. Y yo estoy más nervioso todavía que ellos.

Ness: La gente concede demasiada importancia a las notas.

Zac: ¿Eso lo dice una profesora? -replicó arqueando las cejas-.

Ness: Aptitud, aplicación, esfuerzo, retentiva. Esas cosas son mucho más importantes que un aprobado, un notable o un sobresaliente. Pero puedo asegurarte, en confianza, que Kim sacará sobresaliente en Coro e Historia de la Música.

Zac: ¿En serio? -experimentó una punzada de orgullo-. Nunca había pasado del notable, como mucho.

Ness: El señor Striker y yo tenemos enfoques muy diferentes de las asignaturas.

Zac: Ya lo sé. Por el pueblo corre el rumor de que el coro de este año causará sensación. ¿Cómo lo has conseguido?

Ness: Lo han conseguido los chicos -lo corrigió irguiéndose en su asiento cuando les sirvieron la pizza-. Mi trabajo es hacerles pensar y cantar en equipo, no repasarle mi éxito al señor Striker por la cara -añadió, dando un generoso bocado a su pizza-. Pero tengo la impresión de que ese hombre sólo estaba matando el tiempo, contando los días que le faltaban para la jubilación. Si quieres enseñar a niños, lo primero es que te gusten, y lo segundo respetarlos. Hay mucho talento por ahí, aunque algunos no poseen tanto… -se acentuaron los coloretes de sus mejillas cuando se echó a reír-. Algunos de esos chicos no harán otra cosa que cantar en la ducha durante el resto de su vida… algo por lo cual el mundo les estará muy agradecido.

Zac: Tienes unos cuantos que desafinan, ¿eh?

Ness: Bueno -rio de nuevo-. Sí, unos pocos. Pero se lo pasan bien igualmente, y eso es lo que cuenta. Y hay unos pocos, como Kim, que son realmente especiales. La semana que viene la enviaré a ella y a dos más a las audiciones que convocan cada año para todo el estado. Y después del concierto de vacaciones, empezaremos a organizar el festival de primavera.

Zac: Hace tres años que el instituto no celebra un festival.

Ness: Pues este año tendremos uno. Y será fantástico.

Zac: Eso te supondrá mucho trabajo.

Ness: Me gusta. Y me pagan para esto.

Zac tomó una segunda porción de pizza.

Zac: Te gusta de verdad, ¿eh? La escuela, el pueblo. Todo el paquete.

Ness: ¿Y por qué no habría de gustarme? En un colegio estupendo, un pueblo estupendo.

Zac: No es Manhattan.

Ness: Precisamente.

Zac: ¿Por qué te marchaste de allí? -de repente esbozó una mueca-. Perdona, no es asunto mío…

Ness: No pasa nada, tranquilo. Tuve un mal año. Supongo que ya antes me encontraba un tanto inquieta, pero el último curso fue la gota que colmó el vaso. Eliminaron mi plaza de la escuela. Los famosos recortes sociales. Las clases de arte y música son las primeras en sufrir -se encogió de hombros-. Además, mi compañera de apartamento se casó. No podía permitirme pagar sola la renta… al menos si quería que me llegara para la comida, así que publiqué un anuncio en el periódico. Recogí referencias, hice entrevistas -suspiró-. Pensé que había tenido suficiente cuidado con la chica que elegí. Pero, a las tres semanas, un día volví a casa del trabajo y me encontré con que me la había vaciado.

Zac dejó de comer.

Zac: ¿Te robó?

Ness: Me despellejó. Televisión, equipo de música, las pocas joyas que tenía, dinero en efectivo, la colección de cajas de Limoges que empecé a hacer en la universidad. Primero me puse furiosa y luego me deprimí. No me sentía cómoda viviendo allí después de aquello. Luego, el tipo con el que había estado saliendo durante cerca de un año se puso a echarme sermones sobre lo muy estúpida e ingenua que era. Según su punto de vista, me lo tenía merecido.

Zac: Un gran tipo -murmuró-. Muy colaborador.

Ness: El caso es que pensé en él y en nuestra relación y pensé que, en cierto modo, tenía razón. Mientras estuviera con un tipo así, tenía ciertamente lo que me merecía. Así que decidí dejarlo.

Zac: Buena elección.

Ness: Eso pensé yo -«y él también», añadió para sus adentros, estudiando el rostro de Zac. Una muy buena elección-. Propongo un cambio de tema. ¿Por qué no me hablas de la casa que estás reformando?

Zac: Supongo que no sabrás gran cosa de fontanería.

Ness: Aprendo rápido -sonrió-.

Era casi medianoche cuando aparcó frente a su apartamento. No había querido prolongar tanto la velada. Y ciertamente tampoco había esperado pasar más de una hora hablando con ella de instalaciones eléctricas, fontanería y muros de carga. O dibujando rápidos bocetos sobre servilletas.
Pero, de alguna manera, se las había arreglado para superar aquella velada sin sentirse estúpido, tímido o torpe. Solamente una cosa lo preocupaba: quería verla de nuevo.

Ness: Creo que éste ha sido un gran primer paso -le dio un beso en la mejilla-. Gracias.

Zac: Te acompaño.

Ya tenía una mano en el picaporte, impaciente. Decidió que sería más seguro para ambos que se diera la mayor prisa posible.

Ness: No hace falta.

Zac: Te acompaño hasta la puerta -repitió-.

Bajó y rodeó el coche. Subieron juntos las escaleras. El inquilino de la primera planta aún seguía despierto. El rumor de la televisión, con su resplandor fantasmal, se filtraba a través de la ventana.

Era el único sonido en la noche silenciosa. Sobre sus cabezas, incontables estrellas salpicaban el cielo negro.

Zac: Si volvemos a hacer esto -empezó-, la gente del pueblo empezará a murmurar, imaginándose que somos… -se interrumpió, nada seguro de que fuera la frase adecuada-.

Ness: ¿Somos pareja, quieres decir? ¿Y eso te molesta?

Zac: No quiero que los chicos se hagan ilusiones, o se preocupen, o… lo que sea -ya en el rellano, se volvió para mirarla y volvió a quedarse hechizado-. Debe de ser tu cara. Tu aspecto -murmuró de pronto-.

Ness: ¿El qué?

Zac: Lo que me hace pensar tanto en ti -era una razonable explicación. La atracción física. Al fin y al cabo, no era de piedra: era un hombre. Un hombre muy prudente-. Y de que piense tanto en hacer esto.

Le acunó suavemente el rostro entre las manos: un gesto tan dulce, tan tierno, que Vanessa sintió relajarse cada músculo de su cuerpo. Fue todo tan lento, tan impresionante, tan delicado, aquella primera vez… El contacto de su boca contra la suya, su desconcertante paciencia.

¿Podría ser aquello lo que había estado esperando?, se preguntó. ¿Podría ser él el hombre de su vida?

Zac escuchó su leve y tembloroso suspiro cuando por fin se apartó. Sabía que prolongar aquel momento habría sido un error, así que dejó caer las manos y se retiró. Como si quisiera retener el último sabor de aquel beso, Vanessa se humedeció los labios con la lengua.

Ness: Besar es algo que se te da terriblemente bien, Zachary. Terriblemente bien.

Zac: Digamos que me he estado reservando -pero no creía que fuera solamente eso. De hecho, le preocupaba que no lo fuera-. Hasta la próxima.

Asintió débilmente mientras lo veía bajar las escaleras. Seguía soñando despierta, apoyada contra la puerta, cuando lo oyó arrancar el coche y alejarse.

Por un instante, habría jurado que el aire vibraba con una lejana música de cascabeles. Como los del trineo de Santa Claus.




Bueeeeno... Ya vuelve a estar bien encaminada la relación 😉
Ahora no la fastidies otra vez, Efron 😒

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó!!
Ojalá que siga asi de bien las cosas entre ellos.

Sube pronto

Maria jose dijo...

Me encantó!!!!!!
Quiero mas capítulos como este
Ya se me hacen una linda pareja
Zac ya cambio y me encanta
Síguela esta emocionante
Sube pronto


Saludos

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