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domingo, 5 de febrero de 2017

Capítulo 7


Vanessa abrió la puerta y fulminó con la mirada a su tío Nathaniel.

Ness: ¿No tienes nada de paciencia, verdad?

Nate tenía las manos hundidas en los bolsillos del abrigo para entrar en calor. La miró con la misma expresión hosca.

Nate: Punto primero: no fuiste a donde me dijiste que te ibas. Y punto segundo: no saliste cuando toqué el claxon. ¡Pudo haberte sucedido algo malo!

Ness: Punto primero: tengo veinticinco años y puedo cambiar de planes cuando me parezca. Y punto segundo: ¡Pudo haberme sucedido algo bueno! -se volvió hacia Zac-. Gracias por todo. Ahora mismo saco a este lunático de aquí.

Zac: Vanessa. Facultad de Medicina de la Universidad de Los Ángeles. Especialidad Traumatología y Ortopedia. Destaco entre una multitud. Soy el único al que los residentes veteranos gritan y fustigan.

Ness: Lo recordaré -le sonrió-. Te lo prometo.

Vanessa recogió su abrigo, la bolsa con la cámara y se marchó cerrando la puerta a su espalda. En el porche, Nathaniel se apartó para dejarla salir primero. Fue tambaleándose hacia la camioneta hasta que se le clavaron los tacones en la nieve y tuvo que detenerse a sacarlos.

Nate: Ha debido de ser muy duro caminar desde el todoterreno hasta la cabaña con esas botas -observó-.

Lo miró por encima del hombro.

Ness: Él me cargó a la espalda.

Nate: ¿Estás de broma? ¡Son tres kilómetros!

Ness: A borriquito -dijo mientras intentaba conservar el equilibrio hasta que llegó al vehículo-.

Con un gruñido, se aupó hasta el asiento trasero.

Annie, que iba sentada delante, tenía los brazos cruzados sobre el pecho.

Annie: ¿Te encuentras bien? -le preguntó, ceñuda-.

Ness: Claro que sí. ¿Tú también estás enfadada conmigo?

Annie: ¡Por supuesto que no! ¡Estoy enfadada con Nathaniel!

Ness: ¿Por qué?

Annie: ¡Porque te estuviste riendo con Zac Efron en el bar y yo no quería estropearte la fiesta!

Vanessa se echó a reír.

Ness: ¡Cómo sois los dos! No era una fiesta -dijo justo cuando su tío se sentaba al volante-. Se suponía que me iba a enseñar la cabaña, pero cuando estábamos a unos tres kilómetros el ciervo apareció de repente y lo atropellamos. Pobre Zac. Tuvo que traerme hasta aquí arriba por culpa de mis estúpidas botas.

Annie: ¿Pero tú querías marcharte? -le preguntó en el instante en que Nate arrancaba el vehícul-o.

«No», pensó Vanessa. «En absoluto». Adoraba todo de Zac: su voz, su compasión por los animales, su aroma… Oh, su aroma, sus labios, su sabor. Pero, en lugar de ello, respondió:

Ness: Sí, claro. Gracias por haber venido a buscarme. Lamento haberos molestado tanto.

Nate: Y yo lamento haberme comportado como un lunático -dijo mientras daba la vuelta-. Creo que, si tuviera hijas, debería dejar a Annie completamente al mando.

Annie: Es la primera cosa inteligente que dices en una hora -le informó-.

Nate: ¡Pero tengo una responsabilidad!

Vanessa se inclinó hacia delante, asomando la cabeza entre ambos.

Ness: ¿Vosotros dos no os habéis dado el beso de año nuevo, verdad? ¡Sí que estáis susceptibles!

Annie: Es que hay gente… -entrecerró los ojos y miró a Nate- que no escucha.


El invierno en las montañas era muy oscuro; habitualmente el sol no salía antes de las siete de la mañana. Pero Vanessa se sentía radiante, llena de luz. Y eso que apenas había dormido. No podía sacarse a Zac de la cabeza. Se levantó un par de veces para ir a buscar algo a la cocina; al final sólo había logrado dormitar un poco. A las cinco y media se dio por vencida y encendió la cafetera.

Para cuando estaba saliendo el café, Annie ya se había levantado. Antes de entrar en la cocina, encendió la gran chimenea del salón. Se estremeció levemente, aunque llevaba sus grandes zapatillas de piel y su gruesa bata.

Ness: ¿Por qué te has levantado tan temprano? -le preguntó mientras, detrás de la barra, le acercaba un tazón de café-.

Annie: ¿Yo? Yo siempre me levanto temprano. Ya sabes que tengo que dar de comer a los caballos.

Ness: ¿Tan pronto?

Annie: Bueno, me pareció oír un ratón en la cocina -sonrió-. Vamos cerca del fuego, para que me expliques cómo te sientes.

Ness: Oh, Annie… -exclamó con amargura mientras se dirigía al salón-. ¿Qué diablos me sucede? -se sentó a su lado-. Había tomado la decisión de no enredarme con ningún hombre después de lo que me hizo Drake, y voy y conozco a uno maravilloso…

Annie: Ah. ¿El tipo del bar?

Vanessa bebió un sorbo de café.

Ness: El tipo del bar… suena extraño cuando lo dices de esa manera. Zac, doctor en medicina. Había subido a la cabaña de su hermana en las montañas a estudiar, y sólo bajó al pueblo a tomarse una cerveza en Nochevieja. Nunca debí haberle encontrado. Y aunque es el hombre más dulce y tierno del mundo… le dije que no estaba preparada para tener una relación.

Annie: Un movimiento inteligente, en mi opinión -comento bebiendo otro sorbo de café-.

Ness: ¿De veras? -inquirió sorprendida-.

¿Acaso no era ésa la misma mujer que la había animado a ventilar su enfado y a mirar hacia el futuro?

Annie soltó una corta carcajada.

Annie: ¿Después de lo que te sucedió? ¿Por qué habrías querido volver a correr ese riesgo? Demasiado peligroso. ¡Además, llevas una vida estupenda! Tienes un buen trabajo y gente que te quiere, empezando por tus padres.

Ness: Annie, son mis padres. ¡Son maravillosos y los adoro, pero son mis padres! No satisfacen todas mis necesidades, precisamente…

Annie le palmeó cariñosamente la rodilla.

Annie: Cuando haya pasado más tiempo, cuando te sientas más fuerte y más confiada, encontrarás a un hombre que llene algunas de esas lagunas… y lo harás sin tener que comprometerte con él, si sabes lo que quiero decir…

Ness: Sé lo que quieres decir -repuso bajando la mirada-. El problema es que esa clase de relaciones no me atrae demasiado.

Annie: Bueno, conforme vaya pasando el tiempo… Eres joven y has recibido un duro golpe muy pronto. Es lógico que no te sientas nada fuerte.

Vanessa se echó a reír.

Ness: No te puedes imaginar lo fuerte que me sentía… Supere el peor día de mi vida. Ayudé a mamá a devolver un centenar de regalos de boda… -tragó saliva-. Con notas de disculpa.

Annie: Tienes razón, sacamos fuerza de los momentos difíciles. Pero tú misma me dijiste que no te sentías lo suficientemente segura como para discernir si un tipo era bueno o malo, si era de confianza o no -le recordó-.

Ness: Sí, es aterrador -suspiró. De repente alzó la mirada y una leve sonrisa asomó a sus labios-. Y sin embargo, hay cosas que son obvias. ¿Sabes lo que me dijo Zac sobre su trabajo como especialista en traumatología? Que la parte peor de ese trabajo era al mismo tiempo la mejor: los niños. Le encantaba poder ayudarlos, hacerles reír, pero era duro verlos heridos, lesionados. Rotos. Qué palabra, ¿eh? Rotos. Pero eso es lo que hace él. Reparar partes rotas del cuerpo.

Annie la escuchaba con atención, expectante.

Ness: Cuando aquel ciervo yacía sobre el capó de su todoterreno, yo procuraba no mirarlo, pero él estaba tomando fotos para el seguro y tuve que echar un vistazo por el parabrisas. Estaba acariciando el cuello del animal. Parecía tan triste… Me dijo que se sentía mal, y que esperaba que no dejara una familia detrás… Annie, tú creciste aquí, te criaste en una granja… ¿tienen los ciervos familias?

Annie: Más o menos. Procrean, claro. Los ciervos tienden a preñar a cada cierva con la que se encuentran y protegen a sus cervatos, mantienen unido al grupo…

Ness: Es muy sensible. Si alguna vez le vuelvo a dar una oportunidad a alguien, tendrán que gustarle los niños, los animales…

Annie: Pero no lo harás -la interrumpió sacudiendo la cabeza-. Has tomado la decisión correcta. Nada de hombres, ni de bodas, ni de niños.

Vanessa se volvió para mirarla con una expresión de estupor.

Annie: Quizá más adelante, cuando haya pasado mucho más tiempo -continuó-. Como unos diez años. Y nada de preocupaciones… Dentro de unos diez años podrás conocer a un hombre que te inspire confianza, salir con él durante un año, comprometerte durante otro año, y casarte por fin y formar una familia… ¡ahora las mujeres están siendo madres a los cuarenta! ¡Tienes mucho tiempo!

Ness: ¿Me has oído? -se inclinó hacia ella-. Le encanta ayudar a los niños. Me cargó a la espalda hasta la cabaña… tres kilómetros. ¡Acarició al ciervo muerto! Debería haberme roto los tacones de mis botas de seiscientos dólares para que pudiera caminar por la nieve, y sin embargo me cargó a la espalda… -miró a Annie con los ojos muy abiertos-. ¿Y si es el hombre perfecto y yo me niego a conocerlo mejor porque todavía sigo enfadada con Drake?

Annie: Bah, tú no harías eso. Te estás protegiendo a ti misma, eso es todo. Ahora mismo no tienes demasiada confianza. Tienes miedo de no reconocer al hombre de tu vida ni aunque te diera un beso que te tirara de espaldas…

Vanessa se tocó los labios con los dedos.

Ness: Besa maravillosamente bien.

Annie: ¡Oh, Vanessa! ¿Dejaste que te besara?

Se levantó tan rápido que casi se derramó el café en el pijama.

Ness: Tengo suficiente confianza en mí misma, siempre la he tenido. Empecé mi propio negocio a los veinte años. Sé que me ayudó mi padre, pero nunca me sentí insegura. ¡Y no quiero ni pensar en seguir sola durante otros diez años! ¡O acostarme con tipos que no me importan sólo para satisfacer una necesidad!

Annie se encogió de hombros y sonrió, alzando la mirada hacia ella.

Annie: Todo lo cual es necesario para protegerte a ti misma para no sufrir. Pero… ¿y si te equivocas? Asusta, ¿eh?

Ness: ¡Una sola hora con Zac y ya sabía por qué me había ido tan mal con Drake! Simplemente no podía… -se interrumpió de pronto-.

Se dio cuenta en ese momento. No había sido capaz de detener su boda con Drake, cuando todavía había estado a tiempo de ello.

Annie: Tú misma lo dijiste: que no deberías liarte con otro hombre -le recordó con tono suave-. No querías arriesgarte a resultar herida -levantándose, se la quedó mirando fijamente a los ojos-. Date de plazo ocho o diez años. Estoy segura de que para entonces el hombre de tu vida te estará esperando.

Vanessa se tensó tan violentamente que Annie dio un respingo. La agarró de un brazo.

Ness: ¿Me dejas tu camioneta? Tengo algo importante que hacer.

Annie: ¿En pijama?

Ness: Me pondré unos vaqueros y unas botas mientras tú vas a buscar las llaves.

Se dirigió apresurada a la cocina y dejó su tazón de café sobre la barra. Estaba atravesando el salón a la carrera cuando Annie la llamó:

Annie: ¿Vanessa?

Se detuvo, volviéndose hacia ella. Annie se sacó un juego de llaves de un bolsillo de la bata y se lo lanzó.

Atrapó las llaves al vuelo, sorprendida. Y una sonrisa iluminó lentamente su rostro. ¿Quién llevaba las llaves de la camioneta en el bolsillo de la bata?

Ness: Taimada…

Supo entonces que había estado fingiendo todo el rato. Haciendo de abogado del diablo.

Annie se limitó a encogerse de hombros.

Annie: Sólo recuerda dos cosas. Confía en tu intuición y ve poco a poco -alzó un dedo-. Poco a poco, cariño. Con tranquilidad.

Ness: ¿Le dirás al tío Nate que tuve que salir a hacer un recado?

Annie: Déjame a mí al tío Nate.


Para cuando Vanessa estuvo frente a la puerta de la cabaña, todavía no era de día. Sólo eran las seis y media, pero había luces encendidas dentro. Hacia el este, una leve claridad anunciaba el amanecer.

Zac abrió la puerta.

Ness: Nunca abrimos tan rápido en Los Ángeles.

Zac: Qué sorpresa -sonrió-. ¿Quieres pasar?

Ness: Desde luego, pero antes tengo que decirte unas cuantas cosas.

Zac enarcó una ceja recordando una de las conversaciones que habían tenido, y que había empezado con la misma frase.

Zac: ¿Sobre mi nariz? ¿Mis caderas?

Ness: Sobre mí. Primero que todo, yo nunca miento. Ni a los demás ni a mí misma. Sin embargo, toda mi relación con Drake… no lo reconocería ante nadie, pero aquello no fue más que una mentira detrás de otra. Sabía que la cosa no estaba marchando bien, sabía que deberíamos haber echado el freno y analizar sincera y detenidamente nuestra relación. Pero no pude -bajó la vista, y a continuación lo miró a los ojos-. No pude detener la boda. Había puesto toda mi vida en ella.

Zac: Lo entiendo.

Ness: No, no lo entiendes. Era la boda la que se había convertido en un monstruo… los preparativos duraron un año. Desde luego, Drake tuvo su parte de responsabilidad por haberse resignado desde el principio… ¡pero la culpa fue enteramente mía por cerrar los ojos, los oídos y el cerebro conforme se acercaba! Lo había invertido todo en ella. ¡Mi pasión, mis energías, mi dinero! ¡Mis padres habían entregado fianzas y depósitos por todo, desde las invitaciones y los vestidos hasta las fiestas! Y también había una inversión emocional. ¡Mis amigos y mi familia estaban implicados, elogiándome por el gran trabajo que estaba haciendo, entusiasmados todos por el gran evento! No sólo sentía que no podía fallar a nadie, simplemente no podía renunciar a todo eso.

Zac: Lo entiendo -dijo de nuevo-.

Ness: ¡No, no lo entiendes! ¡La boda se había convertido en algo más importante que el matrimonio! Sabía que debería haber curioseado en los mensajes y en los recados de voz de su móvil, porque muchas cosas se me escapaban, pero no quería hacerlo porque eso habría supuesto arruinar la boda. Debí haber planteado nuestro problema conyugal a un profesional… ¡pero tampoco podía porque sabía que lo único lógico en ese caso habría sido posponer la boda! ¡La boda del siglo! -una lágrima le corrió por la mejilla, y Zac se la enjugó con un dedo-. Sabía que todo era un error. En realidad nunca temí que no fuera a presentarse en el último momento; por eso me resultó fácil mentir cuando todo el mundo me preguntó si había sospechado que algo así pudiera suceder -sacudió la cabeza-. ¿Que me dejaría plantada en el altar? No lo vi venir. ¿Que no estábamos hechos el uno para el otro? Me las arreglé para cerrar los ojos a esa realidad porque estaba demasiado ocupada, demasiado comprometida. Esa es la verdad sobre mí. Ya está. ¡Vendí mi integridad y mi sinceridad por la mejor boda a la que cualquiera habría asistido en su vida!

Zac: Ya veo. Y ahora, ¿quieres entrar?

Ness: ¿Por qué estás despierto tan temprano?

Zac: No tenía mucho sueño, la verdad. Vanessa, siento que tu boda perfecta se fuera al diablo, pero tengo que decirte que a mí no me asustan esas cosas. Yo no soy Drake y he aprendido de mis propios errores. Eso no me sucederá a mí. ¿Y sabes qué? Tú no vas a dejar que nada de eso vuelva a sucederte. Así que, tal como lo veo yo, sólo tienes una cosa de la que preocuparte.

Ness: ¿Cuál es?

Zac: El desayuno. Iba a comer judías de lata hasta que apareciste. No tengo coche. Ahora tendrás que llevarme a desayunar -sonrió-. Me muero de hambre.

Ness: He traído el desayuno. Estuve rebuscando en la cocina del tío Nate. No iba a encontrar nada abierto de camino hacia aquí.

Zac: Eres tan inteligente como hermosa. Ahora sólo queda una cosa de la que preocuparnos.

Ness: ¿Cuál?

Zac: Si vamos a hacérnoslo como dos quinceañeros en el sofá, en el suelo del salón o en la cama, después de desayunar.

Vanessa le echó los brazos al cuello.

Ness: ¡Deberías haberme expulsado de tu lado! ¡Estoy llena de defectos y de contradicciones! ¡Soy tan culpable de aquella pesadilla de boda frustrada como Drake!

Zac sonrió brevemente antes de apoderarse de su boca en un fabuloso, tórrido, húmedo y prolongado beso. Y después le dijo:

Zac: Mira, el sol está anunciando un nuevo día. Un nuevo año. Una nueva vida. Comamos algo y empecemos con lo nuestro.

Ness: ¿No tienes miedo de arriesgarte conmigo?

Zac: ¿Sabes qué es lo que deseo con más ganas? No puedo esperar para ver si nos enamoramos. Y me gustan las probabilidades que tenemos. ¿Asustada?

Ness: En absoluto -sacudió la cabeza-.

Zac: Entonces ven aquí y veamos si podemos convertir el peor día de tu vida en el mejor.


FIN




¡Qué bonito!
¡Me encantó esta historia!

¡Gracias por los comentarios!

¡Besis!

2 comentarios:

Lu dijo...

Que hermoso capítulo!!!
Me encantó, fue una gran novela ��
Zac fue muy lindo con Ness.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Que gran historia
Me encantó la novela!!!
Todo fue muy lindo


Otra?
Sube pronto!!!

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