topbella

viernes, 3 de febrero de 2017

Capítulo 6


Inmediatamente Zac empezó a amontonar leña en la chimenea, encima de algunas piñas que usó para encender el fuego.

Vanessa miraba sorprendida a su alrededor, efectivamente, era una cabaña de lujo. Admiró el elegante mobiliario tapizado de cuero, la preciosa alfombra, la amplia chimenea de piedra, las contraventanas de colores, la espaciosa cocina. Había dos puertas, que supuso darían a las habitaciones. No estaba desordenada, aunque había varios libros y papeles sobre la otomana y al lado del largo sofá de piel, junto con un portátil abierto. A los pies del sofá había también un cubrecama de cachemira, todo arrugado.

Ness: ¿Me adelanto y llamo al bar?

Zac: No hay prisa -sonrió-. No hay manera de que consigamos un camión grúa en una noche como ésta. De hecho, tampoco contaría con ello para Año Nuevo, probablemente tendré que hacer venir a mi cuñado para que me recoja en su camioneta y remolque el todoterreno de Ashley. No es muy tarde, así que nadie se habrá preocupado todavía -encendió una cerilla, que acercó a las piñas, y se irguió mientras contemplaba cómo iba prendiendo el fuego. Se sacudió el polvo de las manos-. Detesto la idea de que te rescaten demasiado pronto. Todavía tenemos unas cuantas cosas de que hablar.

Ness: ¿Como cuáles?

Dio un paso hacia ella. Esbozaba una sonrisa dulce, con un brillo de ternura asomando a sus ojos.

Zac: Querías preguntarme algo personal. Y yo tengo unas cuantas cosas que decirte -tomándola de los hombros, se inclinó para depositar un leve beso en su frente-. No eres demasiado baja. Tienes una estatura ideal -le tocó la nariz con un dedo-. Tu nariz me parece perfecta, es muy bonita. Y tu pecho es precioso, si puedes soportar escuchar eso de un hombre que no es tu novio. A mí nunca me gustaron los senos grandes. Me gustan las mujeres bien proporcionadas. Y con sus cuerpos naturales, los implantes no me resultan atractivos -bajó las manos a sus caderas-. ¿Y tus caderas? -inquinó, apretándoselas levemente-. Deliciosas. ¿Y tu trasero? Uno de los mejores que he visto nunca. Además de todo eso, creo que tienes la risa más bonita que he escuchado en mucho tiempo y tu sonrisa es contagiosa. Apuesto a que con ella sueles conseguir excelentes sonrisas que fotografiar. Y cuando me sonríes a mí… me siento como si fuera alguien, eso es. ¿Y el hecho de que tengas un poquito de mal genio? A mí me gusta y lo entiendo, ¿sabes por qué? Porque cuando alguien te hace algo tan malo, no debería marcharse como si no hubiera ocurrido nada. Me resulta sencillamente inconcebible que un tipo, por muy estúpido que sea, pueda ser tan cruel. Lamento mucho lo que te pasó, Vanessa. Y espero que consigas superarlo.

Se había quedado impresionada. Nadie le había hablado nunca así, aunque tampoco ella había dado pie a que lo hicieran, dada la manera en que se había alejado de la gente. Pero aquel hombre era tan tierno y tan sexy que la estaba matando.

Ness: Sólo por curiosidad, ¿qué habrías hecho tú?

Zac: ¿Si me hubieran dejado plantado con mi Vera Wang, quieres decir? -le preguntó, haciéndose el asombrado-.

Vanessa soltó una carcajada.

Ness: No, si te hubieras dado cuenta de que no querías casarte con la mujer con la que te habías prometido.

Zac: Lo primero de todo, nunca habría llegado tan lejos de no haber estado seguro. Nunca habría mandado las invitaciones. Casarse no es solamente algo romántico, es muchas otras cosas, y una de ellas es que se trata de una relación seria, firme. Tienes que estar de acuerdo en muchísimas cosas y, al mismo tiempo, está bien ser diferentes. Como mis hermanas y sus chicos. Yo nunca los habría emparejado a primera vista, son tan diferentes de los otros hombres con los que han salido… Pero son perfectos tal para cual porque se profesan mutuo respeto y siempre están dispuestos a negociar. Cada uno se equilibra en el otro. Y se aman, no imaginas cuánto.

Ness: ¿Y tú sentías eso mismo con… Amber?

Zac: Eso pensaba. Y ella también.

Ness: ¿Y si vuelves a equivocarte la próxima vez?

Zac: ¿Es eso lo que te da miedo, cariño?

Ness: ¡Por supuesto! ¿A ti no?

Se la quedó mirando fijamente por unos segundos, y luego pasó a la cocina sin contestarle.

Zac: Esperemos que la buena de Ashley tenga guardado algo decente para una fría noche de invierno… -Empezó a abrir armarios. Finalmente encontró una botella con un líquido oscuro-. ¡Aja! ¡Brandy! Te apuesto lo que quieras a que no es de Ashley, sino de Scott. Pero tampoco es tan malo -le mostró la botella-. ¿Te apetece?

Ness: Claro, ¡qué diablos! -y fue al sofá a sentarse-.

Se levantó las perneras de los vaqueros, se bajó la cremallera de las botas y se las quitó. Alzó una y la miró, preguntándose por qué se había llevado un calzado así a las cuadras del tío Nate. Eran unas botas urbanas, de Los Ángeles, de ante negro, puntiagudas, de tacones de aguja. Las botas que normalmente llevaba a las cuadras eran de tacón bajo o camperas, de piel dura, bien gastadas. Unas botas que le habrían servido para caminar toda la cuesta, sin que nadie tuviera que cargar con ella a la espalda.

Arrojó la bota al suelo. Tenía que reconocerlo, había querido llamar la atención. Necesitaba sentirse atractiva. Había querido ver un brillo de deseo en los ojos de los hombres, como el que originalmente había visto en Drake. Un brillo del que en las circunstancias actuales habría salido corriendo, y sin embargo…

Zac no le sirvió el brandy en una copa balón, sino en un vaso normal. Se sentó a su lado.

Zac: ¡Brindemos por haber sobrevivido al atropello de un ciervo! -dijo, alzando su vaso hacia ella-.

Ness: Chin-chin.

Cada uno bebió un pequeño sorbo.

Zac: Y ahora… ¡venga esa pregunta personal! Ahora ya sí que estoy en condiciones de hablar.

Ness: Probablemente sea una pregunta tonta. Creo que no serías capaz de responderla honestamente y preservar tu hombría.

Zac: Prueba. Quizá estés en lo cierto sobre mí, o quizá no.

Ness: De acuerdo. ¿Lloraste cuando Amber te dejó?

Alzó la mirada al techo mientras se pensaba la respuesta. Luego sacudió levemente la cabeza, sonriendo.

Zac: No creo. Ni lloré ni supliqué. Tampoco dormí, y dado que no podía hacerlo, trabajaba más horas. No dejaba de preguntarme por lo que había salido mal. Durante dos años estuvimos bien y de repente, cuando ya tenía el anillo en el dedo, todo se fue al infierno.

Ness: ¿Qué hiciste entonces?

Zac: Todo lo que no había hecho antes. Las tareas domésticas, por ejemplo. Todo aquello que ella esperaba que hiciera y que tanto la fastidiaba que dejara de hacerlo. Pequeñas reglas. Si eres el último en levantarte de la cama, hazla. Si terminas de comer, aclara el plato y mételo en el lavavajillas. Pensé que, si volvía, se daría cuenta de que ya era capaz de hacer todas esas pequeñas cosas que eran importantes para ella.

Ness: Zac…

Zac: En medicina tenemos un dicho: si oyes un trote de pezuñas, no esperes ver a una cebra. Conmigo ese refrán no funcionó. Yo estaba pensando más bien en caballos… los problemas de pareja son comunes entre los cirujanos por culpa de la presión, el estrés, el tiempo que tienen que pasar fuera de casa. Lo típico: caballos. Me la llevé conmigo para hacer mi especialidad, la alejé de su madre, de su empleo y de sus amistades, y luego tuve aún menos tiempo para ella que el que había tenido mientras estudiaba la carrera. Y discutimos por eso, mis horas de trabajo, su soledad. Pero cuando me dejó, no volvió a su casa. Tardé mucho tiempo en descubrirlo. Pensé que eso quería decir que aún no había querido dar el paso definitivo. Se trasladó a unos pocos kilómetros de donde yo estaba. Pero no porque todavía siguiera reflexionando sobre lo nuestro, sino porque estaba con otro tipo. Yo nunca sospeché esa posibilidad. No supe nada de él durante el medio año que siguió a nuestra ruptura. Total, que durante todo el tiempo se trató de una cebra.

Ness: Guau. Eso debió de haberte dolido mucho.

Zac: Me dolió el orgullo, Vanessa -se inclinó hacia ella-. Al final de la jornada la echaba de menos, detestaba renunciar a la idea que me había hecho de cómo pasaríamos el resto de nuestras vidas, pero lo que más me dolió fue el orgullo. En realidad le estoy profundamente agradecido a Amber, ella se marchó cuando todavía lo único que estaba en juego era el mobiliario barato que habíamos comprado para la casa. Me alegro de que me dejara cuando aún no habíamos invertido demasiado el uno en el otro. Mira -añadió, tomándole una mano-. Creo que con Amber puse el piloto automático, y eso no puede ser. Cuando un hombre quiere y se preocupa por una mujer, tiene que enamorarla, seducirla, convencerla. Yo aprendí una cosa: no das un paso serio como el matrimonio a no ser que hayas comprometido hasta el último de tus sentimientos. Como te dije antes, nos acostumbramos el uno al otro. Muchas veces me he preguntado por qué llegué a pensar que eso sería suficiente.

Ness: Pero lo que yo quiero saber es: ¿estarías dispuesto a arriesgarte de nuevo? -le preguntó de pronto-.

Zac: Sí, y me muero de ganas de hacerlo.

Ness: ¡Estás completamente loco! ¡Eres un masoquista!

Zac: No. Soy un hombre reformado. Siempre había oído que era una buena idea enamorarse de tu mejor amiga y yo me lo creí. Pensé que si podía conocer a alguien que realmente me gustara y que me excitara al mismo tiempo, todos los misterios de la vida estarían resueltos. Ahora sé que tiene que haber también pasión. No como cuando tienes dieciséis años y piensas con la… Bueno, ya sabes. Pero la próxima vez, porque habrá una próxima vez, lo quiero todo: alguien que me guste mucho, alguien en quien confíe y a quien ame y respete… y alguien a quien desee con verdadera desesperación.

Ness: ¿Crees que la encontrarás alguna vez?

Zac: Lo importante es no conformarse con menos. ¿Y tú? Después de haber tenido un año para reflexionar, ¿qué conclusión has sacado de lo que te pasó?

Vanessa apretó los labios y frunció el ceño.

Ness: Iba a casarme con el tipo equivocado y me plantó antes de que pudiera cometer el mayor error de su vida. Pero no esperes que le esté agradecida, el lío que me montó fue increíble. Tuve que devolver cerca de cien regalos, mis padres habían pagado las invitaciones, un vestido de diseñador, flores y varias comidas por todo lo alto… incluido el banquete nupcial. Las flores tuvieron que ser repartidas entre los invitados, antes que tirarlas… Fue horrible.

Zac se acercó entonces lentamente a ella. Le quitó el vaso de brandy de la mano y lo dejó junto al suyo sobre la mesa. Luego le puso las manos en la cintura y la atrajo hacia sí con intención de besarla. Le acarició casi los labios con los suyos, como esperando una señal de que ella sintiera algo, también: una cierta emoción, una curiosidad. Con eso sería suficiente por el momento.

Hasta que lentamente, reacia quizá, Vanessa alzó las manos hasta sus hombros. Con eso le bastó. Zac se apoderó de su boca en un cálido, apasionado beso. Quería ver su rostro mientras la besaba, pero mantuvo los ojos cerrados mientras deslizaba las manos todo a lo largo de su espalda, apretándola contra sí, imaginando lo que estaba a punto de suceder entre ellos.

El beso, ardiente y húmedo, le aceleró el pulso. Había tenido unas cuantas fantasías con ella. En el pueblo, cuando la vio debajo del árbol de Navidad, se había imaginado besándola y lamiéndola, descendiendo cada vez más hasta llegar a su vientre, y de ahí a aquellas secretas zonas de su cuerpo que habrían reaccionado con satisfactoria disposición. No deseaba otra cosa que yacer en sus brazos, piel contra piel, y explorar cada rincón de su precioso cuerpo.

Pero eso no iba a suceder ahora. No esa noche. Ni al día siguiente. Se apartó, reacio.

Ness: Hacía un año que no me besaba con nadie -susurró-. Me había prometido a mí misma que no me dejaría besar. Me parecía demasiado peligroso.

Zac: Conmigo no corres peligro, Vanessa. Y te alegrará saber que no has perdido facultades. Eres muy buena besando -miró aquellos hipnóticos ojos marrones mientras le recogía un mechón detrás de la oreja-. Si yo me hubiera casado con Amber, si Drake se hubiera presentado a la boda, no te estaría besando ahora mismo. Y tengo que decirte, Vanessa, que no recuerdo un beso tan satisfactorio como éste…

Vanessa sólo pudo suspirar y cerrar los ojos.

Ness: Hacemos una mala pareja -musitó-.

Zac: No me lo creo.

Ness: Oh, créetelo -abrió los ojos-. Tú eres un tipo que se conformó con lo quería tu mujer, y yo una mujer que, sin pensárselo siquiera demasiado, empujó a un hombre a una gran boda que no deseaba -tragó saliva, con los ojos brillantes-. Detesto tener que reconocerlo, pero Drake no cesó de decirme cosas como que no se sentía cómodo con lo aparatoso de la ceremonia, que no estaba seguro de que pudiéramos combinar nuestras respectivas agendas laborales, que si esto o lo otro… Yo le decía que no se preocupara, pero al final no cambié nada, no me adapté. Yo seguía insistiéndole en que no podía; que los fotógrafos trabajaban los fines de semana. Pero eso no era del todo cierto, porque no tienen por qué trabajar todos los fines de semana. Los retratos para aniversarios y compromisos suelen hacerse antes de los eventos; los de niños o embarazadas pueden hacerse perfectamente en días laborables. Pero lo importante es que hasta hace cinco minutos, yo no estaba dispuesta a admitir que la ruptura había tenido que ver algo, por poco que fuera, conmigo. Y quizá si ahora mismo estoy admitiendo ante ti todo esto es porque probablemente no volveré a verte nunca.

Zac: Escucha, puede que sea un tipo conformista, pero yo nunca fui tan pusilánime. Drake dejó que todo llegara demasiado lejos sin hacer nada al respecto. No puedes exculparlo ahora tan fácilmente.

Vanessa esbozó una débil sonrisa.

Ness: Me alegro de haberte conocido. No quería conocer a otro hombre, y menos aún que llegara a gustarme, pero… Bueno, ahora no lo lamento en absoluto.

Zac: ¿Sabes lo que eso quiere decir, verdad? -vio que negaba con la cabeza-. Que después de haber vivido lo que fue una mala pesadilla… la estás dejando atrás. Estás mirando hacia el futuro, a la espera de que aparezca el tipo de tu vida. Y, hasta que eso suceda, podemos seguir besándonos…

Ness: Eres un oportunista. Me di cuenta en el preciso instante en que te conocí.

Zac: Ahora llama a tu tío y cuéntale lo del accidente. Dile que estamos sanos y salvos y que yo me encargaré de que remolquen el todoterreno por la mañana. Si quieres, puedes pedirle que venga a rescatarte antes. O puedes quedarte a pasar la noche, como te apetezca.

Ness: No, eso no podría… -rio-.

Zac: ¿Entonces le pedirás que espere hasta después de medianoche? No está tan lejos.

Ness: Creo que esperaré un rato antes de hacer la llamada -decidió-. Conociendo a mi tío, se pondrá en camino tan pronto como cuelgue el teléfono.

Aquello le hizo sonreír.

Zac: Sé que probablemente seré un pobre sustituto para el tipo al que te habría gustado besar a medianoche, pero…

Ness: Da la causalidad, doctor Efron, de que usted representa un gran avance comparado con ese tipo. Ahora sí que estoy segura de ello.

Esperó durante unos minutos más antes de llamar a su tío para decirle dónde se encontraba y contárselo todo. Mientras ella hablaba por teléfono, Zac descargó rápidamente las fotografías del ciervo muerto en su portátil y las borró de la cámara. Luego, con la chimenea a tope, se sentaron en el sofá de piel, muy juntos, con los pies apoyados en la otomana.

Se besaron. Y hablaron también. Vanessa no le contó demasiadas cosas sobre Drake, y tampoco ella quería saber mucho más de Amber. No le dijo, por ejemplo, que Drake era de la clase de hombres que se quedaban hasta tarde «relajándose» después del trabajo, o que criticaba su apariencia por no ser demasiado sexy para su gusto. O que, cuando tenían tiempo libre para estar juntos, nunca parecía estar contento… Casi como si tuviera ganas de volver al trabajo. Más de una vez había pensado en apoderarse de su móvil para revisar sus mensajes de texto o escuchar sus recados de voz, pero había tenido tanto miedo de lo que habría podido encontrar como de terminar pensando que era una paranoica. Y para cuando se dio cuenta de que no formaban una pareja tan perfecta, llevaba un anillo en el dedo y había pagado el depósito para la boda. Ya era demasiado tarde.

Pero lo que quería preguntarle a Zac era:

Ness: ¿Qué te hace pensar que lo harás mejor en tu próxima relación?

Se volvió hacia ella, sonriendo.

Zac: ¡Bien! Tenía ganas de que me hicieras esa pregunta -le acarició la mejilla con los nudillos-. ¿Sabes qué es lo que atrae tanto a los hombres de las mujeres, y viceversa? Una especie de impulso primario de emparejamiento que no tiene una explicación lógica. Como cuando ves a alguien y, de pronto, ¡bum!, te enganchas. Y apuesto a que a veces todos los otros elementos encajan, y a veces no. Es algo inexplicable, como cuando ves a una mujer al otro extremo de la sala y de repente el corazón se te sale del pecho. Dejas de pensar y actúas por impulso. Te descubres a ti mismo acercándote a ella. No sabes por qué; sólo sabes que tienes que acercarte. Todo en esa mujer te atrae como un imán. Te sientes como un estúpido, pero aun así vas y le dices: «Hola, me llamo Zac», y concibes esperanzas, aunque ella te esté mirando como si fueras un imbécil.

Ness: Muy hábil. ¿Has tenido oportunidad de practicar esa técnica muy a menudo?

Zac: Nunca la había probado antes, te lo juro. Escucha, resulta un tanto embarazoso admitir esto, pero eso nunca me había ocurrido con Amber. Con ella todo era bonito, cómodo. Nada más. No había chispa, ni pasión…

Ness: ¡Pero tú dijiste que ella estaba contenta! ¡Que la relación sexual era satisfactoria!

Zac: Puede que sea fácil de complacer en ese aspecto. El peor sexo que tuvimos no estuvo mal. ¡Pero yo quiero ese algo más! ¿Y tú? ¿Cómo conociste a Drake? ¿Qué fue lo que te dijo?

Vanessa recordó la famosa frase: «Hola. Tú conmigo».

Ness: No desplegó mucha labia, la verdad. Él creía que la tenía. Nunca le dije que su gran frase de ligoteo no me impresionó nada. Pero era guapo. Se entrenaba constantemente y se cuidaba mucho. Yo hacía tiempo que no salía con nadie y él era… -se encogió de hombros-. Guapo e interesante -ladeó la cabeza y le sonrió-. Supongo que si te estoy contando todas estas cosas es porque eres inofensivo…

Zac: No quiero ser inofensivo -cerró su ancha mano sobre su hombro-. Y quiero volver a verte.

Ness: ¿Quieres que cada uno viva su vida y que nos encontremos luego aquí, cada Nochevieja? ¿Como en la película Tú y yo?

Zac: ¿Sabías lo que Jack había planeado para la medianoche? -le preguntó de pronto-. ¿Escribiste tu buen propósito para el nuevo año?

Ness: Escribí que tenía que mantenerme alejada de los hombres -sacudió la cabeza-. Lo puse en la pecera.

Zac: A medianoche todo el mundo sacará un papel, con la idea de que la gente se conozca y reírnos todos un poco… -se llevó una mano a un bolsillo de los vaqueros-. Está bien para pasar un rato divertido, pero no es práctico. Una chica flacucha podría sacar un buen propósito que dijera «Tengo que perder diez kilos». Pero yo escribí el mío antes de llegar a conocerte tan bien como te conozco ahora -le presentó un pedazo de papel-. ¡Hey, Vanessa! Es medianoche.

Ness: No. Todavía faltan como tres minutos.

Zac: Podemos estirarlo un poco. No tenía ni idea de que todavía seguía en mi bolsillo. Eché otro papel en la pecera.

Vanessa desplegó el papel y leyó: Empieza el nuevo año dándole la oportunidad a un desconocido. Se ruborizó. De repente se sintió halagada, deseada, atraída. Y sin embargo…

Ness: Pero Zac, yo no voy a volver a verte.

Zac: Si quieres, lo harás.

Ness: Tú estás buscando una sustituta para una relación profunda, estable. Y las relaciones a larga distancia son muy difíciles de mantener.

Zac: Podemos empezar mañana, viendo por ejemplo un buen partido de fútbol. Tengo cerveza y alitas de pollo en casa. Por desgracia no tengo coche, pero apuesto a que consigues que tu tío te preste uno.

Ness: Eso sería estupendo, pero…

Zac: Es medianoche -le dijo, acercándola hacia sí-. Hazlo por mí, Vanessa.

Ness: Gracias -murmuró con voz débil-. Gracias de verdad. Necesitaba pensar que le resultaba atractiva a alguien.

Zac: Para mí eres mucho más que eso -y se apoderó de sus labios en un profundo y apasionado beso. Agarrándola de la cintura la sentó sobre su regazo. Ladeó la cabeza para explorar mejor su boca al tiempo que enterraba los dedos en su pelo-. Intentémoslo, a ver qué pasa.

Ness: No podrá funcionar. Yo vivo en el sur, en Los Ángeles.

Zac: Y yo.

Dio un respingo, sorprendida. Se bajó de su regazo.

Ness: Dijiste que vivías en Chico…

Zac: No dije nada de eso. Dije que mi familia está en Chico. Yo viví allí mientras estudiaba medicina y salía con Amber, pero ya no. Estudio mi especialidad en la Universidad de Los Ángeles.

Ness: Oh-oh -se apartó de él-.

Zac sacudió la cabeza.

Zac: Sólo estoy diciendo que podremos seguir viéndonos y conociéndonos, eso es todo. A ninguno de los dos se le ocurrirá profundizar una relación en la cual no se sienta cómodo. Somos más sabios… sabemos demasiado ahora. Pero por el amor de Dios, Vanessa… ¿y si funcionara? ¿Renunciarías a algo así?

Ness: ¡Yo no quiero correr riesgos!

Zac: Y yo no te culpo por ello. Es medianoche. Dame un beso de año nuevo. Y piensa en ello.

Lo miró a los ojos durante un buen rato; finalmente soltó un gruñido, le acunó el rostro entre las manos y le plantó un ardiente y espectacular beso en la boca.

Contra sus labios, Zac murmuró: «Eso es», y prolongó el beso mientras la abrazaba con fuerza, respirando su aliento, memorizando su sabor.

De repente, el bocinazo de un coche cortó el silencio de la noche.

Zac: Ay… -gruñó-. Me temo que tu tío ha superado el límite de velocidad en los condados de Humboldt y Trinity.

Ness: Le dije que se quedara en el bar de Jack hasta medianoche, pero sabía que no me haría caso -le informó. Apartándose de él, se agachó para recoger sus botas. Sin mirarlo, le dijo-: Gracias. Gracias de verdad. Necesitaba desahogar mi rabia por un rato, tener una conversación a fondo con un hombre… y un beso. Necesitaba un beso -se subió la cremallera de la primera bota. Sólo entonces lo miró-. Simplemente no estoy preparada para nada más.

Zac: Pero lo estarás -le aseguró-. Puedo esperar hasta que te sientas más cómoda.

Ness: Pensaré sobre ello -recogió su otra bota. Sonó un nuevo bocinazo-. Pronto se pondrá a aporrear la puerta -dijo subiéndose la cremallera-.

Zac: ¿Volverás mañana?

Vanessa sacudió la cabeza.

Ness: Necesito pensar. Por favor, entiéndelo.

Zac: ¿Pero cómo te localizaré? ¿Cómo me localizarás tú a mí?

Ness: ¿No conoce Jack a tu familia? ¿No saben ellos dónde está?

La tomó de los hombros justo cuando sonaba un tercer bocinazo. Mirándola fijamente a los ojos, le dijo:

Zac: En el preciso instante en que te vi, perdí la cabeza y sentí la necesidad de acercarme a ti, de hablarte. Quería mucho más que eso, pero no soy un cavernícola. Vanessa. Lo único que quiero es llegar a conocerte mejor, descubrir si realmente podemos encontrarle el lado positivo a todo esto que nos ha pasado… como si hubiéramos cometido errores que con el tiempo terminarán convirtiéndose en aciertos. Detestaría desaprovechar esta preciosa chispa que podría estar destinada a convertirse en una grande, saludable llama. Yo…

Llamaron a la puerta. Vanessa se apartó de él con un suspiro.

Ness: Bueno, míralo de manera positiva. Voy a matar a mi tío.




Ay, qué penita...
Espero que Vanessa vaya a verlo al día siguiente...
Más le vale, porque es el último capítulo 😉

¡Gracias por los comentarios!

¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Ayyy me encantó!! Ya es un gran avance lo que pasa entre ellos.
Lástima que apareció el tío de Ness.
Ya quiero saber como sigue.



Sube pronto

Maria jose dijo...

Esra novela se me hizo muy rápida
De verdad que la estoy disfrutando
Ya quiero saber que pasará
Siguela pronto


Saludos

Publicar un comentario

Perfil