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viernes, 26 de agosto de 2016

Capítulo 18


Vanessa decidió quedarse una hora más en la cama de Zac. Él se había levantado, vestido e ido hacia las siete menos cuarto a una reunión que tenía a las siete en la obra.

Esta vez, para trabajar en su local, se dijo mientras se acurrucaba en la cama para remolonear. Había pensado ir con él, solo por ver la siguiente fase, pero no le apetecía que le dijeran que estorbaba, que les impedía trabajar. Se pasaría a media mañana, cuando hubiera hecho su compra de suministros y terminado su lista de recados. Para entonces, la demolición andaría ya en marcha.

Más divertido, se dijo perezosa, que la sorprendiera cómo había avanzado todo.

Muchos progresos en múltiples áreas, musitó. Su mejor amiga se habría casado en menos de un mes, y ella lo vería. Vería a dos amigos hacerse promesas el uno al otro, formar una familia, celebrar una especie de milagro.

El amor le parecía una especie de milagro, un milagro de cuya existencia nunca había estado muy segura. Pero con Claire y Alex lo había visto con sus propios ojos, los había visto juntos, descubrir ese milagro, y tener fe y valor para confiar en él.

Uno de sus quehaceres de esa mañana era ir a buscar las últimas cosas para la despedida de soltera de la lista precisa y detallada que Ashley le había imprimido.

Le encantaba saber que Claire y Alex se tomarían una semana para ellos después de la boda y se irían de luna de miel a la isla antillana de San Cristóbal.

Algún día, pensó Vanessa, ella se tomaría unas vacaciones en un paraíso tropical.

Algún día tendría que tomarse unas puñeteras vacaciones, se dijo, y abrió un ojo para contemplar el oscuro cielo por la ventana del dormitorio.

Lo haría. Cuando su nuevo restaurante estuviera en marcha y fuera como la seda, se recompensaría con unos días de sol, playas blancas y aguas azules.

A algún sitio al que no hubiera ido nunca, donde nadie la conociera.

Quizá Zac fuera con ella. ¿No sería divertido ver cómo se enfrentaban juntos al ocio, siendo forasteros en tierras forasteras?

Le encantaba también pensar que, en verano, cuando hubieran acabado las clases, los recién casados tuvieran pensado irse de vacaciones una semana con los tres niños. Una luna de miel en familia, como la había llamado Mark.

¿Qué podía haber mejor que una luna de miel en familia?

Entretanto, Zac y Ashley ahondaban en el misterio de Eliza Ford, cuando uno o el otro encontraban un rato. ¿Eran Lizzy y Billy una especie de milagro?, se preguntaba. ¿Los habría unido el amor antes de que los separara la tragedia? ¿O sería la respuesta menos romántica -y probablemente más realista-, como había sugerido Zac?

Una joven que soñaba con amor y un joven que iba a lo suyo.

Ella había soñado con amor una vez. Pero era una niña, y para un niño, la magia y los milagros siempre son posibles, y el felices para siempre es fácil y real.

Con el tiempo, había aprendido que era preferible creer solo en los milagros y los felices para siempre que ella pudiera conseguir por su cuenta, con mucho trabajo, determinación y dedicación.

Le daba muchas satisfacciones, se dijo. Con que más le valía empezar el milagro del día y salir de la cama de una vez.

Se sentó abrazada a las rodillas y sonrió al ver el fuego que Zac le había dejado encendido. Qué cielo, pensó. Había avivado el fuego y echado un leño para que despertara a su calorcito y su luz en una mañana oscura de marzo.

Era afortunada de tenerlo en su vida, eso siempre lo había sabido. Pero, además, ahora era afortunada de disfrutar de esa nueva y fascinante conexión con él, más aún de que a él le pareciera bien ir avanzando poco a poco. Sin presiones ni charlas espeluznantes sobre el futuro.

Estaba saliendo de la cama cuando le llegó un mensaje al móvil.

Volvió a meterse con la esperanza de que fuera Zac sugiriéndole que se acercara a echarle un vistazo a la demolición, después de todo.

Pero era Claire, que le pedía que se pasara por la librería antes de ir a Hagerstown a por suministros.

Algo perpleja, respondió, cambió de planes para incluir una parada en la tienda y, por qué no, ya que estaba ahí, echar un vistacito a la demolición.

Se dio una ducha, se calzó unos vaqueros y se puso un suéter sobre una camiseta de manga corta para protegerse del inestable tiempo de marzo. Con los labios fruncidos, se miró el pelo. El último tinte se le había ido ya bastante, así que tomó nota mental de consultar las gamas de colores para ver cuál le apetecía llevar ahora.

Al bajar, descubrió que Zac había hecho café y le había dejado una taza termo junto a la cafetera. Otra razón para sonreír, pensó. Siempre se podía contar con Zac. No se le ocurría otro hombre, aparte de su padre, que fuera siempre tan formal.

Llevada por un impulso, se acercó a la pizarra de la cocina y dibujó un corazón con las iniciales de los dos en el centro.

Avivada por el café y un yogur rápido, se calzó las botas, se enrolló una bufanda al cuello y se puso el abrigo; entonces vio la nota que había junto a la puerta.

«Llévate esto», rezaba.

Vanessa puso los ojos en blanco y cogió el paraguas plegable.

Ella lo cogía, pero Zac tendría suerte si no se lo dejaba en algún sitio de su recorrido matinal.

A medio camino hacia Boonsboro, salpicaron el parabrisas las primeras gotas. No pudo más que alzar la vista al cielo y pensar en lo fastidioso que era que Zac siempre tuviera razón.

A los pocos minutos, repasando sus planes matinales, olvidó el paraguas y tuvo que echarse una carrera en pleno chaparrón hasta el porche cubierto de la librería.

Tocó en el cristal, luego usó la llave que Claire le había dado después del lío de Sam Freemont del otoño anterior. Acababa de entrar, sacudiéndose la lluvia del pelo, cuando vio a Claire bajar las escaleras.
 
Claire: El café está recién hecho -anunció-.
 
Ness: Acabo de tomar, pero… ¿quién puede negarse a un latte?
 
Claire. Ahora te pongo uno. Gracias por pasarte.
 
Ness: Sin problema. Era la excusa que me faltaba para echarle un ojo al local nuevo. Empiezan la demolición esta mañana.
 
Claire: Lo sé. Qué emoción.

Calentó leche mientras Vanessa ojeaba los superventas del expositor principal.
 
Ness: Necesito una tarde libre, una tarde lluviosa como lo será esta probablemente, para poder ponerme al día con mis lecturas. No he podido terminarme el libro propuesto esta vez por el club de lectura. ¿Quién quiere leer sobre las desgracias de otra persona? ¿Se supone que me va a hacer valorar más la vida que tengo? ¿Me va a subir el ánimo? ¿O me va a deprimir? Porque me estaba deprimiendo.
 
Claire: A mí tampoco me gustó nada. Se me atragantó igual que las coles de Bruselas que mi madre insistía en que eran tan buenas para mí. Era un «libro coles de Bruselas», y no tengo tan claro que me fuera a sentar bien.
 
Ness: Exacto. -Distraída, cogió una novela de suspense, la hojeó rápido-. Además, si me siento a leer, quiero crème brûlée, o un buen entrecot, quizá una pizza con pepperoni, puede que un helado con chocolate caliente. Qué hambre me ha entrado. -Se volvió sonriendo mientras cogía el café-. Gracias. Oye, te veo un poco hecha polvo.
 
Claire: Estoy un poco desinflada, un poco baja esta mañana.
 
Ness: No cojas nada ahora -la amenazó con el dedo-. No queda ni un mes para la boda. No se te permite pillar nada. Toma. Me parece que tú lo necesitas más.
 
Claire rechazó con una negativa de cabeza el latte que le ofrecía.
 
Claire: No he pillado nada de lo que tú crees, y no puedo tomar café por un tiempo. No estoy enferma -inspiró hondo-. Estoy embarazada.
 
Ness: ¿Qué? ¿Ahora? ¿Embarazada de… bebé a bordo?
 
Claire: Sí, ahora. Embarazada de…

Riendo, se llevó ambas manos al vientre. Y Vanessa se preguntó cómo podía pasar tan rápido de pálida a resplandeciente.
 
Ness: Ay, Claire. Estás embarazada y eres feliz. -Dejó el café, rodeó el mostrador y abrazó a Claire-. Cómo me alegro por ti. ¿Cuándo lo has sabido? ¿De cuánto estás? ¿Qué ha dicho Alex?
 
Claire: No creo que se pueda ser más feliz. Esta mañana, aunque lo sospechaba ayer. De unas dos semanas. Y aún no le he dicho nada a Alex.
 
Ness: ¿Por qué?
 
Claire: Necesito que me hagas un favor primero. Vas a Hagerstown, ¿verdad?
 
Ness: Sí, luego voy para allá.
 
Claire: ¿Podrías traerme un test de embarazo?
 
Ness: ¿Aún no te lo has hecho? Me has dicho que lo habías sabido esta mañana.
 
Claire: Náuseas matinales, por segundo día consecutivo. Conozco bien los síntomas, este será ya el cuarto. Tengo mareos y estoy cansada, y vomito por las mañanas, y me noto el cuerpo… Es difícil de explicar. -Volvió a tocarse el vientre, después los pechos-. Me noto embarazada. Pero quiero confirmarlo antes de decírselo a Alex, por si acaso me equivoco. No quiero ir a la parafarmacia de aquí ni a la de Sharpsburg a comprármelo.
 
Ness: Se correría la voz.
 
Claire: Eso, y como tú vas a ir a Hagerstown de todas formas, me lo podrías comprar de forma anónima.
 
Ness: Encantada. ¡Uau! Boda, luna de miel en familia y bebé. A Alex le hará ilusión, ¿no?
 
Claire: Mucha. -Se cogió un ginger ale de la nevera de debajo del mostrador-. Queríamos tenerlo, aunque íbamos a esperar unos meses. No lo buscábamos, pero, claro, tampoco lo estábamos evitando. Si no lo he calculado mal, seremos seis en enero, para el primer aniversario del hotel.
 
Ness: ¿Puedo decírselo a Ashley? La veré luego, pero puedo jurar silencio si quieres.
 
Claire: Te contesto cuando me haya hecho el test. Se lo puedes contar en cuanto yo se lo diga a Alex.
 
Ness: Voto de silencio hasta entonces. Qué buena noticia. Buena y feliz -añadió dándole otro abrazo enorme a Claire-. No voy a pasarme a ver la demolición antes de irme. No quiero arriesgarme. Mejor no hablo con nadie. Vengo en un par de horas. ¡Chico!
 
Claire: Mejor, chica -Rió-. Sé que es una bobada, pero, Dios, me encantaría que fuera niña esta vez.
 
Ness: Pienso en rosa. -Le dio un último abrazo a Claire-. Vuelvo en cuanto pueda.
 
Claire: Gracias. Espera, que te dejo un paraguas; llueve a cántaros.
 
Ness: Da igual. Llevo en el coche.

Salió corriendo y, cuando se sentó al volante, iba empapada.

Pero fue sonriendo todo el camino.
 
 
Zac dejó a la cuadrilla con la demolición, luego pasó rápidamente por la obra de la panadería. Como iban bien de tiempo, David estaba en una de las obras y Alex en la otra, él podía acercarse a Hagerstown a por materiales y, de paso, hacer algunos recados personales y los que sus hermanos habían añadido a su lista.

No le importaba parar en un montón de sitios: más materiales eran más progreso. Tampoco le importaba conducir bajo la lluvia. Podía haber sido la nieve que azotaba ahora a la parte norte del condado y hasta Pensilvania.

Ya estaba harto de la nieve, harto del invierno, así que la lluvia le parecía bien.

Confiaba en que Vanessa no hubiera pasado del paraguas, porque también ella iba a hacer lo que él: múltiples paradas, múltiples aparcamientos y carreras a las tiendas, tachando tareas pendientes.

Lástima que no hubieran podido ir juntos, pero sus paradas no coincidían tanto como para que resultara práctico. Si los hombres del tiempo estaban en lo cierto, iba a llover todo el día y toda la noche. Recordó que Vanessa trabajaba esa noche, y hacía el cierre. Podía pasarse por Vesta a cenar después del trabajo y emplear el piso de ella para rematar el papeleo mientras Vanessa estaba abajo.

Y quedarse a dormir en su casa.

Tenía que recordarse que no debía dar por sentadas ciertas cosas, pero, vaya, había llegado a un punto en que quería darlas por sentadas. Y que ella hiciera lo mismo.

¿Por qué no iban a hacerlo? ¿Por qué no? Pero no podía eludir la certeza de que ella había echado el freno en aquella fase concreta y no estaba dispuesta a dar otro paso.

Claro que también debía reconocer que la fase en la que se habían estancado era bastante cómoda.

Se pasó por la ferretería, hizo un pedido en la serrería, recogió la pintura y después las muestras de moqueta para los pisos de encima de la panadería.

Fue recorriendo la lista, siguiendo un circuito, y se detuvo por último en la parafarmacia. Cogió primero sus cosas, luego añadió la crema de afeitar de David, los analgésicos de Alex y en el pasillo de la papelería pilló también un par de barajas, para completar las de mujeres desnudas que ya había comprado para la timba de póquer de la despedida de soltero de Alex.

Iba a enfilar el siguiente pasillo cuando vio a Vanessa.

Le dio un vuelco el corazón al verla así, inesperadamente, y negó con la cabeza cuando le vio el pelo empapado.

Al final, no había usado el paraguas.

Pensó en acercarse a ella por la espalda, atraparla. Imaginó su reacción: el susto, el chillido, la sorpresa, luego la risa.

Iba muy seria, pensó divertido, tratando de decidirse por… un test de embarazo.

Cielo santo.

Fue el último pensamiento claro que tuvo al verla coger uno de la estantería, estudiarlo con detenimiento, por delante y por detrás, y echarlo a la cesta.

Zac se quedó donde estaba, clavado al suelo, mientras ella se alejaba despacio por el pasillo y doblaba la siguiente esquina.

¿Un test de embarazo? Pero si ella tomaba… él usaba… ¿Cómo podía…?

¿Vanessa embarazada? ¿Cómo se había quedado embarazada? Bueno, sabía cómo, pero no le había dicho nada. No le había insinuado siquiera que lo sospechara.

Simplemente había cogido el kit de estoy-o-no-estoy y lo había echado a la cesta junto con el gel, el champú y el enjuague bucal.

¿Un artículo más de la lista?

Quería ir tras ella y preguntarle de qué iba.

No era el momento ni el lugar, se dijo. Ni estaba de ánimo, porque no sabía bien de qué ánimo estaba exactamente.

Miró fijamente lo que llevaba en su cesta, sin saber qué hacer, sin poder pensar. Aturdido, con las rodillas algo temblonas, dejó la cesta y se fue sin comprar nada.
 
 

Volvió a la obra nueva, se centró en la demolición. No había nada como tirar paredes para aliviar la tensión. Sacó pedazos enormes de yeso, montones de marcos astillados, reventó él solo un viejo mostrador.

Y siguió nervioso, frustrado y tenso como una cuerda a punto de partirse.

Vanessa. Embarazada.

¿Cuánto se tardaba en hacerse un test de esos? ¿Qué fiabilidad tenían?

Ojalá hubiera tenido tiempo de buscar las respuestas, hubiera podido disponer por lo menos de esa base sólida.

Para empezar, si había comprado el test de embarazo tenía motivos para creer que podría estar embarazada. Las mujeres no se compraban esas cosas por capricho.

¿O sí? ¿Por qué iban a hacerlo?

Uno se compraba tiritas por si acaso, pero nadie compraba un test de embarazo salvo que sospechara que podía haber un embarazo.

Entonces, si tenía motivos para pensar que podía estar embarazada, ¿por qué no se lo había mencionado? Bastaba con decir: Zac, puede que esté embarazada, así que me voy a comprar un test de embarazo para saber si lo estoy.

Debía de estar agobiada. Aunque no se lo había parecido.

Parecía tranquila, recordó. Hasta había sonreído un poco cuando lo había echado a la cesta.

¿Querría quedarse embarazada?

Igual sí, eso debía ser. Había decidido no decir nada hasta estar segura. Supuso que habría decidido que, si era que no, no le diría nada. Y eso no estaba bien, no, eso no le parecía nada bien.

Si el test daba positivo, imaginó que se lo diría cuando le pareciera oportuno. Como no le había mentado la posibilidad, lo tenía en la inopia -salvo por su «encuentro» en la parafarmacia-, y de ese modo podía elegir si se lo contaba y cuándo. No le gustaba, no le gustaba ni una pizca.

Teniendo en cuenta lo que le había hecho su madre, ¿no debía ella, precisamente, saber que el padre (cielos, a lo mejor iba a ser padre) tenía todo el derecho a saberlo? Eso era cosa de dos, no solo de ella. No eran compañeros de cama esporádicos, ni uno de esos polvos de una o dos noches.

Ellos eran…

Pensándolo bien, no estaba seguro del todo, pero la suya no era solo una relación de sexo esporádico sin compromiso.

Fueran lo que fueran, la confianza y la sinceridad debían ser fundamentales.

No había confiado en él lo bastante como para comentarle la visita de su madre hasta que él la había puesto contra la pared, recordó. Se había escondido, aislado, huido.

Si pensaba que podía ocultarle una cosa así, iba a tener que cambiar, y mucho.
 
Zac: ¡Hay que joderse!

Tiró al contenedor el contrachapado roto.
 
Alex: Vale, aún no has resuelto lo que sea, así que suéltalo -apareció detrás de él.
 
Zac: ¿Quieres que lo escupa? -Presa de una ira rara en él, le dio una patada al contenedor-. Pues lo escupo. Vanessa está embarazada.
 
Alex: ¡Madre mía! -miró alrededor y, al ver venir a uno de la cuadrilla, le hizo una seña para que se fuera, luego cogió a Zac del brazo y, tirando de él, lo llevó debajo del voladizo para que la lluvia no lo empapara-. ¿Cuándo lo has sabido?
 
Zac: Hoy. Esta mañana. ¿Sabes cómo?, porque ella no me ha dicho ni una palabra. Lo he sabido porque, al entrar en la mierda de la parafarmacia, me la he encontrado allí, cogiendo uno de esos test de embarazo.
 
Alex: Joder, Zac. ¿Y ha dado positivo?
 
Zac: Yo qué sé. -Cada vez más furioso, iba sin parar de un lado a otro del muro de hormigón-. No me cuenta nada. En vez de hablar conmigo, se compra a escondidas uno de esos palitos del pis. Estoy harto.
 
Alex: Vale, tranquilízate un poco. -Para frenar el incesante pasear de su hermano, Alex se le puso delante y levantó las dos manos-. No sabes si está embarazada.
 
Zac: A juzgar por cómo hace las cosas, apuesto a que seré el último en enterarse. -Junto con aquella rabia repentina, sintió un súbito escalofrío de dolor-. Estoy harto.
 
Alex: ¿Qué te ha dicho cuando se lo has preguntado?
 
Zac: Nada. No se lo he preguntado.
 
Tras contemplar un instante el rostro furioso de Zac, Alex se frotó el suyo con las manos.
 
Alex: ¿No le has preguntado para qué compraba el test?
 
Zac: No. Me he quedado bloqueado, ¿vale? Joder. Lo ha echado a la cesta como si fuera una golosina, con una sonrisita, y me ha dejado de una pieza. ¿Qué demonios habrías hecho tú?
 
Alex: Lo nuestro es distinto -observó cómo caía la lluvia, lenta y constante, desde debajo del saledizo del tejado-. Nosotros hemos hablado de tener un bebé. Queremos tener otro hijo. Supongo que vosotros aún no habéis hablado de qué haríais en el supuesto de que suceda.
 
Zac: No. Nunca me había planteado ese supuesto. Debería habérmelo dicho, Alex, y ya está. Tendría que haberme dicho que quería hacerse el test. ¿Por qué cree que tiene que hacerlo todo ella sola? Yo no funciono así, ni quiero vivir así.
 
Alex: No, tú no serías capaz. -Zac, nunca, se dijo Alex. Su hermano había nacido para trabajar en equipo, creía de verdad en que la unión hace la fuerza y que hay que repartir la carga. Para Zac, los secretos solo valían en Navidades y en los cumpleaños, no en la vida cotidiana-. Tienes que hablar con ella, pero ahora no es el momento. Vanessa está en plena hora punta de comidas. Y tú necesitas serenarte un poco.
 
Zac: No creo que consiga serenarme. Cuanto más lo pienso, más me cabreo.
 
Alex: Pues piensa en esto: si está embarazada, ¿qué quieres hacer?
 
Zac: Si está embarazada, tendremos que casarnos.
 
Alex: No hablo de lo que «tendrías» que hacer, sino de lo que quieres hacer.
 
Zac: Yo… -Hizo una pausa para cambiar de chip-. Si vamos a tener un bebé, querría casarme.
 
Alex: Vale, pues piénsatelo una hora. Tú siempre encuentras una solución, Zac. Para entonces, la pizzería se habrá despejado un poco. Entonces te acercas y le dices que necesitas hablar con ella en privado. Y, por Dios, antes de cabrearte más de lo que estás, entérate de si vas a ser padre o no. Luego te ocupas del asunto.
 
Zac: Tienes razón. Madre mía, me siento un poco…
 
Alex: ¿Mareado?
 
Zac: No exactamente. Descolocado. Nunca me lo había planteado. Está fuera de…
 
Alex: El orden de sucesos de Zac. Amóldate -propuso dándole un leve puñetazo en el hombro-.
 
Zac: Amoldarme. Sí, puedo amoldarme. -Se le enturbió el semblante, le brillaron los ojos-. Pero no soy yo el que lo va a hacer.
 
Esperó una hora, decidió que se había calmado y que estaba ya más sereno. Se acercó a Vesta bajo la lluvia incesante y entró al calor de la pizzería, al aroma a salsa y especias.

Tras la caja registradora, Vanessa cobraba a un cliente, y le dedicó un guiño pícaro a Zac.

Un guiño, pensó, volviendo a calentarse. No era el momento de guiños tiernos.
 
Ness: Justo a tiempo. La cosa empieza a relajarse. Iba a acercarme un momentito a ver lo que habéis demolido ya.
 
Zac: Tengo que hablar contigo.
 
Ness: Claro, siéntate. Voy a decirle a Donna que se ocupe. ¿Quieres una porción?
 
Zac: No. Y quiero hablar contigo arriba. En privado.
 
Nes: Ay, mierda, ¿pasa algo con el local nuevo?
 
Zac: No tiene nada que ver con eso.
 
Ness: Entonces, ¿qué…?
 
Zac: Vanessa -replicó con sequedad. Ella frunció el ceño-. Arriba, ya. En privado.
 
Ness: Vale, vale. Pero me estás poniendo de mala leche. -Se asomó a la puerta que separaba las cocinas-. ¿Donna? Voy a salir. -Se quitó el delantal mientras hablaba y lo colgó de un clavo-. Necesito ver el nuevo local -empezó-.
 
Zac: Puedes ir luego si eso es lo que quieres.
 
Ness: ¿Por qué estás cabreado? -le preguntó cuando salían por la puerta lateral-. No he hecho nada.
 
Zac: A lo mejor ese es el problema.
 
Ness: Me estás poniendo de muy mala leche -repitió y abrió de golpe la puerta de su piso-. A ver, ¿qué demonios pasa?
 
Su plan bien estudiado de abordarla racionalmente se fue al garete.
 
Zac: ¿Por qué coño no me has dicho que estás embarazada?
 
Ness: ¿Qué?
 
Zac: No me vengas con tonterías, Vanessa. Te he visto en la parafarmacia. Te he visto comprar el test de embarazo.
 
Ness: Me… -Apretó los puños y puso los brazos en jarras-. Me estabas espiando.
 
Zac: No seas boba. Estaba haciendo unos recados y he tenido que ir a la parafarmacia. Y allí estabas tú, cogiendo uno de esos tests y echándolo a tu cesta. ¿Qué coño te pasa para que no me lo cuentes? ¿No confías en mí ni respetas lo que tenemos lo bastante para decirme que estás embarazada?
 
Ness: Lo que pasa es que no estoy embarazada.
 
Zac: ¿No?
 
Ness: No estoy embarazada, imbécil.
 
Sintió algo raro en su interior, pero no fue capaz de identificar la sensación.
 
Zac: El test ha dado negativo.
 
Ness: No, el test ha dado positivo.

Sacó malhumorada el móvil.

El corazón le dio varios botes y se le subió a la garganta.
 
Zac: Si ha dado positivo, es que estás embarazada. ¿Quién es el imbécil?
 
Ness: Tú -le dio la vuelta al teléfono y le enseñó la foto de la varita del test, y el POSITIVO-. Porque este es el test de embarazo de Claire. El que le he comprado esta mañana cuando me lo ha pedido.
 
Zac: He visto a Alex hace diez minutos. Claire no está embarazada, porque me lo habría dicho.
 
Ness: No se lo ha dicho aún. Quiere decírselo a solas, que sea un momento especial, algo que tú entenderías si no fueras imbécil. Me ha pedido que no se lo diga a nadie, y acabo de romper mi promesa. Y eso me cabrea.
 
Zac: No le voy a decir nada, por Dios. No se lo voy a estropear. -Tembloroso, inseguro, algo mareado, se pasó ambas manos por el pelo, tan mojado que casi podía hacerse una cresta-. Joder, ¿qué se supone que debía creer si te veo comprando eso?
 
Ness: No sé, Zac. Igual la solución habría sido que te acercaras a mí y me dijeras «hola, Vanessa, me encanta verte por aquí, ¿qué haces comprando un test de embarazo?».
 
Zac: Tengo que sentarme. -Lo hizo-. Te voy a recordar que aún me debes una. -Respiró un segundo-. Me he bloqueado. Te he visto salir tan tranquila, tan serena, que me he bloqueado.
 
Ella guardó silencio mientras lo escudriñaba. Lo vio perplejo, confundido, algo impropio de Zac.
 
Ness: Te has acojonado.
 
Zac: Por así decirlo. Puede.
 
Ness: Y has sacado conclusiones precipitadas.
 
Zac: Eh… vale.
 
Ness: Tú nunca te precipitas.
 
Zac: Nunca te había visto comprar un test de embarazo… más cuando soy el único que mantiene relaciones sexuales contigo.
 
Ella lo meditó.
 
Ness: Vale, eso es comprensible. Más o menos. -Le asomó una sonrisa a los labios y la dejó crecer-. Te has acojonado pero del todo.
 
Zac: Me he acojonado solo un poco -la corrigió-. Estaba más cabreado y… -Bien podía reconocerlo, decidió- y dolido de pensar que no me lo habías dicho. Nunca hemos hablado de qué haríamos si eso ocurre.
 
Vanessa suspiró hondo.
 
Ness: Eso es una señora conversación. No sé, no es algo de lo que se pueda hablar en cinco minutos, creo. De momento, vamos bien, ¿no?, porque no estoy embarazada, pero Claire sí. Y ella está feliz. Y Alex también lo estará.
 
Zac: Sí, lo estará. Muchísimo.
 
Ness: Alegrémonos por ellos y déjame disfrutar de descubrir que eres un imbécil. Ya hablaremos de posibles, pero ahora quiero ir a ver la demolición. Luego le he prometido a Claire que iría a por los niños y los traería a Vesta para que se lo pueda contar a Alex. A los críos no se lo quiere decir hasta más adelante. Después de la boda, en todo caso. Ahora la cosa queda entre Alex y ella, y supongo que tú, yo, Ashley, David, tus padres y los de ella. Que ya somos un montón.
 
Zac: Bien. -Más sereno, se levantó-. Pero tenemos que pensárnoslo, y hablarlo, por si acaso.
 
Ness: Te preocupa el «por si» más que a mí, pero vale. Hoy es un día genial, Zac.
 
Zac: Tienes razón. -Se calmó aún más cuando ella alargó la mano y lo repeinó-. Un día verdaderamente genial.
 
Ness: De momento, vamos a alegrarnos por Claire y Alex, que se van a casar, crear una familia y ampliarla. Eso es precisamente lo que quieren los dos.
 
Za: Bien -volvió a decir él, y la atrapó, la atrajo hacia sí-. Nos alegraremos por ellos. Siento haberme cabreado contigo.
 
Ness: Yo no, que así te puedo llamar imbécil. -Rió, echando la cabeza hacia atrás, y lo besó-. Vamos al local nuevo. ¿Puedo derribar yo algo?
 
Zac: Te buscaré algo que puedas demoler. Es lo mínimo que puedo hacer.




Como se ha liado todo por el test XD

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2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó!!!
La reacción de Zac al ver a Ness comprando el test fue muy genial la verdad. Me encantaría que Ness también quedará embarazada ♡ sería muy lindo.



Sube pronto

Maria jose dijo...

Jajaja pobre zac ya estaba muy asustado
Y la reaccion de vanessa me encanto
Siguela esta muy buena y divertida
Sube pronto


Saludos

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