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lunes, 17 de marzo de 2014

Capítulo 8


Estaba claro que Zachary Efron no planeaba quedarse mucho tiempo en la Casa de Cristal. Era el décimo piso, había muy pocos muebles. Un escritorio, un ordenador, un sillón de cuero y varios teléfonos estaban enfrente de los ventanales que miraban hacia la ciudad. Se apoyó en un pie y se masajeó el otro. Había dejado sus zapatos en la escalera de servicio. No sabía si Zac iba a volver de repente y no quería que los altos tacones dificultaran sus movimientos.

El escritorio estaba vacío. Se dirigió hacia el ordenador, se sentó en el mullido sillón y lo encendió, pero el ordenador tenía un código de seguridad para proteger sus secretos. En cuanto el ordenador se hubo calentado pidió la palabra código. Vanessa hizo intentos al azar, y al tercero incorrecto se desconectó solo.

Vanessa  no acostumbraba a abandonar, pero tampoco acostumbraba a perder el tiempo en algo que estaba fuera de su alcance. No la extrañaba que Zachary Efron se hubiera atrevido a dejarla sola en su refugio. Sus secretos estaban bien protegidos.

Yendo hacia los ventanales, miró hacia el solar vacío junto a la Casa de Cristal. Las palas mecánicas estaban quietas y silenciosas en la oscuridad. Seguramente empezarían a moverse otra vez al día siguiente. No estaba segura de lo que estaba haciendo, pero no le sorprendería que Efron hubiera ordenado que arremetiera contra los ya inseguros cimientos de la Casa de Cristal. Si el edificio iba a derrumbarse, ella solo podía esperar que pillara a Zachary Efron dentro cuando eso ocurriera.

Estaba ya a punto de dirigirse hacia la puerta, dándose por vencida, cuando decidió probar con el ordenador otra vez. Se detuvo delante de la pantalla, lo encendió, y esperó hasta que le pidió la palabra código. «Torbellino», tecleó. Nada. «Madre Rusia» no hubo respuesta. «Casa de Cristal».

Con un chirrido y un prolongado zumbido, el ordenador se puso en marcha, y en la pantalla apareció un menú. Se quedó mirando a la lista, pulsó una tecla y accedió al archivo «Pagos».

Se recostó en el sillón emitiendo un silbido de admiración. Allí, enfrente de ella, había una lista de pagos a funcionarios municipales, desde cargos menores hasta la misma oficina del alcalde. Suficiente información comprometedora como para poner a Zachary Efron fuera de combate.

Al poco rato, ya tenía impresa toda la información. Apagó todos los aparatos y se aseguró de que todo estaba tal y como lo había encontrado. Apretando el papel en su mano corrió escaleras arriba hacia su apartamento, exultante de triunfo.

Se tiró sobre un sofá riendo en voz alta. Por el momento, no iba a hacer nada. La orden de suspensión detendría a Efron de momento, y cuando ésta se acabara sencillamente presentaría la información a las autoridades y vería cómo se hundía.

Claro que podía intentar el chantaje. En lugar de llevar su información condenatoria a las autoridades, podría mostrársela a Efron, ofreciéndole su silencio si la dejaba en paz de una vez. La idea estaba bien, pero tenía sus inconvenientes. Si Zac sabía que ella tenía esa información, podría tomar medidas para cubrirse las espaldas haciendo inútil su ventaja. Por otro lado, no quería verle encarcelado. Que le echaran una reprimenda, sí. No que le destruyeran.

Tendría que esperar y ver qué ocurría. Necesitaba tiempo, para pensar en un buen plan. A lo mejor él abandonaba la batalla y ella no tendría que usar la información incriminatoria. Claro que el soborno de funcionarios públicos era un feo asunto, y él no se merecía que ella le protegiera. Había algunos nombres en la lista que eran una sorpresa, como por ejemplo el concejal de asuntos económicos, Jake Feldstein, que era tío de ella. Cuando había visto que su tío Jake estaba en la lista de sobornos se había sentido desilusionada. Si descubría a Efron, también descubriría al tío Jake. No estaba segura de estar lista para eso.

Quizá fuera mejor tratar directamente con Zachary Efron que descubrir su lista de sobornos. Así protegería al tío Jake y también en cierto modo a Efron. No era que «el Torbellino» necesitara su protección, se recordó a sí misma. Ni siquiera lo merecía. Pero si conseguía que se olvidara de la Casa de Cristal, no le importaba lo qué le pudiera pasar. Lo único que quería era que él desapareciera de su vida.

Y ahora poseía la información necesaria para que eso ocurriera. Se levantó y se dirigió hacia su equipo de música. Puso un disco y subió mucho el volumen. Lamentó que Zac no estuviera en el piso de abajo para que le molestara el ruido. Con una sonrisa malvada, empezó a bailar por su apartamento, dando vueltas de alegría. Por primera vez en mucho tiempo el futuro se presentaba prometedor.


A las dos y cuarto de la mañana Zachary Efron llegó tranquilamente a su apartamento en la Casa de Cristal. El apartamento estaba tal y como lo había dejado, como esperaba, y se preguntó si su trampa había sido demasiado retorcida. Podría haber sobreestimado a Vanessa Hudgens.

El par de altísimos zapatos estaba tirado al lado de la puerta de entrada. Sabía que ella no podía estar dentro todavía, las ventanas estaban oscuras cuando las había mirado desde abajo. Ella debía haber olvidado sus zapatos, como Cenicienta tras el baile. Tenía unos pies muy pequeños. Y los zapatos rojos de tacón de aguja eran muy sexys.

Se los metió en el bolsillo de la chaqueta y subió al piso décimo, a su oficina. Nada había sido tocado, nada estaba cambiado. Fue directamente hacia el ordenador y lo encendió, viendo con placer el mensaje parpadeante que aparecía en pantalla. «Violación de la seguridad», rezaba.

Fue a comprobar la impresora. Faltaba algo de papel. Ella había encontrado lo que quería, lo había imprimido y se había marchado, olvidando sus zapatos con la excitación.

Zac: Te tengo, señorita Vanessa Hudgens -dijo tranquilamente con una sonrisa de placer iluminando su sombrío rostro-. Y tú ni siquiera lo sabes.


Brittany puso cara de sorpresa al mirar a la mujer que estaba enfrente de ella. Eran las diez de la mañana, y ella se había acostumbrado a dormir hasta tarde, pero Vanessa Hudgens parecía muy firme cuando la había llamado hacía una hora y Brittany había decidido que lo mejor era ser conciliadora. Al menos por ahora. Más adelante ya no necesitaría a Vanessa Hudgens. Por el momento tenía que ser cauta.

Brittany: ¿Andrew Seeley está aquí? -repitió poniendo una expresión de inocencia y sorpresa que tenía muy practicada-.

Ness: Te siguió hasta La Taberna ayer. Dijo que le miraste como si fuera invisible -su tono era dudoso, pero Brittany no se desanimó-.

Brittany: No le vi. Cielos, no puedo creer que me haya seguido hasta Nueva York. Es un hombre tan dulce. Nunca quise hacerle daño.

Ness: ¿Estabais prometidos?

Brittany: En realidad no. Habíamos salido juntos algunas veces. Él había dado más importancia al asunto de la que yo le di, pero traté de que no se lo tomara muy mal cuando dejé Rigby. Desgraciadamente mi madre siempre le animó -se encogió de hombros-. Fue una equivocación desde el principio. Debería haber sabido que él no me dejaría tranquila. Siento que te haya molestado.

Ness: Oh, no me ha molestado -dijo al instante-. En realidad, le encontré encantador. Y creo que él está más que dispuesto a dejarte tranquila. Solo quiere oírlo de tus labios.

Brittany frunció ligeramente el ceño durante un instante.

Brittany: Me alegro de que sea sensato -dijo suavemente-. Me gustaría hablar con él.

Ness: Vamos a comer juntos. Le traeré después y podréis aclarar las cosas. ¿Estás segura de que no le quieres?

Brittany se la quedó mirando sorprendida.

Brittany: ¿Y tú? -preguntó a Vanessa-.

Ness: Podría ser. Esto es, si se ha acabado todo entre vosotros -su sonrisa era respuesta suficiente-.

Brittany: Se ha acabado -dijo con firmeza, pero sin seguridad de que le gustara el rumbo que estaban tomando los acontecimientos-. Nunca existió.

Mientras, su cerebro estaba trabajando agitadamente. ¿Podría su fiel y devoto Andrew estar tan dispuesto a cambiarla por otra? Por una mujer tan moderna y seria como Vanessa, después de haber pasado los últimos años dedicado a alguien que era modelo de gracia, belleza y suave feminidad. Parecía imposible.

Hasta hacía unas pocas semanas Brittany le había tenido convencido de que se casarían al llegar la primavera y que tendrían tres o cuatro hijos antes de que ella llegara a los treinta, y Andrew la había creído.

Brittany no tenía intención de tener hijos en un futuro próximo. Quizás más tarde, cuando estuviera casada con un hombre con suficiente dinero como para que ella no tuviera que preocuparse de las pequeñas ruidosas criaturas hasta que no fueran lo suficientemente mayores como para ser civilizados. Pero los granjeros, aunque tuvieran mucho terreno, no podían permitirse tener niñeras.

Aun así, no estaba muy contenta con la facilidad con la que su fiel amante aceptaba su despedida. Aunque hubiera cruzado medio país para seguirla, parecía que solo lo había hecho para asegurarse de que estaba libre.

Ella sentía la tentación de volver a llamarlo a su lado, solo para asegurarse a sí misma de que todavía tenía el poder de hacerlo. Pero eso sería un error tonto, y Brittany no solía cometer errores tontos. Ella no le quería, y Vanessa sí. Si jugaba sus cartas correctamente, podía obtener un gran beneficio.

Mostró a Vanessa una de sus más encantadoras sonrisas.

Brittany: Me gustará verle. Cuando quieras.

Vanessa asintió, al parecer satisfecha, aunque estaba siendo muy reservada. Brittany no podía estar segura de que Vanessa estaba reaccionando como se suponía que debía.

Ness: Haré que Ashley te llame. Pensaba que fuéramos a algunas audiciones, pero será mejor esperar.

Brittany: ¿Audiciones?

Ness: Un mal necesario, Brittany. La gente que en el futuro te contratará querrá echarte una mirada.

Brittany: Creía que no íbamos a hacer eso. Creía que íbamos a esperar a que ellos vinieran a nosotros.

Una punzada de pánico la sobrecogió. ¿Estaba derrumbándose su incipiente triunfo antes de ni siquiera empezar? No quería ser solo una modelo. Vanessa había estimulado su ya voraz apetito de fama y dinero. Brittany no estaba preparada para aceptar nada que no fuera la cumbre de la profesión, y tenía todas las intenciones de empezar por ahí.

La sonrisa de Vanessa no la tranquilizó.

Ness: Todavía no lo he decidido. Ashley te llamará.

Con un gesto de adiós con la mano Vanessa se marchó.

Brittany se volvió para mirar su reflejo en un gran espejo. Estaba empezando a odiar su suite de lujo en el Hemsley. Apenas había salido de allí. Una vez a la fiesta que hubo en aquel edificio de aspecto anticuado donde estaban las oficinas de Rostros de Cristal. Otra vez para comer con Zachary Efron. Se había quedado aterrorizada cuando vio a Andrew, mirándola ceñudo. Pero había tenido suerte. Andrew no se había acercado y golpeado a su acompañante. Zac había sido bastante adulador con ella, y había visto la mirada en sus ojos. Efron la quería. No demasiado, todavía. Pero lo haría. Y cuando ella estuviera preparada, se aseguraría de que él pagaba por ella. Después de todo, él podía permitírselo. Y ella lo valía.


Zachary Efron estaba de muy mal humor. La señora Anthony, una mujer severa y mayor que no se asustaba por los arranques de irascibles millonarios, había estallado en lágrimas al final del día. Zac había tenido que disculparse, ya que la señora Anthony era la mejor secretaria que había tenido nunca, y eso le había irritado aún más. Cuando Frank apareció, poco después de las ocho, estaba muy enfadado.

Zac: Llegas tarde.

Frank: Vete al infierno -le contestó cerrando la puerta tras él y dirigiéndose hacia el bar-. Me tienes muy ocupado. -Sirvió dos whiskys largos, y puso uno en la mano de Zac-. Bébete esto, cálmate y dime qué te pasa.

Zac hizo lo que se le decía, mirando a Frank mientras el whisky quemaba agradablemente su garganta.

Zac: Sabes perfectamente qué es lo que me pasa, Vanessa Hudgens.

Frank: Creía que la tenías bajo control. ¿Funcionó la trampa?

Zac: Oh, fenomenal. Ahora mismo es la poseedora de un papel incriminándome de todo tipo de sobornos. Estará tan contenta creyendo que ése es su as en la manga, que no tomará otras precauciones. Y cuando menos se lo espere todo se derrumbará, y no tendrá otra opción que darme la Casa de Cristal y puede estar contenta de que yo esté aún dispuesto a pagarle esa suma tan exorbitada.

Frank: Entonces ¿por qué estás de tan mal humor?

Zac: Estoy cansado de esperar. Estoy cansado de este edificio decrépito. Estoy harto de que me detenga una mujercita. ¿Qué van a hacer mañana?

Frank: Lo mismo que antes, trabajarán en los cimientos, quizás cometan algunos errores. Supongo que no te importará pagar las horas extras. La mayoría de la gente no trabaja los fines de semana.

Zac: La mayoría de la gente no trabaja para mí. ¿Sabrán lo que están haciendo? No quiero meterme en pleitos. No quiero que este maldito edificio se derrumbe y mate a docenas de personas.

Frank: Tenemos a los mejores profesionales en el trabajo -añadió-. Tengo media docena de personas solo para observar los primeros síntomas de derrumbamiento. Evacuaremos el edificio en cuanto eso ocurra.

Zac: Espero que sea pronto. No creo que la lista falsa de sobornos vaya a ser suficiente.

Frank: Zac, ella es solo una principiante. No puede resistir contra ti.

Zac: Eso es lo que tú crees. Esa mujer es una amenaza. Sigue poniéndome a Britt de cebo, y normalmente me interesaría, pero ahora mismo estoy demasiado interesado en aplastar a la señorita Hudgens como para preocuparme por mujeres preciosas.

Frank: Entonces ¿qué es lo que te molesta? Cada vez estás más cerca de tu objetivo. ¿Qué es lo que te ha puesto de tan mal humor?

Zac consideró la pregunta un momento.

Zac: Creo que es el hecho de que ella está entretenida cazando a otro hombre como si no tuviera preocupaciones, mientras que yo no tengo ni una noche libre para salir con una de las mujeres más guapas que he conocido -se quejó-.

Frank: Podrías tomarte tiempo libre -sugirió-. Solo que no quieres.

Zac: Quizás.

Frank: Y quizás no te moleste el hecho de que Vanessa Hudgens tenga tiempo y energía para entretenerse. Quizás lo que te moleste es que Vanessa Hudgens esté interesada en alguien.

Zac se rió, verdaderamente divertido por primera vez en bastantes horas.

Zac: Muy gracioso. Si crees que estoy sexualmente interesado en una pobretona de lengua afilada, entonces es que no me conoces a pesar de llevar conmigo tanto tiempo.

Frank: Ella es la heredera de un edificio que vale varios millones de dólares -señaló-. Yo no la llamaría pobretona.

Zac: La señorita Hudgens tiene importantes problemas económicos, como ya sabes. Todo lo que tenemos que hacer es apretarle las tuercas.

Frank: ¿Quieres que lo haga?

Zac se quedó pensando por un momento, luego agitó la cabeza, se levantó y se dirigió a la puerta.

Zac: Todavía no -murmuró-.

Frank: ¿Dónde vas?

Se detuvo en la puerta.

Zac: Ya hemos acabado por esta noche ¿no? ¿No ha ocurrido nada nuevo?

Frank: Nada. Repito ¿dónde vas? Te conozco demasiado bien.

Zac: Lo malo de ti, Frank, es que siempre tienes razón. Voy a atormentar a Vanessa Hudgens. No puedo soportar estar aquí sentado y no hacer nada.

Frank: E insistes en que no estás interesado en ella -dijo con incredulidad-.

Zac: El día en que prefiera a esa pequeña arpía a Britt, será el día en que «el Torbellino» pierda su fuerza. Te veré mañana.

Y sin más palabras se dirigió a la escalera de servicio, silbando.




Para nada está interesado en Ness, qué va... no...
La odia, la odia a muerte...
Solo que ese odia se irá transformando aunque él lo ignore XD

Y de Ness ni que decir tiene que es idiota por caer en su trampa XD

Bueno, veremos a ver si no terminan tirándose los trastos a la cabeza XD

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Ness es bastante idiota, como no va a darse cuenta que Zac le tendio una trampa? Dios Mio..

Y Zac... bueno, me parece que atras de todo ese odio que tiene hacia Ness, hay un poco de amor oculto.


Sube pronto :)

Unknown dijo...

Me encantan tus novelas!! Sube el capitulo pronto! (:

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