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domingo, 9 de marzo de 2014

Capítulo 6


July: Ashley.

Julia Michelle Hudgens Petrovini McAllister von Kempel, ignoró el gesto de ironía de su hija y entró en las oficinas de Rostros de Cristal como si fuera la cliente más importante de la agencia.

Ashley sonrió educadamente, y sus ojos se encontraron con los de Vanessa durante un momento.

Ashley: Encantada de verla de nuevo, baronesa -murmuró-. Hacía mucho tiempo que no venía por aquí.

La expresión de July mostraba solo un ligero pesar.

July: Me temo que mi hija cree que soy un poco carcamal.

Vanessa frunció el ceño. Nadie en su sano juicio llamaría carcamal a July von Kempel, y ella lo sabía.

Ness: Bueno, madre -dijo educadamente-. ¿Qué puedo hacer por ti?

Los magníficos ojos negros de July se helaron durante un instante, pero su cálida sonrisa permaneció.

July: Me gustaría hablar un momento a solas contigo. Estoy segura de que Ashley nos excusará.

Ness: No hay necesidad de... -protestó, pero Ashley ya se estaba retirando-.

Ashley: Tengo que hacer algunas llamadas -murmuró desapareciendo hacia otra habitación-.

July: Me doy cuenta de que Ashley es muy buena amiga tuya, Vanessa. Pero ya que llevas una agencia de modelos ¿no crees que debería tener una imagen más moderna?

Ness: Supongo que no habrás venido para hablarme de Ashley, así que ve al grano.

No le costó controlarse, estaba acostumbrada a soportar las puyas de su madre.

July: Odio este lugar. Lo sabías ¿verdad? -dijo de repente-. ¡Ojala mamá lo hubiera vendido hace años! Me recuerda todo lo que quisiera olvidar.

Ness: Es un edificio precioso -protestó-. Fue el trabajo más bonito del abuelo.

July: Provocó su muerte. No es necesario que te recuerde los sórdidos detalles del asunto ¿verdad? No creo que ni una sola persona de Nueva York lo haya olvidado.

Ness: No es necesario que me lo recuerdes.

Julty: Entonces seguramente entenderás por qué quiero que este edificio desaparezca, que lo dinamiten -dijo casi furiosa-.

Ness: No.

July: Vanessa, un demente llamado Henry Q. Johnson mató de un tiro a mi padre en el vestíbulo de este edificio.

Ness: Eso ya lo sabía -contestó pacientemente-. También sé que el abuelo estaba liado con la esposa de Johnson, y que el jurado lo consideró como atenuante.

July: Ese hombre solo pasó dieciocho meses en una lujosa granja-prisión -dijo con un tono trágico-.

Ness: Y murió como un héroe en la Segunda Guerra Mundial. Solo tenías dos años cuando mató al abuelo y ni siquiera te acuerdas de él. Así que no me digas que la pérdida de tu padre te traumatizó de por vida. No me lo creo.

July: Qué duros y sin corazón sois los jóvenes -murmuró tristemente-.

Ness: La abuela me dejó la Casa de Cristal a mí porque sabía que yo la quería y la mantendría intacta todo el tiempo posible. Tú la habrías vendido a la primera ocasión en que hubieras necesitado un poco de dinero extra para gastos. Además, ya que has tenido tantos maridos, por lo menos podrías escogerlos más ricos que tú.

Estas palabras hicieron que July perdiera sus gestos de reina trágica.

July: Ya que sacas el tema del sórdido dinero, cariño, me gustaría que te dieras cuenta de que yo no gano nada con que vendas la Casa de Cristal. Es completamente tuya, así que yo no tengo más motivos que esos.

Ness: Sí, pero no tengo dudas de que la serpiente del piso de abajo te ha ofrecido algún soborno si consigues que se lo venda. Lo siento, madre, pero no va a funcionar. Dices que odias este edificio. Déjame que te asegure que yo misma lo dinamitaré antes de que Zachary Efron saque algún beneficio de él.

July: ¿Está él aquí? ¿En el piso de abajo? -susurró olvidando momentáneamente el objeto de su visita-.

Ness: Ah ¿no te has enterado? Hizo que los de Swimming Pool News se mudaran y él ha ocupado su lugar.

Vanessa conocía lo bastante bien a su madre como para reconocer la expresión dubitativa en el hermoso rostro de Julia, y sintió cierta curiosidad. Zachary Efron no era mucho más joven que el próximo ex-marido de July, y a ella le gustaban cada vez más jóvenes. Vanessa no había conocido a ningún hombre capaz de resistirse a los considerables encantos de July Hudgens.

July: Supongo que habrás sido antipática con él, como siempre -dijo ásperamente-. De verdad, cariño, creo que conseguirás mejores resultados mostrando más encanto. Una sonrisa en lugar de un ceño fruncido, un cumplido mejor que un insulto.

Ness: Lo siento, madre. Nunca he aprendido el fino arte de manipular a la gente. Incluso con un ejemplo tan maravilloso como el tuyo.

July agitó la cabeza.

July: Vanessa, Vanessa. Hay veces que me desesperas -dijo y se quedó un rato mirando a su hija-. ¿Por qué no cambias el estilo de tu peinado? ¿Y por qué no llevas lentillas como todo el mundo?

Ness: Porque no soy como todo el mundo.

July: No, claro. Bueno, si te niegas a ser amable con Zac, al menos yo lo seré un poco. No es bueno tenerle como enemigo, cariño.

Ness: Demasiado tarde, madre. Ya nos hemos enfrentado.

El recuerdo de los labios de él en los suyos pasó fugazmente por su mente.

Su madre notó su ligero cambio de expresión. July no era una mujer intelectual, pero cuando se trataba de emociones humanas, las captaba rápidamente, Vanessa lo sabía.

Ness: Ve y coquetea con él. Si eso le distrae de su intención de aplastarme, te estaré muy agradecida.

July: Bueno, claro que no quiero que te haga daño...

Ness: Sé perfectamente que harías cualquier cosa para ayudarle -dijo con frialdad-.

July: Te quiero, Vanessa.

Vanessa no se movió. Por una vez, la voz de July carecía de artificio, y por alguna extraña razón Vanessa la creyó. No es que July hubiera mostrado nunca su amor por su rebelde hija, pero Vanessa sabía que July era lo suficientemente sentimental como para poseer una vena de sentimientos maternales.

Ness: Lo sé -dijo suavemente-.

Un momento después, su madre se había ido. Dirigiéndose a la guarida del lobo, pensó amargamente. Prueba de su amor maternal.

Ashley reapareció, con cara de preocupación.

Ashley: Tenemos problemas, Vanessa.

Ness: ¿De qué se trata? -suspiró-.

Ashley: Era Maxheimer. Scott les llamó.

Ness: ¿Y?

Ashley: Esos tontos le dijeron que sería su último trabajo con ellos. Que habían decidido buscar una cara nueva, pero que creían que le debían este último favor.

Ness: ¡Oh, Dios mío! ¿Qué dijo Scott?

Ashley: Nada que pueda ser repetido. La gente de Maxheimer está muy enfadada. Será mejor que los llames y los calmes. Van a necesitar a alguien nuevo, y no querrás perder nuestra comisión solo porque no tengo tacto.

Ness: Claro que no. Sabíamos que esto iba a ocurrir tarde o temprano. Y también Scott lo sabía.

Ashley: Se lo podían haber dicho de una manera más delicada -dijo con un gesto de enfado-.

Ness: Hablaré con los de Maxheimer, y les diré que no me gusta cómo llevan estos asuntos. En el futuro será mejor que me lo digan a mí primero, y si no les gusta que se vayan a paseo. ¿Y tú qué?

Ashley: Yo no quiero irme a paseo -dijo con una débil sonrisa-.

Ness: Ve a verle si quieres. Dile que le encontraremos algo, aunque sea temporal. Tenemos una cierta responsabilidad hacia él.

Ashley: Y necesita el hombro de alguien para llorar. ¿Estás segura de que puedes llevar la oficina tú sola? -preguntó cogiendo su bolso-.

Ness: Si puedo manejar al «Torbellino», puedo manejar cualquier cosa. Dile a Scott que lo siento.

Ashley se detuvo en la puerta.

Ashley: Se marchará. ¿No?

Ness: Si no le sale otra cosa, no tendremos nada que ofrecerle -dijo suavemente-. Lo siento, Ashley, no sé qué más podemos hacer.

Ashley: Sabía que esto iba a ocurrir. Probablemente sea lo mejor para todos. Mientras esté por aquí, pero fuera de mi alcance, no podré superarlo. Quizá una vez que se haya ido, seré capaz de seguir con mi vida.

Ness: Esa es la actitud correcta.

Ashley: ¿Piensas que me lo creo?

Ness: Ni por un momento -replicó-.

Ashley: Me conoces demasiado bien. ¿Estás segura de que podrás manejarlo todo?

Ness: Ya te he dicho que puedo. Anda, márchate.

Vanessa la siguió con la mirada con un gesto de solidaridad en su rostro. Gracias a Dios a ella no le afectaban aquel tipo de emociones, gracias a Dios nunca se había enamorado tanto de alguien como para perder la cabeza. Su corazón estaba envuelto en hielo, y solo la afectaban los niños, los cachorros y los buenos amigos. Su impulso sexual era inexistente; había sido destruido por un bruto sin corazón.

Sin pensarlo, se pasó una mano por la boca. Había sentido una sensación muy extraña. Ningún varón heterosexual la había besado desde que había tenido edad para evitarlo. Ella esperaba que su reacción hubiera sido de rabia, humillación o disgusto.

No había sido así. Había sentido curiosidad. Si había sido... interesante... el ser besada por un hombre al que despreciaba ¿cómo sería el ser besada por un hombre que le gustara, al que encontrara atractivo? ¿No sería más interesante aún?

Ya tenía treinta y dos años. Muchas de sus amigas casadas habían tenido muchos problemas para concebir. Si quería tener hijos, tendría que hacer algo al respecto, y pronto. Y quería desesperadamente tener hijos. Sus sobrinas y sobrinos no eran suficiente para llenar el lugar vacío que existía en su corazón y al que no dejaba entrar a nadie.

En realidad, no necesitaba un hombre. Había varias asociaciones en Nueva York para ayudar a una mujer que necesitara concebir. Cada vez pensaba más en ello, pero no llegaba a decidirse. No era una decisión fácil ¿cómo explicarle luego a tu hijo que había sido concebido en la consulta de un doctor, que su padre fue una probeta?

Vanessa nunca había tenido un verdadero padre. Jefferson  había sido un hombre exigente y frío, que no permitía que su afectuosa hija se sentara en su regazo, que nunca mostraba otra emoción a su familia salvo una fría impaciencia. Cuando su suegra había prescindido de July y había dejado la Casa de Cristal a Vanessa, él se había mostrado un poco más paternal, hasta que ella había dejado claro que no pensaba seguir su consejo y deshacerse del viejo edificio. Entonces se había alejado de ella. Cuando Vanessa tenía diecinueve años, había muerto de un ataque al corazón.

Ningún niño necesitaba un padre así. Estaría mucho mejor con una madre soltera. Aun así, a lo mejor había sido muy rígida en su visión del futuro. Quizá hubiera lugar en su vida para un hombre amable y bueno. Uno que no interfiriera en su vida, uno que cuidara de los niños, que preparara la comida. Cielos, lo que necesitaba era una esposa, pensó divertida. Una agradable, dócil y anticuada esposa.

Lo que ella necesitaba era la antítesis de Zachary Efron. En aquel instante, no podía pensar en ninguno en concreto, pero tampoco había estado buscándolo. Quizá necesitara ampliar sus horizontes un poco.

Sonó el teléfono, y ella contestó, tratando los negocios con su habitual frialdad. Pero solo la mitad de su cerebro estaba en la labor.


Zac: ¿Cuál es nuestro siguiente paso?

Zac descubrió que no quería mirar directamente a Frank, así que se concentró en el whisky que se estaba tomando.

Frank: Ha conseguido la suspensión. No puedes seguir dinamitando hasta que sea la audiencia, lo cual tardará cuatro semanas.

Zac: ¿No puedes hacer que se acelere la audiencia?

Frank: Ya estoy trabajando en ello. Pero no puedo garantizarte que lo consiga. Moviendo mis contactos, tal vez consiga que sea dentro de dos semanas.

Zac: Eso es mejor que nada. -Dejó el vaso y se echó hacia atrás, mirando sin ver al resto de los clientes del bar Plaza-. ¿Qué más?

Frank: Podemos excavar un poco. Las palas mecánicas pueden provocar gran cantidad de daños si no se manejan adecuadamente.

Zac: Es una pena que no tenga trabajadores con más experiencia -murmuró-.

Frank: Sí, una pena. Pero las multas pueden ser considerables.

Zac: ¿Tengo alguna dificultad financiera que no me hayas mencionado?

Frank: Eres excesivamente solvente.

Zac: Entonces no creo que vaya a pasar mucho tiempo preocupándome por las multas.

Frank: ¿Y Britt?

Zac se encogió de hombros y sus dedos se apretaron sobre el vaso.

Zac: ¿Qué pasa con ella? -inquirió-.

Frank: ¿Forma parte de tu plan? ¿Sabotear Rostros de Cristal y no dejar a Vanessa Hudgens otra opción sino vender?

Una ligera sonrisa apareció en el rostro de Zac.

Zac: No había pensado en eso. Eres muy astuto, Frank.

Frank: He aprendido observando a mi jefe.

Zac: Adulador -tomó un trago de su bebida-. En realidad mi interés por Britt no tiene nada que ver con la Casa de Cristal. Estaba pensando que ya es hora de que me case otra vez.

Frank: ¿No es un poco repentino? La conociste ayer -comentó-.

Zac: No voy a apresurarme. Puede que ella no sirva. Además no es nada repentino. Llevo varios años pensando en casarme otra vez. Quiero tener hijos antes de que sea demasiado viejo para disfrutar de ellos. Quiero tener a quién dejar todo esto.

Frank: Parece razonable. ¿Qué te hace pensar que Britt será la afortunada?

Zac se encogió de hombros.

Zac: Ella es muy guapa. No habla mucho. Y hay un cierto misterio, un cierto aire de secreto en ella que me atrae.

Frank: ¿Y tú quieres resolver ese misterio?

Zac: En absoluto. No quiero investigar el alma de nadie, ni siquiera la de mi esposa. Creo que si supiera lo que se esconde tras esa preciosa cara, me aburriría. Por mí puede guardarse sus secretos y llevárselos a la tumba. Mientras me procure lo que necesito... Niños, un hogar agradable y ordenado, sexo y ocasionalmente una conversación interesante.

Frank: Eso es lo que me gusta de ti, Zac. Eres tan romántico...

Zac: A los treinta y tres ya se es un poco viejo para ser romántico ¿no crees?

Frank: Hablando desde la avanzada edad de sesenta y dos, te diría que los treinta y tres es exactamente la edad para ser romántico. Pero no me creerías si te lo dijera, tendrás que descubrirlo por ti mismo.

Zac: ¿Crees que debería enamorarme apasionadamente de Britt? -preguntó divertido-.

Frank: No. Creo que deberías esperar hasta que conozcas a una mujer sin la que no puedas vivir.

Zac: Ese día no va a llegar -afirmó solemnemente-.

Frank: Ese día llegará más pronto de lo que te crees, amigo. Créeme.

Zac sacudió la cabeza.

Zac: Eso es una tontería ¿sabes? Debes de haber leído «Lo que el viento se llevó» demasiadas veces.

Frank: ¿La has leído tú?

Zac: No.

Frank: Deberías leerla. Podrías aprender unas cuantas cosas sobre el amor y la pasión.

Zac: Hasta ahora no he recibido quejas.

Frank: Quizá, pero eso no significa...

Zac levantó una mano.

Zac: Será mejor que no hablemos de mi vida amorosa, Frank. Me aburre. Ahora mismo estoy más interesado en Vanessa Hudgens. Cuando haya acabado con ella, podremos hablar de los asuntos del corazón.

No le gustó la sonrisa de Frank.

Frank: De acuerdo. Hablaremos de Vanessa Hudgens y no de tu vida sexual. ¿Estás seguro de que no están relacionadas?

Zac: ¡Dios mío! ¿Crees que estoy interesado en acostarme con Vanessa Hudgens? -se sorprendió-.

Frank: Sí -afirmó-. Aunque no es muy guapa.

¿Por qué sentía la necesidad de defenderla?

Zac: No seas bobo, Frank. No todas las mujeres pueden tener el aspecto de Britt. Muchos hombres encontrarían a Vanessa más atractiva que a una muñeca Barbie como Brittany.

Frank: ¿Y tú no?

Zac: No juegues conmigo -continuó-. En la cama me gustan las mujeres altas, preciosas y de piernas largas. Vanessa Hudgens no es mi tipo. Estoy más interesado en aplastarla que en dormir con ella.

Frank: Yo también. Sabes que puedes hacerlo. Nunca habías sido tan remilgado antes.

Zac: No estoy siendo remilgado. Sencillamente creo que puedo arrebatarle la Casa de Cristal sin destruir su vida.

Hizo un gesto para que le trajeran otra copa.

Frank: Parece que no comprendes la situación, Zac. Una vez que haya perdido la Casa de Cristal, su vida quedará destruida. No te engañes.

Zac: Entonces quizás necesite una nueva vida -argumentó-.

Frank: ¿Eres tú quién tiene que decidir eso?

Zac: No es asunto mío. Todo lo que me interesa es quitarle ese edificio lo antes posible. Y ya estoy tardando demasiado.

Frank: Intentaré acelerarlo.

Zac: Hazlo -murmuró pensando sin querer en la expresión de sorpresa de Vanessa cuando la había besado-. Hazlo pronto.


Ashley: No puedo encontrarle, Vanessa -su tono rozaba la histeria-. He buscado en su apartamento, en los bares que frecuenta, en el club. Nadie le ha visto.

Vanessa se recostó en su silla, sujetando el teléfono contra el hombro. Estaba haciéndose de noche y ella no se había molestado en encender las luces. La luz del atardecer iluminaba las vacías oficinas de Rostros de Cristal, y a ella le gustaba la sensación de aislamiento que le proporcionaba.

Ness: Cálmate, Ashley. Scott no va a hacer ninguna tontería, tiene demasiado orgullo.

Ashley: Pero ha recibido un golpe muy duro -en el otro extremo de la línea parecía a punto de echarse a llorar-.

Ness: ¿De verdad crees que va a hacer alguna tontería?

Hubo una pequeña pausa.

Ashley: Supongo que no -contestó por fin-.

Ness: Seguramente está por ahí emborrachándose.

Ashley: Pero no en los sitios habituales.

Ness: Sus sitios habituales son lugares de moda, Ashley. Y si de verdad quiere emborracharse, irá a otros sitios. Probablemente ahogará sus penas y se irá a casa. Déjale un mensaje y espera -aconsejó-.

Ashley: Probablemente no volverá solo a casa -la desesperación en la voz de era evidente-.

Ness: No, probablemente no -admitió-.

Ashley: Maldito sea, Vanessa, yo quería ayudarle.

Ness: Es demasiado tonto como para darse cuenta. Vete a casa, Ashley. Tómate una copa, date una ducha y vete a la cama. Scott ya es mayorcito, no le va a pasar nada.

Hubo una larga pausa al otro lado de la línea.

Ashley: Ya lo sé -dijo finalmente-.

Vanessa se quedó con el teléfono en la mano durante un instante, y luego colgó. Se quitó los tacones y puso los pies encima de la mesa de cristal. Se quitó también las gafas y las dejó en el escritorio, pasándose una mano por el pelo. ¿Por qué tenía que empezar a desmoronarse todo al mismo tiempo?

Había una gala benéfica en el Guggenheim esa noche. Había prometido acudir, pero lo que quería en aquel momento era paz y tranquilidad. Y tal vez una taza de café. Lo que necesitaba era una taza de café de Zachary Efron.

Lo que necesitaba era que Zachary Efron desapareciera de su vida, se recordó a sí misma. A pesar de sus fantasías, lo que verdaderamente necesitaba era la bendita soledad.

Lo cual no iba a conseguir. Oyó el crujir de uno de los viejos ascensores antes de que llegara a su piso. La visión de una silueta masculina en el recibidor la asustó, hasta que se dio cuenta de que no podía ser Efron. Él habría cogido el Otis, nunca perdería el tiempo con uno de los viejos ascensores.

El hombre se acercó a las puertas de cristal. Solo podía ver su silueta. Era más alto que Efron, y mucho más ancho de hombros. Llevaba el pelo muy corto, y sus ropas eran provincianas.

**: ¿Señorita Hudgens? -su voz era cálida y con acento del medio oeste-.

Avanzó hasta la luz y ella vio una cara fresca y atractiva, con ojos preocupados. Podría venir de Kansas, y Vanessa pensó inmediatamente en Britt.

Ness: ¿Está buscando a Brittany Anne? -preguntó suavemente-.

El hombre, que debería tener treinta y tantos años pero que aún tenía cara de muchacho, sonrió.

**: Sí, señora. ¿He venido al lugar apropiado?

Un granjero alto, rubio y guapo, pensó Vanessa. Parecía salido de una película de Frank Capra. Limpio, honrado y republicano. El marido y padre perfecto.

Ness: Sí -dijo con una amplia sonrisa-, ha venido al lugar apropiado.




Uy, que a Vanessa le ha gustado este tipo... Perfecto para olvidarse de Efron... Pero no lo logrará XD
Y Zac también queriendo negar que Ness no es su tipo...
Tiempo al tiempo XD

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¡Un besi!


1 comentarios:

Unknown dijo...

Jaja yo creo que saben que se gustan el uno al otro, pero no lo quieren admitir :D Ahora cada uno le va a sacar celos al otro seguro.. pero ambos quieren lo mismo, una vida de casados sin complicaciones, no quieren enamorarse... Mmm.. está interesante la nove!

Síguela pronto :D

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