Vanessa
no podía dormir. Su memoria y su imaginación parecían haberse aliado contra ella,
y no podía dejar de pensar en lo que había pasado y en lo que podía suceder al
día siguiente. Hacía casi un año que se había ido de Boston y había decidido
enfrentarse a sus miedos, pero ya no estaba sola.
Zac
no había esperado a concertar una cita con su abogado en horas de oficina, sino
que le había llamado y le había pedido, o más bien exigido, que fuera a verlos.
Habían
discutido sobre su vida, su hijo, su matrimonio y su futuro mientras tomaban
café y pastas en el salón y una ligera neblina cubría la bahía. Al principio,
había sentido vergüenza al contarle a un desconocido los detalles de su vida y
de su primer matrimonio, y al admitir los errores que había cometido, pero la
sensación se había ido desvaneciendo.
En
cierto modo, había sentido como si estuviera contando las experiencias de otra
persona, y cuanto más abiertamente hablaban de ello, mientras el abogado iba anotando
los detalles en su libreta, menos avergonzada se había sentido.
Matthew
Quartermain había sido el abogado de los Efron durante cuarenta años; era un
hombre astuto y directo, y a pesar de su apariencia rígida y un tanto estirada,
no se impresionaba con facilidad. Se había limitado a asentir, a tomar notas y
a hacerle preguntas hasta que a ella se le había secado la boca de tanto
hablar.
Le
había resultado relativamente fácil contarle las cosas abiertamente, porque él
no le había ofrecido ni su compasión ni su condena. Había sido más fácil
enfrentarse a la verdad en términos simples y carentes de emoción, que
mantenerla escondida; al final, no había intentado ocultar ni los errores de Tony
ni los suyos propios, y se había sentido maravillosamente purificada y
liberada.
Por
fin lo había contado todo, había expresado en palabras todo el dolor y la angustia
que había sufrido. A causa de la vergüenza que había sentido en el pasado, nunca
había conseguido purgar su corazón y su mente, y al conseguir hacerlo por fin,
entendió lo que significaba dejar el pasado atrás y empezar de nuevo.
A
Quartermain no le había gustado nada su decisión final, pero Vanessa se había
mantenido firme. Antes de que se rellenara ningún documento, quería volver a
ver a Lorraine cara a cara.
Zac
permanecía tumbado junto a Vanessa, incapaz de dormir. Él también estaba
pensando en la reunión con el abogado, y su furia aumentaba más y más con cada
palabra que recordaba. Ella había contado cosas en el salón que él no sabía,
había entrado en detalle sobre cuestiones que antes sólo había comentado muy
por encima. Él había creído anteriormente que entendía todo por lo que ella
había tenido que pasar, y había pensado que sus propios sentimientos al respecto
habían alcanzado su punto máximo. Se había equivocado.
Vanessa
no le había contado lo del ojo morado que había hecho que no pudiera salir de
la casa durante una semana, ni que Lorraine había explicado que su nuera tenía
el labio roto porque era muy torpe. No le había hablado de los ataques ebrios
en medio de la noche, ni de los arranques furiosos de celos si hablaba con otro
hombre en una fiesta, ni de las amenazas de venganza y violencia cuando
finalmente había tenido el valor de irse.
Pero
esa noche lo había contado todo, y de forma tan detallada que había sido casi
insoportable.
No
se había atrevido a tocarla cuando se habían acostado; de hecho, se preguntaba
cómo era posible que ella pudiera soportar que alguien la tocara.
Había
quedado dolorosamente claro todo lo que ella había tenido que soportar. ¿Cómo
podía pedirle que lo olvidara, si ya no estaba seguro de poder hacerlo él mismo?
Sin importar lo tierno que fuera con ella, o con cuánto cuidado la tratara, la
sombra de otro hombre y de otra época se interponía entre ellos.
Vanessa
le había dicho que lo quería, pero por mucho que él deseara creerlo, no podía
entender cómo era posible que alguien que hubiera sufrido aquel infierno pudiera
volver a confiar en un hombre, y mucho menos amarlo.
Gratitud,
devoción, y Michael como punto en común. Eso sí que podía entenderlo, y era más
de lo que llegaban a tener algunas personas.
Zac
había estado a punto de creer que podían llegar a tener más, había querido que
fuera así, pero eso había sido antes de que ella contara todas aquellas cosas
mientras una suave brisa primaveral hacía ondear las cortinas del salón.
Vanessa
se volvió hacia él, y cuando su cuerpo le rozó, Zac se puso tenso.
Ness:
¿Te he despertado?
Zac:
No.
Él
empezó a moverse para evitar todo contacto, pero ella se acercó más y posó la
cabeza sobre su hombro, y aquel gesto tan natural y sencillo lo partió en dos.
El Zac que necesitaba, y el que tenía miedo de pedir.
Ness:
Yo tampoco puedo dormir. Me siento físicamente agotada, como si acabara de
correr una carrera de obstáculos, pero mi mente no deja de dar vueltas.
Zac:
Deberías dejar de pensar en lo de mañana.
Ness:
Ya lo sé -se apartó el pelo a un lado, y se colocó más cómoda contra Zac-.
Al
notar que él intentaba apartarse ligeramente, cerró los ojos y se preguntó si
él había cambiado de opinión sobre ella al enterarse de todo.
Zac:
No te preocupes, ya verás como todo sale bien.
Vanessa
no supo si creerle. Decidió arriesgarse, y le tomó la mano en la oscuridad.
Ness:
El problema es que no dejo de pensar en lo que voy a decirle, en lo que ella va
a contestarme, y si no... -se detuvo cuando Michael empezó a llorar, y comentó-:
parece que hay alguien más que no puede dormir.
Zac:
Ya voy yo.
Vanessa
asintió, aunque ya había apartado las mantas.
Ness:
Vale. Tráemelo si tiene hambre.
Mientras
Zac se ponía una bata y salía de la habitación, Vanessa se sentó en la cama y
se abrazó las rodillas contra el pecho. Un momento después el llanto del niño
se detuvo, pero volvió a empezar casi de inmediato, y entonces oyó los
murmullos tranquilizadores de Zac.
Era
algo tan fácil para él, tan natural... a pesar de su genio y de su arrogancia,
era un hombre sensible y lleno de ternura, y eso era lo que había hecho posible
que ella admitiera finalmente que lo amaba. Con Zac no habría ningún ciclo de
desesperación, sumisión y terror, podía quererlo sin renunciar a las partes de
sí misma que había descubierto tan recientemente.
En
ese momento, supo que él no había cambiado de opinión respecto a ella; seguramente,
lo único que pasaba era que estaba muy preocupado, pero que se sentía obligado a
fingir que no era así.
La
luz de la habitación de Michael salía al pasillo, y dentro se veía la sombra de
Zac. El llanto del niño se apagó un poco, pero cuando volvió a arreciar, Vanessa
reconoció el tono y se recostó en el respaldo de la cama con los ojos cerrados.
Iba a ser una noche muy larga.
Ness:
Le están saliendo los dientes -murmuró cuando Zac entró con el niño en la
habitación. Encendió la luz de la mesita de noche y le sonrió, consciente de
que todos iban a necesitar el máximo apoyo posible en las próximas horas-. Le daré
de comer, puede que eso ayude en algo.
Zac:
Venga, hombrecito, vamos con mamá -lo colocó en los brazos de Vanessa, y el
llanto se fue apagando hasta que desapareció del todo cuando el niño empezó a
mamar-. Voy a por una copa de coñac, ¿quieres algo?
Ness:
No. Espera, sí, un zumo de lo que sea.
Una
vez sola, Vanessa aguantó al niño con un brazo mientras con el otro se colocaba
bien las almohadas a su espalda. La escena parecía completamente normal, como
la de cualquier otra noche. A veces, Michael estaba nervioso y ella tan cansada
que sólo quería dormir, pero otras veces disfrutaba y atesoraba en su memoria
aquellas horas en medio de la noche.
Momentos
así eran los que Zac y ella recordarían en el futuro, momentos como los
primeros pasos del niño, el primer día de escuela o la primera vez que fuera en
una bicicleta de dos ruedas. En el futuro mirarían atrás, y recordarían cómo se
habían paseado de un lado a otro de la habitación, adormilados. Nada podría
cambiar eso.
En
ese momento, ambos necesitaban la normalidad que desprendía aquella escena, y
la tendrían aunque sólo fuera por unas cuantas horas.
Cuando
Zac volvió a la habitación, puso el vaso de zumo en la mesita que había junto a
ella, pero Vanessa sonrió y le agarró el brazo.
Ness:
¿Puedo oler tu coñac?
Divertido,
él le acercó la copa y dejó que inhalara el aroma del licor.
Zac:
¿Tienes bastante?
Ness:
Gracias, siempre he pensado que no hay nada como el sabor de un coñac por la noche
-levantó su vaso de zumo, y brindó con su copa-. Chinchín -esperaba que él se
metiera en la cama, pero al ver que iba hacia la ventana, no supo qué pensar-. Zac...
Zac:
¿Qué?
Ness:
Me gustaría hacer un trato contigo. Tú me cuentas lo que estás pensando y me preguntas
lo que quieras, y yo te contesto con sinceridad. Después yo tendré mi turno, y
también te preguntaré algo.
Zac:
¿No has contestado a bastantes preguntas por una noche?
Así
que era eso. Vanessa dejó su vaso a un lado antes de cambiarse de pecho a Michael,
y dijo:
Ness:
Te han afectado las cosas que le he contado a Quartermain, ¿verdad?
Zac:
¿Creías que iba a quedarme tan tranquilo?
Zac
se volvió de golpe, y el coñac estuvo a punto de derramarse. Vanessa permaneció
en silencio mientras él se bebía la mitad de la copa y empezaba a pasearse de
un lado a otro de la habitación.
Ness:
Siento que tuviera que salir a la luz así, yo también habría preferido otra
forma.
Zac:
No es cuestión de que saliera o no a la luz -espetó con brusquedad. Se bebió
otro trago de coñac, pero la bebida no consiguió calmarlo-. Dios, me está
matando pensar en ello, imaginármelo. Tengo miedo de tocarte, de que lo
recuerdes por mi culpa.
Ness:
Zac, me has dicho desde el principio que eso está en el pasado, que ahora las
cosas son diferentes, y es verdad. Tenías razón al decir que te comparaba con
Tony, pero a lo mejor no entiendes que eso me ayudó a darme cuenta de que las
cosas podían cambiar.
Zac
la miró por un segundo, pero fue suficiente para que ella se diera cuenta de
que aquellas palabras no habían bastado.
Zac:
Sí, las cosas son distintas, pero no puedo entender por qué no odias a cualquier
hombre que te toque siquiera -dijo de pie en la sombra-.
Tenía
las manos metidas en los bolsillos de su bata, fuertemente apretadas en puños.
Ness:
Hubo una época en la que no habría permitido que ningún hombre se me acercara,
pero pude empezar a poner las cosas en perspectiva mediante terapia, escuchando
a otras mujeres que habían superado situaciones parecidas. Cuando tú me tocas,
cuando me abrazas, no recuerdo nada de todo aquello, sino que siento lo que
siempre quise sentir por el hombre que fuera mi marido.
Zac:
Si estuviera vivo, querría matarlo -dijo sin ninguna inflexión en la voz-. Me
da rabia que ya esté muerto.
Ness:
No te atormentes así -alargó una mano hacia él, pero Zac sacudió la cabeza y
volvió junto a la ventana-. Estaba enfermo, pero yo no lo sabía en aquel
entonces, y al quedarme lo único que conseguí fue prolongarlo todo.
Zac:
Tenías miedo, no tenías adónde ir.
Ness:
Eso no basta. Podría haber recurrido a Geoffrey, sabía que él me ayudaría, pero
no lo hice porque estaba sujeta allí por mi propia vergüenza y por mis
inseguridades. El niño fue lo que me empujó a tomar la decisión de irme, y
entonces empecé a recuperarme, pero encontrarte fue la mejor medicina de todas,
porque conseguiste que volviera a sentirme como una mujer.
Zac
permaneció en silencio mientras ella buscaba las palabras con las que poder
explicarse.
Ness:
Zac, ninguno de los dos podemos cambiar lo que pasó... no dejes que el pasado
afecte a lo que tenemos ahora.
Más
calmado, él agitó el coñac en la copa mientras miraba por la ventana.
Zac:
Cuando esta tarde en la galería dijiste que ibas a ir a ver a un abogado, pensé
que querías el divorcio y sentí que mi mundo se derrumbaba.
Ness:
Pero yo nunca... ¿de verdad sentiste eso?
Zac:
Allí estabas tú, de pie debajo de tu retrato, y no pude imaginarme lo que haría
si me dejabas. Puede que yo haya cambiado tu vida, ángel, pero no más de lo que
tú has cambiado la mía.
Aquello
hizo que Vanessa pensara en Pigmalión. Sin embargo, si Zac estaba enamorado de
la imagen, era posible que al final acabara amando a la mujer.
Ness:
Zac, no voy a dejarte. Te quiero, Michael y tú sois toda mi vida.
Él
se acercó a ella, se sentó en el borde de la cama y la tomó de la mano.
Zac:
Nunca dejaré que nadie os haga daño a ninguno de los dos.
Vanessa
le dio un ligero apretón, y dijo:
Ness:
Necesito saber que vamos a hacer esto juntos.
Zac:
Hemos estado juntos en esto desde el primer día -se inclinó hacia delante, y la
besó mientras el niño dormitaba entre ellos-. Vanessa, te necesito demasiado.
Ness:
Eso es imposible.
Zac:
Deja que lo lleve a la cuna -murmuró-.
Zac
tomó en brazos al niño, pero en el momento en que se levantó de la cama,
Michael empezó a llorar.
Se
fueron turnando para pasearlo, acunarlo y masajearle las encías. Cada vez que
intentaban acostarlo, el niño se despertaba y empezaba a berrear. Exhausta, Vanessa
se apoyó en la baranda de la cuna mientras le acariciaba la espalda. Cada vez
que apartaba la mano, el niño gimoteaba.
Ness:
Creo que lo estamos malcriando -murmuró-.
Zac
estaba sentado en la mecedora, mirándola con ojos adormilados.
Zac:
Tenemos derecho a hacerlo. Además, normalmente duerme como un tronco.
Ness:
Sí, pero lo está pasando mal con los dientes. ¿Por qué no te acuestas?, no tiene
sentido que los dos nos quedemos sin dormir.
Zac:
Me toca a mí -se levantó, y al mirar el reloj se dio cuenta de que ya eran las
cinco de la madrugada. Se sentía décadas más viejo de lo que era-. Vete tú a la
cama.
Ness:
No... -empezó a protestar, pero su voz se cortó con un bostezo-. Recuerda que
estamos juntos en esto.
Zac:
Sí, aunque puede que alguno de los dos se caiga redondo.
Vanessa
se habría reído de haber tenido la energía necesaria.
Ness:
Creo que será mejor que me siente.
Zac:
Sabes, a veces me he pasado la noche bebiendo, jugando a las cartas o...
ocupado en otras formas de entretenimiento -empezó a darle palmaditas en la espalda
al niño mientras Vanessa se desplomaba en la mecedora, y añadió-: pero no puedo
recordar haberme sentido nunca como si me acabara de pasar un camión por encima.
Ness:
Esta es una de las alegrías de ser padres -le dijo, antes de cerrar los ojos-. En
realidad nos lo estamos pasando en grande.
Zac:
Gracias por decírmelo. Creo que se está quedando dormido de verdad.
Ness:
Eso es porque tienes unas manos prodigiosas -murmuró mientras se iba quedando
dormida-, realmente prodigiosas.
Milímetro
a milímetro, Zac fue apartando la mano de la espalda del niño, con más cuidado
que un hombre apartándose de un tigre. Cuando estuvo a medio metro de la cuna
estuvo a punto de soltar un suspiro de alivio, pero temeroso de tentar a la
suerte, lo contuvo y volvió la vista hacia Vanessa.
Estaba
profundamente dormida, y en una posición que debía de ser increíblemente
incómoda. Confiando en que sus reservas de energía durarían cinco minutos más,
fue hacia ella y la levantó en brazos. Vanessa se acurrucó contra él
instintivamente, y mientras la llevaba a su habitación, se despertó lo
suficiente para preguntar:
Ness:
¿Michael?
Zac:
Dormido en su cuna -entró en el dormitorio, pero en vez de llevarla a la cama,
fue hacia la ventana-. Mira, está saliendo el sol.
Vanessa
se movió ligeramente y abrió los ojos. Por la ventana se veía el cielo en
dirección este, y si se fijaba con atención, podía llegar a distinguir el agua
de la bahía, como una niebla en la distancia. El sol pareció vibrar al
ascender, y los ecos tiñeron el cielo de rosa, de malva y de oro. Suavemente al
principio, con la oscuridad de la noche aún dominando por encima, los colores
se fueron extendiendo y haciéndose más intensos. El rosa se convirtió en rojo,
vibrante y resplandeciente.
Ness:
A veces, tus pinturas son así -dijo pensando en voz alta-. Ángulos que cambian
y parecen moverse, con los colores intensificándose del centro hacia los
extremos -apoyó la cabeza contra su hombro mientras contemplaban el nuevo amanecer,
y comentó-: creo que es el amanecer más bonito que he visto en mi vida.
La
piel de Zac era cálida bajo su mejilla, sus brazos fuertes y sólidos la
apretaban contra su cuerpo, y podía sentir el firme latido de su corazón. Los
primeros pájaros despertaron y empezaron a cantar, y Vanessa volvió la cabeza
hacia la de él. Cuando el amor llegaba con tanta naturalidad, era una tontería cuestionárselo.
Ness:
Zac, te deseo -posó una mano en su mejilla, y le cubrió la boca con sus labios-.
Nunca he deseado a nadie tanto como a ti.
Al
notar que él vacilaba, entendió sus razones pero se puso manos a la obra para
hacer que superara cualquier reticencia. Aquél no era el momento de pensar en
el pasado o en el futuro. Dejó que sus labios se suavizaran y se abrieran contra
los de él, y deslizó una mano hacia su pelo.
Ness:
Tenías razón -murmuró-.
Zac:
¿Sobre qué?
Ness:
No pienso en nadie más cuando hacemos el amor.
Zac
no había querido pedirle nada, pero entonces se dio cuenta de que no había nada
que no pudiera pedirle.
Vanessa
era increíblemente abierta y generosa, y eso hizo que a él le resultara
posible, incluso fácil, dejar atrás aquella parte de su vida que lo enfurecía y
le dolía, que no tenía nada que ver con el paraíso al que podían llegar juntos.
La llevó a la cama sin apartar la boca de la suya, y cuando se acostó a su lado,
ella lo rodeó con los brazos. Por unos segundos, eso fue suficiente.
Con
Vanessa podía compartir abrazos matinales, y besos al amanecer después de una
larga noche sin dormir. Su rostro estaba pálido de fatiga, y aun así se
estremecía en sus brazos. Ella soltó un suave suspiro adormecido, y él lo
recogió en su boca mientras las caricias de sus manos la hacían arquearse con
movimientos ondulantes y perezosos.
La
brisa matinal entraba por la ventana y refrescaba sus cuerpos, y Vanessa abrió
la bata de él y la empujó hacia atrás por sus hombros para poder calentarle la
piel. Con igual lentitud, Zac le quitó el camisón. Desnudos, yacieron sobre las
sábanas arrugadas e hicieron el amor con voluptuosa sensualidad.
Ninguno
de los dos llevó la voz cantante, no hacía falta. En la cama su sintonía era
total, sin necesidad de palabras ni de peticiones. Las exigencias eran para
otros momentos, para las noches en que la pasión era ardiente y frenética. La
luz iba adquiriendo el gris de la mañana, mientras saboreaban un deseo
exquisitamente sosegado.
Vanessa
pensó que quizás el amor que sentía por él se expresaba mejor así, con una
naturalidad y una ternura que podían prolongarse mucho más que el fulgor de una
llamarada.
Se
movieron juntos, y el placer que se dieron el uno al otro brotó en suspiros y
murmullos, en vez de en jadeos y en sacudidas estremecidas.
Le
acarició la mejilla, y disfrutó de la aspereza de su piel sin afeitar. Aquello
era real. El matrimonio era más que la alianza que llevaba en el dedo, más que
hacer el amor llenos de deseo y de excitación en medio de la noche. El matrimonio
era mantenerse abrazados al amanecer.
Zac
habría estado dispuesto a hacer lo que fuera por ella. Por alguna razón, hasta
ese momento no se había dado cuenta del verdadero alcance de lo que sentía por
aquella mujer. Había reconocido primero el deseo y después el amor, pero en ese
momento descubrió y entendió la devoción. Vanessa era suya como ninguna otra
mujer podría llegar a serlo nunca, y por primera vez en su vida, quiso ser un
héroe.
Cuando
sus cuerpos se unieron, la cama estaba bañada por la luz del sol que entraba
por la ventana, y más tarde, aún entrelazados, se quedaron dormidos.
Ness:
Sé que estoy haciendo lo correcto. -Aun así, dudó por un segundo cuando salieron
del ascensor en el hotel donde se hospedaba Lorraine-. No importa lo que pase, no
pienso echarme atrás -agarró la mano de Zac, y se aferró a ella con fuerza. La
falta de sueño hacía que tuviera la cabeza extrañamente despejada, y que se
sintiera lista para pasar a la acción-. Me alegro muchísimo de que estés aquí
conmigo.
Zac:
Ya te dije que no me gusta que vuelvas a verla, ni que tengas que tratar con ella
para nada. Yo puedo ocuparme de esto.
Ness:
Ya sé que puedes, pero sabes que es algo que necesito hacer por mí misma. Zac...
Zac:
¿Qué?
Ness:
Por favor, intenta controlar tu genio -al ver cómo enarcaba las cejas, soltó
una suave carcajada y sintió que la tensión que sentía se aligeraba-. No hace
falta que me mires así, sólo quería decir que gritarle a Lorraine no servirá de
nada.
Zac:
Nunca grito, aunque de vez en cuando levanto la voz para que se me entienda
bien.
Ness:
Como ya hemos aclarado eso, supongo que sólo nos queda llamar a la puerta -sintió
la familiar sensación de pánico, y luchó por sofocarla mientras daba unos golpecitos
en la puerta-.
Lorraine
abrió al cabo de unos segundos, vestida con un traje chaqueta azul marino que
le daba un aspecto imponente y lleno de aplomo.
Lorraine:
Vanessa -inclinó la cabeza de forma casi imperceptible a modo de saludo, y
después se volvió hacia Zac-. Señor Efron, encantada de conocerlo. Vanessa no
mencionó que fuera a acompañarla esta tarde.
Zac:
Todo lo relacionado con Vanessa y con Michael me concierne, señora Eagleton -dijo
antes de entrar sin esperar a que la mujer les invitara a hacerlo-.
Consciente
de que ella nunca habría sido capaz de ser tan enérgica estando sola, Vanessa
le siguió.
Lorraine:
Ya veo que es muy concienzudo al ocuparse de sus asuntos -comentó mientras
cerraba la puerta tras ellos-. Pero Vanessa y yo tenemos que hablar sobre
algunas cuestiones de familia privadas. Estoy seguro de que lo entiende.
Zac:
Sí, lo entiendo perfectamente -le devolvió la mirada a la mujer sin pestañear-.
Mi mujer y mi hijo son mi familia.
La
incómoda guerra de voluntades se alargó por unos segundos, pero Lorraine la
zanjó al fin con una inclinación de cabeza.
Lorraine:
Muy bien, si insiste... por favor, siéntense. Pediré café, el servicio en este
sitio es bastante pasable.
Ness:
No se moleste por nosotros -consiguió controlar sus nervios, y se sentó-. No
creo que esto dure mucho.
Lorraine:
Como quieras -se sentó frente a ellos-. Mi marido hubiera querido estar aquí,
pero no ha podido por cuestiones de negocios. Yo hablo en nombre de los dos -tras
dejar aquello claro, puso las manos en los brazos de su silla-. Me limitaré a
repetir lo que ya he dicho antes. Voy a llevarme al hijo de Tony a Boston, para
criarlo como debe ser.
Ness:
Y yo voy a repetirle que no voy a dejar que lo haga -en un último intento de razonar
con ella, se inclinó hacia delante y dijo-: es un niño, no un objeto. Tiene un
buen hogar, unos padres que lo quieren, y está sano y fuerte. Debería alegrarse
de que sea así. Si quiere, podemos hablar de un régimen de visitas razonable...
Lorraine:
Por supuesto que sí, del tuyo -la interrumpió-. Y si puedo, me aseguraré de que
puedas ver al niño en contadas ocasiones -apartó la vista de Vanessa sin más, y
miró a Zac-. Señor Efron estoy segura de que no querrá criar al hijo de otro
hombre. No es de su sangre, y sólo tiene su nombre porque, por alguna razón, se
ha casado con su madre.
Zac
sacó un cigarro, y lo encendió lentamente. Vanessa le había pedido que intentara
controlar su genio, y aunque sabía que no podría hacerlo, no quería perder los
estribos tan pronto. Se limitó a decir:
Zac:
Está muy equivocada.
La
mujer soltó un suspiro de forma casi indulgente.
Lorraine:
Supongo que está enamorado de Vanessa, mi hijo también lo estaba.
El
primer eslabón de la cadena que sujetaba el genio de Zac se partió en dos, y la
furia que lo inundó se reflejó claramente en sus ojos y en el tono preciso y
gélido de sus palabras.
Zac:
No se atreva a comparar nunca mis sentimientos por Vanessa con los de su hijo.
Lorraine
palideció un poco, pero consiguió hablar con voz calmada.
Lorraine:
No tengo ni idea de lo que ella le habrá contado...
Ness:
Toda la verdad -antes de que Zac pudiera hablar o moverse, le puso una mano en
el brazo y continuó diciendo-: le he contado lo que usted ha sabido desde
siempre, que Tony estaba enfermo, que era emocionalmente inestable.
Lorraine se levantó con movimientos
deliberados de la silla. Su cara estaba ruborizada y tensa, pero habló con el
mismo tono tranquilo de antes.
Lorraine:
No pienso escuchar ninguna calumnia sobre mi hijo.
Ness:
Pues va a tener que escucharme, aunque no lo hizo cuando yo necesitaba ayuda
desesperadamente, cuando Tony pedía auxilio de la única forma que sabía -apretó
los dedos en el brazo de Zac, pero no se echó atrás-. Era un alcohólico, estaba
deshecho emocionalmente, y decidió abusar de alguien más débil que él. Usted
sabía que me maltrataba, vio las magulladuras y los moratones, pero decidió ignorarlos
o poner excusas; sabía que había otras mujeres, pero con su silencio, le dio su
aprobación.
Lorraine:
Lo que pasara entre Tony y tú no era de mi incumbencia.
Ness:
Esa es una postura que queda para tu conciencia, pero te advierto que si abres
la caja de los truenos, no podrás contener lo que salga, Lorraine.
La
mujer volvió a sentarse al oír el tono de voz de Vanessa, y por el hecho de que
se había atrevido a tutearla. Era perfectamente consciente de que ese pequeño
cambio las convertía en iguales, y fue entonces cuando se dio cuenta de que no
estaba ante la mujer atemorizada y fácilmente manipulable a la que había
conocido un año atrás.
Lorraine:
Las amenazas de alguien como tú no me preocupan. Se decidirá en un juzgado si
una descarada sin moral puede tener la custodia de un Eagleton, o si va a
criarse en un ambiente donde puede recibir una buena educación.
Zac:
Si vuelve a hablar así de mi mujer, va a tener que enfrentarse a algo más que
unas simples amenazas... -soltó una larga bocanada de humo, y añadió-: señora
Eagleton.
Ness:
No importa. -Le dio un ligero apretón en la mano, consciente de que él estaba a
punto de perder el control-. Ya no puedes intimidarme, Lorraine, y no vas a
hacer que te suplique. Sabes perfectamente bien que siempre le fui fiel a Tony.
Lorraine:
Lo que sé es que Tony no creía que fuera así.
Zac:
Entonces, ¿cómo sabe quién es el padre del niño?
Las
palabras de Zac fueron seguidas por un silencio absoluto. Vanessa empezó a
decir algo, pero se detuvo al ver la advertencia en los ojos de él. El rostro
de Lorraine volvió a sonrojarse, y finalmente pudo decir:
Lorraine:
Ella no se habría atrevido a...
Zac:
¿No? Vaya, qué raro. Usted piensa probar que Vanessa le fue infiel a su hijo,
pero ahora está diciendo que no pudo serlo. En cualquiera de los dos casos, lo
va a tener complicado. Si ella hubiera tenido una aventura con alguien...
conmigo, por ejemplo... -sonrió, y apagó el cigarro-. ¿No se ha preguntado por
qué nos casamos tan rápido?, ¿por qué acepto al hijo de otro hombre, tal y como
usted ha comentado? -se detuvo unos segundos para que la idea arraigara, y
finalmente añadió-: si Vanessa le fue infiel a su hijo, el niño podría ser de
cualquiera, pero si no lo fue, usted se queda sin base para intentar quitarle
la custodia.
Los
dedos de Lorraine se tensaron sobre el brazo de su silla, y tuvo que obligarse
a relajarlos.
Lorraine:
Mi marido y yo vamos a exigir que se hagan pruebas para determinar la
paternidad del niño, no estoy dispuesta a admitir a un bastardo en mi casa.
Ness:
Ten cuidado -dijo tan suavemente que las palabras parecieron vibrar en el aire-.
Ten mucho cuidado, Lorraine. Sé que Michael no te importa lo más mínimo como
persona.
Lorraine
tuvo que luchar por mantener la calma.
Lorraine:
El hijo de Tony es muy importante para mí.
Ness:
No me has preguntado ni una sola vez por él, no has pedido una foto o un informe
médico. Ni siquiera lo has llamado por su nombre. Si hubiera visto en ti la más
mínima muestra de afecto por el niño, no estaría tan segura de lo que voy a
decirte -no tuvo que esforzarse por mostrarse fuerte, ya que el valor y la
decisión llegaron con total naturalidad-. Puedes iniciar los trámites del
pleito por la custodia cuando te venga en gana, Zac y yo ya se lo hemos
notificado a nuestro abogado. Vamos a enfrentarnos a ti, y vamos a ganar. Y
mientras tanto, le contaré a la prensa cómo fue mi vida con los Eagleton de
Boston.
Las
uñas de Lorraine se clavaron en el brazo del sofá.
Lorraine:
No serías capaz de hacerlo, no tienes el valor suficiente.
Ness:
Tengo más que de sobra cuando se trata de proteger a mi hijo.
Lorraine
vio la determinación serena e inquebrantable en sus ojos, y logró decir:
Lorraine:
Aunque lo hicieras, nadie te creería.
Ness:
Yo creo que sí, la gente sabe distinguir la verdad.
Con
el rostro tenso, Lorraine se volvió hacia Zac.
Lorraine:
¿Tiene idea de lo mucho que ese tipo de habladurías puede perjudicar a su
familia?, ¿quiere arriesgar la reputación de sus padres y la suya propia por
una mujer y un niño que ni siquiera es de su sangre?
Zac:
Mi reputación puede soportar eso y más, y la verdad es que mis padres están
deseando enfrentarse a usted -dijo con un claro desafío en su voz-. Puede que
Michael no tenga mi sangre, pero es mío.
Ness:
Lorraine -esperó a que la mujer se volviera hacia ella, y cuando estuvieron de
nuevo cara a cara, le dijo-: siento que perdieras a tu hijo, pero no voy a
dejar que lo reemplaces con el mío. Pagaré el precio que haga falta para proteger
a Michael, y a ti también te va a salir muy caro.
Zac
la tomó del brazo, y ambos se levantaron.
Zac:
Su abogado puede ponerse en contacto con nosotros cuando decida lo que va a
hacer. No se olvide de que ya no está tratando con una mujer sola y embarazada,
señora Eagleton. Ahora está enfrentándose a la familia Efron.
En
cuanto salieron al pasillo y la puerta se cerró tras ellos, Zac la apretó
contra su pecho. Al notar que temblaba, la abrazó con más fuerza y le dijo:
Zac:
Has estado fantástica -depositó un beso en su pelo, antes de apartarse
ligeramente para mirarla-. Ángel, has estado realmente increíble, la has dejado
con la boca abierta.
Vanessa
se sonrojó, orgullosa y satisfecha.
Ness:
No ha sido tan terrible como esperaba -dijo con un suspiro, mientras iban hacia
el ascensor con las manos entrelazadas-. En el pasado le tenía un miedo enorme
y no me atrevía ni a decir dos palabras delante de ella, pero ahora puedo verla
como lo que es, una mujer sola atrapada por lo que cree que representa el honor
de su familia.
Zac
soltó una breve carcajada sin humor justo cuando las puertas del ascensor empezaron
a abrirse.
Zac:
El honor no tiene nada que ver con todo esto.
Ness:
No, pero así es como lo ve ella.
Zac:
¿Qué te parece si nos olvidamos de Lorraine Eagleton por el resto del día? -sugirió
al apretar el botón de la planta baja-. Bueno, muy pronto nos olvidaremos de
ella completamente, pero hay un pequeño restaurante a varias manzanas de aquí
bastante animado, y muy caro.
Ness:
Es demasiado pronto para cenar.
Zac:
¿Quién ha hablado de cenar? -la rodeó por la cintura con un brazo mientras
salían al vestíbulo, y añadió-: vamos a sentarnos en una mesa con vistas a la
bahía, y yo voy a ver cómo todo el mundo se queda mirando a mi despampanante
esposa mientras nos bebemos una botella de champán.
Al
oír aquellas palabras, Vanessa sintió una tremenda oleada de amor por aquel hombre,
y se quedó sin aliento cuando él le besó la mano.
Ness:
¿No crees que deberíamos esperar a que Lorraine nos comunique su decisión antes
de celebrarlo?
Zac:
También lo celebraremos cuando lo haga, pero ahora quiero brindar por un ángel
que ha sacado las uñas.
Ella
se echó a reír, y juntos salieron a la calle.
Ness:
Bueno, la verdad es que...
Zac:
¿Qué?
Ella
levantó los ojos hacia él, y admitió:
Ness:
Que me encantaría volver a hacerlo.
Zac:
Parece que voy a tener que andarme con cuidado a partir de ahora.
Ness:
Probablemente -aunque estaba eufórica por su victoria, seguía siendo práctica,
así que comentó-: no debería beber champán, Michael...
Zac
la besó, y le hizo un gesto al portero para que le llevaran su coche.
🎂¡FELIZ CUMPLE AMY!🎂
¡Que pases un muy feliz día!😏
2 comentarios:
Graciaaaaaaas :)
Me superencanto el capi xd
Amy
Me encanto!!
Por fin Ness se va a enfrentar a esa señora y defiende a su familia!!
Sube pronto :)
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