topbella

martes, 31 de agosto de 2021

Capítulo 11

 
Vanessa no podía dormir. Su memoria y su imaginación parecían haberse aliado contra ella, y no podía dejar de pensar en lo que había pasado y en lo que podía suceder al día siguiente. Hacía casi un año que se había ido de Boston y había decidido enfrentarse a sus miedos, pero ya no estaba sola.

Zac no había esperado a concertar una cita con su abogado en horas de oficina, sino que le había llamado y le había pedido, o más bien exigido, que fuera a verlos.

Habían discutido sobre su vida, su hijo, su matrimonio y su futuro mientras tomaban café y pastas en el salón y una ligera neblina cubría la bahía. Al principio, había sentido vergüenza al contarle a un desconocido los detalles de su vida y de su primer matrimonio, y al admitir los errores que había cometido, pero la sensación se había ido desvaneciendo.

En cierto modo, había sentido como si estuviera contando las experiencias de otra persona, y cuanto más abiertamente hablaban de ello, mientras el abogado iba anotando los detalles en su libreta, menos avergonzada se había sentido.

Matthew Quartermain había sido el abogado de los Efron durante cuarenta años; era un hombre astuto y directo, y a pesar de su apariencia rígida y un tanto estirada, no se impresionaba con facilidad. Se había limitado a asentir, a tomar notas y a hacerle preguntas hasta que a ella se le había secado la boca de tanto hablar.

Le había resultado relativamente fácil contarle las cosas abiertamente, porque él no le había ofrecido ni su compasión ni su condena. Había sido más fácil enfrentarse a la verdad en términos simples y carentes de emoción, que mantenerla escondida; al final, no había intentado ocultar ni los errores de Tony ni los suyos propios, y se había sentido maravillosamente purificada y liberada.

Por fin lo había contado todo, había expresado en palabras todo el dolor y la angustia que había sufrido. A causa de la vergüenza que había sentido en el pasado, nunca había conseguido purgar su corazón y su mente, y al conseguir hacerlo por fin, entendió lo que significaba dejar el pasado atrás y empezar de nuevo.

A Quartermain no le había gustado nada su decisión final, pero Vanessa se había mantenido firme. Antes de que se rellenara ningún documento, quería volver a ver a Lorraine cara a cara.

Zac permanecía tumbado junto a Vanessa, incapaz de dormir. Él también estaba pensando en la reunión con el abogado, y su furia aumentaba más y más con cada palabra que recordaba. Ella había contado cosas en el salón que él no sabía, había entrado en detalle sobre cuestiones que antes sólo había comentado muy por encima. Él había creído anteriormente que entendía todo por lo que ella había tenido que pasar, y había pensado que sus propios sentimientos al respecto habían alcanzado su punto máximo. Se había equivocado.

Vanessa no le había contado lo del ojo morado que había hecho que no pudiera salir de la casa durante una semana, ni que Lorraine había explicado que su nuera tenía el labio roto porque era muy torpe. No le había hablado de los ataques ebrios en medio de la noche, ni de los arranques furiosos de celos si hablaba con otro hombre en una fiesta, ni de las amenazas de venganza y violencia cuando finalmente había tenido el valor de irse.

Pero esa noche lo había contado todo, y de forma tan detallada que había sido casi insoportable.
No se había atrevido a tocarla cuando se habían acostado; de hecho, se preguntaba cómo era posible que ella pudiera soportar que alguien la tocara.

Había quedado dolorosamente claro todo lo que ella había tenido que soportar. ¿Cómo podía pedirle que lo olvidara, si ya no estaba seguro de poder hacerlo él mismo? Sin importar lo tierno que fuera con ella, o con cuánto cuidado la tratara, la sombra de otro hombre y de otra época se interponía entre ellos.

Vanessa le había dicho que lo quería, pero por mucho que él deseara creerlo, no podía entender cómo era posible que alguien que hubiera sufrido aquel infierno pudiera volver a confiar en un hombre, y mucho menos amarlo.

Gratitud, devoción, y Michael como punto en común. Eso sí que podía entenderlo, y era más de lo que llegaban a tener algunas personas.

Zac había estado a punto de creer que podían llegar a tener más, había querido que fuera así, pero eso había sido antes de que ella contara todas aquellas cosas mientras una suave brisa primaveral hacía ondear las cortinas del salón.

Vanessa se volvió hacia él, y cuando su cuerpo le rozó, Zac se puso tenso.
 
Ness: ¿Te he despertado?
 
Zac: No.
 
Él empezó a moverse para evitar todo contacto, pero ella se acercó más y posó la cabeza sobre su hombro, y aquel gesto tan natural y sencillo lo partió en dos. El Zac que necesitaba, y el que tenía miedo de pedir.
 
Ness: Yo tampoco puedo dormir. Me siento físicamente agotada, como si acabara de correr una carrera de obstáculos, pero mi mente no deja de dar vueltas.
 
Zac: Deberías dejar de pensar en lo de mañana.
 
Ness: Ya lo sé -se apartó el pelo a un lado, y se colocó más cómoda contra Zac-.
 
Al notar que él intentaba apartarse ligeramente, cerró los ojos y se preguntó si él había cambiado de opinión sobre ella al enterarse de todo.
 
Zac: No te preocupes, ya verás como todo sale bien.
 
Vanessa no supo si creerle. Decidió arriesgarse, y le tomó la mano en la oscuridad.
 
Ness: El problema es que no dejo de pensar en lo que voy a decirle, en lo que ella va a contestarme, y si no... -se detuvo cuando Michael empezó a llorar, y comentó-: parece que hay alguien más que no puede dormir.
 
Zac: Ya voy yo.
 
Vanessa asintió, aunque ya había apartado las mantas.
 
Ness: Vale. Tráemelo si tiene hambre.
 
Mientras Zac se ponía una bata y salía de la habitación, Vanessa se sentó en la cama y se abrazó las rodillas contra el pecho. Un momento después el llanto del niño se detuvo, pero volvió a empezar casi de inmediato, y entonces oyó los murmullos tranquilizadores de Zac.

Era algo tan fácil para él, tan natural... a pesar de su genio y de su arrogancia, era un hombre sensible y lleno de ternura, y eso era lo que había hecho posible que ella admitiera finalmente que lo amaba. Con Zac no habría ningún ciclo de desesperación, sumisión y terror, podía quererlo sin renunciar a las partes de sí misma que había descubierto tan recientemente.

En ese momento, supo que él no había cambiado de opinión respecto a ella; seguramente, lo único que pasaba era que estaba muy preocupado, pero que se sentía obligado a fingir que no era así.

La luz de la habitación de Michael salía al pasillo, y dentro se veía la sombra de Zac. El llanto del niño se apagó un poco, pero cuando volvió a arreciar, Vanessa reconoció el tono y se recostó en el respaldo de la cama con los ojos cerrados. Iba a ser una noche muy larga.
 
Ness: Le están saliendo los dientes -murmuró cuando Zac entró con el niño en la habitación. Encendió la luz de la mesita de noche y le sonrió, consciente de que todos iban a necesitar el máximo apoyo posible en las próximas horas-. Le daré de comer, puede que eso ayude en algo.
 
Zac: Venga, hombrecito, vamos con mamá -lo colocó en los brazos de Vanessa, y el llanto se fue apagando hasta que desapareció del todo cuando el niño empezó a mamar-. Voy a por una copa de coñac, ¿quieres algo?
 
Ness: No. Espera, sí, un zumo de lo que sea.
 
Una vez sola, Vanessa aguantó al niño con un brazo mientras con el otro se colocaba bien las almohadas a su espalda. La escena parecía completamente normal, como la de cualquier otra noche. A veces, Michael estaba nervioso y ella tan cansada que sólo quería dormir, pero otras veces disfrutaba y atesoraba en su memoria aquellas horas en medio de la noche.

Momentos así eran los que Zac y ella recordarían en el futuro, momentos como los primeros pasos del niño, el primer día de escuela o la primera vez que fuera en una bicicleta de dos ruedas. En el futuro mirarían atrás, y recordarían cómo se habían paseado de un lado a otro de la habitación, adormilados. Nada podría cambiar eso.

En ese momento, ambos necesitaban la normalidad que desprendía aquella escena, y la tendrían aunque sólo fuera por unas cuantas horas.

Cuando Zac volvió a la habitación, puso el vaso de zumo en la mesita que había junto a ella, pero Vanessa sonrió y le agarró el brazo.
 
Ness: ¿Puedo oler tu coñac?
 
Divertido, él le acercó la copa y dejó que inhalara el aroma del licor.
 
Zac: ¿Tienes bastante?
 
Ness: Gracias, siempre he pensado que no hay nada como el sabor de un coñac por la noche -levantó su vaso de zumo, y brindó con su copa-. Chinchín -esperaba que él se metiera en la cama, pero al ver que iba hacia la ventana, no supo qué pensar-. Zac...
 
Zac: ¿Qué?
 
Ness: Me gustaría hacer un trato contigo. Tú me cuentas lo que estás pensando y me preguntas lo que quieras, y yo te contesto con sinceridad. Después yo tendré mi turno, y también te preguntaré algo.
 
Zac: ¿No has contestado a bastantes preguntas por una noche?
 
Así que era eso. Vanessa dejó su vaso a un lado antes de cambiarse de pecho a Michael, y dijo:
 
Ness: Te han afectado las cosas que le he contado a Quartermain, ¿verdad?
 
Zac: ¿Creías que iba a quedarme tan tranquilo?
 
Zac se volvió de golpe, y el coñac estuvo a punto de derramarse. Vanessa permaneció en silencio mientras él se bebía la mitad de la copa y empezaba a pasearse de un lado a otro de la habitación.
 
Ness: Siento que tuviera que salir a la luz así, yo también habría preferido otra forma.
 
Zac: No es cuestión de que saliera o no a la luz -espetó con brusquedad. Se bebió otro trago de coñac, pero la bebida no consiguió calmarlo-. Dios, me está matando pensar en ello, imaginármelo. Tengo miedo de tocarte, de que lo recuerdes por mi culpa.
 
Ness: Zac, me has dicho desde el principio que eso está en el pasado, que ahora las cosas son diferentes, y es verdad. Tenías razón al decir que te comparaba con Tony, pero a lo mejor no entiendes que eso me ayudó a darme cuenta de que las cosas podían cambiar.
 
Zac la miró por un segundo, pero fue suficiente para que ella se diera cuenta de que aquellas palabras no habían bastado.
 
Zac: Sí, las cosas son distintas, pero no puedo entender por qué no odias a cualquier hombre que te toque siquiera -dijo de pie en la sombra-.
 
Tenía las manos metidas en los bolsillos de su bata, fuertemente apretadas en puños.
 
Ness: Hubo una época en la que no habría permitido que ningún hombre se me acercara, pero pude empezar a poner las cosas en perspectiva mediante terapia, escuchando a otras mujeres que habían superado situaciones parecidas. Cuando tú me tocas, cuando me abrazas, no recuerdo nada de todo aquello, sino que siento lo que siempre quise sentir por el hombre que fuera mi marido.
 
Zac: Si estuviera vivo, querría matarlo -dijo sin ninguna inflexión en la voz-. Me da rabia que ya esté muerto.
 
Ness: No te atormentes así -alargó una mano hacia él, pero Zac sacudió la cabeza y volvió junto a la ventana-. Estaba enfermo, pero yo no lo sabía en aquel entonces, y al quedarme lo único que conseguí fue prolongarlo todo.
 
Zac: Tenías miedo, no tenías adónde ir.
 
Ness: Eso no basta. Podría haber recurrido a Geoffrey, sabía que él me ayudaría, pero no lo hice porque estaba sujeta allí por mi propia vergüenza y por mis inseguridades. El niño fue lo que me empujó a tomar la decisión de irme, y entonces empecé a recuperarme, pero encontrarte fue la mejor medicina de todas, porque conseguiste que volviera a sentirme como una mujer.
 
Zac permaneció en silencio mientras ella buscaba las palabras con las que poder explicarse.
 
Ness: Zac, ninguno de los dos podemos cambiar lo que pasó... no dejes que el pasado afecte a lo que tenemos ahora.
 
Más calmado, él agitó el coñac en la copa mientras miraba por la ventana.
 
Zac: Cuando esta tarde en la galería dijiste que ibas a ir a ver a un abogado, pensé que querías el divorcio y sentí que mi mundo se derrumbaba.
 
Ness: Pero yo nunca... ¿de verdad sentiste eso?
 
Zac: Allí estabas tú, de pie debajo de tu retrato, y no pude imaginarme lo que haría si me dejabas. Puede que yo haya cambiado tu vida, ángel, pero no más de lo que tú has cambiado la mía.
 
Aquello hizo que Vanessa pensara en Pigmalión. Sin embargo, si Zac estaba enamorado de la imagen, era posible que al final acabara amando a la mujer.
 
Ness: Zac, no voy a dejarte. Te quiero, Michael y tú sois toda mi vida.
 
Él se acercó a ella, se sentó en el borde de la cama y la tomó de la mano.
 
Zac: Nunca dejaré que nadie os haga daño a ninguno de los dos.
 
Vanessa le dio un ligero apretón, y dijo:
 
Ness: Necesito saber que vamos a hacer esto juntos.
 
Zac: Hemos estado juntos en esto desde el primer día -se inclinó hacia delante, y la besó mientras el niño dormitaba entre ellos-. Vanessa, te necesito demasiado.
 
Ness: Eso es imposible.
 
Zac: Deja que lo lleve a la cuna -murmuró-.
 
Zac tomó en brazos al niño, pero en el momento en que se levantó de la cama, Michael empezó a llorar.

Se fueron turnando para pasearlo, acunarlo y masajearle las encías. Cada vez que intentaban acostarlo, el niño se despertaba y empezaba a berrear. Exhausta, Vanessa se apoyó en la baranda de la cuna mientras le acariciaba la espalda. Cada vez que apartaba la mano, el niño gimoteaba.
 
Ness: Creo que lo estamos malcriando -murmuró-.
 
Zac estaba sentado en la mecedora, mirándola con ojos adormilados.
 
Zac: Tenemos derecho a hacerlo. Además, normalmente duerme como un tronco.
 
Ness: Sí, pero lo está pasando mal con los dientes. ¿Por qué no te acuestas?, no tiene sentido que los dos nos quedemos sin dormir.
 
Zac: Me toca a mí -se levantó, y al mirar el reloj se dio cuenta de que ya eran las cinco de la madrugada. Se sentía décadas más viejo de lo que era-. Vete tú a la cama.
 
Ness: No... -empezó a protestar, pero su voz se cortó con un bostezo-. Recuerda que estamos juntos en esto.
 
Zac: Sí, aunque puede que alguno de los dos se caiga redondo.
 
Vanessa se habría reído de haber tenido la energía necesaria.
 
Ness: Creo que será mejor que me siente.
 
Zac: Sabes, a veces me he pasado la noche bebiendo, jugando a las cartas o... ocupado en otras formas de entretenimiento -empezó a darle palmaditas en la espalda al niño mientras Vanessa se desplomaba en la mecedora, y añadió-: pero no puedo recordar haberme sentido nunca como si me acabara de pasar un camión por encima.
 
Ness: Esta es una de las alegrías de ser padres -le dijo, antes de cerrar los ojos-. En realidad nos lo estamos pasando en grande.
 
Zac: Gracias por decírmelo. Creo que se está quedando dormido de verdad.
 
Ness: Eso es porque tienes unas manos prodigiosas -murmuró mientras se iba quedando dormida-, realmente prodigiosas.
 
Milímetro a milímetro, Zac fue apartando la mano de la espalda del niño, con más cuidado que un hombre apartándose de un tigre. Cuando estuvo a medio metro de la cuna estuvo a punto de soltar un suspiro de alivio, pero temeroso de tentar a la suerte, lo contuvo y volvió la vista hacia Vanessa.

Estaba profundamente dormida, y en una posición que debía de ser increíblemente incómoda. Confiando en que sus reservas de energía durarían cinco minutos más, fue hacia ella y la levantó en brazos. Vanessa se acurrucó contra él instintivamente, y mientras la llevaba a su habitación, se despertó lo suficiente para preguntar:
 
Ness: ¿Michael?
 
Zac: Dormido en su cuna -entró en el dormitorio, pero en vez de llevarla a la cama, fue hacia la ventana-. Mira, está saliendo el sol.
 
Vanessa se movió ligeramente y abrió los ojos. Por la ventana se veía el cielo en dirección este, y si se fijaba con atención, podía llegar a distinguir el agua de la bahía, como una niebla en la distancia. El sol pareció vibrar al ascender, y los ecos tiñeron el cielo de rosa, de malva y de oro. Suavemente al principio, con la oscuridad de la noche aún dominando por encima, los colores se fueron extendiendo y haciéndose más intensos. El rosa se convirtió en rojo, vibrante y resplandeciente.
 
Ness: A veces, tus pinturas son así -dijo pensando en voz alta-. Ángulos que cambian y parecen moverse, con los colores intensificándose del centro hacia los extremos -apoyó la cabeza contra su hombro mientras contemplaban el nuevo amanecer, y comentó-: creo que es el amanecer más bonito que he visto en mi vida.
 
La piel de Zac era cálida bajo su mejilla, sus brazos fuertes y sólidos la apretaban contra su cuerpo, y podía sentir el firme latido de su corazón. Los primeros pájaros despertaron y empezaron a cantar, y Vanessa volvió la cabeza hacia la de él. Cuando el amor llegaba con tanta naturalidad, era una tontería cuestionárselo.
 
Ness: Zac, te deseo -posó una mano en su mejilla, y le cubrió la boca con sus labios-. Nunca he deseado a nadie tanto como a ti.
 
Al notar que él vacilaba, entendió sus razones pero se puso manos a la obra para hacer que superara cualquier reticencia. Aquél no era el momento de pensar en el pasado o en el futuro. Dejó que sus labios se suavizaran y se abrieran contra los de él, y deslizó una mano hacia su pelo.
 
Ness: Tenías razón -murmuró-.
 
Zac: ¿Sobre qué?
 
Ness: No pienso en nadie más cuando hacemos el amor.
 
Zac no había querido pedirle nada, pero entonces se dio cuenta de que no había nada que no pudiera pedirle.

Vanessa era increíblemente abierta y generosa, y eso hizo que a él le resultara posible, incluso fácil, dejar atrás aquella parte de su vida que lo enfurecía y le dolía, que no tenía nada que ver con el paraíso al que podían llegar juntos. La llevó a la cama sin apartar la boca de la suya, y cuando se acostó a su lado, ella lo rodeó con los brazos. Por unos segundos, eso fue suficiente.

Con Vanessa podía compartir abrazos matinales, y besos al amanecer después de una larga noche sin dormir. Su rostro estaba pálido de fatiga, y aun así se estremecía en sus brazos. Ella soltó un suave suspiro adormecido, y él lo recogió en su boca mientras las caricias de sus manos la hacían arquearse con movimientos ondulantes y perezosos.

La brisa matinal entraba por la ventana y refrescaba sus cuerpos, y Vanessa abrió la bata de él y la empujó hacia atrás por sus hombros para poder calentarle la piel. Con igual lentitud, Zac le quitó el camisón. Desnudos, yacieron sobre las sábanas arrugadas e hicieron el amor con voluptuosa sensualidad.

Ninguno de los dos llevó la voz cantante, no hacía falta. En la cama su sintonía era total, sin necesidad de palabras ni de peticiones. Las exigencias eran para otros momentos, para las noches en que la pasión era ardiente y frenética. La luz iba adquiriendo el gris de la mañana, mientras saboreaban un deseo exquisitamente sosegado.

Vanessa pensó que quizás el amor que sentía por él se expresaba mejor así, con una naturalidad y una ternura que podían prolongarse mucho más que el fulgor de una llamarada.

Se movieron juntos, y el placer que se dieron el uno al otro brotó en suspiros y murmullos, en vez de en jadeos y en sacudidas estremecidas.

Le acarició la mejilla, y disfrutó de la aspereza de su piel sin afeitar. Aquello era real. El matrimonio era más que la alianza que llevaba en el dedo, más que hacer el amor llenos de deseo y de excitación en medio de la noche. El matrimonio era mantenerse abrazados al amanecer.

Zac habría estado dispuesto a hacer lo que fuera por ella. Por alguna razón, hasta ese momento no se había dado cuenta del verdadero alcance de lo que sentía por aquella mujer. Había reconocido primero el deseo y después el amor, pero en ese momento descubrió y entendió la devoción. Vanessa era suya como ninguna otra mujer podría llegar a serlo nunca, y por primera vez en su vida, quiso ser un héroe.

Cuando sus cuerpos se unieron, la cama estaba bañada por la luz del sol que entraba por la ventana, y más tarde, aún entrelazados, se quedaron dormidos.
 
 
Ness: Sé que estoy haciendo lo correcto. -Aun así, dudó por un segundo cuando salieron del ascensor en el hotel donde se hospedaba Lorraine-. No importa lo que pase, no pienso echarme atrás -agarró la mano de Zac, y se aferró a ella con fuerza. La falta de sueño hacía que tuviera la cabeza extrañamente despejada, y que se sintiera lista para pasar a la acción-. Me alegro muchísimo de que estés aquí conmigo.
 
Zac: Ya te dije que no me gusta que vuelvas a verla, ni que tengas que tratar con ella para nada. Yo puedo ocuparme de esto.
 
Ness: Ya sé que puedes, pero sabes que es algo que necesito hacer por mí misma. Zac...
 
Zac: ¿Qué?
 
Ness: Por favor, intenta controlar tu genio -al ver cómo enarcaba las cejas, soltó una suave carcajada y sintió que la tensión que sentía se aligeraba-. No hace falta que me mires así, sólo quería decir que gritarle a Lorraine no servirá de nada.
 
Zac: Nunca grito, aunque de vez en cuando levanto la voz para que se me entienda bien.
 
Ness: Como ya hemos aclarado eso, supongo que sólo nos queda llamar a la puerta -sintió la familiar sensación de pánico, y luchó por sofocarla mientras daba unos golpecitos en la puerta-.
 
Lorraine abrió al cabo de unos segundos, vestida con un traje chaqueta azul marino que le daba un aspecto imponente y lleno de aplomo.
 
Lorraine: Vanessa -inclinó la cabeza de forma casi imperceptible a modo de saludo, y después se volvió hacia Zac-. Señor Efron, encantada de conocerlo. Vanessa no mencionó que fuera a acompañarla esta tarde.
 
Zac: Todo lo relacionado con Vanessa y con Michael me concierne, señora Eagleton -dijo antes de entrar sin esperar a que la mujer les invitara a hacerlo-.
 
Consciente de que ella nunca habría sido capaz de ser tan enérgica estando sola, Vanessa le siguió.
 
Lorraine: Ya veo que es muy concienzudo al ocuparse de sus asuntos -comentó mientras cerraba la puerta tras ellos-. Pero Vanessa y yo tenemos que hablar sobre algunas cuestiones de familia privadas. Estoy seguro de que lo entiende.
 
Zac: Sí, lo entiendo perfectamente -le devolvió la mirada a la mujer sin pestañear-. Mi mujer y mi hijo son mi familia.
 
La incómoda guerra de voluntades se alargó por unos segundos, pero Lorraine la zanjó al fin con una inclinación de cabeza.
 
Lorraine: Muy bien, si insiste... por favor, siéntense. Pediré café, el servicio en este sitio es bastante pasable.
 
Ness: No se moleste por nosotros -consiguió controlar sus nervios, y se sentó-. No creo que esto dure mucho.
 
Lorraine: Como quieras -se sentó frente a ellos-. Mi marido hubiera querido estar aquí, pero no ha podido por cuestiones de negocios. Yo hablo en nombre de los dos -tras dejar aquello claro, puso las manos en los brazos de su silla-. Me limitaré a repetir lo que ya he dicho antes. Voy a llevarme al hijo de Tony a Boston, para criarlo como debe ser.
 
Ness: Y yo voy a repetirle que no voy a dejar que lo haga -en un último intento de razonar con ella, se inclinó hacia delante y dijo-: es un niño, no un objeto. Tiene un buen hogar, unos padres que lo quieren, y está sano y fuerte. Debería alegrarse de que sea así. Si quiere, podemos hablar de un régimen de visitas razonable...
 
Lorraine: Por supuesto que sí, del tuyo -la interrumpió-. Y si puedo, me aseguraré de que puedas ver al niño en contadas ocasiones -apartó la vista de Vanessa sin más, y miró a Zac-. Señor Efron estoy segura de que no querrá criar al hijo de otro hombre. No es de su sangre, y sólo tiene su nombre porque, por alguna razón, se ha casado con su madre.
 
Zac sacó un cigarro, y lo encendió lentamente. Vanessa le había pedido que intentara controlar su genio, y aunque sabía que no podría hacerlo, no quería perder los estribos tan pronto. Se limitó a decir:
 
Zac: Está muy equivocada.
 
La mujer soltó un suspiro de forma casi indulgente.
 
Lorraine: Supongo que está enamorado de Vanessa, mi hijo también lo estaba.
 
El primer eslabón de la cadena que sujetaba el genio de Zac se partió en dos, y la furia que lo inundó se reflejó claramente en sus ojos y en el tono preciso y gélido de sus palabras.
 
Zac: No se atreva a comparar nunca mis sentimientos por Vanessa con los de su hijo.
 
Lorraine palideció un poco, pero consiguió hablar con voz calmada.
 
Lorraine: No tengo ni idea de lo que ella le habrá contado...
 
Ness: Toda la verdad -antes de que Zac pudiera hablar o moverse, le puso una mano en el brazo y continuó diciendo-: le he contado lo que usted ha sabido desde siempre, que Tony estaba enfermo, que era emocionalmente inestable.
 
Lorraine se levantó con movimientos deliberados de la silla. Su cara estaba ruborizada y tensa, pero habló con el mismo tono tranquilo de antes.
 
Lorraine: No pienso escuchar ninguna calumnia sobre mi hijo.
 
Ness: Pues va a tener que escucharme, aunque no lo hizo cuando yo necesitaba ayuda desesperadamente, cuando Tony pedía auxilio de la única forma que sabía -apretó los dedos en el brazo de Zac, pero no se echó atrás-. Era un alcohólico, estaba deshecho emocionalmente, y decidió abusar de alguien más débil que él. Usted sabía que me maltrataba, vio las magulladuras y los moratones, pero decidió ignorarlos o poner excusas; sabía que había otras mujeres, pero con su silencio, le dio su aprobación.
 
Lorraine: Lo que pasara entre Tony y tú no era de mi incumbencia.
 
Ness: Esa es una postura que queda para tu conciencia, pero te advierto que si abres la caja de los truenos, no podrás contener lo que salga, Lorraine.
 
La mujer volvió a sentarse al oír el tono de voz de Vanessa, y por el hecho de que se había atrevido a tutearla. Era perfectamente consciente de que ese pequeño cambio las convertía en iguales, y fue entonces cuando se dio cuenta de que no estaba ante la mujer atemorizada y fácilmente manipulable a la que había conocido un año atrás.
 
Lorraine: Las amenazas de alguien como tú no me preocupan. Se decidirá en un juzgado si una descarada sin moral puede tener la custodia de un Eagleton, o si va a criarse en un ambiente donde puede recibir una buena educación.
 
Zac: Si vuelve a hablar así de mi mujer, va a tener que enfrentarse a algo más que unas simples amenazas... -soltó una larga bocanada de humo, y añadió-: señora Eagleton.
 
Ness: No importa. -Le dio un ligero apretón en la mano, consciente de que él estaba a punto de perder el control-. Ya no puedes intimidarme, Lorraine, y no vas a hacer que te suplique. Sabes perfectamente bien que siempre le fui fiel a Tony.
 
Lorraine: Lo que sé es que Tony no creía que fuera así.
 
Zac: Entonces, ¿cómo sabe quién es el padre del niño?
 
Las palabras de Zac fueron seguidas por un silencio absoluto. Vanessa empezó a decir algo, pero se detuvo al ver la advertencia en los ojos de él. El rostro de Lorraine volvió a sonrojarse, y finalmente pudo decir:
 
Lorraine: Ella no se habría atrevido a...
 
Zac: ¿No? Vaya, qué raro. Usted piensa probar que Vanessa le fue infiel a su hijo, pero ahora está diciendo que no pudo serlo. En cualquiera de los dos casos, lo va a tener complicado. Si ella hubiera tenido una aventura con alguien... conmigo, por ejemplo... -sonrió, y apagó el cigarro-. ¿No se ha preguntado por qué nos casamos tan rápido?, ¿por qué acepto al hijo de otro hombre, tal y como usted ha comentado? -se detuvo unos segundos para que la idea arraigara, y finalmente añadió-: si Vanessa le fue infiel a su hijo, el niño podría ser de cualquiera, pero si no lo fue, usted se queda sin base para intentar quitarle la custodia.
 
Los dedos de Lorraine se tensaron sobre el brazo de su silla, y tuvo que obligarse a relajarlos.
 
Lorraine: Mi marido y yo vamos a exigir que se hagan pruebas para determinar la paternidad del niño, no estoy dispuesta a admitir a un bastardo en mi casa.
 
Ness: Ten cuidado -dijo tan suavemente que las palabras parecieron vibrar en el aire-. Ten mucho cuidado, Lorraine. Sé que Michael no te importa lo más mínimo como persona.
 
Lorraine tuvo que luchar por mantener la calma.
 
Lorraine: El hijo de Tony es muy importante para mí.
 
Ness: No me has preguntado ni una sola vez por él, no has pedido una foto o un informe médico. Ni siquiera lo has llamado por su nombre. Si hubiera visto en ti la más mínima muestra de afecto por el niño, no estaría tan segura de lo que voy a decirte -no tuvo que esforzarse por mostrarse fuerte, ya que el valor y la decisión llegaron con total naturalidad-. Puedes iniciar los trámites del pleito por la custodia cuando te venga en gana, Zac y yo ya se lo hemos notificado a nuestro abogado. Vamos a enfrentarnos a ti, y vamos a ganar. Y mientras tanto, le contaré a la prensa cómo fue mi vida con los Eagleton de Boston.
 
Las uñas de Lorraine se clavaron en el brazo del sofá.
 
Lorraine: No serías capaz de hacerlo, no tienes el valor suficiente.
 
Ness: Tengo más que de sobra cuando se trata de proteger a mi hijo.
 
Lorraine vio la determinación serena e inquebrantable en sus ojos, y logró decir:
 
Lorraine: Aunque lo hicieras, nadie te creería.
 
Ness: Yo creo que sí, la gente sabe distinguir la verdad.
 
Con el rostro tenso, Lorraine se volvió hacia Zac.
 
Lorraine: ¿Tiene idea de lo mucho que ese tipo de habladurías puede perjudicar a su familia?, ¿quiere arriesgar la reputación de sus padres y la suya propia por una mujer y un niño que ni siquiera es de su sangre?
 
Zac: Mi reputación puede soportar eso y más, y la verdad es que mis padres están deseando enfrentarse a usted -dijo con un claro desafío en su voz-. Puede que Michael no tenga mi sangre, pero es mío.
 
Ness: Lorraine -esperó a que la mujer se volviera hacia ella, y cuando estuvieron de nuevo cara a cara, le dijo-: siento que perdieras a tu hijo, pero no voy a dejar que lo reemplaces con el mío. Pagaré el precio que haga falta para proteger a Michael, y a ti también te va a salir muy caro.
 
Zac la tomó del brazo, y ambos se levantaron.
 
Zac: Su abogado puede ponerse en contacto con nosotros cuando decida lo que va a hacer. No se olvide de que ya no está tratando con una mujer sola y embarazada, señora Eagleton. Ahora está enfrentándose a la familia Efron.
 
En cuanto salieron al pasillo y la puerta se cerró tras ellos, Zac la apretó contra su pecho. Al notar que temblaba, la abrazó con más fuerza y le dijo:
 
Zac: Has estado fantástica -depositó un beso en su pelo, antes de apartarse ligeramente para mirarla-. Ángel, has estado realmente increíble, la has dejado con la boca abierta.
 
Vanessa se sonrojó, orgullosa y satisfecha.
 
Ness: No ha sido tan terrible como esperaba -dijo con un suspiro, mientras iban hacia el ascensor con las manos entrelazadas-. En el pasado le tenía un miedo enorme y no me atrevía ni a decir dos palabras delante de ella, pero ahora puedo verla como lo que es, una mujer sola atrapada por lo que cree que representa el honor de su familia.
 
Zac soltó una breve carcajada sin humor justo cuando las puertas del ascensor empezaron a abrirse. 
 
Zac: El honor no tiene nada que ver con todo esto.
 
Ness: No, pero así es como lo ve ella.
 
Zac: ¿Qué te parece si nos olvidamos de Lorraine Eagleton por el resto del día? -sugirió al apretar el botón de la planta baja-. Bueno, muy pronto nos olvidaremos de ella completamente, pero hay un pequeño restaurante a varias manzanas de aquí bastante animado, y muy caro.
 
Ness: Es demasiado pronto para cenar.
 
Zac: ¿Quién ha hablado de cenar? -la rodeó por la cintura con un brazo mientras salían al vestíbulo, y añadió-: vamos a sentarnos en una mesa con vistas a la bahía, y yo voy a ver cómo todo el mundo se queda mirando a mi despampanante esposa mientras nos bebemos una botella de champán.
 
Al oír aquellas palabras, Vanessa sintió una tremenda oleada de amor por aquel hombre, y se quedó sin aliento cuando él le besó la mano.
 
Ness: ¿No crees que deberíamos esperar a que Lorraine nos comunique su decisión antes de celebrarlo?
 
Zac: También lo celebraremos cuando lo haga, pero ahora quiero brindar por un ángel que ha sacado las uñas.
 
Ella se echó a reír, y juntos salieron a la calle.
 
Ness: Bueno, la verdad es que...
 
Zac: ¿Qué?
 
Ella levantó los ojos hacia él, y admitió:
 
Ness: Que me encantaría volver a hacerlo.
 
Zac: Parece que voy a tener que andarme con cuidado a partir de ahora.
 
Ness: Probablemente -aunque estaba eufórica por su victoria, seguía siendo práctica, así que comentó-: no debería beber champán, Michael...
 
Zac la besó, y le hizo un gesto al portero para que le llevaran su coche.




🎂¡FELIZ CUMPLE AMY!🎂
¡Que pases un muy feliz día!😏

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Graciaaaaaaas :)

Me superencanto el capi xd

Amy

Lu dijo...

Me encanto!!
Por fin Ness se va a enfrentar a esa señora y defiende a su familia!!

Sube pronto :)

Publicar un comentario

Perfil