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viernes, 27 de septiembre de 2019

Capítulo 2


A las 19.25 del 22 de julio, la agente Sarah Parker terminó el informe in situ sobre un topetazo sin importancia en el aparcamiento del centro comercial DownEast.

No había habido lesiones y los daños eran mínimos, pero el conductor del Lexus se había puesto bastante agresivo con el trío de universitarias del Mustang descapotable.

Aunque estaba claro que la culpa era del Mustang -la sollozante conductora de veinte años lo había reconocido- por salir de la plaza de aparcamiento marcha atrás y sin mirar, el pez gordo del Lexus y su abochornada cita habían bebido -también estaba claro- unas cuantas copas de más.

Sarah dejó que su compañero se encargara del Lexus, pues sabía que Brad recurriría al viejo tópico de las mujeres al volante. No se lo tendría en cuenta, pues también sabía que Brad denunciaría a aquel tipo por conducir bajo los efectos del alcohol.

Ella calmó a las chicas, tomó declaraciones y datos, y puso la multa. Al del Lexus no le sentó bien la denuncia -ni que Brad le pidiera un taxi-, pero su compañero lo gestionó con su habitual «Ya vale».

Cuando la radio crepitó, Sarah aguzó el oído. Los cuatro años que llevaba en el puesto no impedían que se le saltara el corazón cada vez que ocurría eso.

Se acercó a Brad y, por la expresión de su cara, advirtió que él también había aguzado el oído. Volvió la cabeza hacia su micro.
 
Brad: Unidad cuatro-cinco en el lugar de los hechos. Estamos justo en la puerta del cine.
 
Brad abrió el maletero y le arrojó un chaleco.

Con la boca más seca que el desierto, Sarah se lo puso y revisó su arma; nunca la había disparado fuera del campo de tiro.
 
Sarah: Vienen refuerzos, están a tres minutos. Los de operaciones especiales se están movilizando. Madre mía, Brad.
 
Brad: No podemos esperar.
 
Sarah sabía lo que tenían que hacer, estaba entrenada para aquellos casos, aunque en realidad siempre había pensado que no lo necesitaría. «Tirador activo» quería decir que hasta el último segundo contaba.

Corrió junto a Brad hacia las amplias puertas de cristal.

Sarah conocía el centro comercial y se preguntó qué giro del destino los había puesto a ella y a su compañero a segundos de distancia de la entrada del cine.

No se preguntó si volvería a casa para alimentar a su viejo gato o para terminar el libro que había empezado. No podía preguntarse eso.

Localizar, detener, distraer, neutralizar.

Reprodujo la escena mentalmente antes de llegar a las puertas.

El vestíbulo del cine se abre a la zona de tiendas, hay que girar a la derecha hacia la taquilla, avanzar en dirección al puesto de palomitas, doblar a la izquierda hacia el pasillo de las tres salas. El nueve uno uno ha informado de un tirador en la sala uno, la mayor de las tres.

Sarah miró por el cristal, entró y giró a la izquierda mientras Brad viraba a la derecha. Oyó la música ambiental del centro comercial, el ruido sordo de los compradores.

Los dos tipos del puesto de palomitas miraron boquiabiertos al par de policías con las armas desenfundadas. Ambos levantaron las manos de inmediato. El refresco gigante que sujetaba el de la de la izquierda chocó contra el mostrador y salpicó.
 
Brad: ¿Hay alguien más aquí?
 
**: Solo Julie, en el guardarropa.
 
Brad: Id a por ella y salid. ¡Ya! ¡Vamos, vamos!
 
Uno de los chicos se precipitó hacia una puerta situada detrás del mostrador. El otro se puso de pie, con las manos en alto, tartamudeando aún:
 
*: ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?
 
Brad: ¡Largo!
 
Se largó.

Sarah giró a la izquierda, comprobó que la esquina estuviera despejada, vio el cuerpo que yacía boca abajo ante la puerta de la sala uno y el rastro de sangre detrás.
 
Sarah: Tenemos un cuerpo -comunicó a la central, y siguió avanzando-.
 
Despacio, con cuidado. Dejó atrás las risas de la sala a su derecha y se dirigió a los sonidos que presionaban la puerta de la sala uno.

Disparos, gritos.

Intercambió una mirada con Brad y pasó por encima del cuerpo. Su compañero hizo un gesto de asentimiento con la cabeza y Sarah pensó: Allá vamos.

Cuando abrieron las puertas de la sala, los ruidos de la violencia y el miedo inundaron el exterior, y la tenue luz del pasillo se filtró en la oscuridad.

Sarah vio al tirador: varón, chaleco antibalas, casco, gafas de visión nocturna, un rifle de asalto en una mano y una pistola en la otra.

Durante el breve instante que la agente tardó en captar esos detalles, él disparó por la espalda a un hombre que corría hacia la salida lateral.

Luego apuntó con el rifle a las puertas de la sala y abrió fuego.

Sarah se lanzó a cubierto tras la pared del fondo y vio que el impacto que recibía Brad en el chaleco lo arrojaba de espaldas al suelo.

Al pecho no, se dijo a sí misma cuando la invadió la adrenalina, al pecho no, porque, como Brad, el tirador llevaba chaleco.

Inspiró tres veces, rápidamente, salió de su escondite y, asustada, vio que el hombre enfilaba el pasillo en dirección a ella.

Sarah disparó bajo (caderas, entrepierna, piernas y tobillos) y siguió disparando aun cuando el hombre ya estaba en el suelo.

Tuvo que reprimir el impulso de ir a atender a su compañero, se obligó a acercarse al tirador.
 
Sarah: Tirador abatido. -Sin dejar de apuntar al atacante con el arma, le quitó la pistola de la mano y plantó un pie sobre el rifle, que se le había escapado-. Agente abatido. Mi compañero ha recibido un disparo. Necesitamos un médico. Dios, hay múltiples víctimas por arma de fuego. Necesitamos ayuda ya. Necesitamos ayuda.
 
**: Tenemos informes de que hay otro tirador activo, tal vez dos o más, en el área del centro comercial. ¿Confirma la caída de un tirador?
 
Sarah: Ha caído -escudriñó la parte inferior del cuerpo del hombre, aquella masa de sangre-. No va a levantarse.
 
No había terminado de decirlo cuando la respiración áspera y rápida del tirador se detuvo.

Tenía un grano en la barbilla. Sarah se quedó mirándolo hasta que logró levantar la cabeza, hasta que fue capaz de enfrentarse a lo que había hecho el tirador.

Cuerpos desperdigados por el pasillo, desplomados en los asientos, acurrucados en los estrechos huecos entre las filas, donde habían caído o intentado esconderse.

Sarah no olvidaría aquello nunca.

Cuando una brigada irrumpió por las puertas de la sala, ella alzó la mano.
 
Sarah: Agente Parker. El tirador ha sido neutralizado. Mi compañero.
 
Mientras hablaba, Brad tosió, gimió. Sarah hizo ademán de enderezarse desde su posición, acuclillada, pero se mareó un poco y estuvo a punto de caerse.
 
*: ¿Estás herida, Parker?
 
Sarah: No. No, solo... No.

Se recompuso y se acercó a Brad.
 
Brad: La próxima vez que me queje del calor que dan y de lo que pesan estos chalecos, dame una colleja -susurró jadeante-. Joder, cómo duele.
 
Sarah tragó bilis y agarró a Brad de la mano.
 
Sarah: Te habría dolido más sin él.
 
Brad: Lo has abatido, Sarah. Has abatido a ese cabrón.
 
Sarah: Sí. -Tuvo que tragar de nuevo, con esfuerzo, pero asintió-. Creo que es un crío. Y, Brad, no está solo.
 
Entraron más policías y los servicios de emergencias médicas. Mientras nuevas unidades policiales irrumpían a toda prisa por las demás puertas del centro comercial en busca del otro tirador (o tiradores), Sarah y Brad fueron a comprobar que los baños, el almacén y el guardarropa del cine estuvieran despejados.
 
Sarah: Necesitas atención médica -dijo a su compañero cuando se acercaban al baño de señoras-.
 
Brad: Iré más tarde. La que llamó al nueve uno uno.

Señaló la puerta del baño con la cabeza.

Sarah la abrió de golpe, barrió la estancia con el arma y atisbó su propia cara en los espejos de encima del lavabo. Su palidez era enfermiza, pero ese tono era mejor que el gris que asomaba a la piel marrón oscuro de Brad.
 
Sarah: Somos de la policía -gritó-. ¿Vanessa Hudgens? Somos policías.
 
La única respuesta fue el silencio.
 
Brad: Tal vez haya salido.
 
Todas las puertas de los cubículos se hallaban abiertas, aunque una de ellas apenas una rendija.
 
Sarah: Vanessa -repitió mientras caminaba hacia ella-, soy la agente Parker de la policía de Rockpoint. Ya estás a salvo. -Abrió la puerta y vio a la muchacha en cuclillas encima del inodoro y con las manos apretadas contra los oídos-. Vanessa -se agachó y le puso una mano en la rodilla-. Ya pasó todo, estás bien.

Ness: Están gritando. Los está matando. A Miley, a Ash, a mi madre, a mi hermana.
 
Sarah: Ya ha llegado ayuda. Las encontraremos. Vamos a sacarte de aquí, ¿vale? Has sido muy inteligente. Esta noche, al pedir ayuda, has salvado vidas, Vanessa.
 
La chica levantó la vista; sus ojos castaños llenos de lágrimas y miedo.
 
Ness: Me he quedado sin batería. Se me olvidó cargar el móvil y se ha quedado sin batería. Así que me he escondido aquí.
 
Sarah: Está bien, no pasa nada. Ahora ven conmigo. Soy la agente Parker. Este es el agente Tompson.
 
Ness: El hombre, el hombre ha salido corriendo y se ha caído. La sangre. He visto... He... Miley y Ash están en la sala. Mi madre y mi hermana están de compras.
 
Sarah: Las encontraremos. -Le pasó un brazo por los hombros y la ayudó a bajar del inodoro y a salir del cubículo-. Tú te irás con el agente Tompson, y yo iré a buscar a tu madre, a tu hermana y a tus amigas.
 
Brad: Sarah.
 
Sarah: Estás herido, Brad. Llévate a la niña. Haz que la vea un médico.
 
Sarah acompañó a la chica por el pasillo hasta dejar atrás las salas de cine. El informe de la situación transmitido por radio indicaba que habían caído otros dos tiradores. La agente esperaba que no hubiera más, pero tenía que asegurarse.

No obstante, cuando Brad se hizo cargo de Vanessa y la guio hacia las puertas de cristal y las luces destellantes de los coches de policía y las ambulancias, la chica se detuvo y miró a Sarah directamente a los ojos.
 
Ness: Jessica y Natalie Hudgens. Ashley Tisdale y Miley Cyrus. Tiene que encontrarlas. Por favor. Por favor, encuéntrelas.
 
Sarah: Entendido. Me ocuparé de ello.
 
Sarah echó a andar en sentido contrario. Ya no oía disparos y, gracias a Dios, habían apagado el hilo musical. Su radio crujía informando de zonas despejadas y de peticiones de ayuda médica.

Dejó de caminar y contempló aquel centro comercial al que había ido de compras, a pasear y a comer desde que tenía memoria.

Conmocionada, pensó que tardarían en recoger los cadáveres, en atender y trasladar a los heridos y en tomar declaración a los que habían salido ilesos... ilesos físicamente, se corrigió. Dudaba que nadie que sobreviviera a aquella noche fuera a salir indemne.

Para entonces los paramédicos entraban en tropel, pero había muchísimas personas a las que ya no podían ayudar.

Una mujer con el brazo ensangrentado mecía en su regazo a un hombre al que ya era imposible ayudar. Había un chico con una camiseta de los Red Sox tumbado boca abajo, y Sarah atisbó materia gris en la herida que presentaba en la cabeza. Una chica de poco más de veinte años se hallaba sentada en el suelo delante de Starbucks, llorando y con el delantal salpicado de sangre.

Vio una zapatilla pequeña, rosa, y aunque rezó por que la niña que la había perdido estuviera a salvo, se le encogió el corazón.

También vio a un joven -no debía de tener mucho más de veinte años- que salía tambaleándose de GameStop. Llevaba las gruesas gafas torcidas sobre unos ojos de mirada tan aturdida como la de un sonámbulo.
 
Chad: ¿Se ha acabado? ¿Se ha acabado?
 
Sarah: ¿Estás herido?
 
Chad: No. Me he dado un golpe en el codo. Yo... -Aquella mirada revoloteó sobre ella y después sobre los que sangraban, sobre los muertos-. Dios mío, Dios mío. En la... en la trastienda. Tengo gente en la trastienda. Como nos dijeron que hiciéramos si... Están en la trastienda.
 
Sarah: Espera un minuto -se dio la vuelta para usar la radio, para preguntar si podía guiar a un grupo hasta el exterior y hasta qué punto de control-. ¿Cómo te llamas? -preguntó al chico-.
 
Chad: Chad Danford. Soy más o menos el encargado del turno esta noche.
 
Sarah: Bien, Chad, lo has hecho bien. Ahora vamos a sacar a esa gente. Fuera hay policías que os tomarán declaración, pero antes hay que sacaros a todos de aquí.
 
Chad: Tengo un amigo. Zac, Zac Efron. Trabaja en el restaurante Mangia. ¿Puede encontrarlo?
 
Sarah: Lo encontraré.
 
Sarah lo añadió a su lista.
 
Chad: ¿Se ha acabado? -preguntó de nuevo-.
 
Sarah: Sí -contestó aun a sabiendas de que era mentira-.

Para los afectados por la violencia de ese día, aquello no acabaría nunca.
 
 
Zac llevaba a Brady en la cadera cuando vio a algunos compañeros del Mangia. Varios estaban sentados en la acera, abrazados unos a otros. Rosie, todavía ataviada con el delantal de cocinera, se tapaba la cara con las manos.
 
«Cómete esa pasta -le decía siempre-. Engorda un poco, flacucho.»
 
Zac: Estás bien, estás bien -cerró los ojos al tiempo que se agachaba hacia ella-.

La mujer se levantó de un salto y lo abrazó.
 
Rosie: No estás herido.
 
Rosie le sujetó la cara entre las manos y el chico negó con la cabeza.
 
Zac: ¿Están todos bien?
 
Rosie dejó escapar un sonido como algo que se desgarra.
 
Rosie: Ha entrado y... -se interrumpió al fijarse en el niño que sostenía Zac-. Luego lo hablamos. ¿Quién es este chico tan guapo?
 
Zac: Este es Brady. -No todos estaban bien, se dijo-. Hemos... Bueno, hemos pasado un rato juntos. Tengo que ayudarlo a encontrar a su madre.
 
Y llamar a la suya, pensó Zac. Le había enviado un mensaje desde dentro para decirle que estaba bien, que no se preocupara. Pero tenía que llamar a casa.
 
Brady: Han venido los buenos. Me lo ha dicho Zac.
 
Rosie: Sí, están aquí.
 
Rosie forzó una sonrisa empapada de lágrimas.
 
Brady: Quiero a mi mamá.
 
Zac: Voy a pedir ayuda a uno de los policías -se irguió de nuevo y se acercó a una policía, pensó que Brady quizá aceptara ir con una mujer-. ¿Agente? ¿Puede ayudarme? Este es Brady, y no encuentra a su madre.
 
Sarah: Hola, Brady. ¿Cómo se llama tu madre?

Brady: Mami.
 
Sarah: ¿Cómo la llama tu papá?
 
Brady: Cariño.
 
Sarah sonrió.
 
Sarah: Seguro que tiene otro nombre.
 
Brady: Lisa Cariño.
 
Sarah: Vale, ¿y cuál es tu nombre completo?
 
Brady: Soy Brady Michael Foster. Tengo cuatro años. Mi papá es bombero y tengo un perro que se llama Mac.
 
Sarah: Bombero, ¿y cómo se llama él?
 
Brady: Michael Cariño.
 
Sarah: Vale. Espera un segundo.
 
Los bomberos habían sido de los primeros en llegar a la zona, así que Sarah localizó a uno.
 
Sarah: Necesito a un tal Michael Foster. Tengo a su hijo.
 
*: Foster es uno de los míos. ¿Tienes a Brady? ¿Está herido?

Sarah: No.
 
*: Su madre va de camino al hospital. Dos disparos en la espalda, ¡no me jodas! Foster está buscando al crío. No sabía que estaban aquí hasta que nuestros paramédicos han encontrado a Lisa. -Se pasó las manos por la cara-. No sé si sobrevivirá. Aquí viene Foster.

Sarah vio al hombre, que se abrió paso a toda velocidad por la multitud conmocionada. Era de constitución compacta y tenía el cabello castaño y muy corto. Su cuerpo subió, bajó y finalmente cambió de dirección para correr hacia su hijo.

En los brazos de Zac, Brady soltó un chillido.
 
Brady: ¡Papá!
 
Michael cogió a su hijo, lo abrazó, lo llenó de besos, en la cabeza, en la cara.
 
Michael: Brady, gracias a Dios, gracias a Dios. ¿Estás herido? ¿Te han hecho daño?
 
Brady: Mamá se ha caído y no la encontraba. Zac me ha encontrado y me ha dicho que teníamos que estar muy callados y esperar a los buenos. Me he quedado muy callado, como me ha dicho, incluso cuando me ha metido en el armario.
 
A Michael se le llenaron los ojos de lágrimas cuando miró a Zac.
 
Michael: ¿Tú eres Zac?
 
Zac: Sí, señor.
 
Michael alargó una mano de inmediato y tomó la de Zac.
 
Michael: Nunca podré agradecértelo lo suficiente. Tengo cosas que decirte, pero... -Se interrumpió cuando la cabeza se le despejó lo suficiente para fijarse en la sangre de los pantalones y los zapatos de Zac-. Estás herido.
 
Zac: No. No creo... No es mía. No es...

Se quedó sin palabras.
 
Michael: Vale. Está bien, Zac. Escucha, tengo que sacar a Brady de aquí. ¿Necesitas ayuda?
 
Zac: Tengo que encontrar a Chad. No sé si está bien. Tengo que encontrarlo.
 
Michael: Espera.
 
Michael se colocó a Brady en la cadera y sacó su radio.
 
Brady: Quiero a mamá.
 
Michael: Claro, campeón, pero vamos a ayudar a Zac.
 
Mientras Michael hablaba por la radio, Zac miró alrededor. Había muchísimas luces, todo era brillante y borroso. Demasiado ruido. Palabras, gritos, lloros. Vio a un hombre que gemía, que sangraba, tumbado en una camilla que cargaban en una ambulancia. Una mujer con un solo zapato y un lento reguero de sangre que se deslizaba por su mejilla caminaba en círculos cojeando y llamando a Judy, hasta que alguien de uniforme se la llevó.

Había una chica con una larga coleta negra sentada en la acera hablando con un agente de policía. La muchacha no paraba de negar con la cabeza, y sus ojos -del color de un tigre- brillaban bajo las luces, que giraban como remolinos.

Zac vio furgonetas de la televisión y más luces brillantes detrás de la cinta policial amarilla. La gente se agolpaba detrás del precinto; algunos repetían nombres a gritos.

Y de pronto, como un mazazo, cayó en la cuenta: algunos de los nombres que gritaban nunca responderían.

Comenzó a temblar de dentro hacia fuera. Tripas, entrañas, corazón. Empezaron a zumbarle los oídos y se le nubló la vista.
 
Michael: Eh, Zac, ¿por qué no te sientas un minuto? Voy a preguntar por tu amigo.
 
Zac: No, tengo que... -Vio que Chad salía con un grupo de gente, escoltado por policías-. Dios. Dios. ¡Chad!
 
Gritó su nombre, igual que una de las personas situadas detrás del precinto policial, y echó a correr.
 

En la acera, Vanessa esperaba a sentir las piernas de nuevo. A volver a sentirlo todo. Se le había adormecido el organismo, como si le hubieran inyectado una dosis de cuerpo entero de novocaína.
 
Sarah: Tu madre y tu hermana están bien.
 
Oyó las palabras de la agente Parker, intentó sentirlas.
 
Ness: ¿Dónde están? ¿Dónde están?
 
Sarah: Van a sacarlas pronto. Tu madre tiene unas cuantas heridas leves. Leves, Vanessa. Está bien. Se han metido en una tienda, se han puesto a salvo. Tu madre presenta algunos cortes por los cristales que han volado por los aires y se ha dado un golpe en la cabeza. Pero está bien, ¿de acuerdo?
 
Vanessa solo podía negar con la cabeza.
 
Ness: Mamá se ha dado un golpe en la cabeza.
 
Sarah: Pero se pondrá bien. Se han puesto a salvo y saldrán pronto.
 
Ness: Ash, Miley.
 
Lo supo, lo supo por la forma en que la agente Parker le rodeó los hombros con un brazo. En realidad no sintió el brazo, solo su peso.

El peso.
 
Sarah: Ash está de camino al hospital. Van a cuidar muy bien de ella, harán todo lo que puedan.
 
Ness: Ash. ¿Él le ha disparado? -Su voz se agudizó, le hirió sus propios oídos-. ¿Le ha disparado?
 
Sarah: Va al hospital, allí la están esperando para cuidar de ella.
 
Ness: Tenía que hacer pis. Yo no estaba. Tenía que hacer pis. Miley sí estaba. ¿Dónde está Miley?
 
Sarah: Tenemos que esperar hasta que salgan todos, hasta que identifiquen a todo el mundo.
 
Vanessa seguía negando con la cabeza.
 
Ness: No, no, no. Estaban sentadas juntas. Yo tenía que hacer pis. Ha disparado a Ash. Él le ha disparado. Miley. Estaban juntas.
 
Miró a Sarah y lo supo. Y saberlo hizo que sintiera de nuevo. Que lo sintiera todo.
 
Zac envolvió a Chad en un abrazo de oso y sintió que al menos parte del mundo volvía a estar bien. Se aferraron el uno al otro delante de la chica de la larga coleta negra y los ojos de tigre.

Cuando la muchacha dejó escapar un gemido lastimero y sin palabras, Zac apoyó la cabeza en el hombro de Chad.

Sabía que dentro de aquel lamento había un nombre que nunca volvería a responder.


No consiguieron convencerla de que se fuera a casa. A su alrededor todo estaba confuso y revuelto, pero sabía que se encontraba sentada en una silla de plástico duro de la sala de espera de un hospital. Tenía una Coca-Cola en la mano.

Su hermana y su padre estaban sentados con ella. Natalie se había acurrucado junto a su padre, pero Vanessa no quería que la abrazaran ni que la tocaran.

No sabía cuánto tiempo llevaban esperando. ¿Mucho? ¿Cinco minutos?

Había más personas esperando.

Oía números, números distintos.

Tres tiradores. Ochenta y seis heridos. A veces el número de heridos subía, a veces bajaba.

Treinta y seis muertos. Cincuenta y ocho.

Números cambiantes, siempre cambiantes.

Miley estaba muerta. Eso no cambiaría.

Tenían que esperar en esas sillas duras mientras alguien extraía cristales de la cabeza a su madre y le curaba los cortes de la cara.

Vanessa tenía grabada una imagen de ese rostro, de todas aquellas pequeñas muescas y de la cara pálida, palidísima, bajo el maquillaje. Del pelo rubio de su madre, siempre perfecto, ensangrentado y enredado.

La habían sacado en una de esas camillas con ruedas, con Natalie agarrada a su mano y llorando.

Natalie no estaba herida porque su madre la había empujado hacia la tienda antes de caerse. Después Natalie había tirado de ella para arrastrarla hacia el interior, hasta meterla detrás de un mostrador en el que se exponían camisetas de verano.

Natalie era valiente. Vanessa le diría que era valiente cuando pudiera volver a hablar.

Pero en ese momento debían sacarle los cristales a su madre, y examinarla, porque se había dado un golpe en la cabeza y había perdido el conocimiento durante un par de minutos.

Conmoción cerebral.

Sabía que Natalie quería irse a casa porque su padre no paraba de decirle que su madre iba a ponerse bien y que saldría pronto y se irían a casa.

Pero Vanessa no pensaba marcharse, y no podrían obligarla.

Miley estaba muerta, Ash estaba en el quirófano, y a ella no podrían obligarla.

Sujetaba la lata de Coca-Cola con ambas manos para que su padre no volviera a agarrárselas. No quería que nadie la cogiera de la mano ni la abrazara. Todavía no. Tal vez nunca más.

Solo necesitaba esperar en la silla de plástico duro.

El médico salió primero, y su padre se puso de pie enseguida.

Papá es muy alto, pensó Vanessa con aire distraído, muy alto y muy guapo. Seguía llevando el traje y la corbata del trabajo, porque acababa de volver a casa tras una cena de negocios cuando puso las noticias.

Entonces cogió el coche y se fue directo al centro comercial.

El médico dio instrucciones a su padre. Conmoción leve, algunos puntos.

Cuando salió su madre, Vanessa se levantó tambaleante. Hasta entonces no había entendido que la asustaba que en realidad su madre no estuviera bien.

Su madre estaría como Ash, o peor, como Miley.

Pero su madre entró en la sala de espera. Llevaba aquellas vendas raras en un par de sitios de la cara, pero ya no tenía el aspecto pálido, palidísimo, de antes. El aspecto que Vanessa imaginaba que tenían los muertos.

Natalie se levantó de un salto y rodeó a su madre con los brazos.

Jess: Aquí está mi niña valiente -murmuró-. Mis niñas valientes -dijo al tiempo que tendía una mano a Vanessa-.

Y por fin Vanessa quiso que la tocaran, abrazar y que la abrazaran.

Con Natalie en medio, Vanessa estrechó a su madre entre sus brazos.
 
Jess: Estoy bien, es solo un golpe en la cabeza. Llevémonos a las niñas a casa, David.
 
Vanessa oyó las lágrimas en la voz de su madre y se aferró a ella con más fuerza durante un instante más. Y cerró los ojos cuando su padre las abrazó a las tres.
 
David: Iré por el coche.
 
Vanessa se apartó.
 
Ness: Yo no me voy. No voy a irme a casa ahora.
 
Jess: Cariño...
 
Pero Vanessa negó con la cabeza de forma implacable y se alejó un paso más del rostro agotado de su madre, con sus cortes y sus vendas.
 
Ness: No me voy. Ash... Están operando a Ash. No me voy.
 
Jess: Cariño -volvió a intentar-, aquí no puedes hacer nada, y...
 
Ness: Puedo estar aquí.
 
David: Nat, ¿recuerdas dónde hemos aparcado el coche?
 
Nat: Sí, papá, pero...
 
David: Acompaña a mamá. -Pasó la llave a Natalie-. Id las dos al coche y dadnos un minuto a Vanessa y a mí.
 
Jess: David, las niñas necesitan estar en casa. Tienen que salir de aquí.
 
David: Id al coche -repitió mientras Vanessa volvía a sentarse con los brazos cruzados, una imagen de tristeza desafiante-.
 
Dio un beso en la mejilla a su esposa, murmuró algo y luego fue a sentarse junto a Vanessa.
 
David: Sé que tienes miedo. Todos lo tenemos.
 
Ness: Tú no estabas allí.
 
David: Ya, lo sé. -La joven captó la tristeza de la voz de su padre pero hizo caso omiso. La rechazó-. Vanessa, siento muchísimo lo de Miley. Siento muchísimo lo de Ash. Te prometo que pediremos información sobre Ash desde casa y que mañana te traeré a verla. Pero tu madre necesita irse a casa, y Natalie también.
 
Ness: Llévalas.
 
David: No puedo dejarte aquí.
 
Ness: Tengo que quedarme. Las he dejado solas. Las he dejado solas.
 
David la atrajo hacia sí. Vanessa se resistió, trató de zafarse, pero su padre era más fuerte y la abrazó hasta que se derrumbó.
 
David: Siento muchísimo lo de Miley y Ash -repitió-. Y estaré agradecido durante el resto de mi vida por que tú no estuvieras en la sala en ese momento. Ahora tengo que cuidar de tu madre y de tu hermana. Tengo que cuidar de ti.
 
Ness: No puedo dejar sola a Ash. No puedo, no puedo. Por favor, no intentes obligarme.
 
David podría haberla obligado, y a Vanessa le preocupaba que lo hiciera, pero justo cuando se apartaba de su padre, entró CiCi a toda prisa.

La larga melena negra al viento, media docena de collares de cuentas y cristales alrededor del cuello, una falda azul con vuelo y sandalias Doc Martens.

Cogió a Vanessa y la envolvió en sus brazos forjados a base de yoga y en una nube de perfume amelocotonado con un levísimo toque de marihuana.
 
Cici: ¡Gracias a Dios! ¡Ay, mi niña! Gracias a todos los dioses y diosas. ¿Y Jessica? -le preguntó a David en tono apremiante-. ¿Y Natalie?
 
David: Acaban de salir hacia el coche. Jessica tiene un par de golpes y rasguños, nada más. Nat está bien.
 
Ness: CiCi se quedará conmigo -acercó los labios al oído de su abuela-. Por favor, por favor.
 
Cici: Claro que sí. ¿Estás herida? ¿Estás...?
 
Ness: Ha matado a Miley. A Ash... la están operando.
 
Cici: Oh, no -la meció, la acarició y lloró con ella-. Pobres chicas..., pobrecitas.
 
Ness: Papá tiene que llevar a mamá y a Natalie a casa. Yo tengo que esperar aquí. Tengo que esperar a Ash. Por favor.
 
Cici: Claro que sí. Yo me encargo de ella, David. Me quedaré con ella. La llevaré a casa cuando Ash salga del quirófano. Yo me encargo.
 
Vanessa percibió el tono acerado de las palabras de CiCi y supo que su padre había estado a punto de oponerse.
 
David: Muy bien, Vanessa. -Le tomó la cara entre las manos, la besó en la frente-. Llámame si me necesitas. Rezaremos por Ash.
 
Vanessa lo miró alejarse y deslizó una mano entre las de CiCi.
 
Ness: No sé dónde está. ¿Puedes averiguarlo?
 
CiCi Lennon tenía facilidad para lograr que la gente le dijera lo que quería saber, para que hicieran lo que ella pensaba que debían hacer. No tardó mucho en guiar a Vanessa hasta otra sala de espera.

Aquella tenía sillas acolchadas, sofás y bancos, e incluso máquinas expendedoras.

Vanessa vio a los padres de Ash, a su hermana mayor, a su hermano pequeño y a sus abuelos. El padre de Ash fue el primero en verla a ella. Parecía mil años más viejo que cuando habían pasado a recoger a Ash para ir al cine.

El hombre estaba trabajando en el jardín delantero, recordó Vanessa, y les había dicho adiós con la mano.

Se levantó y se acercó a ella con lágrimas en los ojos para abrazarla.
 
*: Me alegro mucho de que no te hayan herido.
 
Su inglés era perfecto y preciso, y olía a hierba recién cortada.
 
Ness: Las he dejado solas. Tenía que ir al baño y las he dejado solas. Entonces...
 
*: Pues me alegro por ello. Señorita Lennon, es muy amable por su parte haber venido.
 
Cici: CiCi -lo corrigió-. Ahora todos somos familia. Nos gustaría esperar con vosotros, enviar a Ash todos nuestros pensamientos y luces de sanación.
 
Al hombre le tembló la barbilla mientras luchaba por mantener la compostura.
 
Cici: Vanessa, tesoro, ¿por qué no vas a sentarte con la madre de Ash? -Pasó un brazo por los hombros del señor Tisdale-. Vamos a dar un paseo.
 
Vanessa fue a sentarse junto a la señora Tisdale. Y cuando esta la agarró de la mano, Vanessa se la sujetó con fuerza.

Sabía que CiCi creía en las vibraciones, en la luz, en quemar salvia y en la meditación. Y en todo tipo de cosas que llevaban a su hija a poner los ojos en blanco.

Vanessa también sabía que si alguien podía lograr por pura fuerza de voluntad que Ash se pusiera bien, era CiCi.

Así que se aferró a esa idea igual que a la mano de la madre de su amiga.


3 comentarios:

Maria jose dijo...

Que fuerte esta la situación
La novela va muy bien y es muy interesante
Siguela pronto
Saludos

Lu dijo...

Wow... que fea situación.
La novela me parece muy interesante, y ya quiero leer mas, me intiga saber porque hicieron esa locura.

Sube pronto :)

Carolina dijo...

OMG!!
Pobre Vanessa, se siente culpable x lo que le pasó a sus amigas u. U
La policía tiene razón, nadie podría salir "sano mentalmente" luego de lo que les pasó u. U
Siguela pronto porfis!!

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