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lunes, 19 de agosto de 2019

Capítulo 21


Vanessa se acurrucó bajo la almohada, parpadeó ante la luz y se desperezó. El brazo de Zachary se movió al ritmo de los suyos. Oyó un sonido metálico. Estupefacta, fijó la vista en las esposas que rodeaban su muñeca y la de él.

Ness: ¡Bastardo!

Zac: Eso ya había quedado claro. -De un tirón la hizo girar contra su pecho. Notó su piel suave, cálida y desnuda-. Buenos días, cariño.

Vanessa se apartó, pero cayó de nuevo contra él.

Ness: ¿Qué demonios significa esto?

Estiró bruscamente el brazo, con lo que arrancó a Zachary una mueca de dolor.

Zac: Una simple precaución… para evitar que salieras por debajo de la puerta. -Con la mano que le quedaba libre le cogió el cabello para situar su cabeza a la altura de la de él. Se excitaba con el puro recuerdo-. Te quiero, Ness, pero no confío en ti.

Ness: Quítame esto inmediatamente.

Zachary rodó de costado y sus piernas se enredaron.

Zac: Quería demostrarte que era capaz de hacer el amor contigo con una sola mano, por así decirlo.

Vanessa reprimió una risita.

Ness: Vamos a dejarlo para otro día.

Zac: Como quieras.

Zachary se apoyó en la almohada y cerró los ojos.

Ness: Te he dicho que me quites esto, Zac.

Zac: Lo haré cuando nos levantemos.

Ella estiró el brazo con fuerza.

Ness: No quiero estar encadenada como si fuera una especie de esclava…

Zac: Una idea encantadora.

Ness: Y me levanto ahora mismo.

Zachary abrió un ojo.

Zac: ¿A esta hora?

Ness: Son más de las doce. -Irritada, levantó la esposa para poder ver el reloj. Pretendía arrastrarlo hacia sus herramientas-. Antes de conocerte a ti me levantaba pronto.

Aquello le hizo abrir los ojos.

Zac: ¿Para qué?

Con un bufido de impaciencia, Vanessa se encaramó sobre su cuerpo.

Ness: ¿Dónde está la maldita llave?

Zac: Vale, no te pongas de mal humor.

Consiguió poner un pie en el suelo y pegó un fuerte tirón. Tuvo que arrodillarse pero le compensó ver caer a Zachary a su lado.

Zac: ¡Arrea! -Dejando a un lado la dignidad, se frotó la parte del cuerpo contra la que se había dado al caer-. ¿A qué viene tanta prisa?

Conteniendo de nuevo la risa, se apartó el cabello de los ojos.

Ness: Para tu información te diré que quiero… no, necesito, ir al váter.

Zac: Ah. ¿Por qué no lo decías antes?

El aire salió silbando entre sus dientes antes de que Vanessa los apretara con fuerza.

Ness: No pensaba que tuviera que pedirte algo así hasta que he visto los grilletes.

Zac: ¿A  que es una sensación guapa? -dijo inclinándose para besarla-.

Ness: ¡Zachary!

Zac: Sí, la llave. -Echó un vistazo y vio los téjanos junto a la cama-. Vamos. -Llevando a rastras a Vanessa, que iba echando pestes, alcanzó el pantalón-. Está en el bolsillo. -Metió la mano en uno, la sacó sin nada, y probó en el otro-. Me imagino que no querrás compañía.

Ness: ¡Zachary!

No podía reír. En aquellos momentos habría sido catastrófico.

Zac: ¿No? Pues… -Dejó de nuevo los téjanos-. ¿No tendrás una horquilla?


Cuando, un poco más tarde, bajó con la idea de tomar un café, lo último que esperaba era encontrar a Vanessa vestida con chándal y preparando beicon. Aquel olorcillo le habría bastado para enamorarse.

Zac: ¿Qué haces?

Ness: Preparar el desayuno. El café está caliente.

Zachary se acercó a la cocina para ver cómo se hacía el beicon en la sartén.

Zac: ¿Sabes cocinar?

Ness: Por supuesto. -Sacó una loncha y la puso a escurrir-. Mamá y yo vivimos muchos años sin servicio. Además, sigo prefiriendo preparar yo misma las cosas.

Zac: ¿Me has hecho el desayuno?

Algo confusa, cogió el envase de los huevos.

Ness: ¡Ni que con ello estuviera echando mi vida por la borda, por el amor de Dios!

Zac: ¿Me has hecho el desayuno? -Preguntó de nuevo, apartándole el cabello de la nuca para podérsela besar-. Me quieres, Ness, lo que ocurre es que aún no te has dado cuenta de ello.

Siguió observando, a la espera de que ella se relajara. Lo que no sabía era que Vanessa hacía exactamente lo mismo. Desayunaron junto a la ventana que daba a Central Park y se entretuvieron un rato tomando el café. Estaban mirando hacia el exterior cuando empezaron a caer los primeros copos de nieve.

Ness: ¡Qué bonita es la ciudad cuando nieva! La primera vez que vi la nieve me puse a llorar pensando que no pararía hasta que estuviéramos todos sepultados. Luego mamá me llevó a la calle y me enseñó a modelar un muñeco de nieve -apartó la taza, consciente de que si seguía, la cafeína la pondría nerviosa-. Me habría gustado dedicar unos días a enseñarte Nueva York, pero tengo muchas cosas que hacer.

Zac: Si no te importa, te acompaño.

Vanessa se aclaró la voz y lo intentó de otra forma:

Ness: Si pudieras volver dentro de quince días, te llevaría a algún museo, a algún espectáculo y a un par o tres de galerías.

Zachary tamborileó con el cigarrillo en la mesa antes de encenderlo.

Zac: No he venido aquí a entretenerme, Ness, sino a estar contigo.

Ness: Este fin de semana me voy a Jaquir, Zachary.

Él aspiró profundamente el humo para calmarse.

Zac: Creo que tendríamos que hablar de ello.

Ness: No, no tengo intención de hacerlo. Si no lo comprendes o no estás de acuerdo, lo siento, pero eso no cambiará. No puede cambiar nada.

Él siguió contemplando la nieve. Un niño paseaba unos cuantos perros. Bonita escena, pensó. No le importaría pasar parte de su tiempo en aquel continente, en aquella ciudad, en aquella estancia. Cuando tomó de nuevo la palabra no lo hizo empujado por el enfado ni con la intención de amenazarla. Habló con calma, planteándole un hecho.

Zac: Puedo hacer alguna gestión, Ness, que te haría difícil, por no decir imposible, abandonar el país, sobre todo para ir a una zona tan inestable como Oriente Medio.

Vanessa levantó un poco la cabeza, lo justo para mostrar su porte mayestático.

Ness: Soy la princesa Vanessa de Jaquir. Si decido visitar mi país natal, ni tú ni nadie podrá impedírmelo.

Zac: Tienes razón -dijo mientras volvía a su cabeza la imagen del rostro del padre de Ness-. Y si todo se redujera a eso, a una visita, no me opondría a ello, pero teniendo en cuenta las circunstancias, Vanessa, puedo impedirlo y lo haré.

Ness: No es algo que tengas que decidir tú.

Zac: Para mí se ha convertido en una prioridad asegurar que no te ocurra nada.

Ness: Así comprenderás que si no voy a hacer lo que debo, casi me da igual seguir con vida.

Zac: No dramatices. -Cogió sus manos y la obligó a mirarlo-. Ahora sé muchas más cosas. En estos últimos días he leído sobre tu madre, me he informado sobre tu padre y tu infancia.

Ness: No tienes derecho a…

Zac: No tiene nada que ver con los derechos. Sé que para ti fue difícil, espantoso en muchos aspectos, pero ya se acabó. -Apretó con más fuerza sus manos-. Te aferras a algo que tenías que haber soltado hace mucho.

Ness: Recuperaré lo que me corresponde por derecho, por ley, por nacimiento. Recuperaré la dignidad que nos arrebataron a las dos, a mi madre y a mí.

Zac: Tú y yo sabemos que las piedras preciosas no confieren dignidad a nadie.

Ness: No lo entiendes. Es imposible que lo entiendas. -Por un instante sus dedos se cerraron sobre los de él; luego se relajaron-. Ven un momento.

Lo llevó del rincón del desayuno hasta el salón. Lo tenía pintado de blanco con algún toque de rojo pasión y de azul intenso. Sobre la impecable chimenea de mármol Zachary vio la fotografía.

No tenía nada que ver con los recortes de su madre ni con las películas que hubiera podido ver: ahí estaba Phoebe Spring en todo su esplendor. Su cabello, aquella indómita melena rubia, caía ondulante sobre sus hombros. Su piel, blanca como la leche, destacaba en contraste con el vestido verde esmeralda de generoso escote que dejaba al descubierto sus hombros. Mostraba una sonrisa tan franca que sus grandes y carnosos labios tenían aún más atractivo. Por otra parte, la inconfundible inocencia iluminaba aquellos ojos azul profundo. Era imposible que un hombre la viera y no se sintiera exaltado, atraído por el deseo.

Alrededor de su cuello, como había visto Zachary en otras imágenes, brillaba el Sol y la Luna.

Zac: Es soberbia, Ness. La mujer más bella que he visto en mi vida.

Ness: Sí, pero no era solo su aspecto. Era buena, Zachary, buena de verdad. El sufrimiento de una persona le rompía el corazón. Muchas cosas le dolían, una palabra dura, una mirada de enfado. Su objetivo en la vida era hacer feliz a la gente. Cuando murió ya no tenía este aspecto.

Zac: Ness…

Ness: No, quiero que lo veas. Mandé hacer este retrato a partir de una foto de antes de su boda. Era muy joven, mucho más que yo ahora, y estaba tan enamorada… Solo hay que verla para entender que era una mujer segura de sí misma, a la que la vida había hecho feliz.

Zac: Lo veo, Ness. Pero el tiempo pasa y las cosas cambian.

Ness: Para ella no fue una cuestión del paso del tiempo ni de un cambio natural. En una ocasión me explicó lo que había sentido la primera vez que se puso ese collar. Se sintió reina. Le daba lo mismo abandonar todo lo que había conocido hasta entonces, marcharse a otro país y vivir bajo unas normas distintas. Lo que contaba para ella es que estaba enamorada y se sentía como una reina.

Zachary le acarició la mejilla.

Zac: Y lo era.

Ness: No -respondió cogiéndole la muñeca-. No era más que una mujer, ingenua, con un gran corazón, a la que le daba miedo el lado oscuro de la vida. Lo había conseguido todo por sí misma. Había llegado a ser alguien y lo abandonó todo porque él se lo pidió. El collar era un símbolo, el de la promesa de que él se comprometía con ella, igual que ella con él. Cuando se lo arrebató, afirmó implícitamente que renunciaba a ella y a mí. Se lo quedó porque consideró que el divorcio no era suficiente. Quería borrar aquel matrimonio, como si nunca hubiera existido. Con ello quitó a mi madre lo que le quedaba de dignidad, y a mí, mi derecho de nacimiento.

Zac: Siéntate un momento, Ness, por favor. -La llevó al sofá sin soltarle las manos-. Comprendo lo que sientes. Hubo un tiempo en que buscaba a mi padre en cualquier rostro desconocido. En cada uno de los profesores que tuve, en cada policía al que esquivaba, incluso en los blancos que escogía para mis golpes. Pasé mi infancia odiándolo por haber abandonado a mi madre y no haberme reconocido. A pesar de todo, no sé qué habría hecho de haberlo encontrado, lo que sí sé es que llega un momento en el que tienes que bastarte a ti mismo.

Ness: Tú tienes a tu madre, Zachary. Lo que le tocó vivir no la destruyó. No te has visto obligado a verla morir poco a poco. La quería muchísimo… Y le debo tanto…

Zac: Entre padres e hijos no hay deudas.

Ness: Arriesgó su vida por mí. Ni más ni menos. No abandonó Jaquir tanto por ella como por mí. Si la hubieran encontrado y devuelto a aquel país, su vida habría terminado. No, él no la habría matado -añadió al ver que Zachary la miraba intrigado-, no se habría atrevido a hacerlo, pero ella habría preferido morir. Para ella habría sido una solución.

Zac: Por mucho que la hayas querido, Ness, por más que creas que le debes, no vale la pena arriesgar tu propia vida. Pregúntate si ella lo habría querido.

Ness lo negó con la cabeza.

Ness: Se trata de lo que quiero yo. El collar es mío.

Zac: Aunque consiguieras salir de Jaquir con el collar, jamás podrías reivindicarlo en público, nunca te lo pondrías.

Ness: No voy a recuperarlo para guardarlo o lucirlo. -Una llama se encendió en sus ojos; Zachary vio en ello el peligro-. Se lo quitaré para que sepa por fin hasta qué punto lo odio.

Zac: ¿Crees que le importará mucho?

Ness: ¿Qué su hija lo odie? No. Para un hombre como él, una hija no significa nada. Una mercancía que intercambiar, como ha hecho con las demás, para conseguir seguridad política. -Miró de nuevo el retrato-. Pero el Sol y la Luna lo significan todo para él. Nada en Jaquir tiene tanto valor, y no hablo de valor monetario, pues es algo inestimable, sino de un símbolo de orgullo y de fuerza. Si desaparece de las manos de la familia real, podría desencadenarse una revolución, un baño de sangre e incluso el desmoronamiento del poder. El malestar que se vive cerca de la frontera de ese país traspasaría sus límites y lo arrasaría todo.

Zac: ¿Quieres vengarte de tu padre o de Jaquir?

Vanessa volvió a la realidad. Tenía los ojos empañados como si despertara de un sueño.

Ness: Podría hacerlo de los dos, pero lo segundo dependerá de él. Adel nunca pondrá en peligro Jaquir ni su situación. Su orgullo. A fin de cuentas, será su orgullo quien decidirá.

Zac: Su orgullo puede arremeter contra ti.

Ness: Sí. Es un riesgo que acepto. -Se levantó, se puso de espaldas al retrato y ofreció la mano a Zachary-. De momento, no digas nada más. Quiero enseñarte otra cosa. ¿Me acompañas?

Zac: ¿Adónde?

Ness: Coge el abrigo y sígueme.

La nieve seguía cayendo en la calle, azotada por el viento que circulaba acanalado entre los bloques. Con el visón sobre el chándal, Vanessa intentó relajarse en la cómoda atmósfera de la limusina. No había hablado de aquello con nadie, ni siquiera con Celeste. Lo que quería mostrar a Zachary aún no se lo había enseñado a nadie.

Le importaba, por mucho que intentara negarlo, le importaba la opinión de él.  Por primera vez en muchísimos años necesitaba el apoyo y la aprobación de alguien.

El East Side no era un barrio tan selecto como la zona de Central Park donde ella vivía. A pesar de la espesa capa de nieve, destacaban las pintadas hechas con spray en las fachadas del edificio al que habían llegado. Se veían algunas ventanas cegadas, y algunos de los coches aparcados en la acera eran más sospechosos que un reloj de marca de cinco dólares. Una llamada a la puerta adecuada y conseguías una dosis de heroína, las mejores piezas de una cadena musical, aún calientes, o una puñalada en la espalda. Zachary no conocía aquello, pero le sonó enseguida.

Zac. Un lugar extraño para visitar en Año Nuevo.

Vanessa se ocultó la melena bajo un gorro de visón.

Ness: Volvemos enseguida -dijo al chófer-.

El hombre asintió, esperando fervientemente que fuera así.

Junto a la acera, había esparcidos una serie de objetos: un recipiente vacío que en su momento había contenido crack, un preservativo utilizado, cristales rotos… Zachary le hizo dar un rodeo. Su enojo iba en aumento.

Zac: ¿Qué demonios hacemos aquí? En un lugar así pueden cortarte el cuello para quitarte los zapatos y tú apareces con un visón.

Ness: Hace frío. -Buscó las llaves en el bolso-. No te preocupes, conozco a casi todos los que circulan por este edificio.

Zac: Es un alivio. -La cogió del brazo mientras se disponían a subir una escalera resbaladiza, medio desmoronada-. Esperemos que no hayan venido de visita los primos del pueblo. ¿Pero qué narices es esto?

Vanessa abrió tres cerraduras. Empujó la puerta y su voz penetró en el interior y rebotó luego hacia él.

Ness: Es mío.

Zachary cerró la puerta, pero no con ello se libraron del frío.

Zac: No sabía que especulabas en los barrios bajos.

Ness: No lo tengo alquilado.

Entraron en una gran sala vacía. Las tablas del suelo estaban rotas, lo que hizo pensar en la existencia de ratas por allí a Zachary. Dos de las ventanas estaba cegadas y las demás tenían una densa capa de mugre. Las bombillas prácticamente no hacían luz, pues estaban casi tan sucias como las paredes. En las esquinas se veían cajas y mesas destartaladas. Algún artista había dibujado una serie de parejas en distintas posturas eróticas y añadido debajo unas leyendas totalmente innecesarias.

Ness: Esto había sido un hotel bastante sórdido -sus pasos resonaron al avanzar por la estancia-. Te llevaría arriba para que veas las habitaciones, pero la escalera se hundió hace un par de meses.

Zac: Menos mal.

Ness: Hay doce habitaciones en cada planta. Las cañerías no son de fiar francamente, y hay que cambiar toda la instalación eléctrica. Evidentemente, habrá que colocar una caldera nueva.

Zac: ¿Habrá que colocar, para qué? ¡Qué barbaridad! -Empezó a apartar telarañas de su rostro-. Si lo que te planteas es un negocio hotelero, Ness, reflexiona un poco. Aquí tendrás que invertir más de un millón en quitar la mierda y eliminar los bichos.

Ness: He calculado millón y medio para la renovación y otro millón para equipamiento y personal. Quiero lo mejor.

Zac: Lo mejor está a unos cuantos kilómetros, en el Waldorf. -Oyó el roer de algún animalucho al otro lado de la pared-. No soporto los ratones.

Ness: Lo más probable es que sean ratas.

Zac: Perfecto. Te quiero, Ness. -Se quitó otras telarañas del pelo-. Si tienes en mente la idea de retirarte y echar un pulso con la cadena St. Johns en el ramo de la hostelería, allá tú, pero yo creo que se podría hacer algo mejor.

Ness: No será un hotel. Será un centro, el centro Phobe Spring, de acogida para mujeres maltratadas. Y contará con los mejores terapeutas que pueda conseguir. Cuando esté acabado, podría ofrecer cobijo a treinta mujeres que no tengan adónde ir y a sus hijos.

Zac: Ness…

Ella movió la cabeza indicándole que no la interrumpiera. En sus ojos brillaba un nuevo tipo de pasión.

Ness: ¿Eres capaz de comprender qué significa no tener adónde ir? ¿Vivir con alguien porque no sabes qué hacer si no estás con él, porque con los años casi te has acostumbrado a las palizas, a la humillación? Te has acostumbrado tanto que ya empiezas a pensar que es lo que mereces…

No se le ocurrió una respuesta simplista, un comentario tranquilizador.

Zac: No, no puedo.

Ness: Yo he visto a mujeres y niños así. No solo apaleados físicamente, sino con cicatrices en el alma, en el corazón. Y no es siempre gente pobre, que no ha recibido educación; sin embargo, son personas que tienen algo en común. La desesperanza, la indefensión. -Se volvió un momento. Sus emociones la llevaban siempre ahí, pero pretendía que él viera el lado práctico-. Y, como mínimo, podremos ocuparnos de treinta más en consultas externas. Y el doble cuando ampliemos. El personal estará formado por profesionales y voluntarios. Se pagará según la capacidad de cada cual. No se rechazará a nadie.

El viento silbaba a través de las rendijas de las ventanas y subía por entre las tablas del suelo. Aquel era un lugar deprimente en un barrio miserable. Zachary habría querido dejarlo allí, pero al igual que ella, tenía imaginación.

Zac: ¿Cuánto tiempo llevas planificándolo?

Ness: Hace unos seis meses que compré el edificio, pero la idea surgió mucho antes. -Sus pasos retumbaron de nuevo. El techo estaba combado y manchado de humedad-. Lo del collar es algo que tengo que hacer para mí misma. El motivo es del todo egoísta.

Zac: ¿De verdad?

Ness: Del todo. -Se volvió-. No me adjudiques un móvil noble, Zachary, ni a mí ni al proyecto. Se trata de venganza pura y simple. Pero una vez hecho, se habrá terminado. No quiero el collar, no lo necesito. Se lo devolveré, pero tendrá que pagar un precio. -Bajo aquella mortecina luz, sus ojos se veían aún más oscuros, y envuelta en el visón tenía todo el porte de una princesa-. Cinco millones de dólares. Es una pequeña parte de su valor, ya lo sé, tanto en el plano monetario como en el emocional, pero con eso me bastará. Tendré suficiente para construir el refugio, devolver a mi madre la dignidad que perdió y retirarme sin que me falte de nada. Tengo que hacer esas tres cosas. He pasado los últimos diez años de mi vida preparándolas. Nada que puedas decir o hacer me detendrá.

Zachary se metió las manos en los bolsillos.

Zac. ¿Y qué te hace pensar que él pagará? Aunque consiguieras el collar y salir de Jaquir viva, tu padre no tiene más que notificarlo a las autoridades.

Ness: ¿Y admitir públicamente que infringió la ley al quedarse con lo que pertenecía a mi madre? -Dibujó una leve sonrisa-. ¿Admitir públicamente que le ha vencido una mujer y llevar con ello la vergüenza a la casa de Jaquir? Querrá avergonzarme, es probable que incluso desee mi muerte, pero lo que no quiere perder es su orgullo, y mucho menos el Sol y la Luna.

Zac: Tal vez tenga una forma de reunir las tres cosas.

Vanessa se estremeció bajo el visón.

Ness: Hace frío. Regresemos.

Zachary no abrió la boca en el viaje de vuelta. No podía quitarse de la cabeza la imagen de Vanessa en medio de aquellas cochambrosas paredes. Era fácil comprender por qué lo había llevado allí, por qué le había comunicado sus planes. Le había mostrado el compromiso de una forma que no habría conseguido con palabras. No podía detenerla. Pero le quedaba algo por hacer. En el pasado no había tomado decisión alguna que no estuviera dirigida a su provecho personal. No se arrepentía de ello, ni se arrepentiría nunca. Lo único que esperaba era no tener que lamentar la decisión que tomaba desinteresadamente.

En cuanto hubo pasado la puerta del piso de Vanessa, se puso manos a la obra.

Zac: ¿Tienes planos del palacio?

Ness: Claro.

Zac: ¿Especificaciones del sistema de seguridad, horarios de las rondas, vías alternativas?

Ness se quitó el abrigo. El pantalón del chándal le quedaba holgado.

Ness: Conozco el oficio.

Zac: Muéstramelo.

Después de quitarse el gorro, se arregló el pelo con las manos.

Ness: ¿Para qué? No necesito asesor.

Zac: No me comprometo en un trabajo hasta que lo he estudiado a fondo. Vamos a instalarnos en la mesa del comedor.

Ness: ¡Pero qué dices!

Zac: Algo que tendría que ser evidente. -Se sacudió la nieve, que iba derritiéndose, del abrigo-. Iré contigo.

Ness: No. -Le cogió el brazo para detenerlo. Sus largos y delicados dedos parecieron hundirse como pinchos-. No, voy a ir sola.

Zac: Te juro que te pediré el mínimo.

Ness: No bromeo, Zachary. Trabajaré sola. Siempre lo he hecho.

Le quitó la mano del brazo y se la llevó a los labios.

Zac: Tu ego no te lo permite, ¿verdad, cariño?

Ness: ¡Basta! -Echó a correr hacia la escalera. Cuando él la alcanzó estaba ya en su habitación, paseando arriba y abajo-. He pasado media vida preparando este trabajo. Conozco el país, su cultura, y sus riesgos. La perspectiva es mía, Zachary. Me juego la vida. No quiero que tú estés allí. No quiero tu sangre en mis  manos.

Zachary se tumbó en la cama como había hecho la noche anterior.

Zac: Mi querida niña, yo ya hacía saltar cerraduras y tú aún jugabas con las muñecas. Había robado mi primer millón antes de que tú te probaras el primer sujetador. Puedes ser experta, Ness, puedes trabajar muy bien, pero nunca llegarás a mi altura en este campo.

Ness: ¡Un egocéntrico, un engreído y un cabrón es lo que eres! -exclamó dándose la vuelta, para deleite de él-. Soy tan buena profesional como tú, probablemente mejor, y no me he pasado los últimos cinco años holgazaneando y podando rosales.

Él se limitó a sonreír.

Zac: Nunca me pillaron.

Ness: Ni a mí. -Al ver que la sonrisa de Zac se ensanchaba, Ness soltó un juramento, dándose de nuevo la vuelta-. No es lo mismo. Albergabas alguna sospecha acerca de mí, pero no la confirmaste hasta que te lo conté todo.

Zac: No tomaste las precauciones necesarias cuando entraste en mi habitación para recuperar el collar, y no las tomaste porque estabas enofadada. Porque te dejas dominar por tus emociones. Ahora la que te empuja es la venganza, una de las más poderosas. Por tanto, no te irás a Jaquir sola.

Ness: Tú ya estás retirado.

Zachary cogió un tarrito de crema para las manos de su mesilla de noche, le quitó la tapa y olió su contenido.

Zac: Entraré de nuevo en el juego temporalmente. Un día me preguntaste si me apetecería un último trabajo, uno excepcional. -Cerró de nuevo el tarro y entrelazó las manos en la nuca-. He decidido que sea este.

Ness: Este es mío. Búscate uno.

Zac: O vas a Jaquir conmigo o no vas. Me basta con coger el teléfono. Sé de  alguien en Londres que estaría encantado de conocerte.

Ness: ¿Eso harías? -Confundida entre la ira y la incredulidad, se sentó al pie de la cama-. ¿Después de todo lo que te he contado?

Zac: Haré lo que tenga que hacer. -Era rápido. Vanessa casi había olvidado hasta qué punto. La atrajo hacia él-. Te quiero. Para mí esto es primordial. No tengo intención de perderte. He arreglado mi casa de campo teniéndote en mente sin saberlo. Cueste lo que cueste, conseguiré que estés en ella conmigo en primavera.

Ness: Pues iré en primavera. -Desesperada, incapaz de pensar con claridad, se agarró a la manga de su jersey-. Te doy mi palabra, pero no podría soportar que te ocurriera algo por mi culpa.

Él la miró intrigado, la agarró con más fuerza.

Zac: ¿Por qué?

Con un gesto evasivo, Ness intentó apartarse. Él quiso seguir, pero hizo un esfuerzo por tranquilizarse.

Zac: Vale, esto puede esperar. Pero, escúchame, no tienes más opción: o vas conmigo o no vas. Procuro comprender por qué es tan importante para ti, por qué no puedes dejarlo. Solo te pido que te plantees por qué es tan importante para mí.

La soltó y Vanessa se sentó. Zachary le vio el aspecto de aquella noche en la niebla: vestida de negro, la cara despejada, los ojos intensos. Ella acercó la mano a su rostro, por primera vez sin que de alguna forma él se lo pidiera.

Ness: Eres un romántico, Zachary.

Zac: Eso parece.

Ness: Voy a por los planos.

Extendieron todo el material de que Vanessa disponía en la mesa del comedor. Para aquella estancia había escogido Chippendale, Waterford e hilo irlandés. En un lienzo, sobre una pared de color salmón, se veía una ninfa de Maxfield Parrish. Al contemplarlo, Zachary pensó que Vanessa era más romántica de lo que quería admitir.

Empezó a cuestionarle cada cosa, punto por punto, volviendo hacia atrás cuando lo consideraba conveniente; mientras, la nieve seguía cayendo fuera. Cuando oscureció, encendieron las luces y calentaron el café. Los archivos, los libros de cuentas y el ocasional clic de una calculadora daban a la preparación del golpe el ambiente de una reunión de negocios. Zachary tomó sus propias notas durante la pausa que hicieron para tomar unos sándwiches.

Zac: ¿Cómo sabes que el sistema de seguridad no está actualizado?

Ness: Sigo teniendo contactos dentro -arrugó la nariz. Los posos del café eran amargos-. Primas, tías. Cuando el hijo de Adel…

Zac: ¿Tu hermano?

Ness: El hijo de Adel. -No quería mezclar allí las emociones. Le dolía demasiado pensar en aquel niño, en lo que lo había querido-. Cuando fue a la Universidad de California, nos veíamos a veces. Entonces pude sonsacarle alguna información. Al igual que los otros miembros de la familia real que viajan al extranjero, Andrew se consideraba un joven progresista, americanizado. Al menos cuando llevaba Levis y conducía un Porsche. Quería que Adel llevara a cabo algún cambio político y cultural. Se quejaba de que el palacio no había cambiado en siglos. Siguen con vigilantes armados cuando podrían sustituirlos por un buen sistema de alarma electrónico.

Zac: Eso en cuanto al exterior.

Ness: Sí. Los guardias y la situación del palacio son suficientes para garantizar la seguridad, sobre todo porque en Jaquir nadie se atrevería a ponerla en cuestión. En este lado están las murallas y las almenas, y en el otro, el mar, que dificulta un abordaje clandestino. Por ello pienso utilizar mi derecho de instalarme en el palacio.

Zac: Repasemos los detalles de la cámara acorazada -dijo señalando con un dedo en el plano-.

Ness: Tiene más de cien años. Seis metros cuadrados, hermética, insonorizada. A finales del siglo pasado encerraron allí a una mujer adúltera para que muriera sola entre montañas de joyas. Aquel lugar, que se había llamado la sala del tesoro, pasó a ser conocida como la tumba de Berina. -Se frotó los ojos, pues le escocían con la tensión-. Poco después de la Segunda Guerra Mundial modernizaron la puerta. Tiene tres cerraduras, dos combinaciones y una llave. La llave es tradicional. La lleva siempre encima el monarca de Jaquir como símbolo de su potestad para abrir y cerrar.

Zac: ¿Y las alarmas?

Con un suspiro, Vanessa apartó la taza vacía.

Ness: Es de los años setenta, época en que el boom del petróleo llevó a tantos infieles a Jaquir y a Oriente Medio.

Zac: ¿Infieles?

Vanessa pasó por alto el tono jocoso.

Ness: Sobre todo hombres de negocios estadounidenses. En la mayoría de los países árabes se los utiliza y menosprecia. Jaquir necesitaba desesperadamente su tecnología para sacar provecho del petróleo. Llegó el dinero a raudales y facilitó el progreso en muchos campos. La electricidad, las carreteras modernas, una mejora en la educación y en la atención sanitaria. Pero nadie ha confiado nunca en los extranjeros. Precisamente se instaló el sistema de alarma para impedir que entraran en el palacio sin permiso o para que el personal no confraternizara con esa gente. Se montó sobre todo para impedir los robos, pero también instalaron un sistema en la cámara. -Le acercó los detalles del sistema-. En realidad, es muy básico. Los circuitos pueden derivarse y desactivarse en este punto y este otro -dijo, señalándolos-. Prefiero esta solución a la de cortar los hilos, pues pasará un tiempo entre el robo y el momento en el que abandone el país.

Zac: Esto soluciona el problema de abrir la puerta, pero no el del interior de la cámara.

Ness: He tenido que preparar un mando a distancia para la alarma secundaria. Algo bastante parecido al mando de una cadena musical o de un televisor. He tardado casi un año en tenerlo listo.

Zac: ¿Estás segura de que te ha salido bien?

Ness: Lo utilicé el otoño pasado en el golpe en casa de los Barnsworth. -Le dirigió una sonrisa inexpresiva-. La electrónica es una de mis especialidades.

Zac: Ya me había dado cuenta.

Ness: Con el dispositivo, podré neutralizar la alarma a unos cincuenta metros. Lo más peliagudo será la cuestión humana. Los guardias también patrullan en el interior del palacio. Hasta que no me encuentre allí, no sabré sus horarios.

Zac: ¿Cámaras de seguridad?

Ness: Ni una. Adel no las soporta.

Zac: ¿Y esto qué es?

Ness: El antiguo túnel que une el harén con las estancias del rey. A través de él, una mujer podía salir del harén sin ser vista.

Zac: ¿Todavía se utiliza?

Ness: Posiblemente. Lo más seguro. ¿Por qué?

Zac: Estaba pensando en vías de escape. ¿A qué altura está de esta ventana?

Ness: A unos veinte, veinticinco metros. Da a los acantilados y al mar.

Zac: Prefiero el harén.

Ness: Es verdad, allí uno solo se arriesga a la castración si lo pillan. -Lo dijo como quien no quiere la cosa, pasándole un librito-. Toma, un excelente trabajo sobre las costumbres del país. Harás bien en leerlo, no sea que acabes en una oscura mazmorra por haber tocado el brazo a una mujer en la calle o haber preguntado lo que no debías.

Zac: Muchas gracias.

Ness: Es un lugar que te va a costar un poco entender, Zachary. Tú permanecerás fuera mientras yo esté dentro. Aún no sé cómo podré contactar contigo para comunicarte cómo va todo.

Zac: Si piensas que estaré comiéndome las uñas en un hotel de mala muerte pasando calor, mientras tú vas de princesa en el palacio, te equivocas. Yo voy contigo.

Vanessa se sentó de nuevo y, señalando el libro con el dedo, dijo:

Ness: De verdad que tienes que leerlo. Cuando estemos en Jaquir, ya no podrás hablar conmigo y mucho menos entrar en el palacio. Son las leyes del país. Yo tendré prohibido el contacto con cualquier hombre que no sea de mi familia. Si estuviera casada, podría relacionarme también con la familia de mi marido.

Zac: Hay que encontrar una solución -empezó a hojear el libro-. Deberás espabilarte para conseguirme una invitación de entrada al palacio.

Ness: Yo diría que no estoy en situación de pedir muchos favores a Adel. Tendrá que recibirme para no sentirse avergonzado, pero nada lo obligará a acceder a mis peticiones.

Zac: Entonces habrás de casarte conmigo.

Ness: No digas tonterías -se había levantado, cogido la cafetera y se dirigía hacia la cocina-.

Zac: Supongo que es algo que puede esperar un poco -la siguió hasta la cocina y abrió el frigorífico en busca de algo que le apeteciera más que los sándwiches-. Me gustaría que antes conocieras a mi madre.

Ness: Yo no me caso.

Echó los posos en la basura.

Zac: Vale, viviremos en pecado hasta que nazca el primer bebé, pero volvamos a lo nuestro. -Encontró un envase grande de helado en el congelador, cogió una cuchara y empezó a comérselo-. ¿Y si estuviéramos comprometidos? Lo digo por Adel… -dijo antes de que ella siguiera en sus trece-.

Ness: Ni por Adel ni por nadie, no estamos comprometidos.

Zac: Piénsalo un momento. Tiene su lógica. Después de todos estos años vuelves a Jaquir a hacer las paces con tu padre antes de casarte. Podrías redondearlo diciendo que he sido yo quien ha insistido. No me importa nada quedar como el típico macho arrogante.

Ness: Poco te costaría -empezó a darle vueltas a la idea. Le quitó el helado y lo probó-. Puede que funcionara. Incluso podría ser lo más adecuado. Él querría que te quedaras en el palacio para investigarte bien. Creerá que su aprobación tiene un gran peso. Si has de acompañarme pase lo que pase, por lo menos que sirvas de algo.

Zac: ¡Cuánto te lo agradezco! -Con un pequeño toque, le hizo meter la nariz en el helado-. Y ahora, ¿por qué no practicas tu papel de futura esposa discreta y servicial mientras hago unas llamadas?

Ness: Preferiría tragarme una cucaracha.

Zac: Tal como pueden ir las cosas, no estaría mal que ensayaras lo de asentir con aire sumiso y caminar dos pasos por detrás de tu hombre.

Ness: No pienso quedarme allí más de quince días. -Se limpió el helado de la nariz-. O sea, que no te acostumbres a nada.

Zac: Lo procuraré.

Ness: ¿A quién llamas?

Zac: Tengo que tocar alguna tecla para conseguir un visado para Jaquir. Luego habrá que asegurarse de que la noticia del compromiso circule deprisa. Hay que garantizarte una tapadera, Alteza.

Ness: No pienso casarme contigo, Zachary.

Zac: De acuerdo. -Salía de la cocina y al llegar a la puerta se volvió-. Una pregunta. Si me sorprenden haciendo el amor contigo en Jaquir, ¿qué me juego?

Ness: Como mínimo, unos buenos latigazos. Y no me extrañaría que acabara con la pena de decapitación… para los dos.

Zac: Hum… Todo esto da que pensar…

Vanessa movió la cabeza cuando se cerró la puerta tras él. Miró la cafetera y la apartó. Lo que necesitaba en aquellos momentos era una copa. Algo fuerte.


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Zac da una muy buena solución
Ella lo necesita
Esto se pone muy bueno
Siguela pronto
Saludos

Caromi dijo...

Awww Zac, tan lindo y práctico al amarrarla xD
Me encanta
Espero saber como les irá en Jaquir, si es que Zac no hace que los maten por pasarse de cariñoso xD
Pública pronto please

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