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miércoles, 7 de junio de 2017

Capítulo 13


Hasta el momento, Miley había hecho dos amigos en el instituto de Avalon y, afortunadamente, no había tenido que mentirles para que la apreciaran. Por supuesto, había cierta información que todavía no había compartido con ellos. No estaba segura de si eso debería considerarse una mentira. No, decidió. No lo era. Sin embargo, estaba guardándose muchas cartas bajo la manga.

Se le daba muy bien guardar secretos. Como cuando sus padres habían comenzado a dormir en camas separadas un año antes de su divorcio. No se lo había contado a nadie, ni siquiera a su hermano. O cuando Logan O'Donnell le había dicho que no quería que nadie supiera que se estaban acostando. Miley también había guardado aquel secreto, a pesar de que Logan era considerado el chico más atractivo del instituto.

Por supuesto, eso no significaba que fuera el más inteligente, como pronto había podido comprobar Miley. Que un chico fuera sexy no quería decir que supiera cómo practicar sexo seguro.

Aunque, cuando miraba al pasado, veía claramente que la única verdaderamente estúpida en aquella relación había sido ella. Aunque estuvieran a oscuras, aunque tuviera tantas ganas de hacerlo que apenas cabía dentro de sí, debería haberse asegurado de que Logan sabía ponerse un preservativo.

¿Pero cómo podía habérselo imaginado?, se preguntó. ¿Quién iba a pensar que Logan O'Donnell, que estaba a punto de ir a Harvard, no tenía la menor idea?

Sarah: ¿Quieres ir a esquiar el sábado?

Iban Troy, Sarah y ella de camino a casa de Sarah para estudiar un examen de Historia. A Miley no le gustaba mucho el instituto, pero Troy y Sarah le caían realmente bien y aquélla era una oportunidad para estar con ellos.

Miley: Los sábados tengo que trabajar.

Sarah: No perdiste el tiempo a la hora de conseguir un trabajo.

Miley: Bueno, supongo que si tengo un empleo, mi familia no me presionará tanto con lo de la universidad. Todavía no se lo he dicho a mi madre.

Pero sabía de antemano lo que iba a decirle: «¿Una Cyrus trabajando en el mostrador de una panadería?», como si fuera algo de lo que avergonzarse.

Troy: ¿Qué tiene tu madre en contra del trabajo?

Miley: Absolutamente nada. De hecho, ésa es la principal razón por la que mi padre y ella se divorciaron, porque es una adicta al trabajo. Pasaba más horas en su despacho de abogada que en casa. El año pasado estuvo ocupándose de un caso en Seattle, así que sólo venía a casa los fines de semana. Y ahora está trabajando en un caso en la Haya, y prácticamente no viene a Nueva York. Estamos en contacto con ella a través del correo electrónico -admitió-. Y también hablamos por teléfono. De hecho, creo que ahora hablo más con ella que cuando estaba en casa.

Y Miley disfrutaba de aquellas conversaciones; eran los únicos momentos en los que su madre le dedicaba toda su atención.

Sarah: En ese caso, seguramente respetará el que hayas conseguido un trabajo.

Miley: Lo que ella querría sería que hubiera elegido un trabajo que, según sus criterios, fuera realmente importante. Y para mi madre, eso significa un trabajo que pueda aportarme algo, como, por ejemplo, ser ayudante de un político, o trabajar en alguna agencia financiera. Trabajar para alguien que pueda escribirme un buen informe para ir a la universidad.

Troy: Vanessa seguro que te dará buenas referencias.

Miley: Sí, claro: mi prima vende muy bien las magdalenas y los donuts -miró a Troy-. Ya sé que este trabajo no tiene nada de malo, pero a mi madre no le va a parecer nada especial.

Troy: No, no lo es, pero a mí me gusta trabajar para Vanessa. Y creo que para ti es una suerte que sea tu prima.

Sarah: Ya hemos llegado -se detuvo delante de un buzón que estaba prácticamente enterrado en la nieve-. Hogar, dulce hogar -sacó las cartas del buzón y continuaron caminando hacia la casa-.

Bajo la tenue luz del atardecer, la nieve se teñía de sombras violetas y la casa parecía nacida en un tiempo remoto. Era una casa increíblemente sencilla, sin ninguna clase de adorno; como una caja blanca en medio de un jardín blanco. Miley imaginaba que habría lechos de flores o arbustos bajo aquel manto de nieve, cualquier cosa que le diera a la casa un toque más personal. Sabía, sin embargo, que lo de menos era el aspecto que tuviera una casa. Sus padres tenían no una casa, sino dos casas maravillosas, una en Manhattan y otra en Long Island, en la que pasaban los fines de semana, pero eso no había servido para hacerles felices.

Miley oyó el sonido de la radio en el interior de la casa. Al parecer, Ashley Tisdale era una admiradora de Air America. Sarah les condujo hacia el que parecía ser el cuarto de estar.

Ashley estaba sentada en el sofá, arropada con una manta, con la radio en el regazo y el ordenador portátil frente a ella. Sobre la mesa había un montón de tazas con restos de café frío, una caja de pañuelos de papel, un teléfono normal y una BlackBerry. Ashley alzó la mirada y una sonrisa iluminó su rostro.

Ash: Eh, chicos, ¿qué tal han ido las clases?

Miley tuvo que esforzarse para disimular su sorpresa. Esperaba que la alcaldesa de Avalon fuera una mujer enérgica, eficiente, con el aspecto de una bibliotecaria, con gafas de pasta y zapatos bajos. En cambio, Ashley Tisdale parecía incluso demasiado joven como para tener una hija de su edad. Era rubia, aunque eso tampoco fue una gran sorpresa, puesto que Miley había conocido a dos de los tíos de Sarah en el instituto. Otra de las cosas que no le sorprendió fue su belleza. No podía esperarse otra cosa siendo la madre de Sarah. Sin embargo, madre e hija parecían proceder de mundos completamente diferentes.

Sarah hizo las presentaciones y Ashley le dirigió a Miley una sonrisa radiante.

Ash: No te acerques mucho. Tengo un catarro terrible y no quiero que os pongáis enfermos. Tenía muchas ganas de conocerte. Mi hermano Mike me ha dicho que vas a su clase.

Miley: Sí.

Ash: Y tengo entendido que también trabajas en la panadería. Me parece magnífico.

Miley: Parece que las noticias vuelan.

Ash: Y ni te imaginas a qué velocidad. ¿Sabías que Vanessa Hudgens es mi mejor amiga? Crecimos juntas -se volvió hacia Troy-. ¿Cómo estás? Últimamente no te veo mucho.

Troy: Ahora trabajo más horas en la panadería.

Troy parecía ligeramente incómodo. No se había apartado del marco de la puerta, como si estuviera dispuesto a marcharse en cualquier momento. Miley sabía que había cierta tensión entre su padre y la madre de Sarah, indudablemente porque el padre de Troy quería arrebatarle la alcaldía a Ashley Tisdale. Troy no hablaba mucho de su padre, pero Miley tenía la impresión de que era un hombre muy estricto y muy obsesionado con el dinero. Posiblemente no le haría ninguna gracia que estuviera allí, confraternizando con el enemigo, por así decirlo.

Se fueron los tres a la cocina para buscar algo de comer antes de ponerse a estudiar.

Miley: Tu madre parece una universitaria -le dijo a Sarah-.

Sarah: Sólo tenía quince años cuando me tuvo.

Miley no sabía qué decir. «Lo siento» no le parecía lo más apropiado.

Miley: ¿Qué pasó? -se oyó preguntar, antes de que hubiera decidido si debía o no hacerlo-. Además de lo obvio, quiero decir.

Sarah: Conoció a un chico de West Point. Él no tenía ni idea de que mi madre era menor de edad. Aparentaba más de quince años. Y ahora no parece que tenga treinta y uno. Yo estoy muy orgullosa de ella.

Miley: Y lo entiendo. Debe de ser una persona muy inteligente si ha llegado a ser alcaldesa después de haber sido madre adolescente. Y tú también -añadió-. Te vas a graduar con sólo dieciséis años. ¿Por qué tanta prisa?

Sarah se encogió de hombros.

Sarah: En realidad no tengo ninguna prisa. Lo único que he hecho ha sido dar más clases de inglés, para tener créditos suficientes para graduarme, así que no tengo la sensación de estar precipitándome. Supongo que tengo ganas de ir a la universidad. Mi madre no me ha dicho nunca nada, pero tengo la sensación de que tiene ganas de vivir su propia vida.

Miley: ¿Y tu padre?

Sarah: Nunca he considerado que fuera realmente mi padre. Ser padre implica una relación que en este caso no ha existido. Es, simplemente, el hombre del que he heredado parte de mi ADN. El tipo que me hizo.

Miley: ¿Y dónde está ahora?

Se encogió de hombros con un gesto de indiferencia que, seguramente, enmascaraba mucho dolor.

Sarah: Trabaja en Washington, en el Pentágono.

Miley: ¿Qué es, un militar de élite o algo parecido?

Sarah: Sí, algo así. Tiene una mujer guapísima que es hija de un famoso luchador por los derechos civiles, y dos hijos perfectos que parecen salidos de una película.

Una vez más, Miley no supo qué decir.

Sarah: A mí no me parece mal nada de todo eso -le explicó rápidamente-, pero a veces no tengo ni idea de quién soy. Veo a mi padre como mucho una vez al año. Y mi madre es la hippie del pueblo, un vestigio de Woodstock.

Miley: Supongo que tiene que ser mucho más que eso para haber llegado a ser alcaldesa.

Abrieron las mochilas y sacaron los cuadernos. Miley sacó también la cámara, una cámara digital. Se la habían regalado en su último cumpleaños, el verano anterior, y se había convertido en una obsesión. En su anterior colegio, la clase de fotografía era la única que le gustaba. Adoraba hacer fotografías, capturar un momento en particular, una imagen, una sombra de luz.

Había algo irresistible y extrañamente íntimo en la forma en la que Sarah y Troy se sentaban a la mesa, estudiaban juntos y bromeaban. El ángulo de sus cabezas formaba una curiosa simetría.

Miley: No estéis pendientes de mí -dijo mientras sacaba la cámara-, sólo quiero hacer unas fotografías.

El espacio que los separaba formaba un corazón, pero la fotografía no resultaba excesivamente cursi por la intensidad de su expresión. Miley tomó varias fotografías y dejó la cámara a un lado. Sarah le ofreció un refresco de cola, pero Miley lo rechazó. La verdad era que estaba hambrienta. Últimamente tenía un hambre mucho más intensa que después de fumar marihuana. A las horas más extrañas, a veces incluso en medio de la noche. Así que cuando Sarah sacó una bolsa de patatas fritas y un tubo de crema agria, Miley se lanzó a comer como si llevara días sin hacerlo.

Pidió un vaso de agua. Y en el momento en el que terminó de beber, sintió que el frío líquido iba directamente hasta su vejiga.

Miley: ¿Dónde está el cuarto de baño?

Sarah señaló hacia el pasillo. Miley salió corriendo, pasando por delante del estudio en el que en aquel momento Ashley estaba hablando por teléfono sobre algún asunto relacionado con las finanzas de la ciudad.

Lo de las patatas y la crema había sido un error. Un terrible error. Sentía que iniciaban el camino hacia el norte, hasta convertirla en un volcán a punto de entrar en erupción.

Abrió una de las puertas del pasillo. Maldita fuera, era un armario. Lo intentó con la puerta siguiente, que daba a las escaleras. A punto de dejarse llevar por el pánico, abrió la puerta número tres. Tampoco era ésa. Le faltaba ya muy poco para explotar cuando oyó decir a Ashley:

Ash: Al final del pasillo, cariño.

Miley salió corriendo. No sabía qué era más urgente, si la necesidad de orinar o la de vomitar, pero tenía que llegar al cuarto de baño.

Diez minutos después, pálida, completamente vacía después de haberse refrescado, salió tambaleante del baño, diciéndose que tenía que recobrar la compostura e ir a estudiar con sus amigos como si no hubiera pasado nada.

Cuadró los hombros, alzó la barbilla y comenzó a caminar. Pasó por delante del estudio, donde estaba trabajando Ashley. Miley fingió no verla, pero Ashley le preguntó:

Ash: ¿Ya has ido al médico, cariño?





¿Qué le pasará a esta niña? 😮
Ashley lo sabe...

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Lu dijo...

Miley estará embarazada? Me da mucha intriga.
Me gusto el capítulo.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Embarazada?!?!?
Oh miley que intriga
Ya quiero saber mas
Sube pronto


Saludos

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