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viernes, 30 de septiembre de 2016

Capítulo 5


Vanessa tenía tan mal genio como Zac cuando entró en la villa de los Tisdale. Aunque, en realidad, no estaba enfadada. Ni sentía miedo ni rencor. En un par de días, Zac se las había arreglado para hacer algo que Jack no había hecho en todos los meses que habían estado juntos. Le había hecho daño.

Y no lo decía por los moretones que ya casi le habían desaparecido de los brazos. Era un dolor más profundo y que había empezado antes incluso de haberlo conocido. Había empezado en el momento en que Zac había elegido llevar el tipo de vida que llevaba.

No tenía que ver con ella. No tenía que ver con ella, iba repitiéndose una y otra vez. Pero no conseguía serenarse. Cerró de un portazo. Le habría gustado encerrarse inmediatamente en su dormitorio para no soltar ningún ladrido a nadie, pero Derek se lo impidió:

Derek: Vanessa -la llamó-. Ven afuera.

Se forzó a sonreír y salió a la terraza. Amber estaba tomando el sol en una tumbona. La saludó por pura cortesía y Vanessa notó que la tensión se cortaba en el ambiente. Se preguntó si la había llevado ella consigo o si ya estaba de antes.

Derek: Scott está hablando por teléfono -dijo mientras le ofrecía una silla-. Y Ash está solucionando un problemilla doméstico en la cocina.

Ness: ¿Sin intérprete?

Sonrió, empeñada en no dejarse amargar las vacaciones por Zac.

Amber: Es ridículo -hizo un gesto para que Derek le encendiera un pitillo-. Ash debería despedirlo y punto. Los estadounidenses tienen demasiada paciencia con los criados.

Ness: ¿De veras? -preguntó dispuesta a defender el carácter de su amiga y de su país-. No lo sabía.

Amber: No creo que hayas tenido muchos criados.

Derek intervino antes de que Vanessa pudiera contestar.

Derek: Dime, ¿qué te ha parecido la casa de Zac? -preguntó al tiempo que le pedía con la mirada que disculpara la impertinencia de Amber-.

Sus ojos también indicaban algo que Vanessa ya había empezado a sospechar la noche anterior. Estaba enamorada de ella, pensó, y sintió lástima por él.

Ness: Es un lugar maravilloso, como un museo sin organizar. Debe de haber tardado años en juntar todas esas joyas.

Derek: A Zac se le dan bien los negocios -comentó-. Y utiliza sus conocimientos y su posición para quedarse con las mejores piezas.

Ness: Tenía una caja de música suiza -recordó-. Dice que tiene más de cien años. Sonaba el Para Elisa... Mataría por ella -añadió tras exhalar un suspiro, de nuevo relajada-.

Amber: Zac es un hombre generoso si sabes cómo acercarte a él -dijo con una sonrisa afilada como un cuchillo-.

Vanessa se giró y le mantuvo la mirada.

Ness: Es posible -devolvió la atención a Derek-. Esta mañana me he encontrado con el primo de Zac.

Derek: Ah, sí, el poeta estadounidense.

Ness: Dice que se ha recorrido toda esta parte de la isla. Yo también estoy pensando en explorarla. Es una zona muy tranquila. Supongo que por eso me asombró tanto que Scott dijera que había problemas de contrabando.

Derek se limitó a sonreír, pero Amber se puso tensa. Vanessa se dio cuenta de que se había quedado pálida. Sorprendida por tal reacción, la observó atentamente. Era como si tuviese miedo de algo, pensó. Pero ¿de qué? ¿Y por qué?

Derek: Es reprobable. Pero una práctica habitual, tradicional incluso.

Ness: Extraña tradición -murmuró-.

Derek: Tengo entendido que hay muchos policías vigilando esa clase de operaciones. Si no me equivoco, el año pasado murieron cinco hombres en un tiroteo en la costa de Turquía -se encendió un cigarrillo-. Las autoridades confiscaron un buen alijo de opio.

Ness: Qué horror -notó que la palidez de Amber aumentaba-.

Derek: No son más que campesinos y pescadores. Les falta inteligencia para organizar una red de contrabando grande. Se dice que el jefe es brillante e implacable y que va tapado con una máscara cuando interviene en alguna operación. Al parecer, ni siquiera sus compinches saben quién es. Hasta podría ser una mujer. Supongo que esto le da un toque romántico a toda la historia -comentó sonriente. De pronto, Amber se levantó y se marchó de la terraza-. Discúlpala -añadió tras exhalar un suspiro-.

Ness: Parecía molesta.

Derek: Se molesta enseguida -murmuró-.

Ness: Pero tú te preocupas mucho por ella -dijo mirándolo a los ojos. Derek se levantó y fue hacia la barandilla-. Perdona, Derek. No pretendía meterme en tus asuntos.

Derek: No, perdóname tú. Lo que siento por Amber es... complicado. Creía que no se me notaba tanto.

Ness: Lo siento -se disculpó de nuevo-.

Derek: Es caprichosa, mimada -sacudió la cabeza-. ¿Qué es lo que hace que una persona se enamore de otra?

Vanessa desvió la mirada.

Ness: No sé. Ojalá lo supiera.

Derek: Te he puesto triste. No me compadezcas. Antes o después, lo que hay entre Amber y yo se acabará resolviendo. Soy un hombre paciente -volvió a sentarse junto a Vanessa, le agarró las manos y sonrió-. Ahora, hablemos de otra cosa. Tengo que confesarte que me encantan las historias sobre contrabando.

Ness: Sí, es un tema interesante. Decías que nadie sabe quién es el jefe de la organización, ¿no?

Derek: Eso dice la leyenda. Siempre que estoy en Lesbos, sueño con encontrar alguna pista que me permita desenmascararlo.

Vanessa no pudo evitar pensar en Zac.

Ness: Pero el contrabando en sí no parece preocuparte tanto, ¿no?

Derek: Eso es cosa de las autoridades -se encogió de hombros-. A mí lo que me atrae es el misterio. El misterio -repitió entusiasmado-.

Ash: ¡Menos mal!, ¡media hora discutiendo con un cocinero griego! Anda, Derek, dame un cigarro -irrumpió poniendo fin a la conversación sobre el contrabando. Se sentó y se dirigió a Vanessa sonriente-. Bueno, ¿qué?, ¿te ha gustado la casa de Zac?


Franjas rosadas unían el mar y el cielo en el horizonte. El alba despuntaba con una brisa cálida y húmeda. Después de una noche de insomnio, era la mejor forma de empezar el día.

Vanessa paseaba por la orilla oyendo los primeros cantos de los pájaros. Así era como había planeado pasar las vacaciones: caminando por la playa, viendo puestas de sol, relajándose. ¿No era eso lo que su padre y Ash le habían metido en la cabeza?

Que se relajara. Que desconectara unas semanas y se diera un respiro.

Pero ni su padre ni Ash habían contado con Zachary Efron.

Era un enigma de hombre y Vanessa no averiguaba la clave para descifrarlo. Su relación con el contrabando no encajaba con la imagen que tenía de él y Vanessa nunca había podido dejar un puzzle a medias.

Por otra parte, estaba Amber. También ella la intrigaba. La prima de Scott era algo más que una mujer con un carácter enojoso. Transmitía tensión, una inquietud enraizada en su interior. Y Scott sabía a qué se debía, pensó Vanessa. Al menos, en parte. Y, si no se equivocaba, Derek también. Pero ¿de qué se trataba?, ¿ocultaba algo? La reacción de Amber a la charla sobre contrabando había sido totalmente distinta a la de Scott y Derek. Ellos se habían mostrado resignados, hasta parecía divertirlos. Pero Amber se había asustado. ¿Por qué?, ¿acaso era la primera vez que oía hablar del tráfico de opio? No, imposible.

Vanessa sacudió la cabeza. Quería olvidarse de cualquier problema y disfrutar de esa mañana. Aunque sólo fuera durante unas horas quería hacer todo aquello que había ido a hacer a Grecia. Buscaría conchas, decidió de pronto. Se subió los bajos de los vaqueros y se adentró en una cala sin profundidad.

Había por todas partes. En la arena y en el agua. Vanessa se agachó y se llenó los bolsillos de la chaqueta con las mejores.

De pronto, reparó en un cigarrillo negro medio enterrado. De modo que Scott paseaba por ahí, pensó sonriente. Vanessa se imaginó a Ash y a su marido paseando de la mano por la cala.

Al cabo de un rato, ya no le cabían más conchas. Vanessa lamentó no haberse llevado una bolsa, pero se encogió de hombros y empezó a apilarlas para recogerlas más adelante. Cuando volviera a Estados Unidos, las pondría en una fuente, sobre el alféizar. Así, si alguna vez se sentía atrapada dentro de casa un día frío y lluvioso, le bastaría mirarlas para acordarse del sol de Grecia.

Había decenas de gaviotas. Sobrevolaban dando vueltas a su alrededor y chillando, pero a Vanessa le parecían las compañeras perfectas para una mañana solitaria. Poco a poco, fue recuperando la sensación de paz interior que había experimentado tan fugazmente la primera noche que había bajado a la playa, bajo la luz de la luna.

La recolección de conchas la había alejado un buen tramo de la playa. De pronto, vio la entrada de una cueva y sonrió. No era grande, estaba casi escondida, pero Vanessa pensó que merecía la pena explorarla. Entonces cayó en la cuenta de que sus vaqueros eran de color blanco y decidió limitarse a asomar la cabeza y volver en otra ocasión. Avanzó, dejando que el agua le acariciara los gemelos. Se agachó a recoger otra concha. Miró hacia la cueva y, de repente, se le heló la sangre.

Una cara pálida brillaba en el agua. Vanessa quiso gritar, pero no le salió la voz. Estaba muerta de miedo. Nunca había visto un muerto tan de cerca. Retrocedió unos pasos con torpeza, tropezó con una roca y estuvo a punto de caerse. Consiguió recuperar el equilibrio, pero sintió que la cabeza le daba vueltas. No, pensó espantada. No podía desmayarse allí, con aquel cadáver a menos de un metro. Se dio la vuelta y salió corriendo.

Fue corriendo, trastabillando sobre la arena y las rocas, sin más pensamiento en la cabeza que alejarse de allí. Por fin dejó atrás la cala, pero nada más salir de la playa, unas manos la sujetaron con fuerza. Vanessa se revolvió, aterrada por la mera idea de que el cadáver se hubiese levantado y hubiese ido tras ella.

**: ¡Para!, ¡maldita sea! Acabaré haciéndote daño otra vez, Vanessa. ¿Se puede saber qué pasa?

La estaban agitando por los hombros. Poco a poco, una voz familiar penetró el velo de confusión que la aturdía. Levantó la cabeza y vio el rostro de Zac.

Zac: ¿Zachary? -dijo casi sin voz. Volvió a marearse, sintió ganas de vomitar y se dejó caer sobre él. Le temblaba el cuerpo entero, pero sabía que estaba a salvo-. Zachary -repitió, como si el mero hecho de pronunciar su nombre pudiese protegerla-.

Zac la agarró con firmeza para evitar que se cayera al suelo. Estaba pálida, horrorizada. En cualquier momento podía desmayarse o ponerse a gritar, presa de un ataque de histeria.

Zac: ¿Qué ha pasado? -preguntó en un tono que exigía una respuesta-.

Vanessa abrió la boca, pero descubrió que sólo podía mover la cabeza. Cerró los ojos, como tratando de bloquear lo que había visto. Todavía no había recuperado el aliento. Pero ya no corría peligro, se dijo entre sollozos. Zac la defendería.

Zac: Tranquilízate y dime qué ha pasado -insistió-.

Ness: No puedo -se acurrucó contra el pecho de Zac, pero éste la apartó con brusquedad-.

Zac: Te digo que me expliques qué te ha pasado -dijo con frialdad-.

Sorprendida por el tono de Zac, abrió los ojos y volvió a intentar hablar; pero oyó unos pasos y se apretó contra él de un respingo.

**: Hola, ¿interrumpo?

Vanessa reconoció la voz alegre de Andrew a sus espaldas, pero no se giró a mirar. No podía parar de temblar.

¿Por qué estaba enfadado con ella?, ¿por qué no la ayudaba?, se preguntó Vanessa mientras trataba de respirar con normalidad. Dios, necesitaba que Zac la ayudase.

Andrew: ¿Pasa algo? -preguntó con una mezcla de preocupación y curiosidad al ver la expresión sombría de Zac-.

Zac: No estoy seguro. Me he encontrado con Vanessa. Estaba corriendo como si la vida le fuese en ello, pero no he conseguido que me diga nada. Venga, cuéntamelo -añadió, dirigiéndose a ella-.

Ness: Allí... -arrancó-. En la cueva... Zachary, por favor -finalizó, incapaz de articular dos frases seguidas-.

Zac: Echaré un vistazo.

Ness: ¡No te vayas, por favor! -exclamó desesperada. Hizo ademán de agarrarlo, pero Zac la esquivó y la lanzó en brazos de Andrew-.

Zac: ¡Maldita sea!, ¡haz que se calme! -gruñó justo antes de echar a andar-.

Ness: ¡Zachary! -trató de desembarazarse de Andrew, pero no lo consiguió-.

Se llevó una mano a la boca para no volver a llamarlo. Zac no se molestó en mirar hacia atrás en ningún momento.

La estaban abrazando. Pero no eran los brazos de Zac.

Andrew: Vamos, ya pasó -le dijo al tiempo que le acariciaba el pelo-. Fantaseaba con abrazarte, pero no en estas circunstancias.

Ness: Andrew... -murmuró-. Ha sido horrible -añadió justo antes de romper a llorar-.

Andrew: Cuéntame qué ha pasado. Dilo rápido. Así te será más fácil -dijo con suavidad sin dejar de acariciarle el pelo-.

Ness: Hay un muerto en la entrada de la cueva -explicó después de exhalar un suspiro tembloroso-.

Andrew: ¡Un muerto! -le dio la vuelta para mirarla a los ojos-. ¡Dios!, ¿estás segura?

Ness: Sí, sí, lo he visto. Estaba... -se cubrió la cara con las manos hasta que calculó que podía seguir hablando-.

Andrew: Tranquila, no te apures -la serenó-. Deja que salga.

Ness: Estaba recogiendo conchas en la playa. Vi la cueva, Fui a echar un vistazo y... -sintió un escalono-. Entonces vi la cara, debajo del agua.

Andrew: Dios -la abrazó de nuevo y la apretó con fuerza contra el pecho-.

No dijo nada más, pero le dio todo el apoyo y cariño que necesitaba.

Zac regresaba a paso ligero. Frunció el ceño al ver a Vanessa entre los brazos de su primo.

Zac: Andrew, llévate a Vanessa a la villa de los Tisdale y llama a las autoridades. Un hombre ha tenido un accidente mortal.

Andrew: Sí, ya me lo ha dicho -contestó asintiendo con la cabeza-. Ya es mala suerte que lo haya descubierto ella. ¿Vienes con nosotros?

Zac miró a Vanessa al tiempo que ésta se giraba hacia él. Odió la expresión que vio en su cara: el miedo, el dolor. Vanessa no lo perdonaría con facilidad después de aquello.

Zac: No, me quedaré para asegurarme de que nadie más se lo encuentra. Vanessa... -le tocó los hombros y sintió que se detestaba. Ella no respondió. Había dejado de llorar y tenía los ojos perdidos, sin vida-. Estarás bien. Andrew te llevará a casa.

Sin decir palabra, Vanessa se dio la vuelta.

Zac: Cuida de ella -le ordenó a Andrew-.

Andrew: Seguro -murmuró sorprendido por el tono imperativo de su primo-. Vamos, Vanessa, apóyate en mí.

Zac los miró subir las escaleras de la playa. Cuando los perdió de vista, regresó a vigilar el cadáver.


Sentada en el salón, trataba de anestesiar el miedo con el mejor coñac de Scott. Vanessa examinó al capitán Trípolos, del departamento de policía de Mitilini. Era bajo, más grueso que delgado, sin que pudiera llegar a considerárselo gordo. De cabello gris y escaso, se peinaba de modo que se disimulase su alopecia. Tenía ojos oscuros y penetrantes. A pesar del aturdimiento por el susto y el coñac, Vanessa comprendió que estaba ante un hombre con la tenacidad de un bulldog.

**: Señorita Hudgens -dijo el capitán, dirigiéndose a Vanessa en inglés-. Espero que lo entienda: tengo que hacerle unas preguntas.

Andrew: ¿No puede esperar? -estaba sentado en el sofá junto a Vanessa-. Ha sido una experiencia muy desagradable para la señorita Hudgens -añadió al tiempo que le rodeaba los hombros con un brazo-.

Ness: No, Andrew, no importa -puso una mano encima de la izquierda de él-. Cuanto antes acabemos, mejor. Entiendo que es su trabajo, capitán. Le diré todo lo que pueda —añadió mirándolo con una determinación admirable para el capitán.

Capitán: Gracias -chupó el extremo de su lápiz, se sentó en una silla y sonrió-. Quizá pueda empezar contándome qué ha hecho exactamente desde que se levantó esta mañana.

Vanessa empezó a hacer recuento de la mañana con tanta concisión como pudo. Hablaba mecánicamente, con las manos muertas sobre el regazo. Aunque la voz le tembló en un par de ocasiones, Trípolos observó que no dejaba de mirarlo a los ojos. Era fuerte, decidió, aliviado por no verse en la embarazosa situación de consolar a una mujer llorando o en pleno ataque de histeria.

Ness: Entonces lo vi en el agua -aceptó agradecida la mano de Andrew-. Salí corriendo.

Capitán: Se ha levantado muy temprano -comentó-. ¿Suele madrugar tanto?

Ness: No, pero me desperté y me entraron ganas de pasear por la playa.

Capitán: ¿Vio a alguien?

Ness: No -sintió un escalofrío, pero mantuvo la mirada firme, ganándose un poco más la admiración de Trípolos-. Hasta que encontré a Zachary y Andrew.

Capitán: ¿Zachary? Ah, el señor Efron -miró hacia Zac, acomodado en un segundo sofá con Scott y Ash-. ¿Había visto antes al... difunto?

Ness: No -apretó la mano al recordar la cara pálida del muerto. Sacó fuerzas de flaqueza y se obligó a continuar-. Sólo llevo unos días aquí y apenas me he alejado de la villa.

Capitán: ¿Viene de visita?

Ness: Sí.

Capitán: Lamento que un asesinato le haya estropeado las vacaciones -murmuró con simpatía-.

Ness: ¿Asesinato? -repitió. La palabra resonó dentro de su cabeza mientras observaba los ojos calmados del capitán-. Yo creía... ¿no ha sido un accidente?

Capian: No, apuñalaron a la víctima... por la espalda -contestó tras bajar la vista hacia el cuaderno de notas-. Espero no tener que molestarla más. ¿Encontró muchas conchas, señorita Hudgens? -añadió justo antes de levantarse y hacer una reverencia sobre la mano extendida de Vanessa-.

Ness: Sí... bastantes -dijo y sintió necesidad de meter la mano en el bolsillo de la chaqueta para sacar algunas-. Me parecían... preciosas.

Capitán: Sí -sonrió y se dirigió a continuación a los demás-. Me temo que tendremos que interrogar a todas las personas de la zona para saber qué han hecho entre la noche de ayer y esta mañana. Detendremos al responsable. Si alguno de ustedes recuerda algún incidente que pueda ayudar a zanjar la cuestión... -añadió al tiempo que se guardaba el lápiz y el cuaderno-.

¿Zanjar la cuestión?, pensó Vanessa al borde de un ataque de nervios. Zanjar la cuestión. ¡Pero había muerto un hombre! Estaba soñando. Tenía que estar soñando.

Andrew: Tranquila -le susurró al oído-. Toma otro trago -añadió al tiempo que le acercaba el coñac a los labios-.

Scott: Cooperaremos en todo lo que podamos, capitán -afirmó justo antes de ponerse de pie-. Para nosotros, no es agradable que una cosa así ocurra tan cerca de nuestras casas. Lamentamos especialmente que haya sido una invitada nuestra quien haya tenido la mala suerte de encontrar el cadáver.

Capitán: Lo entiendo -asintió con la cabeza y se frotó la barbilla con una mano-. Será menos caótico si hablo con ustedes de uno en uno. ¿Podemos utilizar el despacho?

Scott: Lo acompaño -apuntó hacia una puerta-. Puede empezar conmigo si quiere.

Capitán: Gracias -inclinó la cabeza ligeramente, como despidiéndose del resto de los presentes, y se marchó junto a Scott-.

Vanessa observó su andar lento y comedido. Perseguiría a un hombre hasta la tumba, pensó, y se tragó el resto del coñac temblorosa.

Ash: Necesito una copa -dijo yendo hacia el mueble bar-. Doble. ¿Alguien más?

Zac deslizó la mirada fugazmente sobre Vanessa.

Zac: Ponme lo mismo que tú -dijo y señaló con un dedo hacia la copa de Vanessa, para que Ash volviera a llenársela-.

Amber: No sé por qué tiene que interrogarnos -se acercó al mueble bar también, demasiado impaciente para esperar a que Ash le sirviera-. No tiene sentido. Scott debería haberse negado. Tiene influencia de sobra para evitar todo esto -añadió mientras se echaba algo fuerte en una copa alta y se bebía la mitad de un trago-.

Ash: No hay razón para que Scott evite nada -entregó una copa a Zac antes de echar otro chorro generoso en la de Vanessa-. No tenemos nada que ocultar. ¿Qué te pongo, Derek?

Amber: ¿Ocultar?, ¿quién ha dicho nada de ocultar? -replicó, dando vueltas por la habitación-. Simplemente, no quiero contestar un montón de estúpidas preguntas porque ella haya sido tan tonta de encontrarse a un hombre muerto -añadió apuntando hacia Vanessa-.

Derek: Licor de anís -contestó antes de que Ash fulminase a Amber con alguna respuesta-. No creo que se le pueda echar la culpa a Vanessa de nada, Amber. Nos habrían interrogado aunque lo hubiese encontrado otra persona. La peor parada es ella, que ha descubierto el cadáver además de tener que responder al capitán. Gracias, Ash -dijo cuando ésta le dio su copa-.

Amber: No puedo quedarme en casa -murmuró sin parar de dar vueltas por la habitación, nerviosa como un dedo sobre un gatillo-. Zac, dame una vuelta en lancha -le pidió mientras se paraba y se sentaba sobre el brazo del sofá en el que él estaba sentado-.

Zac: No tengo tiempo. Tengo que ocuparme de unos papeles en casa cuando termine aquí -dio un sorbo a su copa y apretó ligeramente la mano de Amber-.

Luego miró a Vanessa, la cual lo miraba con expresión de condena. ¡Maldita fuese! No tenía derecho a hacerlo sentirse culpable por hacer lo que tenía que hacer.

Amber: Por favor, Zacky -insistió, acariciándole el brazo-. Me volveré loca si hoy me quedo aquí quieta. Necesito distraerme en el mar, aunque sólo sea un par de horas.

Zac suspiró, rendido, mientras renegaba para sus adentros por tener que soportar una correa demasiado larga y fuerte, que se veía incapaz de romper. Tenía motivos para acceder y no podía dejar que la mirada atónita de Vanessa cambiase el rumbo que ya había emprendido.

Zac: De acuerdo, esta tarde.

Amber sonrió y dio otro trago a su copa.

El interrogatorio se eternizaba. Ash salió cuando Scott volvió a entrar. Y la espera continuó. Las conversaciones avanzaban entre tirones y frenazos, desarrolladas en voz baja. Cuando Andrew se marchó a llamar por teléfono, Zac se acercó a Vanessa, en aquel momento junto a la ventana.

Zac: Quiero hablar contigo -dijo con voz queda pero firme-.

Fue a agarrarle una mano, pero ella se escabulló.

Ness: Yo no quiero hablar contigo.

Zac se metió las manos en los bolsillos adrede. Seguía pálida. El coñac la había serenado, pero no había conseguido devolverle el color a sus mejillas.

Zac: Es necesario, Vanessa. Ahora mismo no puedo explicártelo.

Ness: Problema tuyo.

Zac: Cuando el capitán termine, saldremos a dar una vuelta. Necesitas airearte un rato.

Ness: No pienso ir a ningún lado contigo. No me digas lo que necesito ahora -contestó entre dientes-. Te necesitaba antes.

Zac: Maldita sea, Vanessa -gruñó. Vanessa desvió la mirada hacia el jardín de Ash. Algunas de las rosas, pensó sin entusiasmo, habían florecido. Zac apretó los puños dentro de los bolsillos-. ¿Crees que no sé que me necesitabas? Lo sabía. Claro que lo sabía. Pero no podía ayudarte... en ese momento no. No me hagas esto más difícil de lo que ya lo es.

Vanessa se giró y respondió con frialdad:

Ness: No tengo intención de hacerte nada difícil -dijo en tono solemne-. De hecho, no quiero hacer absolutamente nada contigo. No quiero nada de ti.

Zac: Vanessa... -insistió y algo en sus ojos amenazó con romper la determinación de Vanessa. Una disculpa, un lamento, una súplica de comprensión inesperada-. Por favor, necesito...

Ness: Me da igual qué necesites -atajó antes de flaquear-. Aléjate de mí. No vuelvas a acercarte.

Zac: Esta noche... -arrancó, pero la mirada basilisca de ella lo detuvo-.

Ness: No te acerques -repitió-.

Luego se dio la vuelta y cruzó la pieza para sentarse junto a Derek.

Vanessa tenía tan mal genio como Zac cuando entró en la villa de los Tisdale. Aunque, en realidad, no estaba enfadada. Ni sentía miedo ni rencor. En un par de días, Zac se las había arreglado para hacer algo que Jack no había hecho en todos los meses que habían estado juntos. Le había hecho daño.

Y no lo decía por los moretones que ya casi le habían desaparecido de los brazos. Era un dolor más profundo y que había empezado antes incluso de haberlo conocido. Había empezado en el momento en que Zac había elegido llevar el tipo de vida que llevaba.

No tenía que ver con ella. No tenía que ver con ella, iba repitiéndose una y otra vez. Pero no conseguía serenarse. Cerró de un portazo. Le habría gustado encerrarse inmediatamente en su dormitorio para no soltar ningún ladrido a nadie, pero Derek se lo impidió:

Derek: Vanessa -la llamó-. Ven afuera.

Se forzó a sonreír y salió a la terraza. Amber estaba tomando el sol en una tumbona. La saludó por pura cortesía y Vanessa notó que la tensión se cortaba en el ambiente. Se preguntó si la había llevado ella consigo o si ya estaba de antes.

Derek: Scott está hablando por teléfono -dijo mientras le ofrecía una silla-. Y Ash está solucionando un problemilla doméstico en la cocina.

Ness: ¿Sin intérprete?

Sonrió, empeñada en no dejarse amargar las vacaciones por Zac.

Amber: Es ridículo -hizo un gesto para que Derek le encendiera un pitillo-. Ash debería despedirlo y punto. Los estadounidenses tienen demasiada paciencia con los criados.

Ness: ¿De veras? -preguntó dispuesta a defender el carácter de su amiga y de su país-. No lo sabía.

Amber: No creo que hayas tenido muchos criados.

Derek intervino antes de que Vanessa pudiera contestar.

Derek: Dime, ¿qué te ha parecido la casa de Zac? -preguntó al tiempo que le pedía con la mirada que disculpara la impertinencia de Amber-.

Sus ojos también indicaban algo que Vanessa ya había empezado a sospechar la noche anterior. Estaba enamorada de ella, pensó, y sintió lástima por él.

Ness: Es un lugar maravilloso, como un museo sin organizar. Debe de haber tardado años en juntar todas esas joyas.

Derek: A Zac se le dan bien los negocios -comentó-. Y utiliza sus conocimientos y su posición para quedarse con las mejores piezas.

Ness: Tenía una caja de música suiza -recordó-. Dice que tiene más de cien años. Sonaba el Para Elisa... Mataría por ella -añadió tras exhalar un suspiro, de nuevo relajada-.

Amber: Zac es un hombre generoso si sabes cómo acercarte a él -dijo con una sonrisa afilada como un cuchillo-.

Vanessa se giró y le mantuvo la mirada.

Ness: Es posible -devolvió la atención a Derek-. Esta mañana me he encontrado con el primo de Zac.

Derek: Ah, sí, el poeta estadounidense.

Ness: Dice que se ha recorrido toda esta parte de la isla. Yo también estoy pensando en explorarla. Es una zona muy tranquila. Supongo que por eso me asombró tanto que Scott dijera que había problemas de contrabando.

Derek se limitó a sonreír, pero Amber se puso tensa. Vanessa se dio cuenta de que se había quedado pálida. Sorprendida por tal reacción, la observó atentamente. Era como si tuviese miedo de algo, pensó. Pero ¿de qué? ¿Y por qué?

Derek: Es reprobable. Pero una práctica habitual, tradicional incluso.

Ness: Extraña tradición -murmuró-.

Derek: Tengo entendido que hay muchos policías vigilando esa clase de operaciones. Si no me equivoco, el año pasado murieron cinco hombres en un tiroteo en la costa de Turquía -se encendió un cigarrillo-. Las autoridades confiscaron un buen alijo de opio.

Ness: Qué horror -notó que la palidez de Amber aumentaba-.

Derek: No son más que campesinos y pescadores. Les falta inteligencia para organizar una red de contrabando grande. Se dice que el jefe es brillante e implacable y que va tapado con una máscara cuando interviene en alguna operación. Al parecer, ni siquiera sus compinches saben quién es. Hasta podría ser una mujer. Supongo que esto le da un toque romántico a toda la historia -comentó sonriente. De pronto, Amber se levantó y se marchó de la terraza-. Discúlpala -añadió tras exhalar un suspiro-.

Ness: Parecía molesta.

Derek: Se molesta enseguida -murmuró-.

Ness: Pero tú te preocupas mucho por ella -dijo mirándolo a los ojos. Derek se levantó y fue hacia la barandilla-. Perdona, Derek. No pretendía meterme en tus asuntos.

Derek: No, perdóname tú. Lo que siento por Amber es... complicado. Creía que no se me notaba tanto.

Ness: Lo siento -se disculpó de nuevo-.

Derek: Es caprichosa, mimada -sacudió la cabeza-. ¿Qué es lo que hace que una persona se enamore de otra?

Vanessa desvió la mirada.

Ness: No sé. Ojalá lo supiera.

Derek: Te he puesto triste. No me compadezcas. Antes o después, lo que hay entre Amber y yo se acabará resolviendo. Soy un hombre paciente -volvió a sentarse junto a Vanessa, le agarró las manos y sonrió-. Ahora, hablemos de otra cosa. Tengo que confesarte que me encantan las historias sobre contrabando.

Ness: Sí, es un tema interesante. Decías que nadie sabe quién es el jefe de la organización, ¿no?

Derek: Eso dice la leyenda. Siempre que estoy en Lesbos, sueño con encontrar alguna pista que me permita desenmascararlo. 

Vanessa no pudo evitar pensar en Zac.

Ness: Pero el contrabando en sí no parece preocuparte tanto, ¿no?

Derek: Eso es cosa de las autoridades -se encogió de hombros-. A mí lo que me atrae es el misterio. El misterio -repitió entusiasmado-.

Ash: ¡Menos mal!, ¡media hora discutiendo con un cocinero griego! Anda, Derek, dame un cigarro -irrumpió poniendo fin a la conversación sobre el contrabando. Se sentó y se dirigió a Vanessa sonriente-. Bueno, ¿qué?, ¿te ha gustado la casa de Zac?


Franjas rosadas unían el mar y el cielo en el horizonte. El alba despuntaba con una brisa cálida y húmeda. Después de una noche de insomnio, era la mejor forma de empezar el día.

Vanessa paseaba por la orilla oyendo los primeros cantos de los pájaros. Así era como había planeado pasar las vacaciones: caminando por la playa, viendo puestas de sol, relajándose. ¿No era eso lo que su padre y Ash le habían metido en la cabeza?

Que se relajara. Que desconectara unas semanas y se diera un respiro.

Pero ni su padre ni Ash habían contado con Zachary Efron.

Era un enigma de hombre y Vanessa no averiguaba la clave para descifrarlo. Su relación con el contrabando no encajaba con la imagen que tenía de él y Vanessa nunca había podido dejar un puzzle a medias.

Por otra parte, estaba Amber. También ella la intrigaba. La prima de Scott era algo más que una mujer con un carácter enojoso. Transmitía tensión, una inquietud enraizada en su interior. Y Scott sabía a qué se debía, pensó Vanessa. Al menos, en parte. Y, si no se equivocaba, Derek también. Pero ¿de qué se trataba?, ¿ocultaba algo? La reacción de Amber a la charla sobre contrabando había sido totalmente distinta a la de Scott y Derek. Ellos se habían mostrado resignados, hasta parecía divertirlos. Pero Amber se había asustado. ¿Por qué?, ¿acaso era la primera vez que oía hablar del tráfico de opio? No, imposible.

Vanessa sacudió la cabeza. Quería olvidarse de cualquier problema y disfrutar de esa mañana. Aunque sólo fuera durante unas horas quería hacer todo aquello que había ido a hacer a Grecia. Buscaría conchas, decidió de pronto. Se subió los bajos de los vaqueros y se adentró en una cala sin profundidad.

Había por todas partes. En la arena y en el agua. Vanessa se agachó y se llenó los bolsillos de la chaqueta con las mejores.

De pronto, reparó en un cigarrillo negro medio enterrado. De modo que Scott paseaba por ahí, pensó sonriente. Vanessa se imaginó a Ash y a su marido paseando de la mano por la cala.

Al cabo de un rato, ya no le cabían más conchas. Vanessa lamentó no haberse llevado una bolsa, pero se encogió de hombros y empezó a apilarlas para recogerlas más adelante. Cuando volviera a Estados Unidos, las pondría en una fuente, sobre el alféizar. Así, si alguna vez se sentía atrapada dentro de casa un día frío y lluvioso, le bastaría mirarlas para acordarse del sol de Grecia.

Había decenas de gaviotas. Sobrevolaban dando vueltas a su alrededor y chillando, pero a Vanessa le parecían las compañeras perfectas para una mañana solitaria. Poco a poco, fue recuperando la sensación de paz interior que había experimentado tan fugazmente la primera noche que había bajado a la playa, bajo la luz de la luna.

La recolección de conchas la había alejado un buen tramo de la playa. De pronto, vio la entrada de una cueva y sonrió. No era grande, estaba casi escondida, pero Vanessa pensó que merecía la pena explorarla. Entonces cayó en la cuenta de que sus vaqueros eran de color blanco y decidió limitarse a asomar la cabeza y volver en otra ocasión. Avanzó, dejando que el agua le acariciara los gemelos. Se agachó a recoger otra concha. Miró hacia la cueva y, de repente, se le heló la sangre.

Una cara pálida brillaba en el agua. Vanessa quiso gritar, pero no le salió la voz. Estaba muerta de miedo. Nunca había visto un muerto tan de cerca. Retrocedió unos pasos con torpeza, tropezó con una roca y estuvo a punto de caerse. Consiguió recuperar el equilibrio, pero sintió que la cabeza le daba vueltas. No, pensó espantada. No podía desmayarse allí, con aquel cadáver a menos de un metro. Se dio la vuelta y salió corriendo.

Fue corriendo, trastabillando sobre la arena y las rocas, sin más pensamiento en la cabeza que alejarse de allí. Por fin dejó atrás la cala, pero nada más salir de la playa, unas manos la sujetaron con fuerza. Vanessa se revolvió, aterrada por la mera idea de que el cadáver se hubiese levantado y hubiese ido tras ella.

**: ¡Para!, ¡maldita sea! Acabaré haciéndote daño otra vez, Vanessa. ¿Se puede saber qué pasa?

La estaban agitando por los hombros. Poco a poco, una voz familiar penetró el velo de confusión que la aturdía. Levantó la cabeza y vio el rostro de Zac.

Zac: ¿Zachary? -dijo casi sin voz. Volvió a marearse, sintió ganas de vomitar y se dejó caer sobre él. Le temblaba el cuerpo entero, pero sabía que estaba a salvo-. Zachary -repitió, como si el mero hecho de pronunciar su nombre pudiese protegerla-.

Zac la agarró con firmeza para evitar que se cayera al suelo. Estaba pálida, horrorizada. En cualquier momento podía desmayarse o ponerse a gritar, presa de un ataque de histeria.

Zac: ¿Qué ha pasado? -preguntó en un tono que exigía una respuesta-.

Vanessa abrió la boca, pero descubrió que sólo podía mover la cabeza. Cerró los ojos, como tratando de bloquear lo que había visto. Todavía no había recuperado el aliento. Pero ya no corría peligro, se dijo entre sollozos. Zac la defendería.

Zac: Tranquilízate y dime qué ha pasado -insistió-.

Ness: No puedo -se acurrucó contra el pecho de Zac, pero éste la apartó con brusquedad-.

Zac: Te digo que me expliques qué te ha pasado -dijo con frialdad-.

Sorprendida por el tono de Zac, abrió los ojos y volvió a intentar hablar; pero oyó unos pasos y se apretó contra él de un respingo.

**: Hola, ¿interrumpo?

Vanessa reconoció la voz alegre de Andrew a sus espaldas, pero no se giró a mirar. No podía parar de temblar.

¿Por qué estaba enfadado con ella?, ¿por qué no la ayudaba?, se preguntó Vanessa mientras trataba de respirar con normalidad. Dios, necesitaba que Zac la ayudase.

Andrew: ¿Pasa algo? -preguntó con una mezcla de preocupación y curiosidad al ver la expresión sombría de Zac-.

Zac: No estoy seguro. Me he encontrado con Vanessa. Estaba corriendo como si la vida le fuese en ello, pero no he conseguido que me diga nada. Venga, cuéntamelo -añadió, dirigiéndose a ella-.

Ness: Allí... -arrancó-. En la cueva... Zachary, por favor -finalizó, incapaz de articular dos frases seguidas-.

Zac: Echaré un vistazo.

Ness: ¡No te vayas, por favor! -exclamó desesperada. Hizo ademán de agarrarlo, pero Zac la esquivó y la lanzó en brazos de Andrew-.

Zac: ¡Maldita sea!, ¡haz que se calme! -gruñó justo antes de echar a andar-.

Ness: ¡Zachary! -trató de desembarazarse de Andrew, pero no lo consiguió-.

Se llevó una mano a la boca para no volver a llamarlo. Zac no se molestó en mirar hacia atrás en ningún momento.

La estaban abrazando. Pero no eran los brazos de Zac.

Andrew: Vamos, ya pasó -le dijo al tiempo que le acariciaba el pelo-. Fantaseaba con abrazarte, pero no en estas circunstancias.

Ness: Andrew... -murmuró-. Ha sido horrible -añadió justo antes de romper a llorar-.

Andrew: Cuéntame qué ha pasado. Dilo rápido. Así te será más fácil -dijo con suavidad sin dejar de acariciarle el pelo-.

Ness: Hay un muerto en la entrada de la cueva -explicó después de exhalar un suspiro tembloroso-.

Andrew: ¡Un muerto! -le dio la vuelta para mirarla a los ojos-. ¡Dios!, ¿estás segura?

Ness: Sí, sí, lo he visto. Estaba... -se cubrió la cara con las manos hasta que calculó que podía seguir hablando-.

Andrew: Tranquila, no te apures -la serenó-. Deja que salga.

Ness: Estaba recogiendo conchas en la playa. Vi la cueva, Fui a echar un vistazo y... -sintió un escalono-. Entonces vi la cara, debajo del agua.

Andrew: Dios -la abrazó de nuevo y la apretó con fuerza contra el pecho-.

No dijo nada más, pero le dio todo el apoyo y cariño que necesitaba.

Zac regresaba a paso ligero. Frunció el ceño al ver a Vanessa entre los brazos de su primo.

Zac: Andrew, llévate a Vanessa a la villa de los Tisdale y llama a las autoridades. Un hombre ha tenido un accidente mortal.

Andrew: Sí, ya me lo ha dicho -contestó asintiendo con la cabeza-. Ya es mala suerte que lo haya descubierto ella. ¿Vienes con nosotros?

Zac miró a Vanessa al tiempo que ésta se giraba hacia él. Odió la expresión que vio en su cara: el miedo, el dolor. Vanessa no lo perdonaría con facilidad después de aquello.

Zac: No, me quedaré para asegurarme de que nadie más se lo encuentra. Vanessa... -le tocó los hombros y sintió que se detestaba. Ella no respondió. Había dejado de llorar y tenía los ojos perdidos, sin vida-. Estarás bien. Andrew te llevará a casa.

Sin decir palabra, Vanessa se dio la vuelta.

Zac: Cuida de ella -le ordenó a Andrew-.

Andrew: Seguro -murmuró sorprendido por el tono imperativo de su primo-. Vamos, Vanessa, apóyate en mí.

Zac los miró subir las escaleras de la playa. Cuando los perdió de vista, regresó a vigilar el cadáver.


Sentada en el salón, trataba de anestesiar el miedo con el mejor coñac de Scott. Vanessa examinó al capitán Trípolos, del departamento de policía de Mitilini. Era bajo, más grueso que delgado, sin que pudiera llegar a considerárselo gordo. De cabello gris y escaso, se peinaba de modo que se disimulase su alopecia. Tenía ojos oscuros y penetrantes. A pesar del aturdimiento por el susto y el coñac, Vanessa comprendió que estaba ante un hombre con la tenacidad de un bulldog.

**: Señorita Hudgens -dijo el capitán, dirigiéndose a Vanessa en inglés-. Espero que lo entienda: tengo que hacerle unas preguntas.

Andrew: ¿No puede esperar? -estaba sentado en el sofá junto a Vanessa-. Ha sido una experiencia muy desagradable para la señorita Hudgens -añadió al tiempo que le rodeaba los hombros con un brazo-.

Ness: No, Andrew, no importa -puso una mano encima de la izquierda de él-. Cuanto antes acabemos, mejor. Entiendo que es su trabajo, capitán. Le diré todo lo que pueda —añadió mirándolo con una determinación admirable para el capitán.

Capitán: Gracias -chupó el extremo de su lápiz, se sentó en una silla y sonrió-. Quizá pueda empezar contándome qué ha hecho exactamente desde que se levantó esta mañana.

Vanessa empezó a hacer recuento de la mañana con tanta concisión como pudo. Hablaba mecánicamente, con las manos muertas sobre el regazo. Aunque la voz le tembló en un par de ocasiones, Trípolos observó que no dejaba de mirarlo a los ojos. Era fuerte, decidió, aliviado por no verse en la embarazosa situación de consolar a una mujer llorando o en pleno ataque de histeria.

Ness: Entonces lo vi en el agua -aceptó agradecida la mano de Andrew-. Salí corriendo.

Capitán: Se ha levantado muy temprano -comentó-. ¿Suele madrugar tanto?

Ness: No, pero me desperté y me entraron ganas de pasear por la playa.

Capitán: ¿Vio a alguien?

Ness: No -sintió un escalofrío, pero mantuvo la mirada firme, ganándose un poco más la admiración de Trípolos-. Hasta que encontré a Zachary y Andrew.

Capitán: ¿Zachary? Ah, el señor Efron -miró hacia Zac, acomodado en un segundo sofá con Scott y Ash-. ¿Había visto antes al... difunto?

Ness: No -apretó la mano al recordar la cara pálida del muerto. Sacó fuerzas de flaqueza y se obligó a continuar-. Sólo llevo unos días aquí y apenas me he alejado de la villa.

Capitán: ¿Viene de visita?

Ness: Sí.

Capitán: Lamento que un asesinato le haya estropeado las vacaciones -murmuró con simpatía-.

Ness: ¿Asesinato? -repitió. La palabra resonó dentro de su cabeza mientras observaba los ojos calmados del capitán-. Yo creía... ¿no ha sido un accidente?

Capian: No, apuñalaron a la víctima... por la espalda -contestó tras bajar la vista hacia el cuaderno de notas-. Espero no tener que molestarla más. ¿Encontró muchas conchas, señorita Hudgens? -añadió justo antes de levantarse y hacer una reverencia sobre la mano extendida de Vanessa-.

Ness: Sí... bastantes -dijo y sintió necesidad de meter la mano en el bolsillo de la chaqueta para sacar algunas-. Me parecían... preciosas.

Capitán: Sí -sonrió y se dirigió a continuación a los demás-. Me temo que tendremos que interrogar a todas las personas de la zona para saber qué han hecho entre la noche de ayer y esta mañana. Detendremos al responsable. Si alguno de ustedes recuerda algún incidente que pueda ayudar a zanjar la cuestión... -añadió al tiempo que se guardaba el lápiz y el cuaderno-.

¿Zanjar la cuestión?, pensó Vanessa al borde de un ataque de nervios. Zanjar la cuestión. ¡Pero había muerto un hombre! Estaba soñando. Tenía que estar soñando.

Andrew: Tranquila -le susurró al oído-. Toma otro trago -añadió al tiempo que le acercaba el coñac a los labios-.

Scott: Cooperaremos en todo lo que podamos, capitán -afirmó justo antes de ponerse de pie-. Para nosotros, no es agradable que una cosa así ocurra tan cerca de nuestras casas. Lamentamos especialmente que haya sido una invitada nuestra quien haya tenido la mala suerte de encontrar el cadáver.

Capitán: Lo entiendo -asintió con la cabeza y se frotó la barbilla con una mano-. Será menos caótico si hablo con ustedes de uno en uno. ¿Podemos utilizar el despacho?

Scott: Lo acompaño -apuntó hacia una puerta-. Puede empezar conmigo si quiere.

Capitán: Gracias -inclinó la cabeza ligeramente, como despidiéndose del resto de los presentes, y se marchó junto a Scott-. 

Vanessa observó su andar lento y comedido. Perseguiría a un hombre hasta la tumba, pensó, y se tragó el resto del coñac temblorosa.

Ash: Necesito una copa -dijo yendo hacia el mueble bar-. Doble. ¿Alguien más?

Zac deslizó la mirada fugazmente sobre Vanessa.

Zac: Ponme lo mismo que tú -dijo y señaló con un dedo hacia la copa de Vanessa, para que Ash volviera a llenársela-.

Amber: No sé por qué tiene que interrogarnos -se acercó al mueble bar también, demasiado impaciente para esperar a que Ash le sirviera-. No tiene sentido. Scott debería haberse negado. Tiene influencia de sobra para evitar todo esto -añadió mientras se echaba algo fuerte en una copa alta y se bebía la mitad de un trago-.

Ash: No hay razón para que Scott evite nada -entregó una copa a Zac antes de echar otro chorro generoso en la de Vanessa-. No tenemos nada que ocultar. ¿Qué te pongo, Derek?

Amber: ¿Ocultar?, ¿quién ha dicho nada de ocultar? -replicó, dando vueltas por la habitación-. Simplemente, no quiero contestar un montón de estúpidas preguntas porque ella haya sido tan tonta de encontrarse a un hombre muerto -añadió apuntando hacia Vanessa-.

Derek: Licor de anís -contestó antes de que Ash fulminase a Amber con alguna respuesta-. No creo que se le pueda echar la culpa a Vanessa de nada, Amber. Nos habrían interrogado aunque lo hubiese encontrado otra persona. La peor parada es ella, que ha descubierto el cadáver además de tener que responder al capitán. Gracias, Ash -dijo cuando ésta le dio su copa-.

Amber: No puedo quedarme en casa -murmuró sin parar de dar vueltas por la habitación, nerviosa como un dedo sobre un gatillo-. Zac, dame una vuelta en lancha -le pidió mientras se paraba y se sentaba sobre el brazo del sofá en el que él estaba sentado-.

Zac: No tengo tiempo. Tengo que ocuparme de unos papeles en casa cuando termine aquí -dio un sorbo a su copa y apretó ligeramente la mano de Amber-.

Luego miró a Vanessa, la cual lo miraba con expresión de condena. ¡Maldita fuese! No tenía derecho a hacerlo sentirse culpable por hacer lo que tenía que hacer.

Amber: Por favor, Zacky -insistió, acariciándole el brazo-. Me volveré loca si hoy me quedo aquí quieta. Necesito distraerme en el mar, aunque sólo sea un par de horas.

Zac suspiró, rendido, mientras renegaba para sus adentros por tener que soportar una correa demasiado larga y fuerte, que se veía incapaz de romper. Tenía motivos para acceder y no podía dejar que la mirada atónita de Vanessa cambiase el rumbo que ya había emprendido.

Zac: De acuerdo, esta tarde.

Amber sonrió y dio otro trago a su copa.

El interrogatorio se eternizaba. Ash salió cuando Scott volvió a entrar. Y la espera continuó. Las conversaciones avanzaban entre tirones y frenazos, desarrolladas en voz baja. Cuando Andrew se marchó a llamar por teléfono, Zac se acercó a Vanessa, en aquel momento junto a la ventana.

Zac: Quiero hablar contigo -dijo con voz queda pero firme-.

Fue a agarrarle una mano, pero ella se escabulló.

Ness: Yo no quiero hablar contigo.

Zac se metió las manos en los bolsillos adrede. Seguía pálida. El coñac la había serenado, pero no había conseguido devolverle el color a sus mejillas.

Zac: Es necesario, Vanessa. Ahora mismo no puedo explicártelo.

Ness: Problema tuyo.

Zac: Cuando el capitán termine, saldremos a dar una vuelta. Necesitas airearte un rato.

Ness: No pienso ir a ningún lado contigo. No me digas lo que necesito ahora -contestó entre dientes-. Te necesitaba antes.

Zac: Maldita sea, Vanessa -gruñó. Vanessa desvió la mirada hacia el jardín de Ash. Algunas de las rosas, pensó sin entusiasmo, habían florecido. Zac apretó los puños dentro de los bolsillos-. ¿Crees que no sé que me necesitabas? Lo sabía. Claro que lo sabía. Pero no podía ayudarte... en ese momento no. No me hagas esto más difícil de lo que ya lo es.

Vanessa se giró y respondió con frialdad:

Ness: No tengo intención de hacerte nada difícil -dijo en tono solemne-. De hecho, no quiero hacer absolutamente nada contigo. No quiero nada de ti.

Zac: Vanessa... -insistió y algo en sus ojos amenazó con romper la determinación de Vanessa. Una disculpa, un lamento, una súplica de comprensión inesperada-. Por favor, necesito...

Ness: Me da igual qué necesites -atajó antes de flaquear-. Aléjate de mí. No vuelvas a acercarte.

Zac: Esta noche... -arrancó, pero la mirada basilisca de ella lo detuvo-.

Ness: No te acerques -repitió-.

Luego se dio la vuelta y cruzó la pieza para sentarse junto a Derek.




¡Zac, tio! ¡No haces nada bien!
Mira por lo que acaba de pasar Ness y tú te vas a ir con la pesada de Amber ¬_¬

¡Gracias por los coments!
¡Comentad, please!

¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó el capitulo.
Mal Zac que no estuvo con Ness cuando lo necesito.
Intuyo que Amber oculta algo...


Sube pronto

Maria jose dijo...

Zac es un hombre muy misterioso
Ya quiero que diga su verdad
Sube pronto que la novela
Cada vez es más buena
Es solo a mi o la novela se repite?
Me asoma 2 veces el capitulo
No importa la novela esta genial
Sube pronto


Saludos

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