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viernes, 16 de septiembre de 2016

Capítulo 2


El sol era un foco de luz blanca. Los rayos acariciaban la superficie del agua. Vanessa sesteaba en una hamaca del yate, mecido por el ligero bamboleo del mar.

En medio de un plácido duermevela, se preguntaba si el baño a la luz de la luna y el encuentro con aquel hombre habrían sido un sueño. Los cuchillos, los músculos y los besos derretidores no tenían cabida en el mundo real. Debían de formar parte de una de esas extrañas ensoñaciones que tenía cuando las prisas y las presiones del trabajo y de la ciudad amenazaban con abrumarla. Siempre las había considerado una válvula de escape particular. Inofensivas, pero absolutamente secretas. Jamás se le había ocurrido compartirlas con Jack ni contárselas a ninguna compañera del trabajo.

De no ser porque el colgante había desaparecido y por los moretones que tenía en los brazos, Vanessa habría terminado creyendo que todo había sido el resultado de una imaginación demasiado productiva.

Suspiró, se tumbó boca abajo para broncearse la espalda y colocó las manos en forma de almohada para reposar la cabeza. La piel, pegajosa de crema protectora, le brillaba. ¿Por qué les estaba ocultando aquella locura de incidente a Ash y Scott? Vanessa frunció el ceño, tensó y destensó los hombros. Sus amigos se horrorizarían si les contaba que la habían asaltado. Ya veía a Scott haciéndole de guardaespaldas durante el resto de su estancia en Lesbos. Se aseguraría de que se emprendiese una investigación... complicada, agotadora y lo más probable infructuosa. Vanessa odió al desconocido, consciente de que éste había tenido razón.

Además, ¿qué podría decirle a la policía aunque decidiese denunciarlo? En realidad, no la había herido ni había cometido agresión sexual alguna contra ella. No recordaba que la hubiese amenazado y no tenía la menor idea de por qué había sucedido aquello. Por otra parte, ¿qué había sucedido?, se preguntó. Un hombre la había arrastrado hasta unos arbustos, la había retenido por algún motivo sin explicación y luego la había dejado marcharse sin hacerle daño.

La policía griega no vería el beso como un acto delictivo. Y no le habían robado. No tenía forma humana de demostrar que aquel hombre le había quitado el colgante. Y, maldita fuera, añadió tras exhalar un suspiro, por más que quisiera atribuirle todo tipo de faltas, no le parecía que encajase con el perfil de un simple ladronzuelo. De hecho, aquel hombre no tenía nada de simple. Fuera lo que fuera lo que hiciese, lo hacía a lo grande... y lo hacía bien.

De modo que, ¿qué podía hacer? Sí, la había asustado y enfadado, lo segundo a consecuencia de lo primero probablemente; pero ¿eso era todo?

Cuando lo detuvieran, en caso de que lo lograran, sería su palabra contra la de ella. Y, de alguna manera, Vanessa tenía la impresión de que la palabra del desconocido tendría más peso que la suya.

De acuerdo, le habían dado un susto, habían lastimado su orgullo. ¿Y qué? Vanessa se encogió de hombros y cambió la posición de la cabeza sobre las manos. No merecía la pena darles un disgusto a Ash y Scott. Quizá se había encontrado con un hombre que se volvía loco cuando había luna llena. En cualquier caso, no era más que otra extraña aventura en la vida de Vanessa Hudgens. Lo mejor sería archivarla y olvidarla.

Cuando oyó los pasos de Scott por las escaleras que daban a la cubierta, Vanessa apoyó la barbilla sobre las manos y le sonrió. A su lado, en una hamaca, Ash se movió un poco y siguió durmiendo.

Scott: Parece que se ha amodorrado con el sol -comentó tras subir el último escalón-.

Luego se sentó en una silla junto a su esposa.

Ness: Yo casi me quedo dormida también -bostezó, estiró los brazos para desperezarse y se giró para colocar la hamaca en posición sentada-. Pero no quería perderme nada -añadió mirando hacia el agua-.

Se fijó en una elevación de tierra que se divisaba a los lejos. La isla parecía flotar, insustancial como la bruma.

Scott: Chíos -la informó, siguiendo la mirada de Vanessa. Luego cambió la dirección del brazo y esperó a que ella se girara-. Y la costa de Turquía.

Ness: Está pegada. Parece como si pudiera ir nadando.

Scott: En el mar, las distancias pueden resultar engañosas. Tendrías que ser una nadadora experta. Aunque remando es muy fácil. Hay quien cree que es beneficioso estar tan cerca -se echó a reír al ver la cara de incomprensión de Vanessa-. Por el contrabando, inocente. Sigue siendo una práctica muy habitual, a pesar de que el castigo es severo -añadió mientras se encendía un cigarro de tabaco negro-.

Ness: Contrabando -repitió intrigada-.

En seguida asoció la palabra con los piratas y, de repente, frunció el ceño. El contrabando era un asunto feo, se recordó, y en absoluto romántico.

Scott: La costa -hizo otro gesto con el brazo mientras sostenía el cigarrillo con elegancia entre dos dedos-. Bahías, penínsulas, islas y calas... Se puede acceder al interior desde muchos puntos.

Vanessa asintió con la cabeza. Sí, era un asunto feo. No estaban hablando de coñac francés ni jamón ibérico.

Ness: ¿Opio?

Scott: Entre otras cosas -respondió sin darle mayor importancia-.

Ness: ¿Te da igual? -preguntó con el entrecejo arrugado-.

Sott: ¿Por qué iba a molestarme? -contestó tras dar una calada larga-.

Desconcertada por la indiferencia de su amigo, se sentó más recta.

Ness: ¿No te preocupan las cosas con las que se trafica cerca de tu casa?

Scott: Vanessa -extendió las manos como rindiéndose al destino. Un mechón de pelo rubio rebrilló bajo el sol-. Lo que a mí me preocupe no va a cambiar lo que lleva pasando desde hace siglos.

Ness: Aun así, saber que se cometen delitos prácticamente en el patio trasero de tu casa... -se detuvo y pensó en las calles de Manhattan. Tampoco era el barrio más pacífico del mundo-. No sé, suponía que te desagradaría -finalizó-.

Los ojos de Scott se iluminaron con un brillo divertido antes de encogerse de hombros.

Scott: Yo lo dejo en manos de la policía y las autoridades. Dime, ¿estás disfrutando de tu estancia de momento?

Vanessa hizo ademán de responder directamente; luego se aseguró de borrar el ceño que le arrugaba la frente. No tenía sentido preocupar a Scott con lo que le había ocurrido la noche anterior.

Ness: Esto es maravilloso. Ahora entiendo por qué le gusta tanto a Ash.

Scott sonrió y le dio otra calada a su cigarro.

Scott: Ya sabes que quiere que te convenzamos para que te quedes. A veces me siento muy culpable por no ir a verte a Estados Unidos más a menudo.

Ness: No tienes por qué sentirte culpable, Scott -se puso las gafas de sol y se volvió a relajar. Después de todo, el contrabando no tenía que ver con ella-. Ash es feliz. Se le nota.

Scott: Lo sería más si estuvieras aquí.

Ness: Scott -sonrió ante los intentos del marido de Ash por complacer a su esposa-, no puedo venirme aquí a haceros compañía, por mucho que os quiera.

Sott: ¿Sigues trabajando para la ONU?

Apenas cambió el tono de voz, pero Vanessa captó el matiz. Scott había pasado a hablar de negocios.

Ness: Me gusta lo que hago. Se me da bien y es un desafío interesante.

Scott: Soy un empresario generoso, Vanessa; sobre todo, con personas con tanto talento como tú -soltó una bocanada de humo-. Hace tres años te pedí que trabajaras para mí. Te aseguro que me habría tomado más tiempo en tratar de convencerte si no hubiese estado... distraído -terminó sonriente, apuntando con la barbilla hacia Ash-.

Ash: ¿Distraído? -preguntó de pronto-.

Se subió las gafas de sol a la frente y miró por debajo de ellas.

Ness: ¿Nos estabas espiando? -puso cara de resignación-. Está claro que no tienes remedio. Tus modales han sido siempre espantosos -añadió mientras una azafata uniformada aparecía con tres copas con hielo y las colocaba sobre la mesa-.

Scott: Tienes unas semanas para pensártelo -insistió, cuya tenacidad era una de las virtudes con la que más éxitos había cosechado en el trabajo-. Pero te lo advierto: Ash va a ser mucho más persistente que yo con la solución del marido. Y soy el primero que piensa que una mujer necesita a un hombre que le dé seguridad -añadió justo antes de agarrar su copa-.

Ness: ¡Mira que eres griego!

Scott: Me temo que uno de los candidatos de Ash se va a retrasar -continuó sin inmutarse-. No se nos unirá hasta mañana. Vendrá con mi prima Amber.

Ash: Genial -dijo con sarcasmo y Scott frunció el ceño-.

Scott: A Ash no le cae bien Amber, pero es de la familia -comentó. La mirada serena que le lanzó a su esposa indicó a Vanessa que ya habían discutido al respecto con anterioridad-. Tengo una responsabilidad.

Ash agarró su copa y exhaló un suspiró de aceptación. Luego acarició brevemente la mano de Scott.

Ash: Tenemos una responsabilidad -corrigió-. Amber es bienvenida.

El ceño de Scott se transformó en una mirada amorosa tan deprisa que Vanessa no pudo evitar burlarse de ellos:

Ness: ¿Es que nunca discutís? Quiero decir, ¿no os dais cuenta de que no es saludable mantener tanta armonía?

Ash: Tenemos nuestros momentos -dijo sonriente, mirando por encima de la copa-. Hace una semana estuve enfadada con él durante... como poco quince minutos.

Ness: ¡Qué tragedia! -exclamó con ironía-.

Scott: ¿Qué pasa? -intervino-. ¿Crees que un hombre y una mujer deben pelear para tener una buena relación?

Ness: No -negó con la cabeza y rió-. Soy yo la que tiene que pelear para estar en forma.

Ash: Oye, no has mencionado a Jack en ningún momento. ¿Hay algún problema?

Scott: Ash -reprendió a su esposa por su intromisión simplemente con el tono en que pronunció su nombre-.

Ness: No, no importa, Scott. No es un problema. Al menos eso espero -agarró su copa, se puso de pie y se acercó a la barandilla del yate. Miró la copa y frunció el ceño, como si no estuviera segura de qué contenía-. La relación no funcionaba. Todo era muy previsible, siempre hacíamos las mismas cosas y ni siquiera era consciente de que no nos hacíamos felices. De pronto, me di cuenta de que no estaba satisfecha y decidí cortar antes de acomodarme a una vida rutinaria.

Ash: Ahora tendrás la oportunidad de conocer a algún hombre que te sorprenda -comentó-.

Se alegraba de que su amiga hubiese roto con Jack y ni siquiera trató de disimularlo.

Vanessa contempló el ligero oleaje del mar antes de responder:

Ness: No tengo intención de caer rendida a los pies de Derek, ni de ningún otro en el que hayas pensado, simplemente porque Jack y yo ya no estemos juntos.

Ash: Eso espero -contestó animada-. Le quitarías toda la gracia si ése fuese el único motivo -añadió sonriente-.

Vanessa soltó un suspiro de afectuosa exasperación y volvió a mirar hacia el mar.

Las montañas de Lesbos se alzaban sobre el agua. Escarpadas, firmes, eternas. Vanessa distinguió a lo lejos las paredes blancas de la villa de Scott. Pensó que la villa era como una virgen ofrecida a los dioses: elegante, clásica y femenina. Más arriba había una estructura gris irregular con vistas al mar; de hecho, estaba situada sobre un saliente rocoso y parecía colgar sobre el mismo mar. Como si estuviese desafiando a Poseidón, aferrada al acantilado. A Vanessa le pareció arrogante, altiva, masculina. La vegetación que crecía alrededor no suavizaba su aspecto, sino que le añadía un toque de belleza.

Había más edificios: otra villa impecablemente blanca, casitas de campo reunidas y un par de viviendas de diseño más sofisticado; pero las dos primeras destacaban por encima de las demás. Una era elegante; la otra, salvaje.

Ness: ¿De quién es? -preguntó señalando la villa gris-. Es increíble.

Ash siguió la mirada de su amiga, sonrió, se levantó y fue junto a ella.

Ash: Debería haber imaginado que te gustaría. Tiene mucha vida. Zachary Efron, aceite de oliva y, más recientemente, importación y exportación -miró el perfil de Vanessa-. Puede que lo incluya en la cena de mañana si está libre, aunque no creo que sea tu tipo.

Ness: ¿Ah, no? ¿Y cuál es mi tipo? -quiso saber-.

Ash: Alguien con quien puedas discutir. Que te dé muchas sorpresas y sobresaltos para no caer en la rutina.

Ness: Vaya, me conoces demasiado bien.

Ash: En cuanto a Zac, es elegante y no cabe duda de que tiene su encanto. No es tan alto como Derek, pero sí más guapo y no le falta atractivo -deslizó una uña sobre la barandilla. Se quedó callada unos segundos, como tratando de recordarlo con más precisión-. Tiene los pies en la tierra y, sin embargo, vive en esa casa. Vamos, que es raro. Tiene treinta y pocos y heredó el negocio del aceite de oliva hace casi diez años. Luego empezó con las transacciones de importación y exportación. Parece que le va bien.

Ness: Ash, sólo quería saber de quién era la casa, no una biografía del dueño.

Ash: El resto de la información forma parte de mis servicios -sacó un mechero y encendió un cigarrillo-. Quiero que tengas una idea clara de tus opciones.

Ness: El caso es que me atrae más una casita de campo, con su huerta y un horno para hacer pan.

Ash: Veré lo que puedo hacer.

Ness: Porque lo que no se os ha ocurrido a Scott ni a ti es que esté a gusto soltera, ¿verdad? Ya sabes, una mujer moderna e independiente. Sé utilizar un destornillador, cambiar una rueda pinchada...

Ash: Deja de protestar.

Scott: Ash...

Ash: ¿Te he dicho ya que te quiero, Vanessa?

Esta exhaló un suspiro de frustración y dio otro trago a su copa.

Ness: Maldita sea -murmuró-.

Ash: Venga, déjame que me divierta -le dio una palmadita cariñosa en una mejilla-. Total, al final todo está en manos del destino, como tú dices.

Ness: A esto se le llama caer en mis propias redes. Está bien, tráeme a todos los Dereks, Nicks y Arnolds que te apetezca.

Ash: ¿Arnold?

Ness: Es un nombre bonito, ¿no te parece?

Ash: Bueno, ya veré si te encuentro uno -contestó sonriente al tiempo que le daba un golpecito al cigarro para tirar la ceniza-.

Ness: Ash... -dudó unos segundos-, ¿va mucha gente a la playa donde nos bañamos ayer? -preguntó con naturalidad-.

Ash: Pues... no, la verdad es que no. Prácticamente, sólo la usamos la familia Efron y nosotros. Tendría que preguntarle a Scott si es propiedad privada de alguien. Nunca me lo he planteado. Es una zona aislada y sólo se puede acceder fácilmente con las escaleras que hay entre las dos propiedades -se colocó un mechón de pelo rubio tras la oreja-. Ah, y luego está la casita esa que Zac alquila de tanto en tanto. Ahora vive un estadounidense. Un tal Selly... no. Selley, Andrew Selley, un poeta o pintor, algo así. Todavía no lo conozco. ¿Por qué?, ¿estabas pensando en hacer nudismo?

Ness: Sólo por curiosidad -contestó arrepentida por haber despertado la curiosidad de su amiga. Si quería archivar el incidente de la noche anterior y olvidarlo, más valía no sacarlo a colación-. Me encantaría acercarme a la villa esa. El arquitecto debía de estar un poco loco: es fabulosa -añadió, apuntando hacia la villa gris de estructura irregular-.

Ash: Utiliza tus encantos con Zac y consíguete una visita guiada -le sugirió-.

Ness: Puede que lo haga -miró la villa. Se preguntó si Zac Efron sería el hombre cuyas pisadas había oído la noche anterior mientras la mantenían retenida tras los arbustos-. Sí, puede que lo haga.


Esa noche, Vanessa dejó abiertas las puertas de la terraza. Quería disfrutar del calor y las fragancias que llegaban del exterior. La casa estaba en silencio salvo por el tictac de un reloj que marcaba la hora. Por segunda noche consecutiva, no podía pegar ojo. ¿De veras dormía la gente cuando estaba de vacaciones?, se preguntó. Qué perdida de tiempo.

Se sentó ante una mesita de madera que había en su dormitorio a escribir una carta. Desde algún punto entre la casa y el mar, un búho ululó dos veces. Se paró a escuchar, con la esperanza de oírlo cantar de nuevo, pero no oyó más que silencio. ¿Cómo podía describir lo que sentía al ver el Monte Olimpo alzándose sobre el mar?, ¿sería posible encontrar las palabras adecuadas para reflejar aquella belleza tan imponente, majestuosa e intemporal?

Vanessa se encogió de hombros e hizo lo que pudo para explicarle sus impresiones a su padre. Él la entendería, se dijo mientras sacaba un folio. ¿Quién iba a entender mejor sus arrebatos fantasiosos que el hombre del que los había heredado? Y, pensó sonriente, seguro que se divertiría cuando leyera los esfuerzos de Ash para casarla y que se quedara a vivir en Grecia.

Se puso de pie, se estiró una vez, se giró y se chocó contra un torso potente. La mano que le cubrió la boca fué más delicada en esa ocasión y el hombre la miró con una sonrisa en los ojos. Vanessa notó que el corazón se le subía a la garganta y luego caía al vacío como un ascensor al que le hubieran cortado los cables de sujeción.

**: Buenas noches, Afrodita. Si me prometes que no gritarás, eres libre.

Vanessa se resistió, intentó soltarse por instinto, pero él la sujetó sin esfuerzo al tiempo que enarcaba una ceja con expresión irónica, como diciéndole que no podría escaparse y preguntándole si aceptaba el trato. Parecía un hombre capaz de discernir si podía fiarse de la palabra de una persona o debía desconfiar de ella.

Vanessa forcejeó unos segundos más, pero, al verse impotente, acabó asintiendo con la cabeza. El hombre la soltó al instante.

Vanessa tomó aire para gritar, pero luego lo soltó, limitándose a exhalar un suspiro de frustración. Había dado su palabra y una promesa era una promesa, aunque se tratara de un pacto con el diablo.

Ness: ¿Cómo has entrado?

**: Las parras que suben a tu terraza son resistentes.

Ness: ¿Has subido trepando? -preguntó con una mezcla de incredulidad y admiración. Las paredes eran escarpadas y la altura de vértigo-. Tienes que estar loco.

**: Es posible -dijo sonriente-.

No parecía fatigado por la escalada. Estaba despeinado, pero tampoco lo había visto peinado nunca. Un ligero vello ensombrecía su barbilla. Sus ojos tenían un brillo aventurero que la atraía por más que Vanessa intentara resistirse. Con la luz de la lámpara, podía verlo con más claridad que la noche anterior. Sus facciones no eran tan duras como había pensado. De hecho, tenía una boca bastante bonita, pensó disgustada.

Ness: ¿Qué quieres?

El hombre sonrió de nuevo y deslizó la mirada por todo su cuerpo con descaro. Vanessa sólo llevaba un camisón pequeño, de escote amplio, que apenas le cubría los muslos. Notó la mirada insolente del hombre y que éste estaba justo entre ella y el armario. En vez de reconocer su posición de inferioridad, alzó la barbilla.

Ness: ¿Cómo sabías dónde encontrarme?

**: Mi trabajo consiste en averiguar cosas -respondió. En silencio, aprobó la valentía y el espíritu combativo de Vanessa tanto como su cuerpo-. Vanessa Hudgens, estás visitando a Ashley Tisdale. Estadounidense, vives en Nueva York. No estás casada. Trabajas de intérprete para la ONU. Hablas griego, inglés, francés, italiano y ruso.

Vanessa trató de no abrir demasiado la boca ante aquel asombroso resumen de su vida.

Ness: Un resumen muy conciso -dijo con sequedad-.

**: Gracias. No me gusta dar rodeos.

Ness: ¿Y qué tiene que ver todo esto contigo?

**: Eso está por saberse todavía -contestó, mirándola con atención. Quizá pudiera contratarla para sus propios fines. El envoltorio era bueno, muy bueno. Y, lo más importante en esos momentos, también lo era su cabeza-. ¿Estás disfrutando de tu estancia en Lesbos?

Vanessa lo miró un instante antes de negar con la cabeza. No, no se trataba de un maleante o un violador. De eso estaba segura. Y si era un ladrón, lo cual dudaba, no era un ladrón corriente. Hablaba demasiado bien, se movía demasiado bien. Tenía encanto, un aura magnética a la que costaba resistirse, y una arrogancia impresionante. En otras circunstancias, quizá hasta le habría gustado.

Ness: Ya tienes agallas para venir aquí después de lo de anoche.

**: Me siento halagado.

Ness: De acuerdo -apretó los labios, se dirigió a las puertas de la terraza y lo invitó a salir con un gesto de la mano-. Te he prometido que no gritaría y no he gritado. Pero no tengo intención de estar aquí de pie, dando conversación a un lunático. ¡Fuera!

Sin dejar de sonreír, el hombre se sentó en el borde de la cama y examinó a Vanessa.

**: Admiro a las mujeres con palabra -dijo mientras estiraba las piernas-. De hecho, eres admirable en muchos sentidos, Vanessa. Anoche mostraste sentido común y valor, dos cualidades difíciles de encontrar reunidas.

Ness: Perdona si no me siento adulada.

El hombre notó el tono sarcástico de su voz, pero, sobre todo, captó el cambio de sus ojos. En realidad, no estaba tan enfadada como pretendía.

**: Ya te pedí disculpas -le recordó y sonrió de nuevo-.

Vanessa exhaló un suspiro prolongado. Le entraron ganas de odiarlo por tener ganas de echarse a reír cuando debía estar furiosa. ¿Quién demonios era? Desde luego, no era el violador desequilibrado por el que lo había tomado en un primer momento. Y, definitivamente, no era un vulgar ladrón. Entonces, ¿quién era? Vanessa se frenó antes de preguntárselo. Mejor mantenerse en la ignorancia.

Ness: No me pareció una disculpa de verdad

**: Si hago un intento más... sincero, ¿aceptarías mis disculpas?

Vanessa se obligó a no sonreír.

Ness: Si las acepto, ¿te irás?

**: Con lo agradable que es tu compañía -protestó en broma-.

Vanessa no pudo evitar que un brillo de humor asomase a sus ojos.

Ness: Agradabilísima.

**: ¿No me crees? Me haces daño, Afrodita.

Ness: Lo que me gustaría es hacerte picadillo y descuartizarte. Bueno, ¿qué?, ¿te vas?

**: Pronto -se levantó. ¿Qué sería la fragancia que emanaba Vanessa?, se preguntó. Era dulce, pero no demasiado dulce... Jazmín, decidió. Le pegaba. El desconocido se acercó a la cómoda para juguetear con el espejo de mano de ella-. Mañana te presentarán a Derek Brown y a Amber Tisdale... Hay pocas cosas de la isla que se me escapen -añadió y esa vez sí que dejó a Vanessa boquiabierta-.

Ness: Ya veo.

El hombre notó cierta curiosidad en el tono de voz de ella. Justo lo que había esperado conseguir.

**: Quizá, en otra ocasión, me digas qué tal te han caído.

Vanessa sacudió la cabeza, más por asombro que por rechazarlo.

Ness: No tengo intención de que haya otra ocasión, ni de chismorrear contigo. Ni siquiera sé por qué...

**: ¿Por qué no? -la interrumpió-.

Ness: ¡No te conozco! -contestó frustrada-. Ni siquiera conozco a Derek y a Amber. Y te juro que no entiendo cómo puedes...

**: ¿Y a Scott? -la interrumpió de nuevo-. ¿Lo conoces bien?

Vanessa se pasó una mano por el pelo. Ahí estaba, con un camisón diminuto, charlando con un loco que había trepado hasta la terraza de un tercero.

Ness: Mira, no voy a hablar de Scott contigo. No pienso hablar de nadie ni de nada contigo. Márchate.

**: Bueno, dejaremos eso para otro momento también -avanzó hacia Vanessa-. Tengo algo para ti -añadió al tiempo que se echaba una mano al bolsillo derecho de los vaqueros-.

Cuando la sacó, relució un pequeño medallón de plata con su cadena.

Ness: ¡Lo tenías! -fue a recuperarlo, pero el desconocido apartó la mano y la miró enfurecido-.

**: Ya te he dicho que no soy un ladrón -dijo con firmeza. Vanessa retrocedió un paso. El hombre notó que había hablado con demasiada dureza y que la había intimidado un poco-. Volví y lo encontré entre los arbustos. Aunque me temo que he tenido que reparar la cadena -añadió con más suavidad-.

Luego le ofreció el colgante y Vanessa se lo puso en el cuello.

Ness: Eres un agresor muy atento -murmuró-.

**: ¿Crees que me alegra haberte hecho daño?

Vanessa notó un escalofrío. Aquel hombre había dejado de bromear. Volvía a ser el hombre con el que se había enfrentado entre las sombras. Un hombre violento que apenas controlaba su genio.

**: ¿Crees que lo pasé bien asustándote?, ¿haciéndote pensar que podía asesinarte? ¿Crees que me agrada ver los moretones que tienes en el brazo y saber que te los he hecho yo? No tengo por costumbre hacer daño a las mujeres.

Ness: ¿Y cómo iba a saberlo? -replicó envalentonada-.

El hombre la miró a los ojos. Desde luego, la mujer tenía agallas. Y era preciosa. Suficientemente guapa para convertirse en una distracción cuando no podía permitirse una.

Ness: No sé quién eres ni en qué líos andas metido -continuó. Los dedos le temblaron un poco mientras terminaba de colgarse la cadena, pero consiguió hablar despacio y con calma-. Y, la verdad, me da igual con tal de que me dejes en paz. En otras circunstancias, te daría las gracias por haberme devuelto el colgante, pero no me parece apropiado. Puedes marcharte igual que has entrado.

El hombre tuvo que contener un impulso de estrangularla. No solía verse en la situación de estar ante una mujer medio desnuda en su habitación y que le pidiera que se fuese tres veces en la misma noche. Lo que quizá le habría resultado divertido de no ser porque estaba luchando por controlar un fogonazo de puro y simple deseo.

**: Eres muy valiente, Vanessa -dijo al ver que ésta seguía alzando la barbilla desafiantemente-. Creo que nos iría muy bien a los dos juntos -añadió al tiempo que extendía un dedo hacia su cuello para acariciar el medallón-.

Entonces frunció el ceño. Maldijo en voz baja, apretó la cadena y la miró a los ojos.

Ness: Te he dicho que te vayas -insistió, tratando de no hacer caso al ritmo al que, de pronto, le latía el corazón-.

No estaba asustada. Y tampoco era rabia lo que sentía en esos momentos.

**: Luego -respondió y soltó la cadena-. Pero antes, en vista de que no ofreces, permíteme que tome la iniciativa.

De nuevo, Vanessa se encontró entre los brazos de aquel hombre. No fue el beso seductor y juguetón de la noche anterior. Esa vez la devoró. Nadie la había besado así jamás, como si conociese hasta su último secreto. Seguro que sabría, de alguna forma, dónde necesitaba que la tocaran.

La oleada de pasión que la azotó la dejó demasiado aturdida como para reaccionar, demasiado hambrienta como para razonar. ¿Cómo podía desearlo?, ¿cómo podía querer que un hombre así la tocara? Pero no podía negar que estaba respondiendo al beso voluntariamente. Sus lenguas se encontraron. Vanessa puso las manos sobre sus hombros, pero no lo empujó.

**: Tienes miel en los labios, Vanessa -murmuró-. Capaz de hacer enloquecer a un hombre por otro beso.

Luego recorrió su espalda con la mano y fue bajando hasta llegar al borde del camisón. Tenía dedos fuertes, callosos, ágiles como los de un pianista. Sin importarle a qué se exponía, Vanessa le rodeó las mejillas con sendas manos antes de deslizarías hacia su pelo. Oyó un gruñido en griego, que no fue una palabra de amor, y se dejó apretar contra el desconocido.

Aunque sus cuerpos ya empezaban a familiarizarse. Vanessa no extrañó los músculos de su torso ni el olor marino de su piel mientras él seguía devorándola en un beso ardiente. De pronto, gimió, en parte por miedo a lo que podía suceder, en parte extasiada por lo que estaba sucediendo. Ya no le importaba saber quién era aquel hombre. Incluso había olvidado quién era ella. En aquel instante sólo había placer... hasta que, de pronto, el desconocido puso fin al beso y la apartó para mirarla a la cara.

No le agradó comprobar que el corazón le latía tan deprisa. Ni haberse dejado llevar por la pasión. No era el mejor momento para complicarse la vida. Y aquella mujer podía resultar muy peligrosa. No sin esfuerzo, apartó las manos de los brazos de Vanessa.

**: Ya no hace falta que me des las gracias por el medallón. Esto ha sido más satisfactorio -dijo sonriente al tiempo que miraba hacia la cama-. ¿No me pides que me quede?

Vanessa recobró la compostura de golpe. El desconocido debía de haberla hipnotizado, decidió. No cabía otra explicación razonable.

Ness: Puede que en otro momento -contestó con el mismo desenfado que él-.

**: Espero que pronto -dijo antes de tomar su mano y levantarla para besarla formalmente-.

Luego salió a la terraza y todavía le lanzó una última sonrisa antes de iniciar el descenso. Incapaz de contenerse, Vanessa lo siguió para verlo bajar por las enredaderas.

Se movía como un gato, con seguridad, sin miedo, era como una sombra resbalando ágilmente por las paredes. Tuvo el corazón en un puño hasta que por fin lo vio saltar al suelo y desaparecer entre los árboles. Vanessa soltó el aire que había estado conteniendo sin darse cuenta y se dio media vuelta. Regresó a su dormitorio. Y cerró las puertas de la terraza.




Realismo puro este capítulo XD
A quien no le ha pasado que un desconocido entra por tu ventana en la mitad de la noche y le das conversación, y lo que surja... XD
"NO HACER EN CASA, POR FAVOR" XD

¡Gracias por los coments y las visitas!
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¡Besis!


2 comentarios:

Lu dijo...

Me ha encantado!!!
Me encantaría saber quien es pero ya tengo una pista. También me encantaría saber porque atacó a Ness... pero pronto sabremos.
Me encanta que Ness sea tan valiente y el medio loco jajaj.


Sube pronto, estoy ansiosa por leer el siguiente capítulo ☺

Maria jose dijo...

Jajajaja realismo jajaja
Muy bueno el capitulo
Me encanta la novela
Quisiera seguir leyendo
Sube pronto
Me encanta en echo de que los 2 se gusten mucho
Siguela pronto


Saludos

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