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lunes, 19 de septiembre de 2016

Capítulo 3


Vanessa se llevó la copa de vino a los labios, pero apenas lo probó. Aunque le agradaba su sabor afrutado, estaba demasiado preocupada para apreciarlo. Desde el balcón se veía el golfo, con su agua azul y un revoltijo de pequeñas islas desperdigadas. También había unos puntitos en la superficie, que en realidad eran lanchas; pero Vanessa no les prestó atención. Tenía la cabeza ocupada, sobre todo, en tratar de aclarar los crípticos comentarios de su visitante de la noche anterior. Y también estaba haciendo todo lo posible por seguir la conversación que estaba desarrollándose a su alrededor.

Derek Zoulas era tal como lo había descrito Ash: un hombre de belleza clásica, piel bronceada y estilo sofisticado. Con aquel traje color crema, parecía un adonis del siglo XX. Era inteligente, culto y masculino. Las tretas de Ash podrían haber hecho que Vanessa lo tratara con cierto distanciamiento de no ser porque veía el brillo divertido que bailaba en los ojos de Derek. Vanessa se había dado cuenta de que éste no sólo sabía lo que su anfitriona maquinaba, sino que había decidido seguirle el juego. Su mirada desafiante y juguetona la relajaba y, de ese modo, podía disfrutar de un coqueteo inofensivo sin sentirse incómoda.

Amber, la prima de Scott, no le caía tan bien. Tenía un físico tan atractivo como perturbador. Era guapa y adinerada, pero su rostro transmitía tensión. Sus ojos exóticos y su boca de puchero carecían de alegría. Amber era, decidió Vanessa, como un volcán a punto de estallar: caliente, oscura y alarmante.

Adjetivos que le recordaron de nuevo a su desconocido visitante. Le pegaban tan bien como a Amber Tisdale y, sin embargo, era raro, porque a Vanessa le resultaban rasgos admirables en el hombre y desagradables en la mujer. ¿Estaría aplicando una doble moral?, se preguntó y negó con la cabeza. No, la energía de Amber parecía destructiva, mientras que la energía del hombre era magnética. Irritada consigo misma, Vanessa dejó de mirar el mar y regresó al presente.

Ness: Debes de encontrar esto muy tranquilo después de haber estado en Atenas -dijo dirigiéndose a Derek-.

Éste giró la silla para mirarla. Le bastó una sonrisa para insinuarle que, para él, no había otra mujer más que ella en el balcón, galantería que Vanessa encontró agradable.

Derek: La isla es una maravilla, muy tranquila. Pero me gustan los lugares caóticos. Tú vives en Nueva York, seguro que me entiendes.

Ness: Sí, aunque ahora mismo me apetece estar tranquila -se apoyó contra la barandilla, dejando que el sol le calentara la espalda-. De momento no estoy haciendo más que vaguear. Ni siquiera he sacado fuerzas para explorar los alrededores.

Derek: Es una isla muy pintoresca. Hay grutas, calas, viñedos, algunas granjas -sacó del bolsillo una pitillera de oro, la abrió y le ofreció un cigarrillo a Vanessa. Ésta negó con la cabeza, de modo que se encendió uno para él mientras se recostaba de una forma relajada pero en estado de alerta al mismo tiempo-. Lesbos conserva su ambiente original: es colorida y no ha cambiado con el turismo.

Ness: Justo lo que busco -dio un sorbo a su copa-. Pero voy a tomármelo con calma. No sé, cualquier día me pondré a recoger conchas y encontraré a un granjero que me deje ordeñar su cabra.

Derek: Elevados propósitos -bromeó sonriente-.

Ness: Ash dice que siempre he sido muy intrépida -le siguió el juego-.

Derek: Me encantará acompañarte con las conchas -dijo mientras sus ojos examinaban la cara de Vanessa con una expresión de aprobación que no le pasó por alto-. Pero lo de la cabra...

Amber: Me sorprende que te contentes con tan poco entretenimiento -interrumpió-.

Vanessa giró la cabeza hacia ella y se obligó a sonreír.

Ness: Estar en una isla ya es un entretenimiento de por sí para mí. Recuerda que soy una turista. Esos paquetes de vacaciones en los que vas siempre corriendo de una actividad a otra nunca me han parecido vacaciones de verdad.

Ash: Vanessa lleva dos días enteros haciendo el vago -dijo sonriente-. Todo un récord.

Vanessa miró a su amiga y pensó en sus encuentros nocturnos.

Ness: Pienso tirarme dos semanas enteras haraganeando -afirmó-.

A partir de ese mismo día, se dijo para sus adentros.

Amber: Pero puede que esta parte de la isla no sea tan tranquila como parece -comentó pasando una uña por el borde de su copa-.

Vanessa vio a Derek enarcar las cejas como sorprendido mientras que Scott frunció el ceño disgustado.

Ash: Haremos lo posible por que haya paz durante la visita de Vanessa -medió-. No suele quedarse mucho tiempo y ya que esta vez ha decidido pasar cuatro semanas enteras, nos ocuparemos de que tenga unas vacaciones agradables y sin sobresaltos.

Vanessa trató de no atragantarse con el vino. ¡Sin sobresaltos! Si Ash supiera...

Derek: ¿Quieres más? -se levantó y le acercó la botella-.

Amber empezó a dar golpecitos con los dedos en el brazo de su silla.

Amber: En fin, supongo que es posible que haya gente a la que le guste aburrirse.

Scott: Relajarse -matizó con un tono ligeramente cortante-.

Ash: El trabajo de Vanessa es muy estresante -añadió mientras pasaba una mano por la espalda de su marido-. Todos esos políticos extranjeros y tanto protocolo.

Derek sonrió a Vanessa mientras le servía más vino en la copa.

Derek: Estoy seguro de que cualquier persona con el talento de Vanessa tiene que tener un montón de historias fascinantes que contar.

Vanessa alzó las cejas. Hacía mucho tiempo que no recibía una sonrisa masculina de admiración tan cálida y sincera.

Ness: Puede que tenga alguna.


El sol se hundía en el mar. Una luz rosada entraba por las puertas abiertas de la terraza y bañaba la habitación. Cielo rojo, pensó Vanessa. ¿No era señal de que el mar estaría en calma? Eso esperaba después de dos noches tan revueltas.

Sus primeros dos días en Lesbos no habían sido, ni mucho menos, tan tranquilos como Ash había dicho. Pero sí que lo serían los siguientes. Con suerte y un poco de cuidado, no volvería a encontrarse con aquel atractivo lunático.

Vanessa vio su propia sonrisa reflejada en el espejo y cambió de expresión al instante. Quizá, cuando regresara a Nueva York, iría a ver a un psicólogo. Cuando una se empezaba a interesar por lunáticos, el peligro de convertirse en uno de ellos era grande. Debía olvidarse de aquel hombre, se ordenó con firmeza mientras abría el armario. Tenía cosas más importantes en las que pensar, como qué se pondría para cenar.

Vanessa no tardó mucho en elegir un vestido blanco de mangas largas y falda hasta los tobillos. Derek la había animado a explotar un poco su lado femenino. Jack, recordó, siempre había preferido verla con trajes formales. En más de una ocasión, sin haberle pedido opinión, se había mostrado crítico con su vestuario, tachándola de frívola e inconstante. No le gustaba encontrar una falda colorida al lado de una sobria chaqueta de negocios. Nunca había entendido que ambos estilos encajaban con ella. Otro de los desencuentros por los que habían acabado separándose, pensó Vanessa mientras se abrochaba los pequeños botones del vestido.

Esa noche iba a divertirse. Hacía demasiado que no coqueteaba con un hombre. Una vez más, se acordó de cierto hombre castaño y despeinado con un ligero vello en la barbilla. Tenía que controlarse, se dijo Vanessa. Aquello había sido algo más que un simple coqueteo. Cruzó la habitación para cerrar las puertas de la terraza y asintió satisfecha con la cabeza. Asunto arreglado, decidió.


Ash se deslizaba alrededor del salón. Se alegraba de que Vanessa no hubiese bajado todavía. De ese modo, haría toda una entrada cuando apareciese. A pesar de su aparente fragilidad, Ash era una mujer con mucha determinación. La lealtad era una de sus cualidades más notables. Cuando quería a una persona, se desvivía por ella. Quería que Vanessa fuese feliz. Casarse con Scott no le había procurado más que felicidad y quería lo mismo para su amiga.

Sonrió satisfecha y miró a su alrededor. Había elegido una luz suave y agradable. Una fragancia floral se filtraba desde el exterior por las ventanas abiertas. El vino que había encargado le daría el toque final perfecto para rematar una velada romántica. Ya sólo faltaba que Vanessa estuviese dispuesta a colaborar.

Ash: Zac, me alegra que hayas venido -se acercó a Zachary con los brazos abiertos-. Es estupendo estar todos juntos en la isla al mismo tiempo, para variar.

Zac: Verte siempre es un placer, Ash -respondió con una sonrisa cálida-. Y no sabes cómo agradezco descansar del ajetreo de Atenas durante unas semanas... Te lo juro: cada vez que te veo estás más guapa -añadió tras levantarle una mano para darle un beso en el dorso y mirarla a los ojos-.

Ash rió y lo agarró por un brazo.

Ash: Vamos a tener que invitarte a cenar más a menudo. ¿Te llegué a dar las gracias debidamente por la maravillosa cómoda de la India que me encontraste? -lo condujo hasta el mueble donde estaban las bebidas-. Me encanta.

Zac: Sí, me las diste. Me alegro de que te guste.

Ash: Siempre encuentras el mueble perfecto. Me temo que Scott no distinguiría entre una cómoda india y un poncho peruano -dijo y Zac soltó una risotada-.

Zac: Bueno, cada uno tiene sus talentos.

Ash: Pero tu trabajo tiene que ser fascinante -lo miró con una sonrisa franca mientras le preparaba una copa-. Todos esos tesoros y todos esos países exóticos a los que viajas.

Zac: A veces es más emocionante estar en casa.

Ash: Nadie lo diría, con lo poco que te dejas ver. ¿Dónde has estado este mes pasado?, ¿en Venecia?

Zac: Una ciudad preciosa -comentó-.

Ash: Me encantaría verla. Si algún día consigo que Scott se olvide de sus barcos...Vaya, parece que Amber está incordiando otra vez a Scott -dijo de pronto, mirando hacia un extremo del salón-.Voy a tener que poner paz -añadió con una sonrisa de disculpa, aliviada por la expresión comprensiva de Zac-.

Zac: Eres una gran mujer, Ash. Scott es un hombre afortunado.

Ash: Recuérdaselo de vez en cuando -le sugirió-. No me gustaría que dejase de valorarme por acostumbrarse a verme a su lado. Anda, aquí viene Vanessa. Ella te entretendrá mientras yo cumplo misiones diplomáticas.

Zac siguió la mirada de Ash y vio a Vanessa entrando en el salón.

Zac: Seguro que conseguirá entretenerme -murmuró-.

Le gustaba el vestido que había elegido, blanco y suelto, seductor e inocente a la vez. Se había dejado el pelo suelto y le caía sobre los hombros como si acabase de levantar la cabeza de la almohada. Era bien guapa, pensó al tiempo que sentía un primer cosquilleo. Siempre había sentido debilidad por la belleza.

Ash: Vanessa -la llamó, agarrándola por un brazo, antes de que pudiera saludar siquiera a Derek-. Te presento a Zachary Efron. Zac, Vanessa Hudgens. Si me disculpáis, tengo que arreglar un asunto -añadió, dando por zanjada la presentación-.

Vanessa se quedó en silencio, atónita. Zac le levantó una mano y se la llevó a los labios.

Ness: Eres tú -acertó a susurrar-.

Zac: Afrodita, eres exquisita. Incluso estando totalmente vestida.

Tras rozarle los nudillos con la boca, la miró a los ojos. Vanessa reaccionó y trató de apartar la mano, pero él siguió sujetándosela sin dejar de admirarla.

Zac: Cuidado, Vanessa. Ash y sus invitados podrían extrañarse por tu comportamiento -dijo con calma-. Y cualquier explicación los haría dudar de tu salud mental -añadió sonriente-.

Ness: Suéltame -dijo en voz baja, sonriendo sólo con los labios-. Ahora.

Zac: Eres increíble -le hizo una ligera reverencia y la soltó-. ¿Sabes que tus ojos sueltan dardos, literalmente, cuando estás enfadada?

Ness: Gracias por la información. Así tengo el placer de saber que te estoy acribillando. No deje de avisarme cuando le clave alguno en el corazón, señor Efron.

Zac: Zac, por favor -dijo con modales refinados-. No vamos a andarnos con formalismos ahora después... de todo lo que hemos pasado juntos.

Ness: Muy bien, Zac, sanguijuela repugnante -contestó esbozando la mejor de sus sonrisas-. Es una lástima que no sea el momento apropiado para ahondar en lo detestable que eres.

Zac: Ya encontraremos una ocasión más oportuna -contestó inclinando la cabeza con cortesía-. Ahora, deja que te ponga una copa.

Ash regresó, complacida con las sonrisas que les había visto intercambiar.

Ash: Parece que habéis conectado. Se os nota como si fueseis viejos amigos.

Ness: Le estaba diciendo al señor Efron lo bonita que se ve su casa desde el mar -le lanzó una mirada fugaz pero letal-.

Ash: Sí, Vanessa se quedó fascinada cuando la vio -comentó-. Siempre ha preferido las cosas que no encajan en un molde, no sé si me explico.

Zac: Perfectamente -paseó la mirada por la cara de Vanessa. Un hombre podría ahogarse en aquellos ojos, pensó, si no tenía cuidado. Mucho cuidado-. La señorita Hudgens ha accedido a visitarla mañana por la tarde -añadió y sonrió mientras veía la cara de ella, cuya expresión pasó del asombro a la ira en el segundo que transcurrió hasta que recuperó el control sobre sus emociones-.

Ash: ¡Maravilloso! -exclamó entusiasmada-. Zac tiene un montón de tesoros de todas partes del mundo. Su casa es como la cueva de Aladino.

Vanessa sonrió y pensó en tres deseos especialmente desagradables, todos los cuales tenían a Zac como víctima.

Ness: Estoy deseando verla.


A lo largo de la cena, Vanessa observó los modales de Zac, al principio confundida, luego intrigada. Aquél no era el hombre que ella conocía. Ese hombre era atento y refinado. No había en él tanta intensidad ni aquella autoridad implacable, sustituidas por un talante amable y encantador.

Zachary Efron, aceite de oliva, negocios de importación y exportación. Sí, se notaba que era un hombre de dinero, con éxito... y conservaba el magnetismo que le había advertido desde el principio. Pero era una fuerza distinta, carismática, sin indicio alguno de violencia.

Parecía tranquilo, sentado a una mesa elegante, riéndose con Ash y Scott mientras comentaban una vieja historia de la isla. Llevaba un traje gris a la medida que le sentaba tan bien como la camiseta y los vaqueros con que lo había visto la primera vez. Su arrogancia tenía un toque más aristocrático. Todos los rasgos agresivos habían desaparecido.

Se lo veía a gusto, como si estuviera en casa, y no transmitía esa energía intrépida, arriesgada. ¿Cómo podía tratarse del mismo hombre que había empuñado un cuchillo o había trepado hasta su terraza?

Zac le ofreció una copa de vino y ella frunció el ceño. Lo cierto era que sí se trataba del mismo hombre, se recordó. Pero ¿a qué estaría jugando? Vanessa levantó la mirada y se encontró con sus ojos. Apretó con los dedos la base de la copa. Aunque no fue más que un destello fugaz, rápidamente velado, le bastó para reconocer al hombre que se escondía bajo aquella fachada de urbanidad y buenos modales. Tenía una fuerza brutal. Si estaba jugando a algo, pensó mientras daba un sorbo de vino para serenarse, no era un juego divertido. Y, desde luego, ella no quería participar en él.

Se giró hacia Derek y dejó a Zac con Amber. Inteligente, ocurrente y sin misterios frustrantes, Derek era un compañero de cena mucho más agradable. Vanessa se abandonó a un intercambio placentero de comentarios y procuró relajarse.

Derek: Dime, ¿no te haces un lío con tantas palabras de distintos idiomas en la cabeza?

Vanessa tomó un poquito de moussaka. Le gustaba la salsa, pero estaba nerviosa y se le había revuelto el estómago. Y todo por culpa de Zac. El muy desgraciado estaba haciendo estragos hasta en su apetito.

Ness: No es tan difícil. Basta con pensar en el idioma en el que estás hablando en cada momento -contestó finalmente-. De uno en uno, así no se te mezclan.

Derek: Lo dices como si fuese muy sencillo -insistió-. Pero no está al alcance de cualquiera. Deberías sentirte orgullosa. Es un don.

Ness: ¿Un don? -frunció el ceño un segundo y luego lo desarrugó con una sonrisa-. Supongo que sí, aunque nunca lo había pensado. No sé, me parecía una limitación no poder expresarme más que en un idioma. Luego, una vez que me puse, ya no pude parar.

Derek: Hablando el idioma del país, te puedes sentir en casa en muchos países.

Ness: Sí, seguro que es por eso por lo que me siento tan bien aquí.

Derek: Scott me ha dicho que está intentando convencerte para que trabajes con él -sonrió y brindó con la copa de ella-. Lo apoyo totalmente. Trabajar contigo sólo puede resultar beneficioso para la empresa.

La risa sonora de Amber interrumpió la conversación.

Amber: ¡Ay, Zacky!, ¡qué cosas dices!

«Zacky», repitió para sus adentros Vanessa. La ponían enferma los diminutivos.

Ness: Creo que yo también disfrutaría trabajando contigo -contestó a Derek al cabo de unos segundos-.

Amber: Dame una vuelta en lancha mañana, Zacky. Necesito divertirme un poco.

Zac: Lo siento, Amber, mañana no puedo. Puede que a finales de semana -suavizó la negativa haciéndole una caricia en la mano-.

Amber: A finales de semana puede que me haya muerto de aburrimiento -protestó, poniendo cara de puchero-.

Vanessa oyó a Derek suspirar. Se giró hacia él y vio la mirada de exasperación que lanzó a Amber.

Derek: Amber me ha dicho que la semana pasada se encontró con Maria Popagos en Atenas -comentó. La expresión de exasperación se había borrado de su rostro-. Ya tiene... ¿cuántos, Amber?, ¿cuatro hijos? -añadió con dulzura-.

La trataban como a una niña, pensó Vanessa contrariada. Y ella se comportaba como tal: como una niña mimada y caprichosa.

Durante el resto de la cena, y luego durante el café, Vanessa observó los cambios de humor de Amber, que pasaba de mostrarse hastiada a estar excitadísima. Derek, aparentemente acostumbrado o quizá por una cuestión de educación, no daba importancia a tales fluctuaciones. Y aunque le disgustaba admitirlo, Zac también tenía la elegancia de no llamarle la atención. Scott, en cambio, iba poniéndose nervioso a medida que iba transcurriendo la velada. Se dirigía a su prima en voz baja, aconsejándole que no bebiera más, mientras ella seguía sirviéndose coñac. En vez de obedecer, se tragaba el licor de golpe y le daba la espalda a su primo.

Cuando Zac se levantó para marcharse, Amber insistió en acompañarlo al coche. Mientras salía del salón colgada del brazo de Zac, lanzó una mirada triunfal por encima del hombro. ¿A quién la habría dirigido?, se preguntó Vanessa. Se encogió de hombros, se giró hacia Derek y dejó que la velada siguiera su curso con normalidad. Ya tendría tiempo de pensar cuando estuviera sola en su dormitorio.


Vanessa flotaba con el sueño. El vino la había amodorrado y no había tardado en dormirse. Aunque había dejado las puertas de la terraza cerradas, la brisa de la noche se colaba por las ventanas. Suspiró y cambió de postura mientras sentía la caricia del aire sobre la piel. Era una caricia delicada, como un ala de mariposa. Le rozaba los labios y luego bajaba hacia el cuello. Vanessa puso cara de placer. Tenía el cuerpo entregado, receptivo. Separó los labios mientras la besaban. Acercó al hombre que la besaba en sueños.

Sueños que parecían muy reales. El sabor del beso era tan dulce y nítido como el vino que aún le daba vueltas en la cabeza. Emitió un gemido lánguido de placer y siguió flotando. En el sueño, los brazos de Vanessa rodeaban al hombre sin rostro que la amaba. Al pirata, al fantasma. Éste susurró su nombre y aumentó la presión del beso y bajó la sábana que separaba los cuerpos de ambos. Vanessa notó el tacto de unos dedos firmes y familiares sobre la piel. Un cuerpo demasiado contundente y musculoso para ser un sueño se apretaba a ella. Las imágenes borrosas fueron aclarándose y el fantasma tomó forma. Tenía pelo castaño, ojos azules y una boca pecaminosa.

El cuerpo le ardía. Vanessa gimió de nuevo y se dejó llevar por la pasión. Agradecía las caricias, pero su boca estaba insatisfecha, quería más. Entonces oyó una palabra cariñosa, un susurro en griego junto al oído.

De pronto, el telón de los sueños se levantó. El peso que sentía sobre su cuerpo era real y, en efecto, familiar. Vanessa empezó a forcejear.

Zac: La diosa se despierta. Una lástima.

Lo vio a la luz de un rayo de luna. Sintió el cuerpo lleno de necesidades, notó la cabeza aturdida, sabedora de que había sido Zac quien las había despertado.

Ness. ¿Qué estás haciendo?  descubrió que apenas le entraba aire en los pulmones. Había sido la boca de Zac la que la había besado, estaba segura. Todavía podía saborear sus labios. Y sus manos...-. ¡Esto es el colmo! Si crees que voy a dejar que te cueles en mi cama mientras estoy durmiendo...

Zac: Hace un momento no tenías ninguna queja.

Ness: ¡Serás...! Eres despreciable.

Zac: Y tú muy sensible. Tu cuerpo reacciona de maravilla a las caricias -murmuró él al tiempo que le pasaba la yema de un dedo por el lóbulo de la oreja. Zac notó el pulso de Vanessa latiéndole bajo la mano. Sabía, aunque estaba intentando controlarlo, que también el suyo se había acelerado-. Parecía que te gustaba que te tocase. A mí tocarte me gustaba -añadió con un susurro íntimo y sensual-.

Ness: Largo de aquí -le ordenó por miedo a sucumbir-.

Zac: Dulce Vanessa... -le dio un mordisquito en el labio inferior, la notó temblar, sintió el poder que ejercía sobre ella. Sería tan sencillo seducirla... y más arriesgado todavía-. Sólo pospones lo inevitable -agregó sonriente-.

Vanessa le mantuvo la mirada mientras trataba de respirar con normalidad. Algo le decía que, aunque todo lo demás que Zac le había contado fuesen mentiras, la última afirmación era cierta.

Ness: Esta vez no te he prometido que no gritaría.

Zac enarcó una ceja, como si sintiera curiosidad por averiguar qué ocurriría si lo hacía.

Zac: Sería interesante explicarles esta situación a Scott y Ash. Yo diría que tu belleza me ha abrumado. Lo que no es mentira del todo. De todos modos, no vas a gritar.

Ness: ¿Por qué estás tan seguro?

Zac: Ya me habrías delatado, o lo habrías intentado, si fueses a hacerlo.

Vanessa se incorporó, se sentó en la cama y se echó el pelo al lado. ¿Acaso Zac tenía que tener siempre razón?, se preguntó enojada.

Ness: ¿Qué quieres ahora?, ¿y cómo demonios has entrado esta vez? He cerrado... -se quedó sin voz al ver que las puertas de la terraza estaban abiertas de par en par-.

Zac: ¿Pensabas que un simple cerrojo me iba a cerrar el paso? -soltó una risotada y le acarició la nariz con un dedo-. Tienes mucho que aprender.

Ness: Ya está bien: escúchame...

Zac: No, ahórrate las protestas para luego. Me doy por enterado -atajó antes de enredar un dedo en un rizo de su cabello-. He venido para asegurarme de que no te inventarás un inoportuno dolor de cabeza que te impida venir a mi casa mañana. Quiero hablar de un par de cosas contigo.

Ness: Yo también tengo que hablar de un par de cosas contigo -replicó furiosa-. ¿Se puede saber qué hacías en la playa la otra noche? Y quién...

Zac: Luego, Afrodita. Ahora mismo estoy distraído -atajó-. Tu piel... me encanta cómo huele -añadió mirándola a los ojos-.

Ness: No sigas -no se fiaba de él cuando empezaba a hablar en aquel tono tan seductor. De hecho, no debía fiarse de él en absoluto, se recordó-. ¿A qué ha venido el ridículo jueguecito que te traías esta noche?

Zac: ¿Qué jueguecito? -preguntó abriendo mucho los ojos-. Vanessa, cariño, no sé de qué hablas. Estaba comportándome con la mayor naturalidad.

Ness: Natural por las narices.

Zac: No hace falta que te pongas agresiva -dijo con suavidad-.

Ness: Hace la falta que me dé la gana -replicó-. Esta noche has sido el invitado perfecto. Encantador...

Zac: Gracias.

Ness: Y falso -añadió, fulminándolo con la mirada-.

Zac: Falso no, correcto -matizó-. Me he comportado como la situación lo requería.

Ness: Claro, porque habría resultado un poco raro si te hubieses sacado del bolsillo un cuchillo en medio de la cena.

Se puso tenso. Respiró profundamente para relajarse. Vanessa no iba a dejarle olvidar aquel desafortunado incidente y Zac no conseguía quitarse de la cabeza la cara de pánico que ella había puesto en el momento de desmayarse.

Zac: Pocas personas me han visto comportarme de un modo distinto a como me he comportado esta noche -murmuró al tiempo que le hacía una nueva caricia en el pelo-. Que seas una de ellas es cuestión de mala suerte.

Ness: Da igual, porque a partir de ahora no quiero verte de ningún modo.

Zac: Mentirosa -dijo Zac sonriente-. Te recojo mañana a la una.

Vanessa soltó un exabrupto habitual en los círculos menos distinguidos de Italia, al que Zac respondió con una risotada.

Zac: Cariño, te advierto que en mis viajes de negocios he tenido ocasión de visitar los bajos fondos de Italia.

Ness: Perfecto, entonces no necesitas que te lo traduzca.

Zac: Tú estate lista -la miró de arriba abajo-. Supongo que te resultará más fácil tratar conmigo a la luz del día... y con una indumentaria más adecuada.

Ness: No tengo intención de tratar contigo en absoluto -arrancó en voz baja y hostil-. Ni de continuar con esta farsa absurda yendo a tu casa mañana.

Zac: Claro que irás -contestó con una sonrisa tan confiada como irritante-. Si no, te verías en la difícil situación de tener que explicarle a Ash por qué no quieres venir después de mostrarte tan interesada en mi casa. Dime, ¿qué es lo que te atrae de ella?

Ness: Que tiene una estructura disparatada.

Zac soltó una risotada y le agarró una mano.

Zac: Otro halago. Te adoro, Afrodita. Venga, dame un beso de buenas noches.

Ness: Ni hablar -contestó con el ceño fruncido-.

Zac: Venga, si lo estás deseando -y, con un movimiento veloz, se tumbó encima de Vanessa. Cuando ésta lo insultó, Zac volvió a reírse-. Eres irresistible.

Bajó la cabeza de golpe y se apoderó de sus labios con fuerza hasta que notó que Vanessa dejaba de resistirse. Poco a poco, Zac disminuyó la presión del beso, aunque no su intensidad. Una intensidad que la cargaba de energía y que fue aumentando la temperatura de su cuerpo hasta que sólo hubo pasión: pura, ardiente e insensata. Vanessa gimió, aceptó la pasión que la consumía y aceptó a Zac.

Éste notó el cambio. Se relajó un instante y se permitió disfrutar del momento.

Vanessa tenía un sabor que perduraba en los labios de Zac mucho después de dejar de besarla. Cada vez que la tocaba, sabía que, más pronto o más tarde, tendría que poseerla por completo. Pero no todavía. En ese momento todavía había mucho en juego. Vanessa era peligrosa y él ya se había arriesgado demasiado con ella. Pero el sabor de sus labios...

Zac se entregó al beso a sabiendas del peligro de volverse vulnerable, siquiera por un segundo, abandonándose a Vanessa. Si ella no hubiese estado en la playa aquella noche, si él no hubiese tenido que descubrirse ante ella, ¿serían las cosas distintas de como eran en ese momento?, se preguntó mientras el deseo empezaba a hundir sus garras. ¿Habría podido seducirla y abrazarla, acostarse con ella, con un par de galanterías y palabras inteligentes? Si se hubiesen encontrado por primera vez esa noche, en casa de Ash, ¿la habría deseado con tanta urgencia y desesperación?

Sentía las manos de Vanessa acariciándole el pelo. Zac descubrió que había dejado de besarla en la boca y se había deslizado hasta su cuello. Parecía como si la fragancia de Vanessa se concentrara allí con un sabor salvaje y peligroso. Él convivía con el peligro y le gustaba; se enfrentaba a él con astucia y ganaba. Pero no podía calcular el riesgo de acercarse a esa mujer, del sentimiento que le despertaba. Por otra parte, la suerte ya estaba echada. Nada podía cambiar el camino que él tenía que seguir. Como tampoco podía cambiar el hecho de que ella estaba implicada.

Quiso acariciarla, rasgarle la seda que apenas cubría su cuerpo y sentir la piel de Vanessa cálida bajo su mano. Pero no se atrevió. Como hombre, conocía sus limitaciones y debilidades. Si era sincero, no le agradaba que Vanessa Hudgens se hubiese convertido en una debilidad en un momento en que no podía permitirse flaqueza alguna.

Vanessa murmuró el nombre de Zac, introdujo las manos bajo su camiseta y las plantó sobre aquellos potentes pectorales. Zac sintió un trallazo de deseo, una descarga ardiente sobre la boca del estómago. Tuvo que hacer un esfuerzo sobrehumano para no dejarse arrastrar por la pasión y permitir que transcurrieran unos segundos, hasta que ésta se convirtió en un cosquilleo, todavía intenso, pero que podía controlar. Luego levantó la cabeza y esperó a que Vanessa abriera sus ojos marrones. Algo se le clavó en la palma de la mano y, de pronto, Zac vio que había agarrado el medallón de Vanessa sin darse cuenta. Apretó los dientes para no blasfemar y esperó un instante hasta estar seguro de que podría hablar con normalidad:

Zac: Dulces sueños, Afrodita -se despidió sonriente-. Hasta mañana.

Ness: Eres un... -tuvo que pararse a recuperar el resuello y el ingenio necesario para insultarlo-.

Zac: Hasta mañana -repitió al tiempo que le daba un beso en el dorso de la mano-.

Vanessa lo vio salir por la terraza e iniciar el descenso hasta perderlo de vista. Completamente quieta, permaneció tumbada mirando al vacío y se preguntó dónde se había metido.




Eres un, qué. ¿Qué ibas a decir, Ness?
Yo ya no me creo nada de lo que vayas a decir. ¿¡Dónde está tu fuerza de voluntad!? ¡Tu integridad como mujer!

Enserio, en qué cabeza cabe. Las negativas que le da y luego se deja hacer de todo. ¡Y cómo no se da cuenta de que no era un sueño! Esta chica me preocupa XD

¡Gracias por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Besis!


3 comentarios:

Lu dijo...

Me encantó.
Que lindo que ya se hayan conocido como debe de ser.
Zac parece un poco jajaj

Sube pronto ☺

Maria jose dijo...

ya amo la novela
me gusta como es de misterioso zac
y vanessa aunque lo niegue ya le gusta
estos 2 no pierden el tiempo
siguela pronto me gusta mucho


saludos
sube pronto

Unknown dijo...

Hola, tengo una pregunta de donde descargas los libros de Nora Roberts? Porque vengo buscando este libro hace ya un tiempo pero no encuentro donde descargarlo. Me podrías ayudar por favor, si tienes algún link? Gracias de verdad

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