topbella

jueves, 22 de septiembre de 2016

Capítulo 4


La casa estaba en silencio. La mañana había amanecido tranquila y Vanessa acogió de buen grado la orden de Ash de salir sola a disfrutar de la playa. Quería evitar la compañía de Amber y, aunque no le gustara admitirlo, no creía que pudiese soportar una conversación distendida con Ash sobre la cena de la noche anterior. Su amiga esperaría que hiciese algunas observaciones ingeniosas sobre Zac y Vanessa no se sentía con ganas para seguirle el juego. Por suerte, Derek estaba trabajando con Scott y no podía hacerle compañía, de modo que salió sola.

Necesitaba un poco de soledad para ordenar ideas y aclararse. En los últimos días, había acumulado unas cuantas cosas en las que pensar. Y había decidido que había llegado el momento de resolverlas, una a una.

¿Qué habría estado haciendo Zachary Efron en la playa aquella primera noche? Le había parecido que olía a sal, lo que significaba que había estado en el mar. Recordaba el ruido de un motor. Había asumido que sería de un pescador, pero Zac no se dedicaba a la pesca. Lo había notado desesperado por que no lo vieran; suficientemente desesperado como para llevar un cuchillo. Todavía podía ver la expresión de su cara mientras estaba tumbada debajo de él a la sombra de los cipreses. En caso necesario, Zac habría llegado a utilizar el cuchillo.

De alguna manera, tomar consciencia de esto la inquietaba más en ese momento que cuando no lo conocía. Vanessa le dio una patada a una piedra y bajó malhumorada las escaleras de la playa.

¿Y quién estaba con él?, se preguntó. Alguien había obedecido sus órdenes sin vacilar. ¿Quién había usado las escaleras de la playa mientras Zac la retenía prisionera entre los arbustos?, ¿Scott?, ¿el hombre que le alquilaba la casa de campo a Zac? Frustrada, Vanessa se descalzó y empezó a caminar sobre la arena caliente. ¿Por qué iba a estar dispuesto a matar a nadie antes que dejar que lo descubrieran? Por otra parte, podía haber sido cualquier persona: algún miembro del servicio doméstico de las villas, algún intruso...

No debía precipitarse, se recordó Vanessa mientras levantaba arena con el pie. Tenía que analizar la situación con serenidad. En primer lugar, ¿tenía lógica suponer que las pisadas que había oído pertenecían a alguien que también había estado en el mar? Vanessa creía que sí. Después decidió que, quienquiera que hubiese sido, la persona debía de haberse dirigido hacia alguna de las villas o casitas de campo cercanas. ¿Por qué, si no, los había encontrado en esa zona en concreto de la playa? Era una conclusión razonable, se dijo mientras paseaba sin rumbo. Y entonces, ¿a qué se habría debido el empeño de Zac por evitar que lo vieran?

Contrabando. Era evidente. Obvio. Pero se negaba a dar credibilidad a tales palabras. No quería pensar que Zac estuviese implicado en un negocio tan sucio. A pesar de lo enojada y resentida que estaba con él, Vanessa había percibido algo totalmente diferente en Zac. Tenía algo... algo que no era capaz de precisar con palabras. Fortaleza, quizá. Era la clase de hombre en quien uno podía apoyarse cuando nadie más podía ayudar. Vanessa quería darle un voto de confianza. No tenía sentido, pero era así.

Con todo, ¿sería un traficante?, ¿habría creído que había visto algo delictivo? ¿Pertenecerían las pisadas que había oído a algún agente de policía?, ¿o a otro traficante?, ¿a un enemigo quizá? Si Zac había creído que ella podía ser una amenaza, ¿por qué no la había matado con el cuchillo? Si realmente era un asesino frío y calculador... no. Vanessa sacudió la cabeza. No estaba de acuerdo con esa descripción. Aunque estaba casi segura de que Zac podía llegar a matar, no lo consideraba frío en absoluto. Lo que no hacía sino multiplicar los problemas.

Una espiral de preguntas y respuestas se enredaban en su cabeza. Preguntas tenaces, respuestas inquietantes. Vanessa cerró los ojos y respiró profundamente. Esa misma tarde le preguntaría y lo obligaría a que contestase sin rodeos, se prometió. No podía negarse a darle alguna explicación. Vanessa se sentó en la arena, apretando las rodillas contra el pecho. Ella estaba tan tranquila cuando él había aparecido para complicarlo todo.

Ness: ¡Hombres!

**: Me niego a tomarme eso como una crítica personal.

Vanessa giró la cabeza y se encontró mirando una sonrisa abierta y amistosa.

**: Hola, parece que está enfadada con todo mi género -continuó el desconocido. Se levantó de una roca y se acercó a Vanessa. Era alto y esbelto, con rizos castaños despeinados y una cara bronceada que transmitía juventud y fuerza al mismo tiempo-. Pero creo que merece la pena arriesgarse. Soy Andrew Selley -se presentó mientras tomaba asiento, todavía sonriente, al lado de Vanessa-.

Ness: ¿Andrew Selley? -repitió-. ¿Poeta o pintor? Ash no estaba segura -añadió, ofreciéndole una sonrisa-.

Andrew: Poeta -contestó poco convencido-. O al menos eso me digo.

Vanessa se fijó en el cuaderno que Andrew tenía en las manos.

Ness: Lo he interrumpido. Estaba escribiendo... Perdón.

Andrew: Al contrario: su presencia es toda una inspiración. Tiene usted una cara muy especial.

Ness: Me lo tomaré como un piropo -comentó-.

Andrew: Señorita, su cara es el sueño de cualquier poeta -la contempló unos instantes-. ¿Tiene usted algún nombre o va a desaparecer en medio de una bruma dejándome embrujado?

Ness: Vanessa -contestó complacida con tan complicado piropo-. Vanessa Hudgens. Y dígame, señor Selley, ¿es usted buen poeta?

Andrew: Andrew. Y, respondiendo a su pregunta, no puedo decir que no -dijo sin dejar de mirarla-. La modestia no es una de mis virtudes. Has dicho Ash. Supongo que te refieres a la señora Tisdale. ¿Estás alojándote en su casa?

Ness: Sí, durante unas semanas -de pronto, se le pasó por la cabeza una posibilidad-. ¿Estás viviendo en la casa de campo que Zachary Efron alquila?

Andrew: Exacto. Aunque, en realidad, me sale gratis -soltó el cuaderno, pero empezó a hacer dibujos en la arena, como si no pudiese dejar las manos quietas-. Somos primos. No por la parte griega. Nuestras madres son parientes.

Ness: Así que su madre es estadounidense -murmuró-.

Eso, al menos, explicaba la desenvoltura de Zac con el idioma.

Andrew: De San Francisco. Se volvió a casar después de que el padre de Zac muriese. Vive en Francia.

Ness: Así que estás visitando Lesbos y a tu primo al mismo tiempo.

Andrew: La verdad es que Zac me ofreció asilo vacacional cuando se enteró de que estaba escribiendo un poema épico, un poco homérico, ya sabes -sus ojos azules la miraban con intensidad. Vanessa no percibía en su cara nada que pudiera relacionarlo con Zac-. A mí me apetecía pasar una temporada en Lesbos, así que acepté encantado. La casa de Safo. La poesía y la leyenda siempre me han fascinado.

Ness: Safo -repitió olvidándose de Zac-. Ah, sí, la poetisa.

Andrew: La Décima Musa. Vivía aquí, en Mitilini -miró hacia la playa con cara soñadora-. Me gusta pensar que la casa de Zac está en el acantilado desde el que se tiró al mar, desesperada por el amor de Faón.

Ness: Una idea interesante -miró hacia la irregular estructura gris-. Y supongo que su espíritu sigue flotando sobre la casa en busca de su amor. Desde luego, es una casa perfecta para una tragedia poética.

Andrew: ¿Has estado dentro? Es fantástica.

Ness: No, Zac me hará una visita guiada esta tarde -contestó con desenfado mientras maldecía para sus adentros en varios idiomas-.

Andrew: ¿Una visita guiada? -la miró intrigado-. Debes de haberle causado una tremenda impresión. Claro que tampoco me extraña. Zac siempre ha sido un gran amante de la belleza.

Vanessa esbozó una sonrisa poco expresiva.

Ness: ¿Sueles escribir en la playa? A mí me encanta pasear sobre la arena -comentó entonces. Vanessa dudó antes de añadir-: Hace un par de noches estuve dándome un baño a la luz de la luna.

No advirtió sorpresa ni tensión en el rostro de Andrew, el cual se limitó a sonreír.

Andrew: Lamento habérmelo perdido. Y sí, suelo estar por esta parte de la isla. Aquí, arriba en los acantilados, en los viñedos. Según me apetezca.

Ness: Yo también quiero explorar un poco los alrededores.

Andrew: Cuenta conmigo si necesitas un guía -se ofreció-. Ahora mismo ya me conozco esto tan bien como cualquier nativo. Si quieres compañía, no te resultará difícil encontrarme por aquí o en la casita de campo. No está lejos.

Ness: Suena bien -dijo con un brillo divertido en los ojos-. ¿No tendrás una cabra por casualidad?

Andrew: Eh... no.

Vanessa rió al ver la cara de Andrew y le dio una palmadita en la mano.

Ness: No intentes entenderlo -le recomendó-. Y ahora, será mejor que me cambie para la visita guiada.

Andrew se levantó con ella y le agarró una mano.

Andrew: Volveremos a vernos -dijo en tono afirmativo más que interrogante-.

Ness: Seguro. La isla es muy pequeña.

Andrew sonrió mientras le soltaba la mano. Luego la miró alejarse hasta perderla de vista y volvió a sentarse sobre una roca, mirando al mar.


Zachary Efron llegó muy puntual. Cinco minutos después de la una, entusiasmada por la invitación a su amiga, Ash estaba echando a Vanessa de casa.

Ash: Diviértete, cariño, y no tengas prisa en volver. Zac, a Vanessa le va a encantar tu casa. Tiene una vista del mar impresionante.

Ness: Impresionantísima -murmuró de mala gana y Zac sonrió-.

Ash: Bueno, pasadlo bien -repitió al tiempo que los empujaba, como si fueran dos niños pequeños sin ganas de ir al colegio-.

Ness: Te advierto que Ash te considera un candidato adecuado para solicitar mi mano -dijo mientras se sentaba en el coche de Zac-. La horroriza la idea de que acabe convirtiéndome en una solterona.

Zac: Afrodita, no hay hombre vivo en la Tierra que pueda verte como una solterona -contestó al tiempo que se sentaba a su lado y le agarraba una mano-.

Vanessa no quería dejarse engatusar, así que apartó la mano y contempló el paisaje por la ventanilla.

Ness: Me he encontrado con el poeta que vive en tu casita de campo esta mañana.

Zac: ¿Andrew? Es buen chico.

Ness: No tan chico. Es un hombre encantador -añadió y Zac enarcó una ceja-.

Zac: Sí, supongo que sí. De alguna forma, siempre pienso en él como si fuera un niño. Aunque apenas nos llevamos cinco años -se encogió de hombros-. Tiene talento. ¿Lo has embrujado con tu belleza?

Ness: Él dijo «inspirado» -corrigió-.

Zac: Normal -contestó sonriente-. Una romántica inspirando a otro romántico.

Ness: Yo no soy romántica -replicó. La conversación la estaba forzando a prestar mucha más atención de la que había previsto-. Soy muy práctica.

Zac: Vanessa, eres una romántica empedernida -aseguró sin perder la sonrisa-. Una mujer que se cepilla el pelo a la luz de la luna y que tiene aprecio a un medallón sin valor tiene que ser romántica a la fuerza.

Ness: También llevo la cuenta de mis gastos y vigilo mi colesterol -contestó molesta por cómo la había descrito Zac-.

Zac: Admirable.

Ella tuvo que contener las ganas de soltar una risotada.

Ness: Zachary Efron, eres un cretino de primera.

Zac: Lo reconozco. Odio no ser de primera, se trate de lo que se trate.

Vanessa se recostó sobre el asiento, pero se olvidó de cualquier leve irritación cuando pudo ver la casa entera.

Ness: ¡Dios! -exclamó-. ¡Es increíble!

Parecía firme, primitiva e invulnerable. La segunda planta se erguía sobre el mar como un brazo extendido, no pidiendo dinero, sino exigiendo. El aura que había intuido al ver la casa desde el mar no perdió un ápice de fuerza desde cerca. Aunque estaban desperdigados aquí y allá, como si crecieran naturalmente, las flores y los viñedos estaban bien cuidados y atendidos. Era como el castillo de la Bella Durmiente, pensó Vanessa.

Ness: ¡Qué maravilla! -dijo mientras él paraba el coche a la entrada-. Nunca había visto una casa igual.

Zac: Es la primera vez que me sonríes sinceramente.

Él, en cambio, no estaba sonriendo en ese momento, sino que la miraba algo disgustado. No se había dado cuenta de cuánto deseaba recibir el calor y la simpatía de una sonrisa espontánea de Vanessa. Y después de haberla recibido, no estaba seguro de qué hacer al respecto. Zac maldijo para sus adentros y salió del coche.

Sin darle importancia al comentario, Vanessa bajó del coche y admiró el exterior de la casa.

Ness: ¿Sabes lo que parece? -preguntó, hablando casi para sí misma-. Parece como si Zeus hubiese lanzado un rayo sobre la montaña y la casa hubiese aparecido después de la explosión.

Zac: Una teoría interesante -le agarró una mano y empezó a subir unos escalones de piedra-. Si hubieses conocido a mi padre, te darías cuenta de lo aproximada que es a la verdad.

Vanessa se había aleccionado para empezar a acribillarlo a preguntas y exigirle explicaciones tan pronto como llegaran. Al entrar en el vestíbulo, se olvidó de todo.

Ancho y blanco, estaba salpicado de adornos y cuadros coloridos. En una pared había lanzas colgadas, instrumentos para matar, pensó Vanessa; pero con la dignidad de las armas antiguas. La escalera que conducía a las plantas superiores formaba un semicírculo con una barandilla de madera oscura sin barnizar que daba al conjunto un aspecto majestuoso. Sin ser elegante, tenía cierto equilibrio y gusto salvaje.

Ness: Zachary, es una auténtica maravilla -dijo tras exhalar un suspiro-. No me extrañaría encontrarme con un cíclope bajando por las escaleras. ¿Hay centauros en el patio trasero?

Zac: Te enseñaré la casa, a ver qué sorpresas nos llevamos.

Vanessa le estaba poniendo difícil ceñirse a lo que había planeado. Se suponía que no tenía que mostrarse amable. No estaba en el guión. En cualquier caso, le sujetó la mano mientras la guiaba por la casa.

La comparación de Ash con la cueva de Aladino era acertada. Cada habitación estaba repleta de tesoros: cristales de Venecia, cajas estilo Fabergé, máscaras africanas, cerámica americana, jarrones de Ming... todo reunido en un revoltijo de culturas. Lo que podría haber sido un museo era un glorioso desorden de maravillas. Cuanto más recorría los giros y recovecos de la casa, descubriendo sorpresa tras sorpresa, más fascinada iba estando. Junto a una ballesta del siglo XVII había una pieza exquisita de porcelana. Y junto a ésta, una cabeza reducida de Ecuador.

Sí, el arquitecto estaba loco, decidió mientras se fijaba en las cabezas de lobo y los elfos sonrientes que había grabados en la madera de los dinteles. Genialmente loco. La casa era un cuento de hadas; pero no una versión almibarada para niños, sino una con sombras susurrantes de pequeños gremlins.

En la planta de arriba, una enorme ventana le hizo sentir que estaba suspendida al borde del acantilado. Se asomaba al despeñadero con arrogancia e invitaba a arrojarse al fondo del mar. Vanessa lo miró con una mezcla de vértigo y admiración.

Zac la observaba. En aquel momento, viéndola tan entusiasmada, no sentía la necesidad de agarrarla y poseerla viéndola tan entusiasmada. Ya habría ocasión. Estaba acostumbrado a conseguir lo que quería y no cabía duda de que deseaba a Vanessa.

Ésta se giró hacia él. Seguía excitada, entre asustada y emocionada por la vista del mar.

Ness: Andrew dijo que le gustaba pensar que Safo se arrojó desde aquí al mar. No me importaría creérmelo.

Zac: Andrew tiene mucha imaginación.

Ness: Tú también. Vives aquí.

Zac: Tus ojos son como un lago mitológico -murmuró-. Etéreos y traslúcidos. Debería llamarte Circe en vez de Afrodita. Juraría que tienes más de bruja que de diosa -añadió justo antes de girarle la barbilla para obligarla a que lo mirara-.

Vanessa comprendió el brillo de sus ojos. No era un brillo arrogante, sino de deseo. De pasión. Una pasión sumamente seductora.

Ness: Sólo soy una mujer, Zachary -se oyó decir-.

Zac se puso tenso. Respiró. Se tomó un segundo para serenarse antes de agarrarle un brazo:

Zac: Vamos abajo a tomar una copa.

Mientras se dirigían al salón, Vanessa se recordó sus prioridades. Tenía que conseguir respuestas... y las conseguiría. No podía permitir que un par de palabras amables y miradas intensas le hicieran olvidar la razón por la que había ido. Antes de llegar a formular pregunta alguna, sin embargo, un hombre apareció por la puerta.

Era bajo, de piel arrugada. Tenía pelo gris y tupido. Sus brazos eran grandes y musculosos. Era como un tanque a pequeña escala. Su bigote era una obra de arte. Nacía bajo la nariz y se arqueaba líbremente por ambos lados de la boca hasta la barbilla. Al sonreír, enseñó varios huecos donde debía de haber dientes.

**: Buenas tardes -saludó con respeto en griego, pero con mirada alegre-.

Intrigada, Vanessa lo miró sin sonreír.

Ness: Hola.

Zac: Peter, la señorita Hudgens. Peter es mi... ayudante.

Peter: A su servicio, señorita -dijo sonriente. Se inclinó levemente, pero Vanessa no vio nada reverente en el gesto-. Ya me he ocupado del asunto del que hablamos, señor Efron. Tiene un par de mensajes de Atenas -añadió, dirigiéndose a Zac con respeto exagerado-.

Zac: Luego los oiré.

Peter: Como desee -dijo antes de retirarse-.

Vanessa frunció el ceño. Había percibido algo extraño en aquella breve conversación. Sacudió la cabeza mientras Zac le servía una copa. No era la relación de éste con sus criados lo que le interesaba.

Por fin, decidió que lo mejor sería abordar el tema que la preocupaba sin contemplaciones:

Ness: ¿Qué hacías en la playa la otra noche?

Zac: Creía que habíamos acordado que estaba atacándote.

Ness: Eso fue al final de la jornada -tragó saliva y se atrevió a presionarlo un poco más-. ¿Estabas haciendo contrabando de algo?

Zac vaciló sólo un segundo. Le estaba dando la espalda, de modo que Vanessa no pudo ver su expresión de sorpresa. Una mujer muy perspicaz, pensó. Demasiado perspicaz.

Zac: ¿Y cómo has llegado a una conclusión tan asombrosa? -preguntó al tiempo que le entregaba una copa-.

Ness: Te lo estoy preguntando en serio -insistió, mirándolo a los ojos, después de agarrar la copa y sentarse-. Te he preguntado si te dedicas al contrabando.

Zac: Primero, dime por qué crees que es posible -contestó, que se había sentado frente a Vanessa-.

Ness: Olías a mar. Venías del agua.

Zac dio un sorbo a su copa.

Zac: Y eso implica que soy un traficante -contestó con sarcasmo-.

Ness: Si hubieses salido a pescar simplemente, no me habrías tirado al suelo intimidándome con un cuchillo -insistió-. La costa de Turquía es un lugar propicio para el contrabando. Scott me dijo que había problemas con el contrabando.

Zac: ¿Scott? -repitió interesado-. ¿Qué actitud tenía Scott exactamente con el tema del contrabando?

Vanessa dudó. La pregunta interrumpía su propio interrogatorio.

Ness: Parecía... resignado, como quien acepta el mal tiempo.

Zac: Entiendo -dijo antes de dar otro sorbo a su copa-. ¿Te habló de cómo se realizan este tipo de transacciones?

Ness: ¡Claro que no! -replicó enojada por la habilidad con la que Zac le había dado la vuelta al interrogatorio-. Scott no tiene nada que ver con esas cosas. Pero creo que tú sí estás metido.

Zac: Eso parece.

Ness: ¿Y?

Zac: ¿Y qué? -contestó sonriente-.

Ness: ¿Vas a negarlo?

Descubrió que deseaba que lo hiciese. Lo deseaba con todas sus fuerzas.

Zac: Da igual que lo niegue o deje de negarlo. No me creerías. Es evidente que ya has llegado a una conclusión -la miró a los ojos y preguntó con desenfado-: ¿Qué harías si lo reconociese?

Ness: Te entregaría a la policía.

Él soltó una risotada.

Zac: Vanessa, eres realmente valiente -dijo al tiempo que se inclinaba para agarrarle una mano-. Tengo muy buena fama. Te aseguro que la policía te tomaría por loca.

Ness: Podría demostrar...

Zac: ¿Qué? -atajó con violencia-. No puedes demostrar lo que no sabes.

Ness: Sé que no eres quien finges ser -trató de soltarse, pero Zac siguió sujetándole la mano-. Aunque quizá sea más acertado decir que eres algo que finges no ser.

Zac la observó en silencio con una mezcla de enojo y admiración.

Zac: Sea quien sea o quien deje de ser, no tiene nada que ver contigo.

Ness: ¡Qué más quisiera!

Zac la miró por encima de la copa.

Zac: De modo que estarías dispuesta a ir a la policía para acusarme de contrabandista. No me parece prudente.

Ness: No es una cuestión de prudencia: es cuestión de hacer lo correcto -tragó saliva. Luego soltó lo que llevaba atormentándola desde el principio-. El cuchillo... ¿lo habrías utilizado?

Zac: ¿Para hacerte daño? -preguntó con voz neutra-.

Ness: A mí o a cualquier otra persona.

Zac: No se puede dar una respuesta concreta a una pregunta en general.

Ness: Zachary, por Dios...

Zac dejó su copa. De pronto, la expresión de su cara cambió. Sus ojos adquirieron un brillo peligroso.

Zac: Tienes que ser increíblemente valiente o increíblemente tonta para estar sentada hablando conmigo si crees que soy todas esas cosas que dices.

Ness: Creo que estoy a salvo -replicó con aplomo-. Todo el mundo sabe que estoy contigo.

Zac: Pero podría desembarazarme de ti en cualquier otro momento si te considerara un obstáculo.

Ness: Puedo cuidar de mí misma -dijo tras superar un momento de miedo-.

Zac: ¿Seguro? -se encogió de hombros y pareció relajarse de nuevo-. En cualquier caso, no tengo intención de hacerte daño. Tu talento podría serme de mucha utilidad.

Ness: No pienso dejar que me utilices -repuso alzando la barbilla-. Traficar opio es una forma despreciable de ganar dinero.

Zac: Un negocio sucio para piratas con parche en el ojo, ¿verdad? -se burló-. ¿Así es como te lo imaginas, señorita práctica?

Abrió la boca para responder, pero no pudo evitar sonreír.

Ness: Me niego a que me caigas bien, Zachary.

Zac: No tengo por qué caerte bien, Vanessa. Es un sentimiento demasiado suave para mi gusto -volvió a agarrar su copa-. ¿No bebes?

Ness: Zachary, sólo quiero una respuesta sincera. Me la merezco -insistió sin dejar de mirarlo a los ojos-. Es verdad: no puedo ir a la policía, me digas lo que me digas. No tienes por qué tenerme miedo.

Zac sintió algo extraño ante aquella última frase, pero optó por no prestarle atención. Consideró sus opciones antes de hablar:

Zac: Te diré una cosa: estoy... relacionado con el contrabando. Me interesaría que me contaras cualquier cosa que oyeras al respecto.

Vanessa se levantó con el ceño fruncido y empezó a dar vueltas por la pieza. Zac le estaba poniendo difícil distinguir la estrecha línea que dividía el buen camino del malo. Sobre todo, porque el camino estaba lleno de giros y sentimientos implicados. ¡Sentimientos! Vanessa frenó en seco. No, nada de sentimientos. Ella no sentía nada por Zac.

Ness: ¿Quién estaba contigo esa noche? -Tenía que ceñirse al plan. Conseguir respuestas. Ya habría tiempo para análisis introspectivos-. Le estabas dando órdenes a alguien.

Zac: Creía que estabas demasiado asustada y no te habías dado cuenta -dio un sorbo a su copa-.

Ness: Estabas hablando con alguien -insistió-. Alguien que hacía justo lo que le decías sin preguntar. ¿Quién era?

Zac sopesó las ventajas y desventajas antes de contestar. Con lo inteligente que Vanessa era, no tardaría en imaginárselo, se dijo finalmente.

Zac: Peter.

Ness: ¿El hombrecillo que me has presentado? -se plantó frente a Zac-.

Peter no concordaba con la imagen que tenía de un contrabandista sin escrúpulos.

Zac: Ese hombrecillo se conoce el mar como un jardinero se conoce sus rosales -sonrió ante la expresión incrédula de ella-. También tiene a favor que es una persona leal. Lleva conmigo desde que yo era un crío.

Ness: Qué organizado lo tienes todo -se acercó abatida a la ventana. Estaba obteniendo respuestas, pero no eran las que deseaba-. Una casa en una isla estratégica, un criado leal, un negocio de importación y exportación que no despierta sospechas. ¿Quién pasó por las escaleras de la playa aquella noche, que querías evitarlo?

Asustada o no, pensó Zac disgustado, había sido muy observadora.

Zac: Eso no tiene por qué importarte.

Ness: Tú me has metido en esto, Zachary -dijo tras darse la vuelta para mirarlo-. Tengo derecho a saberlo.

Zac: Tus derechos llegan hasta donde yo diga -se puso de pie-. No me presiones más de la cuenta, Vanessa. Las consecuencias no te gustarían. Te he contado todo lo que pienso contarte de momento. Conténtate con ello -añadió en tono autoritario-.

Vanessa retrocedió un paso, furiosa consigo misma por haberse asustado. A Zac le dolió comprobar que tenía miedo de él.

Ac: No voy a hacerte daño, maldita sea -dijo agarrándola por los hombros-. Si quisiera hacerlo, ya he tenido ocasiones de sobra. ¿Qué crees?, ¿que voy a cortarte el cuello o a tirarte por el acantilado?

Vanessa, más enfadada que asustada en ese momento, lo miró a los ojos con aplomo:

Ness: No sé qué es lo que creo.

De pronto, Zac se dio cuenta de que la estaba apretando demasiado fuerte. Maldijo en voz baja y aflojó la presión que ejercía sobre sus hombros. No podía preocuparse tanto por ella. No podía permitir que le importase lo que Vanessa pensara de él.

Zac: No espero que confíes en mí -dijo con calma-. Pero piensa un poco: si estás metida en esto es porque apareciste por la playa, no ha sido premeditado. No quiero hacerte daño, Vanessa. Te lo aseguro.

Y Vanessa estaba convencida de que le estaba diciendo la verdad. Intrigada, examinó su rostro:

Ness: Eres un hombre extraño, Zachary. No sé por qué, pero no te veo dedicándote a algo tan rastrero como el contrabando.

Zac: ¿Intuición femenina? -sonrió y le acarició el pelo, suave y tentador-. ¿Crees en tu intuición o en lo que te dicta el cerebro?

Ness: Zachary...

Zac: No, no me hagas más preguntas. Soy... muy susceptible a la belleza. Y tú eres muy bella. Además de inteligente, una combinación difícil de resistir -agarró el medallón que colgaba del cuello de Vanessa, lo examinó y lo soltó-. Dime, ¿qué piensas de Amber y Derek? -le preguntó después de separarse de ella-.

Ness: Estoy harta. Estoy harta de todo esto -protestó-. Yo había venido a Lesbos a desconectar de presiones y complicaciones.

Zac: ¿Qué clase de presiones y complicaciones?

Ness: ¿A ti qué te importa? -replicó irritada-. Ya tenía una vida antes de bajar a esa maldita playa y cruzarme contigo.

Zac: Sí -murmuró mientras agarraba su copa-. Seguro que la tenías.

Ness: Y ahora me veo metida en medio de una película de miedo de serie B. No me gusta.

Zac: Es una pena que no te quedaras en la cama esa noche, Vanessa -dio un sorbo-. Puede que sea suficientemente griego para decir que los dioses así lo querían. De momento, tu destino y el mío están unidos y ninguno de los dos podemos hacer nada por evitarlo.

Vanessa lo sorprendió al poner una mano sobre su torso. A Zac no le gustó el modo en que su corazón reaccionó.

Ness: Si sientes esto, ¿por qué no me das una respuesta directa? -insistió-.

Zac: No puedo -la miró a los ojos y Vanessa vio deseo. El deseo de él y el reflejo de su propio deseo-. Vas a tener que aprender a quererme tal como soy -añadió sonriente-.

Vanessa retiró la mano. Tenía más miedo de sí misma que de él.

Ness: No te quiero de ningún modo.

Zac: ¿Seguro? -la estrechó entre los brazos-. Vamos a ver cuánto tardo en demostrar que estás mintiendo -agregó justo antes de besarla-.

No se resistió. El límite entre seguir el buen camino o desviarse se desdibujaba cada vez que saboreaba la boca de Zac. Fuese quien fuese, quería seguir entre sus brazos.

Vanessa entrelazó las manos tras su nuca para acercárselo. Lo oyó murmurar algo boca contra boca y se abandonó a un beso cada vez más fogoso.

¿Siempre había tenido esa pasión en su interior, esperando a que algún hombre la despertara? En cualquier caso, ya no estaba dormida. La impulsaba con fuerza a devorar los labios de Zac mientras él la rodeaba por la cintura en un gesto posesivo. Vanessa se arqueó contra él, como desafiándolo a que la hiciera suya... retándolo a que lo intentase.

De alguna manera, supo que seguirían encontrándose una y otra vez, en contra de su voluntad, en contra de cualquier lógica. Quizá lograra resistirse de tanto en tanto, pero acabaría volviendo a él. Saberlo la asustaba y excitaba a partes iguales.

Zac: Vanessa... te deseo... -susurró-. Por los dioses que te deseo. Quédate conmigo esta noche. Aquí podemos estar solos.

Quiso aceptar, su cuerpo estaba dispuesto a decir que sí a cualquier cosa... a todo. Pero terminó retrayéndose.

Ness: No.

Zac le levantó la cara y le preguntó con arrogancia y diversión:

Ness: ¿Te da miedo?

Zac: Sí.

Zac enarcó las cejas ante la inesperada sinceridad de Vanessa. La vulnerabilidad de su mirada le impidió sacar provecho de su ventaja.

Zac: Demonios, eres una mujer exasperante -dijo al tiempo que se alejaba para llenarse la copa de nuevo-. Podría agarrarte en brazos, echarte encima del hombro, subirte a la habitación y poner punto final a todo esto.

Aunque le temblaban las piernas, se obligó a permanecer de pie:

Ness: ¿Por qué no lo haces?

Zac se giró furioso, pero, un instante después, consiguió recuperar el control.

Zac: Supongo que estás más acostumbrada a que te seduzcan con champán y velas. Con promesas y mentiras agradables -dio un trago y dejó la copa de golpe-. ¿Eso es lo que quieres?

Ness: No -le mantuvo la mirada al tiempo que, instintivamente, se llevaba la mano hacia el medallón-. Simplemente, no quiero que me hagas el amor.

Zac: ¡No me tomes por tonto! -dio un paso hacia ella. Luego se frenó. Un paso más y ninguno de los dos tendría opción-. Tu cuerpo te delata cada vez que te toco.

Ness: Eso no tiene que ver -contestó con serenidad-. No quiero que me hagas el amor.

Esperó hasta apaciguar un poco el deseo y la frustración.

Zac: ¿Porque crees que soy traficante de opio?

Ness: No -respondió, para sorpresa de ambos-. Porque no quiero ser uno de tus pasatiempos -añadió con sinceridad-.

Zac: Entiendo -se metió las manos en los bolsillos-. Será mejor que te lleve de vuelta a casa.


Media hora después, Zac cerró la puerta de su casa de un portazo. Estaba de mal humor. Entró en el salón, se sirvió otra copa y se desplomó sobre un sofá. ¡Maldita mujer! No tenía tiempo ni paciencia para convencerla de que debían acostarse. Seguía sintiendo una punzada de deseo en su interior, así que dio un trago para anestesiarla. No era más que una necesidad física, se dijo. Tendría que buscarse a otra mujer, a cualquier otra mujer, para liberar parte de la tensión acumulada.

Peter: Ah, ya has vuelto -dijo entrando en el salón. Advirtió la irritación de Zac y la aceptó sin hacer comentarios-. La señorita es más guapa de lo que recordaba. ¿Cuánto le has contado? -preguntó al tiempo que se dirigía al mueble bar para servirse una copa-.

Zac: Sólo lo necesario. Es muy perspicaz. Y más descarada todavía. ¿Pues no va y me acusa de contrabandista? -exclamó y Peter soltó una risotada-. No sé qué te hace tanta gracia -añadió y Peter se limitó a sonreír-.

Peter: ¿Le has hablado de Scott?

Zac: De momento no.

Peter: ¿Es leal?

Zac: ¿A Scott? -frunció el ceño-. Sí, llegado el caso, lo sería. No va a ser fácil sacarle información -añadió, conteniendo las ganas de levantarse para dar vueltas por el salón-.

Peter: Pero acabarás sacándosela.

Zac: Ojalá se hubiera quedado en la cama esa noche -gruñó-.

Peter sonrió y se terminó la copa de un trago largo.

Peter: No te la quitas de la cabeza y eso te tiene tenso -comentó. Al ver el ceño de Zac, soltó otra risotada-. Atenas espera tu llamada.

Zac: Atenas se puede ir a freír espárragos.




Zac, ¿qué nos escondes? ¿Qué relación tienes en verdad con tu "sirviente"?
¡Ahora nos entendemos, Ness! Sí que te mueres por Zac, pero no quieres ser solo un entretenimiento.
Ahora le toca a Zac mover ficha XD

¡Gracias por los coments!

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http://www.quedelibros.com/
http://www.libroos.es/

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¡Besis!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Wooww gracias por los links
Que buena esta la novela
Zac piensa que sera como una chica normal
Pero se dara cuenta que por ella vale la pena luchar
Siguela esta muy buena


Saludos
Sube pronto

Lu dijo...

Me encanto el capitulo!!
Me encanta esta novela. Me gustaría saber que hace en realidad Zac...


Sube pronto

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