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jueves, 27 de febrero de 2014

Capítulo 3


Eran las once de la noche. En casa, en Kansas, serían algo más de las diez. La madre de Brittany Anne estaría dormida delante del televisor, su boca abierta, roncando. Andrew estaría aún despierto. Estará en su pequeño rancho, sentado en la cocina de la casita que había comprado para compartir con ella. Y estaría pensando en ella.

Pero Brittany Anne Snow, o mejor Britt, estaba en un lujoso apartamento en el Helmsley Palace. Había mirado a su alrededor cuando la graciosa y menuda señorita Hudgens la había conducido hasta allí. Ella esperaba conocer personalmente a Leona Helmsley pero Brittany Anne había prometido que no saldría de su habitación. La señorita Hudgens, Vanessa, no quería que nadie la viera antes de que llegase el momento.

A Brittany Anne le parecía muy bien. Durante su largo paseo desde la terminal del autobús había observado que sus ropas, que en Rigby, Kansas, podrían pasar por elegantes, eran indeciblemente inapropiadas para llevarlas por Nueva York. Su pelo, su largo pelo rubio que le caía por la espalda, estaba igualmente pasado de moda. En esto Vanessa Hudgens tenía razón. Cuanta menos gente la viese con su aspecto de provinciana, mejor.

Había pasado las dos últimas dos horas paseando por el dormitorio. Se paró y se fijó en su imagen reflejada en el enorme espejo que llenaba media pared del dormitorio. Perfección. Su cara y su cuerpo eran una obra de arte, algo que ella cuidaba amorosamente. Hacer menos sería un sacrilegio. Dios la había dotado de aquella inusual belleza. Ignorarlo sería desagradecido. Se puso a practicar sus gestos. Altiva, dócil, solemne, noble. La expresión de su cara cambiaba de una emoción a otra, imperceptiblemente, de manera perfecta, tanto que casi se convencía a sí misma.

Recogió su espeso cabello rubio sobre su nuca y lo dejó caer, admirando la curva de sus pechos, la estrecha cintura, las perfectas caderas, la esbelta y delicada figura. Y no iba a ser el decente y aburrido Andrew Seeley el que iba a conseguir toda aquella perfección, sino alguien muy rico y generoso, alguien que quisiera ir enseñándola por ahí. Algún hombre muy afortunado. Brittany Anne Snow miró su bonita sonrisa en el espejo, y sus refulgentes ojos azules brillaron con aire satisfecho.


Ashley Tisdale se puso el camisón por la cabeza. La suave franela era la perfecta defensa contra el helado aire de otoño y la soledad de una cama vacía, y entonces se paró a fijarse en su imagen reflejada. Se obligó a sí misma a mirarse resueltamente, valorando sus pocos buenos y sus muchos malos puntos.

Calculó que tendría aproximadamente seis kilos de más. Siempre los tendría. Dios sabía que ella había intentado todo en el mundo para deshacerse de esos odiosos kilos de más. Ayunos, paseos, «footing», pesas, hambre, píldoras de adelgazamiento... Incluso había pensado en la liposucción, pero el médico la había informado de manera desenfadada de que no tenía suficiente grasa en el cuerpo para ser succionada. Ella tenía más líneas curvas que otras mujeres, más que las flacas, casi anoréxicas modelos con las que trabajaba día a día. Ella era fuerte, saludable, con músculos bien formados. Y había aceptado de mala gana la decisión del médico. Pero no se había aceptado a sí misma tan fácilmente. Se fijó en su preciosa cara redonda. Pensó en gente como Tracey Michaels, vagando por las habitaciones traseras de Rostros de Cristal, o en Amelia Carter, o en cualquiera de las otras mujeres, mujeres sin un gramo de carne sobrante en sus cuerpos, mujeres con pechos diminutos y caderas inexistentes, con nalgas tan lisas como las de un hombre y piernas interminables.

Volvió a su cama, lejos de su frustrante imagen reflejada. ¡Ojala Tracey no hubiera abandonado a Scott! Podría enfrentarse a ello, si él estuviera lo bastante fuera de su alcance, junto con alguna mujer de belleza imposible. Pensar en él, solo en su cama apenas unas manzanas más allá, era un tormento insoportable. Ella solo podía esperar que se uniera a alguien de nuevo lo más rápidamente posible. Solo entonces ella podría apartar sus fantasías a un lugar seguro y continuar siendo la hermana mayor de él. Entonces quizá no tendría que morir un poco por dentro cada vez que él la besara.


Vanessa se quitó sus ropas y las tiró al suelo. Al ponerse el camisón de seda con el que acostumbraba a dormir, se paró a mirar su imagen reflejada en el espejo. Ella sabía que ya no estaba gorda. No había carne de más alrededor de su estómago, sus pechos eran pequeños pero bien formados, sus caderas estrechas, sus piernas bien proporcionadas. Siempre tardaba unos segundos en darse cuenta de que no era la gordita, acomplejada adolescente, con una madre bonita y dos hermanos indecentemente guapos, el patito feo de una familia de cisnes. Si entornase sus ojos, podría ver de nuevo a aquella niña de complexión irregular, la doble barbilla, las gruesas gafas, el débil y suave pelo castaño. Se había librado de todo eso de forma despiadada, empezando el día en que se dio cuenta de que July, su distante madre, había pagado a Jack Chambers para que la acompañara a la fiesta de la Asamblea Juvenil. Incluso había sugerido de manera delicada y suave que la ingenua de su hija estaría agradecida por un poco de contacto afectivo de algún muchacho. Eso la ayudaría a tomarse más interés por su aspecto.

Lo que Jack Chambers le había proporcionado en el desierto apartamento de sus padres en la Quinta Avenida poco tenía que ver con el afecto. Él no la había forzado. Simplemente se burló y la atormentó, obligándola a algo que era tan humillante, tan sucio, tan degradante que no lo volvió a probar otra vez. Y se juró a sí misma no volver a hacerlo.

Rápidamente pestañeó al verse reflejada en el espejo. Ahora llevaba lentes de contacto que convertían sus cálidos ojos de color avellana en un verde algo perverso. Había pagado a Gary una fortuna por el arreglo de su pelo y solo él conocía el suave color marrón que realmente había bajo el tinte azabache y el atrevido peinado. Ocasionalmente hacía gimnasia, no porque quisiera tener un cuerpo atractivo, sino porque quería mantenerse en forma y con energía, y, porque ella sabía, aunque a July le repugnase, que siempre sería más joven que su madre. Y su cuerpo, que nadie tenía derecho a tocar, sería siempre mejor.

Vanessa se dio la vuelta y se tendió en la enorme cama que nunca había acogido más que a su pequeño cuerpo. A ella le gustaba tener todo aquel espacio para ella sola. Nadie lo invadiría jamás: era suyo, inviolable.


Ness: ¡Dios mío, me siento terriblemente bien! -anunció entrando en Rostros de Cristal-. De repente, todo parece bajo control. Creo que estamos salvados.

Ashley: ¿De verdad?

Vanessa miró a su ayudante y mejor amiga, una de las pocas personas a las que de verdad apreciaba.

Ness: ¿Qué es lo que te pasa? ¿No has dormido suficiente?

Ashley: Pesadillas.

Ness: ¿Sobre Scott?

Ashley: No seas desagradable, Vanessa. Háblame de nuestra salvadora.

Ness: La misteriosa Britt -comenzó-. Es mejor incluso de lo que pensé. La llevé a Gary este fin de semana...

Ashley: ¿La llevaste a Gary? Pensé que ibas a empezar a recortar gastos, ajustándote a un presupuesto.

Ness: Bueno, creo que puedo pedir algo de dinero a mi hermano Mike. Todo lo que tengo que hacer es decirle que July está tratando de hundirse y me dará un cheque en blanco.

Ashley: Quizás -admitió-. Así que Gary funcionó.

Ness: No era difícil con una criatura tan maravillosa.

Ashley: ¿Cómo fue la sesión fotográfica?

Ness: Espectacularmente bien. Esperé a que estuvieran revelados los primeros carretes. Quería asegurarme de que no acabaríamos con otro Scott.

Esperó la reacción de Ashley, pero como siempre, parecía serena.

Ashley: Así que ¿cuál es nuestro siguiente paso? -preguntó, ignorando el comentario de Vanessa-.

Ness: Esperaremos.

Ashley: ¿Esperaremos? -repitió-. Pensé que el lobo estaba acechando en nuestra puerta.

Ness: El lobo está tratando de comprarnos la puerta -dijo fríamente-. Pero no hay nada que él pueda hacer. Le dije que no, y él simplemente tiene que aceptarlo.

Ashley: Nunca he oído que Zachary Efron aceptase un «no» como respuesta -comentó-.

Ness: ¿Y qué otra cosa puede hacer? Él ha tratado de llegar a mí a través de July, un error muy grande por su parte. Me ha ofrecido ridículas sumas de dinero por la Casa de Cristal, dinero que por supuesto he rechazado. Lo único que tiene que hacer es reconocer su derrota.

Ashley: Quizás -dijo sin convencimientos-. Por cierto ¿por qué no me dijiste que los de Swimming Pool News se iban a ir?

Vanessa sentía cómo su optimismo empezaba a debilitarse.

Ness: No sabía que fueran a irse. Tienen un contrato de alquiler por veinte años. ¿Están planeando romperlo?

Ashley: Llamé a tus abogados -le informó-. Parece que lo han realquilado.

Ness: ¿Pueden hacerlo? ¿Dónde se van?

Ashley: Esto no te va a gustar. A Efron Court -dijo mordiéndose el labio inferior-.

Ness: ¡Maldita sea! -un repentino y horrible pensamiento pasó por la cabeza de Vanessa-. ¿A quién se lo han realquilado?

Ashley: No he sido capaz de descubrirlo, todavía.

Ness: Me lo puedo imaginar. Efron. ¿Quién crees si no que va a instalarse en los pisos nueve y diez, Ashley? ¿Especialistas en residuos tóxicos?

Ashley: Pronto nos enteraremos. Los del periódico ya se han ido. Lance me ha dicho que empezaron a mudarse esta mañana a las seis.

Ness: ¿Por qué no nos podemos permitir un portero decente que informase al dueño de estas cosas? -se lamentó-.

Ashley: Te lo estás tomando demasiado a pecho, quizá se lo hayan realquilado a Septic Tank News, o a alguien por el estilo.

Ness: Mientras no pongan una agencia de modelos. De todas formas Ashley, creo que es mucha coincidencia que ocurra esto justo después de haber venido a visitarnos «el Torbellino». Me temo lo peor.

El teléfono sonó, Ashley lo cogió, su voz murmuró algo educadamente. En el momento en que lo colgó, su expresión había cambiado de serena a lúgubre.

Ashley: Tienes razón. El nuevo inquilino ya ha llegado.

Ness: ¿Y? ¿Quién es?

Ashley: El mismísimo Zachary Efron.


Zac se preguntaba cuánto tiempo tardaría ella en descubrirlo. Esperaba que un par de días por lo menos. Sabía muy bien que ella estaba tan preocupada con una nueva modelo, que no prestaría mucha atención a un nuevo inquilino en su edificio. Esperaba tener tiempo para instalarse antes de que ella se diera cuenta de lo que había ocurrido.

Se había equivocado. Estaba en medio del enorme y desierto décimo piso de la Casa de Cristal, mirando cómo los trabajadores derribaban los tabiques del interior cuando una pequeña y feroz mujer, vestida esta vez con un mono de cuero verde y botas de tacón alto llegó cuidadosamente hasta él.

Ness: ¿Qué demonios crees que estás haciendo? -preguntó irritada-.

Zac: He alquilado estos dos pisos -respondió con serenidad-.

Ness: Eso me han dicho. Quiero que te vayas de aquí. Ahora.

Zac: Lo siento. Me quedo -respondió tajante-.

Ness: Estás mejor establecido en Nueva York que el mismísimo Donald Trump. Esto no es de tu estilo...

Vanessa se asustó cuando un tabique cayó pesadamente al suelo.

Zac: Pero de esta manera consigo controlar mis inversiones. Poseo todas las propiedades que te rodean...

Ness: Eso ya lo sé. Y eso es todo lo que tienes. Puedes acampar en mi puerta, puedes montar fiestas salvajes para molestarme por las noches, puedes hacer todo lo que se te ocurra, pero no te servirá de nada -no pudo contener un grito cuando otro tabique se desplomó cerca de ellos-. ¡Para esto de una vez!

Zac: Me temo que tengo todo el derecho a renovar este sitio. Consúltalo con tus abogados, si no me crees -aconsejó-.

Ness: Oh, sí, claro que te creo. Pero... ¿qué hay sobre los permisos de construcción, y todas esas cosas? Eso lleva semanas, meses...

Zac: No cuando tienes contactos -dijo suavemente-.

Ness: Vete al infierno.

Ella respiró profunda, sonoramente, para controlar su furia, y una vez más Zachary Efron se encontró admirándola. No era su tipo de mujer, se recordó a sí mismo, pero era atractiva de una manera un tanto agresiva. Quizás una vez que hubiese aceptado su derrota, él podría encontrarle un puesto en su organización. Gente brillante, luchadora y educada era difícil de encontrar.

Vanessa  no aceptaría por las buenas su inminente derrota, de cualquier modo. Sabía que no aceptaría nada de él una vez terminada la batalla.

Zac: Espero que los trabajadores no te molesten -mintió-. Habrán acabado mañana por la tarde.

Ness: ¿Acabado de qué, de destruir mi edificio? -dijo fuera de sí-. ¿Qué demonios vas a poner en estos dos pisos? Tienes espacio más que suficiente en los edificios que posees. No tienes por qué invadir el mío.

Zac: La palabra apropiada es alquilar, no invadir. Y me voy a trasladar a vivir aquí.

Vanessa  miró a su oponente muda de horror y él se preguntó si ella sería capaz de asimilar fácilmente sus últimas palabras. Esperaba que no. A pesar de lo que le costaba el retraso, no quería derrotarla tan rápidamente. Quería emplear su considerable experiencia ante un enemigo tan formidable como aquella resuelta mujer.

Ness: Eres un canalla -dijo finalmente-.

Zac: Soy un canalla -aceptó sonriendo-. Por cierto, pasado mañana daré un pequeño cóctel para celebrar la apertura de mis nuevos cuarteles. Espero que vengas.

Una vez más él la había subestimado. Ella tomó aire profundamente y en su boca se dibujó una helada sonrisa.

Ness: ¿Crees que tus obreros podrán reparar esto para entonces?

Zac: Puedo conseguir lo que quiera, Vanessa. Solo tengo que ponerle el precio adecuado.

Ness: La Casa de Cristal no tiene precio.

Zac: No en dólares, quizás, pero mi última oferta sigue en pie -continuó-. De todos modos, encontraré alguna otra forma de hacer presión. Por cierto ¿cómo están los cimientos de este edificio tan antiguo?

Ella le miró airadamente.

Ness: No sé si resistirá un terremoto. Tendremos que esperar para verlo. ¿Ya estás planeando el derribo?

Zac: Si tú lo dices...

Ness: Lo harás. Solo espero que el edificio se hunda contigo dentro, si lo hace algún día. Pero nunca te lo venderé -dijo girando sobre sus tacones y dirigiéndose hacia los ascensores-.

Zac: ¿Puedo contar con tu presencia el miércoles por la noche? Pensaba tenerte como invitada de honor.

Ella se paró. Miró por encima de su hombro.

Ness: Parece más que pensaras tenerme de entremés. Iré a tu fiesta, Efron. Si no te importa que lleve a alguien conmigo.

Zac: No pensé que estuvieras saliendo con nadie -dijo ceñudo-.

Ness: Salgo con muchísima gente. No has investigado bien, Zac, te recomendaré un detective privado competente. Me gustaría traer a mi última modelo. Creo recordar que sientes especial predilección por las modelos.

Zac: Crees que vas a salir del lío en el que estás metida con sobornos ¿eh?

La sonrisa de Vanessa al responder brilló peligrosamente.

Ness: No pierdo nada por intentarlo. Todavía no has conocido a Britt.

Zac: Ni siquiera me suena la tal Britt.

Ness: Te sonará, Zac -dijo dulcemente-. Te sonará.




¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! ¡Pelea! XD XD
Me encanta lo mucho que se odian XD
No hay que perderse esa fiesta porque saltarán chispas. Estoy segura.

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

:O Jajaja A mi también me encanta cuanto se odian! Son los máximo jaja.. Y Brit qué va a hacer? Hmm suena raro.. Tendré que esperar el próximo capítulo..

Síguela pronto :D

Unknown dijo...

Por dios, es pura guerra SE ODIAN COMPLETAMENTE.
Y Brit?... por favor decime que no se va a meter con Zac por que la mato yo jaja.


Sube pronto.

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