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martes, 4 de febrero de 2014

Capítulo 6


Al día siguiente, cuando Vanessa volvió de misa, se encontró un mensaje de Zac en el contestador preguntándole si quería ir a dar una vuelta por el Bosque Michaux.

¡Sí! Al oír su voz, el corazón le había dado un vuelco y ahora que estaba marcando el número de su casa le temblaban las manos.

Zac: Lo único malo es que tienes que conducir tú.

Ness: No me importa -le aseguró-.

Con tal de pasar la tarde con él estaba dispuesta a cruzarse el país entero si era necesario.

La caminata resultó maravillosa porque el tiempo era todavía bueno. La pista por la que iban era ancha y estaba bien nivelada, así que Duke y Zac podían caminar sin problema.

Sin embargo, la primera parte era casi toda cuesta arriba, así que, cuando llegaron a la primera parada, Vanessa estaba sin aliento.

Zac, sin embargo, estaba fresco como una lechuga.

Ness: ¿Cómo puede ser que estés tan tranquilo?

Zac sonrió.

Aquel día, llevaba unos vaqueros que se ajustaban a sus piernas de maravilla y Vanessa estaba teniendo que hacer un gran esfuerzo para no fijarse en el bulto de su entrepierna. El polo verde oscuro que llevaba enfatizaba su piel ligeramente bronceada y su pelo claro, lo que le hizo pensar a Vanessa que estaba sin aliento no solamente por la subida.

Zac: Hago ejercicio todos los días.

Ness: ¡Y yo también!

Zac: Será que estoy más en forma que tú. -Aquello hizo reír a Vanessa-. ¿Qué ves?

Ness: ¿Cómo sabes que estoy viendo algo?

Zac: Bueno, hemos subido bastante, así que no hay que ser muy listo para saber que desde aquí tiene que haber una buena panorámica. Además, Duke está en la misma posición que cuando hemos llegado y, en cualquier caso, sé que desde aquí hay una vista preciosa porque he estado antes -contestó acercándose a ella y entrelazando los dedos con los suyos-. Venga, dime qué ves.

Vanessa carraspeó, intentando no pensar en que se le había acelerado el pulso.

Ness: Bueno… los árboles están bastante desnudos y la montaña parece de plata. Hace un día precioso y el cielo está completamente despejado. En el valle, entre las dos montañas, hay un río y, como el verano ha sido húmedo, lleva buen caudal. Además, hay espuma blanca en los saltos.

Zac: Qué bonito. Estuve aquí con mi compañero de piso antes del accidente. Todavía lo recuerdo, pero es bonito que tú me lo describas. Así lo recuerdo mejor.

Ness: ¿Y tú compañero de piso sigue viviendo por aquí?

Zac: Sí, es mi jefe.

Ness: Por eso te viniste a vivir a Gettysburg.

Zac: Efectivamente .confirmó-. Deberíamos comenzar a bajar. He quedado para cenar esta noche, una cena de trabajo, y tengo que arreglarme.

Mientras bajaban, Vanessa se encontró muy contenta porque, aunque no la había invitado a ir con él, le había dejado claro que la cita que tenía era de trabajo en lugar de dejarla con la incertidumbre.


Al día siguiente, Vanessa se presentó voluntaria para cooperar en el comedor de indigentes del Ayuntamiento. Sus compañeras eran, sobre todo, mujeres jubiladas que se conocían desde hacía muchos años. Resultaron ser amables y cariñosas y, para cuando terminaron de dar la comida, Vanessa se sentía completamente integrada en el grupo.

Cuando les dijo que tenía tiempo y que le interesaba hacer trabajo voluntario, enseguida la encargaron que llevara comida a domicilio a personas inválidas.

Al ver que Zac no la había llamado en dos días, Vanessa sospechó que tenía de nuevo una semana difícil, así que se alegró de tener ella también cosas que hacer.

Todavía no le habían dicho nada de la entrevista de trabajo que había hecho. El lunes fue a la biblioteca porque había reunión y allí se enteró de lo mucho que costaba pasar el material histórico a soporte informático.

Aquella tarde, al llegar a casa, vio que Zac le había dejado comida para Happy y un cepillo, así que cepilló a la perra en el parque y pensó que, si guardaba el pelo que le había quitado, en un año podría hacerse un jersey.

El martes, asistió a su primera clase de piano y aquella misma noche estaba practicando en casa cuando llamaron a la puerta. Vanessa corrió a abrir y estuvo a punto de torcerse el tobillo al tropezarse con Happy.

Pero mereció la pena porque, por supuesto, la persona que llamaba era Zac, que estaba más guapo que nunca vestido con un traje negro y camisa blanca con corbata granate.

Ness: Hola -lo saludó-.

Zac: Hola. ¿Me ha parecido oír música?

Vanessa asintió.

Ness: Sí, hoy era mi primera clase. ¿Quieres pasar?

Zac negó con la cabeza.

Zac: Tengo que volver al despacho, pero quería preguntarte si te apetecería acompañarme mañana por la noche a un concierto de un cuarteto de jazz muy bueno.

Ness: Me encantaría.

«¡Me acaba de pedir otra cita!»

Zac: Pasaré a buscarte a las siete en punto porque el concierto es a las siete y media. Así podremos ir andando tranquilamente. Es en el colegio.


Efectivamente, a la tarde siguiente, Zac apareció en su casa a las siete en punto y fueron caminando hasta el colegio. Durante el concierto, Duke estuvo tumbado a los pies de su amo. Parecía dormido.

Ness: No me puedo creer que no le moleste la música -comentó en el descanso-.

Zac: El matrimonio que lo tuvo durante el primer año de vida, lo llevaba a los conciertos de sus hijos, así que está más que acostumbrado.

Aquello hizo reír a Vanessa.

Ness: Así que es un perro muy culto.

Después del concierto, volvieron andando a casa y, para gran deleite de Vanessa, Zac la besó en la puerta con tanto placer que, al final, Vanessa tuvo que apartarse para tomar aire.

Zac: Eres pura dinamita -le dijo apoyando la frente en la de Vanessa-.

Ness: Gracias.

Zac: Mañana y el viernes estoy muy ocupado, pero, si te apetece, podríamos vernos el sábado.

Ness: Tengo que ir a comprar los regalos de Navidad. Ya sé que no es muy divertido, pero es necesario. ¿Me quieres acompañar?

Zac: Muy bien. Así, me ayudas a elegir los regalos de mi madre y de mi hermana.

Ness: Pero, ¿cómo voy a elegir sus regalos si no las conozco? -protestó-.

Zac: No te preocupes, yo tengo muy claro lo que quiero y sé sus tallas. Lo único que necesito es que tú me asesores sobre el color y el estilo.

Ness: Muy bien.


El martes por la noche, Vanessa abrió la puerta justo en el momento en el que Zac estaba entrando en su casa y lo invitó a cenar, pero no pudo ser porque tenía que volver al despacho a seguir trabajando.

Zac: ¿Tienes planes para el día de Acción de Gracias?

Ness: Sí, mi hermana nos ha invitado a mi madre y a mí a comer. ¿Te importaría que me llevara a Happy? Te prometo que no dejaré que mis sobrinos le hagan nada.

Zac: Me parece bien.

Lo cierto era que Zac se había preguntado qué iba a hacer para apañarse con los dos perros en casa de sus padres porque su padre iba a bajar a buscarlo en coche al día siguiente.

Ness: ¡Genial! Solamente estaremos fuera una noche porque no me voy hasta el jueves por la mañana.

Zac: Perfecto -declaró acercándose y tomándola de la cintura-. Ven aquí y dame un beso de despedida.

Ness: Adiós -dijo besándolo y sonriendo-.


El miércoles por la mañana, Zac tuvo que ir a los juzgados de Chambersburg, que estaban a casi una hora de coche. Aprovechó que un policía local tenía que ir también para ir con él en coche y resultó que aquel hombre conducía mucho más deprisa de lo normal.

Además, llevaba puesta una emisora de radio con música country y cantaba a todo volumen mientras conducía. A Zac le sorprendió que Duke, que iba atado en el asiento de atrás, no se pusiera a aullar a coro.

Cuando pasaron por la desviación hacia el Bosque Michaux, se acordó inmediatamente del fin de semana anterior.

De Vanessa.

La salida para hacer compras del sábado había ido bien. A Zac no le gustaba nada salir de compras. Tampoco le había gustado cuando veía. Ahora, era toda una tortura. Sin embargo, con Vanessa apenas se había fijado en las molestias.

Vanessa le había dado destrucciones precisas, como si no le importara tener que tardar más por ir con él pues, evidentemente, habría tardado menos yendo sola.

Lo cierto era que aquella mujer llevaba el hecho de que fuera ciego mucho mejor que ciertas personas que Zac conocía hacía años.

Por ejemplo, su propia madre, que se ponía muy nerviosa siempre que Zac iba a casa y no paraba de preguntarle en qué lo podía ayudar.

Durante mucho tiempo, aquella actitud lo había molestado. Actualmente, la ignoraba y sabía que su hermana estaría en el otro extremo de la habitación sonriendo.

Su hermana, Miley, casada y con dos hijos pequeños, era normalmente la persona a la que su madre ofrecía compulsivamente su ayuda, así que Zac era consciente de que respiraba tranquila cuando su progenitora se ocupaba de él durante un rato.

En cualquier caso, Vanessa jamás asumía que Zac no pudiera hacer algo. Si necesitaba ayuda, se la prestaba, pero siempre con mucha tranquilidad y naturalidad. Aquella mujer hacía preguntas única y exclusivamente cuando no entendía algo. Zac pensó que a su hermana le caería bien.

Le gustaría que fuera a su casa para presentarle a su familia. Tal vez en Navidad, pero no le había comentado nada a ella. Solo se conocían hacía tres semanas.

Solo tres semanas.

En aquellas tres semanas, Zac se había dado cuenta de que estaba empezando a sentir algo por la vecina alta y dulce que vivía al otro lado del pasillo para lo que nada en la vida lo había preparado.

Zac llegó a los juzgados y estaba avanzando por un pasillo de la segunda planta cuando alguien se dirigió a él.

**: ¿Zac?

Zac: Hola -contestó preguntándose si serían imaginaciones suyas-.

**: Zac -repitió la mujer acercándose-. Soy yo, Amber. Me ha parecido que eras tú y, cuando he visto que ibas con perro, he estado segura. ¿Qué tal estás? -añadió tocándole el antebrazo-.

Automáticamente, Zac alargó la mano y le acarició el brazo.

Zac: Estoy muy bien. He venido porque tengo un juicio. ¿Y tú?

Amber: Cuánto tiempo hace que no nos veíamos -comentó. A continuación, se quedó callada, como recordando el extraño momento que se había producido entre ellos la última vez que se habían visto-. Yo he venido a renovar el pasaporte. Joe y yo tenemos intención de ir este verano a visitar a mi abuela. ¿Te acuerdas de ella?

Sí, Zac se acordaba perfectamente de aquella señora irlandesa bajita y de carácter que había ido unas navidades a casa de su novia cuando estaban en la universidad.

Zac: Sí, claro que me acuerdo de ella. ¿Qué tal está?

Amber: Está muy bien. Vamos a verla porque… bueno, porque estoy embarazada. Daré a luz en febrero y queremos que conozca al niño. Está un poco mayor y ya no quiere volar.

Zac: Enhorabuena -le deseó sinceramente-. Así que vas estar ocupada el próximo año.

Amber: Sí, estoy encantada con la idea. Me apetece un montón tener una niña, pero en realidad me da igual, sea lo que sea lo voy a querer con toda mi alma -declaró con entusiasmo-.

Zac: Me alegro muchísimo por ti, Amber -le dijo sonriente-. Me habría gustado que las cosas entre nosotros fueran de otra manera. Me comporté como un imbécil y te pido perdón por ello.

Amber: No digas eso, Zac. Fueron momentos muy duros para ti. Tuviste que hacer frente a un cambio muy fuerte en tu vida y lo hiciste lo mejor que pudiste -le dijo con dulzura-. Claro que, puestos a ser sinceros, te diré que no lo hiciste nada bien porque no fuiste lo suficientemente inteligente como para mantenerme a tu lado -bromeó a continuación-.

Zac: Gracias a eso estás ahora con Joe, que es un tipo con mucha suerte -sonrió-.

Aunque sus vidas habían seguido caminos diferentes, habían estado muy unidos en el pasado y Zac guardaba muy buenos recuerdos de los años que habían pasado juntos.

Amber: ¿Este perro es nuevo? La última vez que nos vimos, tenías un golden retriever.

Zac: Sí, aquélla era Happy, se acaba de jubilar. Éste es Duke, que lo está haciendo muy bien.

Durante un rato, le contó cosas de Duke y se despidieron con un beso en la mejilla cuando a Zac lo llamaron para entrar al juicio. Fue todo tan rápido que no tuvo tiempo de pensar en el encuentro con Amber hasta que volvió a casa acompañado de nuevo por el agente Daniels, que cantaba a voz en grito «These boots are made for walking».

Probablemente, cuando llegara a casa su padre lo estaría esperando y Duke y él tendrían que irse durante unos días a casa de sus padres.

Zac se encontró pensando que le encantaría que Vanessa se fuera con ellos. De repente, se dio cuenta de lo mucho que había pensado en ella en los últimos días.

Había sido agradable encontrarse con Amber, pero en aquella ocasión no le había producido dolor. No, en esta ocasión se sentía realmente feliz por ella.

Ahora, estaba con Vanessa y el dolor de saber que su ex novia se había casado con otro había desaparecido.

Zac recapacitó y se dio cuenta de que los sentimientos que había tenido por Amber eran infantiles comparados con lo que estaba empezando a sentir por Vanessa.

¿Acaso estaba empezando a considerar aquella palabra que empezaba por «m»?

Matrimonio.

Recordando su relación con Amber, se dio cuenta de que había dado por hecho que algún día se casarían porque le parecía lo normal en una relación con una persona con la que se llevaba varios años saliendo.

Por supuesto que la había querido, pero su relación se había basado sobre todo en la atracción sexual, algo propio de la edad, por supuesto.

Con Vanessa, sin embargo, había mucho más.

Además de compartir muchos intereses y de disfrutar de sus diferencias, Vanessa se había mostrado encantada de que hubiera ganado el último caso y él había disfrutado sabiendo que había vuelto tocar el piano, Zac intentaba hacerla reír por el puro placer que le provocaba escuchar su risa melodiosa y apreciaba que Vanessa no viera su ceguera como algo que lo hiciera diferente o inferior.

Todavía no habían hecho el amor, pero Zac estaba seguro de que cuando lo hicieran los fuegos artificiales se verían desde Taiwán. Por supuesto, la atracción física entre ellos era una parte importante de su relación y, de hecho, Zac se moría de ganas por hacerle el amor porque sería otro vínculo entre ellos, pero no era solo eso lo que le interesaba.

Desde que había decidido dejar a Amber, jamás había vuelto a plantearse la idea de casarse con una mujer.

Sin embargo, ahora… ahora aquel sueño había vuelto a hacer acto de presencia y, en esta ocasión, con una cara y voz concretas.

Zac se imaginó viviendo con Vanessa, compartiendo los pequeños momentos que hacen una vida de pareja.

Hijos.

Al pensar en aquello, Zac sintió que la felicidad lo embargaba.

Por supuesto, no le había propuesto nada de aquello a ella, pero decidió en aquel mismo momento que la situación estaba a punto de cambiar. Por una parte, porque quería tenerla a su lado para siempre y, por otra, porque su paciencia se estaba empezando a agotar.

Quería saberlo absolutamente todo sobre aquella mujer, pero Vanessa se mostraba muy evasiva a la hora de hablar de su pasado y, a no a ser que él le preguntara directamente, rara vez hablaba de sí misma. Zac era consciente de que había una parte de su vida que Vanessa no compartía con nadie, ni siquiera con él.

Sin embargo, tenía toda la intención del mundo de permanecer a su lado, quería envejecer con ella y compartir atardeceres en la mecedora del porche en la residencia para ancianos, así que Vanessa no iba a tener más remedio que comenzar a compartirlo todo con él.

Tal y como había supuesto, cuando llegó a casa su padre ya lo estaba esperando. Por desgracia, Vanessa no estaba y no pudo despedirse de ella. Fue entonces cuando Zac se dio cuenta de que había contado con la posibilidad de presentársela a su padre.

Al sentirlo, Happy ladró desde el interior de casa de Vanessa y Zac se despidió de ella a través de la puerta. Mientras se iba, se sintió algo culpable, pero se apresuró a decirse que Vanessa adoraba a aquella perra y que la trataría de maravilla en su ausencia.

Sin embargo, le costó decirle a Duke «adelante» y seguir a su padre hasta el coche.


El día de Acción de Gracias en casa de su hermana había sido una actividad continúa de desfiles, tartas de calabaza y niños implorando que jugaran con ellos incesantemente.

**: Una más, tía Nessi. ¡Por favor!

¿Cómo resistirse a aquello? Su sobrina se llevaba de maravilla con Happy, sobre todo desde que Vanessa le había explicado que la perra era viejecita y que lo más probable era que no quisiera correr detrás de una pelota ni por el jardín.

Con todo, había sido una visita realmente placentera. Ni ella ni su hermana le habían mencionado a su madre nada de la boda de su padre, así que el día había transcurrido con tranquilidad.

Las hermanas habían decidido no decirle nada tampoco durante las navidades. Ya tendría tiempo luego de enfadarse y de rabiar todo lo que quisiera durante el nuevo año. Con un poco de suerte, habría ventilado buena parte de su indignación y de su enfado antes del próximo acontecimiento familiar.

Vanessa llamó a la puerta de casa de Zac tras dejar su equipaje el viernes por la tarde, pero no obtuvo respuesta y se dijo que, probablemente, estuviera trabajando.

Sin embargo, no lo escuchó llegar ni el viernes ni el sábado. Supuso que habría salido a pasar el fin de semana fuera, lo que la sumió en una profunda tristeza y se encontró al borde de las lágrimas en varias ocasiones.

Vanessa se dijo que, de nuevo, se había hecho demasiadas ilusiones.

Recordó la conversación que habían mantenido sobre el día de Acción de Gracias. Ella le había contado sus planes, pero él no le había dicho nada de los suyos. Aquella señal era más que suficiente para tener claro que Zac no quería dar un paso más en su relación, no quería hacerla más íntima.

Vanessa se aseguró a sí misma una y mil veces que así estaba bien porque ella tampoco quería una relación más profunda y se dijo que estaba triste porque se había acostumbrado a su presencia.

La noche anterior, había hablado con su padre. Bueno, más bien, se había dedicado a escuchar mientras su padre le hablaba de su nueva novia. Por lo visto, creía estar enamorado. Lo cierto era que sonaba como si lo estuviera.

Sin embargo, Vanessa sabía que la relación de su padre no duraría mucho, lo que la llevaba a cuestionarse cómo demonios podía estar segura de sus propios sentimientos.

En aquellos momentos, se sentía realmente atraída por Zac. Si se dejara llevar, podría pasarse el día soñando con una casa de valla blanca, dos hijos y un monovolumen. Al perro ya lo tenían.

Sin embargo…

«No somos novios», se recordó.

No, no eran novios, pero Zac cada día le gustaba más y…

¡Bang! ¡Bang! ¡Bang!

**: Abre, sé que estás ahí.

Silencio.

De nuevo, golpes en la puerta de casa de Zac.

**: Zac, abre -dijo una voz masculina-. Me acabo de enterar de que Amber está embarazada y sé que te lo ha dicho. ¿Estás bien?

¿Embarazada? ¿Amber? ¿Y por qué iba a estar Zac mal porque aquella Amber estuviera embarazada?

Vanessa sintió un tremendo nudo en el estómago.

«¡No pasa nada! Seguro que todo tiene una explicación», se dijo.

Happy eligió aquel preciso instante para ponerse a ladrar.

Ness: ¡Happy! -la reprendió-.

No tenía ningún interés en que el desconocido supiera que había alguien en su casa. Sin embargo, Happy no parecía tener la misma opinión porque estaba junto a la puerta, arañando el suelo, olisqueando y ladrando feliz.

De repente, dejaron de llamar a la puerta de Zac. Vanessa dio un respingo cuando comenzaron a llamar a la suya.

**: ¿Happy? ¿Eres tú, Happy? ¡Zac, si estás ahí, abre la maldita puerta! -dijo el desconocido-.

Vanessa se puso en pie.

Si a la perra le caía bien, el desconocido no podía ser peligroso, así que decidió abrir la puerta. En cuanto la vio abierta, Happy salió corriendo hacia el hombre que había en el pasillo.

Se trataba de un hombre alto y rubio, muy bronceado y de ojos azules intensos. Si no hubieran estado en Gettysburg, Vanessa lo habría visualizado saliendo del mar con una tabla de surf.

**: ¡Hola! -exclamó el desconocido arrodillándose-.

Al instante, Happy se tumbó patas arriba a su lado para que le hiciera caricias en la tripa.

**: ¿Qué tal está mi chica preferida? ¿Me has echado de menos? ¿Cómo estás, Happy, preciosa? -Acto seguido, levantó la mirada hacia Vanessa-. Hola, es que Happy y yo somos amigos desde hace muchos años -sonrió-.

Ness: Ya veo. Me llamo Vanessa Hudgens -se presentó tendiéndole la mano-.

El desconocido se puso en pie y se la estrechó.

**: Hola, soy Drew Seeley, Drew para los amigos. Trabajo con Zac -le indicó mirándola de arriba abajo-. Tú no llevas mucho viviendo por aquí, ¿no? La anterior vecina de Zac era bajita y de pelo blanco y, bueno, desde luego no estaba como tú…

Vanessa asintió sin saber qué decir, pero no hizo falta que dijera nada porque el amigo de Zac tomó aire y siguió con la conversación.

Drew: ¿Sabes dónde está?

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: El viernes cuando llegué no estaba y no he hablado con él.

Drew: ¿Y cómo es que tienes a su perra?

Ness: Happy prácticamente vive conmigo desde que me mudé -le explicó.¿Por qué demonios le estaba dando explicaciones a un hombre que la miraba cada vez con más incredulidad?- La perra no lleva nada bien compartir a Zac con Duke y prefiere vivir conmigo -añadió llamando a Happy, que acudió a sentarse a su lado obedientemente-, Y a mí me encanta quedarme con ella.

Drew se relajó al ver que la perra estaba a gusto al lado de Vanessa.

Drew: Entiendo. Zac me ha dicho que estaba teniendo problemas para introducir a Duke en casa, pero no se por qué no me ha hablado de ti.

Vanessa se encogió de hombros.

Ness: Probablemente, porque no hay nada que mencionar. Somos vecinos y punto -contestó rezando para que no le creciera la nariz-.

Drew enarcó una ceja.

Drew: Entiendo.

Vanessa rezó para que no fuera así. No había nada peor en la vida que parecer una chica perdidamente enamorada, sobre todo a los ojos del mejor amigo del objeto de tu amor.

Ness: Le diré a Zac que has estado por aquí.

Drew: Sí, por favor, díselo -dijo sacando un teléfono móvil del bolsillo-. Le he dejado varios mensajes de voz y le he enviado unos cuantos mensajes de texto, pero no me ha contestado –añadió-. Por cierto, ¿nos conocemos de algo? Tu cara me suena.

Vanessa dio un respingo.

Ness: No. Me lo dice mucha gente. Será que me parezco a alguien.

Drew: Será eso -sonrió-. Gracias por darle mi mensaje a Zac. Ha sido un placer conocerte.

Ness: De nada. El placer ha sido mutuo.

Vanessa volvió a meterse en casa acompañada por Happy y no pudo evitar que su mente se disparara. ¿Quién era aquella mujer llamada Amber que estaba embarazada? ¿Y por qué iba a afectar aquel embarazo a Zac?

La única respuesta evidente que se le ocurría era que a un hombre que no quería ser padre le afectaría que le dijeran que lo iba a ser.




Buen capi, ¿no?
La fiesta de la que os hablé aún no empieza XD
Pero eso es porque en este capítulo Zac y Vanessa no se han visto, pero ya veréis XD

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Wooooooooooooooooow que capitulo.
De seguro Vane pensara que Zac va a ser padre, pero no es asi y van a surgir los lios!
Todavia no entiendo porque Zac no le dije nada a Vane que no iba a estar por dias.



Sube pronto :)

Unknown dijo...

Pero Zac ya no le había hablado de Amber a Vanessa?? Jmm, me pareció... Pero por qué Zac no está? No entiendo, q raro..

Síguela pronto.. :D

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