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lunes, 24 de febrero de 2014

Capítulo 2


Con respecto a las mujeres, Zachary Efron era un hombre prudente, pero no asustadizo. Había sido traicionado demasiadas veces como para entregar su confianza fácilmente, y cuando pensaba en ello, cosa que no hacía a menudo, se daba cuenta de que en aquel momento no confiaba en ninguna mujer. Y en muy pocos hombres.

Uno de esos hombres de confianza estaba ante él con cara impasible. Frank Anderson había estado con Zac durante los últimos dieciocho años, y era todo lo contrario que Zac. Veintitrés años mayor que su jefe, Frank era un devoto de su familia, con una esposa y dos hijas, que él creía más importantes que los negocios. Era del Sur, de un ambiente de caballeros, mientras que Zac había luchado para salir de los suburbios de la cruda Nueva York. Frank era paciente y compasivo y formaba con Zac un buen equipo. Era capaz de suavizar las cosas mientras Zac se disponía a matar. Y si alguna vez Zac se propasaba, entonces Frank aclaraba el lío, dejando todo en su sitio.

No estaba teniendo mucho éxito de momento.

Frank: Te avisé -dijo muy amistosamente-. La señorita Hudgens es más terca que una mula. Pude haberle hecho una oferta cinco veces mayor y ni siquiera se habría inmutado. También al límite. Me dijo que te comentara que puedes ligar con su madre y casarte con ella, que no la preocupa. Pero que no pondrás tus sucias manos en la Casa de Cristal.

Zac: Oh ¿de veras? -preguntó irónicamente-.

Frank sonrió. Sabía lo que significaría la reacción de su viejo amigo a ese desafío y ya estaba deseando probarlo.

Frank: Ella me dijo que antes se la daría a la Protectora de Animales para que la convirtieran en refugio para gatos, que dejarte tocarla.

Zac: Me parece como si la señorita necesitase una buena lección -dijo en tono suave-.

Frank: No sé, Zac. En este caso, podrías ser tú el que acabara con el rabo entre las piernas.

Los ojos de Zac quedaron petrificados por un momento.

Zac: ¿Sugieres que podría no conseguir lo que quiero, Frank? Quinientas compañías de éxito se han derrumbado con una sola palabra mía. Nunca ha habido algo que quisiera y que no haya podido conseguir. ¿Crees de verdad que voy a dejar que la pequeña aristocracia de Park Avenue me venza?

Frank volvió a sonreír.

Frank: No has visto a Vanessa Hudgens todavía -dijo cuidadosamente-.

Zac: He conocido a su madre. Un parásito inútil y demasiado refinado. ¿Es así su hija también?

Frank: Ya lo verás.

Zac se acomodó en su silla con un suspiro de cansancio y una sonrisa un poco triste se reflejó en su boca.

Zac: Supongo que tendré que hacerlo. Si no me puedes conseguir lo que quiero, no queda más que una negociación cara a cara.

Frank: Sabía que lo verías así. Pero no cuentes con la rendición inmediata. Vanessa Hudgens te hará sudar.

Zac: ¿Crees que no ganaré? -preguntó con curiosidad-.

Frank: Claro que ganarás. Por algo te llaman «el Torbellino». Pero no será fácil.

Zac: No me gusta lo fácil.

Frank: Lo sé. Y en ese caso, te va a gustar Vanessa Hudgens.

Zac: Lo dudo. Este retraso me está costando decenas de miles de dólares. Dudo sinceramente que me vaya a gustar esa mujer. Pídeme el coche.

Frank: ¿Ahora? Son las seis pasadas. Tienes que estar con el alcalde dentro de cuarenta y cinco minutos.

Zac se encogió de hombros.

Zac: El alcalde tendrá que esperar. Haz que mi secretaria pida el Bentley.

Frank: Tu secretaria se ha ido entre lágrimas y lamentaciones, me temo.

Zac: Gracias a Dios -esto le salió del corazón-. Ya lo había olvidado. ¿Hay alguien que la sustituya?

Frank: Te he cedido ya a la señora Anthony. No hagas que se enamore de ti, por favor. Es demasiado buena como para perderla.

Zac: No es culpa mía. Ser encantador forma parte de mi manera de ser.

Frank: No creo que sepas cómo ser encantador. Además, la señora Anthony es ya abuela. Quizás ella sea capaz de resistirse a ti.

Zac se levantó y se estiró, llevaba de pie desde las cuatro de la mañana y se iría a la cama después de dar un pequeño repaso por segunda vez a todo.

Frank: No me digas que piensas seducir a la señorita Hudgens para conseguir la Casa de Cristal -protestó-. Ya te he dicho que tú no tienes ningún encanto.

Zac sonrió.

Zac: Voy a limitarme a ser dulcemente razonable. He leído los informes sobre Vanessa Hudgens. Ella vive muy bien. Esa agencia de modelos que ella dirige está muy de moda, pero no es lo que tú llamarías una inversión valiosa. Creo que puedo hacerla razonar.

Frank no lo creía así.

Frank: Estoy deseando verlo.


**: Ashley, querida ¿cuándo me vas a coger para otro anuncio de TV? -el admirado rostro de Scott Speer parecía indicar cierta insatisfacción-. Creo que estamos de acuerdo en que no quedo bien en imprenta, y sigues viniendo con diseños para revistas. Necesito animación y movilidad.

Ashley: Tú ya estás demasiado animado, Scott -dijo eliminando el deseo inconsciente que sentía cada vez que miraba los hechizantes ojos turquesa de Scott-.

«Un hombre no debería tener los ojos de ese color», pensó Ashley vagamente.

«Ni debería tener una boca sensual que cautiva a cualquier mujer. Un hombre no debería tener un cuerpo, que aunque no sea perfecto, es lo más que un hombre de treinta y tres años puede desear. Y un hombre tampoco debería entretenerse flirteando con alguien como tú cuando tiene una mujer extraordinariamente guapa esperando en casa».

Scott: Me estoy quedando sin blanca, Ashley -dijo lanzándose a una silla de cuero rosado y con una expresión de disgusto-. ¿Sabes lo que cuesta el alquiler de un ático hoy en día? Sin mencionar taxis, comidas, el teatro...

A diferencia de Amelia, Scott no le daba importancia a las arrugas. Él sabía que cada arruga que aparecía en su rostro, solo hacía resaltar su belleza casi sobrenatural. Y sabía, como Ashley, que preocuparse no hacía ningún bien.

Ashley: Siempre puedes coger el metro y comer en McDonald's en vez de en Lutèce. Podrías incluso limitarte a ver películas en vez de asistir al Fantasma de la Ópera.

Scott: Preferiría cavar agujeros -dijo con dignidad-. Todos tenemos nuestras propias metas, Ashley, querida mía. Si a ti te gusta viajar con los vagabundos y comer platos rápidos, a mí no.

Ashley: ¿Qué hay de Tracey? Hizo dos portadas el mes pasado; debe de estar ganando bastante como para pagar tus deudas.

Ashley no podía pensar en la increíblemente guapa Tracey Michaels sin imaginarla en los brazos de Scott, con la consiguiente congoja que eso le causaba.

Scott: Lo hacía. Desgraciadamente, ella se mudó el mes pasado.

Ashley: Scott, lo siento de verdad.

Scott: Sé que nunca te gustó. Pero encontraré alguien que me merezca, lo prometo. Ahora mismo estoy hasta las cejas de deudas.

Ashley: Sí, pero son unas cejas tan bonitas.

Scott: Pero no podré pagar mis deudas si me meten en la cárcel.

Ashley: Tengo a Vanessa trabajando en ello, Scott. Algo saldrá, te lo prometo. Mientras tanto, si pretendes ganar algo de dinero seriamente, hay un trabajo de catálogos a tu disposición...

Scott simplemente la miró y un vez más Ashley se maravilló ante el hecho de que esa cara estupenda y expresiva, esa belleza arrogante no tuviera todo el éxito delante de las cámaras que debería. En persona, Scott Speer era astuto, encantador, muy sexual. Pero en las fotografías, era solo pasablemente atractivo. Scott necesitaba la presencia física para cautivar a la gente.

Scott: No quiero catálogos. No estoy tan desesperado -se levantó de la silla, fue hacia la mesa de cristal y, poniendo sus fuertes y bonitas manos sobre ella, dijo-: Encuéntrame algo, Ashley. Por favor.

Ashley: Intentaré presionar a Vanessa. Aparecerá algo.

Scott: A Vanessa no le gusto.

Ashley: Claro que sí. Ella no tiene ningún cliente que no le guste -dijo conociendo perfectamente lo que disgustaba a Vanessa de Scott-. Y aunque no le gustaras, ella incluso se arriesgaría por ti. Vanessa es así.

Scott: Que Dios nos bendiga a todos -dijo en voz baja, y su perfecta boca tuvo un encuentro fugaz con la de ella-. Haz lo que puedas por mí, cariño. Estaré sentado junto al teléfono.

Él se alejó y Ashley, con la expresión impasible de siempre, asintió.

Ashley: Quieres decir que serás tan amable de comprobar los mensajes en tu aparato para responder. Te conseguiré algo, Scott, te lo prometo.

Él siempre la besaba. Había veces en que Ashley se preguntaba si Scott sabía de la pasión profunda e irracional que originaba en ella, pero luego se olvidaba de ello. Él nunca besaba a Vanessa. Seguramente porque sabía que ella le daría un bofetón, si lo intentaba. Y ciertamente él besaba a todas las demás. Pero los besos no significaban nada para Scott y todo para Ashley.

Ness: ¿Era ése Scott? -dijo al entrar por las puertas de cristal-.

Ashley: Sí, lo era.

Ness: Desesperado por ganar dinero, supongo. Menos mal que no toma drogas. Estaría más arruinado.

Ashley: Sí, es cierto. Tú no contratas modelos que estén metidos en el mundo de las drogas, y nadie más sería capaz de encontrarle tanto trabajo -afirmó-. Oh, no sé. Quizás sea culpa mía que Scott no trabaje mucho. Quizás no acabe de descubrir el fotógrafo ideal para él.

Ness: Ambas sabemos que no es así. Y Scott también. Diré una cosa en favor de Scott. Tiene más talento que los de todos mis clientes juntos. Aunque no se moleste en utilizarlo -dijo mientras observaba a Ashley-. ¿Cómo está de amores?

Ashley: ¿Cómo podría saberlo yo?

Ness: No me hagas perder el tiempo, Ashley.

Vanessa se dejó caer en la silla de cuero que Scott había dejado libre.

Ashley: Tracey se ha mudado. Supongo que estará solo por un tiempo.

Ness: Es tu gran oportunidad, señorita. Aprovéchala.

Ashley: ¡No seas ridícula! Scott me ve como a su madre. O por lo menos como a una hermana mayor. Alguien que le da golpecitos en la espalda, escucha sus problemas y le dice que es maravilloso -dijo con amargura-.

Ness: ¿La figura de una madre? ¿La hermana mayor? Tienes tres años menos que él -dijo protestando-.

Ashley: Pero Scott es como un chiquillo.

Ness: Entonces ¿por qué estás perdiendo el tiempo con él?

Ashley: ¿La crisis de la madurez? -aventuró-.

Ness: Primero tendré que pasarla yo. Bueno al menos algo bueno ha ocurrido hoy. ¿Recuerdas lo que Dan me dijo de aquella chica? ¿La de Kansas?

Ashley: Vagamente.

Ness: Apareció hoy, cuando tú estabas fuera. Y es tan buena como él dijo que era. Quizás mejor. Creo que tenemos algo aquí, Ashley. Algo realmente grande.

Ashley: Llevamos sin lanzar algo grande desde que Amelia cumplió los veintiocho.

Ness: ¡Espera hasta que la veas! La he hospedado en el Helmsley Palace por ahora, hasta que le consigas un apartamento. Intenta encontrar uno barato, al menos hasta que veamos cómo responde al trabajo duro. Creo que va a ser dinamita pura.

Ashley: ¿Cómo se llama?

Ness: Brittany Anne Snow. Vamos a cambiar eso. Algo exótico, creo. Solo un nombre. ¿Qué tal Britt?

Ashley: Pretencioso.

Vanessa sacó la lengua a su ayudante.

Ness: A ella le gusta. Si pudiera solo conseguir que ella ganara una buena cantidad, yo podría obtener un préstamo en condiciones. Este sitio es caro.

Ashley: Y tú no vas a renunciar.

Ness: ¿No puedes dejar ese tema?

Ashley: ¡Ojala pudiera! Pero no depende de mí. Zachary Efron va a venir a verte.

Ness: ¡Estarás bromeando!

Ashley: La montaña viene a Mahoma. ¿Vas a seguir negándote?

Ness: Por supuesto.

Ashley: ¿Quieres que le entretenga para que te arregles un poco?

Vanessa se miró. Su minifalda era un tanto indecente, la camisa de seda negra estaba abierta y estaba descalza. Se puso los zapatos de tacón y se colocó las hombreras.

Estoy más preparada que nunca. Esto va a ser interesante.


Zachary Efron salió del clásico Bentley, uno de los pocos caprichos con los que se había obsequiado a sí mismo, y se quedó con la mirada fija en la Casa de Cristal. Había pasado por allí a menudo, e incluso tenía una foto en color del edificio en sus archivos desde hacía mucho tiempo. Él la miró y se fijó en sus líneas decorativas, en la estructura de bronce y cristal ahumado, en su belleza... y su reacción fue una mezcla de admiración y exasperación. Costaría una fortuna derribar el edificio. «Un retraso más», pensó él un poco tenso. Si hubiera previsto los problemas que iba a crear, habría optado por la segunda localización, en la calle 80 Este. Pero cuando hacía años había decidido poner en marcha el proyecto, no se había conformado con la segunda mejor localización. Él estaba acostumbrado a los desafíos y peleaba duro con ellos. Si el hecho de que su actual reto no fuera más que una jovencita terca le irritaba, eso también le proporcionaba una posibilidad de diversión poco habitual.

Eran más de las seis y el guardia de seguridad estaba absorto en el New York Post. No se percató de que Zac pasaba por delante hacia la estrecha fila de ascensores. Nunca habría pensado que hubiera un edificio de oficinas en Nueva York con solo tres ascensores. Sin dudarlo, caminó hacia el gris Otis, más moderno y fiable; aunque también confiaba en los ascensores de cristal. Pero prefería el clásico y sin adornos.

Sabía que, a pesar de ser un edificio ruinoso, la Casa de Cristal estaba totalmente ocupada. Él había repasado el archivo, y todo apareció en su memoria fotográfica. Las dos plantas de arriba se las reservaba la dueña. Vanessa Hudgens. Dirigía su agencia de modelos desde el ático a la doceava planta. Y vivía en la de abajo. Todo lo restante que había en el edificio eran locales comerciales, desde la agencia literaria de la segunda planta, la agencia de colocación en la tercera, el negocio de importación y exportación hasta los distintos comerciantes, vendedores, agentes y compradores. Él estaba particularmente interesado en las plantas nueve y diez, que habían sido alquiladas por la familia Hudgens desde la Segunda Guerra Mundial.

En esas plantas estaba la redacción de un pequeño periódico llamado Swimming Pool News. Zac no tenía dudas de que estarían contentos al trasladarse a uno de sus edificios de la zona centro de la ciudad y ya tenía a Frank examinando esa posibilidad, si Vanessa Hudgens resultaba ser tan difícil como creía.

No esperaba realmente que se llegara a eso, pensó Zac mientras el Otis le transportaba hacia arriba rápida y silenciosamente. Frank era un maestro de los negocios, pero nadie podía guiar y manipular, intimidar o engañar del modo en que Zachary Efron lo hacía cuando estaba decidido a algo. Tenía la intención de mostrar su considerable talento con Vanessa Hudgens y, si fracasaba, sería una sorpresa.

Había dos mujeres sentadas en el poco iluminado recibidor de Rostros de Cristal. Se tomó su tiempo para observar el ático. Paredes con espejos salpicados de fotos grandes de bellas y delicadas caras. Una gruesa alfombra gris y un valioso kilim en el hall, sillones de piel rosa de Milán, e incluso un desnudo de Picasso en un lugar preferente.

Él recorrió con la mirada a las dos mujeres, tratando de averiguar cuál de las dos sería Vanessa. Había oído de su no muy amante madre que Vanessa había sido una niña vulgar y de aspecto algo rechoncho. Ninguna de las dos mujeres concordaba con esa descripción, aunque una de ellas, la de detrás de la mesa, estaba dotada de unos generosos pechos. Él estuvo a punto de saludarla por su nombre para tener ventaja sobre ella, pero un sexto sentido le previno de ello.

La otra mujer estaba sentada en un sillón tapizado de cuero rosa. Era pequeña, casi diminuta, con piernas largas y estilizadas que mostraba generosamente gracias a su minifalda, un cuerpo delgado e infantil y un corte de pelo al estilo de las actrices de los años veinte. Él supo enseguida que las enormes gafas rojas eran puro adorno. Se podía ver por el modo en que reflejaban la luz que no eran gafas graduadas. Su cara era ligeramente morena, su boca pintada de un rojo escalofriante y las perlas negras de sus orejas y alrededor de su esbelto cuello eran auténticas. Ella le miró con el mismo desinterés que si fuera un mensajero, y él enseguida comprendió por qué Frank había regresado con las manos vacías. Solo un experto podía ver que Vanessa Hudgens era un adversario digno de cuidado y Zac era ese experto.

Vanessa le miró fijamente.

Ness: ¿Puedo ayudarle en algo? -preguntó sin moverse-.

Sabía quién era él exactamente y para qué estaba allí, y no iba a ceder ni un milímetro. Era la clase de mujer con la que él nunca tendría una aventura amorosa. Con talento, ingenio y una peligrosa determinación que, si bien podía ser un desafío en cualquier sala de juntas, se convertiría en algo tedioso en un dormitorio. El impasible desafío y su gesto de malicia le dijeron que ella sabía cuándo tenía un enemigo delante.

Y ellos eran enemigos, no había duda de eso. No podía imaginar un mundo donde fuera de otra manera, incluso si un anacronismo como la Casa de Cristal no existiese. Si se hubieran encontrado en el curso normal de la vida, seguro que habrían encontrado algo por lo que discutir.

Zac: No eres lo que imaginaba -dijo con voz áspera-.

Ness: ¿De verdad que no?

Zac: Tu madre dijo que eras gorda, vulgar y tímida.

Para abrir las hostilidades hubiera sido efectivo al cien por cien, pero ella ni siquiera pestañeó.

Ness: Como puede ver mi madre no me conoce muy bien. No cuente con su ayuda en este asunto, señor Efron, perderá usted el tiempo -dijo con calculada frialdad-.

La mujer de la mesa se había levantado, como obedeciendo una orden, y se había dirigido a la puerta rosa que tenía detrás. Su boca suave mostraba un aire de rabia y tensión contenidas. Si a Vanessa Hudgens no le había importado la ofensa, a su amiga sí le había dolido.

Zac: Yo nunca pierdo el tiempo -replicó-.

Vanessa no le había ofrecido asiento, pero la verdad era que no le importaba estar de pie mientras ella se acomodaba con estudiado descuido en el sillón de cuero rosa. Estar por encima de ella tenía sus ventajas.

Ness: Estás perdiendo el tiempo, me parece -dijo dulcemente-.

Zac: Supongo que es inútil hacer una nueva oferta...

Ness: Totalmente.

Zac: ¿Y recurrir a tus más nobles instintos? ¿O decirte que este edificio está en un estado ruinoso?

Ness: Ahórrate los esfuerzos.

Zac: De acuerdo. Eso es todo.

Ness: ¿Vas a renunciar? -preguntó ingenuamente-.

Zac: No seas ridícula -dijo con ironía-. Nunca he renunciado a nada en mi vida y no voy a hacerlo ahora por una niña como tú.

Ness: No hay mucho más que puedas hacer.

Zac: No te engañes a ti misma, Vanessa. No he llegado hasta dónde estoy por ser un caballero. He tenido que librar batallas muy sucias. Y tú estás a punto de comprobarlo.

Ella se levantó entonces y él se dio cuenta de que había tenido razón en su primera valoración. Era pequeña, le llegaba a la altura de la barbilla. Ella temblaba de rabia y él notó que a pesar de su esbelto cuerpo de modelo, tenía pechos. Pechos que subían y bajaban con furia.

Ness: Yo también puedo jugar sucio -dijo con voz tensa-.

Zac: Estoy deseando verlo -dijo asintiendo con gesto caballeroso-.




¡Ya se conocen!
Ahora ya puede pasar de todo XD

¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Wow... va a aparecer una guerra mas o menos.
Me encanto.. se odian tanto que van a terminar amandose.


Sube prontooo :)

Unknown dijo...

Jaja la guerra ha comenzado!! :D
Bueno, pero en serio Zac tiene algún tipo de relación (no necesariamente amorosa) con la mamá de Vanessa?? Jmm qué raro.. Bueno, me enteraré luego :D

Síguela pronto :D

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