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jueves, 26 de abril de 2012

Capítulo 3


Él habría preferido comer en la cocina, pensó Zac, mientras observaba la preciosa mesa a la que acababa de sentarse. Daba igual cuánto tiempo hiciese desde la última vez que tuvo que preocuparse por el dinero, en el fondo, seguía sin sentirse cómodo rodeado de tanta riqueza.

Se había acostumbrado a usar jerséis de cachemir y no podía negar que le gustaba conducir coches deportivos, de los que tenía demasiados. El jacuzzi y el gimnasio de su casa le encantaban, como le encantaba poder donar dinero a las obras de caridad que le apetecieran.

Pero dudaba mucho que alguna vez aceptara que otra persona le lavara la ropa y le hiciera la comida. El césped se lo cortaban unos chiquillos por una cantidad muy prudencial y, aun así, tenía remordimientos por no hacerlo él mismo. Seguía apagando las luces cada vez que salía de una habitación y nunca dejaba el grifo abierto mientras se lavaba los dientes. Preferiría que le cortaran una mano antes de contratar un mayordomo o un chofer como la gente esperaba que hiciera.

Sin duda, era más un hombre de acero inoxidable que de plata.

En cambio, Penny y Vanessa eran metales preciosos. Muy pulidas y bien cuidadas. Todavía no estaba seguro de si eran ostentosas o discretas, pero no creía que ninguna de las dos supiera lo que era salir a trabajar por la mañana sin saber si tendría electricidad cuando volviera por la tarde.

Era una cena interesante. Penny habló sin parar y pasaba de contar historias de sus amigas del golf o de sus organizaciones cívicas a contar anécdotas de su nieto.

Se enteró de que Michael había cumplido diecisiete meses el primer día del mes, que hablaba increíblemente bien para un niño de su edad y que no había empezado a andar hasta que tenía más de un año, lo que preocupó tanto a su madre como a su abuela.

Penny: Al fin y al cabo, aunque nos habían garantizado que el niño no resultó herido en el accidente, nos preocupaba que pudiera surgir algún efecto secundario.

Ness: A Penny la preocupaba -le corrigió-. Según todo lo que yo había leído, el niño era completamente normal.

Penny: En cualquier caso, estábamos muy agradecidas de tenerlo. Volvió a traer algo de vida a la casa, que era una tumba desde la muerte de Mike -se hizo un silencio y debió de darse cuenta de que no había elegido las palabras más adecuadas-. Bueno, ya sabes lo que quiero decir.


Zac sonrió para intentar aliviar la tensión del momento.

Zac: Supongo que un bebé ilumina el corazón más apesadumbrado.

La palabra corazón le retumbó en la cabeza y se preguntó si habría sido el único que pensó inmediatamente en trasplantes.

Ness: ¿Eres de Filadelfia? -era la primera vez desde el baile que le hacía una pregunta-.

Él sabía que en gran medida lo había hecho para romper el silencio, pero tenía los ojos marrones fijos en él con interés sincero.

Zac: Sí.

Penny: ¡Oh! -sintió curiosidad inmediatamente-. Es una ciudad encantadora y majestuosa. ¿Tu familia vive allí?

Él dudaba que a Penny le hubiera parecido encantador su barrio.

Zac: No -se limitó a decir-. Soy hijo único y mi madre murió cuando yo estaba en la universidad.

Penny: ¿Y tu padre?

Zac: Murió en un accidente antes de que yo naciera -también podría haberle contado todo lo demás, su vida había salido a la luz en los artículos que habían escrito sobre él-. Supo de mi existencia, pero murió antes de que pudieran casarse.

Penny: Tu pobre madre... -tenía lágrimas en los ojos-. Es espantoso perder un hombre joven. Además, entonces, criar un hijo ilegítimo suponía un estigma mucho mayor que hoy en día.

Zac podría haberla besado. Debió haber sabido que alguien con un corazón tan bueno como ella no la juzgaría. Podría haberle contado infinidad de ejemplos sobre lo difícil que había sido para su madre y él, pero Vanessa hizo un sonido como si se hubiera atragantado. Zac la miró y estaba sonrojada y miraba a su suegra con expresión de escándalo. Se dio cuenta de que estaba... estaba incómoda por él porque su suegra lo había llamado bastardo, aunque lo hubiera hecho con las mejores intenciones. Le gustó que ella se preocupara por sus sentimientos, pero sabía que Penny no tenía intención de ofenderlo. Sencillamente, había veces que no pensaba lo que decía. Tuvo que contener una carcajada.

Zac: Me llamo como mi padre -dijo para disimular la risa-. Él se llamaba Zac.

Vanessa se aclaró la garganta.

Ness: Entonces, mi hijo y tú tenéis algo en común. Los dos os llamáis como vuestros padres y nacisteis después de su muerte.

Zac asintió con la cabeza sin saber muy bien qué hacer con aquella conversación.

Ness: Mis padres también han muerto -siguió diciendo con una voz tranquila y bien modulada-. Mi madre murió joven, como tu padre, y no la conocí. Perdí a mi padre cuando yo estaba en la universidad. Fue... terrible.

Zac: ¿Os llevabais bien?

Ella asintió con la cabeza y los ojos clavados en la mesa.

Ness: Mucho. Me quedé destrozada.

Penny: Pero Mike se ocupó de ella -intervino con un tono cantarín-. Se casaron cuando ella se licenció y yo me llevé la nuera más maravillosa del mundo.

Vanessa sonrió forzadamente mientras se dirigía a su suegra.

Ness: Yo también fui muy afortunada. Penny ha sido como una madre para mí.

Penny: ¿Sabes una cosa, Zac? -dijo untando minuciosamente una tostada de mantequilla-. Me parece una tontería que te prepares la cena para ti solo. ¿Por qué no cenas con nosotras todas las noches?

Lo inesperado de la propuesta lo dejó desconcertado.

Zac: No querría abusar -contestó prudentemente sin mirar a Vanessa-.

Sabía perfectamente lo que estaba pensando ella.

Penny: No es un abuso -afirmó alegremente-. En realidad, creo que sería una forma maravillosa de que Michael se acostumbre a que haya un hombre en casa.

Vanessa arqueó las cejas.

Ness: ¿Por qué tiene que acostumbrarse a que haya un hombre en casa? -preguntó con un tono delicado-.

Penny: Bueno, cariño, estoy segura de que te casarás algún día.

Zac miró a Vanessa y ella sonrió mientras sacudía la cabeza.

Ness: Penny no descansará hasta que vuelva a casarme.

Penny: Bah -agitó una mano-. Solo quiero lo mejor para Michael y para ti.

Zac no pudo evitar reírse.

Zac: Me imagino que Vanessa lo resolverá cuando le parezca oportuno.

Ness: Gracias -había cierto tono de desesperación en su voz-.

Penny: Entonces, ¿cenarás con nosotras mientras estés aquí? -insistió-.

Zac comprendió que era testaruda.

Zac: Me encantará venir de vez en cuando -contemporizó para que Vanessa no se sintiera abrumada-, pero prefiero no comprometerme a venir todos los días. Sin embargo, gracias por el ofrecimiento.

Quería tanto conocer al hijo de Vanessa que no podía más. Sin embargo, no podía entrar en la casa para conocer a Michael sin ser un incordio o sin inventarse una excusa que Vanessa descubriría.

Pasaron tres días antes de que conociera al hijo del hombre que le había dado su corazón. También fue la primera vez que volvió a ver a Vanessa desde que Penny lo invitó a cenar.

Él estaba en el dormitorio que había acondicionado como estudio. Estaba trabajando en el proyecto de una casa de tres pisos que le había encargado un actor para un terreno en Colorado. Le estaba saliendo muy bien y se planteaba presentarlo a un prestigioso concurso de arquitectura. Además, no tenía ni una ventana solar, se dijo con satisfacción.

Se alegraba mucho de todas las ventajas que tenía su invento, pero empezaba a cansarse de que siempre le encargaran casas con cuatrocientas ventanas de esas por las fachadas.

Estaba dándole vueltas al salón cuando oyó una voz estridente. Se levantó, fue hasta le ventana abierta y separó las cortinas.

Vanessa iba por uno de los senderos empedrados del jardín. Llevaba unos pantalones caqui, unas sandalias y una camisa azul claro. Tenía el pelo recogido en una cola de caballo bastante suelta. Junto a ella, agarrado de su mano, un niño con un peto vaquero y una cabeza llena de rizos rubios andaba torpemente.

Zac se agarró al alféizar y se sintió desbordado por una inesperada oleada de orgullo.

Casi al instante, se apartó de la ventana preso de la conmoción. ¿Qué le pasaba? Había leído las teorías sobre la memoria celular en los trasplantes, sabía que había pruebas reales que las sustentaban, pero lo que había sentido no era memoria, había sido una reacción.

Se dio un momento para comprenderlo, pero no consiguió encontrar una explicación lógica. Se sentía como si hubiera asimilado parte del alma de Mike Hannigan, como si realmente se hubiera emocionado al ver a su hijo por primera vez. Pero eso era imposible.

¿O no lo era?

La risa penetrante de un niño le sacó de sus pensamientos, bajó las escaleras de dos en dos y abrió la puerta de la calle.

Zac: Hola, Vanessa.

Iban a desviarse por otro sendero y ella tuvo que mirarlo por encima del hombro. No fue un gesto de coquetería, pero las miradas se encontraron, y Zac sintió como si se desgarrara por dentro. ¿Habría sentido ella lo mismo?

Ness: Hola, Zac.

Le encantó cómo sonaba su nombre dicho por ella, pero fue una sensación lejana. Estaba concentrado en el niño que se volvió para mirarlo.

Zac: Hola -dijo amablemente mientras se agachaba para estar a la altura del niño-.

Le costaba hablar. Notaba una opresión en el pecho y tuvo que aclararse la garganta. No podía entender por qué se sentía así, pero estaba claro que se sentía abrumado por conocer al hijo de Vanessa.

El niño se había soltado de la mano de su madre, se había puesto detrás de ella y lo miraba entre sus piernas. Lo miraba con gesto serio, hasta que una sonrisa traviesa iluminó sus ojos azules. Miró a su madre.

Michael: ¿Qué es?

Ness: El señor Efron. Va a ser nuestro vecino una temporada.

Michael: Cenó Efon -dijo con aire de satisfacción-.

Ness: Efron -repitió-.

Michael: ¡Efon! -insistió con una sonrisa-.

Zac se rió.

Zac: Efon está bien -le dijo a Vanessa, sin apartar los ojos del niño-. ¿Cómo te llamas?

El niño se metió el pulgar en la boca y sonrió, pero no dijo nada.

Ness: Dile cómo te llamas al señor Efron -intervino-.

Michael: ¡Efon!

Ness: Eso, dile a Efon cómo te llamas.

Michael: Maicol.

Zac: Encantado de conocerte Michael -alargó la mano-. ¿Me das la mano? -El niño se la estrechó enérgicamente y los rizos se agitaron. Volvió a ponerse detrás de las piernas de su madre, pero Zac vio que le sonreía-. Muy bien -se levantó-.

Estaba dándole el sol y se refugió automáticamente en la sombra. Uno de los efectos secundarios de los medicamentos que tomaba era que aumentaban el riesgo de cáncer de piel.

Zac: ¿Vais de paseo? -le preguntó a Vanesa-.

Ella asintió con la cabeza mientras le revolvía los rizos a su hijo.

Ness: A Michael le encanta salir fuera. Si le dejara, se pasaría el día escarbando en la tierra.

Michael: ¡Escavando! -había oído la única palabra que le interesaba-. Escavando ya.

Vanessa se rió y se despidió con la mano de Zac.

Ness: Muy bien. Despídete del señor Efron.

Michael: Adiós -lo dijo por encima del hombro mientras arrastraba a su madre-.

Zac se quedó donde estaba con los ojos clavados en la mujer y su hijo hasta que desaparecieron por una curva sombría del camino. Ella tenía una risa maravillosa y no sabía cuánto lo afectaba a él.



«Él estaba junto a la chimenea en una fiesta con algunos amigos. Tres chicas jóvenes entraron y se pararon al lado del árbol de Navidad para echar una ojeada como hace todo el mundo cuando entra en un sitio e intenta ver quién está. La más baja reconoció a un chico y fue hacia él seguida por las otras dos. Se presentaron unos a otros. Uno de los chicos dijo una tontería y ellas dejaron escapar unas risitas. A él le parecía que las chicas que se reían de aquella manera eran tontas, pero la de la melena negra tenía una risa preciosa y él quiso escucharla otra vez. Se llamaba Vanessa y se acercó a ella sin dudarlo.

Mike: Hola, Vanessa, me llamo Mike Hannigan. ¿Quieres beber algo?

Ella lo miró y él quedó atrapado por unos ojos tan marrones y puros que sencillamente lo conquistaron.

Cuando volvió a poder pensar, lo primero que le vino a la cabeza fue que se casaría con ella».


¡Caray!

Zac se llevó las manos a la cabeza sin poder creérselo. Se dio cuenta de que estaba de rodillas en medio del camino, pero no recordaba haberse arrodillado. En cambio, recordaba perfectamente la escena que acababa de ver en su cabeza...

Se sacudió como aturdido. Nunca había pensado que tenía demasiada imaginación, pero menos aún había pensado que necesitaría un trasplante de corazón a los veintiséis para tenerla.

Era un disparate.

Se levantó, se limpió los pantalones y se le ocurrió que había una forma de saber si estaba soñando o no.

Zac: ¡Eh, Vanessa! -Salió camino abajo antes de pensar que podía ser una mala idea. Cuando llegó hasta ellos, Vanessa y Michael estaban en el césped aterciopelado. El niño se fue hacia una zona de juegos que había en el extremo del jardín-. Vanessa... -repitió-.

Ella se volvió sorprendida de verlo.

Ness: Sí...

Zac dudó.

Zac: Te parecerá una pregunta rara, pero... ¿cómo conociste a tu marido?

La sonrisa se tornó vacilante y la duda se reflejó en sus ojos.

Ness: Efectivamente, es una pregunta muy rara.

Zac. Es una apuesta con un amigo -improvisó sin apartar los ojos del niño para que ella no notara su inquietud-. Se lo pregunto a todo el mundo que conozco.

Ness: Ah -su expresión se serenó y volvió a sonreír-. Bueno, si es una cuestión científica... Volví a casa para pasar las navidades del último año de universidad y fui a una fiesta con unas amigas. Mike estaba allí. Conectamos al instante -se rió y, como la vez anterior, el sonido le tocó una fibra tan profunda que tuvo que hacer un esfuerzo para concentrarse en lo que decía-. Pero la historia de Penny es completamente distinta. Ella y Glenn, el padre de Mike, eran vecinos y él no paraba de meterse con ella y tirarle del pelo. Ella no podía soportarlo.

Zac: Entonces, ¿cómo llegaron a casarse?

Quería que ella siguiera hablando para disimular la impresión que había tenido al confirmarse lo que ya sabía.

Ness: A él lo llamaron a filas. Se escribieron cartas y ella asegura que se enamoró a distancia. Se casaron tres días después de que él volviera a casa al terminar el primer año.

Michael: Mamá... puja.

La voz chillona de Michael hizo que los dos fueran hacia el niño que intentaba subirse a un columpio.

Ness: Ya voy, Michael.

Zac se quedó a un lado mientras Vanessa montaba a su hijo en un columpio para niños pequeños.

Michael: ¡No! -protestó-. Lumpio ande.

Ness: De acuerdo -lo sacó del asiento y lo puso sobre su regazo en uno de los columpios grandes-. Mamá se columpiará contigo.

Agarró al niño con un brazo y empezó a balancearse impulsándose con los pies.

Michael: Efon, puja.

Zac pensó divertido que Michael tenía muy claro como era todo el asunto de los columpios.

Zac: Claro -se puso detrás de ellos-. Agárralo -le advirtió a Vanessa-.

Ness: ¿Qué vas...? ¡Zac! -fue un alarido-.

Zac tiró del columpio y lo soltó. No fue muy alto, pero Michael se reía y gritaba.

Michael: ¡Más!

Él obedeció y los empujó durante un rato, hasta que Michael empezó a agitarse. Vanessa paró el columpio y lo dejó en el suelo. Él salió disparado hacia una zona de tierra que había al lado. Vanessa se bajó del columpio y se le cayó al suelo un sobre que llevaba en el bolsillo trasero del pantalón. Unos trocitos de papel, algunos de ellos como si fueran recortes de revistas, quedaron desperdigados por el suelo y ella se agachó para recogerlos.

Zac la ayudó y se dio cuenta de que eran cupones. Sonrió, los cupones le recordaban a su madre.

Ness: No hace falta... -empezó a decir pero él le dio un puñado de cupones que había rescatado de la leve brisa-. Gracias -estaba sonrojada y volvió a meterlos en el sobre-. Son para el centro de ancianos.

Zac: Ah -la observó mientras guardaba todo en el sobre-. Mi madre era la reina de los cupones. No he conocido a nadie que estirara tan bien un presupuesto como ella.

Vanessa suavizó el gesto.

Ness: Los cupones pueden ser muy útiles para alguien con ingresos escasos.

Él asintió con la cabeza.

Zac: Es un detalle de tu parte.

Ella dudó y Zac se preguntó qué habría estado a punto de decir, pero ella desvió la atención hacia Michael que se había dejado caer en un montón de tierra.

Ness: Michael, no te comas la tierra.

Zac se rió al ver que el niño se sacaba un puñado de tierra de la boca con gesto de culpabilidad.

Zac: Algunos lo hacemos.

Ella también se rió.

Ness: Unos más que otros -dijo irónicamente mientras iba hacia su hijo-. No puedo quitarle el ojo de encima. Quiere probarlo todo.

Zac: Lo tendré presente.

Vanessa se había sentado en el borde del recinto de tierra y ayudaba a su hijo a llenar un cubo. Le sonrió y a él casi se le para el pulso. Era maravillosa.

Ness: Gracias. No queremos distraerte de tu trabajo. Intentaré que no grite.

Zac: No me molestáis.


Michael: ¡Efon! -le señalaba con el dedo y él se agachó con una sonrisa-.

Zac: ¿Qué pasa, amigo?

Michael: Efon -le ofreció una de las palas de juguete-.

Su vocabulario sería limitado, pero el significado estaba muy claro.

Zac: Muy bien -cogió la pala-. ¿Quieres que te haga un castillo?

Los ojos del niño se iluminaron y mostró unos dientes diminutos y perfectos.

Michael: ¡Uhhhh!

La tierra estaba fría gracias a la sombra de unos árboles y un poco húmeda por la lluvia de la noche anterior. Era perfecta para darle forma.

Zac agarró un cubo y empezó a llenarlo. Michael se unió a él inmediatamente y golpeó la superficie cuando estuvo lleno. Zac le dio la vuelta con cuidado y cuando lo levantó, una torre perfectamente redonda se erguía sobre la tierra que había allanado Vanessa. Lo repitieron varias veces como si fuera una fortaleza y Zac hizo unos muros entre las torres. Casi había terminado de dibujar los ladrillos de la última torre cuando se dio cuenta de que Michael había perdido el interés y estaba llenando de tierra un camión rojo. Se sentó en los talones y se limpió las manos y la ropa. Miró a Vanessa por encima de la cabeza de Michael.

Zac: Me parece que la cuadrilla de construcción ha terminado por hoy.

Ella sonrió cariñosamente y miró a su hijo.

Ness: Su capacidad de concentración deja algo que desear. Según lo que he leído, concentrarse durante poco tiempo es cuestión de la edad... ¡Michael! -gritó apremiantemente-. No... -Zac volvió la cabeza y vio al niño que se sentaba en medio del castillo-. ...te sientes ahí... -terminó con un tono resignado-.

Zac la miró atentamente mientras ella levantaba a su hijo y le sacudía la tierra. Él no había estado mucho con niños, pero suponía que el comportamiento de Michael era el normal. Michael estaba divertidísimo y no paraba de reírse. Se soltó de su madre y fue al césped en busca de otra aventura.

Vanessa miró a Zac por encima de las ruinas del castillo. Sus ojos brillaban de alegría y a él le pareció muy divertido. Ella estalló en una carcajada y él la siguió.

Vanessa se rió hasta que le brotaron las lágrimas.

Ness: Tu expresión no tenía precio -balbuceó mientras se sujetaba el vientre-. Tu obra maestra destruida por unos pañales malolientes.

Zac: Mereció la pena -aseguró cuando pudo hablar-. ¿Te has dado cuenta de lo contento que estaba consigo mismo?

Vanessa asintió con la cabeza sin dejar de reírse.

Ness: Es un bicho. En cuanto veo ese brillo en sus ojos, sé que está tramando algo.

Zac: Tendré que recordarlo.

Vanessa dejó de reírse y se hizo un silencio cómplice mientras miraban al niño que se tambaleaba y farfullaba algo en un idioma incomprensible. Ella suspiró.

Ness: Es muy gracioso. Se me rompe el corazón al pensar que va a criarse sin conocer a su padre y que Mike no podrá compartir estos momentos conmigo.

El tono no era lastimero sino reflexivo.

Zac tuvo que morderse la lengua para no decirle la verdad, pero cuál era la verdad, se preguntó a sí mismo. Ella pensaría que estaba como una cabra y a lo mejor era verdad. ¿Cómo podía saber cosas tan íntimas solo por un trasplante de corazón?

El trasplante de corazón. Todo pasó mientras jugaba al rugby. Recibió una patada en pleno pecho que le rompió las costillas y le afectó el corazón. Pasó de ser la viva imagen de la salud a entrar en una lista de trasplantes con pocas esperanzas de que llegara un corazón compatible a tiempo.

¿Qué jugada del destino hizo que Mike Hannigan muriera en un hospital de Baltimore, a menos de una hora en helicóptero del hospital donde agonizaba él? Además, ¿cómo era posible que encima sus corazones fueran perfectamente compatibles?

Era motivo casi suficiente para que creyera en la predestinación. Lo único que sabía con certeza era que deseaba a Vanessa, que la deseaba más de lo que había soñado desear a una mujer.


Sin embargo, no podía tenerla. Nunca podría explicarle por qué había mantenido el trasplante y todo lo demás en secreto.




¡Qué capi tan chachi! XD
¡Comentad mucho, ¿vale?!

En respuesta a tu pregunta Abigail, te diré que sí. Le puse Scarlett por la de "17 Again". Soy así de original XD

¡Bye!
¡Kisses!


1 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Wao, muy bueno el capitulo...
tan bello el niño hahaha como llama a Efon
siguela
esta super
cada vez Zac esta mas conectado a Vanessa
XoXOXoXO

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