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sábado, 7 de abril de 2012

Capítulo 10


Desolada al darse cuenta de que lo había estado juzgando equivocadamente durante todo aquel tiempo, Vanessa se lo quedó mirando en silencio.

Al ver aquella desolación, Zac se tragó la rabia y le preguntó:

Zac: ¿Te dijo algo más Tess?

Ness: Que tú y ella estaríais ya casados para aquel entonces y no habría ningún problema si no le hubieran diagnosticado un problema en la sangre y…

Zac: Continúa -le pidió-.

Vanessa tenía la escena grabada a fuego en la memoria, y recordaba claramente cada palabra.

Ness: Dijo que tenía que pasar largos periodos en una clínica privada siguiendo un tratamiento, lo que significaba dejarte solo. Y claro, como tú tenías la sangre caliente, necesitabas una mujer… Cualquier mujer. Entonces ella descubrió que estaba embarazada, lo que obligó a prolongar y complicar el tratamiento, y al final perdió el bebé.

Zac: ¿Y tú creíste que el bebé era mío? -preguntó enfadado con los dientes apretados-.

Ness: Bueno… Yo… Sí -reconoció con voz temblorosa antes de continuar-. Me horrorizaba pensar que habíamos sido amantes mientras tu prometida pasaba por aquel trance tan tremendo.

Zac: ¿De verdad creíste que podía trataros tanto a ella como a ti con tanta maldad? -inquirió con incredulidad-.

Ness: Lo siento…

Sus palabras fueron a estrellarse contra la furia de su rostro.

Zac: Tess no era mi prometida y, desde luego, el bebé no era mío -dijo tratando de mostrarse calmado-. Era imposible que fuera mío. Nunca hubo nada entre nosotros.

Entonces, ¿qué había llevado a Tess a contar aquel atajo de mentiras?, se preguntó Vanessa. Pero antes de que pudiera preguntarlo, Zac siguió adelante.

Zac: O tal vez debería decir que nunca hubo nada por mi parte. Siempre pensé en ella como en una hermana querida, y así la traté. Por desgracia, ella se sentía atraída por mí. Pensé que se le pasaría cuando yo me fuera a la universidad, pero no fue así. Cuando le dejé claro que entre nosotros no podría haber nunca nada, que la veía como a una hermana, se volvió completamente loca y tuvo relaciones con varios hombres diferentes. Al parecer, uno de ellos era el padre…

Zac suspiró con frustración.

Ness: Lo siento… Siento haberte echado la culpa… No quería pensar que pudieras tratar de aquel modo a una mujer enferma -añadió desconsolada. Entonces, al ver la expresión de su rostro, inquirió-: ¿O vas a decirme que no estaba enferma, que eso también era mentira?

Zac: La historia de la enfermedad de la sangre era falsa. Pero estuvo enferma… Si el abuso del alcohol y las drogas puede considerarse una enfermedad. Las clínicas de las que entraba y salía eran centros de desintoxicación. -Vanessa se quedó con la boca abierta al escuchar sus palabras. Zac siguió hablando-. Empezó a salir con la gente equivocada, y antes de que ninguno nos diéramos cuenta, estaba metida en la droga. Fue una pesadilla absoluta. Cada vez que salía de una de las clínicas y volvía a casa, todos rezábamos y confiábamos en que se hubiera curado. Pero cada vez volvía a las andadas. Entonces, cuando sus padres intentaban que volviera a seguir algún tratamiento, se montaban unas escenas terribles. Christopher estuvo enfermo durante más de un año y medio, y antes incluso de que muriera, Helen no podía con aquello, así que me tocó a mí traerme a Tess e intentar meterla en vereda.

Así que aquello era a lo que Miley se refería cuando dijo que toda la familia estaba muy preocupada por ella, pero que Zac le tocó llevar la carga más pesada.

Zac: ¿Recuerdas el día en que había quedado en recogerte para ir a ver los cuadros de Jonathan Cass?

Ness: Sí, me acuerdo. Estaba preocupadísima porque no llegabas y temía que te hubiera ocurrido algo malo. Pero cuando viniste estabas muy raro. Aunque sabías que yo estaba esperando una explicación, no quisiste darme ninguna.

Zac: ¿No quise o no pude? Aquella mañana había llevado a Tess a la clínica Tyler Rhodes y había intentado ingresarla. Al principio parecía calmada, pero cuando le dije que tenía que marcharme se puso histérica, violenta incluso. No podía abandonarla. Me sentía culpable y en cierto modo responsable. Si yo hubiera podido amarla del modo en que ella quería, las cosas habrían sido distintas. O si no hubiera ido a vivir con ellos… Cuando intenté llamar al apartamento para decirte que llegaría tarde, Tess me arrancó el móvil de las manos y lo estrelló contra la pared. Luego, tras insultarme, me clavó las uñas en la cara.

«Por eso tenía aquellos arañazos en la cara»
, recordó Vanessa.

Zac: Al parecer, se había enterado de alguna manera de tu existencia, y estaba loca de celos. No entraré en detalles, pero aquélla fue una de las peores tardes de mi vida.

Sintiéndose avergonzada y triste por no haber sido más cariñosa y haberlo apoyado, Vanessa dijo:

Ness: Ojala me lo hubieras contado.

Zac: En aquellos momentos no podía. Aunque ahora, al recordarlo, yo también lamento no haberlo hecho.

Ness: Si hubiera sabido la verdad, no habría creído a Tess, no hubiera dado por hecho que me estabas utilizando y…

Recordando lo que había sucedido después, Vanessa no pudo seguir hablando.

Zac: ¿No habrías mandado aquel correo electrónico para cobrártela?

Ness: No lo hice para cobrármela.

Zac: ¿Por qué no viniste a hablar conmigo? -preguntó con la voz ronca por la rabia y la frustración-. ¿Por qué no me contaste lo que Tess te había dicho? ¿Por qué, cuando fui a ver qué demonios estaba ocurriendo, montaste aquella escenita con Alex?

Ness: Para salvaguardar mi orgullo -admitió-.

Zac: A pesar de haber recibido el correo, aquello fue un shock. No podía creer lo que veían mis ojos. Me hizo sentir furioso, desesperado, celoso… Incluso después de que Ashley me dijera que Alex y tú erais como hermanos, yo…

Ness: ¿Cuándo te dijo eso Ashley? -lo interrumpió-.

Zac: Cuando fui a verla a la clínica.

Ness: ¿Qué te hizo ir allí?

Vanessa se lo preguntó con voz pausada, aunque aquélla era la pregunta más importante para ella.

Zac: Cuando Helen mencionó que ibas a venir a casa, Tess hizo un comentario que la llevó a pensar que su hija era en cierto modo responsable de nuestra ruptura. Yo pensaba en Alex y me costaba trabajo creerlo. Pero estaba decidido a llegar al fondo de la cuestión, así que llamé por teléfono a Tess y la abordé con este asunto. Aunque no me contó ni la milésima parte de lo que te había dicho, admitió que fue a verte, reconoció que se hizo pasar por mi prometida. Dijo que estaba muy arrepentida y que lo hubiera confesado antes, de haber tenido el valor. Tras hablar con Tess, empecé a preguntarme sobre el resto. Así que fui a ver a Ashley. Di por hecho que, si alguien conocía la historia a fondo, era ella. Al principio se mostró muy hostil conmigo, pero cuando escuchó la verdad sobre Tess las cosas fueron bien. Tras ponerle mis cartas sobre la mesa, ella se abrió y me dio toda la información que necesitaba. Incluido el hecho de que te estaba buscando un trabajo. Cuando le conté que Helen necesitaba un fisioterapeuta a tiempo completo y que viviría conmigo en la mansión, accedió a ayudarme. -Exhaló un suspiro y admitió-: Aunque, cuando llegaste aquí, no lo hice muy bien. Pero decir eso es quedarse corto. Lo cierto es que me he portado como un cerdo contigo. No puedo culparte por que quieras irte, aunque deseo que te quedes.

Vanessa aspiró con fuerza el aire.

Ness: Hay algo más que quiero preguntarte.

Zac: Adelante.

Ness: Es sobre Tess. Miley dijo que le iba bien, que le habían dado el alta.

Zac: Así es.

Ness: Pero no puedo evitar preguntarme dónde está, qué fue de ella.

Zac: Unas semanas después de que le dieran el alta se casó con el hijo pequeño de George Rampling, Mark, y se fueron a vivir a Edimburgo. Hace un mes tuvieron un niño. No podía haber dos padres más felices, y Helen y George estaban tan felices que flotaban.

De pronto, fue como si se hiciera la luz para Vanessa.

Ness: Por eso se han ido a Escocia a pasar con ellos las navidades.

Zac: Eso es. -Mirándola a la cara, le preguntó-: ¿Saber esto ayuda a que te quedes? ¿Al menos esta noche?

Ness: Si me quedo…

Zac: Será bajo tus condiciones -se apresuró a decir-. Te prometo que no intentaré convencerte de nada bajo ningún concepto, y así tendrás la posibilidad de pensar. ¿Qué me dices?

Ness: De acuerdo. -Y vio una expresión de alivio que Zac no pudo disimular-. Quiero irme a la cama -dijo poniéndose de pie y controlando un bostezo-.

Zac: ¿Sola? -aventuró-.

Ness: Sola.

Él se levantó a su vez, le tomó la mano y se la llevó a los labios.

Zac: Entonces, buenas noches.

Ness: Buenas noches.

Vanessa recogió sus botas y se fue.

Zac había sugerido que, si se quedaba, tendría la posibilidad de pensar. Pero ella sentía como si el cerebro y el cuerpo se le hubieran cerrado de golpe. Estaba agotada y débil, demasiado cansada para pensar.

Se puso el camisón como una zombi y se quedó dormida en cuanto apoyó la cabeza en la almohada.

Cuando volvió a la mañana siguiente a la vida, el reloj marcaba casi las diez y media. Se dio cuenta de que era la víspera de navidad, el momento de tomar una decisión.

Pero antes de que pudiera empezar a pensar, sintió cómo llamaban a la puerta. Un segundo más tarde escuchó la voz de Zac.


Zac: ¿Lista para tomarte un café con tostadas?

Vanessa sintió que el corazón le daba un vuelco. No se le pasaba por alto lo cariñoso que estaba siendo, lo atento, como si ella le importara de verdad.


Ness: Por favor -dijo sentándose en la cama-.

Zac le sirvió una taza de café con una nube de leche antes de colocarle la bandeja sobre las rodillas.

En la bandeja, además de tostadas, mantequilla y mermelada, había un vaso de zumo de naranja recién exprimido y un maravilloso capullo de rosa roja con pétalos de seda que desprendía un aroma delicioso.

El hecho de que se hubiera tomado tantas molestias por ella le llegó al corazón.

Zac: Tenía pensado almorzar en el Denaught y volar de regreso esta tarde a Hethersage Hall. ¿Quieres venir a pasar las navidades allí? Como invitada. -Al ver que Vanessa no respondía de inmediato, le sugirió-: Piénsalo mientras desayunas.

Y dicho aquello, se dio la vuelta y se marchó cerrando despacio la puerta tras de sí.

Vanessa tuvo que contenerse para no gritarle que se quedara.

Zac había decidido que había cometido un error acosándola, y estaba siendo cauto, le estaba dando tiempo, espacio para respirar. Y ella debería valorarlo en lugar de hacer algo impulsivo.

Mientras untaba una tostada con mantequilla y le daba un sorbo a su taza de café, intentó seguir el consejo de Zac y pensar.

Aunque se arrepentía amargamente de no haber confiado en él y haber arruinado lo que pudieron haber tenido, el sentido común le decía que no tenía sentido alimentar falsas esperanzas. Las cosas no iban a cambiar. Lo único que podía hacer era dejar atrás el pasado y mirar hacia delante. Entonces, ¿por qué estaba dispuesta a quedarse y darle lo que él quería? Si lo amaba, ¿podría aguantar la idea de no ser correspondida?

Pero no tenía que pensar en eso en aquellos momentos. Si pasaba
la Navidad en la mansión, tendría tiempo para pensar, decidió.

Vanessa apartó la bandeja a un lado, salió de la cama, se duchó y se vistió en un tiempo récord. Luego, tras rodear el tallo de la rosa con unas toallitas de algodón húmedas, metió la flor en el bolso, recogió su abrigo y la caja con las joyas y se dirigió al salón.

Zac estaba frente al balcón, dándole la espalda mientras contemplaba el patio nevado. Todo su cuerpo parecía rígido, y Vanessa pudo ver la tensión que tenía en el cuello y en los hombros.

Cuando se giró despacio y la miró, ella se acercó y le entregó la caja con las joyas.

Zac: ¿Significa esto que has decidido no venir?

Ness: No… Lo cierto es que aún no he decidido nada.

Vanessa distinguió el brillo de esperanza en sus ojos.

Zac: Entonces, ¿sí o no?

Ness: ¿Dijiste que solo como invitada?

Zac: Sí -aseguró mirándola a los ojos-.

Ness: Entonces iré.

Él exhaló un suspiro perfectamente audible.

Zac: En ese caso, llamaré para que traigan el coche y le diré a Jack a qué hora estaremos allí aproximadamente.

Aunque brillaba el sol y el cielo estaba limpio, de un azul mediterráneo, era un día frío y la tierra estaba cubierta con un fino manto de nieve fresca. Zac comentó que era un buen día para volar. Fue lo único que dijo en todo el camino hacia el Denaught.

Tras hablar un poco sobre la carta y que Zac le hiciera algunas recomendaciones, comieron también en silencio.

Pero si en el pasado sus silencios eran agradables, hacían compañía, ahora había una tensión que se palpaba en el aire. Una tensión que Vanessa deseaba cortar de raíz.

Pero no se le ocurría nada que decir.

Se sintió aliviada cuando terminaron de comer y estuvieron instalados en el helicóptero. Esa vez estaba mucho menos nerviosa que la anterior, y hubiera disfrutado del vuelo si no le preocuparan las horas y los días que estaban por venir.

Al oeste, el sol se había convertido en una paleta de rosas y dorados y un atardecer azul comenzaba a despuntar cuando descendieron hacia el despejado helipuerto.

Jack, que llevaba unas botas de goma a la altura de las rodillas, salió del hangar con una moto de nieve de dos plazas.

Cuando la hélice se hubo detenido y Zac se quitó los auriculares, saltó del helicóptero para ayudar a Vanessa a bajarse.

Zac: Tengo que ocuparme de unos asuntos, así que Jack te llevará a la casa.

En cuanto Vanessa estuvo instalada en el asiento del copiloto, Jack le tendió un casco azul.

Jack: Si quiere ponerse esto, señorita… No está muy lejos, pero, como suele decirse, toda precaución es poca.

Ella le dio las gracias y se ató el casco por debajo de la barbilla. Cuando llegaron a la casa, les abrió la puerta una mujer joven de rostro redondo, ojos azul pálido y cabello rojizo.

Annie: Señorita Hudgens, soy Annie. He encendido el fuego de su apartamento y he dejado pan fresco y leche en la cocina. Si necesita algo más, solo tiene que pedírmelo. La cena es a las siete y media. Mientras tanto, si desea que le lleve una taza de té al salón…

Ness: Gracias, Annie. Pero creo que iré directamente al apartamento.

Mientras cruzaba el pasillo para subir, Vanessa tuvo la extraña sensación de estar regresando a casa, como si la mansión reconociera su presencia y le diera la bienvenida.

En la chimenea de su salita había un fuego crepitando, y cuando Vanessa puso la rosa en agua y se hizo una taza de té, en lugar de encender la luz se sentó frente a las llamas.

¿Había hecho lo correcto regresando a Hethersage Hall?, se preguntó. ¿O debería haber sido más fuerte y marcharse?

Pero no tenía sentido pensar en eso, como tampoco lo tenía intentar centrarse en el futuro. Se limitaría a vivir el presente.

El calor resultaba somnífero, y a pesar de haber dormido bien por la noche, los párpados de Vanessa se fueron cerrando poco a poco.

Cuando se despertó, el fuego se había convertido prácticamente en cenizas y fuera había oscurecido.

Se estaba preguntando cuánto habría dormido cuando el reloj de la mesa marcó las seis y media. Tenía el tiempo justo para prepararse para bajar a cenar.

Encendió la luz, se dirigió al dormitorio para ducharse y ponerse una túnica color azul noche. Luego se recogió el cabello y se maquilló.

A pesar de sus esfuerzos por mantener la calma, sentía mariposas revoloteándole en el estómago cuando se dirigió al estudio y abrió la puerta.

La coqueta habitación estaba iluminada por una sola lámpara, y por un instante tuvo la sensación de que no había nadie. Pero luego vio a Zac delante de la chimenea. El reflejo de las llamas convertía su rostro en una máscara cambiante de bronce y ébano.

Vanessa tenía la impresión de que llevaba allí bastante tiempo, observando el infinito.

Zac alzó la vista cuando la vio entrar, y durante un instante su rostro pareció tenso y cansado antes de que un ligero estremecimiento lo convirtiera en la expresión perfecta de un anfitrión educado. Se levantó para recibirla.

Mientras tomaban un aperitivo antes de cenar, Zac inició una conversación intrascendente, y aunque a Vanessa le doliera que después de lo que habían sido hubieran llegado a aquello, lo siguió lo mejor que pudo.

Aunque ambos hicieron lo posible por que no fuera así, la cena resultó también incómoda. Cuando regresaron al estudio para tomar una última copa delante de la chimenea, Vanessa estaba ya arrepentida de haber ido y se preguntaba cuándo podría escaparse y meterse en la cama.

Las cortinas estaban descorridas, y a través de los ventanales en forma de diamante se podía ver la nieve cayendo.

Ness: Hacía mucho que no teníamos unas navidades blancas -comentó para acabar con el silencio-.

Zac sirvió un poco de brandy en dos copas y alzó la vista.

Zac: Supongo que en el norte de Estados Unidos es más frecuente. ¿Qué te hizo dejar Boston para regresar a Inglaterra?

Ness: Cuando escuché la voz de Ashley, supe que tenía nostalgia.

Zac: Le pediste su opinión sobre si debías o no casarte con Luke.

No era una pregunta, sino una afirmación.

Vanessa suspiró.

Ness: Ashley es muy sabia. Me dijo que, si tenía que pedirle su opinión, era que no le quería lo suficiente. Y por supuesto, tenía razón.

Los ojos de Zac se encontraron con los suyos, y le dijo con voz pausada:

Zac: Hubo un tiempo en que yo alimenté la esperanza de que me querías.

Sintiendo como si le estuvieran apretando el pecho con una losa, Vanessa admitió:

Ness: Y así era.

Zac: Si te hubiera pedido en aquel entonces que te casaras conmigo, ¿lo hubieras hecho? -le preguntó tras exhalar un suspiro-.

Vanessa vaciló solo un segundo antes de contestar.

Ness: Sí. Si hubiera estado segura de que tú me querías.

Zac: Claro que te quería. En el momento que vi tu rostro fue como si me hubieran pegado un puñetazo en la mandíbula. Estaba completamente derrotado, e intenté convencerme de que lo que sentía era solo deseo. Pero ya entonces sabía que era amor. No te conocía, no sabía qué había dentro de tu cabeza, en qué pensabas, qué te hacía feliz, que te ponía triste. No sabía si tenías sentido del humor ni si te gustaban los niños. No sabía si tenías valor y empatía o si eras una mala persona. Lo único que supe fue que eras la mujer que estaba esperando. La mujer con la que quería casarme. Tenía pensado pedírtelo en París, llevarte a
la Rué de la Paix para que escogieras un anillo.

Vanessa sintió que el corazón se le encogía dentro del pecho.

Zac: Por eso me quedé tan destrozado cuando te vi con Alex. No quería creérmelo. Y no lo hubiera hecho de no haber sabido que durante toda nuestra relación habías estado ocultando algo. -Al ver que ella no hacía señal de negarlo, Zac continuó-. Cada inexplicable ausencia me hacía preguntarme si no estarías viendo a otro hombre. ¿Era así?

Ness: No.

Zac: Entonces, ¿a qué venía tanto secretismo? ¿Por qué no me decías adonde ibas? Todavía no lo sé -añadió con evidente frustración-.

Ness: Iba a la residencia de la tercera edad a ver a mi madre -le soltó-. Estuvo más de un año en coma. Resultó herida en la misma explosión de gas que mató a Andrew.

Zac alzó la vista y la miró con dureza.

Zac: ¿Por qué no me lo dijiste?

Ness: Porque me sentía culpable -admitió con voz temblorosa-.

Zac: ¿Culpable?

Ness: Culpable de que ella estuviera allí. Culpable de que Andrew hubiera muerto. Culpable de no haberlo querido de verdad.

Los ojos de Vanessa se llenaron de lágrimas.

Zac alzó la mano y tomó la suya.

Zac: Cuéntamelo -le dijo con voz suave-. Empieza por el principio y cuéntamelo todo.

Cuando consiguió mantener el control, Vanessa comenzó a hablar en voz muy queda.

Ness: Andrew era un hombre muy guapo y un tutor respetado. Cuando supe que estaba interesado en mí, me sentí halagada. Me gustaba su compañía y lo que entonces me pareció madurez. Entonces, creyéndome enamorada, acepté casarme con él. En cuanto me saqué el título nos casamos en el juzgado. Él compartía piso con un amigo, así que se fue a vivir con mi madre y conmigo mientras yo buscaba un lugar para nosotros solos. Mi madre y él se llevaban bien, y allí seguíamos cuando ocurrió el accidente.

Zac: ¿Tú no estabas?

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: No. Había salido de compras.

Zac: Sigue.

Ness: Llevábamos casados muy poco tiempo cuando me di cuenta de que había cometido un terrible error. Comencé a sentirme atrapada, y eso me hacía estar a la que saltaba. Comenzamos a pelear por tonterías sin importancia.

La voz le tembló un poco, y Zac le apretó la mano.

Vanessa se tomó un instante y luego continuó.

Ness: Andrew solía venir con mi madre y conmigo cuando íbamos los sábados a hacer la compra.

Zac alzó una ceja.

Zac: La mayoría de los hombres odian hacer la compra.

Ness: Él había estado mucho tiempo soltero y se había vuelto quisquilloso con la comida… Luego comíamos los tres juntos en Bennets.

Zac: Continúa.

Ness: La explosión tuvo lugar justo antes de la hora de comer, un sábado. Si hubiéramos hecho lo de siempre, los tres estaríamos fuera. Pero aquella mañana, a la hora del desayuno, cuando Andrew protestó por la mermelada, yo le di una mala contestación y terminamos peleándonos otra vez. Yo necesitaba un poco de espacio para respirar, y mamá debió darse cuenta, porque sugirió que fuera sola a hacer la compra mientras Andrew la ayudaba a terminar de redecorar el salón, que acabábamos de reformar. Habían puesto una chimenea nueva y descubrieron más tarde que se había roto un tubo por el que iba el gas y que daba a la chimenea, lo que debió provocar una concentración de gas detrás de los azulejos. Andrew estaba colocando las estanterías cerca de la chimenea. Y para ello utilizó un taladro eléctrico… Cuando regresé, encontré la casa destrozada. A mamá y a Andrew se los habían llevado al hospital. Cuando llegué, Andrew ya había muerto.

Zac observó la expresión desesperada de su rostro.

Zac: Así que durante todo este tiempo te has estado culpando.

Ness: Fue culpa mía.

Zac: No seas tonta -le reprendió con cariño-. Fue un accidente que tenía que ocurrir. Aunque los tres hubierais ido a hacer la compra y a comer juntos como siempre, habría ocurrido de todas formas tarde o temprano.

Aquella explicación racional pareció ayudarla a despejarse la cabeza y a ver la situación bajo otro prisma. Nunca se le había ocurrido pensar en que aquel accidente era inevitable.

Zac siguió hablando.

Zac: Y mucha gente se da cuenta cuando ya es demasiado tarde que ha cometido un error y se ha casado con la persona equivocada. No es algo por lo que debas culparte.

Vanessa sentía cómo se iba liberando de la presión de la culpa.

Zac: ¿Y qué pasó con tu madre? -preguntó entonces-.

Ness: Murió unos días después de que tú y yo rompiéramos.

Zac: Dios mío… -murmuró-.

Ness: Si ella siguiera viva, nunca me habría marchado a Estados Unidos. Pero cuando murió, sentí que aquí no tenía nada. Quería irme, dejar tras de mí toda la pena y el dolor. Pero enseguida descubrí que eso es imposible.

Zac: Lo es. -Se hizo un largo silencio antes de que Zac continuara hablando-. Cuando te fuiste, me dije a mí mismo que me alegraba. Cuanto más lejos, mejor. Pero me di cuenta de que no podía olvidarte. Necesitaba saber qué hacías, dónde estabas. Cuando me enteré de que regresabas a casa sentí emociones encontradas. Después, cuando hablé con Ashley y me enteré de que todo había sido una farsa para responder a las mentiras de Tess, que habían sido Ashley y Alex los que sugirieron la idea del «otro hombre», al principio lo único que pude sentir fue un inmenso alivio.

Ness: Hay algo que no entiendo -intervino-. Si ya sabías la verdad respecto a Alex y yo, ¿por qué fuiste tan horrible conmigo? ¿Por qué hablabas de compensación y venganza?

Zac: Tras la primera oleada de alivio vino la rabia. Estaba furioso contigo por no haberme contado lo de Tess, furioso por que hubieras creído sus mentiras, por que no confiaras en mí. Me volví loco, culpé a tu falta de confianza de todo el dolor y la angustia, de haber perdido más de un año de nuestras vidas.

«Si solo fuera eso lo que se había perdido»
, pensó Vanessa.

Zac: Ahora lo único que quiero hacer es pedirte perdón por el modo en que te traté.


Si hubiera confiado en Zac, en lugar de convertirse en una obsesión para él, algo de lo que deseaba liberarse, tal vez hubiera conseguido conservar su amor.

Los ojos de Vanessa brillaron como joyas cuando se le llenaron de lágrimas que le resbalaron por las mejillas.

Zac se levantó como si fuera a consolarla, pero luego, como si se lo hubiera pensado mejor, volvió a sentarse y le tendió un pañuelo inmaculado.

Ness: Gracias -murmuró-.

Acababa de limpiarse la cara y sonado la nariz cuando escuchó los acordes de un villancico.

Se asomó a la ventana y vio un grupo de aproximadamente doce personas. Iban enfundados en guantes, bufandas y gorros de lana, y llevaban velas.

Girándose hacia Zac con los ojos brillantes, se dio cuenta de que él parecía cualquier cosa menos sorprendido.

Ness: ¿Los estabas esperando?

Zac: Sí.

Ness: ¿Quiénes son?

Zac: Personal de la finca. La mayoría de ellos trabajaban para el dueño anterior y al parecer tienen por costumbre reunirse la víspera de Navidad y cantar villancicos. Luego entran al vestíbulo a cenar y tomarse un par de vasos de vino que espero que Annie les tenga ya preparado.

Zac tomó a Vanessa de la mano y la guió hacia la ventana. Se quedaron allí con las manos enlazadas, escuchando cómo el grupo cantaba una sucesión de villancicos conocidos. Al terminar, el conjunto se dispersó.

Zac: Vamos -dijo guiándola hacia el vestíbulo, donde había un fuego ardiendo en la chimenea-.

Llegaron justo cuando se escuchó cómo llamaban a la puerta. Abrieron y recibieron a los cantores.

Entraron todos en tropel, sacudiéndose la nieve de las botas. Annie llevó un carrito con un recipiente lleno de ponche humeante y tazas. Había también platos con tartas calientes dulces y saladas.

Zac: Gracias, Annie.

Zac agarró un cucharón y comenzó a llenar él mismo las tazas y a pasárselas a la gente en medio de las risas y la charla animada.

En lugar de quedarse allí quieta, Vanessa se hizo con un plato y comenzó a pasar comida.

Su mirada se encontró con la de Zac, que la sonrió.

Ella le devolvió la sonrisa y en aquel momento se le pasó por la cabeza la idea de que ambos hubieran podido ser el señor y la señora de la mansión, que seguirían la tradición navideña mientras sus hijos dormían en el piso de arriba soñando con el trineo de Santa Claus.

Aquella idea le provocó un nudo en la garganta.

Cuando todos hubieron terminado de comer y beber eran casi las doce menos cuarto.

**: Bueno, yo creo que me voy a ir yendo -dijo un hombre-. Tengo que disfrazarme de Papá Noel para los más pequeños.

*: ¿Y para qué te disfrazas? -preguntó otro-. Seguro que ya están profundamente dormidos.

**: No puedo arriesgarme -replicó el primero-. El año pasado se pasaron la mayor parte de la noche despiertos.

*: Bueno, yo no tengo de qué preocuparme. Mis gemelos tienen solo ocho meses y son unos dormilones.

Tras dar repetidamente las gracias y desear una feliz Navidad, se dirigieron a la puerta y de pronto Zac y Vanessa se quedaron a solas.

Zac: ¿Regresamos al salón?

Ella estaba todavía intentando tragar el nudo que se le había formado en la garganta. Además, estaba cansada a pesar de haber dormido una buena siesta. Negó con la cabeza.

Ness: Se está haciendo tarde. Creo que me iré a la cama.

Zac movió la cabeza en señal de asentimiento.

Zac: Te acompaño arriba.

Subieron las escaleras en silencio.

Cuando llegaron a la puerta de su apartamento, Vanessa se detuvo con la esperanza de que él la estrechara entre sus brazos, que la besara, que le pidiera que se quedara… Que hiciera algo.

Zac: Buenas noches.

Zac se llevó su mano a los labios y después se dio la vuelta.

Hundida, Vanessa lo dejó marchar y entró para prepararse para dormir.

Una ojeada al reloj le indicó que ya era casi Navidad, pero ya no se sentía cansada. Ni siquiera cuando se metió en la cama, cómoda y calentita, consiguió conciliar el sueño.

En lo único en que podía pensar era en que si Zac hubiera hecho lo que ella esperaba, en aquel momento estarían juntos.

Pero tras haberse disculpado por el modo en que la había tratado, parecía decidido a mantenerse alejado hasta que ella hiciera el siguiente movimiento.

Vanessa quería quedarse. Ahora lo sabía. Lo admitía. Aunque era prácticamente imposible que aquello tuviera un final feliz, quería estar con él el mayor tiempo posible.

Pero ¿cómo iba a quedarse sabiendo que Zac la había querido y ella había destruido aquel amor? Su orgullo no le permitiría quedarse con un hombre que lo único que quería era utilizarla.

Así que, al finalizar las navidades, ¿saldrían de allí de la mano su orgullo y ella?

¿Se lo debía a sí misma?

Pero había sido su propia estupidez la que había provocado tanto dolor y tanta angustia en ambos.

Zac no había tenido la culpa de nada.

¿Acaso no le debía algo?

No tenía modo de cambiar el pasado y tal vez no consiguiera arreglarlo todo, pero podía reparar algo.

Salió de la cama, se quitó el camisón y lo sustituyó por una bata antes de salir en silencio del apartamento y seguir el oscuro pasillo que daba a la puerta de Zac.

Sin llamar, se deslizó en su habitación en silencio, sintiendo bajo los pies desnudos primero la suavidad de los tablones de madera y después el roce de una alfombra.

Gracias a la luz fría que se filtraba a través de las cortinas abiertas, distinguió la madera pulida de la cama con dosel y su cabeza rubia apoyada contra la almohada.

Vanessa se quitó el cinturón de la bata, la dejó caer a los pies y, levantando el edredón, se deslizó a su lado.

Zac dormía desnudo. Su respiración sonaba suave y acompasada. Tenía los ojos cerrados, y Vanessa acertó a ver sus pestañas oscuras apoyadas contra las mejillas.

Apoyando su peso en un codo, se inclinó a besarle los labios y distinguió el brillo en sus ojos un instante antes de que la rodeara con sus brazos.

Con voz ronca, le preguntó:

Zac: ¿Es éste mi regalo de Navidad?

Ness: ¿Te gusta?

Zac: Es el mejor que he tenido nunca. Espero que lo que te voy a dar yo a ti esté a la altura.

Ness: ¿Qué me vas a regalar?

Zac estiró el brazo, encendió la lamparilla de la mesa y le pasó un paquete envuelto en papel de regalo.

Zac: Échale un vistazo.

Dentro había una pulsera que había estado admirando en Marshall Brand, acompañada de una alianza de oro que iba a juego con el anillo de compromiso que le había comprado.

Zac: Cásate conmigo -le dijo sencillamente-.

Ness: Pero… Pero tú habías dicho que yo era solo una obsesión… Algo de lo que necesitabas librarte.

Zac: Cuando le dije a Ashley que nunca había dejado de quererte y que quería que regresaras, me dijo que estaba segura de que tú todavía me querías. Cuando creí que se había equivocado fue cuando entré en pánico y empecé a decir todas aquellas tonterías. ¿Me sigues queriendo?

Ness: Sí.

Ya habría tiempo de sobra en los años venideros para demostrarle cuánto.

Zac: Entonces responde a mi pregunta.

Ness: Bueno, tal vez necesite que me persuadan.

Aquellas palabras terminaron en un crujido. Zac se colocó encima de ella.

Zac: ¿Cuánta persuasión necesitas?

Ness: Mucha -respondió coqueta-. Así que espero que estés por la labor.

Zac: Cuenta con ello. Empezaremos con un beso, si te parece, e iremos subiendo desde allí.

Ness: Es un buen comienzo -murmuró cuando la besó apasionadamente-. ¿Y luego qué viene?

Zac: Esto.

Y Zac procedió a hacerle una demostración.

Atrapada en aquella magia que él sabía desplegar, Vanessa se vio envuelta enseguida en terciopelo negro y al mismo tiempo llena de calor y luz. Brillaba. Ardía. Estaba incandescente.

Su acto de amor terminó en una tormenta de sensaciones tan intensas que Vanessa no podía respirar, no podía pensar, no podía ver.

Cuando la excitación sexual fue remplazada por el calor de la ternura y yacía en silencio en sus brazos, Zac le preguntó:

Zac: ¿Qué tal ha estado?

Ness: Ha sido maravilloso -murmuró-. Has aumentado tus posibilidades de que te diga que sí.

Zac: Me alegro de estar progresando. Por supuesto, hacer un buen trabajo de persuasión me llevará bastante tiempo. Pero no creo que nadie pueda culparnos por pasar el día de Navidad en la cama, ¿verdad?

Ness: Por supuesto que no -aseguró feliz-.


FIN




¡Se acabó!
¿Os ha gustado? ¡Espero que sí!
Demostrádmelo comentando mucho.

Bueno, y la moraleja de esta historia es: ¡que digáis siempre la verdad coño! XD XD
Mira todo el lío que se hubieran ahorrado si se hubieran dicho la verdad desde el principio en vez de pensar lo que no es y montarse cada uno sus paranoias. XD XD XD
Pero bueno, esto es una novela y al final a salido todo bien. Pero con vuestra pareja, siempre por la verdad por delante y el orgullo solo se saca a veces. XD XD
Y si os viene una loca contándoos historias raras y os enseña un anillo, no le hagáis caso. XD XD
O preguntad a vuestra pareja. Aunque cuando ponen los cuernos siempre lo niegan. XD XD XD

Bueno, en unos días pondré la sinopsis de la próxima nove. Seguro que os gusta mucho.
¡Gracias a las que comentáis siempre!
¡Bye!
¡Kisses!


2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwwww
que bellos..
ya el fin??
me ha encantado mucho la nove..
y el final estuvo hermoso..
casi que no están juntos... tienes razón en lo que dijiste de la moraleja..
espero que les sirva de lección haha
esperare con ansias la otra nove..
XoXoXoXo

Lily dijo...

me encanto!! yo nunca puedo firmar por motivos que ahora no voy a explicaar pero solo te digo que me encantan todas tus novelas adaptadas y que me muero por veer como sera la proxima!! Besitos
Lily

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