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martes, 24 de abril de 2012

Capítulo 2


Vanessa llevaba un ceñido vestido veraniego azul claro y el pelo negro lo tenía recogido en un brillante moño en la nuca. El serio peinado no favorecería a ninguna mujer que no fuera Vanessa, pero ella no era una mujer cualquiera. Le resaltaba la belleza clásica de sus rasgos, la línea cincelada de los pómulos y mandíbula, los labios carnosos y perfectamente dibujados y sus enormes ojos marrones.

Estaba fascinado con aquellos ojos. No eran de un vulgar marrón chocolate, sino de un tono más claro y delicado que se iluminaba con el genio y la burla, así como con el cariño cuando estaba relajada y feliz. A pesar de que se habían conocido en pleno verano, tenía una piel blanca como la leche que se tornaba ligeramente rosa en los pómulos. Supo, sin tener que acariciarla, que era sedosa, que era tan suave detrás de las rodillas como en la deliciosa curva donde el cuello se encontraba con los hombros.

Sin embargo, eso era imposible. No podía saberlo. Aunque tuviera una seguridad íntima que iba más allá de un anhelo imaginario. Su cuerpo también lo sabía, se dijo a regañadientes mientras agitaba las piernas debajo de la mesa.

Penny: Me llamaban mami. Se me quedó cuando Mike empezó a balbucear. El me llamó así toda su vida y Michael también lo hace ahora.

Zac asintió con la cabeza distraídamente sin poder apartar la mirada de Vanessa.

Zac: Ya lo sé.

Ness: ¿Lo sabes? -su tono de voz era tan penetrante como la mirada que le dirigió-. ¿Cómo lo sabías? Ni siquiera conoces a Michael.

Él se encogió de hombros impresionado por la rapidez de ella y por su metedura de pata. Tendría que tener más cuidado si no quería que ella sospechara algo. Se sintió muy orgulloso; ella siempre había sido muy lista...

Ness: Señor Efron... -su tono era interrogativo, pero igual de penetrante que antes-.

Zac: Perdón. Estaba distraído.

Ness: ¿Por qué sabías que a Penny la llamamos mami?

No era una pregunta muy sutil.

Penny: Cariño, a lo mejor se lo oyó a alguien en el baile -intervino-. La verdad es que solo hablo de Michael. Seguramente, Zac me oyó contarle una anécdota a alguien sin darse cuenta siquiera de que lo había oído.

Penny sonrió y miró impacientemente a los dos.

Zac: Tú misma lo dijiste hace un rato -le dijo a Vanessa-. Supongo que he dado por supuesto que era como tu hijo llama a Penny.

Ness: Ya -susurró-.

No estaba nada convencida, pero Zac se dio cuenta de que no quería incomodar a su suegra.

Penny: ¿Qué tal te ha ido la comida? -le preguntó desenfadadamente-.

La cara de Vanessa se iluminó como si se hubiera olvidado de algo durante un instante.

Ness: ¡Maravillosa! Tengo algunas noticias apasionantes.

Se desabrochó la chaqueta azul y se la quitó desafiando al descubierto una camisa sin magas de seda color marfil. La seda dejaba entrever una especie de camisola de encaje que le retenía los pechos. Zac deseó que no se hubiera quitado la chaqueta. Ella la colgó del respaldo de la silla y se sentó antes de que Zac pudiera levantarse para ayudarla.

Ness: El consejo de administración del museo me ha ofrecido un puesto como directora ejecutiva.

Penny sonrió vagamente.

Penny: Está muy bien, cariño -se volvió hacia Zac-. Vanessa trabaja de voluntaria con varias organizaciones.

Zac comprendió que la mujer no había entendido lo que había dicho Vanessa.

Ness: Pero esto no es un trabajo de voluntaria -le aclaró-. Seré directora ejecutiva y tendré un sueldo. Además, seguiré ocupándome de la recaudación de fondos.

Parecía emocionada.

Zac: Enhorabuena -le felicitó-. ¿Cuáles serán tus funciones?

Ness: Supervisaré el personal, gestionaré el presupuesto y llevaré la publicidad, pero, en gran medida, me concentraré en recaudar fondos.

Zac: ¿Cómo se financia el museo?

Ness: Con fondos federales, estatales y locales.

Zac tuvo la sensación de que a ella no le gustaba su participación en la conversación, aunque no hizo ni dijo nada que fuera descortés.

Ness: Campañas especiales -continuó-, fiestas, donaciones, aportaciones de fundaciones... el museo, como cualquier institución sin ánimo de lucro, recibe dinero de muchos sitios.

Zac: En Filadelfia fui miembro de un par de consejos de administración. Tengo algo de experiencia en reunir fondos de explotación.

Se recordó que tenía que hacer una donación anónima al museo.

Penny: Vanessa... -su voz denotaba preocupación-. ¿Quieres decir que vas a trabajar?

Ness: Sí -su tono era firme-. Solo es media jornada. Puedo hacer algo del trabajo de casa mientras Michael duerme la siesta, así que no creo que haya ningún problema. Amy y tú no vais a tener que ayudar más con Michael de lo que ya lo hacéis.

Penny: No es por eso, pero... yo nunca he trabajado.

Zac comprendió que Penny no estaba siendo esnob ni displicente; no entendía, sinceramente, por qué Vanessa quería trabajar.

Ness: Penny, va a ser como un trabajo voluntario, pero más entregado -le explicó con paciencia-. Te prometo que no voy a quitar tiempo de las otras cosas que hago ni de ti ni de Michael.

Aquello pareció tranquilizar a su suegra.

Penny: Sabes, como Zac es nuevo aquí, deberías ir a comer con él alguna vez y explicarle las organizaciones que tenemos y a lo mejor le gustaría afiliarse a alguna.

Ness: Es una idea muy buena, Penny -no parecía muy sincera-.

Zac: Mañana estoy libre.

Zac no sabía por qué había dicho eso. Quizá fuera porque quería que aquellos ojos marrones volvieran a fijarse en él en vez de pasarlo por alto como llevaban haciendo un buen rato.

Ness: Lo siento, mañana tengo cosas que hacer -replicó-. Quizá otro día.

Penny: ¿Tienes cosas que hacer? -su tono era de decepción-. Cariño, no lo sabía, creía que el martes era el día que pasabas en casa. Le he prometido a Bonnie que la invitaría con su grupo de bridge

Ness: Eso es lo que quería decir -la tranquilizó-. El martes paso todo el día con Michael.

A Zac le hizo gracia ver el tono rosado que adoptaban las mejillas de Vanessa al decir la mentira.

Zac: Otra vez será.

Sus miradas volvieron a encontrarse y él sonrió amablemente.

Ness: Sí. Claro -se levantó y agarró su chaqueta-. Tengo que ir a ver cómo está Michael. Encantada de volver a verlo, señor Efron.

Zac: Zac -le corrigió mientras se levantaba-. Llámame Zac, ¿de acuerdo?

Ness: Zac -estaba a medio camino cuando se dio la vuelta y lo miró-. Adiós.

Penny: Vaya, vaya... -susurró-. Esta tarde está un poco... nerviosa. No sé si lo del trabajo es una buena idea.

Él podría haberle dicho exactamente por qué estaba nerviosa, pero no era cuestión de alterarla. Vanessa Hudgens no se encontraba nada cómoda con él, pero estaba demasiado bien educada como para demostrarlo. Saltaban chispas cuando los maravillosos ojos de ella se clavaban en él y aunque no estaba seguro de lo que estaba pasando exactamente, sí empezaba a tener muy clara una cosa: Vanessa lo atraía en todos los sentidos. Y no era solo porque había recibido el corazón de su marido. Era su pulso el que se aceleraba cuando ella entraba en la habitación; era su boca la que se secaba como la piedra pómez; era su estómago el que se encogía por el deseo.

Se reconoció que eso podía ser un problema y se recordó cómo había reaccionado ella cuando su suegra habló de conocer al receptor. El jamás podría decirle que tenía el corazón de su marido.


A la noche siguiente, mientras entraba en su dormitorio, Vanessa pensó que gracias a Dios Zac se había empeñado en ocuparse de la electricidad y el agua de su casa. No sabía cómo explicarle a Penny que no tenían dinero para actos de generosidad.

Se levantó diestramente el pelo y se lo sujetó con unas horquillas. Acababa de dar de cenar a Michael y no podía perder ni un minuto. Fue hacia al armario mientras se preguntaba qué tramaba su suegra como si no estuviera terminantemente claro. Penny había llegado de la partida de bridge y se había dirigido directamente a la casa de invitados. Cuando volvió, comentó despreocupadamente a Vanessa que Zac cenaría con ellas.

¡Cenar! Resopló con desesperación. No podía culpar a Penny, su suegra no asimilaba las dificultades económicas que a ella le abrumaban todos los días. Para ella, lo natural era ser hospitalaria con su invitado. Penny quería que Amy fuera a comprar un trozo de carne que era demasiado caro, pero Vanessa le había dicho que hiciera pollo Kiev, un plato cuyos ingredientes ya tenían. Además, aquella era la noche que Michael solía cenar con ellas. Como había un invitado, Vanessa le había dado de cenar antes y había pedido a Amy que lo bañara ese día en vez del viernes, cuando ella solía tener compromisos y cenaba fuera.

Una cena. En vez de estar con Michael tendría que poner la mesa en el comedor, cortar flores y sacar brillo a la plata que apenas usaban. Penny, naturalmente, no pensaba en esas cosas. Su suegra había nacido en la riqueza y el servicio doméstico se ocupaba de los molestos detalles como el trabajo. No era una persona desconsiderada o insensible. Sencillamente se había criado así: elegante, distinguida, consentida. A veces, sobre todo últimamente, Vanessa daba gracias a Dios por su educación nada refinada. Si no hubiera tenido experiencia en arañar cada céntimo, no sabía qué habría sido de Penny, de Michael y de ella misma.

Estaba segura de que Penny no habría sabido qué hacer cuando se hubiera enterado de que Mike había invertido casi todo el dinero en un negocio que los había dejado prácticamente arruinados. El único consuelo era que la casa estaba libre de cargas y que si podía hacer frente a los gastos para vivir y los impuestos, también podrían conservarla. Aunque tendría que decirle a Penny que existía la posibilidad de que la perdieran.

Suspiró. Una cena con Zac Efron. Bastante era que Penny intentará organizarle planes cuando estaban en público, pero esa vez iba a llevarle un hombre a su casa.

Mike había muerto hacía dos años. Durante el primer año y medio ni siquiera se le pasó por la cabeza mirar a otro hombre. Solo había sufrido y se había ocupado de su hijo. Cuando se dio cuenta de su situación económica, se dedicó por completo a intentar mantener el barco a flote sin preocupar innecesariamente a Penny, quien no tenía cabeza para los números y parecía incapaz de asimilar la necesidad de apretarse el cinturón.

Sin embargo, hacía unos meses, Penny había empezado a preocuparse porque Michael creciera en una casa llena de mujeres. Había organizado una conspiración con sus compañeras de bridge, sus parejas de golf y sus amigas de almuerzos para presentarle nietos, sobrinos, ahijados, vecinos, abogados, contables y cualquier hombre que se les ocurriera.

Ella había conseguido esquivar a casi todos, aunque se citó con tres desconocidos y una de aquellas citas fue tan espantosa que nunca la olvidaría.

Sacó un vestido negro y se lo puso, se calzó unas sandalias, se paró un instante y tomó aire. Intentó serenarse y se dijo que no solucionaría nada enfadándose.

Además, sabía que Penny no quería incomodarla. La buena mujer la había recibido en la familia con tanto cariño que a veces le parecía como su propia madre. Al pensar en su madre, que murió cuando ella nació, sus pensamientos se dirigieron inevitablemente hacia su padre. Volvió a tomar aire y los ojos se le empañaron de lágrimas.

Había sido bibliotecario de la universidad y vivía en su mundo, pero quería mucho a Vanessa, como ella lo quería a él. Su muerte, cuando ella estaba en el último curso de la universidad, fue devastadora. Lo único que hizo que lo superara fue Mike, a quien había conocido unos meses antes. Le pareció natural acudir a él cuando se enteró de las deudas de juego de su padre y le pareció más natural todavía aceptar su petición de matrimonio unos meses más tarde. Todavía lo echaba de menos. No llevaban ni un año casados cuando murió.

Volvió a suspirar y se miró en el espejo de cuerpo entero para asegurarse de que no tenía rastros de lágrimas. No quería que Zac percibiera ningún signo de debilidad.

El timbre de la puerta sonó con un tono imperativo mientras ella bajaba las escaleras. Amy cruzó el vestíbulo y Vanessa pudo oír el saludo. La voz era inconfundible y notó un escalofrío en la espina dorsal. ¿Qué tenía Zac que la alteraba tanto? Había sido educado y amable en el baile. No podía encontrar un fallo aunque lo intentara. No se la había comido con los ojos descaradamente como el idiota con el que había salido. Era encantador con Penny y la escuchaba como si le interesara lo que decía. Debería ser el hombre perfecto.

Sin embargo... había algo que la molestaba. Algo tan profundamente instintivo que no podía pasarlo por alto. Estaba segura de que no era que fuese increíblemente sexy y atractivo, aunque era algo que no se le escapaba.

En ese momento, el objeto de sus preocupaciones entró en el vestíbulo. Amy cerró la puerta.

Amy: Le diré a la señorita Hudgens que ha venido. Pase a la sala -le dijo el ama de llaves antes de volver corriendo por donde había ido-.

Vanessa sabía que Michael estaría gateando por el suelo impecable de la cocina en busca de algún cajón que no estuviera completamente cerrado.

Zac empezó a cruzar el vestíbulo, pero se paró al verla a mitad de las escaleras.

Zac: Buenas tardes. Estás más guapa que nunca.

Ness: Gracias.

Ella inclinó la cabeza e intentó no hacer caso del rubor de placer por las palabras.

Él también estaba impresionante, pero no iba a decírselo. Llevaba una camisa de seda negra de manga corta y unos pantalones también negros. La combinación era elegante y desenfadada e increíblemente atractiva. El pelo rubio le brillaba con destellos castaños y la sonrisa era como un corte blanco en la cara.

Esperó al pie de las escaleras mientras bajaba y ella era consciente de que no le quitaba los ojos de encima, aunque no lo miró y prestó una atención innecesaria a dónde ponía los pies en los escalones.

Zac: Te he traído una cosa.

Hasta ese momento, ella no se había dado cuenta de que tenía una mano en la espalda.

Ness: No puedo aceptar un regalo.

Él sonrió.

Zac: ¿Una mujer a la que no le gustan las sorpresas? Increíble -sacó la mano con dos pequeños paquetes-. Solo es una muestra de mi agradecimiento -le dijo mientras le daba uno-. Uno para ti y otro para Penny en agradecimiento por vuestra generosidad.

Vanessa no sabía qué decir. No solo había dado un carácter personal a la situación, sino que había hecho que se sintiera increíblemente culpable por su avaricia. El remordimiento hizo que sonriera radiantemente.

Ness: Está bien, en ese caso, acepto encantada.

Fue a coger el paquete, pero él no lo soltó inmediatamente y sus dedos se rozaron mientras ella levantó los ojos para mirarlo.

Él le miraba la boca.

El tiempo quedó suspendido como las motas de polvo en las franjas de luz que atravesaban la habitación.

Tenía el rostro tenso y ella se quedó inmóvil mientras él levantaba los ojos hasta que las miradas se encontraron. Tenía la mirada intensa y voraz y ella tuvo que tomar aire por la impresión.

Penny: Hola, Zac -su voz alegre y cantarina llegó desde las escaleras-.

Zac cambió la expresión y un distanciamiento amable sustituyó al anhelo. Ella parpadeó cuando él le soltó la mano, dio un paso atrás y la dejó caer con el paquete entre los dedos.

Vanessa se dio la vuelta para saludar a Penny, tomó aire e intentó serenarse. Aquella mirada podía haberla derretido.

Zac: Penny -cogió las manos que le ofrecía la mujer y le dio un beso en la mejilla-.

Luego, le entregó el regalo.

Penny: ¿Un regalo? No era necesario -hizo un gesto con la mano como si se avergonzara, pero Vanessa vio que levantaba la cajita y la agitaba junto a la oreja-. ¿Qué será? ¿Tú también tienes una? Es delicioso. Bueno, pasa a tomar algo mientras los abrimos por turnos.

Penny entró en la sala. Después de otro momento en suspenso, Vanessa la siguió y se sintió como una hoja en el camino de una apisonadora.

Penny mandó inmediatamente a Zac al bar donde le sirvió un poco de jerez, Vanessa no quiso tomar alcohol.

Ness: Un poco de agua con gas y lima, por favor.

Se le hacía raro volver a tener un hombre en casa. Había vivido sola con Penny el doble de tiempo que con Mike y a veces ni se acordaba de lo que era aquello. Le pareció un pensamiento sacrílego o traicionero, pero aquella situación no tenía ni pies ni cabeza. Quería gritar, pero se sentó en la butaca tapizada de seda a rayas que estaba junto al piano, se alisó recatadamente la falda y cruzó los tobillos sin pensar lo que estaba haciendo.

Mantuvo la vista clavada en el suelo mientras Zac cruzaba la alfombra persa con su bebida y una igual para él. Su mano enorme empequeñecía los vasos y ella no pudo evitar volver a rozarle los dedos mientras cogía su bebida. El acto, completamente inocente, le pareció demasiado íntimo para lo susceptible que estaba hacia cualquier gesto de él.

Penny: Vamos, Vanessa -se había sentado en un sofá color Burdeos y agitaba el paquete en el aire-. ¡Tenemos que abrirlos!

Empezó a soltar el lazo, pero se paró para esperar a Vanessa. Ella habría dado cualquier cosa por no abrirlo, pero sabía que su suegra no lo entendería. Soltó el lazo de mala gana y separó una punta del papel sin romperlo.

Penny: Vanessa es de las personas que da mala fama a abrir paquetes -le dijo a Zac-. Puede tardar media hora con un solo paquete.

Zac sonrió.

Zac: Mi madre era igual y también guardaba el papel para volver a usarlo. Es más, lo planchaba para quitarle las arrugas.

Penny: ¡Dios mío! Qué aplicada. -Sacó una cajita dorada y esperó a Vanessa. Luego levantaron las tapas a la vez-. ¡Ohhh! -exclamó-. Es absolutamente precioso y delicadísimo -mostró un broche con forma de azucena y con un esmalte que daba vida a la flor-. Adoro las azucenas... Gracias, Zac.

Zac inclinó la cabeza.

Zac: Es un placer, te lo aseguro. Agradecí mucho tu ofrecimiento de un sitio para vivir, pero ahora que lo he visto lo agradezco mucho más.

Penny: ¿Qué es tu regalo? -estiró el cuello-.

Ness: Un lirio. Mi flor favorita -miró a Zac que estaba al otro lado de la mesa baja-. También es mi tono de color favorito. Muchas gracias.

Zac: De nada -sus ojos eran cálidos y profundos-. Cuando lo vi, pensé en ti inmediatamente.

¿Por qué tenía ella la sensación de que quería decir exactamente eso? Agitada, miró el reloj.

Ness Dios mío, Amy va a matarnos. Será mejor que nos sentemos a la mesa.

Zac: ¿Dónde está tu hijo? -tenía el ceño fruncido-. Daba por supuesto que cenaría con nosotros

Ness: Ha cenado antes -de dijo mientras él apartaba la silla de Penny en la cabecera de la mesa-. Suele cenar hacia las cinco.

Zac: Tenía que habérmelo imaginado -reconoció-.

Estaba detrás de ella y separó su silla para que se sentara. Al volver a colocar la silla, inclinó la cabeza y ella notó su aliento en la nuca. Sintió un estremecimiento en toda la espalda.

Zac: La recepcionista que tengo en Filadelfia tiene dos hijos de tres y cinco años. Se ponen como furias si se retrasa la cena -sonrió mientras se sentaba-.

En la mesa había ensaladas y consomé frío y Vanessa comió deprisa y dejó que Penny se ocupara de la charla durante los dos primeros platos. Cuando todos hubieron terminado, pidió disculpas y llevó los platos a la cocina. Con movimientos diestros, cortó las pechugas del pollo que había hecho esa tarde, las puso en los platos, las acompañó de espárragos y las cubrió de salsa holandesa...

Zac: ¿Puedo ayudar?

Vanessa dio un respingo y solo los reflejos de Zac evitaron que la maravillosa porcelana de Penny acabara en el suelo.

Ness: Dios mío, no esperaba que aparecieras tan sigilosamente.

Zac: Perdona -arqueó las cejas-. No quería asustarte. He pensado que podía ayudarte.

Ness: No, gracias. Todo está controlado.

Zac: Ya lo veo -tenía los ojos muy oscuros y una arruga separaba las cejas-. Vanessa... siento haberte causado tantos problemas. Cuando me invitó Penny, supuse que tendríais gente para cocinar y servir la mesa. Yo no habría...

Ness: No importa -dijo apresuradamente-. No creo que haga falta mucha gente si solo estamos Penny, Michael, Amy y yo. Amy y yo solemos ocuparnos de las comidas. Si vamos a dar una cena o una fiesta, contratamos personal preparado, naturalmente.

Zac: Bueno, sigo agradeciéndote el esfuerzo que has hecho. Yo habría cenado encantado en la cocina.

Ness: A Penny le habría dado algo si se me ocurre decir que nuestro invitado iba a cenar en la cocina -sonrió. Estaba segura de que él solo quería tranquilizarla. Cogió dos platos con las manos, se puso el tercero en el antebrazo y señaló con la cabeza una cesta con pan-. Ya que estás aquí, ¿te importaría llevarla?

Zac: En absoluto.

Cogió la cesta de pan, sujetó la puerta batiente que separaba la cocina del comedor y esperó a que Vanessa dejara los platos para volver a ayudarla a sentarse.

Ness: Gracias.

Cada poro de su cuerpo sentía su cercanía y estuvo a punto de dar un salto cuando notó su aliento en la oreja.

Zac: De nada.

La voz era grave y profunda e hizo que esa frase convencional adquiriera un tono tan íntimo que inmediatamente le evocó cuerpos resbaladizos y sábanas de seda. Podía imaginarse demasiado bien el placer que podría alcanzar con él.


Alejó aquellas imágenes de su mente y reunió toda la fuerza de voluntad que tenía.


3 comentarios:

Abigail dijo...

Wow q pensamientos tan pervertidos los d Ness!!!! ya lei esta nove x q no pud aguantarm pero claro no c compara a la version Zanessa... cm q a Penny no le cae el 20...
Siguela pronto!!!

Abigail dijo...

Una pregunta en tu nove d "Un noviembre el llamas" Scarlett q era la novia d Zac en la nove le pusist el nombre x la misma Scarlett d 17 Again???? es q vi la peli y me entro la duda

LaLii AleXaNDra dijo...

Wao, esta super
siguela..
cada vez mas cerca los dos :D

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