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viernes, 2 de diciembre de 2011

Capítulo 31


16 de abril

8.25


Ya era de día.

A Brian se le encogió el estómago de repente. Hoy era el día en que al fin algo iba a suceder. Eso había dicho el hombre del pasamontañas al colocarle la grabadora a dos centímetros de la nariz, la noche anterior. Le había dicho que su padre iba a pagar un montón de dinero para tener a Brian de vuelta en casa hoy mismo. E hizo hablar a Brian ante la grabadora, indicándole que dijera lo asustado que estaba.

A Brian no le fue necesario fingir. Estaba muy, muy asustado. Su secuestrador se había mostrado más rudo que de costumbre la noche pasada. Y más malvado. Murmuró algo acerca de que era mejor que el alcalde cooperara, o de lo contrario... Luego, alargó las manos, agarró a Brian por los brazos para comprobar que las cuerdas seguían estando fuertemente atadas y salió del remolque.


Brian no quiso ni pensar en lo que podía significar «o de lo contrario».

Fuera, tan solo había oscuridad, todo el rato. Finalmente, Brian se quedó dormido, pero solo durante un breve instante. E incluso entonces tuvo horribles pesadillas. Se despertó sobresaltado, temblando y sudoroso. Por un momento, pensó que iba a vomitar. Por suerte, no fue así. Pero quería a su mamá junto a él, le dolía todo y tuvo que hacer un gran esfuerzo por no gritar hasta quedar afónico.

¿Qué pasaría si nadie iba jamás a buscarle?

En algún lugar, fuera, se oyó el chasquido de una ramita al romperse. Luego, otro chasquido. Brian levantó la cabeza, alerta. Ahí había alguien. No, más bien un par de personas. Una voz de hombre y, luego, la voz de otro hombre. ¿Era alguno de ellos su secuestrador? No sonaba como si así fuera, pero Brian no estaba del todo seguro. Hablaban en un tono muy bajito y solo decían unas pocas palabras cada vez. No parecía que estuvieran hablando entre ellos. Hablaban a un tiempo y las voces provenían de dos sitios distintos... una de detrás del remolque y la otra de delante.

Las voces se acercaron. Ahora, Brian distinguía las palabras. Oyó su nombre. Luego, oyó unas interferencias de walkie-talkie. Y, de repente, se dio cuenta de que venían a buscarlo. Empezó a gritar con todas sus fuerzas.


8.45


En la habitación de hospital de Ness se podría haber oído con claridad el aleteo de una mosca.

Y no porque la habitación estuviera vacía. Al contrario, estaba bastante concurrida.

Ness estaba levantada y vestida, incapaz de seguir tumbada en la cama ni un segundo más.

Meredith estaba al otro lado de la puerta, Zac se paseaba arriba y abajo, y Stephen y Nancy estaban abrazados junto a la ventana.

Ambos habían pasado la noche en el hospital, en la habitación que había justo al lado de la de Ness. Louis había examinado concienzudamente a Nancy y había verificado que no sufría efectos derivados del tormento padecido. Por su estado físico, Nancy podría haberse ido a casa, pero ni ella ni Stephen tenían ánimo para hacerlo. No cuando Patricia Avalon estaba utilizando la habitación de Ness en el hospital, como principal punto de información del FBI. Y desde luego, no cuando en cualquier momento se podían recibir noticias que ellos esperaban con anhelo.

Stephen había hecho un viaje a casa para recoger un poco de ropa para Nancy y para programar su línea privada de modo que todas las llamadas fueran desviadas automáticamente a su móvil. Antes de eso, Patricia había pasado una hora entera con él y con Nancy, escuchando datos adicionales e intentando disipar los temores de ambos. Esto último resultó ser en vano. Había demasiados detalles que la agente no podía revelar y demasiadas garantías que no podía asegurar. Lo cierto era que parecía lógico que Andrew no iba a cometer ningún acto drástico: no tenía ni idea de que Ness estaba consciente o de que Nancy había sido rescatada y conocía la identidad de su asaltante. En cuanto a silenciar a Brian, resultaba igualmente lógico que Andrew no lo haría, incluso si sucedía lo peor y Brian también lo reconocía. ¿Qué ganaría Matthews con ello? Al eliminar la posibilidad de entrega, eliminaba también la de ser perseguido y procesado. O sea que eso dejaría de importar. Pero Nancy argumentaba que Andrew era una persona inestable, que no se podía considerar que alguien capaz de atropellar a Ness a sangre fría se comportara de modo racional.

Al final, la conversación había dado vueltas y más vueltas sobre el tema, en agotadores círculos, y la noche se convirtió en una eterna agonía.

Nadie durmió. Todos se mantuvieron con los ojos fijos en el teléfono y la puerta, rogando por recibir noticias que no llegaron.

Ya casi eran las nueve de la mañana.

La puerta se abrió y Patricia entró en la habitación. Todos levantaron la cabeza, alertas.

Patricia: Aún no -dijo simplemente-. Pero pronto.

Stephen: ¿Cuándo es pronto? -saltó poniéndose en pie de un brinco-. Mi hijo lleva desde el viernes retenido Dios sabe dónde. El maldito bastardo que lo secuestró va a embarcar en un avión dentro de tres horas y nosotros seguimos aquí, sentados, sin hacer nada. Solo Dios sabe si Brian está bien, si ha comido, o si tan siquiera está... -Oyó el ahogado llanto de Nancy y se derrumbó. La abrazó y la hizo recostar la cabeza contra su torso-. Lo siento -murmuró, besándole los cabellos-. Lo siento -repitió, mirando a Patricia a los ojos-. Sé que están ustedes trabajando con la máxima rapidez posible. Supongo que estoy perdiendo los nervios.

Patricia: Y no es de extrañar. Se trata de su hijo. -Avanzó hacia ellos, con una intensa y decidida mirada en sus ojos-. Cuando he dicho que será pronto, es porque lo será, sin duda.

Nancy se volvió hacia ella como movida por un muelle.

Nancy: ¿Tienen alguna pista?

Patricia: Digamos solamente que teníamos un extenso territorio que cubrir. Pero parece que nos estamos acercando a la respuesta. Confío saber algo de un momento a otro. Así que esperen un poquito más.

Nancy: ¿Puede decirnos...?

La pregunta de Nancy fue interrumpida por el timbre del teléfono móvil de Stephen. Ambos dieron un respingo.

Patricia: Conteste -le indicó a Stephen-. Recuerde que es con Walker con quien se supone que habla. Y, Nancy, no diga ni una palabra. Queremos que Matthews crea que todavía sigue presa, maniatada y amordazada en Stowe. Deje que sea su esposo el que hable.

Nancy asintió con la cabeza, pálida como el papel.

Stephen pulsó el botón para hablar.

Stephen: ¿Sí?

***: ¿Está todo listo para el intercambio? -preguntó la distorsionada voz-.

Stephen: El dinero estará listo a las once. Lo llevaré en el coche, directamente al aeropuerto.

***: Excelente. Ahora, recuerda, debes ponerlo en la bolsa de deporte de Brian.

Stephen: Sí. Y debo dejarlo en la consigna más cercana a...

***: No -lo cortó la voz-. Entra con el coche en el parking más cercano al hangar E. Deja el coche, abierto, al lado mismo del hangar, con la bolsa de deportes dentro. A las once y media en punto, dirígete a la terminal principal. Pídete una taza de café en la sala de embarque y espera a oír uno de los anuncios por megafonía. Dirán tu nombre a las doce y cuarto. En ese momento, ambos tendremos lo que queremos.

Stephen: ¿Qué significa eso? -Agarraba el teléfono con tal fuerza que los nudillos se le volvieron blancos-. ¿Dónde estará Brian?

***: Por eso van a llamarte por megafonía. Acude rápidamente. Un empleado del aeropuerto te dará un sobre con instrucciones. Siguiéndolas, sabrás dónde encontrar a tu hijo.

Stephen: ¿A las doce y cuarto? Tu avión ya habrá despegado.

***: Ésa es la idea, sí.

Stephen: ¿Y se supone que debo confiar en ti?

***: No tienes otra elección.

Stephen contuvo el aliento.

Stephen: ¿Cómo sé yo que Brian está sano y salvo? Déjame hablar con él.

***: Ah, me alegra que saques el tema. Aquí tengo un mensaje de tu hijo.

Unos sonidos confusos al otro lado de la línea.

Luego, la voz de Brian.

Brian: ¿Papá? Por favor, haz lo que este hombre te diga. Tengo miedo. Quiero volver a casa. -Después, respiraba agitadamente, intentando no llorar-. Estoy asustado de veras, papá. Por favor, llévame de vuelta a casa.

Otra serie de sonidos ahogados, y la voz de Brian ya no se oyó más.

Stephen cerró con fuerza los ojos, llenos de lágrimas, a punto de rebosar.

***: ¿Satisfecho? -preguntó la distorsionada voz-.

A Stephen le fue imposible contener los intensos sentimientos que bullían en su interior.

Stephen: Maldito loco hijo de puta -explotó, temblando de miedo y rabia de pies a cabeza-. Si le has hecho daño a mi hijo, eres hombre muerto. No me importa dónde vayas o lo lejos que te escondas. Te buscaré. Y te mataré. Puedes estar seguro.

La magnitud de su furia debió de quedar muy clara, porque hubo una breve pausa al otro lado de la línea.

***: No hace falta ponerse violento, señor alcalde -le dijo en tono apaciguador la distorsionada voz-. Cumple con tu parte. Yo cumpliré con la mía. Ahora, date prisa. Tienes dos horas y quince minutos... exactamente.

Y el tono de línea libre.

Como en trance, Stephen pulsó el botón para colgar, mirando fijamente el teléfono, y luego murmuró:

Stephen: Ha apagado el aparato para distorsionar la voz el tiempo suficiente para que yo pudiera oír bien. Era la voz de Brian.

Nancy: ¿Stephen? -lo interrumpió agarrándolo de un brazo-. ¿Has oído a Brian? ¿Cómo sonaba su voz? ¿Está bien? ¿Qué ha dicho?

El pánico que se desprendía del tono de Nancy arrancó a Stephen de su paralizado estado. Centró la atención en su esposa, le cogió la mano y se la llevó a los labios.

Stephen: Brian está bien. Tan solo he oído una cinta con su voz grabada. Y, sí, parece estar asustado, pero no suena como si estuviera herido o debilitado. Creo realmente que Brian está bien. Lo único que deseo es ponerle las manos encima a Matthews por lo que nos está haciendo pasar.

Patricia: Stephen -intervino con suavidad-, díganos lo que se ha dicho en esa llamada.

Stephen respiró hondo y relató la conversación entera. Cuando llegó a las palabras que Brian había usado en su súplica, hizo lo que pudo por controlar sus emociones.

No lo consiguió. Nancy era su madre. Ella leyó entre líneas y el dolor de saber que su hijo la necesitaba y que ella no podía estar junto al niño era demasiado insoportable.

Se cubrió la cara con las manos y empezó a llorar.

En el otro extremo de la habitación, Ness volvió la cabeza, desviando la mirada y ahogando sus propios sollozos. No era el momento de derrumbarse. Tenía que ser fuerte, por la familia de Brian.

Patricia: Así que Matthews ha cambiado el lugar donde depositar el rescate -comentó. No parecía sorprendida-. Otro movimiento destinado a asegurarse la jugada.

Habría dicho más, pero su móvil oficial sonó justo entonces. Se disculpó y se dirigió a un rincón para hablar en privado.

Zac soltó un soplido y echó una rápida ojeada al reloj.

Zac: Me iré pronto, por si el dinero está listo antes de lo previsto. Mis contactos estaban haciendo todo lo posible para que así sea. -Se acercó a Ness y la hizo volver el rostro hacia él con un suave gesto-. Eh -le dijo dulcemente, levantándole la barbilla-, ¿estás bien?

Ella tenía las mejillas húmedas.

Ness: Lo siento tanto... si hubiera tenido la menor idea de que Andrew era capaz de esto...

Zac: No lo sabías. Ninguno de nosotros lo sabía. -Borró con la punta de sus dedos las huellas de las lágrimas-. No tienes que culparte por nada. Estuviste ahí cuando Brian lo estaba pasando mal. Arriesgaste tu vida para salvar la suya y casi mueres en el intento. Por no decir ya que te has mostrado increíblemente fuerte durante toda esta pesadilla. Incluso cuando yo no lo fui. Mi familia tiene mucha suerte al contar contigo. -Inclinó la cabeza y la besó suavemente en los labios-. Gracias por enseñarme qué es importante.

Ness no tuvo la oportunidad de responder.

Al otro lado de la habitación, Patricia cerró su móvil con un gesto repentino y decidido, y se dirigió hacia la puerta con unas cuantas zancadas.

Nancy se irguió, alerta.

Nancy: ¿Qué pasa?

Patricia: Quédense aquí. Vuelvo enseguida. -La agente especial salió de la habitación y cerró la puerta tras de sí, enérgicamente-.

Se hizo el silencio. Los cuatro restantes ocupantes de la habiación intercambiaron miradas.

Stephen: ¿A qué se ha debido eso?

Zac: No lo sé. -Entornó los ojos-. Pero es obviamente importante.

Nancy: Deben de haber averiguado algo. -Se pasó una temblorosa mano por el pelo-. Pero, ¿qué? Oh, Dios mío, Stephen, ¿qué pasa si Brian... qué pasa si ha sucedido algo?

Stephen: No pienses eso -casi le ordenó, pasándole un brazo por los hombros, en un gesto de apoyo y consuelo-. No lo pienses.

Ness miraba fijamente a través de la pequeña ventanilla de la puerta de la habitación del hospital, observando atentamente a su madre, sus movimientos y actitud. Meredith se había puesto en pie, con las manos juntas, los dedos entrelazados y una expresión expectante en el rostro.

Ness: Sea lo que sea lo que ha sucedido, no es malo -señaló en tono quedo-. De hecho, diría que es bueno.

Mientras decía esto, su madre esbozó una sonrisa y asintió, le dijo algo a Patricia, que volvía, y luego se agachó hasta desaparecer del ángulo de visión de la ventanilla.

Patricia asomó la cabeza por la puerta de la habitación.

Nancy: ¿Tiene noticias para nosotros? -le preguntó suplicante. En los ojos de Patricia destelló una chispa de auténtica alegría-.

Patricia: Tengo algo mejor para ustedes. Tengo una visita.

Abrió la puerta de par en par y apoyó la espalda contra ella para que Meredith pudiera entrar en la habitación la silla de ruedas que empujaba... y en la que se sentaba la persona con la que Meredith, agachada, había hablado momentos antes.

La visita era alguien bajito y acurrucado, completamente cubierto por una manta.

Pero solo el tiempo suficiente para que Patricia cerrara la puerta a tiempo y asintiera la cabeza hacia Meredith, en señal de aprobación.

Con una emocionada sonrisa, Meredith cogió un extremo de la manta y tiró de ella.

Meredith: Muy bien, campeón. Allá vamos.

De debajo de la manta apareció el querido y anhelado rostro de Brian... cansado y lloroso, pero ilusionado y contento como un cachorrillo. Se quitó la manta, se puso en pie de un salto y miró alrededor, todo a la vez.

Nancy: Oh, Dios mío -murmuró-. Brian. -Alargó los brazos-. ¡Brian!

El muchachito corrió hacia ella y se le escapó un ronco sollozo cuando su madre lo abrazó y lo estrechó fuertemente contra sí.

Brian: Mamá -dijo con voz ahogada, abrazándola también con todas sus fuerzas-.

Nancy: Oh, cariño, ¿estás bien? ¿Te han hecho daño? ¿Estás...? -Lloraba demasiado para poder hablar-.

Brian: Estoy bien, mamá. -Con la rara y sorprendente sensibilidad de adulto que Brian poseía, consoló a su madre entre llorosos suspiros-. De verdad, estoy bien. -Sintió otro par de brazos que lo rodeaban por detrás, se volvió y se le iluminó el rostro al ver a su padre-. ¡Papá! -Se lanzó contra Stephen, entusiasmado-.

Éste lo estrechó firmemente y besó sus despeinados cabellos. Sollozaba abiertamente y le temblaban los hombros mientras abrazaba a su hijo.

Stephen: Hola -consiguió decir-. Te he echado tanto de menos.

Brian: Yo también os he echado de menos. -Su voz sonaba amortiguada, contra la camisa de su padre-. Tenía miedo de veras.

Stephen: Yo también -admitió-. Pero ahora ya ha terminado todo. Estás con nosotros, sano y salvo.

Brian: ¿Mamá también está bien? -Miró angustiado a su madre-. Ese hombre la obligó a beber algo que la durmió.

Nancy: Estoy bien, cariño -lo tranquilizó rascándole con ternura la espalda-. Papá condujo hasta allí y me encontró. Y ahora que tú ya estás en casa, estoy mejor que bien. -Sonrió a través de las lágrimas-. Soy una mujer con suerte. Tengo a dos héroes: tú y papá.

El elogio impresionó a Brian lo suficiente para hacerle olvidar el temor que aún le quedaba.

Brian: Un héroe. -Apreció la idea y sus últimos sollozos desaparecieron-. Eso suena muy bien.

Stephen: Es que realmente está muy bien, sí -confirmó-. Estoy muy orgulloso de ti. Cuidaste de mamá y has salido de esta historia como un valiente. No recuerdo haber visto jamás a alguien con tanto coraje.

Nancy: Yo tampoco -añadió. Le apartó a Brian un mechón del rostro y lo contempló con el ojo de una madre experimentada-. Debes de tener mucha hambre.

Brian: Sí. -Asintió enérgicamente mientras las prioridades y la capacidad de recobrarse con rapidez de un niño de siete años pasaban ya al primer plano-. ¿Puedo comerme una hamburguesa con queso y unas patatas fritas?

En aquel momento, Nancy habría consentido en darle de comer el menú de McDonald's, tal era el alivio que sentía. Pero se obligó a que prevalecieran sus más prácticos instintos maternales.

Nancy: Cariño, no me parece que lo primero que comas después de tres días tenga que ser...

Brian: Comí ayer y anteayer -protestó-. Hoy aún no.

Nancy y Stephen intercambiaron una mirada de sorpresa.

Stephen: Hoy es lunes, Brian -explicó-. Te secuestraron el viernes.

Brian: Lo sé. Conté las noches. Eran oscuras y tenebrosas y las odiaba. De todos modos, comía por las mañanas. El señor Matthews me llevaba cereales y zumo de frutas.

Stephen: ¿Ah, sí? -preguntó sorprendido-.

Brian: Sí. Y después me desataba para que pudiera salir y... bueno, ya sabéis.

Su padre esbozó una sonrisa, divertido.

Stephen: Sí, ya sabemos.

Patricia: ¿Brian? -Interrumpió la reunión-. ¿Has dicho el señor Matthews?

Brian: Sí. Es el nombre de ese hombre. Trabaja para papá.

La agente parpadeó y miró a Stephen.

Patricia: No nos hemos referido al secuestrador por el nombre en ninguna ocasión -explicó. Le dirigió a Brian una mirada de curiosidad-. ¿No llevaba el señor Matthews nada para disfrazarse? ¿Es por eso que sabes quién era?

Brian: No -negó-. Llevaba uno de esos pasamontañas de esquí. No se lo quitaba nunca.

Patricia: Entonces, ¿cómo sabías...?

Brian: Por la voz -explicó pacientemente-. Soy muy bueno reconociéndolas. Pregúntele a mi padre. Cuando yo contesto el teléfono, siempre sé quién es antes de que me lo digan. De todos modos, he oído la voz del señor Matthews muchas veces cuando voy al despacho de mi padre.

Patricia: Ya veo. -Por primera vez, daba la impresión de haber sido pillada por sorpresa-. Tus padres tienen razón. Eres un chico muy especial.

Brian: Gracias. -Ffrunció el ceño-. El señor Matthews se puso bastante desagradable y temible en varias ocasiones. Creo que es porque quería por todos los medios conseguir ese dinero. Pero no me hizo daño, excepto por lo fuerte que ataba los nudos de las sogas. Supongo que se imaginaría que papá lo haría trizas si me hacía daño. -Le dedicó a su padre una mirada interrogativa-. ¿Le has dado el dinero? Debe de haber sido mucho.

Stephen hizo una mueca.

Stephen: Lo era. Y, no, él no lo tiene aún. Tío Zac iba a salir a buscarlo justo antes de que tú llegaras. Y, hablando de eso... -Dejó de abrazar a su hijo y se hizo a un lado para que el muchachito viera a los demás ocupantes de la habitación-. Creo que tienes a unos cuantos admiradores más que saludar.

Brian: ¡Tío Zac! ¡Señorita Hudgens! -Corrió hacia ellos y saludó a su tío con una fuerte palmada de deportista-.

Zac se agachó, con los ojos sospechosamente húmedos.

Zac: Bienvenido a casa, campeón -murmuró, estrechando a Brian con un abrazo de oso gigante-. Todas las habitaciones estaban demasiado tranquilas sin ti.

Brian: ¿Sigues viviendo en casa?

Zac: Por supuesto que sí. De hecho, creo que deberíamos organizar una buena fiesta de bienvenida esta noche. Pizza. Yo me encargo. Llevaré tantas como quieras.

Brian: ¿Puede venir también la señorita Hudgens?

Hizo la misma pregunta que en un memorable partido de béisbol de un sábado, hacía dieciséis días y una eternidad.

Zac: Claro, campeón -repuso entusiasmadamente-. Por supuesto que puede.

Brian se acercó a Ness, pero se detuvo después del primer paso, y frunció el ceño.

Brian: Señorita Hudgens, ¿por qué sigues llorando? ¿Y por qué llevas esa venda en la cabeza? ¿Y esos vendajes en el brazo y la mano? ¿También te han herido?

Ella asintió, se apartó de la cama (ignorando la consiguiente sensación de debilidad y mareo) y, con el brazo izquierdo, el sano, atrajo a Brian hacia sí y le propinó un sonoro beso en la mejilla.

Ness: Tuve un accidente. Pero estoy mejor. Y lloro porque me siento muy, muy contenta de verte.

Brian: Yo también. -Levantó el rostro con expresión esperanzada-. ¿Puedes venir a comer pizza? ¿O tienes ejercicios de ortografía que corregir, otra vez?

Ness: No. -Tragó saliva con dificultad-. No tengo ejercicios de ortografía, esta vez. Y mientras el doctor Tillerman diga que no hay problema, puedo ir a comer pizza.

Nancy: No estés tan segura de ello -la advirtió riendo a través de las lágrimas-. No tienes ni idea de la cantidad de bazofia que les gusta a Brian y Zac en sus pizzas. Cuando piden una con todos los ingredientes, lo dicen en serio. Hace falta una grúa gigante para levantar una porción.

Ness: Agh... -se estremeció-. Voy a tardar un poco en acostumbrarme.

Brian: No irás a cambiar de idea y no venir, ¿verdad? -preguntó ansioso-.

Ness: De ninguna manera. -Le estrechó la mano-. No me perdería esta celebración por nada del mundo.

Zac: Además, la señorita Hudgens va a comer un montón de pizza con nosotros, de ahora en adelante -añadió. Sonrió de medio lado y le guiñó el ojo a Ness-. Así que voy a ceder un poco de terreno: ¿qué te parece un par de pizzas margarita, o las que Nancy y tú elijáis, con los ingredientes que queráis?

Ness sonrió.

Ness: Suena bien.

Brian: ¿Vas a venir a casa muchas más veces? -interrumpió excitado. No le había pasado por alto el comentario de su tío-. ¿Es por mí, o por tío Zac?

Ness: Por los dos.

Brian: ¿Incluso cuando ya no seas mi profesora?

Ness: Incluso entonces.

Brian: Qué bien. -Sonrió-. Éste es el tipo de cosas a las que me gusta acostumbrarme.

Zac: En ese caso, tengo otra cosa para que vayas acostumbrándote. Creo que también te va a gustar, aunque necesitarás practicar un poco.

Brian: ¿Practicar? ¿Como en el béisbol, quieres decir?

Zac: Sí, como en el béisbol. Quizá mejor que el béisbol.

Brian: ¿Mejor que el béisbol? -Lo dudaba abiertamente-.

Zac: Para mí, sí. Y creo que para ti también lo será. -Ladeó la cabeza y miró a Brian, completamente intrigado, a los ojos-. Vas a tener que acostumbrarte a llamar a la señorita Hudgens por otro nombre. ¿Crees que podrás hacerlo?

Brian: ¿Qué otro nombre?

Zac frunció la boca, como si estuviera sopesando atentamente las opciones.

Zac: No lo sé, ¿cómo te suena... tía Ness?

El muchacho tardó unos veinte segundos en asimilarlo. Luego, soltó un grito.

Brian: ¿Os vais a casar?

Zac: Sí.

Brian: ¡Qué
bien! -Absolutamente excitado, se volvió hacia sus padres-. ¿Vosotros lo sabíais?

Stephen: Nos lo imaginábamos bastante -repuso sonriente-.

Nancy: Y estamos encantados con la noticia -añadió-.

Brian: Yo también. -Tenía el rostro iluminado- Ahora tenemos otra cosa que celebrar. Quizá deberíamos comprar helado para comerlo después de la pizza.

Stephen: Buena idea. -Su mirada recorrió a su hijo (de su expresión exuberante a sus ropas rasgadas y sucias), y sus ojos se empañaron-. Siento que tengo mucho que celebrar -murmuró, dándole a Nancy un breve pero fuerte abrazo-. Soy un hombre con mucha suerte. -Se volvió hacia Patricia-. Gracias -le dijo con fervor-. No puedo decir mucho más que esto.

Patricia: De nada.

Brian: Sí, el FBI ha estado genial -anunció-. Han echado abajo la puerta del remolque donde yo estaba. Me alegro de haber podido escupir la mordaza, porque así he podido gritar en cuanto les he oído. He sabido que eran policías porque he oído también esa especie de radios por las que hablan entre ellos. Y han dicho mi nombre. Así que he gritado. Y el jefe de policía Hart también estaba allí. Me ha dado una galleta de chocolate para luego... oh, vaya. -Rebuscó en su bolsillo y sacó unas cuantas migajas marrones-. Creo que la he aplastado.

Stephen: Sí, eso parece. -Lo despeinó cariñosamente-. ¿Un remolque? -le preguntó a Patricia, pidiendo por fin los detalles que había evitado inquirir hasta estar seguro de que Brian estaba lo suficientemente bien para poder aguantarlos-. ¿Andrew escondió a Brian en un remolque?

Patricia: Un remolque de construcción situado en un solar desierto de la empresa de Walker -aclaró-. Matthews lo planeó todo con mucho cuidado. Hizo que todas las pruebas apuntaran a Walker como la persona causante del secuestro de Brian. -Enumeró, sirviéndose de los dedos-. El avión y el piloto de Walker, listos para la huida. El remolque de Walker, donde Brian estaba retenido. Uno de los esbirros de Walker, que entró en el coche de Zac, presumiblemente para robarlo... lo que, a su vez, convertía el atropello de Ness en un accidente sin relación alguna con el secuestro. Era un plan muy inteligente. Matthews lo ideó de modo que no solo escaparía sin problemas, sino que lo haría mientras todo el mundo creía que él era simplemente un cómplice y que Walker era el responsable principal de todos los delitos.

Stephen: ¿Así que es ahí donde sus agentes han estado buscando, en los solares de la empresa de Walker?

Patricia: No solo en los que actualmente están en construcción. También en los que ya habían sido construidos por su empresa, o en que ésta había invertido. Además de en sus propiedades personales. Walker posee gran número de propiedades a su nombre. Luego, las casas y apartamentos de sus empleados, las residencias pertenecientes a todos, desde sus obreros de contrato parcial hasta sus empleados fijos. Cualquiera de ellos podía estar ayudando y apoyando a Matthews en su intento por tender una trampa a Walker. Créanme, ha sido un proceso muy pesado.

Stephen: Estoy seguro de ello. -Sintió otra oleada de gratitud-. ¿Qué es lo que les hizo apuntar hacia ese solar en concreto?

Patricia: Revisamos la lista de posibles paraderos que habíamos elaborado, lo más rápida y metódicamente posible. Cuando llegamos a ese lugar en cuestión, descubrimos que las obras habían sido suspendidas temporalmente. Lo que significaba que el solar estaba desierto, cerrado. El equipo de Walker seguía allí, pero no sus trabajadores. Nadie tendría motivo alguno para visitar aquel sitio. Era perfecto para esconder a un rehén. Marty Hart lo inspeccionó personalmente. Descubrió huellas de ruedas recientes. El resto fue muy sencillo. Nuestros agentes han encontrado a Brian y lo han acomodado en un coche del FBI. Lo hemos mantenido arropado con esa manta para que su rescate pudiera ser nuestro pequeño secreto. -Sonrió a Brian-. Y Brian nos ha ayudado gritando y pataleando, haciendo todo el ruido posible para que nuestros hombres lo encontraran.

Brian: Más o menos lo que hago cuando hay partido de los Yankees -le explicó a su padre-.

Stephen: Ah, en ese caso, no es de extrañar que te hayan oído.

Brian se agitó, inquieto, de puro aburrimiento por la recapitulación de los hechos.

Brian: Papá, ¿podemos irnos ya a casa? ¿Y podemos detenernos a comprar la hamburguesa con queso y las patatas fritas?

Stephen tensó un poco la mandíbula. Nada le habría gustado más que decir que sí, pero no podía. No cuando Andrew seguía ahí fuera. Por motivos de seguridad, era imprescindible que Brian, Nancy y Ness permanecieran escondidos hasta que la captura de Andrew fuera un hecho.

Stephen cruzó su mirada con la de Patricia, muy sobria y que reflejaba la confirmación de su razonamiento.

Stephen: ¿Sabes, campeón? Todavía no. Ante todo, el doctor Tillerman está por aquí. Y me gustaría que te echara un vistazo, tal como hizo con mamá. Has pasado un largo tiempo bastante duro.

Brian: Supongo -pactó de mala gana-. El señor Matthews no me obligó a beber lo que le dio a mamá. Pero sí me puso en la cara algo que apestaba y que me hizo dormir. Debió de hacerlo varias reces, porque no recuerdo el viaje en coche.

Stephen quiso estrangular a Andrew Matthews de nuevo. Pero esta vez mantuvo el control, por Brian.

Stephen: Exactamente. Y también necesitarás más antibiótico para tu infección de oído. Se supone que debías tomarlo durante diez días. Así que será mejor que nos quedemos un rato más por aquí.

Ness: Yo también necesito una revisión, Brian. No me dejan ir de aquí sin que me vea antes el doctor. Así que podremos hacernos compañía. -Una sonrisa de complicidad-. Solo que no podremos practicar béisbol. Mi brazo está temporalmente fuera de servicio.

Brian frunció el ceño, comprensivo, aunque el hecho de no poder lanzar era para él equivalente a una tortura.

Brian: ¿Qué clase de accidente tuviste?

Ness optó por una vaga respuesta. Brian ya había pasado por suficientes tragos. No le hacía ninguna falta que le dieran más detalles desagradables.

Ness: Fui al centro comercial a ver el discurso de tu padre. El parking estaba hasta los topes. Y me atropelló un coche que iba demasiado rápido.

Brian: Vaya. -Abrió los ojos de par en par-. Eso es casi tan emocionante como mi secuestro.

Ness: Casi -asintió-.

Mientras Brian estaba ocupado, Patricia se volvió hacia Stephen y Nancy, bajando la voz para que nadie más que ellos la oyera.

Patricia: Ojala pudiera decirles que se fueran a su casa, pero no puedo. Aún no. Tenemos asuntos pendientes de cerrar.

Stephen: Atrapar a Andrew Matthews -concluyó-.

Patricia: Exacto. Él no sabe nada: ni que Walker está detenido y cooperando, ni que Ness ha recobrado la conciencia, ni que Nancy está de vuelta en casa. Y, desde luego, no sabe que Brian ha sido rescatado. Tenemos que mantener las cosas como están, por motivos obvios. -Se cruzó de brazos y miró de Stephen a Nancy-. Ya sé que tienen muchas ganas de estar con su familia, irse a casa y dejar atrás todo este asunto. Solo les pido unas cuantas horas más para completar nuestro rompecabezas y tender la trampa.

Stephen: No hace falta que nos lo pida -le aseguró-. Tengo tantas ganas como usted de llegar al final. Quiero que encierren a ese tipo y que tiren la llave.

Nancy: ¿Qué es lo que quiere que hagamos?

Patricia: Que se queden aquí con Brian y Ness -repuso a Nancy-. Meredith volverá a hacer guardia en la puerta. Necesito que Zac vaya a por el dinero, como estaba planeado, y que Stephen conduzca hasta el aeropuerto. Stephen, usted siga las instrucciones de Matthews al pie de la letra, como si la vida de Brian siguiera en juego. Deje la bolsa de deporte en el coche y diríjase a la sala de embarque. Espere hasta que el empleado del aeropuerto le dé las indicaciones. Para entonces, ya nos habremos encargado de Matthews y toda esta farsa habrá terminado.

Nancy: ¿El FBl va a echarle el guante en mitad del aeropuerto?

Patricia sonrió.

Patricia: Mejor que eso y más sutil. ¿Recuerda que le preocupaba que Matthews pudiera llevar consigo a Brian como garantía? Bueno, eso también se nos pasó a nosotros por la cabeza. Así que dispusimos nuestra propia garantía de seguridad para atajar problemas de raíz, por si acaso. -Una rápida mirada hacia Brian-. Gracias a Dios, no se ha dado el caso. Aun así, la estrategia que urdimos permitirá que el arresto sea discreto, con el menor sensacionalismo posible. -Un leve destello de diversión-. Estoy segura de que eso complacerá a su padre. Ha dejado más que claro su deseo de que no trascienda este asunto.

Stephen: Sí, es cierto. -No le hacía falta preguntar a qué se refería Patricia. En cuanto Harrison Efron volvió a la ciudad, a medianoche, se presentó ante la policía de Leaf Brook como una avalancha y se aseguró de que actuarían con la máxima discreción-.

Francamente, Stephen había evitado hablar con su padre. Tan solo lo obsesionaba una cosa: encontrar a Brian. Y después de que ese punto se había cumplido, bueno, todavía le afectaba el papel que su padre había desempeñado en el plan de Walker, sobre todo con lo que había comportado, en lo que se había convertido luego.

Pero, cuando todo el asunto hubiera terminado, él y el arrogante Harrison Efron iban a tener una larga conversación. Stephen tenía unas cuantas cosas que decirle, que sacarse de encima. Después, dejaría caer la bomba de ámbito profesional que cerraría de una vez por todas aquel capítulo de su vida.

Patricia: Bien -concluyó-. Si no hay más preguntas, pongámonos a ello. Ustedes hagan su parte y nosotros haremos la nuestra.

Stephen: Hecho. -Miró a su hermano, en el otro extremo de la habitación-. Eh, Zac, tenemos una cita a la que acudir -anunció intencionadamente-.

Zac lo entendió.

Zac: Por supuesto. -Se inclinó y le dio a Ness un tierno beso-. Voy a ayudar a Stephen a atrapar a ese hijo de puta que te atropelló -murmuró, en voz lo suficientemente baja para que Brian no lo oyera-.

Ness asintió.

Ness: Ten cuidado.

Zac: Lo tendré. -Su mirada se dulcificó-. Mientras, dile a Louis que tengo ganas de llevarte a casa, así que será mejor que te dé una inmaculada hoja de alta. Si necesitas un largo reposo y cuidados especiales, los tendrás, pero en tu cama, no en la del hospital.

Ness: Se lo diré -prometió con una leve sonrisa asomando a sus labios-. Date prisa y vuelve pronto.

Zac: Solo recogeré el dinero del rescate y ayudaré a Stephen a embutirlo en la bolsa de deporte. Después, él se encargará del resto. -Otro beso-. Mientras, empieza a planear nuestra boda.

A Ness le bailaron los ojos.

Ness: ¿Y nuestra luna de miel?

Zac: Sobre todo nuestra luna de miel. Escoge un lugar donde quieras pasar todo un mes. Y un hotel de lujo con un buen servicio de habitaciones y vistas desde la cama. Porque no vas a salir de ella.

Ness rió suavemente.

Ness: Sí, señor.

Zac se incorporó, se acercó a Brian y lo despeinó cariñosamente.

Zac: Tú y tu futura tía Ness, poneos bien del todo -ordenó, en tono informal-. Os vamos a echar de aquí justo después de la hora de comer. Yo volveré antes que tu padre, así que te traeré la hamburguesa con queso y las patatas. Pero será mejor que no te llenes mucho. Tengo la intención de organizar un torneo de comer pizza para esta noche. Y espero que seas mi competidor principal.

Stephen intervino, aclarándose la garganta.

Stephen: Me parece que os estáis olvidando de mí. Puedo comer más porciones que vosotros dos juntos.

Brian esbozó una amplia sonrisa de desafío.

Brian: De ninguna manera. ¿A que no, mamá?

Nancy entornó los ojos.

Nancy: ¿Por qué todo es como una competición, para los hombres?

Stephen: Lo llevamos en la sangre. -Cruzó la mirada con la de su esposa-. Pero esta competición es solo para divertirnos. No hay que apostar sobre el ganador. No hay que apostar sobre nada de nada. -Entre ambos hubo una silenciosa comunicación-.

Nancy: Ten mucho cuidado -murmuró acariciándole la mejilla con la palma de la mano-. No quieras hacer heroicidades. Deja que el FBI se encargue de Andrew. Brian y yo te necesitamos.

Stephen: Eso está bien -repuso suavemente-. Porque me tenéis.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Oh por dios! Amo esta nove! Tienes que seguirla pronto!

Lau B. dijo...

awww me encanto!!!
"Brian: ¿Qué otro nombre? Zac frunció la boca, como si estuviera sopensando atentamente las opciones.Zac: No lo sé, ¿cómo te suena... tía Ness?"<-- Mi parte favorita!!
Siguela pronto Please!!!
Bye
Xx LB

TriiTrii dijo...

Me encantoo!!
Siguela siguela!! :D
Ya quiero que acaben con el idiota ese -.-...
Esperoo el proximo cap con ansiiass!!! :D
Bye ;)
XoXo

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwwwwwww Hermoso capi..
aparecio Briam.. que hermosa familia...
espero que nada salga mal en atrapar a Andrew .. ¬¬
casi que no puedo conectarme pero siguela pronto..
esta de impacto..
y me encanto lo tierno de Zac <3
;)

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