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miércoles, 21 de diciembre de 2011

Capítulo 2


Zac le dio a Alex un par de tablones y un bote de pintura y le prometió que lo ayudaría a construir la cabaña sobre el árbol al día siguiente. Alex había estado pidiendo aquella cabaña desde el día que Zac había llegado, hacía tres semanas. El niño estaba solo y sus padres se estaban divorciando, así que Zac había jugado unas cuantas veces con él y después había ido a presentarse a su madre, para que la mujer estuviera tranquila. Además, había conocido a la niñera, una cita en ciernes y las cosas habían mejorado mucho.

En aquel momento no podía salir. Tenía que arreglarle la bicicleta a Joe y quería estar por allí cuando se levantara su nueva compañera de piso. Bajó el volumen de la música, en consideración hacia la bella durmiente, aunque creía que la había oído moverse por la habitación.


Nerviosa. La manera de comportarse con él le había demostrado que estaba preparada para la acción. A pesar de la confusión del jet-lag, el moño, el traje y su postura erguida hablaban alto y claro sobre su personalidad. Era algo agresiva y muy seria.


Él no iba a mudarse. Había dejado su apartamento anterior y necesitaba tener sitio para todo su equipo. Le gustaba vivir en el mismo lugar en el que trabajaba y no podía permitirse el lujo de pagar un alquiler si quería ahorrar para el viaje de su hermana Miley.


Tendría que conseguir que Vanessa se sintiera cómoda viviendo con él para que olvidara esa idea de que él se marchara de la casa.


Ajustó las marchas de la bicicleta de Joe e hizo girar los pedales. Mucho mejor. Le gustaba trabajar con sus manos y arreglar máquinas. Aquello era algo que había aprendido de su padre, el almirante don limpio y ordenado, y le había compensado de alguna forma por todas las normas, las imposiciones y la tristeza mientras crecía.


Ojala su padre no fuera tan duro con Miley como lo había sido con él. Miley lo negaba, pero era demasiado buena y dulce como para rebelarse.


Aquello le recordó a Zac que habían planeado que ella fuera a hacerle una visita a la casa de la playa aquel fin de semana. No era una buena idea, teniendo a la casera allí mismo. Tener a una invitada adolescente, aunque fuera tan lista y buena como Miley, iba a molestar a Vanessa Hudgens. Dejó la bicicleta y descolgó el teléfono para posponer la visita un par de semanas.


**: ¿Dígame?


Su padre. Demonios. Odiaba hablar con aquel hombre, odiaba su tono de disgusto.


Zac: Hola, señor.


**: Zac, ¿qué tal?


Zac: Muy bien, señor. ¿Está Miley?


**: Sí, sí está -pausa. Silencio-. No has venido por casa en dos meses.


Zac: He estado ocupado. He tenido mucho trabajo... -dejó que las palabras se desvanecieran-.


**: Le debes a tu madre presentarte en casa de vez en cuando.


Para la inspección. Zapatos brillantes, corbata bien anudada. Su padre era de
la Marina hasta los huesos.

Zac: Iré en una o dos semanas.


**: ¿El sábado día quince? Se lo diré.


Zac: Eso depende... -empezó a decir, pero la última cosa que quería era tener otra discusión con su padre-. Muy bien. El quince.


El almirante se quedó silencioso al otro lado de la línea. Debía detener algo más en la cabeza, o si no, ya habría ido a buscar a Miley. Aquellas conversaciones eran tan embarazosas para su padre como para él.


**: ¿Algún progreso, hijo? -le preguntó finalmente-.


Aquella era la forma en que el almirante Efron le preguntaba si se había establecido, si había conseguido un trabajo, una mujer, si se había convertido en un hombre con responsabilidades, deudas, cargas.


Zac: Cada día es un progreso, señor -respondió con un suspiro-.


No estaba dispuesto a hacer nada de la misma forma en que su padre había hecho las cosas.


Hubo un silencio tenso. Después, su padre dijo:


**: Voy a avisar a tu hermana.


¿Por qué le latía el corazón de aquella manera con aquellas conversaciones? Ya casi tenía veintiséis años. Era la vergüenza que percibía en la voz de su padre. Su único hijo era un vago, libre y sin compromiso, del cual no podía hablar con los otros oficiales, cuyos hijos estaban en
la Academia Militar o en el cuerpo diplomático, o eran abogados, o expertos informáticos. Sentía que la vergüenza le quemaba la cara. Ridículo. ¿Qué le importaba a él lo que pensara su padre? Al contrario que él, Zac disfrutaba de la vida. Disfrutar no era una obligación, así que el almirante Efron no tenía tiempo para hacerlo.

Y con respecto a ser libre, era algo que había aprendido desde muy pequeño, gracias a que su padre había sido trasladado de base naval en base naval, desde Virginia a Florida, y después a California. Zac había aprendido a desprenderse de las cosas cuando había sido necesario. De adulto, cuando las cosas le resultaban aburridas, difíciles o extrañas, era muy fácil para él abandonarlas.


De pequeño, todo aquello le había resultado muy doloroso. Había tenido que despedirse de los equipos de natación, de las novias, de los buenos amigos,de los profesores que lo habían inspirado. Pero se había acostumbrado a ello y había aprendido a ser flexible, a estar abierto a cosas nuevas que merecían la pena tanto como las antiguas.


Mudarse tantas veces había sido muy duro, pero eso solo era la punta del iceberg de los enfrentamientos con su padre. A Zac nunca le habían gustado sus normas y se había encargado de que su padre se enterara.


Miley: ¡Hola, Zac! -le saludó alegremente-.


Zac: ¡Hola, ardilla! ¿Qué tal?


Miley: Muy bien. He quedado segunda en natación.


Zac: Estupendo. ¿Ya ha dejado el almirante de molestarte con lo de las notas?


Cuando se había marchado de casa, Zac se había dado cuenta de que era posible que Miley tuviera que pagar el precio de su rebelión. Sus padres eran protectores en exceso y querían que se quedara en casa, bajo vigilancia.


Miley: No me estaba molestando, solo estaba preocupado por mí, eso es todo. Los padres hacen eso. Es su deber.


Zac: Hay más cosas en el colegio aparte de las notas, Miley. No le dejes que te intimide con eso.


Miley: Tranquilízate, ¿quieres? Yo también quiero sacar buenas notas, para la universidad.


Zac: Te queda mucho tiempo para la universidad. Tienes que vivir la vida.


Él iba a asegurarse de que, en cuanto terminara el instituto, Miley pasara un año en Europa. Aquello era lo que ella quería, aunque hacía tiempo que había dejado de hablar de ello. Él había visto un folleto en su escritorio una vez que había estado en casa, en Acción de Gracias. «
Estudia en el extranjero. Visita Europa y consigue créditos para la universidad». Él le había preguntado sobre aquello y ella se lo había explicado alegremente, hasta que le había leído los precios. Entonces, todo su entusiasmo se había desvanecido. Demasiado dinero. No tenía ni que decirlo.

Entonces fue cuando él decidió que lo pagaría. Lo arreglaría todo, incluida la conversación con su padre. Zac no permitiría que Miley pagara sus pecados. En cuanto tuviera el certificado de bachillerato, él la sacaría de la jaula en la que sus padres la habían encerrado.

Miley: Bueno, no puedo esperar más a que llegue el fin de semana. Tienes que enseñarnos a hacer surf. Voy a llevar a Alice. Quiere navegar.


Zac: Eh... Por eso era por lo que llamaba -Odiaba tener que desilusionarla, porque ella pedía muy pocas cosas. A él, y al resto de la gente en general-. Vamos a tener que posponer el viaje hasta dentro de unas dos semanas.


Miley: ¿Posponerlo? ¿Por qué?


Zac: Por que la situación ha cambiado. Resulta que la dueña ha vendido la casa y ahora la nueva propietaria está aquí.


Miley: Pues nos llevaremos los sacos de dormir y dormiremos en el suelo.


Zac: Todavía no. Está un poco susceptible.


Miley: ¿Has dicho propietaria? ¿Tu casera es una mujer?


Zac: Sí.


Miley: ¿Y es soltera?


Zac: ¿Y qué importancia tiene eso?


Miley: Tienes que poner en marcha todo tu encanto especial.


Zac: Tendré suerte si no me echa de una patada en el trasero.


Miley: ¿Tiene ojos? ¿Orejas? ¿Libido?


Zac: ¿Libido? Esa es una palabra que tú no deberías entender, y mucho menos usar.


Miley: Tengo dieciséis años, Zac. Soy una mujer, con necesidades de mujer.


Zac: Ya es suficiente -aquella idea le daba escalofríos-. Tómatelo con calma. Tienes toda la vida para involucrarte en... eso... -y sintió que se ruborizaba-.


Miley necesitaba un hombre sólido que adorase el suelo por donde ella pisara y solo cuando fuera lo suficientemente madura.


Miley: Sí, sí, lo que sea. ¿Estás seguro de que no puedo ir?


Zac: Lo siento.


Miley: Supongo que mamá y yo alquilaremos una película, o algo así.


Zac: Sal con tus amigos. No dejes que te encierren en casa.


Miley: No me encierran en casa. Si estás tan preocupado por mí, convence a tu casera de que me deje ir. ¿Cómo se llama?


Zac: Vanessa.


Miley: Es un nombre bonito. ¿Y ella? ¿Es guapa?


Zac: Está bien.


Un cuerpo bien formado, con todo en su sitio, según había podido apreciar a través de su traje. Durante un momento había tenido el impulso de acostarse con ella. Pero aquello era una mala idea si quería vivir allí todo el verano y un poco más. Podría complicar las cosas.


Miley: Bueno, ¿por qué no... esperas a ver qué pasa?


Zac: No vamos a tener esta conversación, Miley.


Miley: Muy bien. Pero ojala encontraras a alguien especial y dejaras de ser tan pesado conmigo.


Zac: Solo estoy cuidando de ti.


Miley: Pues entonces, invítame a la casa de la playa.


Zac: Lo haré. Tan pronto como sepa si voy a quedarme.


Miley: Si tu casera es una mujer, te quedarás.


Él no estaba seguro de cómo entender aquello y no le gustaba que su hermana tuviera ni la más mínima idea de cómo era su vida amorosa.


Zac: Haz algo divertido este fin de semana -le ordenó, y después colgó, con su compañera de piso en la cabeza-.


Seguro que sería buena en la cama, activa, motivada, orientada a conseguir metas. Conocería muchos trucos útiles. Hmm.


No. Necesitaba a Vanessa como compañera de piso, no como compañera de juegos.


Un soplido de aire húmedo despertó a Vanessa. ¿Acaso se habría dejado abierta la ventana de su apartamento de Londres y estaba entrando la llovizna? Abrió los ojos justo cuando una mancha negra y mojada le gruñía en la cara. Enfocó con un ojo y se dio cuenta de que los sonidos provenían del perro que había salido corriendo de la casa cuando ella había llegado. Muy satisfecho por haberla despertado, el animal empezó a sacudirse vigorosamente, esparciendo arena y agua por todas partes.


Vanessa volvió a la realidad y se le encogió el estómago instantáneamente. El precioso piso que compartía con Ashley en Londres se había desvanecido, y en su lugar había una casa destartalada en la playa, llena de material de deportes acuático y escombros de obra. Oyó el sonido de un rock and roll que venía desde el porche, la risa de una mujer y la voz de Zac.


El perro volvió a acercarse a su cara, gimió desesperadamente un «
levántate y juega conmigo» y, al ver que Vanessa no se movía, se dio la vuelta y se marchó en busca de cosas más interesantes.

Tenía arena por todas partes, en los ojos, en el pelo, en la piel. No era su imaginación exhausta. Cuando se incorporó, encontró arena por todas partes.


La luz débil le dio a entender que estaba atardeciendo. Atontada, y sin haber descansado lo más mínimo, miró el despertador. Lo había puesto en la mesilla de noche la tercera vez que Zac la había despertado haciendo ruido por la casa. Al ver el reloj, se dio cuenta de que solo había dormido una hora.


Miró el agujero gigante que había en la pared que daba a la habitación donde dormiría Zac. A juzgar por el sonido exuberante de la risa de la mujer, era posible que Zac tuviera compañía aquella noche. A Vanessa le gustaría decirle que no, porque la última cosa que quería era escuchar gemidos eróticos y los golpes del cabecero de la cama en la pared, pero no estaba segura de querer sacar el tema del sexo bajo ningún concepto. Solo tendría que aguantar a su invitada nocturna una noche, quizás dos, hasta que Zac se mudara.


Vanessa se sacudió a arena, saltó de la cama y se acercó al espejo que había sobre la cómoda para comprobar si su aspecto era tan malo como era de esperar. Sí. El pelo se le había soltado del moño, tenía el rimel corrido por las ojeras y las marcas de los granos de arena en la mejilla izquierda.


Sintió algo suave bajo los pies y al mirar encontró las medias de seda hechas un lío. Tenían agujeros y carreras por todas partes. Se había molestado en protegerlas de todo daño mientras caminaba por la arena de la playa solo para que aquel monstruoso perro las tomara de la cómoda y las destrozara. Ni siquiera tuvo la energía suficiente como para enfurecerse con el animal. Al menos, tenía un segundo par en la maleta.


**: ¡Zac, no! -dijo la mujer, en un tono que quería dar a entender «
Zac, no pares»-.

Tretas femeninas y flirteos tímidos. Tonterías. Vanessa no se andaba con jueguecitos. Si quería acostarse con un hombre, cosa que hacía de vez en cuando, se lo demostraba con un beso, o respondía favorablemente a sus caricias. O simplemente, lo sugería. ¿Por qué ponerse tonto con algo tan básico y humano?


Por supuesto, últimamente, con toda su atención puesta en Business Advantage, no había tenido mucho tiempo para el sexo. Por aquella razón, posiblemente, todavía tenía fija en la mente la visión del cuerpo de Zac. Una vez que su carrera profesional estuviera encauzada, se abriría a una relación. La oportunidad sería perfecta.


Por el momento, desharía las maletas y escribiría una lista de cosas personales que tenía que organizar. Tenía que hacer algún progreso antes de acostarse definitivamente por la noche, o nunca conseguiría pegar ojo.


Miró a su alrededor por la habitación llena de cachivaches. Tenía que pedirle a Zac que se llevara sus cosas antes de poder deshacer las maletas. Después tendrían una charla relativa al período de tiempo que le llevaría reformar la casa.


Para hacer todo aquello, tenía que adecentarse lo suficiente como para salir al salón. Se cepilló el pelo, se puso una camiseta y unos pantalones cortos y se lavó la cara. No quería parecer tan desaliñada como se sentía.


Se asomó por la esquina y vio a Zac y a su amiga, que llevaba un biquini minúsculo, bailando en el porche. El perro saltaba de vez en cuando como si quisiera participar también, pero para bailar con Zac, no con la mujer. Ella se reía con aquellas carcajadas exuberantes que significaban que estaba interesada, sexualmente hablando.


Zac también sonreía, pero tenía una expresión distante que parecía indicar «no te acerques demasiado». Ella se preguntó por un instante qué haría falta para que Zac Efron se sintiera afectado.


Aquello, de todas formas, no era asunto suyo. Sin embargo, el baile la hizo sonreír. Cuando estaba en la universidad, había empezado a tomar clases de baile como ejercicio y le habían encantando la gracia y la libertad de las sensaciones que le producía. Había conocido a Andrew en las clases y habían empezado a salir. Echaba de menos bailar. ¿Cuánto hacía que no se movía al ritmo de la música, sola o con una pareja? Una vez que tuviera la empresa bien establecida, saldría a divertirse también. Todo a su debido tiempo. Y de acuerdo con un plan. Planear las cosas proporcionaba libertad.


Zac vio a Vanessa y dejó de bailar.


Zac: Se ha despertado la bella durmiente. Brittany, te presento a mi casera, Vanessa Hudgens. Vanessa, te presento a Brittany.


Britt: Hola.


La expresión de su cara era clara: «¿Estás detrás de él?».


«No, gracias», intentó transmitirle ella con los ojos.


Ness: Encantada de conocerte, Brittany.


Zac: ¿Has descansado un poco?


Ness: Un poco -excepto por la batidora, la visita del niño, la risa dela chica, la música y el perro. Pero no tenía sentido ponerse tan técnica-. Siento interrumpir, pero quería pedirte que sacaras las cosas de mi habitación...


Britt: Creo que debería irme -le dijo a Zac-. ¿Nos vemos más tarde? -preguntó estableciendo la propiedad, seguramente por Vanessa-. ¿Vamos al partido de voleibol de Ollie's?


Zac: Me pasaré después si me apetece -respondió diciéndole claramente «no me presiones»-.


Pobre Brittany. Probablemente, no se había dado cuenta de que aquel chico era tan esquivo como guapo.


Britt: Nos lo pasaremos bien. Te lo prometo.


Zac: Tú no me necesitas para pasártelo bien.


Brittany frunció el ceño ligeramente y miró a Zac y después a Vanessa, evaluando el peligro de dejarlos solos. Al final, suspiró, tomó su pareo y su bolsa de la playa de una silla y se despidió. Zac la observó despreocupadamente mientras se alejaba, admirándola como quien admiraba una obra de arte en un museo, sabiendo que había muchas más que también merecían la pena.


El perro dio un salto para llamar su atención.


Ness: ¿Es tuyo?


Le preguntó con la esperanza de que la respuesta fuera negativa. La última cosa que quería era que aquel can con las patas llenas de arena la despertase todos los días. Aunque tuviera aquellos ojos marrones, tan grandes como los de un oso.


Zac: ¿Lucky? No, su dueño vive en otra casa de la playa, más abajo, pero a él le gusta venir aquí. Somos amigos, ¿a que sí, Luck Man?


El perro lo miró con adoración, como queriendo decir «claro que sí, jefe».


Zac: Ya es hora de que te vayas a casa, amigo, antes de que tu dueño se preocupe -le dijo, y le sostuvo la puerta para que saliera, cosa que el animal hizo lentamente, mirando hacia atrás mientras se alejaba-.


Vanessa no pudo evitar sonreír al verlo y Zac captó su mirada.


Zac: Es un perro estupendo, ¿eh?


Ness: Lo llena todo de arena.


Zac: Tendrías que estar agradecida porque no haya traído otra estrella de mar. Una vez escondió una debajo de la cama. Apestaba.


Estupendo.


Zac: Bueno, estoy seguro de que tendrás hambre.


Ness: Me muero de hambre -respondió y su estómago rugió para confirmarlo-.


Lo último que había comido había sido el filete del avión.


Zac: Muy bien, estaba a punto de preparar unos huevos a lo Zac.


Ness: ¿Y cómo son?


Zac: Huevos con cualquier cosa que encuentre en la nevera. Y con una salsa de tomate que hago yo mismo.


Ness: No quisiera molestarte.


Debería deshacer las maletas primero, pero comer le daría la energía suficiente como para instalar los programas de Ashley en el ordenador, estudiar su lista de contactos y prepararse para hacer las llamadas al día siguiente.


Zac: Simplemente pondré un par de huevos más. Fácil -dijo y se dirigió hacia la cocina-. Somos compañeros de piso, ¿no?


«No por mucho tiempo», quiso decir ella, pero le daría un descanso hasta que comieran. No podía pretender que Zac sacara aquel banco de ejercicios de su habitación con el estómago vacío.


Fue hacia la cocina para ayudar.


3 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Hahaha muy bueno el capitulo..
se que Vanessa lo querrá en casa, quien no?
me dio risa lo de Miley...
siguela
esperare con ansias el otro capitulo
;)
XoXo

Carolina dijo...

Que tal mujer! te pones como personaje! xD
asi no se vale!
espero q tu personaje sea como tu!
me encanto! me muero por ver el otro capi!
bye amiga! cdtm!tkm

Anónimo dijo...

muy buen capitulo
interesante ya quiero saber mas

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