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domingo, 24 de abril de 2011

Prólogo


Inglaterra, 1804

La despertó un débil crujido en el corredor. Vanessa Hudgens Whiting agudizó el oído. Volvió a oír un rumor leve, los pasos de alguien que pasaba frente a su habitación y se detenía ante la puerta del dormitorio de su hermana.

Ness se incorporó en la cama. El corazón le latía con fuerza. Por orden de su padrastro, el barón, la puerta de Alysson carecía de llave y pestillo. Oyó el chasquido del tirador al girar y el sonido amortiguado de unos zapatos sobre la alfombra. Alguien acababa de entrar en aquel cuarto.

Ella sabía bien de quién se trataba. Estaba convencida de que ese día llegaría, sabía que el barón acabaría por dar rienda suelta al deseo que sentía por Alysson. Desesperada por proteger a su hermana, Ness se levantó de un brinco, se cubrió con la bata azul que reposaba a sus pies y se asomó al pasillo a toda prisa. La habitación de Alysson no era contigua a la suya; entre las dos se interponía otra puerta. Avanzó con gran sigilo; le temblaban las piernas y tenía las palmas de las manos tan sudorosas que no logró girar el tirador.

Se las secó en la bata y volvió a intentarlo. En esa ocasión sí lo logró y, con gran cautela, penetró en la oscuridad del dormitorio. Su padrastro se encontraba de pie junto a la cama de su hermana; su alargada silueta se recortaba en las sombras que creaba la escasa luz filtrada a través del ventanal. Al oír sus palabras, en voz muy baja, y las súplicas de Alysson, el corazón le dio un vuelco.

Alysson: No se acerque a mí -rogaba-

Harwood: No voy a hacerte daño. Túmbate y déjate hacer.

Alysson: No. Le ruego que salga de mi cuarto.

Harwod: Cállate -replicó con más dureza-. No querrás despertar a tu hermana, ¿verdad? Supongo que imaginas qué sucedería si ella entrara ahora.

Alysson: Por favor, no haga daño a Ness.

Pero los dos sabían que lo haría. En su espalda todavía eran visibles las marcas de la vara con que la había azotado días atrás el castigo que su padrastro, Jack Whiting, barón de Harwood, le había infligido por una infracción mísera que ella apenas recordaba.

Harwood: Entonces haz lo que te pido, tiéndete y no te muevas.

Alysson emitió un sonido profundo y Ness intentó calmar la furia que recorría su cuerpo. Agachada tras el barón, hincándose las uñas en las palmas, dio un paso adelante. Sabía cuáles eran las intenciones de su padrastro, y también que si intentaba apartarlo recibiría más azotes. Además, tarde o temprano acabaría lastimando a Alysson.

Se mordió el labio inferior, tratando de dominar la ira que se apoderaba de ella, mientras pensaba en qué hacer. Tenía que detenerlo. Pasara lo que pasase después, no podía consentir que le pusiera las manos encima a su hermana.

Entonces se fijó en la plancha de hierro que se usaba para calentar la cama, y que reposaba junto a la chimenea. Las brasas que contenía se habían apagado hacía rato, pero ahora, convertidas en cenizas, la hacían un objeto pesado, más contundente. Se inclinó y agarró el mango de madera, alejándolo de la chimenea. Alysson emitió otro quejido, Ness avanzó dos pasos más y se plantó tras el barón, que ya se había abalanzado sobre su hermana. Le atizó con el calentador y Harwood, soltando una especie de gruñido, se desplomó cuan largo era.

Le temblaban las manos. El calentador se estrelló contra el suelo con un ruido seco y, al abrirse, las cenizas y los trozos de carbón frío se esparcieron por toda la alfombra de Aubusson. Alysson saltó de la cama, fue hacia ella y la abrazó con fuerza.

Alysson: Él me… no dejaba de tocarme. -Chasqueó la lengua y añadió con voz aguda-: ¡Oh, Ness, has llegado justo a tiempo!

Ness: No te preocupes, cielo, ahora estás a salvo. No permitiré que vuelva a hacerte daño.

Temblorosa, Alysson se volvió hacia el hombre que yacía sobre la alfombra y vio que de una brecha abierta en la sien escapaba un reguero de sangre.

Alysson: ¿Lo has… lo has matado?

Ness posó la vista en la silueta inmóvil del barón, aturdida. Aspiró hondo para tranquilizarse. La oscuridad era casi total en el dormitorio de su hermana, a pesar de que la claridad de la luna se colaba a ambos lados del parteluz que dividía la ventana. Adivinaba la mancha granate que se extendía bajo la cabeza de Harwood. Su pecho parecía inmóvil, pero no estaba del todo segura.

Ness: Debemos irnos de aquí -dijo al fin, reprimiendo sus ganas de echar a correr-. Ponte la bata y saca la bolsa que guardas bajo la cama. Yo voy por la mía. Nos encontraremos al pie de la escalera del servicio.

Alysson: Tengo… tengo que quitarme el camisón y cambiarme de ropa.

Ness: No hay tiempo para eso. Ya lo haremos por el camino.

El viaje no era algo totalmente inesperado. Las dos ya habían hecho el equipaje hacía tres días, la noche en que Alysson cumplió sus diecisiete años. Desde aquel momento, la lujuria en los ojos del barón aumentaba cada vez que la miraba. En aquel mismo instante empezaron a planear su huida. Abandonarían Harwood Hall en cuanto se les presentara la primera oportunidad.

Pero esa noche el destino había decidido por ellas. Ya no podían esperar más.

Alysson: ¿Y qué hacemos con el collar?

Robar la posesión más preciada del barón siempre había sido parte del plan. Necesitaban dinero para llegar hasta Londres. Aquella hermosa joya de perlas y diamantes costaba una pequeña fortuna, y era el único objeto de valor que podían transportar con facilidad.

Ness: Ya lo cojo yo. Tú intenta estarte callada. Me reuniré contigo en cuanto pueda.

Alysson salió a toda prisa y bajó al vestíbulo. Ness dedicó una última mirada a su padrastro y la siguió. «Querido Dios, no consientas que muera», pensó, pues no soportaba la idea de haber matado a un hombre.

Al cerrar la puerta, un escalofrío recorrió todo su ser.


2 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

O_o
waaaauuuu
me encanto el capi...
esta muy interesante la novela..
siguela..
yo te sigo
:D

Carolina dijo...

ay ese viejo!
q io no le tiro la plancha si no una espada pero q le caiga en ia te imaginas donde!!
esta muy interesante!!
si kieren mas capis!
comenten ps!! bye loki!

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