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miércoles, 15 de diciembre de 2021

Capítulo 3


Zac aminoró la velocidad. Una sombra oscura se materializó en el lado izquierdo de la carretera, apenas perceptible por el velo blanco que la envolvía. Al acercarse a la sombra, se vieron los edificios que bordeaban el costado izquierdo de la carretera. Habían llegado al lado canadiense del paso fronterizo. Solo les llevó unos minutos, luego pudieron continuar hasta el paso fronterizo estadounidense. Una vez fueron revisados sus pasaportes también allí, se encontraron de nuevo en suelo americano. Zac respiró aliviado. No se había terminado de creer a Vanessa cuando afirmó no ser una criminal. Solo ahora se percataba de que había estado esperando que los detuvieran para interrogarlos.

Zac: Ya estamos aquí -dijo innecesariamente, por si ella no se había dado cuenta-.

Ness: Gracias a Dios.

Zac señaló un edificio rojo que se podía ver fácilmente a pesar de la intensa nevada.

Zac: Si quieres, puedes cambiarte allí. Tienen casi de todo lo que se necesita para vivir.

Ness: De acuerdo, es una buena idea.

A pesar de sus palabras, sonaba vacilante, como si no estuviera segura de querer quitarse el disfraz. Zac apagó el motor y la miró.

Zac: ¿Tienes dinero? Te fuiste precipitadamente de Lac-Mégantic.

Ness: Sí, tengo. Tengo el monedero en el bolsillo, igual que el móvil.

Zac: Está bien, entonces.

Aun así, ella no se movió, se quedó mirando fijamente el edificio como si pudiera hacerle algo.

Zac: ¿Vamos? -preguntó de nuevo-.

Ness: Sí. Por supuesto.

Zac se había apeado y probablemente no le quedaba otra opción que seguirlo. El miedo hizo que se formara un nudo en su garganta. Si salía ahora, estaría completamente indefensa. Cualquiera podría pasar por allí, agarrarla y arrastrarla hasta un coche. O, más fácil aun, sencillamente atropellarla. O dispararle desde un coche.

Alto.

Tuvo que dejar de imaginarse formas en las que se vengarían de ella.

Zac: Está bien, yo me ocupo.

Zac estaba de pie delante de la puerta abierta del pasajero. Estaba tan sumida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que Zac había abierto la puerta.

Ness: Gracias.

Vacilante se apeó del coche. Su corazón latía acelerado en su pecho. La adrenalina fluía por sus venas, casi mareándola.

Zac: Vamos -la agarró suavemente por el codo-. Acabemos con esto antes de que se te suba al regazo una tropa de niños que desean un regalo de Papá Noel. -Miró a su alrededor- No es que haya muchos niños aquí -añadió-.

Se dirigieron a la entrada, Zac abrió la puerta. Apenas habían entrado en el edificio, cuando fueron envueltos por un soplo de aire caliente. Por los altavoces se oían canciones navideñas. Zac la soltó del brazo y siguió adelante. Parecía conocer el camino, porque se afanaba en llegar a la parte de atrás de la tienda sin dudar. Allí, donde se veían algunos estantes con ropa: sudaderas y camisetas de manga corta. Sin pensarlo mucho, Vanessa eligió un par de prendas. Quería salir de allí lo más rápido que fuera posible. Los pocos clientes con los que coincidieron, los miraban fijamente. Probablemente allí no compraba muy a menudo Papá Noel. Solo cuando casi estaban ya en la caja, se dio cuenta del error que había cometido. Se lo había llevado todo demasiado pequeño. Con la barriga, que recientemente acarreaba, necesitaba al menos tres tallas más.

Ness: Vuelvo enseguida.

Antes de que Zac pudiera reaccionar, ya se había marchado. Rápidamente cambió las prendas por otro par de talla más grande. Solo podía esperar que le vinieran bien.

Zac: ¿Qué pasa?

Por supuesto que la había seguido. Por qué no, después de todo, no podía quedarse plantado en la caja con las manos vacías.

Ness: Yo... esto... esto me gusta más. -Sostenía unas horribles mallas rosa. El color era tan brillante que se necesitaban gafas de sol para contemplarlas- Y esto.

Había una camiseta a juego. Con aquel conjunto, ya no sería un panel rojo y andante que anunciaba la Navidad, sino un letrero de neón rosa brillante que causaría accidentes.

Zac: No -se balanceó hacia atrás apoyándose en los pulpejos de sus pies y las manos metidas en los bolsillos del pantalón-. Si me quedo mirando eso más de dos segundos, me quedaré ciego.

Ness: Al menos así se me podrá ver con la nevada, cuando haga autostop a un lado de la carretera.

Zac: No te quedarás en la cuneta. Te llevaré a Eustis. Hay moteles allí, tal vez hasta un concesionario de coches usados o una estación de autobuses. No lo sé, pero lo averiguaremos.

Ness: No quiero molestarte más.

Zac: Considéralo mi buena obra de la fiesta del amor.

Ness: Aun así.

Zac: Vanessa, ¿realmente crees que voy a abandonar a una mujer a la que le pegó el novio? Hazlo por mi bien. Para que pueda dormir mejor por las noches.

Vanessa contempló su rostro. Él la miró. La franca expresión que se reflejaba en su cara indicaba que realmente pensaba lo que decía.

Ness: Entonces... gracias.

Su voz sonaba ronca.

Zac: Solo te pongo una condición -le sonrió-. Escoge algo de un color diferente.

Ness: Bueno, está bien.

Zac: ¿Por qué no te pruebas algunas cosas antes de decidirte? Tenemos tiempo. Coge algo que te guste, luego le quitamos la etiqueta y lo pagamos, sin tener que disfrazarte de Papá Noel otra vez.

Ness: De acuerdo.

Zac: ¿Crees que deberíamos probar en la sección de ropa para embarazadas? Seguro que allí hay más opciones entre las que elegir.

Ness: No… estoy… embarazada -se le escap-.

Enfadada, lo miró fijamente. ¿Estaba loco?

Zac: Bien -vaciló-. Entonces estamos en la sección adecuada.

Ness: Así es.

Se alejó de él, rebuscó otra vez en las estanterías y cogió unas cuantas prendas. Esta vez se concentró en colores más oscuros. Pantalón de tela negra con cintura de goma. Una chaqueta de invierno igual de oscura. Un suéter azul oscuro... Un… No. Necesitaba algo para acentuar su barriga. Algo que hiciera que todos los hombres miraran para otro lado. ¡Allí! Una sudadera verde claro. De una talla demasiado pequeña para que cubriera todo el vientre. Hizo una mueca. ¡Durante tantos años había tratado de mantener su figura para esto!

Ness: Enseguida vuelvo. -Desapareció en un vestuario. Los pantalones quedaban bien con la sudadera-. Oh, Dios.

Al mirarse en el espejo sintió una bofetada en la cara. Parecía un monstruo verde. Una lágrima se le desprendió del rabillo del ojo. Luego, otra. Decidida, se colocó una gorra de béisbol en la cabeza y escondió el pelo debajo. Volvió a mirarse en el espejo. Esta vez estaba preparada para lo que iba a ver. Hizo una mueca. Al menos se había deshecho de aquella estúpida barba.

Ness: También me llevo estos.

Le mostró a Zac otro par de pantalones y dos sudaderas. La ropa interior que había elegido la sostenía en su puño cerrado. Él ni siquiera se dio cuenta, estaba demasiado ocupado mirándola.

¡Aquella cara! Pómulos altos, rasgos uniformes, un cutis brillante e impecable. Cejas perfectamente perfiladas sobre unos grandes ojos marrón chocolate. Y además, una nariz recta y una boca con labios gruesos y sensuales. Labios que le hacían divagar. Le hacían imaginar que atraía a Vanessa hacia sí y la besaba. Que con sus manos exploraba su cuerpo, empezando por acariciarle los pechos para luego deslizar su mano hasta el vientre. Un vientre que sobresalía de su figura ostensiblemente.

Aquella imagen lo catapultó de vuelta al presente. De repente notó su mirada inquisitiva. Le tendía las prendas para que las cogiera.

Zac: Esto es... mucho mejor -murmuró e intentó fingir que no había interrumpido el curso de sus pensamientos-.

Ness: ¿Seguro?

Zac: Sí. Los colores no me resultan ya tan llamativos.

No podía pensar en otra cosa positiva que decir sobre su conjunto, y del resto de su apariencia no quería hablar, de lo contrario volvería a delatarse como un perfecto idiota preguntándole si realmente no estaba embarazada. Porque solo un embarazo podría explicar su extraña figura. Las extremidades delgadas, la cara estrecha y los glúteos pequeños y redondeados junto a aquel vientre grotesco.

Ness: Bien -sonrió-.

Y una vez más, su rostro se transformó de aquella manera mágica que hizo que Zac se quedara sin aliento. Hubiera preferido estirar su mano y quitarle la gorra de béisbol de la cabeza. Quería saber por fin cómo era cuando su pelo no estaba cubierto. Pelo negro, decidió. Vanessa tenía un precioso pelo caoba. Apostaría a que tenía razón.

Zac: Entonces podemos seguir adelante.

Se aclaró la voz. Sonaba ronca de repente.

Ness: Sí.

Otra vez aquella sonrisa radiante que le provocó un hormigueo en el estómago. Mariposas. Malditas mariposas. Igual que en una cursi historia de amor.

Menos mal que no creía en mierdas sentimentalistas.

Juntos volvieron a la caja. Al menos eso pensó él, que iban a ir hasta allí juntos, porque los gritos de ella hicieron que se detuviera. Se dio la vuelta. Vanessa se había quedado rezagada unos cuantos metros y estaba parada ante una pequeña mesa repleta de adornos navideños.

Ness: ¡Es perfecto!

Sostenía en alto un árbol de Navidad. Un árbol en miniatura, ya decorado y de solo diez centímetros de altura.

Zac: ¿Qué? -miró el árbol como si hubiera salido de una película de terror. Luego sacudió la cabeza-. ¿Realmente quieres comprar algo tan cursi?

Ness: ¡Por supuesto! Es muy bonito.

Zac: Haz lo que quieras. -Se dio la vuelta, y se dirigió a la puerta pasando de largo por la caja-. Date prisa. No esperaré mucho tiempo -dijo, luego abrió la puerta y salió-.

Ness: ¡Ya voy! -la oyó decir-.

Eso es lo que se temía. Vanessa en su coche, con aquel árbol de plástico y canciones navideñas. Un día en el infierno sería con toda seguridad mucho más placentero.

Solo le llevó unos minutos darse cuenta de que era peor de lo que se podía haber imaginado. Aquel maldito árbol de Navidad tenía un pie de goma para ponerlo en el salpicadero. Y allí estaba ahora. Cada vez que Zac miraba a Vanessa, lo primero que veía era aquel símbolo de la Navidad, con una guirnalda luminosa y adornos baratos.

Lo único que le faltaba ahora era un hermoso cachorro con grandes ojos de color chocolate y un lazo rojo alrededor del cuello. Eso remataría la Navidad más cursi de la historia. Espera, olvidaba un trineo, tirado por renos. Con la suerte que tenía, probablemente pronto lo tendría. Lo mejor sería que se pegara un tiro ahora mismo y pusiera fin a sus miserias.

Ness: ¿Todo bien? -preguntó a su lado con voz tímida-.

Zac: Sí, estoy bien.

Ness: Entonces está bien -murmuró-.

Parecía que su tono de voz no la había convencido.

Zac: Ya hemos llegado.

Señaló a través del parabrisas al cartel luminoso de un restaurante. Uno de esos establecimientos donde todo estaba hecho de plástico, pero había café en abundancia.

Ness: Fabuloso.

La voz de Vanessa no desbordaba entusiasmo, probablemente porque se había dado cuenta de las pocas posibilidades de salir de allí por su cuenta.

Zac: Podemos preguntar en el restaurante si hay alguna posibilidad de comprar un coche en la ciudad. Si hay alguien que lo sepa, tiene que estar ahí. Y si no, al menos podremos comer algo.

Ness Buena idea.

Apenas habían puesto un pie en el restaurante, cuando la Navidad cayó sobre ellos como en una mala película. Justo al lado de la entrada, un enorme y decorado abeto les dio la bienvenida. Bajo todas las guirnaldas, bolas de colores y palos de caramelo, las ramas solo podían imaginarse. Por supuesto, aquello no era suficiente. Si todavía no estabas de humor para fiestas, al llegar a la mesa la encontrabas igual de recargada. Manteles de color rojo oscuro con la imagen de vientre prominente de Papá Noel, completa, con su trineo y su enorme saco lleno de regalos, decoraba cada asiento. La camarera se acercó a ellos. La mujer de unos cincuenta años llevaba un gorro rojo con borla y un delantal rojo sobre una falda verde. Sacó un bolígrafo rojo, en cuyo extremo final había otra borla. Obviamente, allí, en Eustis, la Navidad se la tomaban muy en serio.

**: ¡Felices Fiestas! ¿Qué puedo hacer por ustedes? Nuestro plato especial del día es la hamburguesa de Navidad. Con salsa de arándanos, tocino crujiente frito en mantequilla de canela y una rebanada de pechuga de pavo. Junto a esto servimos un batido de canela y un pan de especias con la forma de Papá Noel de postre.

Vanessa aplaudió alegre. Como no. El menú era perfecto para ella. Lo sabía, aunque solo la conocía desde hacía unas horas.

Ness: Oh, es sencillamente maravilloso. Lo tomaré. Tú también, ¿verdad, Zac?

Zac: Ni hablar -gruñó. Luego pidió-. Una Coca Cola y dos hamburguesas con queso.

**: ¿Les gustaría probar nuestra empanadilla de canela y manzana como postre navideño?

Zac: No -perforó a la camarera con la mirada-. Ahórrese todas esas paparruchadas.

**: No hay necesidad de ser grosero. -La camarera le dedicó una gélida mirada-. ¿Eso va a ser todo?

Zac: Sí.


1 comentarios:

Lu dijo...

Woww... que intriga, no se que pensar de Ness
Espero en los otros capitulos entenderla


Sube pronto :)

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