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martes, 19 de abril de 2016

Capítulo 8


Los domingos, Vanessa no se ceñía a ningún horario.

Durante seis días a la semana su tiempo estaba estrictamente organizado, dedicado a las clases, el papeleo y su madre. El domingo aprovechaba para relajarse.

Era ya última hora de la mañana cuando bajó de su habitación. El intenso aroma del café la atrajo hacia la cocina. Pudo oír los movimientos lentos e irregulares de su madre antes de abrir la puerta.

Ness: Buenos días -cruzó por el suelo de linóleo para besar la mejilla de Molly, y luego observó su pulcro traje de tres piezas-. Te has arreglado -el placer embargaba su voz-. Estás magnífica.

Molly sonrió mientras se tocaba el cabello con una mano nerviosa.

Molly: Carol quiere que vayamos a almorzar al club de campo. ¿Crees que voy bien peinada?

Ness: Estupendamente bien -se alegró al ver que su madre volvía a acicalarse-. Pero ya sabes que lo que más te miran son las piernas. Tienes unas piernas fantásticas.

Molly se echó a reír, un sonido que Vanessa llevaba mucho tiempo esperando oír.

Ness. Tu padre siempre lo creyó así -su tono volvía a ser triste-.

Vanessa le rodeó el cuello con los brazos.

Ness: No, por favor -la abrazó un momento, deseando disipar su melancolía-. Me gusta mucho verte sonreír. Papá quería que sonrieras.

Al notar que Molly suspiraba, la abrazó con más fuerza. De serle posible, le habría hecho una transfusión con parte de su propia fuerza.

Molly le dio una palmadita en la espalda y se retiró.

Molly: Tomemos un café -avanzó hacia la mesa-. Puede que mis piernas tengan buen aspecto, pero siguen unidas a mi cadera y se cansan con facilidad.

Vanessa observó cómo su madre se sentaba, y luego se dirigió hacia el armario. Era importante mantener animada a Molly.

Ness: Ayer estuve trabajando hasta tarde con la chica de la que te he hablado, Jessica Efron -sirvió dos tazas de café antes de dirigirse hacia la nevera para sacar la leche. Añadió una cantidad generosa al café de su madre y dejó el suyo solo-. Es excepcional, verdaderamente excepcional -prosiguió mientras se sentaba junto a Molly-. Le he dado el papel de Carla en El cascanueces. Es una chica tímida e introvertida, que solo parece segura de sí misma cuando está bailando -pensativamente, observó cómo brotaba el vapor de la taza de café-. Quiero enviarla a Nueva York, con Mike. Su tío no quiere ni oír hablar de ello -al menos en los siguientes cuatro meses y medio, se dijo con aflicción-. Qué hombre tan testarudo e inflexible. ¿Todos los hombres son tercos como mulas? -inquirió, y luego maldijo al quemarse la lengua con un sorbo de humeante café-.

Molly: En su mayoría -su café se enfriaba frente a ella-. Y también en su mayoría las mujeres parecen verse atraídas por los hombres tercos como mulas. Ese hombre te atrae.

Vanessa alzó la mirada, y luego volvió a fijarla en el café.

Ness: Bueno… sí. Es algo distinto de los demás hombres que he conocido. Su vida no gira en torno a la danza. Ha viajado prácticamente por todo el mundo. Es un hombre seguro de sí mismo y arrogante, aunque de forma mesurada. El único que conozco con semejante confianza en sí mismo, aparte de él, es Mike -sonrió, recordando, y acompañó sus palabras con gestos-. Pero Mike posee un temperamento apasionado típico de los rusos. Tira cosas, gime, grita. Hasta sus ataques de genio están cuidadosamente orquestados. Zac es diferente. Zac puede partirte en dos sin abrir la boca.

Molly: Y tú lo respetas por ello.

Vanessa levantó de nuevo los ojos y se rió. Era la primera vez, que ella recordase, que entablaba con su madre una conversación seria que no estuviese centrada en la danza.

Ness: Sí -admitió-. Por ridículo que suene, así es. Es de esa clase de hombres que imponen su autoridad sin exigirlo, no sé si me explico -sorbió su café con más cuidado-. Jessica lo adora. Se le nota en la cara cada vez que lo mira. La expresión de soledad está desapareciendo de sus ojos, y estoy segura de que el mérito es de Zac -su voz se suavizó-. Es un hombre muy sensible, creo, y sabe controlar muy bien sus emociones. Creo que, si amara a alguien, se mostraría muy exigente, porque no invertiría sus emociones con facilidad. Aun así, si no fuese tan terco, enviaríamos a Jessica con Mike. Un año de preparación en Nueva York le posibilitará entrar en el cuerpo de baile, estoy segura. Se lo he mencionado a Mike, pero…

Molly: ¿A Mike? -interrumpió los pensamientos verbales de Vanessa-. ¿Cuándo?

Vanessa volvió en sí misma con una maldición. No había omitido mencionar la llamada de Mike por descuido. Había deseado evitar un tema de conversación que acabaría afligiéndolas a ambas. Se encogió de hombros y habló casualmente, entre sorbo y sorbo de café.

Ness: Oh, hace un par de días. Me llamó al estudio.

Molly: ¿Para qué?

La pregunta de Molly era serena pero inevitable.

Ness: Para ver cómo me encontraba y para preguntarme por ti -las flores que Carol había llevado la semana pasada se marchitaban en el jarrón colocado en la mesa. Vanessa se levantó, llevándose las flores consigo-. Siempre te ha tenido mucho cariño.

Molly observó cómo su hija depositaba las flores mustias en el cubo de la basura.

Molly: Te ha pedido que vuelvas.

Vanessa puso el jarrón en el fregadero y empezó a enjuagarlo.

Ness: Anda muy entusiasmado con un nuevo ballet que está escribiendo.

Molly: Y quiere que lo protagonices tú. -Vanessa siguió enjuagando el jarrón-. ¿Qué le has dicho?

Vanessa meneó la cabeza, deseando evitar otra discusión tensa.

Ness: Madre, por favor.

Hubo un momento de silencio, roto únicamente por el ruido del agua en el fregadero.

Molly: He pensado que podría irme a California con Carol.

Sorprendida tanto por el comentario como por el tono calmado de su madre, Vanessa se giró sin cerrar siquiera el grifo.

Ness: Sería maravilloso para ti. Evitarías lo peor del invierno.

Molly: No me refería solo al invierno. Sería algo permanente.

Ness: ¿Permanente? -la confusión nubló su rostro. Detrás de ella, el agua se estrellaba contra el jarrón de cristal. Se volvió y cerró el grifo-. No te comprendo.

Molly: Carol tiene familia allí, ¿sabes? -se levantó para servirse otro café, emitiendo una protesta cuando Vanessa se acercó para hacerlo por ella-. Un primo suyo se enteró de que vendían una floristería. Está en un sitio excelente. Carol la compró.

Ness: ¿La compró? -atónita, volvió a sentarse-. Pero ¿cuándo? No me ha dicho nada. Andrew tampoco me lo ha comentado y lo vi ayer mismo…

Molly: Carol quiere arreglarlo todo antes -interrumpió la incrédula frase de Vanessa-. Quiere que sea socia suya en el negocio.

Ness: ¿Socia suya? -meneó la cabeza, y luego se presionó las sienes con los dedos-. ¿En California?

Molly: No podemos seguir como hasta ahora, Vanessa -avanzó cojeando hasta la mesa con el café-. Físicamente estoy tan bien como llegaré a estarlo. Ya no es necesario que sigas mimándome o preocupándote por mí. Sí, no lo niegues -prosiguió cuando Vanessa abrió la boca para protestar-. He progresado muchísimo desde que salí del hospital

Ness: Lo sé. Sí, ya lo sé, pero California…-dirigió a Molly una mirada desvalida-. Está muy lejos…

Molly: Es lo que ambas necesitamos. Carol me dijo que yo te estaba presionado, y tenía razón.

Ness: Madre…

Molly: Es cierto, y seguiré haciéndolo mientras continuemos viviendo tan cerca la una de la otra -tras exhalar un largo suspiro, frunció los labios-. Ha llegado la hora… para ambas. Solamente he deseado una cosa para ti. Y mi deseo no ha cambiado -tomó las manos de Vanessa, estudiando los largos y estilizados dedos-. Los sueños son obstinados. Y durante toda mi vida he tenido el mismo sueño… primero para mí misma, luego para ti. Quizá me he equivocado. O quizá me estás utilizando como excusa para no volver- mientras Vanessa negaba con la cabeza, prosiguió-: Has cuidado de mí cuando te necesitaba, y te estoy agradecida. No te lo he demostrado porque ese sueño se interponía entre ambas. Voy a pedirte una cosa por última vez. -Vanessa permaneció callada, a la espera-. Piensa en lo que tienes, en quien eres. Piensa en la posibilidad de volver.

Vanessa no pudo hacer nada salvo asentir.

Ness: ¿Cuándo te irías?

Molly: Dentro de tres semanas.

Emitiendo un rápido suspiro al oír la respuesta, Vanessa se levantó.

Ness: Carol y tú seréis unas socias estupendas -de repente, se sentía perdida, sola y abandonada. Voy a pasear un rato -dijo rápidamente antes de que las emociones afloraran a su rostro-. Necesito pensar.

Vanessa adoraba la playa cuando el viento transportaba indicios del invierno. Llevaba un viejo chaquetón para protegerse de la mordedura del frío y, con las manos metidas en los bolsillos, caminaba por la extensión de roca y arena. En lo alto, el cielo aparecía tranquilo e implacablemente azul. El oleaje se agitaba salvajemente. Más que el olor del mar, podía paladearse su sabor. El viento soplaba con libertad, y Vanessa pensó que aclararía su mente.

Nunca había pensado en la posibilidad de que su madre se marchase definitivamente de Cliffside. Y no estaba segura de lo que sentía al respecto. Una gaviota descendió en picado por encima de su cabeza, y Vanessa se detuvo para contemplar su vuelo sobre las rocas.

Tres años, se dijo. Tres años atrapada en la misma rutina. Ya no estaba segura de poder prescindir de dicha rutina.

Agachándose, recogió una piedra plana y lisa. Era del color de la arena, con motas negras, del tamaño de un dólar de plata.

Vanessa la sacudió y se la guardó en el bolsillo. Mantuvo la mano cerrada en torno a ella, calentándola distraídamente mientras paseaba.

Pensó en todas las etapas de su vida desde su regreso a Cliffside. Volviendo la vista atrás, recordó sus años en Nueva York.

Dos vidas diferentes, se dijo Vanessa, encorvando los hombros. Al echar la cabeza hacia atrás, divisó la casa del acantilado. Se cernía a gran altura sobre ella, a medio kilómetro de distancia, pero su visión la llenó de calor, tal como ella estaba calentando la piedra.

“Es porque siempre está ahí”, se dijo, “porque siempre puedes contar con ella. Cuando todo anda mal, ella resiste”.

Sus ventanas resplandecían al sol mientras Vanessa la contemplaba. De las chimeneas surgían columnas rizadas de humo. Vanessa suspiró, abrazándose a sí misma.

Un movimiento en el otro extremo de la playa llamó su atención. Zac caminaba hacia ella. Debía de haber bajado por la escalera de la casa que daba a la playa. Haciendo pantalla con las manos para protegerse los ojos del sol, Vanessa lo observó. Sonrió sin apenas ser consciente de ello.

“¿Por qué ejerce ese efecto sobre mí?”, se preguntó. “¿Por qué siempre me alegro tantísimo de verlo? Camina con tanta seguridad… Ni uno solo de sus movimientos es superfluo. Me gustaría bailar con él, alguna melodía lenta y ensoñadora”. Notó un tirón en el corazón y suspiró. “Debería echar a correr antes de que se acerque más”.

Y corrió. Hacia él.

Zac la vio acercarse. Su cabello flotaba alborotado tras ella. El viento teñía de rosa sus mejillas. Su cuerpo parecía etéreo, deslizándose sobre la arena, y Zac se acordó de la noche en que la sorprendió bailando a solas.

No era consciente de haberse quedado parado de pronto.

Ella le tendió los brazos con una brillante sonrisa.

Ness: Hola -poniéndose de puntillas, le posó un rápido beso en los labios-. Cuánto me alegra verte. Me sentía muy sola -sus dedos se entrelazaron con los de él-.

Zac: Te vi desde la casa.

Ness: ¿Sí? -se dijo que parecía más joven con el cabello alborotado por el viento-. ¿Cómo supiste que era yo?

Zac frunció el ceño levemente, pero su voz permaneció imperturbable.

Zac: Por tu forma de moverte.

Ness: No hay mejor cumplido para una bailarina. ¿Y por eso has bajado? -sentaba bien sentir sus manos de nuevo, ver la mirada solemne y escrutadora de sus ojos-. ¿Para estar conmigo?

Solamente su ceja se movió, en una leve inclinación ascendente, antes de que respondiera.

Zac: Sí

Ness: Me alegro -sonrió cálidamente, sin reservas-. Necesito hablar con alguien. ¿Querrás escucharme?

Zac: Está bien.

Siguiendo un acuerdo silencioso, empezaron a caminar.

Ness: Bailar siempre lo ha sido todo para mí -comenzó a decir-. No recuerdo un solo día sin clases, una sola mañana sin la barra. Era vital para mi madre, que como bailarina tenía sus limitaciones, que yo llegase más lejos. Fue una suerte para todos que yo deseara bailar y que estuviese capacitada para ello. Era importante para ambas, aunque por distintos motivos, y constituía un vínculo entre nosotras. -Hablaba en tono quedo, pero su voz se oía nítidamente sobre el rumor del mar-. Era un poco mayor que Jessica cuando entré en la compañía. Es una vida muy dura, de competitividad, horarios estrictos, presión. Oh, Dios mío, la presión. Empieza por la mañana, en cuanto una abre los ojos. Barra, clases, ensayos, más clases. Siete días a la semana. Esa es toda tu vida, no hay nada más. No puede haberlo. Nunca puedes relajarte. Siempre hay alguien detrás de ti, esperando ocupar tu lugar. Si te saltas una clase, una sola clase, tu cuerpo lo nota y te tortura. El dolor siempre está presente… en los músculos, los tendones, los pies. Es el precio necesario para mantener esa flexibilidad antinatural. -Vanessa suspiró y dejó que el viento azotara su rostro-. Yo lo adoraba. Cada momento. Sé que resulta difícil entenderlo, pero es cierto. Cuando estaba en la compañía, me encerré por completo en mí misma y en mi trabajo. Raras veces pensaba en Cliffside o en nadie de aquí. Íbamos a iniciar los ensayos de El pájaro de fuego cuando mis padres tuvieron el accidente -hizo una pausa entonces y, aunque su voz se espesó, seguía siendo firme-. Amaba a mi padre. Era un hombre sencillo, generoso. Dudo que me acordase de él más de una docena de veces durante aquel último año en Nueva York. ¿Alguna vez has hecho algo por lo que te odies constantemente a ti mismo? ¿Algo que ya no puedes cambiar?

Zac: ¿Algo que haga que te despiertes a las tres de la mañana? -le echó un brazo sobre los hombros y la atrajo hacia sí-. Sí, alguna vez.

Ness: Mi madre pasó bastante tiempo en el hospital -durante un momento, giró el rostro para hundirlo en su hombro. Hablar de ello le resultaba más difícil de lo que había supuesto-. Estaba en coma. Luego tuvieron que operarla y someterla a una terapia. Fue un periodo largo y doloroso para ella. Tuve que ocuparme de un montón de papeleo. Descubrí que habían hipotecado por segunda vez la casa para financiar mis dos primeros años de estudios en Nueva Cork - una profunda bocanada de aliento la ayudó a contener las lágrimas-. Yo estaba totalmente absorta en mí misma, centrada en mis ambiciones, mientras ellos arriesgaban la casa para posibilitar mis sueños.

Zac: Debió de ser lo que deseaban, Vanessa. Y triunfaste. Obviamente estaban orgullosos de ti.

Ness: Sí, pero yo acepté su generosidad sin pensar en ello, sin mostrarles mi gratitud.

Zac: ¿Cómo podías mostrar gratitud por algo de lo que no sabías nada? -señaló-.

Ness: Más atenta -murmuró mientras una gaviota chillaba sobre sus cabezas-. Desearía haber sido más atenta, en cualquier caso -siguió diciendo-. Al regresar, abrí la academia para no volverme loca y para ayudar económicamente a mi madre, hasta que pudiera valerse por sí misma. Por entonces no tenía pensado quedarme.

Zac: Pero cambiaste de planes -los pasos de Vanessa se habían vuelto más lentos, y Zac acortó su zancada para ajustarse a ellos-.

Ness: Fueron pasando los meses -con aire ausente, se retiró el cabello que le tapaba la visión-. Cuando mi madre salió por fin del hospital, seguía necesitando muchos cuidados. La madre de Andrew fue nuestra salvación. Dividía su tiempo entre la tienda y nuestra casa para que yo pudiera atender la academia. Entonces, llegó un momento en que tuve que enfrentarme a las cosas tal como eran. Había pasado demasiado tiempo y todavía no había un final a la vista. -Caminó por un momento en silencio-. Dejé de pensar en volver a Nueva York. Cliffside era mi hogar y tenía amigos aquí. Tenía la academia. La vida de las bailarinas profesionales está muy reglamentada. Toman clases a diario, que es muy distinto a impartirlas. Siguen un régimen de comidas muy determinado, piensan de una manera muy concreta. Yo dejé de ser una bailarina profesional, simplemente.

Zac: Pero tu madre se negó a aceptar eso.

Sorprendida, Vanessa se detuvo y alzó los ojos para mirarlo.

Ness: ¿Cómo lo sabes?

Zac le retiró el pelo de la mejilla.

Zac: No es tan difícil.

Ness: Tres años, Zac -se encogió de hombros-. Mi madre no es realista. Pronto cumpliré los veintiséis; ¿cómo puedo volver e intentar competir con chicas de la edad de Jessica? Y, aunque pudiera, ¿por qué he de torturar mis músculos, destrozarme los pies y morirme de hambre por segunda vez? Ni siquiera sé si sería capaz. Me encantaba aquella vida… y me encanta esta -se giró para contemplar el oleaje que se estrellaba contra las rocas-. Ahora mi madre pretende trasladarse definitivamente, empezar de nuevo y obligarme a tomar una decisión, lo sé. Una decisión que ya creía haber tomado.

Las manos de él subieron hasta sus hombros.

Zac: ¿Lamentas que se vaya y no puedas seguir cuidando de ella?

Ness: Oh, eres muy perspicaz -se recostó en Zac un momento. Hallaba consuelo así-. Pero deseo que sea feliz, realmente feliz, otra vez. Yo la quiero mucho, no del modo sencillo en que amaba a mi padre, pero la quiero. Solo que no estoy segura de poder ser lo que ella quiere que sea.

Zac: Si crees que podrás pagarle siendo lo que ella quiere que seas, te equivocas. La vida no funciona de un modo tan sencillo.

Ness: Debería -miró ceñuda el espumoso oleaje-. Debería.

Zac: ¿No crees que, en ese caso, sería muy aburrida? -su voz sonaba calmada y tranquila por encima de los chillidos de las gaviotas y el fragor del mar. Vanessa se alegró de haber corrido hacia él, en lugar de haber huido-. ¿Cuándo se irá tu madre?

Ness: Dentro de tres semanas.

Zac: Entonces, cuando se haya ido, tómate algo de tiempo para decidir hacia dónde orientarás tu vida. Ahora estás sometida a demasiada presión.

Ness: Debí imaginar que emplearías la lógica -se giró hacia él, sonriendo de nuevo-. Normalmente detesto esa clase de consejos, pero esta vez es un alivio -le rodeó la cintura con los brazos y enterró el rostro en su pecho-. ¿Quieres abrazarme? Sienta tan bien depender de alguien, aunque solo sea por un momento…

Parecía muy pequeña cuando la rodeó con sus brazos. Su fragilidad despertó los instintos protectores de Zac. Descansó la mejilla sobre su cabeza y observó cómo el agua se batía contra las rocas.

Ness: Hueles a jabón y a cuero -murmuró por fin-. Me gusta. Dentro de mil años, recordaré que olías a jabón y a cuero.

Alzó el rostro y buscó en lo profundo de sus ojos.

“Podría enamorarme de él”, se dijo “Es el primer hombre del que realmente podría enamorarme”.

Ness: Sé que estoy loca -comentó en voz alta-, pero deseo que me beses. Deseo desesperadamente sentir otra vez tu sabor.

Sus bocas se unieron lentamente para saborearse. Se retiraron el uno del otro una vez, lo justo para ver la necesidad reflejada en los ojos de ambos, y se unieron de nuevo.

El sabor y la textura de la boca de Zac ya era familiar, pero no por ello menos excitante. Vanessa se aferró a él. Sus lenguas se martirizaron con la promesa de lo que podía haber entre ambos.

La intensidad de su deseo era mayor de lo que Vanessa había sospechado, sus aguas más traicioneras. Por un momento, se rindió a Zac por completo. Una serie de promesas temblaron en sus labios.

Bruscamente, Vanessa se retiró, meneando la cabeza. Se retiró el cabello de la cara mientras respiraba hondo.

Ness: Oh, debería permanecer lejos de ti -susurró-. Muy lejos.

Zac alzó las manos para enmarcar su rostro.

Zac: Ya es demasiado tarde para eso.

La pasión aún oscurecía sus ojos. Con la más leve prisión, la atrajo de vuelta hacia sí.

Ness: Tal vez -colocó ambas manos sobre su pecho, aunque no empujó-. En cualquier caso, yo me lo he buscado.

Zac: Si fuese verano -dijo mientras recorría su cuello con los dedo-, podríamos comer aquí, con vino frío, a última hora de la noche. Luego haríamos el amor y dormiríamos en la playa hasta que el sol surgiera del mar.

Vanessa notó que empezaban a temblarle las rodillas.

Ness: Oh, sí -dijo con un suspiro… Debería permanecer lejos de ti -girándose, corrió hacia un macizo de rocas-. ¿Sabes por qué me gusta la playa a principios del invierno? -inquirió en voz alta mientras subía trabajosamente a la cima-.

Zac: No -se unió a ella-. ¿Por qué?

Ness: Porque el viento está frío y vivo, y el agua se muestra furiosa. Me gusta contemplarla justo antes de una tormenta.

Zac: Te gustan los desafíos -observó, y Vanessa bajó los ojos para mirarlo-.

Ness: Sí, me gustan. Y a ti también, según recuerdo. He leído que fuiste un excelente paracaidista. -Zac alzó una mano hacia ella, sonriendo mientras los dedos de ambos se tocaban. Vanessa arrugó la nariz y saltó con ligereza a la arena-. Yo no sería capaz de saltar de un avión a menos que estuviera estacionado en el aeropuerto -dijo arqueando una ceja-.

Zac: Creí que te gustaban los desafíos.

Ness: También me gusta respirar.

Zac: Yo podría enseñarte -propuso envolviéndola entre sus brazos-.

Ness: Aprende tú a hacer un tour en I’air y yo aprenderé a saltar. Además… -luchó para zafarse de sus brazos mientras un recuerdo la asaltaba-. Recuerdo haber leído que estabas enseñando a cierta condesa italiana a practicar caída libre.

Zac: Empiezo a pensar que lees demasiado -le agarró la mano y tiró de ella-.

Ness: Me sorprende que hayas tenido tiempo para construir edificios con una vida social tan activa.

Zac esbozó una rápida sonrisa, traviesa y juvenil.

Zac: Soy un firme defensor del esparcimiento.

Ness: Mmm -antes de que pudiese madurar una respuesta, algo rojo llamó su atención desde el extremo de la playa-. Es Jessica -dijo, girando la cabeza-.

Jessica alzó la mano dubitativamente mientras cruzaba la arena hacia ellos. Llevaba el cabello suelto sobre un chaquetón rojo.

Ness: Es una chica encantadora -se volvió de nuevo hacia Zac. Vio que él también miraba a Jessica, aunque había una expresión ceñuda en sus ojos-. ¿Zac? -se giró hacia Jessica-. ¿Qué sucede? -inquirió con preocupación-.

Zac: Es posible que tenga que ausentarme durante unas semanas. Y lo siento por ella. Su estado es aún tan frágil…

Ness: Creo que la infravaloras -trató de ignorar la súbita sensación de pérdida que le había provocado sus palabras. ¿Se iba? ¿Cuándo? ¿Adónde? Se concentró en Jessica y desterró de su mente tales preguntas-. Y te infravaloras a ti mismo -añadió-. Habéis construido una relación muy sólida. Unas cuantas semanas no influirán en ella, ni en Jessica.

Antes de que Zac pudiera responder, Jessica se unió a ellos.

Jess: Hola, señorita Hudgens -su sonrisa se había vuelto más relajada desde la primera vez que Vanessa la vio. Había una chispa de excitación en sus ojos-. Acabo de volver de casa de Brittany, tío Zac. Su gata tuvo gatitos el mes pasado.

Vanessa se echó a reír.

Ness: Blanca es, por sí sola, la responsable de la explosión demográfica de felinos en Cliffside.

Zac: Por sí sola, no -comentó sarcásticamente, y Vanessa se rió de nuevo-.

Jess: Tuvo cuatro -siguió diciendo-. Y uno de ellos… bueno… -miró de Zac a Vanessa, apresándose el labio inferior con los dientes-.

En silencio, se abrió el chaquetón y dejó al descubierto una pequeña bola de pelo anaranjado.

Vanessa emitió un inevitable chillido mientras alargaba los brazos para tomar el aterciopelado gatito. Enterró la nariz en su pelaje.

Ness: Es precioso. ¿Cómo se llama?

Jess: Miko -contestó y giró sus ojos oscuros hacia su tío-. Lo tendría arriba, en mi habitación, donde no estorbaría a Prescott. Es muy pequeño y no dará ningún problema -farfulló esperanzada-.

Vanessa levantó la mirada mientras Jessica hablaba. La alegría había iluminado sus ojos. Según sabía Vanessa por su experiencia con ella, solo la danza dotaba de tanta vida a su rostro.

Ness: ¿Problema? -dijo, aliándose de inmediato con la chica-. Pues claro que no dará ningún problema. Mírale la carita.

Puso el gatito en las manos de Zac, quien alzó la carita del animal con un dedo. Miko maulló y se acomodó de nuevo para dormir.

Zac: Tres contra uno -dijo mientras rascaba las peludas orejas-. Algunos dirían que eso no es un juego sucio -devolvió el gatito a Jessica, y después le pasó una mano por el cabello-. Será mejor que yo me encargue de Prescott.

Jess: Oh, tío Zac -acunando al gatito, rodeó el cuello de Zac con el brazo libre-. ¡Gracias!. ¿A que es maravilloso, señorita Hudgens?

Ness: ¿Quién? -sus ojos se pasearon por encima de la cabeza de Jessica-. ¿Miko o Zac?

Jessica dejó escapar una risita. Era la primera vez que Vanessa la oía emitir aquel sonido peculiarmente femenino y juvenil.

Jess: Los dos. Voy a llevarlo adentro -se guardó el gatito en el interior del chaquetón y se alejó con un pequeño trote por la arena-. Robaré un poco de leche de la cocina -gritó por encima del hombro-.

Ness: Qué criatura -murmuró, observando cómo el chaquetón rojo desaparecía por el extremo de la franja de arena. Se giró hacia Zac y asintió con aprobación-. Lo has hecho muy bien. Cree que te ha convencido.

Zac sonrió y atrapó el cabello de Vanessa, alborotado por el viento.

Zac: ¿Y no lo ha hecho?

Vanessa le devolvió la sonrisa, combatiendo el impulso de acariciarle la mejilla.

Ness: Me gusta saber que eres un hombre sensible -bajó la mano-. Tengo que irme.

Zac: Vanessa -la retuvo cuando intentó alejarse-. Cena conmigo -la mirada de sus ojos era muy íntima-. Solo cenar. Quiero tenerte a mi lado.

Ness: Zac, ambos sabemos que no nos limitaríamos a cenar, simplemente. Los dos desearíamos algo más.

Zac: Pues tendremos algo más -murmuró-.

No obstante, cuando intentó atraer a Vanessa hacia sus brazos, ella se resistió.

Ness: No, necesito pensar -por un momento, descansó la frente en su pecho-. No puedo pensar con claridad cuando tú me estás tocando. Necesito algo de tiempo.

Zac: ¿Cuánto? -le colocó la mano debajo del mentón para alzar su rostro-.

Ness: No lo sé -las lágrimas que brotaron de sus ojos los sorprendieron a ambos-.

Atónita, Vanessa se las limpió. Zac alzó un dedo y atrapó una con la yema.

Zac: Vanessa -dijo con voz suave-.

Ness: No, no, no seas amable conmigo. Grítame. Recobraré el control de mí misma si me gritas -se llevó ambas manos a la cara y respiró hondo varias veces. De repente, comprendió cuál era la causa de aquellas lágrimas-. Tengo que irme. Por favor, déjame, Zac. Necesito estar sola.

A juzgar por la presión de sus dedos, temió que se negase a dejarla ir.

Zac: Está bien -dijo al cabo de un largo momento-. Pero no soy conocido por mi paciencia, Vanessa.

Ella no respondió, sino que se dio media vuelta y huyó corriendo. La acompañaba una certeza: no solo podía enamorarse de Zac Efron, sino que ya estaba enamorada de él.




Eso era más que evidente XD

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2 comentarios:

Maria jose dijo...

Los capítulos cada vez son mejores
Me súper encanto este capítulo
Y la verdad lo leí 2 veces !!!
Sigue la novela por favor
Ya quiero seguir leyendo
Vanessa ya admite q le encanta zac
Ya quiero que llegue el día de una cena romántica

Síguela pronto!!!!

Lu dijo...

Me encanto el capitulo!!
Me encanta este Zac, no entiendo porque Ness le tiene tanto miedo a Zac, yo creo que es porque esta muy enamorada.
Ame el capi.



Sube pronto

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