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domingo, 10 de abril de 2016

Capítulo 5


Vanessa se sentía cómoda estando con Zac. Le contó anécdotas divertidas porque le gustaba el sonido de su risa. Sus propios sentimientos de miedo y desesperación se habían esfumado. Mientras conducían, decidió que deseaba conocerlo mejor. Se sentía intrigada y atraída por él; y, si se producía alguna erupción volcánica, asumiría el riego. Los desastres naturales raras veces eran aburridos.

Vanessa conocía el restaurante. Lo había visitado una o dos veces con anterioridad, cuando alguna de sus citas había querido impresionarla.

Sabía que Zac Efron no sentiría la necesidad de impresionar a nadie. Era, simplemente, la clase de restaurante que prefería, tranquilo, elegante, con un servicio y una comida excelentes.

Ness: Mi padre me trajo aquí una vez -recordó mientras salía del coche, esperó a que Zac se uniera a ella y le ofreció la mano-. Hasta entonces no se me había permitido tener citas, así que me invitó a salir el día de mi cumpleaños. Dijo que quería ser mi primera cita -sonrió, reconfortada por el recuerdo-.  Siempre tenía esos detalles… Detalles pequeños, increíbles -se giró y descubrió que Zac la estaba observando. El resplandor de la luna los bañaba a ambos-. Celebro haber venido. Y celebro que haya sido contigo.

Él la miró con curiosidad, y luego pasó un dedo por su cabello trenzado.

Zac: Lo mismo digo.

Subieron juntos las escaleras que llevaban a la entrada del restaurante.

Una vez dentro, Vanessa se sintió atraída por el amplio ventanal desde el que podía contemplarse gran parte del estrecho de Long Island. Allí, sentados ante la luz tenue de las velas, prácticamente se podía oír el fragor de las olas al batirse contra las rocas.

Ness: Es un sitio maravilloso -dijo con entusiasmo mientras acababan de instalarse en la mesa-. Tan elegante y tranquilo, pero abierto a un panorama dotado de tanta fuerza -una sonrisa afloró a su semblante mientras se giraba de nuevo hacia Zac-. Me gustan los contrastes. ¿A ti no? -la luz de las velas arrancaba destellos a sus pendeintes de plata-. La vida sería muy aburrida si no hubiese variedad.

Zac: Me estaba preguntando -respondió mientras sus ojos oscilaban desde los aretes de plata a las líneas delicadas de su semblante-, dónde encajas tú en esta vida.

Tras menear brevemente la cabeza, Vanessa miró por el ventanal.

Ness: Yo misma me lo pregunto a menudo. Seguro que tú te conoces bien a ti mismo. Se nota.

Zac: ¿Te apetece algo de beber?

Vanessa volvió la cabeza hacia Zac y vio que un camarero esperaba de pie junto a él.

Ness: Sí -sonrió al camarero antes de centrar nuevamente su atención en Zac-. Un poco de vino blanco iría perfecto. Algo frío y seco.

Los ojos de Zac permanecieron sobre ella mientras pedía el vino. Había algo discretamente tenaz en su forma de mirarla, se dijo Vanessa. Era como la mirada de un hombre que había leído una página de un libro y estaba decidido a seguir leyendo hasta el final.

El silencio se prolongó cuando se hubieron quedado de nuevo a solas. Ella notó un hormigueo en la columna vertebral y respiró hondo.

Había llegado el momento de establecer las prioridades.

Ness: Tenemos que hablar sobre Jessica.

Zac: Sí.

Ness: Zac -desconcertada al ver que su mirada no perdía intensidad, imprimió más autoridad a su tono-. Tienes que dejar de mirarme de ese modo.

Zac: Yo creo que no -repuso suavemente-.

Vanessa arqueó las cejas al oír su respuesta, pero un asomo de diversión se dibujó en sus labios.

Ness: Y yo que creía que eras escrupulosamente educado.

Zac: Me amoldo a todo -estaba relajado en la silla, con un brazo sobre el respaldo mientras la observaba-. Eres muy guapa. Y disfruto contemplando la belleza.

Ness: Gracias -decidió que se acostumbraría a sus miradas directas antes de que terminase la velada-. Zac -se inclinó hacia delante, espoleada por sus propios pensamientos-, esta mañana, al ver a Jessica, supe que tenía talento. Y durante la clase de esta tarde quedé todavía más impresionada.

Zac: Para ella era muy importante estudiar contigo.

Ness: Pero no debería serlo -se apresuró a decir mientras observaba sus ojos levemente entrecerrados-. Yo no puedo darle todo lo que necesita. Mi academia es muy limitada, sobre todo si hablamos de una chica con el talento de Jessica. Debería ir a Nueva York, a una escuela donde pueda recibir una preparación más intensa y especializada.

Zac esperó mientras el camarero abría el vino y lo servia. Alzó la copa, estudiando cuidadosamente el contenido antes de hablar.

Zac: ¿No te ves capaz de enseñar a Jessica?

Vanessa enarcó las cejas ante el tono de la pregunta. Cuando respondió, no lo hizo con voz cálida.

Ness: Soy una profesora muy capaz. Jessica simplemente necesita una disciplina y unas ventajas que pueden ofrecerle en otro sitio.

Zac: Te irritas con facilidad -comentó, y luego dio un sorbo al vino-.

Ness: ¿De veras? -también sorbió el suyo, tratando de mostrase tan pragmática como él-. Quizá es que soy temperamental -dijo, satisfecha con su propio tono-. Probablemente habrás oído decir que las bailarinas somos muy excitables.

Zac se encogió de hombros.

Zac: Jessica quiere dar más de quince horas de clases a la semana contigo. ¿Eso no es suficiente?

Ness: No -soltó la copa y volvió a inclinarse hacia delante. Si Zac hacía aquellas preguntas, se dijo, no debía de ser un hombre completamente irrazonable-. Debería dar clases a diario. Unas clases más especializadas que las que yo puedo impartir, por el simple motivo de que no tengo más alumnas tan capacitadas con ella. Aunque pudiera darle clases a ella sola, no sería suficiente. Debe tener compañeros. Y yo solo tengo cuatro alumnos varones, que vienen tan solo una vez a la semana y que ni siquiera participan en los recitales. -Se le escapó un suspiro de frustración. Su voz se había tornado baja e intensa, en su necesidad de hacerle comprender-. Cliffside no es el centro cultural de la costa Este. No es más que un pueblecito yanqui -había una belleza implícita y natural en el modo en que movía las manos para enfatizar sus palabras. Había música en sus movimientos, una música dulce y silenciosa-. Aquí la gente es sencilla. No hay soñadores. La danza no tiene ninguna finalidad práctica. Puede ser una afición, un disfrute, pero aquí nadie la ve como una carrera, como un modo de vida.

Zac: Pero tú creciste aquí -señaló, y luego rellenó de vino las copas. El líquido brillaba como un ascua de oro a la luz de las velas-. E hiciste de la danza tu carrera.

Ness: Eso es cierto -pasó un dedo por el borde de su copa. Titubeó, deseando elegir sus palabras con cuidado-. Mi madre era bailarina profesional y fue muy... estricta con respecto a mi formación. Asistí a una escuela situada a unos cien kilómetros de aquí. Pasamos largas horas en el coche, yendo y viniendo -levantó los ojos para mirar de nuevo a Zac, mientras una sonrisa empezaba a juguetear en sus labios-. Mi maestra era una mujer maravillosa, mitad francesa y mitad rusa. Ya tiene casi setenta años y no acepta alumnas. De lo contrario, te rogaría que enviaras a Jessica con ella.

El tono de Zac era tan calmado y sereno como lo había sido al inicio de la conversación.

Zac: Jessica quiere estudiar contigo.

Vanessa sintió ganas de emitir un rito de frustración. Tomó un sorbo de vino mientras la sensación pasaba.

Ness: Yo tenía diecisiete años, la edad de Jessica, cuando me fui a Nueva York. Y ya había cursado ocho años de intenso estudio en una escuela. Con dieciocho años empecé a trabajar con la compañía. La competitividad por conseguir un lugar es brutal, y el entrenamiento es… -hizo una pausa, meneó la cabeza y se rió-. Es indescriptible. Jessica lo necesita, lo merece. Y lo antes posible, si desea dedicarse en serio a la danza. Su talento así lo requiere.

Zac se tomó su tiempo para contestar.

Zac: Jessica no es más que una chiquilla que acaba de atravesar unos momentos muy difíciles -hizo una señal al camarero para pedirle los menús-. Nueva York seguirá estando ahí dentro de tres o cuatro años.

Ness: ¡Tres o cuatro años! -soltó el menú sin mirarlo siquiera. Se quedó mirando a Zac, incrédula-. Entonces tendrá veinte años.

Zac: Una edad muy avanzada -repuso sarcásticamente-.

Ness: Lo es para una bailarina. Es raro que sigamos bailando después de los treinta. Sí, los hombres continúan algunos años más, y de vez en cuando surgen casos espectaculares como el de Fonteyn. Pero es la excepción, no la regla.

Zac: ¿Por eso te niegas a volver?

Los pensamientos de Vanessa se paralizaron ante la pregunta.

Zac: ¿Crees que tu carrera se acaba a los veinticinco?

Ella alzó la copa, y luego volvió a soltarla.

Ness: Estamos hablando de Jessica -le recordó-, no de mí.

Zac: Los misterios son fascinantes, Vanessa -tomó su mano y le dio la vuelta para estudiar la palma antes de mirarla otra vez a los ojos-. Y una mujer hermosa con misterios es irresistible. ¿Te has parado a pensar que algunas manos están hechas para ser besadas? Esta es una de esas manos -se llevó la palma a los labios-.

Vanessa notó que sus músculos se licuaban con el contacto. Estudió a Zac, francamente fascinada con las sensaciones que experimentaba. Se preguntó cómo sería sentir sus labios presionados contra los suyos, firmes y cálidos. Le gustaba la forma de su boca y la sonrisa lenta en que sonreía.
Bruscamente, se sacó a sí misma del ensueño. Las prioridades, recordó.

Ness: Con respecto a Jessica -empezó a decir-.

Trató de retirar la mano, pero Zac no la soltó.

Zac: Los padres de Jessica murieron en un accidente de tren hace apenas seis meses. Sucedió en Italia.

No aumentó la presión sobre los dedos de ella, pero su voz se había tensado. Sus ojos se habían endurecido.

Vanessa recordó el aspecto que había tenido cuando se alzó sobre ella bajo la lluvia.

Zac: Jessica estaba inusualmente unida a ellos, quizá porque viajaban tanto. Para ella era muy difícil forjar vínculos con otras personas. Puedes imaginarte cómo fue para una chica de dieciséis años verse, de pronto, huérfana en un país extranjero, en una ciudad en la que solo llevaban un par de semanas.

Los ojos de Vanessa se llenaron de dolorida compasión, pero Zac prosiguió antes de que ella pudiera hablar.

Zac: No conocía a nadie prácticamente, y yo me encontraba en una obra en Sudamérica.  Tardaron días en poder contactar conmigo. Estuvo sola durante casi una semana hasta que pude reunirme con ella. Mi hermano y su esposa ya estaban enterrados cuando llegué.

Ness: Zac, lo siento. Lo siento muchísimo -su necesidad de darle consuelo era instintiva-.

Vanessa apretó los dedos sobre los de Zac, mientras con la otra mano cubría las manos entrelazadas de ambos. Algo brilló en los ojos de él, pero Vanessa estaba demasiado abrumada como para notarlo.

Ness: Debió de ser horrible para ti. Para ambos.

Zac permaneció un momento en silencio, pero la profundidad de su mirada se intensificó

Zac: Sí -dijo finalmente-, lo fue. Traje a Jessica de vuelta a los Estados Unidos, pero Nueva York es una ciudad frenética, y Jessica es tan frágil…

Ness: De modo que encontraste la casa del acantilado -murmuró-.

Zac enarcó una ceja al oír el nombre, aunque no hizo comentario alguno sobre ello.

Zac: Quería darle estabilidad por un tiempo, aunque sé que no le entusiasma la idea de vivir en un pueblo pequeño. Se parece demasiado a su padre. Pero, de momento, es lo que le conviene.

Ness: Creo que entiendo lo que tratas de hacer -dijo lentamente-. Y lo respeto. Pero Jessica también tiene otras necesidades.

Zac: Hablaremos de ellas dentro de seis meses.

Su tono era tan terminante y definitivo, que Vanessa cerró instantáneamente la boca sin apenas darse cuenta. De nuevo, un gesto de irritación se dibujó en su semblante.

Ness: Eres muy autoritario, ¿verdad?

Zac: Eso me han dicho -su humor pareció cambiar mientras ella seguía observándolo-. ¿Tienes hambre? -inquirió con una sonrisa deliberadamente lenta-.

Ness: Un poco -reconoció, pero frunció el ceño mientras abría el menú-. Sirven una langosta rellena especialmente deliciosa.

Mientras Zac pedía la comida, Vanessa dejó que sus ojos se desviaran hacia el estrecho.

Podía ver claramente a Jessica sola, asustada, llena de dolor, teniendo que hacer frente a la pérdida de sus padres y a los terribles detalles que debieron de seguir a continuación.

Recordaba muy bien el pánico que había sentido cuando le comunicaron el accidente de sus padres. Era imposible olvidar el horror del viaje desde Nueva York a Connecticut, y de encontrarse con que su padre había muerto y su madre estaba en coma.

Y era una mujer adulta, se dijo, que había vivido sola durante tres años. Estaba en su pueblo natal, rodeada de amigos. Más que nada, sintió la necesidad de ayudar a Jessica.

Seis meses, pensó. Si podía trabajar con Jessica individualmente, el tiempo no se perdería por completo. Y quizá, solo quizá, lograría convencer a Zac antes.

Debía comprender lo importante que era para ella. Perder los estribos no le serviría de nada con un hombre así, concluyó, de modo que tendría que buscar otras maneras.

Una obra en Sudamérica, reflexionó Vanessa, repasando la conversación. ¿Qué podía haber estado haciendo en Sudamérica?

Antes de que pudiera sopesar las posibilidades, un recuerdo resonó en su cerebro.

Ness: Efron -dijo en voz alta, haciendo que él enarcara las cejas en un gesto inquisitivo-. Z. D. Efron, el arquitecto. Acabo de acordarme.

Zac: ¿Sí? -pareció levemente sorprendido; luego partió en dos un colín. Le ofreció la mitad-. Me sorprende que hayas tenido tiempo de interesarte por la arquitectura.

Ness: Tendría que haber vivido en una cueva durante los pasados diez años para no enterarme. Salió en… ¿Newsview? Si, en Newsview hace cosa de un año. Un reportaje sobre ti, con fotografías de algunos de tus edificios más famosos. El Trade Center en Zurich, el edificio MacAffe en San Diego…

Zac: Tienes una memoria excelente.

La luz de las velas se reflejaba en la piel de ella. Parecía frágil como la porcelana, sus ojos oscuros y vívidos. Parecían sonreírle.

Ness: Perfecta. También recuerdo haber leído varios chismes sobre tus relaciones con la mitad de la población femenina. Recuerdo perfectamente a la heredera de unos grandes almacenes, una tenista australiana y una cantante de ópera española. ¿No te prometiste con Billie Marshall, la presentadora del telediario, hace unos meses?

Zac hizo girar el contenido de la copa que sostenía entre los dedos.

Zac: Nunca he estado prometido con nadie -se limitó a responde-r. Eso tiende a acabar en matrimonio.

Ness: Comprendo -respondió con aire ausente, mordisqueó el colín-. ¿Y el matrimonio no está entre tus metas?

Zac: ¿Está entre las tuyas?

Vanessa hizo una pausa, frunciendo el ceño.

Ness: No lo sé -murmuró-. Supongo  que nunca he pensado en ello de esa forma. En realidad, apenas he tenido tiempo de pensar en ello en absoluto. ¿El matrimonio debería ser una meta? -reflexionó en voz alta-. ¿O más bien una sorpresa, una aventura?

Zac: Así hablan los románticos -observó-.

Ness: Sí, soy romántica -convino sin avergonzarse-. Pero tú también lo eres, o nunca habrías comprado la casa del acantilado.

Zac: ¿Mi elección en materia de vivienda me convierte en un romántico?

Vanessa se reclinó en la silla, aún mordisqueando el colín.

Ness: Es mucho más que una vivienda, y no dudo que tú también te has dado cuenta de eso. Podrías haber adquirido una docena de casas, situadas en un sitio más conveniente y sin necesidad de remodelaciones.

Zac: ¿Y por qué no lo hice? -preguntó intrigado por su teoría-.

Vanessa permitió que rellenara de nuevo su copa, aunque la dejó intacta. Los efectos del vino ya se agolpaban agradablemente en su cabeza.

Ness: Porque reconociste el encanto, la peculiaridad. Si fueras un cínico, habrías comprado uno de esos bungalow que hay treinta kilómetros más al norte, en la línea de la costa, que supuestamente te permiten están en contacto con el paisaje genuino de Nueva Inglaterra y quedan a unos cómodos quince minutos del centro comercial Yankee Trader.

Zac se echó a reír, sin apartar los ojos de ella mientras les servían la cena.

Zac: Asumo que no te gustan los bungalow

Ness: Los detesto -afirmó inmediatamente-. Es una opinión estrictamente personal Son perfectos para mucha gente. Pero a mí no me gusta la… -se interrumpió, gesticulando como si quisiera atrapar la palabra en el aire-. La uniformidad -concluyó-. Supongo que te resultará extraño, dada la gran disciplina que implica mi carrera. Pero esto es distinto. La expresión individual es vital. Prefiero que digan de mí que soy distinta a que digan que soy guapa -bajó la mirada hasta la enorme ración de langosta-. El adjetivo “innovador” es maravilloso -afirmó-. Lo he visto aplicado a ti.

Zac: ¿Por eso te hiciste bailarina? -hundió un bocado de langosta en mantequilla fundida-. ¿Para poder expresarte?

Ness: Creo que ansiaba expresarme precisamente porque era bailarina -prefirió limón en lugar de mantequilla-. La verdad es que no me analizo a mí misma muy a menudo, solo a las demás personas. ¿Sabías que la casa estuvo encantada?

Zac: No -sonrió burlón-. No lo mencionaron en el contrato.

Ness: Porque temían que te echaras atrás -pinchó un trozo de langosta con el tenedor-. Ya es demasiado tarde y, en cualquier caso, creo que disfrutarías teniendo un fantasma en casa.

Zac: ¿Disfrutarías tú?

Ness: Oh, sí, desde luego. Inmensamente. -se llevó la langosta a la boca-. Es una criatura romántica y triste a la que asesinó su intolerante marido hace cien años. Se escapaba a escondidas para verse con su amante y se descuidó, supongo. Su marido la arrojó a las rocas desde el balcón del segundo piso.

Zac: Eso debió de desalentar sus tendencias adúlteras.

Ness: Mmm -murmuró, asintiendo con la boca llena-. Pero de vez en cuando vuelve para pasear por el jardín. Era allí donde la esperaba su amante.

Zac: Pareces muy complacida con esa historia de traición y asesinato.

Ness: Cien años pueden hacer que casi cualquier cosa parezca romántica. ¿Sabes cuántos grandes ballets tratan sobre la muerte y, sin embargo, siguen siendo románticos? Giselle y Romeo y Julieta son solo dos.

Zac: Y tú has interpretado ambas. Quizá por eso te compadeces de un fantasma desventurado.

Ness: Oh, yo ya me había encariñado con tu fantasma antes de interpretar a Giselle o a Julieta -suspiró, observando las estrellas que brillaban en la superficie del agua-. Esa casa me ha fascinado desde siempre. Cuando era niña, juré que viviría en ella algún día. Haría que se plantara de nuevo el jardín y todas las ventanas resplandecerían al sol -se giró hacia Zac-. Por eso me alegro de que la hayas comprado.

Zac: ¿Te alegras? -sus ojos recorrieron la longitud de su esbelto cuello-. ¿Por qué?

Ness: Porque tú sabrás apreciarla en lo que vale. Sabrás cómo hacer que vuelva a vivir de nuevo.

La mirada de él se detuvo brevemente en su boca antes de ascender hasta sus ojos. Vanessa sintió un hormigueo en la piel. Se enderezó en la silla.

Ness: Sé que ya has hecho algunas obras -prosiguió, sintiendo que la casa del acantilado era un tema de conversación seguro-. Debes de tener planes específicos en mente.

Zac: ¿Te gustaría ver lo que se ha hecho hasta ahora?

Ness: Sí -respondió de inmediato, incapaz de fingir lo contrario-.

Zac: Te recogeré mañana por la tarde -la miró con curiosidad-. ¿Sabes que tienes un apetito tremendo para ser una persona tan pequeña?

Vanessa se echó a reír y, sintiéndose tranquila de nuevo, untó mantequilla en un panecillo


El cielo era de un color azul oscuro y profundo. Las estrellas brillaban en la noche sin nubes. Vanessa podía sentir el aire del otoño agitándose contra el coche mientras Zac conducía a lo largo de la costa. Añadía excitación a aquella velada de luz de luna y de vino.

La noche, decidió, había sido más agradable de lo que había previsto. Había disfrutado en compañía de Zac desde el primer momento. Le sorprendió que pudiera hacerla reír.

Vanessa sabía que, entre su trabajo y su madre, se había vuelto demasiado seria, demasiado intensa. Le alegraba tener a alguien con quien poder reír.

Siguiendo un acuerdo tácito, habían evitado los temas controvertidos, manteniendo una conversación tan ligera y deliciosa como la cena.

Vanessa sabía que acabarían chocando de nuevo por el asunto de Jessica; era inevitable.

Los deseos de ambos con respecto a la chica eran tan dispares que no podrían llegar a una solución sin conflicto.

Pero, de momento, Vanessa se sentía tranquila.

Ness: Me encantan las noches como esta -dijo con un suspiro-, cuando las estrellas brillan cercanas y el viento susurra por entre los árboles. Desde el lado este de tu casa se oye el rumor del agua -se giró hacia él mientras hablaba-. ¿Has elegido el dormitorio con el balcón que da al estrecho? ¿El que tiene un vestidor?

Él se giró hacia ella brevemente.

Zac: Pareces conocer bien la casa

Vanessa se rió.

Ness: No podía resistirme a explorarla cuando estaba allí mismo, esperándome.

Delante de ellos, unas cuantas lucecitas titilantes hacían que Cliffside se recortara contra la oscuridad.

Ness: ¿Has elegido esa habitación? La chimenea de piedra y el techo alto ya son de por sí una maravilla, pero el balcón… ¿Has salido a él durante una tormenta? Debe de ser increíble, con las olas batiéndose y el viento y los relámpagos tan cercanos -desvió los ojos hacia Zac, para poder contemplar la curva de sus labios en cuanto empezara a sonreír-.

Zac: Te gusta vivir peligrosamente.

Vanessa se preguntó cómo sería el tacto de su pelo entre los dedos. Sus ojos se ensancharon al comprender el rumbo que habían tomado sus pensamientos.

Ness: Supongo que sí -empezó a decir, respondiendo a su comentario-. Quizá nunca lo he hecho, salvo indirectamente. Cliffside no está lo que se dice lleno de peligros.

Zac: Dile eso a tu fantasma.

Vanessa dejó escapar una risita.

Ness: “Tu” fantasma -corrigió mientras Zac detenía el coche delante de su casa-. Ahora te pertenece por completo -mientras hablaba, salió del vehículo. El viento silbó sobre su rostro-. Ya ha llegado el otoño -musitó observando la quietud de la casa-. Encenderán una hoguera en la plaza. Marhall Woods llevará su violín y habrá música hasta la media noche -sonrió-. Es un acontecimiento en el pueblo. Supongo que sonará aburrido para alguien que ha viajado tanto como tú.

Zac: Crecí en un pequeño pueblo perdido en el mapa de Iowa -respondió mientras atravesaban la verja-.

Ness: ¿En serio? -meditó sobre aquella información-. No sé por qué, imaginaba que habrías crecido en una ciudad. En un sitio muy urbano, muy sofisticado. ¿Por qué no volviste? -subió el primer escalón del porche y se giró hacia él-.

Zac: Demasiados recuerdos.

Sobre el escalón, y con los tacones, Vanessa quedaba prácticamente a su misma altura. Experimentó una oleada de sorpresa al ver sus ojos y su boca paralelos a los suyos. En sus iris brillaban diminutas ascuas. Sin pensarlo, las contó.

Ness: Hay trece -murmuró-. Seis en uno y siete en otro. Me pregunto si eso significa mala suerte.

Zac: ¿Qué significa mala suerte?

Vanessa lo miraba a los ojos, pero Zac notó que su mente se ausentaba y luego reaccionaba ante su pregunta.

Ness: Oh, nada -rehuyó la pregunta, azorada por su desliz-. Tengo tendencia a soñar despierta -el rostro de Zac se iluminó con un brillo de diversión-. ¿Por qué estás sonriendo?

Zac: Me estaba acordando de la última vez que acompañé a mi chica hasta su puerta, con la luz del porche encendida tras ella y su madre dentro de la casa. Creo que tenía unos dieciocho años.

Un brillo travieso iluminó los ojos de Vanessa.

Ness: Es un alivio saber que alguna vez tuviste dieciocho años. ¿Le diste un beso de despedida?

Zac: Naturalmente. Mientras su madre se asomaba por entre las cortinas del salón.

Lentamente, Vanessa volvió la cabeza y observó las ventanas oscuras y vacías.

Arqueando una ceja, se giró de nuevo.

Ness: La mía probablemente se ha acostado ya.

Colocando las manos sobre los hombros de Zac, se inclinó hacia delante para rozar ligeramente los labios de él con los suyos. En un instante de contacto, todo cambió. El simple roce de sus labios fue cataclísmico. Sus efectos la recorrieron por dentro con una velocidad tal, que emitió un jadeo ahogado. Se retiró cuidadosamente, con las manos aún colocadas sobre los hombros de Zac, y ambos se observaron mutuamente.

Vanessa notó que el corazón latía contra sus costillas con la misma fuerza que cuando permanecía entre bastidores antes de algún pas de deux difícil.

La anticipación se acumulaba en su interior. Pero aquel dúo era algo no ensayado y tan antiguo como el tiempo. Bajó los ojos hasta la boca de él y sintió una ansiedad que era esencialmente física.

Se unieron lentamente, como si el tiempo se hubiese detenido para ellos. Un sentimiento de seguridad los embargó mientras se hundían el uno en los brazos del otro, una seguridad de dos amantes que volvían a encontrarse en lugar de verse por primera vez.

Sus labios se tocaron y se entreabrieron, se tocaron y se entreabrieron, mientras experimentaban con diversos ángulos. Las manos de Zac se deslizaron dentro de la chaqueta de ella, las de Vanessa dentro de la chaquea de él. El calor aumentó mientras el viento arremolinaba las hojas del otoño a su alrededor.

Zac atrapó el labio inferior de ella entre sus dientes, para detener su ansiosa boca. La diminuta punzada de dolor hizo que los temblores del deseo la recorrieran por dentro. Su pasión se inflamó. Los primeros besos, lentos y tentativos, se convirtieron en una desesperada exigencia.

La lengua de Vanessa se movió con la de él. El ansia de ambos se incrementó, prometiendo tan solo aumentar con cada prueba.

Vanessa fue subiendo las manos por su espalda hasta que llegó a sus hombros. Se apretó con fuerza contra él, mientras Zac retiraba la boca de la de ella y la desplazaba hasta la esbelta curva de su cuello. Su cabello rozó la mejilla de Vanessa con la suavidad de una pluma. Era suave y frío, a diferencia de su tórrida boca, y parecía atraer los dedos de ella hacia sí.

Vanessa notó que Zac le bajaba la cremallera del vestido hasta que sus manos le acariciaron la piel desnuda de la espalda. Descendieron hasta la cintura y volvieron a ascender hasta la nuca, dejando llamas tras de sí

El deseo por Zac aumentó con tanta urgencia, que Vanessa empezó a temblar antes de que la boca de él reclamase de nuevo la suya.

Sus emociones empezaron a girar como un torbellino, compitiendo con su pura necesidad física.

El asalto la dejó mareada, la intensidad la aterrorizó.

Estaba descubriendo fragilidades que había ignorado que poseía.

Luchando por salir de nuevo a la superficie, Vanessa colocó ambas manos en el pecho de Zac y empujó para apartarlo de sí.

Él dejó libres sus labios, pero la retuvo entre sus brazos.

Ness: No, yo… -cerró los ojos brevemente, haciendo acopio de unas fuerzas que siempre había dado por sentadas-.  Ha sido una velada maravillosa, Zac. Te lo agradezco.

Él la observó un momento en silencio.

Zac: ¿No crees que ese pequeño discurso está un poco fuera de lugar? -sin apenas moverse, le acarició los labios con los suyos-.

Ness: Sí, sí, tienes, razón, pero… -giró la cabeza e inhaló profundamente el frío aire de la noche-. Tengo que entrar ya. Me falta práctica.

Zac tomó su barbilla con la mano, obligándola a mirarlo de nuevo.

Zac: ¿Práctica?

Vanessa tragó saliva, sabiendo que había permitido que la situación se le fuese de las manos y sin saber cómo recobrar el control.

Ness: Por favor, nunca se me han dado bien este tipo de situaciones y…

Zac: ¿Qué tipo de situación es esta? -inquirió-.

No se aflojó en absoluto su abrazo, ni se debilitó por la fuerza de sus ojos.

Ness: Zac -su pulso volvía a latir salvajemente-. Por favor, déjame entrar antes de que me ponga totalmente en ridículo.

En sus ojos se reflejaba toda la incertidumbre de sus emociones.

Ella vio cómo la ira cruzaba el semblante de Zac, antes de que este plantara en sus labios un rápido y poderoso beso.

Zac: Mañana -dijo, y la soltó-.

Sin aliento, Vanessa se pasó la mano por el cabello.

Ness: Creo que sería mejor que no…

Zac: Mañana -repitió antes de darse media vuelta y dirigirse hacia el coche-.

Vanessa observó cómo las luces traseras del vehículo desaparecían.

Mañana, se dijo, y tembló una vez más en el frío del relente nocturno.




Hoy es un día muy especial, no solo por lo que pasó entre estos dos XD
También porque hoy soy un año más vieja XD

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3 comentarios:

Maria jose dijo...

MUCHAS FELICIDADES!!!!!!
Un año más de sabiduría Jajajaja
Un gran capítulo para disfrutar en tu día
Espero y te la hayas pasado muy bien
Esta novela ya me enamoro muchísimo
Ame el capítulo
Ya quiero que el "mañana" llegue
Síguela pronto por favor

Besos........ FELICIDADES!!!

Lu dijo...

Felicidadessss!!!!

Me ha encantado el capitulo, muy increíble la química que hay entre ellos.
Ness se conoce toda la casa de Zac, me encanta!!



Anónimo dijo...

Feliz Cumpleaños atrasado! (:
Me encantan todas las novelas que subes y mas por que son Zanessa.

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