Las llamas de la chimenea se
estaban convirtiendo en brasas cuando Vanessa terminó de decorar el árbol del
cuarto de estar. David se había aburrido de colgar adornos y estaba dormido en
el sofá, con la cabeza sobre la tripa de Thurston.
Aunque Zac aparentaba estar leyendo
el periódico, Vanessa sentía la mirada del hombre clavada en su espalda.
¿Cómo había podido ir la cosa tan
rápido? Tres noches antes eran unos desconocidos y, de repente, se sentía como
una quinceañera saturada de hormonas.
Nunca se había creído una mujer apasionada.
Austin y ella tuvieron una satisfactoria relación en la cama, pero nunca hubo
trompetas, ni coros de ángeles…
Sin embargo, sabía que podría tener
todo eso… con Zac Efron. Cada vez que lo miraba, sentía como si se le encogiera
el estómago.
Lo sensato sería mantener una
simple relación profesional, pero su corazón le decía que había algo más. Después del revolcón en la nieve, solo podía pensar en terminar lo que habían
empezado.
Pero, ¿dónde los llevaría un beso? Vanessa
intuía que a un corazón roto, y eso era algo que debía evitar a toda costa.
Después de colocar el último
adorno, dio un paso atrás. La idea de decorar un árbol con «bichos» no le hizo
mucha gracia, pero debía reconocer que quedaba simpático. Habían encontrado
mariposas, mariquitas y gusanitos de colores que, mezclados con ramas de
muérdago, le daban un toque infantil muy inocente. Aunque no era un trabajo muy
sofisticado, tenía su encanto.
Ness: ¿Qué te parece? -preguntó,
mirando el nido de pájaros que coronaba el árbol-.
Zac: ¿Perdona?
Ness: ¿Qué te parece el árbol?
Zac miró a David.
Zac: Será mejor que lo lleve a la
cama.
El pequeño abrió los ojos bostezando,
pero cuando vio las mariposas iluminadas por las luces de colores, se emocionó.
David: ¡Qué bonito! -exclamó,
abrazando a Vanessa-.
Ness: ¿Te gusta?
David: Es el árbol de Navidad más
precioso del mundo.
Ness: Mañana adornaremos los otros.
Buenas noches, cielo.
David: Buenas noches.
Los vio salir juntos del cuarto de
estar. El cariño que había entre padre e hijo era tan grande, que le calentaba
el corazón. Ella había tenido el mismo cariño de sus padres. Y algún día
tendría un hijo al que estaría unida por la misma relación de amor incondicional.
Pero cuando se imaginaba a sí misma
como madre, la imagen ya no era borrosa. David era el niño que aparecía en su
mente. Y Zac Efron se había colado en el papel de marido.
Aunque no quería casarse con él,
por supuesto. Qué tontería. Solo quería un hombre dedicado a sus hijos, un
hombre de los pies a la cabeza, alguien en quien poder confiar.
Suspirando, apagó la luz del cuarto
de estar para comprobar el efecto y se quedó un rato en la oscuridad,
observando el árbol, respirando el aroma del abeto recién cortado…
Zac: Una belleza.
Vanessa se volvió.
Ness: ¿Te gusta?
Zac: No estaba hablando del árbol -murmuró-.
Ella se puso colorada. Un simple
cumplido podía desarmarla… especialmente si quien se lo hacía era Zac Efron.
Ness: Creo que lo de los bichos ha
funcionado.
Zac: ¿Quieres una copa de vino?
Ness: Tengo que colgar la guirnalda
en el estudio. Y también tengo que…
De repente, Zac tomó su cara entre
las manos. Era algo tan inesperado, que Vanessa no supo qué hacer. Pero no estaba
indignada, ni avergonzada, ni se sentía culpable. Todo lo contrario.
Al ver que no protestaba, él se
inclinó para besarla, ahogando un gemido ronco. Al principio era un beso suave,
apenas un roce, pero pronto se convirtió en una caricia llena de pasión.
Zac: Llevo queriendo hacer esto
desde la primera noche -murmuró, besando su cuello-. Dime que tú también lo
deseabas.
Ness: Yo… no estoy segura -musitó inclinando
la cabeza a un lado para disfrutar de la caricia-.
Quería mantener las distancias con Zac…
pero deseaba demasiado sus besos.
Zac: ¿Por qué lo niegas? Nos
sentimos atraídos el uno por el otro. Es muy sencillo.
Ness: Pero no lo es. Estoy aquí
para trabajar y tengo que volver a Nueva York. Tengo un negocio y…
Zac: No te estoy pidiendo que te quedes
-la interrumpió-. Esto no es una proposición de matrimonio.
Vanessa se apartó de golpe.
Ness: Por eso no deberíamos
besarnos.
Zac: ¿Necesitas un anillo de
compromiso para besar a un hombre?
Ness: No seas ridículo.
Zac: ¿Entonces?
Ella buscó una buena razón para no
besar a Zac Efron, pero no encontró ninguna. ¿Por qué no? Al fin y al cabo, ya
no estaba prometida con Austin. Era una mujer libre y podía besar a quien le
diese la gana.
Ness: Hay otro hombre -dijo
entonces, agarrándose a la primera excusa que se le ocurrió-.
Zac: No lo habrá después de esta
noche -murmuró acariciando su cuello-.
Ness: Lo digo en serio.
Zac: ¿Estás comprometida? -preguntó
mirándola como si le hubieran salido cuernos-.
Ness: No… quiero decir, sí. Hace unos
meses, Austin me pidió que me casara con él.
No era una mentira… del todo.
Zac: No veo ningún anillo de compromiso.
Ness: No necesito un anillo para
saber lo que siento.
Zac: ¿Y qué sientes cuando estás
con él, Vanessa? ¿Te hace sentir lo mismo que yo? ¿Te deja sin respiración, sin
aliento? -preguntó tomándola por la cintura-.
Ness: Estáte quieto.
Zac: Oblígame.
Y entonces se inclinó para besarla
de nuevo. La besaba con ternura y, a la vez, con un deseo tan fiero que Vanessa
podía sentirlo atravesando su cuerpo. Y cuando se apartó, dejándola sin aire,
no supo cómo reaccionar.
Ness: No puedes cambiar el pasado
castigándome a mí. Yo no soy tu ex mujer, Zac. Y cuando me marche, no podrás
echarme la culpa. No te abandonaré, sencillamente volveré a mi mundo.
Él dio un paso atrás, perplejo.
Zac: Acabas de contestar a todas
mis preguntas. ¿Necesitas ayuda para algo? Si no, tengo mucho trabajo en el establo.
Ness: ¿Eso es todo?
Zac: No se preocupe, señorita Hudgens.
No pienso volver a besarla. A menos que me lo suplique, claro.
Después, tomó su chaqueta y salió
de la casa.
Ella se llevó una mano al corazón,
que latía con violencia.
Ness: Me alegro de haberlo aclarado
-murmuró para sí misma-.
Se dispuso a guardar las cajas,
pero le temblaban tanto las manos que tuvo que sentarse.
Zac no volvería a besarla, no
volvería a mirarla con deseo…
Si pudiera convencerse a sí misma
de que eso era lo que quería. Si pudiera concentrarse en el trabajo y no en la
increíble atracción que sentía por Zac Efron…
Ness: Haz las maletas y vente para
acá -dijo intentando contener la histeria-. Hay un tren que sale de Nueva York
a las nueve y llega a Schuyler Falls alrededor de mediodía.
**: ¿Mamá?
Ness: ¡Soy Vanessa!
Al otro lado del hilo hubo un
silencio. Y después, un largo bostezo.
**: ¿Vanessa? Son las cinco de la
madrugada.
Ness: Sé qué hora es y quiero que
estés aquí mañana. A partir de ahora, tú te encargas de esto.
La exclamación de Ash no la turbó
lo más mínimo. Llevaba horas dándole vueltas a la cabeza y había decidido que
no podía seguir en casa de los Efron. Zac había dicho que no volvería a tocarla,
pero estaba segura de que, tarde o temprano, ella le acabaría suplicando. Y
entonces no querría solo besos. No, querría mucho más.
Pero no podía ser. Apenas lo
conocía.
Había tardado casi un año en
decidirse sobre Austin y, a pesar de que le había salido el tiro por la culata,
esa era su forma de proceder. Vanessa Hudgens nunca tomaba decisiones precipitadas.
Siempre había considerado sus opciones cuidadosamente.
Aunque una aventura con Zac Efron
sería muy excitante, también sería muy peligrosa. Sabía que no era el tipo de
hombre que entrega su corazón a cualquiera. El divorcio le dejó cicatrices y
había dejado bien claro cuáles eran sus sentimientos. Se sentía atraído por ella,
pero no habría proposición de matrimonio ni final feliz. Solo sería… un revolcón.
Ash: ¿Qué pasa? -preguntó medio
dormida-.
Ness: Creo que es mejor que tú te
encargues de este trabajo.
Ash: ¿Por qué?
Ness: Porque tú eres… eres más fuerte
que yo.
Ash: Si hay que levantar cosas
pesadas, ¿por qué no contratas a alguien?
Ness: No me refiero a eso -suspiró-.
Ash: Entonces, ¿a qué te refieres?
¿Y qué te ocurre? Pareces muy alterada.
Ness: Estoy bien.
Ash: Estás mintiendo. Siempre sé cuando
mientes, incluso por teléfono. ¿Qué ocurre?
Ness: Es que hay un hombre… el
padre de David Efron, Zac. Y hay algo entre nosotros.
Ash: ¿Hay algo? No te habrás puesto
toda puritana y toda boba, ¿no? ¿Cuántas veces te he dicho que debes ser un
poco más flexible?
Ness: ¡No me he puesto boba! -exclamó
sentándose sobre la cama-. Todo lo contrario. Hemos acabado besándonos.
Ash: ¿Has besado a un hombre? -preguntó
incrédula-. ¡Has besado a un hombre! ¿En los labios?
Ness: Sí.
Ash: Qué alegría.
Ness: Pero tengo una reputación que
proteger…
Ash: Ya te estás poniendo boba.
Ness: No puedo tener una aventura
con un cliente -protestó-.
Esperaba que Ash no le recordase
que, en realidad, Zac no era un cliente. Podría hacerle un striptease en
la cocina si le daba la gana.
Ash: Tienes que vivir un poco,
mujer.
Ness: Por favor, Ash, tienes que
ayudarme. Si me quedo, no sé qué va a pasar.
Ash: Ah, claro, podrías volverte
loca y hacer el amor con ese hombre, qué susto. ¡Pero eso es precisamente lo
que necesitas! Vanessa, tú tienes la vida planeada al detalle y creo que
deberías hacer algo espontáneo por una vez.
Ness: ¡No estamos hablando de mis
defectos! ¡Estamos hablando de sexo! Sexo con un hombre que, seguramente, lo
hace muy bien además. Y yo no. Y si quieres seguir colgando adornos de Navidad
conmigo el año que viene, haz las maletas y toma el tren de las nueve.
Ash: Pero es que tengo trabajo aquí
-protestó su ayudante-. No puedo tomar un tren a las nueve de la mañana…
Vanessa no pensaba seguir
discutiendo. Porque entonces tendría que convencer a Ash de que su reputación
era más importante que un par de noches de tórrido sexo con Zac Efron. Y, en
aquel momento, no sería capaz.
Después de darle una serie de
instrucciones, aceptó que tomase el tren de la tarde y colgó, ocultando la cara
entre las manos. ¿Cómo se había metido en aquel lío? Si se hubiera apartado
cuando la besó…
Pero se sentía atraída por Zac
desde que lo vio en el establo la primera noche. En ese momento sintió algo
extraño, un magnetismo salvaje. Se sentía dominada por el instinto, no por el
sentido común.
Y ella no era así.
Nerviosa, tomó la guía y buscó el
número de la empresa de taxis de Schuyler Falls. Aunque el tren no salía hasta
las once, cuanto antes escapase de allí, mejor.
Un nombre contestó, medio dormido,
pero aceptó ir a buscarla media hora después. Así tendría tiempo de hacer la
maleta y dejar una nota para David.
Cuando salía de la casa apenas
había amanecido y las luces de los establos iluminaban el camino cubierto de
nieve. Pero en cuanto bajó los escalones del porche, se chocó contra alguien.
Con los nervios, se le cayó la
maleta en el pie y lanzó un grito de dolor.
Zac: ¿Dónde vas?
Apretando los dientes, Vanessa tomó
de nuevo la maleta y pasó a su lado, sin mirarlo.
Ness: A Nueva York.
Zac: ¿Ahora mismo?
Ness: Solo querías que me quedase
tres días y ya han pasado, ¿no?
Zac: Pero te dije que…
Ness: Da igual. Es mejor que me
marche. He llamado a mi ayudante, Ashley Tisdale. Llegará mañana.
Zac: Pero David te quiere a ti -dijo
tomándola del brazo-. Tú eres su ángel de Navidad… ¿Es por el beso de anoche?
Ness: No digas tonterías -le espetó
muy digna-.
Pero, al darse la vuelta, resbaló
en la nieve y cayó de espaldas.
¿Qué pasaba en aquella granja?
Metía los pies donde no debía, se resbalaba… estaba perdiendo los nervios.
Zac: ¿Te has hecho daño?
Ness: ¡No! ¡Y no quiero ser el ángel
de nadie! -le espetó levantándose de un salto-. A David le gustará Ash. Se le
dan mejor los niños que a mí.
Zac: A ti se te dan muy bien.
Ness: ¿Tú crees?
Zac: No te vayas. David te echaría
de menos y no quiero que el niño pague por mis errores.
Ness: Entonces, ¿admites que
besarme fue un error?
Zac: No he querido decir eso.
Ness: ¿Qué quieres de mí, Zac?
Él apartó la mirada.
Zac: ¿Y yo qué sé? No sé lo que
siento por ti, Vanessa. Ni lo que quiero de ti. Y creo que tú tampoco. Pero no
lo sabremos nunca si vuelves a Nueva York como un conejo asustado.
Ness: Vine aquí para hacer un trabajo.
Pero no puedo hacerlo si intentas besarme cada dos por tres.
Zac: ¿Crees que has traicionado a
tu prometido?
Ness: ¿Mi prome…? Sí, claro. Mi
prometido. Eso es lo que pasa.
Zac: Una mujer que está a punto de
casarse no va por ahí besando a otros hombres.
Ness: ¡Yo no voy por ahí…! Me besaste
tú. ¡Y no besas como un caballero!
Él soltó una risita.
Zac: Me tomaré eso como un
cumplido.
Ness: ¿Lo ves? No eres un caballero
-repitió dándose la vuelta-.
Zac la tomó del brazo y cuando ella
quiso apartarlo levantando la maleta… en sus prisas por marcharse de Stony Creek
había olvidado poner el cierre de seguridad y su ropa acabó esparcida por la
nieve.
Pijamas, jerséis, faldas… y
braguitas negras de encaje.
Él tomó una con dos dedos, como si
quemara.
Zac: Dices que no soy un caballero,
pero esto prueba que tampoco tú eres una dama.
Vanessa intentó quitárselas,
furiosa.
Pero, además de la furia, había otro
sentimiento mucho más poderoso. Un impulso, un deseo loco de echarse en sus
brazos y besarlo hasta que se derritiera la nieve. De hacerlo sentir exactamente
lo que ella sentía. Y había llegado el momento de dar rienda suelta a sus impulsos,
decidió.
Dando un paso adelante, lo tomó por
la pechera de la camisa y lo besó con todas sus fuerzas. Cuando estuvo segura
de haber obtenido la reacción que esperaba, se apartó.
Ness: Quédate con las braguitas.
Puedes usarlas para decorar el árbol de Navidad.
Después de guardar la ropa en la
maleta a toda prisa se dio la vuelta y, con cuidado para no volver a resbalar,
tomó el camino que llevaba a la carretera.
Aunque no era una retirada muy
digna, tendría que valer. Porque Vanessa Hudgens no pensaba caer en las garras
de Zac Efron. Y ese beso lo había probado.
El primer tren de vuelta a Nueva
York salía de Schuyler Falls a las once de la mañana. Como Kenny iba mucho por la
estación se sabía los horarios de memoria, incluso las paradas entre Schuyler Falls
y Nueva York.
David y él se habían escapado del
colegio durante el recreo para ir a buscarla, rezando para llegar a tiempo. Y
rezando para que sus padres no los castigasen.
Cuando llegaban, oyeron una voz por
megafonía:
**: Señoras y señores pasajeros con
billete para Nueva York, con parada en Saratoga, Schenectady, Albany, Hudson,
Poughkeepsie y Yonkers, pueden subir al tren.
David: ¡Hemos llegado tarde!
Kenny: No. Siempre sale quince
minutos después del anuncio.
David abrió la puerta de la estación,
apretando contra su pecho el regalo que llevaba. Pero su ángel de Navidad no
estaba en el vestíbulo. Y cuando salieron al andén, tampoco la vio.
David: ¡Debe haber subido al tren!
Kenny: Pues tendremos que subir. Si
nos piden el billete, diremos que tu madre está dentro y que habíamos bajado para
ir al servicio.
David se armó de valor. Aquel era
su ángel de Navidad y tenía que hacer lo que fuese para recuperarlo.
*: ¿Vais a Nueva York, niños? -les
preguntó el revisor cuando iban a subir-.
David: No… digo sí -murmuró-.
Kenny: Con su madre. Yo solo he
venido para decirle adiós.
David le dio un codazo. Mentía
bien, pero era un gallina.
*: Muy bien. Sube muchacho.
Nervioso, subió al tren y empezó a
buscar a Vanessa. La encontró un par de vagones más adelante, con los ojos
cerrados.
David: No puedes marcharte -le
dijo, sentándose a su lado-.
Cuando ella abrió los ojos, le dio
unas flores de plástico y una chocolatina que llevaba en el bolsillo.
Ness: ¿Qué haces aquí?
David: He venido para llevarte de
vuelta a mi casa. No sé por qué te has enfadado conmigo, pero…
Ness: No estoy enfadada contigo, David.
Es que tengo que arreglar unos asuntos en Nueva York.
David: Te he traído las flores por
si acaso estabas enfadada. Kenny dice que su padre siempre le lleva flores a su
madre cuando está enfadada por algo.
Ness: ¿Cómo has subido al tren?
David: Le he dicho al revisor que
estaba con mi madre.
Ness: Tienes que bajar, cariño. Antes
de que el tren arranque.
David: No, pienso irme contigo a
Nueva York. Quiero pasar las navidades en tu casa.
Podía imaginar cómo serían las
navidades en casa de Vanessa… Tendría un enorme árbol de Navidad con millones
de bombillas y cientos de regalos envueltos en papeles de colores. Pondría un
platito de galletas y un vaso de leche en la ventana para Santa Claus, seguro.
Lo dejaría acostarse a la hora que quisiera y después, el día de Navidad, haría
tortitas con chocolate para desayunar.
Ness: ¿Y tu padre? Estará preocupado
por ti.
David: He venido con Kenny. Él sabe
dónde voy y se lo dirá a mi padre y a mi abuelo. ¿Cuándo nos vamos? ¿Podemos ir
al vagón restaurante?
Vanessa lo tomó de la mano.
Ness: Tú no vas a ninguna parte. Y
parece que yo tampoco. Voy a llevarte a casa ahora mismo.
David se levantó de un salto.
David ¡Sabía que volverías conmigo!
Ness: Me has obligado a ello.
David: ¿Qué ha sido, la
chocolatina, las flores?
Vanessa bajó del tren y después ayudó
al niño a bajar.
Ness: Ha sido esa sonrisa tuya -murmuró,
dándole un pellizco en la nariz-. Eres un crío encantador.
«No se parece a su padre».
Los dos se volvieron. David, con
cara de susto. Su padre estaba en el andén y Kenny miraba el suelo, colorado
como un tomate.
Se la había cargado. Ni
videojuegos, ni televisión durante una semana. Y nada de jugar con Raymond o
Kenny después de clase.
Zac: Me han llamado del colegio
para decir que Kenny y tú habíais desaparecido -dijo cruzándose de brazos-. La
madre de Kenny estaba a punto de llamar a la policía.
David prácticamente se escondió
bajo el abrigo de Vanessa.
David: Es que estábamos en el
recreo y… como la estación está cerca…
Kenny: Sí. Solo queríamos venir un
momentito.
David: Pensábamos volver ahora
mismo. -La mirada severa de su padre lo hizo suspirar-. Bueno, no es verdad, pero…
me da igual que estés enfadado. Tenía que recuperar a mi ángel.
El revisor tocó el silbato entonces,
anunciando el consabido «viajeros al tren».
Zac: Vanessa tiene que irse a casa.
Y su tren está a punto de salir.
Ness: No -murmuró-.
Zac: ¿No?
Se quedaron en silencio durante
largo rato.
David miró a cada uno de ellos.
Allí pasaba algo muy raro. Vanessa miraba a su padre como Eleanor Winchell a
Raymond cuando le decía que quería casarse con él. Y su padre miraba a Vanessa
tan concentrado como Kenny cuando intercambiaba cromos de Michael Jordán.
Ness: No tengo que irme a casa
hasta después de Navidad.
Después, se dirigió al vestíbulo de
la estación con la maleta en la mano.
Y se perdió el suspiro de alivio de
su padre, que parecía haber estado conteniendo la respiración.
Kenny levantó las cejas
cómicamente.
Kenny: Son novios -murmuró-.
David arrugó el ceño. ¿Vanessa
enamorada de su padre? ¿Su padre también estaría enamorado de ella?
David: ¿Tú crees?
Kenny: Yo fui el que le dijo a
Raymond lo de Eleanor Winchell. Yo sé mucho de chicas. Tu padre está enamorado
y ella también.
David tardó un momento en digerir
aquella información.
David: Qué bien -murmuró, corriendo
hacia Vanessa. Cuando llegó a su lado, la tomó de la mano, sonriendo-. Cuando
vuelva del colegio, ¿puedes hacerme unas tortitas? De esas que tienen sirope de
fresa…
Ness: Podemos hacer lo que tú
quieras.
David: Muchas gracias -sonrió mirando
a su pecoso cómplice-. Por cierto, a mi padre también le gustan mucho las
tortitas con sirope de fresa.
2 comentarios:
Me encanto!!!
Los niños son muchos más inteligentes que ellos dosss!!
Sube pronto :)
XD soy fan de ese niño
Me encantoooooooo el capi :)
Amy
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