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sábado, 20 de mayo de 2017

Capítulo 9


Vanessa había acabado en el ayuntamiento después de pasar la que le había parecido una tarde interminable rellenando formularios para reemplazar los objetos perdidos. Afortunadamente, el proceso había sido menos tedioso porque Ashley Tisdale le estaba ayudando a realizar los trámites.

Ness: Sé sincera, ¿cuánta gente está hablando de mí porque estoy viviendo en casa de Zac?

 Ash: ¿Me creerías si te dijera que nadie está hablando de ti?

Ness: ¿En este pueblo? Imposible -firmó un formulario más-.

Ash: Confía en mí, la gente tiene otras muchas preocupaciones -le tendió la mano para que le entregara los formularios-. Te acompaño a llevarlo al registro.

Cruzaron juntas un pasillo que conectaba el vestíbulo con las oficinas municipales.

Ness: ¿Qué clase de preocupaciones?

Ashley hizo un gesto con la mano.

Ash: Problemas relacionados con el presupuesto del Ayuntamiento. Pero no voy a aburrirte ahora con eso. Preferiría que me contaras cómo te va con Zac.

Ness: ¿Lo ves? No debería estar viviendo allí.

Ash: Es una broma. Escucha, todavía no sabemos qué originó el incendio de tu casa. Deberías quedarte con él por lo menos hasta que lo sepamos.

Ness: Oh, Dios mío, ¿una teoría de la conspiración?

Ash: No, sólo pretendo ser práctica. Y si de verdad te resulta tan difícil estar con él, puedes venir a mi casa.

Ness: A lo mejor te tomo la palabra -pero sabía que no lo haría. Ashley y Sarah no tenían una habitación para ella-. Lo que en realidad necesito es conseguir una casa.

Ash: No te precipites. Recuerda lo que te recomendó el hombre del seguro, no tomes decisiones todavía. Lo más importante de todo esto es que a ti no te ha pasado nada, que vas a poder vivir y disfrutar el resto de tu vida.

Pero a Vanessa le bastó oír aquellas palabras para que se le acelerara el corazón, advirtiéndole que siempre había un ataque de pánico dispuesto a salir a la superficie. Era una sensación muy extraña despertarse cada mañana sin saber cómo iba a ser su vida.

Ashley debió de reconocer la preocupación en su rostro, porque le dio una palmada en el brazo, intentando tranquilizarla.

Ash: De lo último que tienes que preocuparte es de lo que pueda pensar la gente. Tómate las cosas con calma, ¿de acuerdo?

Vanessa asintió, se puso el anorak y se dirigió de nuevo a casa de Zac. Salieron los tres perros a recibirla y Vanessa entró en la casa con una bolsa del supermercado y varios libros que había sacado de la biblioteca. Con el tiempo, por supuesto, tendría que comprarse todos aquellos volúmenes que había perdido en el fuego. Estaban sus libros de cuentos favoritos, Las aventuras de Wilbur y Charlotte, Los Borrowers, Harriet la espía... Otros, le habían advertido en la biblioteca, quizá estarían descatalogados, pero le habían prometido localizarle La última vez eras una princesa, un cuento sobre dos hermanas que Vanessa había leído una y otra vez cuando era una niña. Después estaban los libros a los que volvía repetidas veces, como una colección de ensayos escritos por Ray Bradury. Historias de fugas y de inicios de vidas completamente nuevas, como Bajo el sol de la Toscana, y los libros sobre gastronomía y literatura de Ruth Reichl. Pero esos eran los libros cuyos títulos recordaba. Una de las cosas de las que más se arrepentía era de no tener un registro de libros, pensando en todos aquéllos que no podía recordar.

Se quitó lentamente los guantes y el anorak, se acercó al cuarto de estar y miró los libros de las estanterías. Era algo que se descubría haciendo a menudo: buscar en casa de Zac alguna prueba de quién era realmente él. A lo mejor, admitió para sí, estaba buscando al hombre que era en el pasado. Los libros decían mucho de las personas que los poseían, pero las opciones de Zac eran tan impenetrables como él: libros sobre casos policiales, libros de texto y manuales. Había una colección de libros de acción y aventuras con títulos como Asalto a la comisaría o Asesinato en plena calle, que, probablemente, hablaban de un tipo de trabajo policial que tenía muy poco que ver con el que Zac llevaba a cabo en Avalon. Algunos libros, probablemente regalos de ex novias frustradas, no parecían haber sido abiertos nunca: eran libros sobre las relaciones sentimentales con los que, sin lugar a dudas, habían querido aleccionarle y mostrarle los errores que cometía. Pudo contar por lo menos tres ediciones distintas de Salvar una relación. El cuaderno de trabajo que acompañaba a ese libro estaba todavía envuelto en celofán.

Un imposible, les dijo Vanessa en silencio a todas las mujeres que le habían regalado aquellos libros. Dudaba seriamente que ningún hombre fuera capaz de leer un libro de aquéllos y aplicarse su contenido.

Se dirigió a la cocina para vaciar la bolsa del supermercado. No había vivido nunca con un hombre, así que no sabía si Zac se ajustaba a los tópicos o no. Ella estaba acostumbrada a cuidar de su abuela, a levantarse pronto y a arreglarse para recibir a la enfermera. Para Vanessa, era toda una novedad despertarse y no tener que planificar el día alrededor de las necesidades de una anciana. Al cabo de unos días en casa de Zac, ya se había establecido un ritmo de actividad. Zac se levantaba temprano y preparaba su maravilloso café. Mientras él se duchaba, Vanessa se tomaba una taza y después se giraban las tornas. Una vez arreglada Vanessa, desayunaban juntos y se marchaban después al trabajo.

Y por la noche, invariablemente, Vanessa se descubría a sí misma preparando los sándwiches de atún y preguntándole a Zac cómo le había ido el día.

No podía evitarlo. Le parecía algo completamente natural. Al igual que le parecía natural el vuelco que le daba el corazón cuando le oía llegar por la puerta de atrás, limpiarse la nieve de las botas y silbar a los perros antes de entrar al calor de la cocina.

Ness: Hola, ¿cómo ha...? -oh, Dios, lo estaba haciendo otra vez-. ¿Cómo ha ido el día?

Zac: Ha sido un día muy ajetreado -no pareció molestarle el tono familiar y casi íntimo de la pregunta-. Hemos tenido trece incidentes relacionados con el tráfico, siete en los que ha intervenido el alcohol, y todos ellos relacionados con el hielo en las carreteras. Una pelea doméstica, una pintada de unos niños en el colegio y una mujer que ha dejado solo a su hijo pequeño mientras ella se ha ido a trabajar.

Ness: ¿Y cómo lo soportas? Siempre te toca ver lo peor del ser humano. Tiene que ser deprimente.

Zac: Supongo que lo que me gusta de mi trabajo es intentar mejorar las cosas. Aunque no siempre lo consigo.

Ness: ¿Quieres decir que a veces tienes que dejar suelto al malo?

Zac: Sí, a veces. Puede ser por falta de pruebas, o porque andamos detrás de un pez gordo y no tenemos personal suficiente para otras cosas. Pueden ser muchas las razones -antes de que Vanessa pudiera hacerle alguna pregunta, hizo un gesto con la mano-. Pero ésas son las cosas a las que me dedico durante el día. No creo que sean un buen tema de conversación para la cena.

Ness: Nuestras vidas son muy diferentes. Tú cuando vas al trabajo, te enfrentas siempre a lo peor de la gente.

Zac se echó a reír.

Zac: Yo no lo habría dicho nunca de ese modo.

Ness: Sin embargo, en la panadería, yo sólo veo a gente que viene a disfrutar de una taza de café y un dulce, y todos parecen felices.

Zac: Debería retirarme y comprarme un gorro para trabajar en la panadería.

Se comió agradecido el sándwich que le había preparado Vanessa y ésta advirtió que se relajaba visiblemente. ¿Sería por su presencia?, se preguntó, ¿o solamente porque había terminado la jornada de trabajo?

Sospechaba que conocía la respuesta. Miró hacia él y le descubrió mirándola con la más inquietante y ardiente de las miradas.

Ness: ¿Qué ocurre?

Zac: Nada, no he dicho una sola palabra.

Ness: Pero me estás mirando fijamente.

Zac: Me gusta mirar a las mujeres.

Vanessa inclinó la cabeza para disimular una sonrisa. Poco a poco, iban acercándose el uno al otro, pero los dos procedían con mucha precaución. Para cuando terminó la cena, y después de que Zac hubiera despejado la mesa y cargado el lavavajillas, Vanessa ya estaba dispuesta a admitirlo: estaba loca por él.

Afortunadamente, Zac no era consciente del inquietante rumbo que estaban tomando sus pensamientos.

Zac: Esta noche tengo que salir.

Y, afortunadamente una vez más, tampoco pudo oír el ruido sordo de su corazón al caérsele a los pies.

Ness: Eh, muy bien.

¿Qué otra cosa podía decir? Era una invitada en casa de Zac, estaba allí temporalmente. Zac no tenía por qué darle ninguna explicación.

Zac tomó el teléfono móvil y se lo guardó en la pistolera. Vanessa fingió no mirar, pero no pudo evitarlo. Le resultaba intrigante la idea de que llevara un arma escondida.

Zac volvió a descubrirla mirándolo y sonrió:

Zac: ¿Quieres venir?

Ness: ¿Adónde?

Zac: Al campo de tiro. Tengo que practicar.

Ness: Jamás en mi vida he disparado una pistola.

Zac: Yo te enseñaré -la animó-.

Vanessa continuaba indecisa. ¿De verdad quería aprender o sólo estaba dispuesta a ir porque estaba aburrida? ¿Y Zac quería enseñarle porque tenía ganas de estar con ella o porque pensaba que debería aprender a defenderse?

Ness: Iré a por mis cosas.


El camino hacia el campo de tiro era muy corto. La instalación disponía de dos edificios: uno en el que estaba la zona de tiro y otro que albergaba el aula en la que se impartían las clases. Fue allí donde Zac la enseñó a cargar el arma y a disparar.

Zac: Esta es una pistola de calibre cuarenta -le explicó, y le mostró cómo funcionaba-. La clave para hacer un buen disparo está en la postura -alzó la pistola con las dos manos, con un movimiento que en él resultaba completamente natural-. Ahora, inténtalo tú.

Muy bien, pensó Vanessa, sintiendo el peso de la pistola entre sus manos.

Zac: Vigila la inclinación cuando la sostengas. ¿Cómo te sientes con la pistola entre las manos?

Ness: Vas a pensar que soy una pervertida, pero me siento... sexy.

Zac sonrió.

Zac: Ésa es una buena señal. Es bueno para que te sientas segura.

Pero cuando se puso la sudadera del departamento de policía, las gafas protectoras para los ojos y los protectores de los oídos ya no estaba tan sexy como ella se sentía.

Zac: Cierra los ojos y levanta la pistola.

Ness: ¿Qué?

Zac: No te preocupes, no está cargada. Tienes que levantar la pistola con los ojos cerrados para que aprendas cuál es la posición natural de tus brazos.

Vanessa alzó la pistola, abrió los ojos y se descubrió a sí misma mirando hacia una enorme X pintada en una de las paredes del aula. Zac le daba una importancia a todo lo relacionado con la postura que a Vanessa le pareció exagerada. Le hizo corregir la posición de los brazos, el ángulo de la barbilla, la colocación de los pies y la forma de agarrar la pistola. Al final, Vanessa gimió frustrada.

Ness: Me siento como si fuera una muñeca Barbie.

Zac se echó a reír mientras volvía a hacerle cambiar de postura.

Zac: La Barbie pistolera, la típica muñeca americana. Me gusta.

Continuó enseñándole el manejo de la pistola, en aquella ocasión concentrándose en la presión del gatillo y en el momento en el que se paraba la respiración que, por lo visto, era el ideal para apretar el gatillo, porque era el momento en el que uno estaba más relajado. Vanessa intentaba acordarse de todo lo que le decía. Tenía la sensación de que para disparar una pistola había que tener en cuenta docenas de cosas al mismo tiempo.

Ness: Nunca he tenido que esforzarme tanto para satisfacer a un hombre -bromeó-.

Zac: Me alegro de saber que estás dispuesta a esforzarte. Ahora, deja de coquetear conmigo y concéntrate.

Ness: No estoy coqueteando contigo -protestó-.

Zac: Pues yo tengo la sensación de que sí.

Ness: Eso son imaginaciones tuyas. Tengo cosas mejores que hacer que coquetear contigo. Ahora, enséñame a disparar a algo.

Zac: Muy bien. Regla número uno, tienes que ser un poco más específica. Eso de «disparar a algo» es demasiado vago.

Ness: Como tú digas. En ese caso, quiero disparar a una de esas siluetas que supuestamente hay en los campos de tiro.

Zac: Muy bien. Entonces, vayamos directamente a la zona de tiro.

La zona de tiro estaba dividida en diferentes compartimentos en los que la gente no necesitaba la supervisión de nadie para practicar. Dos de ellos estaban ocupados por policías, le explicó Zac mientras les saludaba, y había también algunos habitantes del pueblo. A Vanessa le sorprendió ver a Troy Alger y a su padre. Matthew era un hombre alto, de pecho ancho, cuyas facciones nórdicas le hacían parecer más joven de lo que realmente era. Padre e hijo ocupaban pistas adyacentes, ajenos a cualquier cosa que no fuera disparar. Cada vez que disparaban, Vanessa esbozaba una mueca ante aquel ruido ensordecedor. Zac le explicó que aquellas paredes podían detener una bala disparada por cualquier revólver.

Zac: Una bala del calibre cuarenta puede traspasar una docena de paredes de una casa normal.

Ness: Es bueno saberlo. Si alguna vez me dispara alguien, no me esconderé detrás de una pared.


Zac: La mejor defensa en cualquier situación es luchar. Luchar y no rendirse nunca. Pero tienes que saber lo que haces.

Señaló una silueta situada al final del callejón. Utilizó un dispositivo para hacer que la silueta se moviera y se desplazara hasta el final del callejón. Vanessa se colocó exactamente tal y como Zac le había enseñado, con los brazos extendidos, los pies alineados y el arma apuntando a la silueta. Respiró y apretó el gatillo.

Zac le había dicho que lo hiciera con decisión, y así lo hizo.

La pistola retrocedió violentamente en su mano, causándola una reverberación en todo el brazo.

Zac: Vuelve a colocarte -le recordó moviendo los labios-. No te olvides de volver a colocarte.

Después de disparar, se suponía que uno tenía que volver a alinearse con el objetivo para mejorar la firmeza de las manos. Así lo hizo Vanessa, oliendo al hacerlo el olor del explosivo quemado. Pero la silueta continuaba colgando burlona al final del callejón, sin que la hubiera rozado siquiera.

Ness: Eh -protestó quitándose los protectores de los oídos-. Debería haber sido un tiro perfecto.

Zac: Qué va -replicó moviendo la mano con un gesto de desprecio-. Sabía que fallarías.

Ness: ¿Qué?

Zac: La postura y la forma de agarrar la pistola son excelentes. Pero no darás a nada si no lo ves primero -se llevó la mano a la sien-.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Zac: Tienes que verlo. Y después, dispara.

Vanessa no lo entendía, pero estaba decidida a aprender. Disparó unas cuantas veces más, y en todas ellas le sorprendió la fuerza del retroceso. Al final, consiguió rozar el borde de la silueta. «Tienes que verlo y después dispara».

Después de incontables rondas, mejoró algo. Pero eran demasiadas las cosas que tenía que recordar: todos los mecanismos de la pistola, la postura, apretar el gatillo justo en el momento en el que dejaba de respirar... Y Zac tenía toda la razón. Aprendió a visualizar el lugar en el que quería que diera la bala antes de apuntar. Después, apretaba el gatillo.

Cuando por fin consiguió alcanzar las zonas vitales de la silueta, bajó la pistola y se volvió hacia Zac sonriendo.

Zac: Buen trabajo -la felicitó moviendo los labios y alzando el pulgar-.

Después, le enseñó a limpiar el arma.

Zac: Un arma limpia es un arma segura -y después, le enseñó a asegurarla-. Estoy orgulloso de ti.

Era una frase muy sencilla pero consiguió emocionarla. Vanessa desvió la mirada y se ahuecó el pelo allí donde los protectores de los oídos lo habían aplastado.

Zac: Eso pretendía ser un cumplido -le advirtió-.

Ness: Lo sé, y lo agradezco -tomó aire. ¿Cómo podía explicárselo?-. Estaba pensando que ya soy suficientemente mayor como para no necesitar la aprobación de nadie.

Zac: Todo el mundo necesita la aprobación de los demás. Desde luego, el cielo sabe que es algo que me pasé buscando durante toda mi infancia.

Una información interesante, pensó Vanessa. Además, era raro que Zac hablara del pasado.

Ness: Hasta que al final renunciaste a intentar llevarte bien con tu padre y decidiste huir -recordó-.

Zac: ¿Qué te hace pensar que huí? A lo mejor iba en busca de algo.

Ness: ¿Algo como qué?

Zac: Como la clase de vida que quería, y no la vida que mis padres querían para mí -se limitó a contestar-.

Ness: ¿Y lo conseguiste? ¿Ésta es la clase de vida que querías?

Zac: Es la única que tengo. Y me gusta tanto como cualquier otra.

Dio media vuelta entonces, poniendo fin a la conversación. Vanessa también se alegró de poder dejar el tema. Se estaba volviendo demasiado personal.

Colocaron el seguro de la pistola. Después, Vanessa la limpió paso a paso, tal y como Zac le había enseñado y bajo su atenta mirada.

Zac: ¿Vas a escribir todo lo que ha pasado hoy?

La pilló completamente desprevenida. En aquel momento, Vanessa sólo era capaz de pensar en lo que había sentido cuando Zac la había rodeado con los brazos para ayudarla a colocarse. Seguramente tardaría mucho tiempo en poder escribir sobre todo aquello.

Ness: No sé si voy a poder encajar una sesión de tiro en una columna sobre comida.

Zac: Podrías escribir sobre esto en tu diario.

Vanessa se quitó los protectores de los oídos, que todavía llevaba colgando alrededor del cuello.

Ness: Ojalá no te hubiera hablado nunca de mi diario.

Zac: ¿Por qué no? Tengo muchas ganas de leerlo.

¿De la misma forma que había leído todos aquellos libros que tenía en su casa sin abrir?, se preguntó.

Ness: ¿Por qué vas a querer leer las memorias de una familia propietaria de una panadería?

Zac: A lo mejor porque quiero conocer el final.

Ness: Todavía no he planeado ningún final.

Zac: Me estás engañando. Todo el mundo tiene alguna idea de cómo quiere que termine una historia.

Ness: ¿Ah, sí? ¿Tú también? -preguntó mientras se subía la cremallera del anorak.

Zac: Sí.

Ness: ¿Y...?

Zac: Y a lo mejor te lo cuento algún día.

En algún momento, sin que Vanessa se hubiera dado cuenta de cuándo, se habían detenido y estaban hablando a muy poca distancia, bañados por las luces amarillentas del aparcamiento. Vanessa podía sentir el calor de su cuerpo y cuando inclinó la cabeza, vio que Zac estaba estudiando su boca con un interés inconfundible. Le bastó pensar que iba a besarla para sentir que se le derretían los huesos. Lo deseaba, lo añoraba, se moría de ganas de probar sus labios.

La indecisión, también el deseo, debieron reflejarse en su rostro, porque Zac la agarró del brazo y susurró con voz ronca:

Zac: Vanessa...

Vanessa estudió su rostro bajo aquella pálida luz y entonces reparó en algo terrible. Se estaba enamorando de él. Casi podía oír el susurro del viento a través de su pelo mientras ella se entregaba a aquel sentimiento. Y era terrible, porque ellos no tenían derecho al amor. Vanessa siempre lo había sabido. Terminarían haciéndose daño el uno al otro, Zac se marcharía y ella continuaría encerrada en aquel pueblo eternamente.

Pero estando allí, tan cerca de él y mirándole a los ojos, le resultaba imposible pensar.

Ness: Creo qué, antes... -no quería expresar aquello con palabras-, tenemos que hablar, Zac.

Zac esbozó una mueca que reflejaba una sombra de amargura.

Zac: Ya hemos hablado bastante.

Parecía pensarlo de verdad.

Realmente parecía creer que no había nada más que decir.

Ness: No voy a terminar en tu cama, como las chicas con las que sales habitualmente.

Zac: No te lo he pedido -señaló-. Y, de hecho, ya has terminado en mi cama.

Ness: Sola.

Zac: Como tú digas.

Y sin más, se volvió hacia el coche y le abrió la puerta.

Vanessa le fulminó con la mirada, entró en el coche y se ató el cinturón de seguridad antes de que Zac pudiera recordarle que lo hiciera. La noche era terriblemente fría. En medio de aquellos días tan fríos y oscuros, resultaba difícil imaginar que la estación cambiaría en algún momento, o que el sol continuaba brillando en alguna parte del mundo.

Ness: Voy a recordar esa promesa -le dijo a Zac mientras éste se sentaba tras el asiento del conductor y ponía el motor en marcha-.

Zac. ¿Qué promesa?

Vanessa estuvo a punto de echarse a reír al ver el pánico que reflejaba su rostro. «Zac Efron» y «promesa», eran dos términos antagónicos.

Ness: Antes me has dicho que algún día me contarías cómo te imaginas tú el final -le recordó-. Personalmente, creo que planificar demasiado las cosas no es una buena idea.

Se interrumpió y decidió abordar el tema. Al fin y al cabo había estado flotando entre ellos desde que Zac le había llevado a su casa después del incendio. Había llegado la hora de sacarlo a la luz.

Ness: Míranos a Derek y a mí. Cualquier plan puede irse al garete en un solo instante.

Esperó la reacción de Zac. Esperó que le dijera que, a lo mejor, lo que había pasado era la prueba de que la mentira y la traición podían destruirlo todo. Vanessa sabía que era eso lo que los dos pensaban.

Pero la única reacción de Zac fue encender la calefacción, haciendo que inundara el coche una ráfaga de aire caliente.




¿¡Por qué no se dicen lo que sienten!? ¿¡Por qué no tienen derecho al amor!?
¡Son muy cabezones! 😒

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Creo que este fue uno de mis capítulos
Mas esperados
Dios creí que habría beso
Se la ponen difícil estos dos
Ya quiero leer el siguiente
Sube pronto


Saludos

Lu dijo...

Casi hubo beso, que difíciles son!!
Me intriga saber que pasó con Derek...
Me gusto el capítulo de hoy.


Sube pronto:)

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