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sábado, 4 de marzo de 2017

Capítulo 8


No podía saciarse de ella. Zac imaginaba que en el peor de los casos era una especie de locura, y en el mejor una obsesión temporal. Por muy exigentes que fueran sus responsabilidades y compromisos, siempre encontraba momentos, de noche y de día, para pensar en Vanessa.

Aunque sabía que era una actitud cínica, casi deseó que solamente hubiera sido sexo. Porque si sólo hubiera sido sexo, habría podido satisfacer sus hormonas y volver al trabajo. Pero no se trataba sólo de imaginársela en la cama, o de fantasear con encontrar una hora para perderse en aquel pequeño y esbelto cuerpo.

A veces, cuando se le metía en la cabeza, la veía delante de un grupo de niños dirigiendo sus voces con las manos, los brazos, todo su ser. O sentada ante el piano, flanqueada por sus hijos, riendo con ellos. O caminando por el pueblo, con las manos en los bolsillos y la cara levantada hacia el cielo. Y eso lo asustaba terriblemente.

«Es la mujer de tu vida», decidió mientras medía la pieza de un rodapié. No tendrían que preocuparse de nada. Sólo tendrían que… ser. Eso bastaba para volver loco a un hombre.

Pero no podía permitirse locura alguna. Tenía dos hijos, un trabajo. Hasta tendría que hacer la colada cuando llegara a casa. Y, maldijo para sus adentros, había vuelto a olvidarse de sacar el pollo del congelador.

Comprarían hamburguesas de camino al concierto. Ya tenía suficientes cosas en la cabeza como para encima tener que preparar la cena. La Navidad se acercaba rápidamente, y los chicos se estaban comportando de una manera ciertamente extraña. «Sólo las bicis, papá», le habían dicho. «Santa se encargará del regalo grande».

¿Qué regalo grande?, volvió a preguntarse. Ni con interrogatorios ni artimañas había conseguido arrancarles respuesta alguna. Por una vez, los chicos se mostraban absolutamente herméticos. Eso era algo que lo inquietaba. Sabía que dentro de un año, dos si tenía suerte, empezarían a dudar y a cuestionar la existencia de Santa Claus y de la magia de la Navidad. El final de la inocencia.

Pero ese año, cuando les había preguntado por lo que querrían encontrar la mañana de Navidad debajo del árbol, los chicos se habían limitado a sonreír… y a asegurarle que sería una sorpresa para los tres.

Tendría que trabajar sobre ello, pensó Zac mientras ajustaba el rodapié con el martillo. Al menos habían conseguido el árbol y horneado algunas galletas y golosinas. Sintió una punzada de culpa por haber rechazado la oferta de Vanessa de ayudarlo con la decoración. E ignorado a los chicos cuando le preguntaron si ella podría ir a casa a adornar el árbol con ellos.

Era demasiado consciente del gran error que supondría permitir que los niños se encariñaran demasiado con Vanessa. Sólo llevaba unos cuantos meses en el pueblo. Vanessa podría encontrarlos simpáticos y divertidos, pero ella no tenía nada invertido en ellos… Maldijo para sus adentros. Ahora era él quien sonaba como si estuviera hablando de bonos y acciones.

No era eso lo que había querido decir. Simplemente no estaba dispuesto a consentir que alguien volviera a defraudar a sus hijos. No se arriesgaría por nada del mundo.

Una vez clavado el último rodapié, asintió con gesto aprobador. La casa estaba quedando muy bien. Sabía lo que estaba haciendo con ella. Al igual que sabía lo que estaba haciendo con los chicos.

Ojalá hubiera sabido igual de bien lo que hacer con Vanessa.


David: Quizá ocurra esta noche -observaba el vaho de su propio aliento elevarse como el humo. Estaba sentado con su hermano en la casa árbol, bien abrigados los dos para combatir el frío de diciembre, con abrigos y bufandas-. Todavía no es Navidad.

Alex: Pero es el concierto de Navidad -afirmó terco. Estaba cansado de esperar a la mamá-. Fue allí donde la vimos la primera vez. Y habrá la música, el árbol y esas cosas, así que será como si fuera la Navidad.

David: No lo sé -le gustaba la idea, pero era más prudente-. Quizá, pero no recibiremos ningún regalo hasta que llegue la Navidad de verdad.

Alex: Claro que sí. Cuando el señor Perkins se disfraza de Santa Claus en el cuartel de bomberos, por ejemplo. Eso siempre ocurre varias semanas antes de las fiestas, y reparte regalos entre todos los niños.

David: No son regalos de verdad. No son cosas que tú pides -pero parecía cada vez más dispuesto a apuntarse a la idea-. Aunque tal vez si lo deseamos con la suficiente fuerza… A papá ella le gusta un montón. La tía Miley le dijo el otro día al tío Will que papá había encontrado a la mujer de su vida, aunque él no se hubiera dado cuenta de ello -frunció el ceño-. Pero… ¿cómo podría no darse cuenta si ya la ha encontrado?

Alex: La tía Miley siempre anda diciendo cosas que no tienen sentido -dijo con el clásico y fácil desdén de los más jóvenes-. Papá se casará con ella, y ella se vendrá a vivir con nosotros y será nuestra mamá. Así tiene que ser. Nos hemos portado bien, ¿no?

David: Desde luego -respondió mirándose las puntas de sus botas-. ¿Crees que nos querrá y todo eso?

Alex: Probablemente -lanzó a su hermano una mirada penetrante-. Yo ya la quiero a ella.

David: Y yo -sonrió, aliviado-.

Todo iba a salir bien, después de todo.


Ness: Muy bien, gente -alzó la voz para hacerse oír por encima del rumor del aula del coro. La sala servía de bastidores en las noches de concierto como aquélla, y en ese momento hervía de alumnos que revisaban su ropa, se maquillaban y desahogaban los nervios hablando con toda la fuerza de sus pulmones-. Tranquilos.

Uno de los alumnos tenía la cabeza entre las rodillas, luchando como estaba contra un grave ataque de pánico pre-escénico. Vanessa le lanzó una cariñosa sonrisa mientras el grupo se iba sosegando poco a poco.

Ness: Habéis trabajado muy duro para llegar a esta noche. Sé que muchos de vosotros estáis nerviosos porque tenéis amigos y familiares entre el público. Utilizad esos nervios para mejorar vuestra actuación. Por favor, intentad acordaros de salir al escenario de la manera digna y organizada que hemos ensayado. -Se oyeron algunas risitas. Vanessa se limitó a enarcar una ceja-. Me corrijo: acordaos de salir al escenario de manera más digna y más organizada de lo que soléis hacer en los ensayos. Diafragma -recitó la letanía de costumbre-. Proyección de voz. Postura. Sonrisa -interrumpiéndose, alzó una mano-. Y, por encima de todo, espero que recordéis el ingrediente más importante de la actuación de esta noche: disfrutad -sonrió-. Estamos en Navidad. Les dejaremos con la boca abierta.

El corazón le palpitaba acelerado mientras daba la orden de salir al escenario y veía a los chicos tomar sus posiciones. Los murmullos de la sala se alzaron por un momento hasta que todo quedó en silencio. Vanessa sabía que, en cierta medida, aquel concierto era la primera prueba a la que se sometería ante el pueblo. Esa misma noche la comunidad decidiría si el consejo escolar había acertado o no con su nombramiento como profesora de música.

Aspiró profundo, se alisó su chaqueta de terciopelo y salió al escenario. Recibió un aplauso de cortesía mientras se acercaba al micrófono.

Ness: Bienvenidos al concierto de vacaciones del instituto de Taylor’s Grove -empezó-.

David: Guau, papá. ¿A que está guapa la señorita Hudgens?

Zac: Sí, David -pensó que «preciosa» era más bien la palabra, con su elegante traje de color verde, un adorno de acebo en el pelo y aquella sonrisa nerviosa en la cara-.

Bajo la luz de los focos, estaba impresionante. Se preguntó si sería consciente de ello.

Pero, en aquel momento, de lo único que Vanessa era consciente era de sus propios nervios. Le habría gustado poder distinguir mejor los rostros del público. Siempre había preferido ver a su audiencia cuando actuaba. Eso lo volvía todo más íntimo, más cálido. Una vez hecho el anuncio, se volvió hacia sus alumnos, que tenían las miradas clavadas en ella, y sonrió como para darles ánimos.

Ness: De acuerdo, chicos y chicas -murmuró por lo bajo-. Vamos a sorprenderlos.

Empezó con un conocido tema de Springsteen, que dejó al público mirándolos con ojos como platos. Aquél no era el habitual y aburrido programa que todos habían estado esperando.

Con el primer aplauso, Vanessa sintió disolverse la tensión. Habían superado el primer obstáculo. Fue oscilando todo el tiempo de lo divertido a lo tradicional. Disfrutó cuando flotaron en el auditorio los acordes del Cantate, domine, se emocionó con el Adeste fideles entonado por sus sopranos, sonrió cuando atacaron el Jingle Bell Rock, con el pequeño contoneo y las palmas que habían ensayado.

Y el corazón se le inflamó de gozo cuando Kim se acercó al micrófono y las primeras notas de su solo vibraron en el aire.

Miley: Oh, Will… -sorbiéndose la nariz, agarró la mano de su marido y luego la de Zac-. Nuestra niña.

La predicción de Vanessa se reveló acertada. Cuando Kim volvió a su lugar en el coro, brillaban lágrimas de emoción en cada fila de asientos. Cerraron el programa con un Noche de Paz a capela, sin piano. De la manera en que debía cantarse, según le había dicho a sus estudiantes. De la manera en que había sido compuesta para ser cantada.

Para cuando murió en el aire la última nota y Vanessa se volvió hacia el coro, la audiencia entera se había puesto en pie. El corazón le desbordaba de júbilo mientras veía las emocionadas sonrisas y los disimulados gestos de asombro de sus alumnos. Contuvo las lágrimas, esperando a que se fueran apagando los aplausos antes de acercarse de nuevo al micrófono.

Ness: Son maravillosos, ¿verdad? -Tal y como había esperado, se alzó otra ronda de vítores y aplausos. Volvió a esperar-. Quiero agradecerles a todos su asistencia y el apoyo que han prestado al coro. Debo un especial agradecimiento a los padres de los chicos y chicas que están ahora mismo en el escenario por su paciencia, su comprensión y su buena disposición a la hora de regalarme la compañía de sus hijos unas cuantas horas cada día. Cada uno de estos alumnos ha trabajado tremendamente duro para llegar a esta noche, y yo estoy encantada de que aprecien su talento, y sus esfuerzos. También me gustaría añadir que las flores que están viendo en el escenario han sido donadas por Floristerías Hills, y que se venden a tres dólares la maceta. El dinero conseguido tendrá como destino los uniformes del nuevo coro. Feliz Navidad a todos, y vuelvan cuando quieran.

Antes de que pudiera apartarse del micrófono, Kim y Brad se adelantaron para flanquearla.

Brad: Sólo una cosa más -se aclaró la garganta hasta que el auditorio volvió a quedar en silencio-. Este coro quiere presentar su testimonio de agradecimiento a la señorita Hudgens por su trabajo y sus ánimos constantes. Eh… -era Kim quien había escrito el discurso, pero Brad había sido designado para pronunciarlo. Vaciló un poco, sonriendo a Kim-. Este es el primer concierto de la señorita Hudgens en el instituto Taylor’s. Eh… -al final, como no podía recordar las palabras, dijo directamente lo que sentía-. Es la mejor. Gracias, señorita Hudgens.

Kim: Esperamos que les haya gustado -murmuró antes de entregar a Vanessa un cajita envuelta en papel de regalo, entre los aplausos del público-. Todos los chicos han contribuido.

Ness: Yo…

No sabía qué decir y tenía miedo de intentarlo. Cuando abrió la cajita, descubrió emocionada un bonito pin con la forma de una clave de sol.

Kim: Sabemos que le gustan las joyas -explicó-. Así que pensamos que…

Ness: Es precioso. Es perfecto -aspirando profundamente, se volvió hacia el coro-. Gracias. Esto significa muchísimo para mí. Feliz Navidad a todos.

David: Le han hecho un regalo -le dijo a su hermano. Estaban esperando en el atestado pasillo del auditorio, para felicitar a Kim-. Eso quiere decir que nosotros podremos conseguir el nuestro esta misma noche.

Alex: No si se marcha antes a su casa -observó-.

Pero David ya había tomado una decisión. Estaba esperando aquel momento. Cuando la vio, se puso a dar botes de alegría.

David: ¡Señorita Hudgens! ¡Aquí, señorita Hudgens!

Zac no se movía. No podía moverse de su asiento, el de la tercera fila de bancos. Algo había sucedido durante la actuación. Era incapaz de hacer otra cosa que no fuera mirar su sonrisa, las lágrimas que brillaban en sus ojos. De mirarla, simplemente.

Ness: ¡Hola! -se agachó para abrazar emocionada a los gemelos, besándolos en las mejillas-. ¿Os ha gustado el concierto?

Alex: Ha sido bueno de verdad. Y Kim la mejor.

Vanessa se acercó para susurrarle al oído a Alex:

Ness: Lo mismo pienso yo también, pero tiene que ser un secreto.

Alex: Somos buenos guardando secretos -sonrió a su hermano con aire de suficiencia-. Llevamos guardando uno durante semanas y semanas.

David: ¿Podría venir a nuestra casa ahora, señorita Hudgens? -se colgó de su mano y proyectó todo su encanto en sus ojos-. Por favor… Venga a ver nuestro árbol de Navidad y nuestras luces… Hemos puesto luces por todas partes para que se puedan ver desde la carretera.

Ness: Me gustaría mucho -tentativamente, alzó la mirada hacia Zac-. Pero a lo mejor vuestro padre está cansado.

No estaba cansado, sino aplanado, deslumbrado por la mujer que tenía delante. Todavía tenía las pestañas húmedas por las lágrimas. El pequeño pin que los chicos le habían regalado brillaba en su chaqueta de terciopelo.

Zac: No hay problema. Si no estás demasiado cansada para conducir…

Ness: No lo estoy -escrutó su rostro a la busca de cualquier señal de rechazo, por mínimo que fuera-. Iría encantada. Si estás seguro de que es un buen momento, claro.

Zac: Por supuesto que sí -se dio cuenta de que de repente sentía torpe la lengua, como si hubiera estado bebiendo-. Yo, eh… quiero hablar contigo.

Ness: Iré en cuanto haya terminado aquí -hizo un guiño a los niños y se mezcló con la multitud-.

Hollis: Ha hecho maravillas con esos chicos -comentó la señora Hollis, mirando a Zac-. Será una lástima perderla.

Zac: ¿Perderla? -bajó la mirada a los gemelos, que ya se habían puesto a cuchichear entre ellos-. ¿Qué quiere decir?

Hollis: Yo lo sé por el señor Perkins, que se lo oyó a su vez a Addie McVie, de la oficina del instituto: a Vanessa Hudgens le han ofrecido su antigua plaza de profesora de música en la escuela de Nueva York, para empezar el otoño que viene -explicó la señora Hollis ante la anonadada mirada de Zac-. Odio pensar que se marchará. Esa mujer ha ayudado muchísimo a estos chicos -acto seguido, localizó a una de sus compinches de cotilleo y empezó a abrirse paso entre la multitud hacia ella-.




¡Oh, no! ¡Ness se va! 😱😡

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

oh nooo
espero que sea un rumor y vanessa
no se vaya
pobre zac espero y haga todo porque ella
no se vaya
siguela que se pone muy interesante
sube pronto

saludos

Lu dijo...

Ay no!!! No quiero que Ness se vaya, van muy bien las cosas entre ellos.
Amo a los hijos de Zac.

Sube pronto

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