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lunes, 9 de enero de 2012

Capítulo 7


Ness: Cuando esté preparado, Business Advantage estará a su servicio.

Le dijo a su décimo posible cliente no interesado, dos días después de que Zac la hubiera ayudado a perder a Bob Small. Tenía un nudo en el estómago. No haría más llamadas. No podía convencer a nadie con aquella voz lastimera.

Tomó el folio donde tenía escritos la dirección y él teléfono de la agencia de trabajo temporal. Hacía tres semanas que había llegado y el estrés se estaba apoderando de ella. Incluso tenía la esperanza de conseguir algo con el amigo de Zac, aunque no creía que hubiera muchas posibilidades.

Fue a la cocina para hacerse un té. Parecía zona de guerra. Zac había arrancado el linóleo, pero todavía no habían llevado los azulejos nuevos que ella había elegido. Y cuando se había quejado del fregadero, Zac lo había quitado y había conseguido que un amigo suyo le diera uno que había sobrado de una obra. Pero todavía no lo había puesto.

No podía quejarse, porque aquello era gratis, pero tenía que hacerse el té en el lavabo del baño. Y en aquel momento, él no estaba. Se habría ido a enseñar a alguien a hacer surf, o a ayudar a un niño a construir una cabaña sobre un árbol. Por supuesto, Vanessa podría hacer que se mudara. Darle una fecha límite, empaquetar sus cosas y ponérselas en el porche. Pero no quería llegar a aquello. Además, aunque se mudara, tendría que seguir yendo a trabajar a la casa todos los días.

Vanessa abrió la nevera y se encontró un plato de pollo al curry frío con kiwi, que él le había preparado para comer. Si lo echaba, no le prepararía más aquellos estupendos platos.

En cierto modo era un alivio que no estuviera allí, a pesar de la cocina patas arriba. La tensión entre ellos aumentaba cada día. Algunas veces, como cuando se rozaban los dedos al aceptar una taza de té que él le ofrecía o al verlo salir del baño después de ducharse, oliendo a coco, con una toalla atada a las caderas, silbando, Vanessa creía que iba a desmayarse de deseo. La sangre le recorría el cuerpo a toda velocidad.

Cada noche, se tumbaba al otro lado de la cortina y escuchaba su respiración, esperando que él echara abajo la tela como el Zorro y la besara hasta hacer que se rindiera. Su ridículo deseo por él, a pesar de todo el ruido que hacía, los mensajes de teléfono que no le daba, sus interrupciones constantes y el desorden que creaba en todas las habitaciones, sería razón más que suficiente para querer que se mudara de casa.

Pero no quería.

Se preguntó si él también se sentiría tan atraído hacia ella. Algunas veces lo sorprendía mirándola. Por supuesto, tenía muchas Brittanys o Bambis con las que aliviar aquellas necesidades. Al menos, después de su enfado por la artista del biquini de leopardo, Zac había dejado de llevar amiguitas a casa.

Vanessa suspiró y se dispuso a marcar el número de la agencia de trabajo temporal.

Sin embargo, no lo hizo. Lucky entró como una bala después de empujar la puerta que Zac se había dejado sin cerrar de nuevo. El perro trotó hacia ella, la saludó y dejó caer a sus pies un trozo de madera húmedo.

Ness: Lucky... no -protestó débilmente-. Espera a Zac.

Pero Lucky estaba tan desesperado por jugar como ella por trabajar.

Miró la pantalla del ordenador con frustración, y la hoja con el número de la agencia de trabajo temporal. Después a los enormes ojos marrones de Lucky, fijos en su cara, atentos a la intención de Vanessa.

¿Qué demonios? Ya tendría tiempo de abandonar su sueño y llamar a la agencia.

Ness: Solo un poco -le dijo a Lucky-.

El animal ladró de alegría y salió corriendo hacia la puerta. Se dio la vuelta para asegurarse de que ella lo seguía y bajó corriendo las escaleras. El perro no podía creerse la suerte que tenía.

Al final de las escaleras, Vanessa se quitó los zapatos y corrió hasta la orilla, donde Lucky la estaba esperando. El sol era muy agradable y soplaba una brisa ligera. Con solo estar allí, se sintió de algún modo un poco más ligera. Quizá Zac tuviera razón acerca de tomarse más tiempo para sí misma. Quizá divertirse un poco hiciera que el trabajo saliera mejor. Hmm. Se daría un día más para llamar a la agencia de trabajo temporal.

Tiró el palo todo lo lejos que pudo y Lucky salió corriendo como un perro de caza detrás de un conejo. Qué apasionamiento. Ella se rió. Aquello era divertido. Y bueno para ella. Y bueno para Lucky, que le llevó corriendo el palo y lo dejó orgullosamente a sus pies. Ella lo tiró en otra dirección.

Él se lo llevó de nuevo. Ella lo tiró y él se lo llevó y aquello se repitió unas cuantas veces.

Ness: Solo una vez más -le dijo-.

Tenía que volver a trabajar, pensó, cuando Lucky ladró y pasó corriendo por encima del palo hacia Zac, que se acercaba a ellos sonriendo. Una sonrisa estupenda, grande e íntima, solo para ella. Se le alegró el corazón. Allí estaba, jugando con un perro, mientras un hombre impresionante caminaba hacia ella, mirándola como si fuera todo lo que él quería ver. La vida merecía la pena.

Nes: ¿Qué tal? -le dijo cuando se acercó-.

Zac: Estoy a punto de conseguirte un cliente.

Ness: Estás de broma -dijo tirando el palo de nuevo para Lucky-.

Zac: Todavía no es del todo seguro. Tiene una tienda de equipo de deportes acuáticos y un par de yates para excursiones. Es posible que quiera expandir su negocio.

Ness: ¿Es posible? ¿Como Bob Small?

Zac: No, no como Bob. No le gustan mucho los cambios y es muy tacaño, pero es posible que lo convenzas de algo que yo sé que quiere.

Ness: ¿Tú crees?

Zac: Siempre y cuando te lo tomes con calma...

Ness: Cuéntame cosas de su negocio -le pidió-. Cuéntamelo todo.

Zac le explicó lo principal y ella lo escuchó con mucha atención, tirándole el palo distraídamente a Lucky cuando el perro se lo pedía. Cuando Zac terminó, ella quería darle las gracias. Tenía el corazón tan alegre que le costaba expresarlo con palabras.

Ness: Gracias, Zac. Esto significa más de lo que puedo explicarte.

Zac: Es lo menos que puedo hacer, después del fiasco de las fundas para asientos de coches.

El sol del atardecer había convertido a Zac en un dios de bronce, con el pelo del color del fuego y la piel brillante.

Ella quiso demostrarle cómo se sentía. No le parecía bien abrazarlo, pero se adelantó con los brazos ligeramente estirados...

Y Zac tomó la decisión por ella. La abrazó. Aquello estaba bien, ¿pero era solo un abrazo de amigos?

No exactamente. No fue un abrazo suelto. Sus pechos se apretaron y ella notó que él estaba muy excitado. Fue un abrazo cuerpo a cuerpo. Y Vanessa solo quería fundirse en él, respirar su olor a coco, que la besara, que ocurriera algo, dejarse llevar... le hundió los dedos en la espalda.

Zac: Funcionará -dijo contra su pelo-.

Le estaba leyendo el pensamiento.

Ella asintió en su cuello. Si aquel abrazo hacía que se sintiera tan bien, quizá fuera lo correcto...

Zac: Iremos a bucear en su barco la semana que viene, así que empezaremos con las lecciones mañana mismo.

Ness: ¿Lecciones de buceo? -Abrió los ojos y se salió del abrazo de Zac-.

Zac: Gary se animará si ve que estás interesada en bucear.

Ness: ¿Esperas que yo aprenda a bucear? De ninguna manera voy a meterme debajo del agua y respirar con una botella. Ya es lo suficientemente malo pensar en todas esas criaturas cuando estás en tierra firme, así que verlas cara a cara...

Zac: Te encantará, Vanessa. No es tan aterrador como parece. Y yo estaré contigo todo el tiempo.

Ness: No puedo -cruzó los brazos y se echó hacia atrás, tropezándose con Lucky, que venía a llevarle el palo-.

Zac: Si quieres que Gary sea tu cliente, ese es el mejor modo. Empezaremos despacio. Te enseñaré paso a paso.

Vanessa necesitaba un cliente. Y aquella era la única perspectiva a la vista. Se mordió el labio.

Ness: Lo pensaré.

Aquella noche, Zac no podía dormir. Había salido a dar una vuelta, había estado en su bar favorito tomando una cerveza, pero no podía dejar de pensar en el abrazo que se habían dado Vanessa y él aquella tarde. Incluso había pensado en llevarse a alguna mujer a casa para distraerse, pero solo podía pensar en Vanessa.

Era tan deseable... Había sentido su carne firme y sus curvas fundiéndose con su propio cuerpo como si estuviera hecha para estar en sus brazos. Y cuando ella se había apartado, él había sentido que había ganado algo: su confianza, su deseo, no le importaba cuál de las dos cosas. Era como llegar el primero en una competición imposible de ganar.

Aquella noche no podía conciliar el sueño. Se quedó escuchando el ruido del mar y después a Vanessa. ¿Era que su respiración sonaba irregular, o era que se lo estaba imaginando? Oyó un gemido en sueños. Después otro. Ella estaba teniendo un sueño sexual.

Se excitó.

Vanessa murmuró una palabra. Juraría que había sido su nombre, pronunciado en un tono que significaba «ayúdame, acaríciame, quiero que lo hagas».

No había problema. Se levantó de la cama en un segundo. Se acercó a la tela que separaba las dos habitaciones y se quedó allí escuchando, conteniendo la respiración. Oyó un ruido de sábanas y después nada más. O Vanessa se había dormido, o estaba esperándolo, deseando que traspasara la barrera y la acariciara. Él también ansiaba aquello, quería besarla y acariciarla hasta que gimiera de placer, aguantando su propio orgasmo para disfrutar más de su cuerpo y sus pechos firmes, de su piel sedosa. Rozó la tela con la mano. ¿Debería traspasar la cortina?

Vanessa se despertó muy excitada. Había tenido otro sueño sexual. Siempre se acercaba al clímax y entonces se despertaba frustrada y dolorida.

Dejó escapar un suspiro. Aquel abrazo en la playa había sido estupendo y ella continuaba reviviéndolo, deseando más. Había estado más sola de lo que pensaba. Ojala pudiera dedicar algo de tiempo a explorar las manos de Zac, sus brazos y su boca.

Se levantó, fue hasta la cortina y se detuvo. Todo lo que tenía que hacer era apartarla, quitarse el camisón y meterse entre las sábanas de su cama. Ni siquiera tendrían que hablar. Sería como un sueño.

Entonces oyó una respiración a unos centímetros de la cortina. Zac estaba de pie al otro lado, deseando lo mismo que ella. Oh, no. Se echó hacia atrás, electrificada por el peligro. No estaba preparada. O quizá estuviera demasiado preparada.

Aquello era una mala idea. Tenía que concentrarse en un objetivo, su trabajo.

Volvió a la cama y se quedó mirando la cortina, rogando que Zac la apartara, la tirara, la quemara, algo.

Nada.

Vanessa se dio la vuelta para no ver más la tela. La primera cosa que haría al día siguiente sería pedirle a Zac que tapara aquel agujero entre los dos con un muro sólido.

A los pocos días, Vanessa iba sentada al lado de Zac en su Escarabajo mientras se dirigían al puerto deportivo para la excursión de buceo. Tenía un nudo en el estómago y la respiración entrecortada. Todo había ido muy bien en las lecciones que Zac le había dado en la piscina. Le había enseñado a usar el tubo para respirar, las aletas y todo el equipo. Pero ya no estaría en una piscina; iba a sumergirse en océano, profundo y sin remordimientos.

Miró a Zac cuando él paró el coche en el aparcamiento del puerto. Estaba silbando, completamente calmado. Todo aquello era culpa suya. Suya y de sus ojos azules, su sonrisa contagiosa y su confianza despreocupada.

Él la miró también.

Zac: Lo vas a hacer muy bien. Solo tienes que dejar que Gary se confíe charlando. Así te enterarás de todo lo que necesitas saber. A ese hombre le encanta tener audiencia.

Ness: No es eso lo que me preocupa.

Zac: ¿Qué? ¿Estás asustada porque vamos a bucear? Esa es la parte fácil -dijo sonriente-.

Ella tenía la sospecha de que él había insistido en hacer algo que pusiera en peligro sus vidas para distraerla de la obsesión de conseguir al cliente.

Él tenía razón en parte, por supuesto. Vanessa se había cambiado de ropa tres veces y había ensayado incansablemente unas primeras recomendaciones para Gary. Zac la había convencido de que debía dejarlo para después de la primera reunión. Además, no le había permitido llevar el portátil.

Zac: Empezarías a teclear y Gary pensaría que estás demasiado centrada en su negocio.

Así que, allí estaba, con una bolsa de playa y un cuaderno, con el pulso acelerado, mirando a Zac, que la guiaba tomándola del codo. Ella sentía la calidez reconfortante de su mano.

Se sentía segura con él. Cosa extraña, porque era la última persona con la que hubiera pensado que podía contar. Nunca había pintado las paredes durante más de una hora seguida, y sin embargo, había sido un profesor paciente, concentrado en ella, enseñándole cada técnica con cuidado, ayudándola a probar una y otra vez hasta que había aprendido a usar las gafas, el tubo y las aletas como sí fueran parte de su cuerpo.

Le había enseñado las normas de seguridad y cómo respirar con el compañero. A Vanessa le gustaba aquella parte del submarinismo. Había que prestar atención a la mirada y a las señas del compañero para comunicarse, y si el propio aparato de respiración tenía algún problema, el compañero compartiría su boquilla y se respiraría por turnos. Bajo el agua, la vida de uno estaba en manos del compañero. Y con Zac, ella se sentía segura.

Mientras bajaban por el muelle, Vanessa vio el letrero gastado de la tienda, Water Gear. Allí los esperaba Gary, un hombre de unos cincuenta años, con el pelo quemado del sol, que llevaba una camisa vaquera y un sombrero.

Zac: Gary Logan, te presento a Vanessa Hudgens.

Ness: Encantado de conocerte, Gary. Estoy encantada de tener esta oportunidad de... -entonces vio la mirada de Zac. «Tómatelo con calma, no presiones»- conocerte -terminó-. Zac me ha contado algunas cosas sobre tu negocio.

Gary: No le hagas caso a este soñador. Cuando le oyes hablar, parece que voy a terminar teniendo un gran imperio de tiendas de submarinismo.

Ness: Todo lo que me ha contado es que te encanta lo que haces.

Zac sonrió y asintió suavemente.

Gary: Esta es la tienda -dijo y le dio un golpecito amoroso al mostrador-. Alquilamos el mejor equipo, no trastos viejos -le explicó-.

Después le enseñó las diferentes marcas con las que trabajaba y se quejó del inventario y de los empleados a media jornada que trabajaban para él. Ella le hizo preguntas manteniendo la conversación en un tono ligero, pero tomando nota mental de todos los detalles.

Sintió un entusiasmo familiar, la alegría de empezar a absorber el mundo de un cliente, de ayudarle a transformar su negocio en lo que él realmente quería. Había estado tan preocupada por conseguir clientes, que se había olvidado por completo de lo que le gustaba su trabajo.

Zac: Siento muchísimo cortar la charla, pero tenemos que buscar un buen lugar para bucear antes de que el agua se enturbie.

Gary: Me parece que he hablado demasiado -le dijo a Vanessa mientras salían hacia el barco-.

Ness: Y yo he disfrutado cada segundo.

Gary se la quedó mirando fijamente y ella sintió su respeto y su interés.

Después, el motor del barco arrancó y salieron mar adentro. A Vanessa se le aceleró el corazón. Para distraerse de lo que la esperaba, le hizo más preguntas a Gary sobre sus intereses y sus objetivos. Era un hombre al que le costaba delegar, así que le sugeriría una expansión lenta y solo con una plantilla de plena confianza. Estaba deseando hacer un estudio de mercado y analizar los posibles riesgos.

Miró a Zac. Él era quien llevaba el timón, pero al mismo tiempo la observaba. Tenía aspecto de sentirse muy satisfecho de sí mismo por haber concertado aquella reunión.

Cuando llegaron al lugar en el que iban a bucear, a Vanessa se le hizo un nudo en el estómago y Gary se fijó en la expresión de su cara.

Gary: Zac es el mejor -le dijo dándole una palmadita en la rodilla-. Lo vas a hacer muy bien.

Se pusieron los trajes y las botellas de oxígeno y Zac le dijo al oído:

Zac: Es igual que en la piscina, pero mágico. Solo tienes que quedarte a mi lado y respirar.

Ness: No estoy muy segura de si podré hacerlo -dijo intentando sonreír-.

Zac le apretó el hombro.

Zac: Lo vas a hacer, y además, muy bien.

Zac se tiró el primero, y después Vanessa, tal y como él le había enseñado. Al notar el agua fría y encontrarse a varios metros bajo la superficie, empezó a respirar aceleradamente y se obligó a sí misma a relajarse. Miró a Zac y él le hizo una seña con el pulgar hacia arriba para preguntarle si estaba bien. Ella le hizo la misma seña y él asintió y le señaló hacia delante. Ella miró y vio un mundo nuevo e increíble, un bosque de algas y anémonas que se balanceaban suavemente en el agua, y de rocas cubiertas de coral rojo. Asombroso.

Así que por eso la gente se arriesgaba a ahogarse y a ser atacada por un tiburón. Había peces dorados que brillaban contra el azul del agua y un poco más debajo de ella vio una langosta enorme y una estrella de mar azul.

Vanessa miró a Zac, atónita. Él la estaba observando, absorbiendo su alegría. Le tomó la mano y se la apretó a través del guante. «Lo sé, es mágico». Se miraron. Estaban en un universo diferente, profundo, maravilloso.

Ella miró a Gary, que estaba nadando cerca de ellos y él le señaló un enorme coral. Vanessa volvió la cabeza y vio una anguila larguísima, dorada y brillante.

Zac sacó algo del bolsillo y lo esparció. De repente, docenas de peces de todos los tipos los rodearon, verdes, grises, plateados, con lunares y con rayas, comiendo lo que Zac había dejado en el agua. Guisantes. Vanessa lo vio en aquel momento y dio un respingo tremendo cuando un pez gris más grande que su cabeza se acercó a la velocidad de un rayo para comerse un guisante que había a unos centímetros de sus gafas.

Miró a Zac y se dio cuenta de que se estaba riendo de ella. Ella sacudió la cabeza con energía para demostrarle que no tenía miedo y que estaba entusiasmada, pero él ya lo sabía. Giró sobre sí misma, maravillada, observando todas las criaturas que nadaban a su alrededor, casi sin poder parpadear.

Al cabo de un rato, cuando los guisantes se terminaron, Zac le dio unos golpecitos a su reloj para indicarle a Vanessa que ya tenían que salir. Se les estaba acabando el oxígeno.

Ella asintió y le apretó la mano, reconociendo su disgusto por tener que marcharse. Mientras ascendía suavemente junto a Zac iba intentando memorizar todo lo que había visto. Tal vez pudiera luego identificarlos en las láminas que había visto en la tienda de Gary.

Contó mentalmente, sabiendo que debían tardar un minuto por cada tres metros de profundidad que hubieran descendido, para que el oxígeno saliera de la corriente sanguínea, pero sabía que Zac nunca dejaría que le ocurriera nada malo. Era su compañero de descenso. Y su amigo. Un hecho mucho más maravilloso de lo que debería ser.

Zac observó cómo Vanessa salía a la superficie. Se quitó la boquilla y las gafas y se volvió loca describiendo todo lo que había visto. Él tuvo que reprimirse para no abrazarla, besarla y reírse de ella. Gary nunca dejaría de recordárselo si lo hiciera, así que se conformó con algunos comentarios agradables:

Zac: Sí, yo también lo he visto... sí, más lejos... sí, increíble...

Subieron al barco y se quitaron los trajes y el equipo, y mientras, Vanessa seguía hablando.

Ness: No puedo creerme que todo esto existiera... Es como otro universo... Bosques y montañas y plantas, y animales...

Gary se encendió un puro y la observó, asintiendo y sonriendo. A Gary le encantaba su negocio. Y a Zac también. Había visto a gente entusiasmada otras veces, pero ver cómo Vanessa había sucumbido al mar fue algo especial. Había algo en ella que le llegaba hondo. Supuso que era la energía que desprendía, que hacía que se sintiera alerta. Hacía que pensara, que se replanteara cosas que siempre había dado por sentadas. La luz de su rostro en aquel momento era pura alegría.

Mientras Vanessa le pedía a Gary que le mostrara en una lámina que había en el barco las especies que habían visto, Zac bajó a hacer una ensalada para los tres.

Ellos dos bajaron al poco rato por el cuaderno de Vanessa, y Zac oyó que Gary le estaba haciendo preguntas sobre el potencial de expansión de Water Gear. Aquel descenso había relajado a Vanessa, y estaba muy relajada. Zac sonrió. Había presentado a dos amigos y los dos se beneficiarían. No estaba mal para un día de trabajo. Y además había ido a bucear.

Cuando los interrumpió e hizo que levantaran la cabeza de una calculadora, para que se sentaran a la mesa, Gary le hizo a Zac un gesto de aprobación.

Ness: Me muero de hambre -dijo observando el plato de ensalada-. El agua salada y el terror deben de intensificar el apetito -dijo, y tomó un buen bocado-. Mmm, esto está delicioso, Zac -y lo miró a los ojos, la primera mirada durante un buen rato. Él se dio cuenta de que lo había echado de menos-.

Zac: Me alegro de que te guste.

Gary: Zac es un buen tripulante. Es capitán, es maestro de submarinismo y hace una comida estupenda.

Zac: ¿Qué estás intentando, Gary? -bromeó-. No voy a dar lecciones gratis. Y necesito que me avises con antelación si es un grupo grande.

Gary: No es nada de eso. Solo quiero que Vanessa sepa con quién está tratando.

Ness: Creo que ya estoy empezando a darme cuenta -dijo suavemente-.

Los dos se miraron, y Vanessa dejó de masticar. Él sintió una punzada de tensión. Deseaba a aquella mujer. Ella tenía el pelo echado hacia atrás, y la piel ligeramente enrojecida por el sol. De hecho, se había quemado un poco. Tendría que ponerle crema protectora. Parecía hecha para estar sobre un barco. Dios, la deseaba.

Gary: He dicho que si me pasas la ensalada.

La voz de Gary le llegó débilmente y se dio cuenta de que no era la primera vez que el hombre se la pedía. Zac no recordaba cuándo había sido la última vez que había deseado tanto a una mujer como para no escuchar su propio nombre.

Estaba ocurriendo algo. Se recordó a sí mismo que Vanessa no era del tipo de mujer que se dedicara al sexo superficial. Para ella, las cosas tenían más significado. ¿Y por qué no le asustaba aquello?

2 comentarios:

Carolina dijo...

Awwww! que bonito capi :D!
me encanto!
ya sabe que se estan enamorando :D
Otra cosita, quien coñazos se llama bambi xD
su madre ha de odiarla xD
bye amiga! tkm

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwwwww
no había podido leer tu nove...
pero esta genial..
Zac y VAnessa hacen un buen equipo y pareja..
síguela pronto ;)

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