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domingo, 3 de septiembre de 2017

Capítulo 9


Zac: Rick, ya sabes que odio hablar de negocios antes de comer.

Zac estaba sentado en el despacho de Skinner con Tas dormitando a sus pies. Aunque eran más de las diez y llevaba varias horas trabajando, no estaba listo para aventurarse en una charla profesional. Había tenido que dejar a sus personajes en la mesa de dibujo, metidos en un auténtico atolladero, e imaginaba que sufrían tanto por verse abandonados como él por dejarlos.

Zac: Si vas a subirme el sueldo, me parece muy bien, pero podías haber esperado hasta después de comer.

Rick: No te voy a subir el sueldo -ignoró el teléfono que sonaba encima de su mesa-. Ya te pago más de la cuenta.

Zac: Bueno, pues si vas a despedirme, definitivamente podías haber esperado hasta después de comer.

Rick: No voy a despedirte -frunció el ceño hasta que sus cejas se juntaron encima de la nariz-. Pero, si sigues trayendo a ese chucho, puede que cambie de idea.

Zac: Tas es ahora mi agente. Todo lo que tengas que decirme, puedes decido delante de él.

Skinner se recostó en su silla y juntó las manos.

Rick: ¿Sabes, Efron?, alguien que no te conociera tan bien como yo pensaría que estás bromeando. El problema es que da la casualidad de que yo sé que estás loco.

Zac: Por eso nos llevamos tan bien, ¿no? Mira, Rick, tengo a Mirium atrapada en una habitación llena de rebeldes de Zirial gravemente heridos. Como es telépata, ella tampoco se siente muy bien. Así que, ¿por qué no vas al grano para que pueda volver y llevarla al punto de crisis?

Rick: Rebeldes de Zirial -dijo pensativo-. ¿No estarás pensando en recuperar a Nirnrod el Mago?

Zac: Se me ha pasado por la cabeza, y puede que lo haga si no me dices de una vez por qué me has hecho venir hasta aquí.

Rick: Trabajas aquí.

Zac: Eso no es excusa.

Skinner resopló y dejó pasar el asunto.

Rick: ¿Sabes que Two Moon Pictures lleva algún tiempo negociando con Universal para conseguir los derechos para producir un largometraje sobre Zark?

Zac: Claro. Desde hace año y medio, creo -como los regateos de las negociaciones no le interesaban, Zac estiró las piernas y empezó a acariciar el flanco de Tas con el pie-. Lo último que me dijiste fue que a esos lechuguinos en remojo de Los Ángeles no les apetecía salir de sus jacuzzis para cerrar el trato -sonrió-. Eres un monstruo con las palabras, Rick.

Rick: El trato se cerró ayer -dijo llanamente-. Two Moons quiere a Zark.

La sonrisa de Zac se desvaneció.

Zac: ¿Hablas en serio?

Rick: Yo siempre hablo enserio -dijo observando su reacción-. Pensaba que ibas a mostrar más entusiasmo. Tu bebé va a ser una estrella del celuloide.

Zac: Si te digo la verdad, no sé qué siento -levantándose de la silla, empezó a pasearse por la desordenada oficina de Rick. Al pasar junto a la ventana, subió la persiana para dejar entrar los rayos oblicuos del sol invernal-. Zark siempre ha sido mío. No sé qué pensar de que vaya a Hollywood.

Rick: Pues te pusiste muy contento cuando B. C. Toys sacó los muñecos.

Zac: Los muñecos articulados -lo corrigió automáticamente-. Supongo que eso fue porque eran muy fieles al original -aquello era absurdo y lo sabía. Zark no le pertenecía. Él lo había creado, sí, pero Zark pertenecía a la Universal, igual que los demás superhéroes y villanos de la fértil imaginación de los demás creadores de la plantilla. Si, al igual que Maloney, Zac decidía irse, Zark se quedaría en la Universal, encomendado a la imaginación de otro autor-. ¿Conservamos alguna libertad a nivel creativo?

Rick: ¿Temes que vayan a explotar a tu primogénito?

Zac: Puede ser.

Rick: Escucha, Two Moon ha comprado los derechos de Zark porque tiene potencial de taquilla tal y como es. No sería conveniente para el negocio cambiarlo. Seamos sinceros: los cómics son un gran negocio. Ciento treinta millones al año no son moco de pavo. El negocio está creciendo como no lo hacía desde los años cuarenta, y aunque sin duda pronto alcanzará su tope, seguirá siendo muy rentable. Esos tipos de la costa oeste puede que vistan como payasos, pero reconocen a un ganador en cuanto lo ven. Pero, si aun así te preocupa, puedes aceptar su oferta.

Zac: ¿Qué oferta?

Rick: Quieren que escribas el guión.

Zac se quedó helado.

Zac: ¿Yo? Pero si yo no escribo películas.

Rick: Eres el autor de Zark. Al parecer, los productores se conforman con eso. Nuestros editores tampoco son estúpidos. Tacaños, sí -añadió, mirando el desgastado suelo de linóleo-, pero no estúpidos. Querían a alguien de la casa para el guión, y hay una cláusula en el contrato que dice que tenemos prioridad en ese aspecto. Two Moon aceptó a condición de que el guionista fueras en principio tú. Si la cosa no resulta, quieren que de todos modos actúes como asesor creativo.

Zac: Asesor creativo -dijo paladeando aquel título-.

Rick: Si yo fuera tú, Efron, me buscaría un agente bípedo.

Zac: Puede que lo haga. Mira, voy a tener que pensarlo despacio. ¿Cuánto tiempo tengo?

Rick: Nadie ha dicho nada de plazos. No creo que se les haya ocurrido la posibilidad de que digas que no. Pero, claro, ellos no te conocen como yo.

Zac: Necesito un par de días. Hay alguien con quien tengo que hablar.

Skinner aguardó un momento.

Rick: Zac, una oportunidad como esta no se presenta todos los días ante tu puerta.

Zac: Primero tengo que asegurarme de estar en casa cuando llame. Estaremos en contacto.

Cuando llueve, arrecia, pensó Zac caminando junto a Tas. Aquel año había empezado como otro cualquiera, más bien anodino. Había planeado sentar la cabeza un poco y entregar el trabajo antes de plazo para tomarse tres o cuatro semanas de vacaciones para esquiar, beber brandy y quitar un poco de nieve en la granja de su tío. Había previsto conocer a una o dos mujeres atractivas en las pistas de esquí para hacer sus noches más interesantes. Había pensando en dibujar un poco, dormir mucho y deslizarse por las laderas. Todo muy sencillo.

Luego, en cuestión de semanas, todo había cambiado. En Vanessa había hallado todo lo que perseguía en su vida privada, pero aún no la había convencido de que él era todo cuanto ella buscaba en un hombre. Ahora le ofrecían la mayor oportunidad de su vida profesional, pero no podía pensar en la una sin pensar en la otra.

En realidad, nunca había podido trazar una línea clara entre su vida profesional y su vida privada. Era el mismo hombre cuando se tomaba unas copas con los amigos que cuando consumía las horas de la madrugada con Zark. Si había cambiado en algo, era por culpa de Vanessa y Mike. Desde que se había enamorado de ellos, echaba en falta las ataduras que siempre había evitado, las responsabilidades que siempre se había quitado de encima sin contemplaciones.

Así pues, antes que nada fue a hablar con ella. Entró en el banco con las orejas heladas por el frío. El largo paseo le había dado tiempo para pensar en todo lo que Skinner le había dicho, y ya empezaba a sentir una punzada de emoción. Zark en la gran pantalla, en Technicolor, con sonido estereofónico.

Se detuvo frente a la mesa de Kira.

Zac: ¿Ha comido ya?

Kira se apartó del ordenador.

Kira: Qué va.

Zac: ¿Hay alguien con ella?

Kira: Ni un alma.

Zac: Bien. ¿A qué hora es su próxima cita?

Kira pasó un dedo por la hoja de la agenda.

Kira: A las dos y cuarto.

Zac: Estará de vuelta a esa hora. Si Rasen pasa por aquí, dile que me he llevado a comer a la señora Hudgens para discutir unos temas de financiación.

Zac: Sí, señor.

Vanessa estaba revisando una larga columna de números cuando Zac abrió la puerta. Sus dedos se movían velozmente sobre la calculadora, que repiqueteaba expeliendo una larga tira de papel.

Ness: Kira, voy a necesitar la estimación de Construcciones Lorimar. ¿Y te importaría pedirme un sándwich? Me da igual de lo que sea, con tal de que me lo traigan rápido. Quiero entregar arriba estas cuentas antes de irme. Ah, y me hacen falta las transacciones de divisas de la cuenta Duberry. Mira el 1099.

Zac cerró la puerta a su espalda.

Zac: Dios mío, cómo me excitan estas cosas de los bancos.

Ness: ¡Zac! -levantó la mirada mientras las últimas cifras aún atravesaban su cabeza-. ¿Qué estás haciendo aquí?

Zac: Voy a sacarte de aquí. Tendremos que hacerlo rápido. Tas distraerá a los guardias -descolgó su abrigo de la percha de detrás de la puerta-. Vamos. Mantén la cabeza baja y actúa con naturalidad.

Ness: Zac, tengo que...

Zac: Comer comida china y hacer el amor conmigo. En el orden que prefieras. Vamos, abróchate.

Ness: Pero si no he acabado con estas cifras...

Zac: No te preocupes, no saldrán corriendo -le abrochó el abrigo y agarró las solapas-. Vanessa, ¿sabes cuánto tiempo hace que no pasamos una hora solos? Cuatro días.

Ness: Lo sé. Lo siento; es que he tenido mucho lío.

Zac: Mucho lío -señaló la mesa con la cabeza-. Eso nadie te lo discute, pero también has estado evitándome.

Ness: No, no es cierto -la verdad era que había estado refrenándose, intentando demostrarse a sí misma que no necesitaba tanto a Zac como parecía. Pero no le había servido de nada. La prueba era que allí estaba, delante de él, con el corazón acelerado-. Zac, ya te expliqué cómo me sentía porque... estuviéramos juntos con Mike en mi casa.

Zac: Eso tampoco te lo discuto -aunque habría querido hacerlo-. Pero Mike está en el colegio y tú tienes derecho constitucional a una hora para comer. Ven conmigo, Vanessa -apoyó su frente en la de ella-. Te necesito.

Ella no podía negar, ni fingir que no quería estar con él. Sabiendo que tal vez se arrepintiera más tarde, decidió dejar de lado el trabajo.

Ness: Me conformo con un sándwich de mantequilla de cacahuete y mermelada. No tengo mucha hambre.

Zac: Eso está hecho.

Quince minutos después, entraron en el apartamento de Zac. Como de costumbre, las cortinas estaban descorridas para que el sol entrara a raudales. Hacía calor, pensó Vanessa quitándose el abrigo. Imaginaba que Zac mantenía el termostato algo alto para estar a gusto descalzado y en camiseta de manga corta. Permaneció con el abrigo en las manos, preguntándose qué hacer.

Zac: Trae, dame eso -tiró el abrigo descuidadamente sobre una silla-. Bonito traje, señora Hudgens -murmuró, acariciando las solapas de la chaqueta de rayas azul oscuro-.

Ella puso una mano sobre la de él, temiendo de nuevo que las cosas fueran demasiado rápido.

Ness: Me siento...

Zac: ¿Una depravada?

Al ver el brillo de humor en sus ojos, ella se relajó un poco.

Ness: Más bien como si acabara de escaparme por la ventana de mi cuarto a media noche.

Zac. ¿Lo hiciste alguna vez?

Ness: No. Lo pensé muchas, pero nunca se me ocurría qué hacer después de escaparme.

Zac: Por eso estoy loco por ti -besó su cautelosa sonrisa y sintió que sus labios se distendían-. Escápate por la ventana conmigo, Vanessa. Yo te enseñaré qué hacer -hundió las manos entre su pelo, y Vanessa sintió que su dominio de sí misma volaba por los aires junto con sus horquillas-.

Deseaba a Zac. Tal vez fuera una locura, pero ¡cuánto lo deseaba! En las largas noches que habían pasado desde la última vez, había pensado sin cesar en él, en su forma de tocarla, y ahora sus manos estaban allí de nuevo, como recordaba. Esta vez, ella fue más rápida que él y, quitándole el jersey por la cabeza, disfrutó de la carne prieta y cálida que se escondía debajo. Le mordió suavemente el labio, incitándolo, hasta que él le arrancó la chaqueta y le desabrochó precipitadamente los botones de la blusa.

Cuando al fin tocó su piel, no había suavidad ni paciencia en sus caricias. Pero ella ya no tenía miedo. Apretada contra él, agarró la pasión con ambas manos. Ya no importaba que fuera de día o de noche. Estaba donde quería estar, donde necesitaba estar, por más que intentara fingir lo contrario.

Sí, aquello era una locura. Pero se preguntaba cómo había podido vivir tanto tiempo sin ella.

Él le desabrochó la falda y esta resbaló por sus caderas y cayó al suelo. Con un gemido de satisfacción, Zac apretó la boca contra su garganta. ¿Cuatro días? ¿Solo hacía cuatro días? Parecían haber pasado siglos desde la última vez que habían estado juntos a solas. Ella se mostraba tan ardiente y fogosa como soñaba. Podía sentir su sabor mientras el deseo hacía presa en sus entrañas y giraba como un torbellino en su cabeza.

Quería que pasaran horas tocándose el uno al otro, pero la intensidad del momento, la falta de tiempo y los urgentes murmullos de Vanessa lo hacían imposible.

Ness: El dormitorio -logró decir mientras Zac le bajaba los finos tirantes del sujetador por los hombros-.

Zac: No, aquí. Aquí -atrapó su boca y la tumbó en el suelo-.

Zac le habría dado mucho más. Aunque su cuerpo estaba alcanzando el límite de su resistencia, le habría dado más, pero ella lo envolvió y, antes de que pudiera recuperar el aliento, sintió sus manos en las caderas, guiándolo hacia ella. Vanessa hundió los dedos en su carne mientras murmuraba su nombre, y dentro de ella parecieron estallar galaxias.

Cuando recobró de nuevo la razón, su mirada se fijó en las motas de polvo que ondulaban en un rayo de sol. Estaba tumbada en una alfombra Aubusson de incalculable valor, con la cabeza de Zac apoyada entre sus pechos. Era mediodía, el trabajo se acumulaba sobre su mesa, y acababa de pasar la mayor parte de su hora de comida haciendo el amor en el suelo. No recordaba haberse sentido nunca tan feliz.

Ignoraba que la vida pudiera ser así: una aventura, un carnaval. Durante años había creído que no había sitio para la locura del amor y el sexo en un mundo que orbitaba en torno a las responsabilidades. Pero en ese momento empezó a darse cuenta de que podía tener ambas cosas. No sabía por cuánto tiempo. Quizá con un día fuera suficiente. Pasó los dedos por el pelo de Zac.

Ness: Me alegro de que me hayas invitado a comer.

Zac: Creo que habrá que convertirlo en costumbre, a juzgar por el resultado. ¿Todavía quieres ese sándwich?

Ness: No. No necesito nada -«salvo a ti». Suspiró, dándose cuenta de que tendría que aceptar ese hecho-. Tengo que volver.

Zac: No tienes otra cita hasta las dos. Lo he comprobado. Tus cambios de divisas pueden esperar unos minutos más, ¿no crees?

Ness: Supongo que sí.

Zac: Vamos -se levantó y tiró de ella-.

Ness: ¿Dónde?

Zac: A darnos una ducha rápida. Luego, quiero hablar contigo.


Vanessa aceptó el albornoz que le ofreció y procuró no preocuparse por lo que iba a decirle. Conocía a Zac lo suficiente para saber que estaba lleno de sorpresas. El problema era que no sabía si estaba preparada para otra más. Con los hombros tensos, se sentó a su lado en el sofá y aguardó.

Zac: Tienes cara de estar esperando que te venden los ojos y te den el último pitillo.

Vanessa se echó hacia atrás el pelo mojado e intentó sonreír.

Ness: No, pero es que estás tan serio...

Zac: Ya te lo he dicho, también yo tengo mis momentos de seriedad -apartó las revistas de la mesa con el pie-. Hoy me han dado una noticia, y aún no sé qué pensar al respecto. Quería saber qué piensas tú.

Ness: ¿Se trata de tu familia? -preguntó preocupada-.

Zac: No -la tomó de la mano-. Supongo que por cómo lo digo parecen malas noticias, pero no lo son. Por lo menos, eso creo. Una productora de Hollywood acaba de firmar con la Universal para hacer una película sobre Zark.

Vanessa se quedó mirándolo un momento y luego parpadeó.

Ness: ¿Una película? Pero eso es maravilloso, ¿no? Ya sé que Zark es un personaje de cómics muy popular, pero con una película sería aún más famoso. Deberías estar encantado, y orgulloso de que tu trabajo se traduzca a ese medio.

Zac: No sé si lo lograrán, si conseguirán darle vida en la pantalla con el mismo tono y la misma emoción. No me mires así.

Ness: Zac, sé lo que sientes por Zark. Por lo menos, eso creo. Es tu creación. Es importante para ti.

Zac: Para mí, es real -la corrigió-. Lo es aquí - dijo, tocándose la sien-. Y, aunque parezca absurdo, también aquí -se llevó una mano al corazón-. Zark cambió mi vida, cambió el modo en que me veía a mí mismo y a mi trabajo. No quiero que lo estropeen, que lo conviertan en una especie de héroe de cartón piedra o, peor aún, en alguien infalible y perfecto.

Vanessa guardó silencio un momento. Empezaba a comprender que dar vida a una idea podía alterar una vida tanto como tener un hijo.

Ness: Déjame preguntarte algo. ¿Por qué lo creaste?

Zac: Porque quería crear un héroe, un héroe muy humano, con defectos y debilidades, y supongo que también con sólidos principios. Alguien en quien los críos pudieran identificarse porque fuera de carne y hueso, pero lo suficientemente poderoso como para defenderse y luchar por salir adelante. Los niños no tienen apenas capacidad de elección, ¿sabes? Recuerdo que, cuando era niño, deseaba poder decir «no, no quiero, no me gusta eso». Cuando leía, veía sobre todo que había posibilidades de escapar. Eso quería que fuera Zark.

Ness: ¿Crees haberlo conseguido?

Zac: Sí. A nivel personal, conseguí lo que buscaba el día que salió el primer número. Profesionalmente, Zark ha llevado a la Universal a lo más alto. Produce millones de dólares al año.

Ness: ¿Y lo lamentas?

Zac: No, claro que no.

Ness: Entonces, no deberías lamentar que dé el siguiente paso.

Zac se quedó pensando en silencio. Debería haber imaginado que Vanessa vería las cosas más claramente y atajaría hasta llegar al punto de vista más práctico de enfocar el asunto.

Zac: Me han ofrecido encargarme del guión.

Ness: ¿Qué? -se irguió, con los ojos como platos-. Oh, Zac, eso es maravilloso. Qué orgullosa estoy de ti.

Él siguió jugueteando con sus dedos.

Zac: Aún no lo he hecho.

Ness: ¿Crees que no puedes?

Zac: No estoy seguro.

Ella fue a decir algo, pero se detuvo. Al cabo de un momento, dijo cautelosamente:

Ness: Es extraño, pero, si alguien me lo hubiera preguntado, habría dicho que tú eras el hombre más seguro de sí mismo que nunca he conocido. Además, pensaba que respecto a Zark eras demasiado susceptible como para dejar que otro hiciera el guión.

Zac: Hay una pequeña diferencia entre escribir una historieta para un cómic y escribir el guión de un largometraje.

Ness: ¿Y?

Él se echó a reír.

Zac: Conque aplicándome mi propia medicina, ¿eh?

Ness: Tú sabes escribir, yo soy la primera en admitir que tienes una imaginación portentosa, y conoces mejor que nadie a tu personaje. No veo cuál es el problema.

Zac: El problema es fastidiarlo. De todos modos, si no hago el guión, quieren que haga de asesor creativo.

Ness: Yo no puedo decirte qué debes hacer, Zac.

Zac: ¿Pero?

Ella se inclinó hacia él y le puso las manos sobre los hombros.

Ness: Escribe el guión, Zac. Te odiarás si no lo haces. No hay garantías, pero, si no aceptas el riesgo, tampoco hay recompensa.

Él la tomó de la mano y la miró fijamente.

Zac: ¿De veras lo crees?

Ness: Sí, lo creo. Y también creo en ti -se acercó a él y lo besó en la boca-.

Zac: Cásate conmigo, Vanessa.

Ella se quedó helada un instante y luego, muy despacio, se apartó.

Ness: ¿Qué?

Zac: Cásate conmigo -la agarró de ambas manos-. Te quiero.

Ness: No, por favor, no hagas esto.

Zac: ¿Hacer qué? ¿Quererte? -la agarró con más fuerza al ver que ella intentaba desasirse-. Ya es tarde para eso, y creo que lo sabes. No miento cuando te digo que nunca he sentido por nadie lo que siento por ti. Quiero pasar mi vida contigo.

Ness: No puedo -dijo casi sin aliento-. No puedo casarme contigo. No quiero casarme con nadie. No sabes lo que me estás pidiendo.

Zac: El hecho de que no me haya casado no significa que no sepa lo que es el matrimonio -esperaba su sorpresa y hasta su resistencia. Pero al mirarla vio que había errado por completo. Lo que había en sus ojos era miedo-. Vanessa, yo no soy Andrew y los dos sabemos que tú no eres la misma que eras cuando te casaste con él.

Ness: Eso no importa. No pienso pasar por eso otra vez. Y no permitiré que Mike pase por lo mismo de nuevo -se apartó y empezó a vestirse-. Eres un insensato.

Zac: ¿Yo? -intentando mantener la calma, se acercó a ella y empezó a abrocharle los botones de la camisa. Ella se quedó rígida-. Eres tú la que intenta justificarse basándose en cosas que ocurrieron hace años.

Ness: No quiero hablar más de este asunto.

Zac: Puede que no quieras, y puede que este no sea el mejor momento, pero tendrás que hablar de ello -aunque ella se resistía, la retuvo a su lado-. Tendremos que hablar de ello.

Ella deseaba huir y enterrar todo lo que habían dicho. Pero, por el momento, tenía que encararlo.

Ness: Zac, solo nos conocemos desde hace unas semanas y todavía nos cuesta acostumbrarnos a lo que está pasando entre nosotros.

Zac: ¿Y qué está pasando? ¿No eres tú quien dijo desde el principio que no quería un rollo pasajero?

Ella palideció y, dándose la vuelta, recogió la chaqueta del traje.

Ness: Para mí no lo es.

Zac: No, claro, ni para ti, ni para mí tampoco. ¿Es que no lo entiendes?

Ness: Sí, pero...

Zac: Vanessa, he dicho que te quiero. Ahora quiero saber qué sientes por mí.

Ness: No lo sé -dejó escapar un gemido cuando la agarró de los hombros-. Te digo que no lo sé. Creo que te quiero. Hoy. Pero me estás pidiendo que arriesgue todo lo que he conseguido, la vida que he construido para Mike y para mí, por un sentimiento que puede cambiar de la noche a la mañana.

Zac: El amor no cambia de la noche a la mañana. Puede languidecer hasta morir o ser alimentado. Eso depende de la gente. Yo quiero que te comprometas, quiero una familia, y quiero darte lo mismo a cambio.

Ness: Zac, todo esto va muy deprisa, demasiado deprisa para los dos.

Zac: Maldita sea, Vanessa, tengo treinta y cinco años, no soy un adolescente con un calentón y sin dos dedos de frente. No quiero casarme contigo para tener sexo asegurado y el desayuno caliente, sino porque sé que entre nosotros puede haber algo, algo real, algo importante.

Ness: Tú no sabes lo que es el matrimonio, solo estás fantaseando.

Zac: Y tú solo recuerdas una mala experiencia. Vanessa, mírame. Mírame -le pidió otra vez-. ¿Cuándo demonios vas a dejar de utilizar al padre de Michael como vara de medir?

Ness: Es la única que tengo -se apartó de él otra vez e intentó recobrar el aliento-. Zac, me siento halagada porque me desees...

Zac: Al diablo con eso.

Ness: Por favor -se pasó una mano por el pelo-. Tú me importas. De lo único que estoy segura en este momento es de que no quiero perderte.

Zac: El matrimonio no es el final de una relación, Vanessa.

Ness: Yo no puedo pensar en el matrimonio. Lo siento -el miedo fluctuaba en su voz hasta que se detuvo e intentó calmarse-. Si no quieres que nos veamos más, intentaré entenderlo. Pero preferiría... Espero que podamos dejar las cosas como están.

Él metió las manos en los bolsillos. Tenía la costumbre de forzar las cosas, y lo sabía. Pero detestaba perder el tiempo que podían pasar juntos.

Zac: ¿Cuánto tiempo más, Vanessa?

Ness: ¡Mientras dure! -cerró los ojos-. Sé que suena duro, y no es esa mi intención. Tú significas mucho para mí, más de lo que pensaba que volvería a significar un hombre.

Zac le pasó un dedo por la mejilla y lo retiró húmedo.

Zac: Un golpe bajo -murmuró, observando aquella lágrima-.

Ness: Lo siento. No quiero que las cosas sean así. No sabía que estuvieras pensando en eso.

Zac: Ya lo veo -se rió con sorna-. En tres dimensiones.

Ness: Te he hecho daño. No sabes cuánto lo siento.

Zac: Déjalo. Me lo merecía. La verdad es que no pensaba pedirte que te casaras conmigo por lo menos hasta la semana que viene.

Ella fue a acariciarle la mano, pero se detuvo.

Ness: Zac, ¿podemos olvidamos de todo esto y seguir como hasta ahora?

Él extendió la mano y enderezó el cuello de su chaqueta.

Zac: Me temo que no. Ya he tomado una decisión, Vanessa. Y procuro no tomar más que una o dos al año. Pero, cuando la tomo, no hay marcha atrás -la miró a los ojos con tal intensidad que Vanessa sintió que su mirada le llegaba a los huesos-. Voy a casarme contigo, tarde o temprano. Si tiene que ser tarde, no importa. Te daré algún tiempo para que te vayas acostumbrando a la idea.

Ness: Zac, no voy a cambiar de opinión. No sería justo que te dejara pensar lo contrario. No es un capricho. Es una promesa que me hice a mí misma hace mucho tiempo.

Zac: Algunas promesas es mejor romperlas.

Ella sacudió la cabeza.

Ness: No sé qué más decir. Ojalá...

Él le acercó un dedo a los labios para hacerla callar.

Zac: Hablaremos en otro momento. Ahora, te llevaré al trabajo.

Ness: No, no te molestes. De veras. De todos modos necesito tiempo para pensar. Y me resulta más difícil estando contigo.

Zac: Eso es un buen comienzo -le puso la mano en la barbilla y observó su cara-. Estás guapa, pero la próxima vez no llores cuando te pida que te cases conmigo. Es malísimo para mi ego -la besó antes de que pudiera decir nada-. Hasta luego, señora Hudgens. Gracias por la comida.

Un poco aturdida, ella salió al pasillo.

Ness: Te llamaré luego.

Zac: De acuerdo. Estaré por aquí.

Zac cerró la puerta y, dándose la vuelta, se apoyó contra ella. ¿Dolido? Se rascó un punto debajo del corazón. Sí, estaba dolido. Si alguien le hubiera dicho que enamorarse hacía que el corazón se retorciera de aquel modo, habría seguido evitándolo. Había sentido una punzada de dolor cuando su amor de Nueva Orleáns lo dejó plantado. Pero aquello no lo había preparado para aquel mazazo.

Sin embargo, no pensaba tirar la toalla. Lo que tenía que hacer era diseñar un plan de ataque. Sutil, ingenioso e infalible. Miró a Tas pensativamente.

Zac: ¿Dónde crees que le gustaría ir de luna de miel a Vanessa? -el perro resopló y se puso panza arriba-. No -decidió-. Las Bermudas están muy vistas. Da igual, ya se me ocurrirá algo.




¿De luna de miel? ¡Pero si no se quiere casar! 😆

¡Gracias por leer!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Esa ultima pregunta me
Mato de risa jajaja
Zac ya piensa en luna de miel
Y aun no le dan el "si"
Siguela pronto
Que se pone muy buena
Espero de verdad que vanessa cambie
De opinion

Siguela pronto


Saludos

Lu dijo...

Me gustó el capítulo.
Ness tendria que haber aceptado si ella lo quiere a el, solo que tiene miedo


Sube pronto

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