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lunes, 26 de noviembre de 2012

Capítulo 9


Esperaba que el beso fuera un asalto apasionado y pleno pensado para trasladarla al siglo siguiente. Pero la boca de Zac se mostró tentativa hasta el punto de que si no lo conociera habría creído que era indeciso. Su lengua se movió con tanta gentileza que pareció temblar en su labio inferior, aunque tal vez ello se debiera a la inseguridad de su propio cuerpo.


Mantuvo las manos plantadas contra la pared y el cuerpo separado, negando el contacto más íntimo que ella anhelaba mientras con los labios repetía el beso delicado y casi imaginario. La pausada exploración del contorno de su boca fue lo más excitante y fascinante que Vanessa había experimentado jamás, pero codiciaba más.


La impaciencia y el deseo le corroían las entrañas mientras la piel le hormigueaba y los pezones se le endurecían como piedras por la anticipación.


«¡Vamos!», gritó mentalmente. Pero Zac apenas le rozaba los labios, como si fuera frágil como el cristal y corriera el peligro de quebrarse en cuanto tomara posesión completa de su boca y le arrasara el cuerpo.


Entonces, y de manera increíble, él se detuvo.


Vanessa seguía con los ojos cerrados, pero no tuvo necesidad de abrirlos para saber que Zac se apartaba de ella; la sensación de aire fresco le bastó para reconocerlo. Automáticamente rebobinó para tratar de descubrir qué había hecho mal.


Zac: Ness... -el nombre se oyó como si lo pasaran por papel de lija. Ella abrió despacio los ojos para encontrar los suyos bajo el ceño fruncido-. Ahora mismo te deseo con tanta fiereza...


La convicción que oyó en su voz paralizó sus pulmones y probablemente sus cuerdas vocales, ya que los angustiados gritos de su cuerpo de «¡Tómame! ¡Tómame!» jamás salieron de su boca. Todas esas emociones desconocidas volvieron a invadirla, hirviendo en su interior en un manto de calor que, combinado con el deseo que veía en sus ojos azules, hicieron que sintiera que era engullida por una densa y calurosa noche.


Zac: Pero... no quiero hacerte daño. Jamás me perdonaría -su ronca declaración se vio acompañada por la hipnótica suavidad de su dedo pulgar sobre el labio inferior de ella-. Necesito saber que te encuentras cómoda con lo que está sucediendo, Vanessa. Que puedes manejarlo.


Su cerebro sensualmente abotargado registró que Zac intentaba asegurarse de las repercusiones a largo plazo que tendría sobre ellos dormir juntos.


Trataba de asegurarse de que no saldría herida albergando ideas de que cualquier relación entre los dos terminaría en matrimonio. A pesar de lo conmovedor que parecía en la superficie, Vanessa era lo bastante cínica y conocía lo suficiente a Zac como para identificar que sus instintos de autoconservación eran casi toda la motivación existente detrás de su nobleza.


No sabía si golpearlo, reír o asustarlo confesándole que la advertencia era inútil porque ya se había enamorado de él. No... lo último no era una opción, porque si de una cosa estaba segura era de que quería hacer el amor con Zac. Esa noche. En ese momento. La más ligera insinuación de la profundidad de sus sentimientos haría que atravesara la puerta y saliera de su vida en menos de un abrir y cerrar de ojos. De pronto su deseo de casarse y tener una familia había descendido de su lista de prioridades hasta ocupar un patético segundo lugar, a favor del anhelo de experimentar el placer de hacer el amor con Zac Efron. Sea lo que fuere lo que sucediera entre ellos esa noche, sería algo que no se repetiría, ya que ninguno de los dos cambiaría su punto de vista sobre el matrimonio; y a pesar de eso, Vanessa no era capaz de alejarse. Por lo menos no esa noche... «Nunca», susurró su corazón, sabiendo que en última instancia sería Zac quien se fuera.


Zac: Ness...


Ness: En realidad, Zac, no me encuentro cómoda con lo que ha estado sucediendo -irguió los hombros. Quitó una de las manos de él de la pared y le devolvió la caja de preservativos-. ¡Sostenlos tú! Porque es evidente que no tienes ni idea de lo que hacer con las manos; yo, sin embargo, tengo grandes planes para las mías -lo aferró del pelo y atrajo su asombrada boca hacia la suya-.


¡En ese beso de Zac no hubo nada tentativo! Su boca se fundió con la suya con un ansia ardiente y codiciosa que amenazó con consumirla al asumir el rápido control del beso. Su cuerpo le pegó la espalda contra la pared al tiempo que sus manos abrasaron cada centímetro de su piel expuesta y encendieron una pasión que Vanessa no reconoció como propia. Soltó un gemido sensual de placer en el momento en que su mano se cerró sobre un pecho y la uña del dedo pulgar frotó su cumbre.


Zac: Te gusta eso, ¿eh?


Ness: Hmm... -se retorció cuando lo repitió-.


Zac: ¿Estás dispuesta a retirar la acusación de que no sabía qué hacer con las manos?


Ness: Hmmm -sacudió la cabeza y se puso de puntillas para reclamar su boca-. Una persona necesita motivación para no dejar de mejorar.


Rió, esquivó el beso que pretendía darle y la alzó en brazos.


Zac: Oh, no te preocupes, cariño... Estoy muy motivado. Todavía no has visto nada.


La presumida arrogancia de su declaración era tan entrañable como sexualmente estimulante. «Bueno, no, no era del todo cierto», corrigió mientras el colchón de agua se onduló con suavidad bajo ella. Entrañable evocaba calidez, sentimientos confusos, mientras que el estímulo sexual parecía más un incendio fuera de control. Así se sentía Vanessa a medida que sus dedos exploradores le proporcionaban las lecciones más sensuales a su cuerpo hasta ese momento mal educado. Allí donde la tocaban encendían una hoguera cuyas chispas se adelantaban a la lucha principal para inflamar otras partes de su cuerpo.


Continuó avivando la pasión hasta que el calor interior se intensificó tanto que Vanessa creyó que ardería de placer en combustión espontánea. Esas sensaciones nuevas eran adictivas. Su cuerpo quería más, mucho más. Y sin pudor le suplicó que se lo diera. No solo con palabras, sino con actos. Con las manos exploró el cuerpo bronceado y musculoso; los ojos entornados de él y las murmuradas palabras de aprobación llenaron a Vanessa con un sentido exultante de arrogancia ante su propia feminidad y sexualidad, y la retaron a ser tan autocomplaciente como sus deseos la impulsaran a ser...


Zac sentía que se veía abrumado por sus instintos más básicos. Sabía que tenía que frenar las cosas. Pero a pesar de todas sus buenas intenciones no fue capaz de reunir fuerza para ejecutarlo a medida que iba perdiendo capa tras capa de su control físico y mental. Era demasiado débil para retirarse del calor de la mujer que tenía debajo, para negarse el gozo egoísta de oírla gemir su nombre y de observar cómo su precioso cuerpo respondía al mínimo contacto. Y demasiado, demasiado egoísta para negarse las sensaciones creadas por la fascinada exploración que ella realizaba de su cuerpo.


El roce de sus uñas sobre su torso resultaba casi invisible, pero sus entrañas centellearon ¿Quién habría imaginado que sus manos delicadas y elegantes serían tan firmes y posesivas mientras le recorrían la piel, tanteando, moldeando, apretando y acariciando hasta que él creyó que moriría por el éxtasis de su contacto?


Había creído que conocía a Ness mejor que a ninguna mujer en el mundo. Aunque el lado arrogantemente optimista en él había insistido en que no podía estar imaginando la química sexual que había estallado entre ellos durante su estancia en la isla, el lado pesimista había esperado su inevitable rechazo. Pero aún así, había pensado que tendría que actuar con cautela y lentitud, tener paciencia con esa mujer conservadora que creía que el sexo y el amor estaban entrelazados y que veía como una ruta directa al matrimonio... ¡Pero Vanessa le demostraba que se había equivocado en todos los sentidos!


No había nada conservador ni ingenuo en el modo en que actuaba o reaccionaba. El que se hallara tan relajada con su sensualidad y sexualidad era en sí mismo un acto de erotismo; los movimientos de su cuerpo contra el suyo tenían tanta fluidez que él creía ser ungido con un aceite cálido y aromático.


No había nada inhibido en los pequeños gemidos de placer que emitía a medida que la boca de Zac buscaba probar su néctar más dulce. Ni rastro alguno de timidez momentos más tarde cuando se retorció bajo su peso, demandando que lo deseaba todo.


La tentación de ceder fue la más poderosa que Zac había experimentado. Ninguna mujer lo había afectado con tanta fuerza ni bombardeado sus emociones tan rápida ni exhaustivamente. Pero su ego insistía en que mantuviera el control, en no dejarse arrastrar por el torrente de su sensualidad.


En un intento por reafirmarse y mitigar su propia impaciencia, dedicó varios minutos a provocar la pasión de ella hasta llevarla al borde de la satisfacción, donde la dejó temblando y suplicándole que llegara al final. Pero la pasión era una espada de doble filo, y llegaba un momento en que la promesa no satisfecha de placer flotaba próxima al dolor. Un momento en que silenciar sus súplicas de liberación plena con simples besos quedaba más allá de él. Denotado por el anhelo de su propio cuerpo, se sumergió en su húmeda calidez...


En ese inconmensurable instante minúsculo de tiempo Zac fue consciente solo de dos cosas. De su ronco gruñido de satisfacción cuando le clavó las manos en los glúteos. Y de que su intención de experimentarla solo una vez se hizo pedazos.



Zac se esforzó por dar la impresión de que analizaba lo que sir Frank acababa de proponerle.


Zac: Me gustaría poder pensar en lo que me acabas de decir -dijo, dudando seriamente de haber retenido algo de las dos horas que llevaban hablando, aparte de los buenos días-.


Mientras observaba los números sobre los beneficios del hotel durante los últimos cinco años no había parado de ver la imagen de Vanessa tal como la dejó dos horas atrás, su desnudez semicubierta por una sábana mientras yacía dormida.


Frank: No espero otra cosa -repuso con tono de aprobación, antes de que sus ojos se desviaran hacia la puerta, donde Tracy había aparecido de repente-.


Como siempre, la morena estaba vestida con ropa de marca, y entró en la estancia con un paso que resaltaba la extensión y firmeza de sus piernas. Plantó un beso en la frente de su marido y por primera vez a Zac se le ocurrió que la sexualidad de Tracy era tan sintética como su rutina de esposa amante. No le sorprendió tanto el hecho como haberlo observado. En el pasado se había esforzado en no pasar de la fachada con las mujeres. En cuanto un hombre empezaba a mirar debajo de la superficie, corría el riesgo de encontrar rasgos atractivos e involucrarse emocionalmente, y lo siguiente que sabía era que bailaba el vals nupcial y asistía a clases de parto sin dolor.


Zac: ¡Maldición! -no se dio cuenta de que había hablado en voz alta hasta que los Mulligan lo miraron con ojos curiosos-. Lo siento. Acabo de pensar en algo que tendría que haber hecho.


Frank: ¿No habrás aceptado mi propuesta ya? -bromeó-.


Zac: Jamás salto sin mirar, sir Frank -sonrió. «Bueno, no hasta la noche anterior», corrigió-. Le plantearé a la junta lo que hemos hablado y te haré saber su opinión.


Frank: Por supuesto. De ti, Zac, no espero otra cosa. Y, para ser totalmente sincero, prefiero ver que
Illusion termina en Norris Corporation que en una de las otras cadenas menos rigurosas.

Zac no mordió el cebo y no preguntó que otros grupos pujaban por las instalaciones, aunque era de esperar que hubiera por lo menos media docena; el tono de Mulligan bastó para transmitir que su rival más serio era Cole Kingston.


Frank: Como dije antes -continuó-, me encantaría ver que la isla pasa a manos de alguien a quien de verdad le importe la industria turística de este país. Aunque en el pasado hemos sido competidores, tengo un respeto enorme por Dan Norris como hombre de negocios -emitió lo que parecía una auténtica sonrisa melancólica-. Por desgracia, Zac, ambos sabemos que al ser yo también un hombre de negocios, no puedo permitir que los sentimientos nublen mi decisión para la venta, de modo que si quieres aclarar algún punto, estaré en mi despacho toda la tarde...


Tracy: ¡Oh, cariño! -gimió-.
¿Toda la tarde? Quería salir a navegar unas horas. Incluso iba a sugerir que lleváramos a Zac y a... hmmm... hmmm.

Zac: Vanessa -aportó conteniendo una sonrisa-.


Tracy: Oh, Frank, cariño, ¿no puedes posponer tus planes para esta tarde?


Frank: Lo siento, Tracy, pero por desgracia no puedo. No obstante, no hay motivo para que no podáis ir vosotros tres. ¿Quién sabe? -sonrió-. Quizá unas horas de ver la belleza de
Illusion desde el mar ayude a Zac a tomar una decisión.

Zac apenas pudo ahogar un gemido. Lo último que necesitaba era pasar una tarde con la vampiresa de Tracy. Pero su intento de rechazar la invitación no fue aceptado con imparcialidad por lady Mulligan, y cuando se mantuvo firme en su negativa ella recurrió a los gestos y las súplicas. Fue un truco que le proporcionó una mirada furiosa de sir Frank, a quien no le gustaba que nadie irritara a su malcriada y mimada esposa.


Mentalmente los mandó a los dos al infierno. A pesar de las afirmaciones de Mulligan de que en primer lugar era un hombre de negocios, sus excentricidades, cuando se trataba de su esposa, eran bien conocidas; Zac no podía arriesgarse a descubrir si una negativa pondría en peligro las negociaciones.


Tracy: ¡Estupendo! -irradió cuando al final aceptó-. Dame unos minutos para cambiarme y luego bajaremos al embarcadero.


Zac: Me temo que tendrá que ser más tarde. Estoy seguro de que Ness tendrá el almuerzo preparado cuando vuelva. Que sea a... ¿la una y media?


Tracy: Oh, de acuerdo -pareció tan abatida como podía estarlo alguien con sus bien dotadas dimensiones-. Me había olvidado de ella.


Era una mentira patética, pero Zac deseó poder decir lo mismo con la mitad de convicción.



Zac: Vanessa, una relación física entre nosotros no funcionará...


Desde el instante en que Zac atravesó la puerta con aire tenso, pero decidido, con un saludo de «Tenemos que hablar», había estado repasando la escena que Vanessa había imaginado toda la mañana. Y, tal como había predicho ella, no le dio oportunidad de contradecirlo, ya que de inmediato se lanzó a un extenso monólogo sobre todos los motivos por el que tuvieron sexo.


Hasta ese momento le había echado la culpa al aislamiento, la proximidad, el estrés, la curiosidad e incluso al «exceso de identificación con su papel de pareja casada», como factores que contribuyeron a ello. Pero como Ness había esperado que citara todo, incluyendo los problemas en Oriente Medio, permaneció en silencio, dejando que se extendiera a sus anchas.


Zac: ¿Y bien? -preguntó él al final con cara expectante-. Tendrás algo que decir...


Ness: Sí -con una sonrisa se acercó a él y con gesto seductor le acarició el pecho-. Bésame...


Zac: ¿No has oído ni una palabra de lo que dije? -se retiró con tanta precipitación que ella estuvo a punto de caer de bocas-. ¡Lo que pasó anoche pasado está!


Oh, Dios... Zac no había intentado encontrar razones para justificar lo sucedido porque se negara a creer en el concepto del amor. ¡Le estaba diciendo que lo de la noche anterior había sido la primera y la última vez! En cuanto despertó sola en la cama había sabido que la próxima vez que lo viera estaría asustado, pero en ningún momento había imaginado que elegiría la negación total como un modo de enfrentarse a las cosas. Ella había pasado toda la mañana tratando de decidir cuánto tiempo necesitaba su relación antes de poder revelarle lo que sentía por él sin espantarlo... ¡Y ahí estaba él, descalificándolos a los dos para cualquier futura competición!


Zac: ¿Ness?


Ness: He oído lo que has dicho, Zac. Pero al parecer no en el contexto que tú querías -su voz no sonó tan firme como deseaba, pero nada lo era-.


Tenía las piernas como gelatina y el estómago revuelto. Santo cielo, no podía ser. No... no era justo.


Zac: Los dos sabemos que lo que digo es verdad, Ness.


Ness: ¿Sí? -clavó con fuerza las uñas en las palmas de las manos para mantener la calma y no llorar delante de él-.


Zac: La cuestión es que sin importar lo estupendo que fuera el sexo... hmm... entre nosotros, no queremos lo mismo en una relación. Tú sueñas con un compromiso y a mí me espanta. Ninguno cambiará, sin importar lo mucho que deseemos creer lo contrario. Intentar llevar esto más lejos solo sería...


Ness: ¡Un error impulsivo! -espetó-. Sí, de acuerdo, Zac, ya lo he entendido. Pero, contéstame a esto: ¿este particular error impulsivo ocurrió la primera, la segunda, la tercera o la cuarta vez que hicimos el amor?


Zac: Ness, cariño...


Ness: ¡No me toques! -jadeó, apartándose del alcance de su mano-. Solo contesta la pregunta. ¿Cuándo crees que tuvo lugar este error impulsivo?


Zac: Pasó -soltó un suspiro- cuando mezclé el valor a largo plazo de la amistad con la satisfacción a corto plazo del sexo; en cuanto recogí esa caja de preservativos y entré en tu habitación.


Ness: Entonces tú eres el único que cometió ese error impulsivo, Zac. Porque yo... -se clavó un dedo en el pecho- ...dormí contigo sabiendo exactamente lo que hacía. No fui lo bastante estúpida como para visualizar que eso conduciría a una proposición de matrimonio, aunque imaginé que nuestra amistad podría sobrevivir a una aventura. Pen...


Zac: ¡Una aventura! -mostró una expresión de atontada incredulidad- ¡No podemos tener una aventura! ¡Tú no tienes aventuras! -le informó-. Para ti el matrimonio siempre ha sido el fin. Siempre has jurado que jamás te rebajarías a ser la amante de un hombre.


Ness: Es cierto. Y la buena noticia es que no rompí ese juramento. Pero gracias a ti mi elevada posición moral en contra de un revolcón de una noche ha perdido toda credibilidad -la satisfacción de verlo palidecer ante la acusación no bastó para derrotar la amenaza de las lágrimas; solo el orgullo lo consiguió-.


Zac: No... no sé qué decir...


Ness: ¿No? Pues no te preocupes, porque no estoy interesada en escucharte -giró en redondo y salió de la habitación-.


Zac: ¡Ness, espera!


No lo hizo, ni miró atrás para mandarlo al infierno ni cerró de un portazo, aunque Zac sintió que jamás había quedado tan aislado de alguien. Bajó la vista a la impecable mesa con el mantel blanco de algodón, una bandeja con fruta, copas de cristal y una cubitera con una botella de champán. No supo si era el idiota, el bastardo o el mártir más grande del mundo.




Valió la pena la espera, ¿no?
Pasó lo inevitable y además cuatro veces XD.
Al final parece que las cosas se torcieron. Tendréis que comentar para saber lo que pasará en el próximo capi ;)

Por cierto, gracias por los coments del capi anterior y por vuestra paciencia. Ya se arregló mi inter, por fin. Lo que pasó es que se rompió la "tarjeta de red" y tuve que ponerle una nueva.

¡Gracias otra vez!
Bye!
Kisses!

4 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Zac tiene que dejar ser idiota y dejarse llevar..
espero que arreglen las cosas y la resbaladiza de Tracy no haga nada...
siguela
:)

Natasha dijo...

ME ENCANTO!! pero te digo algo? Zac no podría ser un poco más idiota, porque en las escuelas para idiotas "no hay camas" xD

SIGUELAA solo entro a blogger para leer tus noves :P

Anónimo dijo...

ME ENCAAAAAAANTO.
ZAC FUE UN GRAAAAN IDIOTA..
ESPERO QUE SUBAS PRONTO.



LU

Anónimo dijo...

4 veces? Jaaaa par de golosos jajaja
Zac se paso de idiota -_-
La forma en la que Ness le contesto no pudo ser mejor!

Saludos
-Caro-

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