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lunes, 28 de noviembre de 2022

Capítulo 9


Zac: La van a encontrar -dijo mientras ambos caminaban hacia el coche hundiéndose en la nieve-. Seguramente ya la habrán encontrado.

Ness: Uno de los niños dijo que creía que Marcie y ella habían ido a la parte trasera de la granja a ver los caballos del establo. Sin embargo, cuando fueron a buscarlas no estaban allí. Está muy oscuro -dijo mientras rebuscaba las llaves en el bolso-.

Zac: Déjame conducir a mí.

Ella no protestó y subió al asiento del acompañante.

Ness: Lorna y Bill llamaron al sheriff desde la granja. La mitad del pueblo las está buscando. Pero ellas son sólo dos niñas, y nieva tanto… Zac…

Él tomó su cara entre ambas manos con firmeza.

Zac: Las vamos a encontrar.

Ness: Sí -dijo mientras se enjugaba las lágrimas con las manos-. Vamos a darnos prisa.

Zac no pudo conducir a más de cuarenta kilómetros por hora. Avanzaron por la carretera cubierta de nieve, observando el paisaje en busca de cualquier pista. Las colinas y los campos estaban prístinos, intactos. Para Vanessa resultaban implacables. Sin embargo, aunque el miedo todavía la tenía abrumada, al menos había conseguido controlar las lágrimas.

A quince kilómetros del pueblo, los campos estaban iluminados. Había grupos de coches en la carretera, y hombres y mujeres que andaban por la nieve, gritando. Zac apenas había detenido el coche cuando Vanessa salió corriendo hacia el sheriff.

Sheriff: Todavía no las hemos encontrado, Vanessa, pero lo haremos. No pueden haber ido lejos.

Zac: ¿Han registrado el establo y los cobertizos? 

El sheriff asintió.

Sheriff: Hasta el último centímetro.

Zac: ¿Y en la otra dirección?

Sheriff: Voy a enviar a algunos de mis hombres hacia allí ahora mismo.

Zac: Iremos nosotros.

La nieve que caía era cegadora. Zac condujo por entre los coches, y tuvo que aminorar el paso todavía más. Comenzó a rezar. Una vez había formado parte de un grupo de rescate en las Montañas Rocosas, y no había olvidado lo que podían hacer unas pocas horas de viento y nieve.

Ness: Tenía que haberla obligado a que se pusiera otro jersey -dijo mientras se retorcía las manos en el regazo e intentaba ver algo a través de la ventanilla. Con las prisas había olvidado los guantes, y no se daba cuenta de que tenía los dedos entumecidos-. Ella odia que la atosigue, y yo no quería estropearle la diversión. La Navidad es una época muy especial para Clara. Estaba tan emocionada -en aquel momento, se le quebró la voz, y sintió una punzada dolorosa de miedo-. Debería haberla obligado a que se pusiera otro jersey… Tendrá frío, y estará muy asustada. Tendrá… ¡Para!

El coche derrapó cuando él clavó el pie en el freno. Zac tuvo que hacer un tremendo esfuerzo para dominar el brusco viraje. Vanessa abrió la puerta y salió corriendo.

Ness: ¡Allí! ¡Hay…!

Zac: Es un perro -le dijo que la había agarrado por los brazos antes de que ella pudiera lanzarse hacia un campo abierto-. Es un perro, Vanessa.

Ness: Oh, Dios -susurró. Perdió el control y se desmoronó contra Zac-. Es una niña pequeña. ¿Dónde está? ¿Dónde está? Tenía que haber ido con ella. Si yo hubiera estado con ella…

Zac: ¡Ya basta!

Ness: Estará helada, y muy asustada.

Zac: Y te necesita -la zarandeó suavemente por los hombros-. Te necesita.

Ella se tapó la boca con la mano, tratando de dominarse.

Ness: Sí. Sí, estoy bien. Vamos, vamos a avanzar un poco.

Zac: Tú espera en el coche. Voy a atravesar ese campo de ahí para ver si encuentro algo. Espérame aquí.

Ness: Voy contigo.

Zac: No. Avanzaré más rápido si voy solo. Tardaré sólo unos minutos -insistió, y estaba a punto de acompañarla al coche de nuevo cuando algo rojo le llamó la atención-. Allí.

Ness: Es Clara -estaba intentando zafarse de él-. Lleva un abrigo rojo. -Salió corriendo, salpicando nieve a su alrededor. Tenía frío y estaba mojada, y las lágrimas le cegaban la visión. Llamó a su hija con todas sus fuerzas, y extendió los brazos para abarcar a las dos niñas-. Oh, Dios, Clara, qué susto me has dado. Venid rápidamente. Estáis heladas. Vamos al coche. Ya se ha arreglado todo. Tranquilas.

Marcie ¿Está muy enfadada mi madre? -preguntó temblando contra su hombro-.

Ness: No, no, sólo está preocupada. Todo el mundo está preocupado.

Zac: Vamos -tomó a Clara en brazos. Durante un breve instante, se permitió el lujo de acariciar con la nariz la mejilla de su hija. Después miró hacia atrás y vio que Vanessa estaba tomando en brazos a Marcie-. ¿Puedes?

Ella sonrió, abrazando a la niña, que estaba llorando.

Ness: Sí, perfectamente.

Zac: Entonces, vamos a casa.

Clara: No queríamos perdernos -dijo entre lágrimas-.

Zac: Por supuesto que no.

Clara: Fuimos a ver los caballos y nos hicimos un lío. No encontrábamos a nadie. Yo no estaba asustada -se apretó contra él-. Sólo Marcie.

Era su hija. Notó que se le volvía borrosa la visión mientras la estrechaba con fuerza.

Zac: No te preocupes. Ahora ya estáis a salvo.

Clara: Mamá estaba llorando.

Zac: Ella también está bien, ahora -se detuvo junto al coche-. ¿Podrás ir con las dos en el regazo? Estarán mucho más calientes.

Ness: Claro que sí.

Se sentó con Marcie, y Zac le entregó a Clara. Durante un largo instante, sus miradas se quedaron prendidas la una en la otra por encima de la cabeza de la niña.

Clara: No encontrábamos las luces de la casa con toda la nieve -murmuró mientras se aferraba a su madre-. Y después no podíamos encontrar la carretera. Hacía mucho frío. No he perdido el gorro.

Ness: Lo sé, nena. Vamos, quítate los mitones, que están muy mojados. Tú también, Marcie. Zac tiene encendida la calefacción al máximo. Entraréis en calor en un momento. -Llenó de besos las dos caritas heladas y luchó contra el impulso de derrumbarse-. ¿Qué villancicos habéis cantado?

Marcie: Jingle Bells -dijo mientras lloriqueaba-.

Ness: Ah, uno de mis favoritos.

Clara: Y Joy to the World —. Ese también te gusta.

Ness: Es cierto, pero no me acuerdo de cómo empieza. ¿Cómo empieza, Marcie? 

Marcie empezó a cantar con un hilillo de voz. Casi había llegado al primer verso cuando llegaron al lugar en el que estaba el resto del grupo.

Vanessa le dio un beso en la cabeza.

Ness: Feliz Navidad, Marcie.

Marcie: Feliz Navidad, señora Selley. Hasta mañana, Clara. 

En cuanto salió del coche, sus padres la tomaron en brazos.

Ness: Qué nochecita.

Mientras el coche avanzaba lentamente entre la multitud, hubo saludos y vítores.

Clara: Es Nochebuena -le recordó a su madre. El mundo era seguro y cálido otra vez-. Tal vez debería abrir ese regalo grande esta noche.

Zac: Ni lo sueñes -le tiró suavemente del pelo-.

Vanessa giró a Clara en sus brazos y la estrechó con fuerza.

Clara: No llores, mamá.

Ness: Necesito llorar, sólo un minuto. -Y, cumpliendo su promesa, cuando llegaron a casa tenía los ojos secos. Clara iba medio dormida con la cabeza apoyada en el hombro de Zac cuando él la metía en casa-. Yo la subiré a su habitación, Zac.

Zac: La subiremos los dos.

Vanessa asintió.

Entre los dos, le quitaron a Clara las botas, los calcetines y los jerséis, y le pusieron el pijama de franela. Ella murmuró un poco e intentó mantenerse despierta, pero las aventuras de aquella tarde le pasaron factura.

Clara: Es Nochebuena -musitó-. Mañana por la mañana me voy a levantar muy temprano.

Ness: Cuando quieras -dijo mientras le daba un beso en la mejilla-.

Clara: ¿Y puedo desayunar galletas?

Ness: Media docena -dijo temerariamente-.

Clara sonrió, y se quedó dormida antes de que Vanessa la tapara con las mantas.

Ness: Tenía miedo… -susurró y le acarició la mejilla a su hija-. Tenía miedo de no volver a verla así nunca más. Segura, caliente. Zac, no sé cómo darte las gracias por haber estado a mi lado. Si hubiera estado sola… -se interrumpió y agitó la cabeza-.

Zac: Creo que deberíamos bajar, Vanessa.

Aquel tono de voz hizo que ella apretara los labios. Sabía que tendría que enfrentarse a las acusaciones, la amargura y el resentimiento de Zac.

Ness: Creo que necesitamos una copa -dijo, mientras bajaban las escaleras-. Un poco de brandy. Creo que el fuego se ha apagado.

Zac: Yo me ocuparé de encenderlo. Tú trae el brandy. Tengo que decirte algunas cosas.

Ness: De acuerdo.

Ella tomó el brandy de un pequeño armario que había en el salón, y cuando volvió, el fuego estaba empezando a arder de nuevo en la chimenea. Zac se incorporó y tomó la copa que Vanessa le tendió.

Zac: ¿Quieres sentarte?

Ness: No, no puedo -le dio un sorbito al licor, aunque sabía que haría falta mucho más que brandy para calmar sus nervios-. Di lo que tengas que decir, Zac.


1 comentarios:

Lu dijo...

Por suerte la encontraron!
Ya quiero leer la charla que tienen pendiente.


Sube pronto!

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