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sábado, 26 de noviembre de 2022

Capítulo 8


El día de Nochebuena era mágico. Vanessa siempre lo había pensado. Y cuando se despertó con Zac a su lado, fue más que mágico para ella. Durante un rato, se quedó allí quieta, observándolo mientras dormía. Se lo había imaginado antes, cuando era una adolescente, y después, como mujer, pero en aquel momento ya no necesitaba los sueños. Él estaba allí, a su lado, cálido, callado, y fuera nevaba suavemente. Con cuidado de no despertarlo, Vanessa se levantó.

Cuando Zac se despertó y rodó por la cama, percibió el olor de Vanessa. Era el olor a primavera de su pelo, que se había quedado en la almohada. Durante algunos minutos, permitió que su organismo asimilara aquel olor, y con satisfacción, se tumbó boca arriba y observó la habitación, puesto que no había podido verla bien en la oscuridad.

Las paredes tenían un papel color marfil con ramitos de violetas. Las ventanas estaban vestidas con elaboradas cortinas de encaje, y había un buró antiguo, de palisandro, lleno de frascos y cajitas de colores, y también un tocador sobre el que descansaban un cepillo y un peine de plata. Observó cómo caía la nieve y percibió el aroma suave del ambientador que había en la mesilla de noche. La habitación era como un reflejo de Vanessa: fresca, encantadora y muy femenina. Cualquier hombre podría relajarse allí, sabiendo que sus camisas estaban mezcladas con blusas de mujer. Él podía relajarse allí. Y no iba a volver a separarse de ella.

Olió el café cuando estaba a medio camino por las escaleras. Vanessa había puesto villancicos y estaba preparando el desayuno. Zac nunca se había imaginado que podía ser tan agradable entrar en la cocina y encontrársela cocinando para él.

Ness: Así que ya te has levantado. -Llevaba una bata de franela. Él sintió una punzada de deseo-. Hay café recién hecho.

Zac: Lo he olido -respondió mientras se acercaba a ella-. Y olía a ti en la cama, cuando me desperté.

Ella apoyó la cabeza en su hombro, intentando no pensar que las cosas podían haber sido siempre así. Ojalá.

Ness: Parece que podías haber dormido durante unas horas más. Me alegro de que no lo hayas hecho, o el beicon se habría quedado frío.

Zac: Si tú te hubieras quedado en la cama un poco más, podíamos haber…

Clara: ¡Mamá! ¡Mamá! ¡Está nevando! -exclamó, que entró en la cocina disparada y se puso a bailar-. Esta tarde vamos a ir a cantar villancicos en el trineo, y hay mucha nieve -dijo. Se detuvo ante Zac y sonrió-. Hola.

Zac: Hola.

Clara: Mamá y yo vamos a hacer un muñeco de nieve. Ella dice que los muñecos de nieve de Navidad son los mejores. Puedes ayudarnos.

Vanessa no sabía cómo iba a reaccionar Clara al encontrarse a Zac en la cocina a la hora del desayuno. Con un cabeceo de asombro, comenzó a batir huevos. Tenía que haber sabido que su hija aceptaría rápidamente a cualquiera que le cayera bien.

Ness: Antes tienes que desayunar.

Clara acarició con un dedo un broche de Santa Claus que llevaba en el pecho, y tiró de una cuerdecita que hizo que se le encendiera la nariz. Aquello le encantaba.

Clara: He tomado cereales en casa de Marcie.

Ness: ¿Le has dado las gracias a su madre por todo?

Clara: Sí -dijo, y se paró a pensarlo un minuto-. Creo que sí. De todos modos, vamos a hacer dos muñecos de nieve y va a haber una boda, y todo. Marcie quiere que se casen -le explicó a Zac-.

Ness: Clara preferiría que hubiera una guerra.

Clara: Eso podemos hacerlo después. A lo mejor antes tengo que tomar un poco de chocolate caliente -dijo, mirando el bote de las galletas y calculando las posibilidades que tenía. Pocas-.

Ness: Yo lo arreglaré. Y tú podrás comerte la galleta después de hacer el muñeco de nieve -le dijo sin darse la vuelta-. Cuelga tus cosas en la percha.

Clara se quitó el abrigo, y mientras lo hacía, se puso a charlar con Zac.

Clara: No vas a volver a África, ¿verdad? No creo que las Navidades sean muy divertidas en África. La madre de Marcie dijo que seguramente irás a otro lugar estupendo.

Zac: Se supone que tengo que estar en Hong-Kong dentro de pocas semanas -dijo, y miró a Vanessa. Ella siguió sin volverse-. Pero me voy a quedar aquí durante las Navidades.

Clara: ¿Tienes árbol en tu habitación?

Zac: No.

Clara: ¿De verdad? ¿Y dónde pones los regalos? No hay Navidades sin un árbol, ¿a que no, mamá?

Vanessa pensó en todos los años que Zac había pasado sin árbol de Navidad. Y recordó que él siempre intentaba fingir que no le importaba.

Ness: El árbol sólo sirve para que podamos mostrarle a los demás que es Navidad.

Sin mucho convencimiento, Clara se sentó en una de las sillas.

Clara: Bueno, tal vez.

Zac: A mí me decía lo mismo -le explicó a Clara-. De todos modos, al señor Brown no iba a gustarle que dejara agujas de pino por todo el suelo.

Clara: Nosotras tenemos árbol, así que puedes cenar aquí. Mamá siempre asa un pavo enorme, y vienen los abuelos. La abuela trae pasteles, y comemos hasta que nos ponemos malos.

Zac: Eso parece muy divertido -dijo sonriendo, y miró hacía Vanessa mientras ella servía huevos revueltos en un plato-. Yo cené con tus abuelos un par de veces.

Clara: ¿Sí? -preguntó con interés, y lo miró fijamente-. He oído que fuiste novio de mamá. ¿Por qué no os casasteis?

Ness: Aquí tienes el chocolate, Clara -dijo y lo puso ante su hija, en la mesa-. Será mejor que te des prisa, porque Marcie te está esperando.

Clara: ¿Vas a salir?

Ness: Enseguida.

Vanessa puso una fuente con beicon y huevos revueltos en la mesa, aliviada por el hecho de que fuera tan fácil distraer a su hija. Después se sentó a la mesa, haciendo caso omiso de la ceja arqueada de Zac.

Ness: Necesitamos zanahorias y bufandas, y esas cosas.

Zac: Yo me ocuparé.

Clara tomó chocolate con una sonrisa.

Clara: ¿Y gorros?

Zac: Y gorros.

Entonces, una bola de nieve impactó contra la ventana de la cocina. Clara se levantó como un rayo.

Clara: Ahí está Marcie. Tengo que irme. Ven pronto, mamá.

Ness: En cuanto me vista. Abróchate el último botón.

Clara se quedó parada, un momento, en la puerta.

Clara: Tengo un árbol pequeño de plástico en mi habitación. Te lo regalo, si lo quieres.

Zac se sintió conmovido. Clara era igual que su madre, pensó, y se enamoró por segunda vez.

Zac: Gracias.

Clara: De nada. Hasta luego.

Zac: Es una niña estupenda -dijo mientras se cerraba la puerta-.

Ness: Sí, lo es.

Zac: Voy a ayudarla con el muñeco de nieve.

Ness: No tienes que hacerlo, Zac.

Zac: Quiero hacerlo. Después tengo que resolver algunos asuntos -dijo, y miró el reloj. El día de Nochebuena duraba muy poco, y cuando a un hombre se le ofrecía una segunda oportunidad, no era sabio perder el tiempo-. ¿Me invitas a cenar esta noche?

Vanessa sonrió, y movió la comida por el plato con el tenedor.

Ness: No necesitas que te invite.

Zac: No cocines. Yo traeré algo.

Ness: No te preocupes, yo…

Zac: No cocines -repitió mientras se levantaba. Se inclinó para darle un beso, y después dijo-: Vuelvo más tarde.

Tomó el abrigo del perchero, y mientras se marchaba, Vanessa miró la tostada que había desmigado entre los dedos. Hong-Kong. Por lo menos, en aquella ocasión sabía adonde iba.


Los muñecos de nieve del jardín le sonrieron cuando pasó por delante. Zac, cargado de cajas, llamó a la puerta trasera con la punta de la bota.

Ness: Zac -dijo sin aliento, y se hizo a un lado para que él pudiera pasar-.

Zac: ¿Dónde está Clara?

Ness: ¿Clara? Está arriba, preparándose para el paseo en trineo.

Zac: Perfecto. Toma la caja de arriba.

Ness: Zac, ¿qué es lo que hay aquí dentro?

Zac: Vamos, toma la caja de arriba, si no quieres tener pizza desparramada por todo el suelo.

Ness: De acuerdo, pero… -cuando notó que la enorme caja que tenía entre las manos se movía, se echó a reír-. Zac, ¿qué has hecho?

Zac: Espera un minuto.

Con la pizza en la mano, ella lo vio arrastrar la caja hacia el salón.

Ness: ¿Qué es? 

Zac: Es un regalo -respondió, y comenzó a meterlo bajo el árbol, cuando descubrió que no había sitio suficiente. Después de recolocar un poco las cosas, consiguió apoyar la caja contra la pared, junto al árbol. Estaba sonriendo cuando se volvió hacia ella. Si se había sentido mejor alguna vez en la vida, no lo recordaba-. Feliz Navidad.

Ness: Lo mismo digo. Zac, ¿qué es la caja?

Zac: Demonios, qué frío hace ahí fuera. -Aunque en aquel momento se estaba frotando las manos, no se había dado cuenta ni siquiera de que el viento fuera tan helado-. ¿Tienes un poco de café?

Ness: Zac.

Zac: Es para Clara.

Ness: No tenías que traerle ningún regalo -la curiosidad pudo con ella-. ¿Qué es?

Zac: Oh, nada.

Ness: Si no me lo dices, no te doy café, y además me quedo con la pizza.

Zac: Aguafiestas. Es un trineo -dijo, y tomó a Vanessa del brazo para llevarla hacia la cocina-. Mientras estábamos haciendo el muñeco de nieve, Clara mencionó que un amigo suyo tenía este trineo y que bajaba por Red Hill como una bala.

Ness: Como una bala -murmuró-.

Zac: Una nieve como ésta es perfecta para bajar por Red Hill como una bala, así que…

Ness: Tonto -le dijo y le dio un beso-.

Zac: Deja esa pizza en la mesa y vuelve a decirme eso.

Ella se echó a reír y mantuvo la caja entre los dos.

Clara: ¡Vaya!

Vanessa arqueó una ceja al oír el ruido que provenía del salón.

Ness: Creo que ha visto la caja.

Clara entró a toda velocidad en la cocina.

Clara: ¿Lo has visto? Sabía que iba a haber otro regalo. Lo sabía. Es igual de alto que tú -le dijo a Zac mientras lo tomaba de la mano-. ¿Lo has visto? ¡Tiene mi nombre escrito!

Zac: Me lo imagino. -La tomó en brazos y le besó ambas mejillas-. Feliz Navidad.

Clara: Estoy impaciente -dijo mientras le estrujaba el cuello con los brazos-. ¡No puedo esperar!

Al observarlos, Vanessa sintió que todas sus emociones se anudaban con tanta fuerza que le dolían hasta los huesos. ¿Qué debería hacer? ¿Qué podía hacer? Cuando Zac se volvió hacia ella con Clara, las luces del árbol les iluminaron las caras.

Zac: ¿Vanessa? -No necesitaba palabras para reconocer su angustia, su dolor, su inquietud-. ¿Qué te ocurre?

Ness: Nada. Voy a servir la pizza antes de que se enfríe.

Clara: ¿Pizza? -preguntó mientras Zac la dejaba en el suelo-. ¿Puedo comerme dos trozos? Es Navidad.

Ness: Listilla -le dijo suavemente, mientras le acariciaba el pelo-. Pon la mesa.

Zac: ¿Qué te pasa, Vanessa? -le preguntó tomándola del brazo antes de que Vanessa pudiera seguir a su hija hacia la cocina-. Ocurre algo.

Ness: No -dijo intentando controlarse. Durante mucho tiempo, lo había controlado todo-. Me has abrumado. Ya me había sucedido antes -añadió con una sonrisa-. Venga, vamos a comer.

Como parecía que ella necesitaba espacio, él dejó la cuestión y la siguió hacia la cocina, donde Clara ya estaba mirando lo que había en el interior de la caja de cartón. Él nunca había visto a ningún niño empezar a comer con tanta alegría. No sabía que un día de Nochebuena pudiera ser tan especial sólo porque tenía a alguien a su lado.

Clara se tragó el último pedacito de su segunda porción de pizza y dijo:

Clara: A lo mejor, si abro uno de los regalos hoy, mañana por la mañana es menos lioso.

Ness: A mí me gusta que sea lioso.

Clara: A lo mejor, si abro un regalo ahora, me voy a dormir rápidamente. Así tú no tendrás que esperar tanto para llenar las medias de la chimenea.

Ness: Um -murmuró mientras apartaba su plato y disfrutaba del vino que había llevado Zac-. Me gusta esperar a que sea muy de noche para rellenar las medias.

Clara: Si abro un regalo…

Ness: Ni lo sueñes.

Clara: Si…

Ness: No.

Clara: Pero es que faltan muchas horas para Navidad.

Ness: Es horrible, ¿verdad? -le preguntó con una sonrisa-. Y tú le vas a ir a cantar villancicos dentro de diez minutos, así que ponte el abrigo.

Clara obedeció.

Clara: A lo mejor cuando vuelva te parece que hay un regalo que no es demasiado importante, no tanto como para esperar hasta mañana.

Ness: Todos los regalos que hay bajo el árbol son absolutamente vitales -se levantó para ayudar a su hija a ponerse el abrigo-. Y también lo son las siguientes instrucciones: no te alejes del grupo, no te quites los mitones y no pierdas el gorro. Y que no se te olvide que mandan el señor y la señora Easterday.

Clara: Mamá -dijo con un suspiro-. Me tratas como a un bebé.

Ness: Es que eres mi bebé -repuso, y le dio un sonoro beso-. Bueno, ya estás.

Clara: No es cierto -protestó-. Voy a cumplir diez años en febrero. No queda nada.

Ness: Y seguirás siendo mi bebé en febrero. Que te lo pases muy bien.

Clara volvió a suspirar.

Clara: De acuerdo.

Ness: De acuerdo -la imitó, y añadió-: Despídete.

Clara miró a Zac.

Clara: ¿Vas a estar aquí cuando vuelva?

Zac: Sí.

Ella sonrió y abrió la puerta para salir.

Clara: Adiós.

Ness: Monstruito -dijo y comenzó a recoger los platos-.

Zac: Es estupenda -se puso a ayudarla-. No me había dado cuenta de que casi tiene diez años. Es difícil… -entonces se quedó inmóvil, mientras Vanessa dejaba los platos en el fregadero-. Va a cumplir diez años en febrero.

Ness: Sí. Yo casi no me lo creo. Algunas veces me parece que fue ayer cuando nació, y sin embargo… -se quedó callada. De repente, se había quedado sin respiración. Con movimientos cuidados, comenzó a llenar la pila de agua y de jabón-. Tardaré muy poco en fregar. Si quieres llévate tu copa de vino al salón.

Zac: En febrero -la tomó del brazo. Cuando hizo que se girara hacia él, se dio cuenta de que ella había palidecido. Apretó los dedos y le aplastó la carne sin que ninguno de los dos se diera cuenta-. Diez años en febrero. Nosotros hicimos el amor en junio. Dios, no sé cuántas veces aquella noche. Yo nunca volví a tocarte, porque nunca volvimos a quedarnos solos antes de que me marchara unas semanas después. Tú debiste de casarte con Drew en septiembre.

A ella se le había quedado la garganta seca. Ni siquiera podía tragar saliva. Sólo podía mirarlo.

Zac: Es mía -susurró-. Clara es mi hija.

Ella abrió la boca para decir algo, pero no pudo. Con los labios temblorosos y los ojos llenos de lágrimas, asintió.

Zac: ¡Dios! -exclamó-.

La sujetó por ambos brazos, y estuvo a punto de levantarla del suelo antes de aprisionarla contra la encimera. Tenía una mirada de furia.

Zac: ¿Cómo has podido hacer esto? Es nuestra hija, y no me lo habías dicho. Te casaste con otro hombre y tuviste con él a mi hija. ¿También le mentiste a él? ¿Le dijiste que era hija suya para poder tener tus cortinas de encaje y tu casita hogareña?

Ness: Zac, por favor…

Zac: Tenía derecho a saberlo -la soltó para no ceder al impulso violento que estaba sintiendo-. Tenía derecho a estar con ella. Diez años. Me has robado diez años.

Nes: ¡No! ¡No ha sido así! ¡Zac, por favor! ¡Tienes que escucharme!

Zac: Vete al infierno.

Él respondió con calma, con tanta calma que ella retrocedió como si la hubiera abofeteado. Con la ira podía tratar, incluso razonar. Contra aquella rabia tranquila se sentía inútil.

Ness: Por favor, deja que te lo explique.

Zac: Nada de lo que me digas podrá compensarme. Nada.

Entonces, tomó su abrigo del perchero y se marchó.


**: Eres tonto, Zac Efron -le dijo la viuda Marchant, mientras se mecía en su mecedora de la cocina, con el ceño fruncido-.

Zac: Me mintió. Lleva años mintiéndome.

**: Tonterías. Hizo lo que tenía que hacer, nada más y nada menos.

Él se paseó por la habitación. Todavía no estaba muy seguro de por qué había ido allí en vez de ir al Bar Clancy. Se había pasado una hora caminando bajo la nieve, o tal vez más, y al final, se dio cuenta de que estaba junto a la casa de la viuda.

Zac: Tú lo sabías, ¿verdad? Sabías que yo era el padre de Clara.

**: Tenía mis sospechas -respondió mientras la mecedora rechinaba suavemente-. La niña tiene algo tuyo.

Al oírlo, Zac sintió una emoción peculiar, una que no supo identificar.

Zac: Es el vivo retrato de Vanessa.

**: Cierto, si no la miras bien. Las cejas y la boca son tuyas. Y Dios sabe que el carácter también. Zac, si hubieras sabido que ibas a ser padre hace diez años, ¿qué habrías hecho?

Zac: Habría vuelto por ella -se pasó la mano por el pelo-. Me habría muerto de miedo, pero habría vuelto por ella.

**: Siempre lo creí. Pero… bueno, supongo que Vanessa tendrá que contarte su versión. Será mejor que vuelvas a su casa para escucharla.

Zac: No me importa.

**: No soporto a los mártires -musitó-. 

Él iba a contestar airadamente, pero en vez de hacerlo, suspiró.

Zac: Duele. Es algo muy doloroso.

**: Así es la vida -respondió la señora, aunque comprensivamente-. ¿Quieres volver a perderlas a las dos?

Zac: No. Dios, no. Pero no sé hasta qué punto puedo perdonar.

La viuda arqueó las cejas.

**: Eso es lógico. Pero concédele a Vanessa lo mismo.

Antes de que él pudiera responder, la puerta de la cocina se abrió de par en par. En el umbral estaba Vanessa, cubierta de nieve y con la cara llena de lágrimas. Corrió hacia Zac.

Ness: Clara.

Cuando él la agarró por los brazos, se dio cuenta de que estaba temblando. Entonces sintió terror.

Zac: ¿Qué ha ocurrido?

Ness: No la encuentro por ningún sitio.


1 comentarios:

Lu dijo...

Me encanto!!
Por fin sabe la versad y sospecho que Clara tambien...

Sube pronto!!

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