topbella

martes, 22 de noviembre de 2022

Capítulo 6


Quiet Valley bullía de actividad navideña. El altavoz que había sobre el tejado de la ferretería emitía villancicos. Un joven de una de las granjas vecinas había conseguido un permiso, y daba paseos en calesa a la gente por todo Main Street. Los niños, excitados por las vacaciones del colegio y la impaciencia, gritaban y correteaban por todas partes. El cielo estaba encapotado, pero no nevaba.

Zac se sentó junto al mostrador de la cafetería, y pidió un café. Mientras lo tomaba a sorbitos, escuchaba los chismorreos del pueblo. Se enteró de que el hijo mayor de los Hennessy había contraído la varicela, y que iba a pasarse todas las vacaciones rascándose. En Carlotta se vendían los árboles de Navidad a mitad de precio, y la ferretería había puesto de rebajas las tiendas de campaña.

Diez años antes, a Zac le habrían parecido intrascendentes aquellas conversaciones. En aquel momento, sin embargo, estaba contento allí sentado, tomando café y escuchando. Tal vez fuera aquello lo que le faltaba a la novela que llevaba tanto tiempo escribiendo. Había estado por todo el mundo, y todo pasaba muy rápidamente, con urgencia. Algunas veces, su propia vida había estado en peligro. Uno no pensaba en todo ello cuando estaba sucediendo. No podía. Sin embargo, en aquel momento, en aquella cafetería agradable y con el aroma del café y el beicon recién hecho, podía mirar atrás.

Había aceptado trabajos muy peligrosos porque no le importaba. Ya había perdido la parte de sí mismo que más valoraba. Era cierto que, con los años, había vuelto a construir algo, centímetro a centímetro, pero nunca había vuelto a encontrar la plenitud, porque la había dejado allí, en el pueblo en el que se había criado. Y ahora, sólo tenía que averiguar lo que iba a hacer con ella.

**: Parece que ahora le sirven a cualquiera en este sitio.

Zac miró hacia arriba y sonrió.

Zac: Paul Tydings -dijo, y tendió la mano-. 

El recién llegado se la estrechó con las suyas, enormes.

Paul: Demonios, Zac, estás tan guapo y tan delgado como siempre.

Zac miró a su viejo amigo. Paul tenía el pelo rizado, espeso, y una cara rubicunda, con un buen bigote. Tenía una constitución recia, que le había asegurado siempre un lugar en la línea ofensiva. Con los años, se había convertido en un hombre fornido, grande.

Zac: Bueno. Tú estás tan guapo como siempre.

Paul le dio una palmada en la espalda, entre carcajadas.

Paul: No pensé que te vería por aquí nunca más.

Zac: Ni yo a ti. Creía que vivías en Boston.

Paul: Vivía. Gané algo de dinero y me casé.

Zac: ¿De veras? ¿Hace cuánto?

Paul: Siete años esta primavera. Cinco niños.

A Zac se le atragantó el café.

Zac: ¿Cinco?

Paul: Tres niñas y unos gemelos. ¿Sabes? Traje a mi mujer aquí de visita, hace seis años, y se enamoró del pueblo. Yo tenía una joyería en Manchester, así que abrí una aquí también. Y creo que tengo que darte las gracias por muchas cosas.

Zac: ¿A mí? ¿Por qué?

Paul: Siempre me estabas llenado la cabeza de ideas. Y después te marchaste. Eso me hizo pensar que yo también tenía que intentar conocer sitios nuevos. En un año estaba trabajando en una joyería de Boston, y entró la mujer más guapa que hubiera visto nunca. Me aturullé tanto que no imprimí la tarjeta de crédito. Ella volvió al día siguiente con el recibo en blanco, y me salvó de perder el trabajo. Después me salvó la vida y se casó conmigo. Nunca la habría conocido de no ser porque tú me hablabas de todos los lugares que había que ver en el mundo -explicó. Después asintió, mientras le servían el café, y preguntó-: Supongo que ya habrás visto a Vanessa.

Zac: Sí, la he visto.

Paul: Ha tenido mucho trabajo conmigo, porque tengo tres niñas, y aparte de eso, los cinco están muy mimados -dijo con una sonrisa, y se puso café en el azúcar-. Está igual de guapa que cuando tenía dieciséis años y bailaba en el salón de actos del ayuntamiento. ¿Vas a sentar la cabeza esta vez, Zac?

Zac soltó una media carcajada y dejó el café a un lado.

Zac: Tal vez.

Paul: Ven un día a casa a conocer a mi familia, ¿de acuerdo? Estamos al sur del pueblo. Mi casa es la de piedra, de dos plantas.

Zac: La he visto desde el coche.

Paul: Entonces, ve a visitarnos un día -dijo, y miró la hora en su reloj de muñeca-. Bueno, me parece que Vanessa hace el descanso para comer a estas horas. Tengo que volver a la tienda -añadió, y después de darle una palmada a Zac en la espalda, salió de la cafetería-.

Zac le dio un sorbito a su café. Habían pasado más de diez años, mucho tiempo para cualquiera, y sin embargo, parecía que todo el mundo seguía pensando que Vanessa y él eran pareja. Fácil para todos, salvo para ellos dos. Tal vez él pudiera pasar por alto los años, el tiempo perdido, ¿pero cómo iba a ignorar su matrimonio y a su hija?

Zac todavía la deseaba. Aquello no había cambiado. Sin embargo, ¿qué era lo que sentía ella? La noche anterior, Vanessa le había dicho que no había querido a otro hombre que no fuera él. ¿Significaba aquello que todavía lo quería? Zac dejó un billete sobre el mostrador y se levantó. Sólo había una forma de averiguarlo. Iba a preguntárselo.


La Casa de Muñecas estaba abarrotada de niños. Niños muy ruidosos. Cuando Zac entró por la puerta, los gritos y las carcajadas reverberaban por las paredes. Había globos inflados con helio en el techo, y migas de galletas por todo el suelo. En la puerta del taller había un castillo de cartón muy alto. Y junto a una cortina blanca y brillante había unos títeres, Santa Claus y uno de sus elfos vestido de verde, que con esfuerzos exagerados y mucho parloteo, estaban cargando un trineo dorado y brillante de cajas de colores. El elfo se cayó de bruces en dos ocasiones y provocó las carcajadas de los niños. Después de una gran confusión, todos los regalos estuvieron cargados, y con un sonoro «jo-jo-jo», Santa Claus se montó en el trineo y desapareció detrás de la cortina con un tintineo de campanillas.

Entonces salieron unas cuantas marionetas para recibir los saludos y los aplausos de los niños con reverencias. Zac vio a la señora Claus, con dos elfos y un reno de nariz roja, antes de que Santa Claus saliera al escenario y les deseara a todos una Feliz Navidad. Ni siquiera se había dado cuenta de que estaba apoyado en la puerta, sonriendo, cuando Vanessa salió de detrás del castillo, también para hacer una reverencia.

Sin embargo, ella lo vio. Se sintió tonta e hizo otra reverencia mientras los niños se levantaban con dificultad. Con la facilidad de una veterana profesora de guardería, Vanessa los condujo a todos hacia el ponche y las galletas.

Zac: Impresionante -le murmuró al oído-. Siento haberme perdido casi todo el espectáculo.

Ness: No es nada del otro mundo. Llevo haciéndolo durante años sin demasiados cambios -dijo, y miró a los niños-. Aunque no parece que importe mucho.

Zac: Yo diría que sí. -Le tomó la mano y se la llevó a los labios, mientras un grupo de niñitas se reían-. Mucho.

**: Señora Selley -preguntó un niño pelirrojo, lleno de pecas-. ¿Cuándo va a venir Santa Claus?

Vanessa se agachó junto a él y le acarició el pelo.

Ness: ¿Sabes, Bobby? Creo que este año está muy ocupado.

Él niño hizo un mohín.

Bobby: Pero si siempre viene.

Ness: Bueno, seguro que al final encuentra la manera de traer los regalos. Voy a echar un vistazo en la parte de atrás. Espera un minuto.

Bobby: Pero es que tengo que hablar con él.

Ness: Si no puede venir, puedes darme una carta para Santa Claus. Yo me encargaré de que la reciba.

Zac: ¿Hay algún problema? -le preguntó al oído, cuando ella se incorporó-.

Ness: Jake siempre hace de Santa Claus después de las marionetas. Regalamos unas cuantas cosas, sólo detalles, pero a los niños les hace muchísima ilusión.

Zac: ¿Y este año no puede?

Ness: El niño de los Hennessy le contagió la varicela.

Zac: Ah -se quedó pensativo. No había celebrado la Navidad desde hacía muchos años… desde que se había separado de Vanessa-. Yo lo haré -le dijo, y se sorprendió a sí mismo-.

Ness: ¿Tú?

Zac: Sí, yo. ¿Dónde está el traje?

Ness: Está en el cuarto de la parte de atrás, pero…

Zac: Espero que no se te hayan olvidado las almohadas -dijo antes de salir-.

Vanessa no creyó que lo hiciera. De hecho, cinco minutos después de que Zac se hubiera marchado, estaba segura de que había cambiado de opinión y había escapado por la puerta trasera. Nadie se quedó más encantado que ella cuando vio a Santa Claus entrando en la tienda con un saco al hombro.

Santa tuvo la oportunidad de decir con voz resonante, una sola vez, Feliz Navidad, antes de que todos los niños lo rodearan. Ella se quedó anonadada y no se movió, mientras observaba a los niños saltar, botar y tirarle del traje.

Zac: Santa Claus necesita una silla -dijo mirándola con intensidad-. 

Vanessa tragó saliva antes de moverse. Salió disparada hacia el cuarto de atrás, y sacó una silla de respaldo alto que situó en mitad de la estancia.

Ness: Niños, ahora tenéis que formar una cola. Y tenéis que respetar vuestro turno.

Tomó un cuenco lleno de bastones de caramelo y lo puso en una mesa, junto a la silla. Los niños fueron subiendo uno por uno al regazo de Santa Claus. Vanessa no tenía por qué preocuparse de nada. Había tenido que enseñarle las respuestas a Jake, y había tenido que decirle que no prometiera nada, porque se arriesgaba a causarle una desilusión al niño. Sin embargo, después de que el tercer niño hubiera pasado por las rodillas de Santa Claus, Vanessa se relajó. Zac era maravilloso.

Y se lo estaba pasando mejor que en toda su vida. Lo había hecho sólo por ayudarla, tal vez incluso para impresionarla, pero estaba consiguiendo mucho más. Nunca había tenido a un niño en el regazo, y menos mirándolo con tanta confianza y adoración. Escuchó sus deseos, sus confesiones y sus quejas. Cada uno de ellos metió la mano en el saco y sacó un pequeño regalo.

Zac recibió abrazos y besos de bocas pegajosas. Un niño muy curioso lo agarró bien por la barba, antes de que Zac consiguiera distraerlo. Después, llenos de alegría, los niños comenzaron a salir de la tienda acompañados por sus padres, o en grupo.

Ness: Has estado fantástico -le dijo mientras le daba la vuelta al letrero de la puerta para que indicara que la tienda estaba cerrada-.

Zac: ¿Quieres sentarte en mi regazo?

Ella se acercó a él, riéndose.

Ness: Lo digo en serio, Zac. Te lo agradezco muchísimo.

Zac: Entonces, demuéstramelo.

Zac tiró de ella y la sentó en su regazo, y ella aterrizó sobre almohadas. Vanessa volvió a reírse, y le besó la nariz.

Ness: Siempre me han vuelto loca los hombres vestidos de rojo. Ojalá Clara hubiera estado aquí.

Zac: ¿Y por qué no estaba?

Vanessa suspiró y se apoyó relajadamente contra él.

Ness: Dice que ya es demasiado mayor para esto. Se ha ido de compras con Marcie.

Zac: ¿A los nueve años es demasiado mayor?

Ella no dijo nada durante un minuto. Después se encogió de hombros.

Ness: Los niños crecen muy rápido. Hoy, tú has hecho felices a un montón de ellos.

Zac: Me gustaría hacerte feliz a ti -dijo, y le acarició el pelo-. Antes podía hacerlo.

Ness: ¿Alguna vez deseas volver atrás? -le preguntó, y se dejó rodear por sus brazos-. Cuando éramos adolescentes todo parecía muy sencillo. Entonces, cierras los ojos un minuto, y te has convertido en un adulto. Oh, Zac, yo quería que me llevaras lejos de aquí, a un castillo, a la cima de una montaña. Estaba tan llena de romanticismo…

Él siguió acariciándole el pelo, allí sentados, rodeados de muñecas y del eco de las risas de los niños.

Zac: Yo no tenía suficiente, ¿verdad?

Ness: Tú tenías los pies en el suelo, y yo tenía la cabeza llena de pájaros.

Zac: ¿Y ahora?

Ness: Ahora tengo que criar a mi hija. Algunas veces da mucho miedo pensar que eres responsable de otra vida. -Hizo una pausa, sabiendo que se estaba adentrando en terreno peligroso, pero después continuó-: ¿Alguna vez has querido tener hijos?

Zac: Nunca me lo he planteado. En muchas ocasiones tengo que ir a lugares en los que ya es lo suficientemente difícil ser responsable de tu propia vida.

Ella había pensado en aquello, y había tenido pesadillas.

Ness: Todavía te resulta emocionante.

Zac pensó en algunas de las cosas que había visto, en la crueldad y en la miseria.

Zac: Dejó de resultarme emocionante hace mucho tiempo. Pero soy bueno en mi trabajo.

Ness: Creo que siempre supe que lo serías. Zac -dijo, y se movió, de modo que sus miradas quedaron al mismo nivel-, me alegro de que hayas vuelto.

Él la estrechó con fuerza cuando ella apoyó la mejilla contra su cara.

Zac: Has tenido que esperar a que estuviera relleno como una morsa para decirme eso.

Vanessa se echó a reír y le rodeó el cuello con los brazos.

Ness: Me parecía el momento más seguro.

Zac: No estés tan segura. -Entonces la besó, y notó que a ella le temblaban los labios-. ¿Qué es lo que te parece tan divertido?

Vanessa contuvo una carcajada y se apartó.

Ness: Oh, nada, nada en absoluto. Siempre he tenido el sueño de que me besara un hombre con barba, con un sombrero rojo y campanillas. Ahora tengo que recoger todo esto.

Cuando ella se levantó, él la siguió. Vanessa no dijo nada mientras comenzaba a recoger papel de regalo de colores. Zac tomó el saco y miró en el interior.

Zac: Aquí todavía queda una caja.

Ness: Es para Luke Hennessy. Varicela.

Zac: ¿Dónde vive?

Ella, que se había agachado a tomar del suelo un pedazo de bastón de caramelo pegajoso, se incorporó de nuevo. Tal vez a algunos les pareciera un bobo, con el traje rojo relleno de almohadones de los pies a la cabeza y con la cara tapada por aquella barba blanca, pero a Vanessa nunca le había parecido más maravilloso. Se acercó de él y le tiró de la barba para bajársela hasta la barbilla. Después lo abrazó y lo besó.

Su beso fue tan cálido como siempre, lleno de esperanza y de bondad sencilla. Zac sintió un arrebato de deseo, y después, una dulce satisfacción.

Ness: Gracias -le dijo, y volvió a besarlo-. Vive en la esquina de la calle Elm con Sweetbriar.

Zac esperó un momento hasta que se calmó.

Zac: ¿Me darás una taza de café cuando vuelva?

Ness: Sí -respondió mientras le colocaba de nuevo la barba-. Estaré en la cocina.


1 comentarios:

Lu dijo...

Ay que lindo!
Al fin todo pinta ir mejor... pero me parece que si Clara llegara a ser la hija de Zac .. todo puede ir mal.


Sube pronto!!

Publicar un comentario

Perfil