topbella

domingo, 20 de noviembre de 2022

Capítulo 5


Todavía estaba llena de emociones cuando terminó la cena. Vanessa sabía que su hija era una niña amistosa y abierta, pero Clara había hecho muy buenas migas con Zac, tanto como si fuera un viejo amigo. Charlaba con él como si lo conociera de toda la vida.

Era tan evidente, pensó Vanessa mientras observaba cómo Clara recogía los platos. Ninguno de los dos se daba cuenta. ¿Qué iba a hacer ella si aquello sucedía? Ella no creía en las mentiras, pero se había visto obligada a vivir una.

Ellos le prestaron poca atención mientras se sentaban con los libros de Clara. Con su estilo nato, fluido y sencillo, Zac comenzó a contarle historias sobre África, sobre el desierto, las montañas, la espesa jungla llena de peligros y de vida.

Al ver sus cabezas inclinadas juntas, sobre una de las fotografías de los libros de Clara, Vanessa sintió una punzada de pánico.

Ness: Voy a la tienda -dijo impulsivamente-. Tengo mucho trabajo atrasado.

Zac: Mmm, mmm -respondió, y se despidió de ella de aquel modo-. 

A Vanessa estuvo a punto de escapársele una carcajada. Tomó su abrigo del perchero y salió corriendo.

Las muñecas eran algo más que juguetes para ella. Y eran algo más que un negocio. Para Vanessa, las muñecas que llenaban la tienda eran un símbolo de juventud, de inocencia, de la fe en los milagros. Ella quiso abrir aquella tienda poco después de que naciera Clara, pero Drew se había negado rotundamente a que lo hiciera. Y Vanessa, que se sentía en deuda con él, había cedido, como había cedido en muchas otras cosas. Después, al verse sola y con una niña a la que mantener, poner en marcha aquel negocio le había parecido lo más natural.

Trabajaba muchas horas allí, para llenar un vacío que ni siquiera podía llenar con el amor que sentía por su hija. Arreglaba y fabricaba muñecas, y aquel trabajo le resultaba calmante y gratificante. Encendió la radio y se concentró en la tarea de coser y restaurar una pequeña muñeca de trapo. Estaba canturreando relajadamente cuando oyó:

Zac: ¿Vas a arreglar eso?

Vanessa se sobresaltó y estuvo a punto de clavarse la aguja. Zac estaba en el umbral de la puerta, con las manos en los bolsillos, observándola.

Ness: Sí, es mi trabajo. ¿Dónde está Clara?

Zac: Se ha quedado dormida encima del libro. La he acostado.

Ella hizo ademán de levantarse.

Ness: Oh, bueno, yo…

Zac: Está dormida, Vanessa, con una bola de pelo verde llamada Bernardo.

Vanessa volvió a sentarse.

Ness: Sí, es su muñeco favorito. A Clara no le gustan mucho las muñecas tradicionales.

Zac: ¿Al contrario que a su madre? -preguntó, y con interés, comenzó a dar una vuelta por el taller-. Yo creía que cuando un juguete se rompía, o se desgastaba, iba a la basura.

Ness: Eso ocurre demasiadas veces. A mí siempre me ha parecido que eso demuestra una horrible falta de aprecio por algo que te ha proporcionado tanta satisfacción.

Él agarró una cabecita de plástico, calva y suave, que le sonreía.

Zac: A lo mejor tienes razón, pero no sé lo que puede hacerse por esa muñeca deshilachada que tienes en la mano.

Ness: Mucho.

Zac: ¿Todavía crees en la magia, Vanessa?

Ella lo miró, y por primera vez, tenía en los labios una sonrisa completamente abierta, y sus ojos estaban llenos de calidez.

Ness: Sí, claro que sí. Sobre todo, en Navidad.

Él, sin poder evitarlo, le acarició la mejilla.

Zac: Ya te había dicho que te he echado de menos, pero no sabía cuánto.

Vanessa sintió una punzada de anhelo y necesidad. La reprimió y se concentró en la muñeca.

Ness: Te agradezco que me hayas ayudado con Clara, Zac. No quiero entretenerte más.

Zac: ¿Te molesta que alguien vea cómo trabajas?

Ness: No -respondió mientras ponía el relleno a la muñeca-. Algunas madres preocupadas se quedan aquí mientras curo a una paciente.

Él apoyó la cadera contra la mesa.

Zac: Me imaginé muchas cosas durante el camino al pueblo, pero nunca me imaginé esto.

Ness: ¿El qué?

Zac: Que me iba a quedar aquí, mirando cómo metes relleno en una muñeca. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero ni siquiera tiene cara.

Ness: La tendrá. ¿Cómo ha ido el informe sobre África?

Zac: Tiene que hacer la versión definitiva.

Vanessa alzó la cabeza y lo miró con los ojos muy abiertos.

Ness: ¿Clara?

Zac: Ella tuvo la misma reacción -dijo con una sonrisa-. Es una niña muy inteligente, Vanessa.

Ness: Algunas veces, tan inteligente que resulta incómodo.

Zac: Tienes suerte.

Ness: Lo sé.

Zac: Los hijos te quieren pase lo que pase, ¿verdad?

Ness: No. Tienes que ganártelo.

Con gestos seguros, ella comenzó a coser las costuras de la muñeca.

Zac: ¿Sabes? Ya estaba medio dormida, pero se empeñó en contar de nuevo los regalos que hay debajo del árbol. Me dijo que tenía el presentimiento de que iba a haber uno más.

Ness: Me temo que va a llevarse una desilusión. La lista que me entregó parecía una requisa del ejército. Tuve que ponerle límites -le explicó. Después cortó el hilo de la muñeca y tomó el pincel-. Mis padres la miman mucho.

Zac: ¿Siguen viviendo en el pueblo?

Ness: Sí -comenzó a pintar los rasgos de la muñeca y prosiguió-: Hablan de Florida de vez en cuando, pero no sé si se irán alguna vez. Adoran a Clara. A lo mejor puedes ir a visitarlos, Zac. Ya sabes que mi madre siempre te tuvo cariño.

Él examinó un vestidito rojo, no más grande que la palma de su mano.

Zac: Tu padre no.

Ness: No confiaba mucho en ti -repuso con una sonrisa de picardía-. ¿Qué padre habría confiado?

Zac: Tenía buenos motivos -dijo, y caminó hacia ella. Al ver la muñeca que Vanessa había terminado de arreglar, dijo-: Vaya.

La tomó y la colocó bajo la luz. Lo que antes sólo era un montón de tela deshilachada se había convertido en una muñeca regordeta y llamativa. Tenía unas pestañas exageradas y unos ojos enormes. Le caían los ricitos por la frente, y era suave y bonita, tanto, que incluso un hombre adulto podía darse cuenta de que haría sonreír a una niña pequeña.

Ella se sintió gratificada, de un modo ridículo, al ver que él sonreía por su trabajo.

Ness: ¿Te gusta?

Zac: Estoy impresionado. ¿Por cuánto la vendes?

Ness: Ésta no se vende -dijo, y la puso en una caja grande que había al fondo del local-. Hay unas cuantas niñas en el pueblo, de familias que no pueden permitirse muchos regalos en Navidad, y éstas son para ellas. También hay chicos, claro, pero Jake, el del baratillo, y yo, hicimos un trato hace años. En Navidad dejamos una caja en la puerta de su casa. Para las niñas, una muñeca, y para los niños, un camión, o una pelota, o algo así.

Zac debería haberlo imaginado. Era típico de ella.

Zac: Santa Claus existe.

Vanessa sonrió.

Ness: En Quiet Valley sí.

El motivo fue aquella sonrisa tan abierta, tan familiar. Zac se acercó a ella antes de que ninguno de los dos pudiera darse cuenta.

Zac: ¿Y tú? ¿Consigues lo que quieres por Navidad?

Ness: Tengo todo lo que necesito.

Zac: ¿Todo? -le preguntó, y le tomó la cara entre las manos-. ¿No eras tú la que soñaba? ¿La que siempre creía en los deseos?

Ness: He crecido. Zac, ahora deberías irte.

Zac: No, no me lo creo. No creo que hayas dejado de soñar, Vanessa. Yo empiezo a soñar otra vez con tan sólo estar contigo.

Ness: Zac… sabes que no siempre podemos tener lo que queremos. Tú te vas a marchar dentro de pocos días. Tú puedes irte y hacer otras muchas cosas, visitar otros muchos lugares.

Zac: ¿Y qué tiene eso que ver ahora?

Ness: Tú te irás. Yo tengo que quedarme aquí. Eso ya me ocurrió una vez, y no creo que pudiera dejarte marchar otra vez. ¿Es que no lo entiendes?

Zac: No lo sé. Entiendo que ahora te deseo más de lo que te he deseado nunca. No sé si vas a poder apartarme de ti, Vanessa. -Sin embargo, se alejó de ella, por el bien de los dos-. No por mucho tiempo, quiero decir. Antes me has dicho que no tengo derecho a conocer todas las respuestas. Tal vez sea cierto, pero necesito conocer una.

Ella exhaló un suspiro y asintió.

Ness: De acuerdo, pero, ¿me prometes que si te contesto te marcharás?

Zac: Sí. ¿Lo querías?

Vanessa no podía mentir. La mentira no formaba parte de su forma de ser. Así pues, alzó la barbilla y lo miró directamente.

Ness: Nunca he querido a otro que no fueras tú.

Entonces, en los ojos de Zac se reflejaron el triunfo y la furia. Intentó agarrarla, pero ella retrocedió y se alejó.

Ness: Has dicho que ibas a irte, Zac. Y yo he creído en tu palabra.

Zac: Deberías haber confiado en mí hace diez años. 

Entonces, él se dio la vuelta y salió de la tienda, a la noche helada.



1 comentarios:

Lu dijo...

Ayyyy mi dios!
Me encanto!!


Sube pronto!!

Publicar un comentario

Perfil